Viernes II Semana de Cuaresma

Hoy es 9 de marzo, viernes de la II semana de Cuaresma.

Disponte para el día de hoy en ese deseo de estar presente en ti mismo, a los otros y a Dios. Toma contacto con tu respiración para sentir el ritmo de la vida que fluye en todas las cosas. Esa vida que está ahí ofrecida, expuesta. Para que puedas tomarla un día más. Respira profundamente y siente gratitud por existir, por estar aquí. El evangelio nos ayuda a cuidar esta vida hasta el fondo.

La lectura de hoy es del evangelio de Mateo (Mt 21, 33-43. 45-46):

En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: «Escuchad otra parábola: Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, construyó la casa del guarda, la arrendó a unos labradores y se marchó de viaje. Llegado el tiempo de la vendimia, envió sus criados a los labradores, para percibir los frutos que le correspondían. Pero los labradores, agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a Otro, y a otro lo apedrearon. Envió de nuevo otros criados, más que la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo. Por último les mandó a su hijo, diciéndose: «Tendrán respeto a mi hijo.» Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron: «Éste es el heredero: venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia.» Y, agarrándolo, lo empujaron fuera de la viña y lo mataron. Y ahora, cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?»

Le contestaron: «Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros labradores, que le entreguen los frutos a sus tiempos.»

Y Jesús les dice: «¿No habéis leído nunca en la Escritura: «La piedra que deshecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente»? Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos.»

Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír sus parábolas, comprendieron que hablaba de ellos. Y, aunque buscaban echarle mano, temieron a la gente, que lo tenía por profeta.

Esta parábola nos muestra dos caminos ante la vida. Por un lado la capacidad de acoger, colaborar y agradecer. Y por otro la ingratitud, la competitividad y el rechazo. También nuestra vida se juega en estas claves. Me pregunto cómo me sitúo yo. Si me inclino más hacia la colaboración, hacia el hacer con otros, valorando cada aporte. O por el contrario, a veces inconscientemente, me muevo hacia la competitividad y la presencia del otro se vuelve una amenaza.

Jesús pone el acento en el rechazo y la ingratitud, que él mismo ha experimentado, sobretodo de los sumos sacerdotes y fariseos, de aquellos que tenían motivos para poder acogerlo bien y que lo acaban despreciando. Esta ingratitud seca las relaciones y provoca que la vida no pueda dar fruto.

Pido a Jesús que libere las fuentes de la receptividad y agradecimiento en mí. ¿Qué cosas agradezco cada día? ¿Por qué doy las gracias hoy?

Ponte en el lugar de Jesús al volver a leer el relato. Siente su deseo de que ellos también participen de la buena noticia del evangelio y el dolor que le provocan la ingratitud y el rechazo. La parábola es una gran advertencia a no dejar escapar lo mejor de la vida, a no rechazar a personas, a realidades que nuestras sociedades no cuentan y sin embargo, para los ojos de Dios son infinitamente valiosas.

Dialoga con Jesús sobre tus propios sentimientos. Pídele que ensanche tu capacidad de agradecer, de colaborar y cooperar con otros, de acoger las mediaciones y de sentirte parte de esa invitación a respetar la vida. De cuidarla para que pueda dar frutos buenos para Dios y para los demás.

Señor, tú cuidas tu viña con inmensa ternura y paciencia y nos invitas a colaborar contigo. Por todo lo que ha sido, gracias. Y a todo lo que ha de ser, sí.

Gloria al Padre,
al Hijo,
y al Espíritu Santo.
Como era en el principio,
ahora y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.