Vísperas – 18 de enero

VÍSPERAS

II SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

 

Oración de la tarde

 

V. Dios mío, ven en mi auxilio

R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

 

 

HIMNO

 

Padre: has de oír

este decir

que se me abre en los labios como flor.

 

Te llamaré

Padre, porque

la palabra me sabe a más amor.

 

Tuyo me sé,

pues me miré

en mi carne prendido tu fulgor.

 

Me has de ayudar

a caminar,

sin deshojar mi rosa de esplendor.

 

Por cuanto soy

gracias te doy:

por el milagro de vivir.

 

Y por el ver

la tarde arder,

por el encantamiento de existir.

 

Y para ir,

Padre, hacia ti,

dame tu mano suave y tu amistad.

 

Pues te diré:

solo no sé

ir rectamente hacia tu claridad.

 

Tras el vivir,

dame el dormir

con los que aquí anudaste a mi querer.

 

Dame, Señor,

hondo soñar.

¡Hogar dentro de ti nos has de hacer! Amén.

 

 

SALMODIA

 

Ant. 1. Aguardamos la alegre esperanza, la aparición gloriosa de nuestro salvador.

 

Salmo 61

 

Solo en Dios descansa mi alma,

porque de él viene mi salvación;

solo él es mi roca y mi salvación,

mi alcázar: no vacilaré.

 

¿Hasta cuándo arremeteréis contra un hombre

todos juntos para derribarlo

como una pared que cede

o a una tapia ruinosa?

Solo piensan en derribarme de mi altura,

y se complacen en la mentira:

con la boca bendicen,

con el corazón maldicen.

 

Descansa solo en Dios, alma mía,

porque él es mi esperanza;

solo él es mi roca y mi salvación,

mi alcázar: no vacilaré.

 

De Dios viene mi salvación y mi gloria,

él es mi roca firme,

Dios es mi refugio.

 

Pueblo suyo, confiad en él,

desahogad ante él vuestro corazón,

que Dios es nuestro refugio.

 

Los hombres no son más que un soplo,

los nobles son apariencias:

todos juntos en la balanza subirían

más leves que un soplo.

 

No confiéis en la opresión,

no pongáis ilusiones en el robo;

y aunque crezcan vuestras riquezas,

no les deis el corazón.

 

Dios ha dicho una cosa,

y dos cosas que he escuchado:

 

«Que Dios tiene el poder

y el Señor tiene la gracia;

que tu pagas a cada uno según sus obras.»

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. 1. Aguardamos la alegre esperanza, la aparición gloriosa de nuestro salvador.

 

 

Ant. 2. Que Dios ilumine su rostro sobre nosotros y nos bendiga.

 

Salmo 66

 

El Señor tenga piedad y nos bendiga

ilumine su rostro sobre nosotros;

conozca la tierra tus caminos,

todos los pueblos tu salvación.

 

¡Oh Dios! Que te alaben los pueblos,

que todos los pueblos te alaben.

 

Que canten de alegría las naciones,

porque riges el mundo con justicia,

riges los pueblos con rectitud,

y gobiernas las naciones de la tierra.

 

¡Oh Dios! Que te alaben los pueblos

que todos los pueblos te alaben.

 

La tierra ha dado su fruto,

nos bendice el Señor, nuestro Dios.

Que Dios nos bendiga; que le teman hasta los confines del orbe.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. 2. Que Dios ilumine su rostro sobre nosotros y nos bendiga.

 

 

Ant. 3. Por medio de él fueron creadas todas las cosas, y todo se mantiene en él.

 

Cántico: Col 1, 12-20

 

Damos gracias a Dios Padre,

que nos ha hecho capaces de compartir

la herencia del pueblo santo en la luz.

 

Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas,

y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido,

por cuya sangre hemos recibido la redención,

el perdón de los pecados.

 

Él es imagen de Dios invisible,

primogénito de toda criatura;

pues por medio de él fueron creadas todas las cosas:

celestes y terrestres, visibles e invisibles,

Tronos, Dominaciones,

Principados, y Potestades;

todo fue creado por él y para él.

 

Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él.

Él es también la cabeza y el cuerpo de la Iglesia.

Él es el principio, el primogénito de entre los muertos,

y así es el primero en todo.

 

Porque en él quiso Dios que residiera toda plenitud.

Y Por él quiso reconciliar todas las cosas:

haciendo la paz por la sangre de su cruz

con todos los seres, así del cielo como de la tierra.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. 3. Por medio de él fueron creadas todas las cosas, y todo se mantiene en él.

