Miércoles I Semana de Cuaresma

Hoy es 29 de febrero, miércoles de la I semana de Cuaresma.

Si a lo largo del día de hoy pudieras encontrar un rato para leer entero el libro de Jonás, sería un regalo que te harías a ti mismo. Es un relato breve y didáctico, lleno de hondura, de sabiduría y humor. Cuando Dios le llamó por primera vez, Jonás puso los pies en polvorosa y huyó a Tarsis, justo en dirección contraria a la que era enviado. Hoy diríamos: Dios le mandó ir a Madrid y él tomó el barco para Buenos Aires. Se embarca, hay una tormenta, lo culpan a él y lo tiran al mar. Se lo traga un gran pez. Pasa tres días en su vientre y al tercero lo vomita en la playa. Y entonces Dios, como si  no hubiera pasado nada, vuelve a decirle tranquilamente: levántate y vete a Nínime.

La lectura de hoy es del profeta Jonás (Jon 3, 1-10):

Vino la palabra del Señor sobre Jonás: «Levántate y vete a Nínive, la gran ciudad, y predícale el mensaje que te digo.»

Se levantó Jonás y fue a Nínive, como mandó el Señor. Nínive era una gran ciudad, tres días hacían falta para recorrerla. Comenzó Jonás a entrar por la ciudad y caminó durante un día, proclamando: «¡Dentro de cuarenta días Nínive será destruida!»

Creyeron en Dios los ninivitas; proclamaron el ayuno y se vistieron de saco, grandes y pequeños.

Llegó el mensaje al rey de Nínive; se levantó del trono, dejó el manto, se cubrió de saco, se sentó en el polvo y mandó al heraldo a proclamar en su nombre a Nínive: «Hombres y animales, vacas y ovejas, no prueben bocado, que no pasten ni beban; vístanse de saco hombres y animales; invoquen fervientemente a Dios, que se convierta cada cual de su mala vida y de la violencia de sus manos; quizá se arrepienta, se compadezca Dios, quizá cese el incendio de su ira, y no pereceremos.»

Y vio Dios sus obras, su conversión de la mala vida; se compadeció y se arrepintió Dios de la catástrofe con que había amenazado a Nínive, y no la ejecutó.

Aunque Jonás era un israelita obstinado, que no deseaba que Dios entrara en relación con los no judíos, cuando predica a los de Nínive, consigue unos resultados espectaculares. A través de él, la palabra de Dios llega a un pueblo que estaba hundido en el pecado, pero que se decide a cambiar de vida.

Puedes contactar, lo mismo que Jonás, con tus propias resistencias a ser un portador de la Palabra de Dios, de su evangelio. Por miedo, por pereza, por temor al conflicto. Haz memoria de los momentos de huida que has experimentado a lo largo de tu vida.

Los ninivitas se convirtieron. Es decir, dieron un giro de 180º. Se dieron la vuelta, rehicieron su camino, transformaron su trayectoria vital. ¿Has vivido alguna experiencia parecida?

Se compadeció y se arrepintió Dios. Al final del texto es Dios mismo quien se convierte, cambia y se arrepiente y todo ello movido por su inmensa compasión. Quizá en tu vida has experimentado las cosas de otra manera y han sido la compasión, la ternura y el perdón de Dios los que te han empujado a la conversión. Dale las gracias y bendícele por ello.

Gracias de corazón, Señor y Dios mío, porque tu llamada  a vivir en plenitud ha llegado hasta mí. Recuerdo ahora algunos nombres de personas que han sido para mí portadores de tu evangelio. Que me han dado a conocerte y me han invitado a vivir de otra manera. A pasar del egoísmo al amor, y del yo para mí a la solidaridad. Aquí estoy también yo Señor, por si quieres contar conmigo para invitar a otros a conocerte y quererte. Vence tú mis resistencias para que a través de mí y aunque sea poca cosa tu evangelio pueda alcanzar a otras personas y a llenarlas de alegría como me ha llenado a mí.

Gloria al Padre,
al Hijo
y al Espíritu Santo.
Como era en el principio,
ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.

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