Lunes III Semana de Cuaresma

Hoy es 12 de marzo, lunes de la III semana de Cuaresma.

Este tiempo de Cuaresma nos prepara para el tiempo de la Pascua, el paso del Señor. La palabra de Dios, estos días, nos muestra cómo Jesús fue afrontando el conflicto con las autoridades religiosas de su tiempo. Jesús también sufrió a causa de su coherencia y fidelidad a Dios Padre. Me dispongo a dejar que esa palabra me ilumine un día más.

La lectura de hoy es del evangelio de Lucas (Lc 4, 24-30):

En aquel tiempo, dijo Jesús al pueblo en la sinagoga de Nazaret: «Os aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra. Os garantizo que en Israel había muchas viudas en tiempos de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, más que a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado, más que Naamán, el sirio.»

Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del monte en donde se alzaba su pueblo, con intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba.

La expresión: ningún profeta es bien mirado en su tierra, forma parte ya del lenguaje ordinario. El profeta es el que anuncia la novedad de Dios, que a menudo cuestiona nuestra manera de vivir. El profeta, por ser uno de nosotros, nos conoce bien y nos pone en evidencia desde dentro. El profeta desvela nuestras incoherencias, nuestras contradicciones, la gran distancia que existe entre lo que decimos y lo que hacemos. ¿Qué diría el profeta de mi vida?

Jesús también tuvo que afrontar la incomprensión en su propia tierra. Por eso se lamenta. Jesús se duele de no ser aceptado y de la falta de escucha por parte de los suyos. Sus palabras resultan demasiado atrevidas. En el fondo Jesús está poniendo en evidencia sus contradicciones. Y esto es lo que provoca el rechazo.

Cuando la luz del Señor ilumina nuestra realidad, puede sorprendernos. Al comienzo la verdad sobre mi vida puede asustarme. Pero el Señor me  invita a confiar y no tener miedo. Muchas personas dan testimonio de apertura a la verdad de Dios. Ser discípulo de Jesús significa estar dispuesto a que la luz de Cristo ilumine nuestra vida.

Al leer de nuevo el texto de Lucas, fíjate con qué pasión y alegría habla Jesús de aquellos que han acogido la palabra de Dios, precisamente los extranjeros, la viuda y el enfermo de lepra, los aparentemente menos valiosos. Esos son los que acogen la palabra de Dios.

Expresa al Señor tus sentimientos. Especialmente hoy pídele que te enseñe a vivir abierto a su presencia. Que Dios Padre pueda ser el centro de tu vida. Preséntale tus miedos, pero también tus grandes deseos de que sea así.

Dios te salve María,
llena eres de gracia,
el Señor es contigo.
Bendita tú eres,
entre todas las mujeres
y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María,
Madre de Dios,
ruega por nosotros pecadores
ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén.

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