 

 

LECTURA BREVE           1P 5, 5b-7

 

Tened sentimientos de humildad unos con otros, porque Dios resiste a los soberbios, para dar su gracia a los humildes. Inclinaos, pues, bajo la mano poderosa de Dios, para que, a su tiempo, os ensalce. Descargad en él todo vuestro agobio, que él se interesa por vosotros.

 

 

RESPONSORIO BREVE

 

V. Guárdanos, Señor, como a las niñas de tus ojos.

R. Guárdanos, Señor, como a las niñas de tus ojos.

 

V. A la sombra de tus alas escóndenos.

R. Como a las niñas de tus ojos.

 

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

R. Guárdanos, Señor, como a las niñas de tus ojos.

 

 

CÁNTICO EVANGÉLICO

 

Ant. Haz, Señor, proezas con tu brazo: dispersa a los soberbios y enaltece a los humildes.

 

Cántico de María. Lc 1, 46-55

 

Proclama mi alma la grandeza del Señor,

se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;

porque ha mirado la humillación de su esclava.

 

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,

porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:

su nombre es santo,

y su misericordia llega a sus fieles

de generación en generación.

 

El hace proezas con su brazo:

dispersa a los soberbios de corazón,

derriba del trono a los poderosos

y enaltece a los humildes,

a los hambrientos los colma de bienes

y a los ricos los despide vacíos.

 

Auxilia a Israel, su siervo,

acordándose de su misericordia

-como lo había prometido a nuestros padres-

en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. Haz, Señor, proezas con tu brazo: dispersa a los soberbios y enaltece a los humildes.

 

 

PRECES

 

Aclamemos, hermanos, a Dios, nuestro salvador, que se complace en enriquecernos con sus dones, y digámosle con fe:

Multiplica la gracia y la paz, Señor.

 

Dios eterno, mil años en tu presencia son como un ayer que pasó;

— ayúdanos a recordar siempre que nuestra vida es como hierba que florece por la mañana, y por la tarde se seca.

 

Alimenta a tu pueblo con el maná, para que no perezca de hambre,

— y dale el agua viva, para que nunca más tenga sed.

 

Que tus fieles busquen los bienes de arriba y aspiren a ellos,

— y te glorifiquen también con su trabajo y su descanso.

 

Concede, Señor, buen tiempo a las cosechas,

— para que la tierra dé fruto abundante.

 

Que los difuntos puedan contemplar tu faz,

— y que nosotros tengamos un día parte en su felicidad.

 

Se pueden añadir algunas intenciones libres.

 

Confiemos nuestras súplicas a Dios, nuestro Padre, terminando esta oración con las palabras que el Señor nos enseñó:

 

Padre nuestro…

 

 

ORACIÓN

 

Oh Dios, tu nombre es santo, y tu misericordia llega a tus fieles de generación en generación, atiende, pues, las súplicas de tu pueblo y haz que pueda proclamar eternamente tu grandeza. Por nuestro Señor Jesucristo.

 

 

CONCLUSIÓN

 

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.

R. Amén.

Rosas de Amor y Solicitud

La figura de María es importante dentro de la vida de Jesús. Siempre solícita a ayudar y servir. Con esta actividad proponemos un ejercicio de amor y solicitud por parte de los niños. Les invitamos a realizar acciones buenas y a la vez ir elaborando su propio ramo de flores con esas acciones.

Podemos utilizarla para la clase de religión y para la catequesis.

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Comentario al evangelio de hoy (18 de enero)

Del evangelio de hoy, cuyo tema central está en continuidad con el de días anteriores, rescatamos algunos detalles menores a los que a veces no prestamos atención. En ellos descubrimos mensajes ocultos y provechosos.

• El lugar donde ocurren los hechos: la sinagoga. Jesús estaba en territorio enemigo: Entre la gente y ante la mirada inquisitiva de los adversarios. Moverse con soltura en esos terrenos requiere un notable nivel de libertad. Jesús es libre. No tiene por qué esconderse. Hace el bien a la luz. Esa es una primera lección. Esconderse no es por sistema una conducta sana ni justificable, aun cuando alguna vez sea prudente.

• La orden dada al paralítico de colocarse en medio, a la vista de todos. Un hombre que no puede trabajar – la mano se identifica con el trabajo- es colocado en el centro, a la vista de todos. Ante él Jesús primero pregunta y, después, actúa. Este enfermo incapacitado no es solo protagonista, sino juez en la escena. El lugar del necesitado es el centro y ante él hemos de dar cuenta de nuestra conducta. Una vez más Jesús instituye tácitamente a los pobres como nuestros jueces.

