Viernes I Semana de Tiempo Ordinario

Hoy es viernes, 13 de enero.

Llego ante ti Señor, un poco cansado y busco tu presencia sanadora. Calor y cercanía. Un rato para mirarme desde ti por dentro y por fuera. Para tomar aliento ahora que voy de camino a mis afanes, o que vuelvo en camilla frustrado del día. Vengo a pedirte que me pongas en pie, que me devuelvas las ganas de cantar y que no me falten amigos como los del evangelio de Marcos, que llevaron ante ti aquel enfermo que no podía con su cuerpo y con su alma, como  tantas veces me ocurre a mí.

La lectura de hoy es del evangelio de Marcos (Mc 2, 1-12):

Cuando a los pocos días volvió Jesús a Cafarnaún, se supo que estaba en casa. Acudieron tantos que no quedaba sitio ni a la puerta. Él les proponía la palabra. Llegaron cuatro llevando un paralítico y, como no podían meterlo por el gentío, levantaron unas tejas encima de donde estaba Jesús, abrieron un boquete y descolgaron la camilla con el paralítico.

Viendo Jesús la fe que tenían, le dijo al paralítico: «Hijo, tus pecados quedan perdonados.»

Unos escribas, que estaban allí sentados, pensaban para sus adentros: «Por qué habla éste así? Blasfema. ¿Quién puede perdonar pecados, fuera de Dios?»

Jesús se dio cuenta de lo que pensaban y les dijo: «¿Por qué pensáis eso? ¿Qué es más fácil: decirle al paralítico «tus pecados quedan perdonados» o decirle «levántate, coge la camilla y echa a andar»? Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados…»

Entonces le dijo al paralítico: «Contigo hablo: Levántate, coge tu camilla y vete a tu casa.»

Se levantó inmediatamente, cogió la camilla y salió a la vista de todos. Se quedaron atónitos y daban gloria a Dios, diciendo: «Nunca hemos visto una cosa igual.»

En este tramo del evangelio hay una geografía que es Cafarnaún, cerca del lago. Allí Jesús tiene su casa y en su casa acoge a todos. Pero en medio de tanta gente, irrumpen cuatro que hacen un agujero en el tejado y descuelgan un lisiado hasta los pies de Jesús. Un gesto ingenioso que encuentra la acogida de Jesús que descubre su fe en esa osadía. No dicen nada, pero su gesto traduce sus sentimientos.

Tampoco Jesús dice lo que la gente espera. Desconcierta a los maestros de la ley porque un hombre no puede perdonar los pecados de otro hombre y también me desconcierta a mí por el vínculo que establece entre enfermedad y pecado. Este relato, sin duda, quiere enseñarnos a mirar.

Aquel hombre sanado, puesto en pie, se echa a andar con su camilla al hombro. Quizás algún día pueda transportar en ella a otro que esté tirado en el camino, y llevarlo a su casa, y mostrarle lo que un día aprendió de aquel hombre en Cafarnaún.

Con aquella declaración, seguida de aquel gesto, nos hace saber que somos cuerpo y salud. Pero también espiritualidad. Jesús quiere sanar toda la persona y restituir nuestro ser integral. Vuelvo sobre el texto para agradecer esta lección de hoy.

Señor, necesito del perdón como del pan. Ayúdame a comprender que sin un trabajo interior, profundo y continuado, no llegaré nunca a la plenitud, ni a entender la verdadera dignidad de los demás. Necesito oírte decir que puedo despojarme de mis prótesis y salir a la vida para ayudar y servir, para echar camillas sobre mi hombro y romper los techos que nos impiden acercarnos a ti. Sana mis ojos para descubrir lo más hondo.

Dios te salve María,
llena eres de gracia,
el Señor es contigo.
Bendita tú eres,
entre todas las mujeres
y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María,
Madre de Dios,
ruega por nosotros pecadores
ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén.

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