Comentario al evangelio de hoy (30 de enero)

Algo que hemos de evitar en nuestros encuentros con la Biblia es plantearle preguntas o buscar soluciones a problemas que a los autores no pudieron pasarles por la mente. Un camino eficaz para no entender nada del evangelio de hoy sería acercarnos a él con planteamientos económicos, respecto de la pérdida que para los porqueros supuso el ahogárseles dosmil cerdos.

El narrador se ha situado en otro plano. Jesús se mueve ahora fuera del territorio judío; está en lugares paganos y, por tanto, “impuros”. Impuros son también los cerdos según la mentalidad judía. E impuro es el lugar de muertos, de sepulcros, en que habita el que va a ser recuperado para la vida. Por el momento, en ese ambiente de impureza se mueve satanás a sus anchas; esto se manifiesta en el deterioro más lacerante de una existencia que estaba destinada a ser humana: un hombre que lleva una vida de dolor, de exclusión, de autoagresión, fuera del sano juicio, etc.

Donde parece que se han dado cita todos los poderes de la muerte, allí se presenta Jesús, el portador de la vida; su mera cercanía es para el mal un desafío, una amenaza a la que sabe que no podrá escapar. El endemoniado y sus fuerzas infernales no intentan plantar cara a Jesús; intuyen que sería inútil. Por ello se limitan a pedirle que les cause la menor derrota posible: que lo impuro se vaya a habitar en lo impuro (los cerdos). En términos un tanto míticos y, desde luego, metafóricos, se nos dice: el ser humano, creado a semejanza de Dios, no debe ser habitado por el antidiós. Jesús es el que resitúa al hombre en esa su categoría original, el que le devuelve su dignidad. Donde él se hace presente se establece la vida.

Y hay otros dos apuntes que no debiéramos dejar pasar.

a.- Las gentes de aquella región  no quieren ser salvadas: le dicen a Jesús que se marche de allí. La mayor tragedia que puede suceder a un ser humano enfermo consiste en sentirse a gusto con su enfermedad; es signo de mayor urgencia de intervención salvífica. Ojala es Señor nos dé la astucia evangélica para llevar la salvación a donde el mal se ha “atrancado por dentro”.

b.- Naturalmente el que ha experimentado la intervención salvadora de Jesús en su vida no puede mantenerlo callado. Todos los bautizados hemos sido “recuperados” por Jesús, y por ello nos toca ser –humildemente y cada uno a su modo- sus pregoneros; también en las nuevas “decápolis”, donde parece que para lo de Jesús no queda espacio.

Severiano Blanco, cmf

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