• La mirada de Jesús dolida y llena de ira por la obstinación. Es una de las veces en las que Jesús aparece caracterizado con emociones. Aparecen descritas sin pudor por el evangelista y nos introducen en el corazón sufriente del Maestro. Su alma desconoce la insensibilidad. La imperturbabilidad ante la necesidad o la justificación de la no intervención a favor del necesitado pone a Cristo de malhumor. A nosotros se nos debían saltar también las alarmas ante ellas.

• Fuera de la sinagoga planean acabar con Jesús. No a la vista de todos, sino en secreto, en la oscuridad… en ese lugar donde el mal se hace fuerte porque es cobarde y no resiste la luz. Las tinieblas siempre tratan de aniquilar la luz. La cultura de la muerte es perversa: trata de eliminar a Jesús, de la forma que sea, por las buenas o por las malas, con hechos o con el olvido…

La primera lectura relata la insólita victoria de David sobre Goliat y ambienta el evangelio con su perspectiva propia: En la debilidad está la fuerza. Es la cultura de la vida victoriosa. Dios se sirve a veces explícitamente de lo más débil para conseguir sus planes.

Juan Carlos Martos

Miércoles II Semana de Tiempo Ordinario

Hoy es miércoles, 18 de enero.

En estos días, el evangelio nos está invitando a ir más allá, a crecer en valentía, a ser más arriesgados y audaces cuando se trata de apostar por lo humano, y por los valores del Reino. Ponte en presencia de Dios, déjate mirar por él y pídele que te ayude a crecer en verdad y libertad.

La lectura de hoy es del evangelio de Marcos (Mc 3, 1-6):

En aquel tiempo, entró Jesús otra vez en la sinagoga, y había allí un hombre con parálisis en un brazo. Estaban al acecho, para ver si curaba en sábado y acusarlo.

Jesús le dijo al que tenía la parálisis: «Levántate y ponte ahí en medio.»

Y a ellos les preguntó: «¿Qué está permitido en sábado?, ¿hacer lo bueno o lo malo?, ¿salvarle la vida a un hombre o dejarlo morir?»

Se quedaron callados. Echando en torno una mirada de ira, y dolido de su obstinación, le dijo al hombre: «Extiende el brazo.»

Lo extendió y quedó restablecido.

En cuanto salieron de la sinagoga, los fariseos se pusieron a planear con los herodianos el modo de acabar con él.

Sitúate junto a Jesús, en la entrada de la sinagoga y entra con él. Había allí muchos hombres, sin embargo, Jesús sólo se fijó en uno. Trata de ver en quien se fija Jesús. ¿Cómo le mira, lo que siente al ver su parálisis?  Trata de percibir los sentimientos de Jesús al ver a este hombre. Sitúate junto a Jesús y mírale tú también.

Jesús, aún sabiendo quién estaba al acecho, aún sabiendo las reacciones que podía causar, se dejó llevar por la compasión y la misericordia. Y atendió a la parálisis de aquel hombre.

Sitúate de nuevo junto a Jesús y mira lo que hace, cómo se acerca al hombre. Como le habla y como se dirige también a los fariseos que le observaban como sana.

Vuelve a leer el texto tratando de ver con la imaginación todo lo que ocurre, pero esta vez puedes situarse junto al hombre de la parálisis. Tal vez quieras presentarle, tú también a Jesús algo que te paraliza.

Puedes terminar este rato de oración haciendo memoria agradecida, recordando cómo Jesús te sanó aquella parálisis o presentándole de nuevo lo que necesitas sanar hoy.

Dios te salve María,
llena eres de gracia,
el Señor es contigo.
Bendita tú eres,
entre todas las mujeres
y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María,
Madre de Dios,
ruega por nosotros pecadores
ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén.

Laudes – 18 de enero

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LITURGIA DE LAS HORAS

II SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

 

18 de enero

 

LAUDES

(Oración de la mañana)

 

INVOCACIÓN INICIAL

 

V. Señor, abre mis labios

R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

 

 

INVITATORIO

 

Ant. Aclama al Señor, tierra entera, servid al Señor con alegría.

 

Salmo 94

 

Venid, aclamemos al Señor,

demos vítores a la Roca que nos salva;

entremos a su presencia dándole gracias,

aclamándolo con cantos.

 

Porque el Señor es un Dios grande,

soberano de todos los dioses:

tiene en su mano las simas de la tierra,

son suyas las cumbres de los montes;

suyo es el mar, porque él lo hizo,

la tierra firme que modelaron sus manos.

 

Venid, postrémonos por tierra,

bendiciendo al Señor, creador nuestro.

