Hoy es viernes 18 de enero.
Durante estos días retomamos el pulso a la vida cotidiana, después del tiempo de Navidad. Después de haber celebrado el amor de Dios para con los hombres y mujeres de este mundo. A medida que reposas tu respiración intenta hacer presente al Dios de la vida en cada momento, a cada respiración. Pide al Espíritu que te permita gozar de su palabra y que esta ilumine tu vida.
La lectura de hoy es del evangelio de Marcos (Mc 2, 1-12):
Cuando a los pocos días volvió Jesús a Cafarnaún, se supo que estaba en casa. Acudieron tantos que no quedaba sitio ni a la puerta. Él les proponía la palabra. Llegaron cuatro llevando un paralítico y, como no podían meterlo, por el gentío, levantaron unas tejas encima de donde estaba Jesús, abrieron un boquete y descolgaron la camilla con el paralítico.
Viendo Jesús la fe que tenían, le dijo al paralítico: «Hijo, tus pecados quedan perdonados.»
Unos escribas, que estaban allí sentados, pensaban para sus adentros: «Por qué habla éste así? Blasfema. ¿Quién puede perdonar pecados, fuera de Dios?»
Jesús se dio cuenta de lo que pensaban y les dijo: «¿Por qué pensáis eso? ¿Qué es más fácil: decirle al paralítico «tus pecados quedan perdonados» o decirle «levántate, coge la camilla y echa a andar»? Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados … »
Entonces le dijo al paralítico: «Contigo hablo: Levántate, coge tu camilla y vete a tu casa.»
Se levantó inmediatamente, cogió la camilla y salió a la vista de todos.
Se quedaron atónitos y daban gloria a Dios, diciendo: «Nunca hemos visto una cosa igual.»
Es impactante contemplar el interés que despertaba Jesús entre la gente. Es entrar en un pueblo, en una ciudad, y la gente se agolpa en la entrada de las casas o de las plazas por donde pasa. Y ¿qué hace Jesús? Proponer la palabra. Una palabra de esperanza, de amor. Al contemplar a Jesús es bueno contemplarse si mis palabras son palabras que dan vida a los demás.
Hay un contraste en esta escena. Los amigos del paralítico muestran una fe profunda, que les lleva a abrir el techo de la casa, para llegar hasta el maestro. Los escribas en cambio, no entienden bien a Jesús. Jesús responde a todos. A la fe de los primeros y a las dudas de los segundos. ¿Con quiénes me identifico más hoy? ¿Qué respuesta necesito escuchar del Señor?
Es un buen momento para enconmendarme al amor misericordioso de Dios. Le pido que transforme mi corazón, para que no se detenga en las situaciones que me paralizan. Y así, saboreando la libertad que da ser amada o amado por Dios, dar vida a los otros en el amor.
Al volver a leer este fragmento del evangelio, cierro los ojos e intento imaginarme la escena, como si estuviera presente. Como si yo fuera uno de los protagonistas. Jesús respondiendo a la gente, el paralítico necesitado de sanación. Uno de los que están dispuestos a esforzarse por el amigo o uno de los escribas, que no termina de entender la manera de actuar de Jesús.
Dios, durante estos minutos, te ha estado llamando, hablando a través de su palabra. Es un buen momento para que puedas entablar una conversación con él. Al hilo de lo que has contemplado en este rato, la oración no es más que eso, hablar de amistad con Dios, con aquel que sabemos que nos ama. Como decía Santa Teresa, déjate llevar por ese misterio.
Gloria al Padre,
y al Hijo,
y al Espíritu Santo.
Como era en el principio,
ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.