Miércoles III Semana de Cuaresma

Hoy es 14 de marzo, miércoles de la III semana de Cuaresma.

Por un momento, trata de acallar las voces que suenan dentro de ti y accede a entrar en esa paz que todo lo llena. La paz de Dios. Dios quiere traerte a su presencia, llenarte de su amor, hacer que todo lo mires con sus ojos. Sencillamente, déjate llevar en este viaje.

La lectura de hoy es del evangelio de Mateo (Mt 5,17-19):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No creáis que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley. El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos.»

Cuánta necesidad tenemos todavía en nuestro mundo de leyes justas que garanticen el respeto de la vida. Y la dignidad de cada ser humano. Sólo sobre ella se puede asentar una verdadera convivencia humana. Le pido a Dios hoy, que me ilumine para encontrar en su vida y en su enseñanza la ley verdadera.

También hacen falta profetas como los de entonces. Que sean la voz de la gente más indefensa. Que denuncien la falta de ley para ellos o la injusticia con la que muchas leyes les tratan. Pido a Dios que me dé valentía para hablar en nombre de aquellos que son poco importantes en nuestro mundo, pero enormes en el reino de los cielos. Los más pequeños, los más heridos. Los más pobres.

Al leer otra vez el texto, fíjate en la palabra plenitud, todo en Jesús alcanza la plenitud. También la ley y los profetas. Basta amarnos con el amor con que él nos amó. Un amor de compasión que levanta del suelo. Un amor de entrega que da vida.

Acabando mi oración, te pido Señor por todas las personas que sufren las consecuencias de la injusticia y del desamparo en nuestro mundo. Tú eres su protector. Hazme estar con tu ley y tus profetas, cerca de ellos.

Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.

Amén

Anuncio publicitario