Porque él es nuestro Dios,

y nosotros su pueblo,

el rebaño que él guía.

 

Ojalá escuchéis hoy su voz:

«No endurezcáis el corazón como en Meribá,

como el día de Masá en el desierto;

cuando vuestros padres me pusieron a prueba

y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.

 

Durante cuarenta años

aquella generación me repugnó, y dije:

Es un pueblo de corazón extraviado,

que no reconoce mi camino;

por eso he jurado en mi cólera

que no entrarán en mi descanso»

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

 

 

HIMNO

 

Estate, Señor, conmigo

siempre, sin jamás partirte,

y, cuando decidas irte,

llévame, Señor, contigo;

porque el pensar que te irás

me causa un terrible miedo

de si yo sin ti me quedo,

de si tú sin mí te vas.

 

Llévame en tu compañía,

donde tú vayas, Jesús,

porque bien sé que eres tú

la vida del alma mía;

si tú vida me das,

yo sé que vivir no puedo,

ni si yo sin ti me quedo,

ni si tú sin mí te vas.

 

Por eso, más que a la muerte,

temo, Señor, tu partida

y quiero perder la vida

mil veces más que perderte;

pues la inmortal que tú das

sé que alcanzarla no puedo

cuando yo sin ti me quedo,

cuando tú sin mí te vas. Amén.

 

 

SALMODIA

 

Ant. 1. Dios mío, tus caminos son santos: ¿qué dios es grande como nuestro Dios?

 

Salmo 76

 

Alzo mi voz a Dios gritando,

alzo mi voz a Dios para que me oiga.

 

En mi angustia te busco, Señor mío;

de noche extiendo las manos sin descanso,

y mi alma rehúsa el consuelo.

Cuando me acuerdo de Dios, gimo,

y meditando me siento desfallecer.

 

Sujetas los párpados de mis ojos,

y la agitación no me deja hablar.

Repaso los días antiguos,

recuerdo los años remotos;

de noche lo pienso en mis adentros,

y meditándolo me pregunto:

 

¿Es que el Señor nos rechaza para siempre

y ya no volverá a favorecernos?

¿Se ha agotado ya su misericordia,

se ha terminado para siempre su promesa?

¿Es que Dios se ha olvidado de su bondad,

o la cólera cierra sus entrañas?

 

Y me digo: ¡Qué pena la mía!

¡Se ha cambiado la diestra del Altísimo!

Recuerdo las proezas del Señor;

sí recuerdo tus antiguos portentos,

medito todas tus obras y considero tus hazañas.

 

Dios mío, tus caminos son santos:

¿qué dios es grande como nuestro Dios?.

 

Tú, ¡oh Dios!, haciendo maravillas,

mostraste tu poder a los pueblos;

con tu brazo rescataste a tu pueblo,

a los hijos de Jacob y de José.

 

Te vio el mar, ¡oh Dios!,

te vio el mar y tembló,

las olas se estremecieron.

 

Las nubes descargaban sus aguas,

retumbaban los nubarrones,

tus saetas zigzagueaban.

 

Rodaba el fragor de tu trueno,

los relámpagos deslumbraban el orbe,

la tierra retembló estremecida.

 

Tú te abriste camino por las aguas,

un vado por las aguas caudalosas,

y no quedaba rastro de tus huellas:

 

mientras guiabas a tu pueblo, como a un rebaño,

por la mano de Moisés y de Aarón.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. 1. Dios mío, tus caminos son santos: ¿qué dios es grande como nuestro Dios?

 

 

Ant. 2. Mi corazón se regocija por el Señor, que humilla y enaltece.

 

Cántico: 1 Sam 2, 1-10

 

Mi corazón se regocija por el Señor,

mi poder se exalta por Dios;

mi boca se ríe de mis enemigos,

porque gozo con tu salvación.

No hay santo como el Señor,

no hay roca como nuestro Dios.

 

No multipliquéis discursos altivos,

no echéis por la boca arrogancias,

porque el Señor es un Dios que sabe;

él es quién pesa las acciones.

 

Se rompen los arcos de los valientes, mientras los cobardes se ciñen de valor;

los hartos se contratan por el pan,

mientras los hambrientos no tienen ya que trabajar;

la mujer estéril da a luz siete hijos,

mientras que la madre de muchos se marchita.

 

El Señor da la muerte y la vida,

hunde en el abismo y levanta;

da la pobreza y la riqueza,

humilla y enaltece.

 

Él levanta del polvo al desvalido,

alza de la basura al pobre,

para hacer que se siente entre príncipes

y que herede un trono de gloria;

pues del Señor son los pilares de la tierra, y sobre ellos afirmó el orbe.

