La escena del evangelio de hoy podría llevar como título esta consigna: «Haz el bien… sin prejuzgar las consecuencias». Destacan su dos cuadros. Observemos con detenimiento cada detalle que esconde detrás una sugerencia y un mensaje.
- Primer cuadro: El encuentro con Jesús es sanador. Parece como si en la escena no hubiese nadie más que Jesús y el leproso. Este se le acerca, se arrodilla ante él y le pide la curación con humildad: Que haga Jesús con él lo que quiera. Sus expresiones verbales y no verbales hacen ostensibles tres actitudes que alcanzan el corazón del Maestro:Acercarse, adorarle y suplicar con humildad.
La reacción de Jesús se produce en una sucesión de movimientos a cuál más sugestivo: Primero, siente lástima –su compasión es su debilidad-; luego, extiende la mano –él también se aproxima intencionalmente al leproso-; después, le toca -¡qué tendrá el contacto físico!-; a continuación, asiente voluntariamente –parecería innecesario mencionarlo por lo que ocurre a continuación-; y, finalmente, le cura –sus palabras vencen otra vez una enfermedad terrible-.
Con poquísimos adornos y explicaciones, en su simplicísima esencia, queda esbozado el ideal de lo que debiera ser todo encuentro entre Jesús y un ser humano necesitado. Nos parecería lógico que hubiera terminado el episodio en este punto. Pero no es así.
- Segundo cuadro: Hacer el bien, a veces, juega malas pasadas. Frente a toda previsión, la continuación del relato se torna áspera. El severo encargo que Jesús hace al leproso recién curado de no divulgar el milagro y de presentarse cuanto antes a la autoridad competente, no es acatado. A este ingrato ex-leproso le pudo más su emoción incontenible que el ruego pedido por su Sanador… Lo peor fueron las consecuencias. A partir de sus manifestaciones comienzan a surgir innecesarias dificultades para Jesús en su misión. Y con ellas, la sombra de la cruz… A Jesús le costó un molesto peaje realizar esa acción terapéutica.
Es el sino de la torpeza humana. Lo hicieron también los antiguos padres de Israel como indica hoy la carta a los Hebreos: “Pusieron a prueba a Dios, a pesar de haber visto sus obras…”. Tomemos en serio la grave recomendación de la misma carta: “¡Atención, hermanos! Que ninguno de vosotros tenga un corazón malo e incrédulo que lo lleve a desertar del Dios vivo”.
Juan Carlos cmf