 

El guarda los pasos de sus amigos,

mientras los malvados perecen en las tinieblas,

porque el hombre no triunfa por su fuerza.

 

El Señor desbarata a sus contrarios,

el altísimo truena desde el cielo,

el Señor juzga hasta el confín de la tierra.

Él da fuerza a su Rey,

exalta el poder de su Ungido.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. 2. Mi corazón se regocija por el Señor, que humilla y enaltece.

 

 

Ant. 3. El Señor reina, la tierra goza.

 

Salmo 96

 

El Señor reina, la tierra goza,

se alegran las islas innumerables.

Tinieblas y nube lo rodean,

justicia y derecho sostienen su trono.

 

Delante de él avanza fuego

abrazando en torno a los enemigos;

sus relámpagos deslumbran el orbe,

y, viéndolos, la tierra se estremece.

 

Los montes se derriten como cera

ante el dueño de toda la tierra;

los cielos pregonan su justicia,

y todos los pueblos contemplan su gloria.

 

Los que adoran estatuas se sonrojan,

los que ponen su orgullo en los ídolos;

ante él se postran todos los dioses.

 

Lo oye Sión, y se alegra,

se regocijan las ciudades de Judá

por tus sentencias, Señor;

 

porque tú eres, Señor,

altísimo sobre altísimo sobre toda la tierra,

encumbrado sobre todos los dioses.

 

El Señor ama al que aborrece el mal,

protege la vida de sus fieles

y los libra de los malvados.

 

Amanece la luz para el justo,

y la alegría para los rectos de corazón.

Alegraos, justos con el Señor,

celebrad su santo nombre.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. 3. El Señor reina, la tierra goza.

 

 

LECTURA BREVE           Rm 8, 35-37

 

¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo?: ¿la aflicción?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada? En todo esto vecemos fácilmente por aquel que nos ha amado.

 

 

RESPONSORIO BREVE

 

V. Bendigo al Señor, en todo momento.

R. Bendigo al Señor, en todo momento.

 

V. Su alabanza está siempre en mi boca.

R. En todo momento.

 

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

R. Bendigo al Señor, en todo momento.

 

 

CÁNTICO EVANGÉLICO

 

Ant. Sirvamos con santidad al Señor, todos nuestros días.

 

Cántico de Zacarías. Lc 1, 68-79

 

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,

porque ha visitado y redimido a su pueblo.

suscitándonos una fuerza de salvación

en la casa de David, su siervo,

según lo había predicho desde antiguo

por boca de sus santos profetas:

 

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos

y de la mano de todos los que nos odian;

ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,

recordando su santa alianza

y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.

 

Para concedernos que, libres de temor,

arrancados de la mano de los enemigos,

le sirvamos con santidad y justicia,

en su presencia, todos nuestros días.

 

Y a ti, niño, te llamaran Profeta del Altísimo,

porque irás delante del Señor

a preparar sus caminos,

anunciando a su pueblo la salvación,

el perdón de sus pecados.

 

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,

nos visitará el sol que nace de lo alto,

para iluminar a los que viven en tiniebla

y en sombra de muerte,

para guiar nuestros pasos

por el camino de la paz.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. Sirvamos con santidad al Señor, todos nuestros días.

 

 

PRECES

 

Oremos al Señor Jesucristo, que prometió estar con su Iglesia todos los días, hasta el fin del mundo, y digámosle confiados:

Quédate con nosotros, Señor.

 

Quédate con nosotros, Señor, durante todo el día;

— que el sol de tu gracia nunca decline en nuestras vidas.

 

Te consagramos este día como oblación agradable a tus ojos,

— y proponemos no hacer ni aprobar nada defectuoso.

 

Que en todas nuestras palabras y acciones seamos hoy luz del mundo y sal de la tierra

— para cuantos nos contemplen.

 

Que la gracia del Espíritu Santo habite en nuestros corazones y resplandezca en nuestras obras,

— para que así permanezcamos en tu amor y en tu alabanza.

 

Se pueden añadir algunas intenciones libres.

 

Terminemos nuestra oración diciendo juntos las palabras del Señor y pidiendo al Padre que nos libre de todo mal:

 

Padre nuestro…

 

 

ORACIÓN

 

Envía, Señor, a nuestros corazones la abundancia de tu luz, para que, avanzando siempre por el camino de tus mandatos, nos veamos libres de todo error. Por nuestro Señor Jesucristo.

 

 

CONCLUSIÓN

 

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.

R. Amén.