Laudes – 5 de febrero

LITURGIA DE LAS HORAS

MARTES, IV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

Santa Águeda, Virgen y Mártir

 

5 de febrero

 

LAUDES

(Oración de la mañana)

 

INVOCACIÓN INICIAL

 

V. Señor, abre mis labios

R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

 

 

INVITATORIO

 

Ant. Venid, adoremos al Señor, Dios grande.

 

Salmo 94

 

Venid, aclamemos al Señor,

demos vítores a la Roca que nos salva;

entremos a su presencia dándole gracias,

aclamándolo con cantos.

 

Porque el Señor es un Dios grande,

soberano de todos los dioses:

tiene en su mano las simas de la tierra,

son suyas las cumbres de los montes;

suyo es el mar, porque él lo hizo,

la tierra firme que modelaron sus manos.

 

Venid, postrémonos por tierra,

bendiciendo al Señor, creador nuestro.

Porque él es nuestro Dios,

y nosotros su pueblo,

el rebaño que él guía.

 

Ojalá escuchéis hoy su voz:

«No endurezcáis el corazón como en Meribá,

como el día de Masá en el desierto;

cuando vuestros padres me pusieron a prueba

y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.

 

Durante cuarenta años

aquella generación me repugnó, y dije:

Es un pueblo de corazón extraviado,

que no reconoce mi camino;

por eso he jurado en mi cólera

que no entrarán en mi descanso»

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

 

 

HIMNO

 

Señor de nuestras horas, Origen, Padre, Dueño,

que, con el sueño, alivias y, en la tregua de un sueño,

tu escala tiendes a Jacob:

 

Al filo de los gallos, en guardia labradora,

despierta e los montes los fuegos de la aurora,

y de tus manos sube el sol.

 

Incendia el cielo en sombras el astro matutino,

y e que pecó en tinieblas recobra su camino

en la inocencia de la luz.

 

Convoca brazo y remo la voz de la marea,

y llora Pedro, el duro patrón de Galilea,

cimiento y roca de Jesús.

 

El gallo nos increpa; su canto al sol dispara,

desvela al soñoliento, y al que pecó lo encara

con el fulgor de la verdad;

 

a su gozosa alerta, la vida se hace fuerte,

renace la esperanza, da un paso atrás la muerte,

y el mundo sabe a pan y a hogar.

 

Del seno de la tierra, convocas a tu Ungido,

y el universo entero, recién amanecido,

encuentra en Cristo su esplendor.

 

Él es la piedra viva donde se asienta el mundo,

la imagen que lo rodea, su impulso más profundo

hacia la nueva creación.

 

Por él, en cuya sangre se lavan los pecados,

estamos a tus ojos recién resucitados

y plenos en su plenitud.

 

Y, con el gozo nuevo de la criatura nueva,

al par que el sol naciente, nuestra oración se eleva

en nombre del Señor Jesús. Amén.

 

 

SALMODIA

 

Ant. 1. Para ti es mi música, Señor, voy a explicar el camino perfecto.

 

Salmo 100

 

Voy a cantar la bondad y la justicia,

para ti es mi música, Señor;

voy a explicar el camino perfecto:

¿Cuándo vendrás a mí?

 

Andaré con rectitud de corazón

dentro de mi casa;

no pondré mis ojos

en intenciones viles.

 

Aborrezco al que obra mal,

no se juntará conmigo;

lejos de mí el corazón torcido,

no aprobaré al malvado.

 

Al que en secreto difama a su prójimo

lo haré callar;

ojos engreídos, corazones arrogantes

no los soportaré.

 

Pongo mis ojos en los que son leales,

ellos vivirán conmigo;

el que sigue un camino perfecto,

ése me servirá.

 

No habitará en mi casa

quien comete fraudes;

el que dice mentiras

no durará en mi presencia.

 

Cada mañana haré callar

a los hombres malvados,

para excluir de la ciudad del Señor

a todos los malhechores.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén

 

Ant. 1. Para ti es mi música, Señor, voy a explicar el camino perfecto.

 

 

Ant. 2. No apartes de nosotros tu misericordia, Señor

 

Cántico: Dn 3, 26-29. 34-41

 

Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres,

digno de alabanza y glorioso es tu nombre.

 

Porque eres justo en cuanto has hecho con nosotros

y todas tus obras son verdad,

y rectos tus caminos,

justos todos tus juicios.

 

Hemos pecado y cometido iniquidad

apartándonos de ti, y en todo hemos delinquido.

Por el honor de tu nombre,

no nos desampares para siempre,

no rompas tu alianza,

no apartes de nosotros tu misericordia.

 

Por Abraham, tu amigo,

por Isaac, tu siervo,

por Israel, tu consagrado,

a quienes prometiste

multiplicar su descendencia

como las estrellas del cielo,

como la arena de las playas marinas.

 

Pero ahora, Señor, somos el más pequeño

de todos los pueblos;

hoy estamos humillados por toda la tierra

a causa de nuestros pecados.

 

En este momento no tenemos príncipes,

ni profetas, ni jefes;

ni holocausto, ni sacrificios,

ni ofrendas, ni incienso;

ni un sitio donde ofrecerte primicias,

para alcanzar misericordia.

 

Por eso, acepta nuestro corazón contrito,

y nuestro espíritu humilde,

como un holocausto de carneros y toros

o una multitud de corderos cebados;

 

que éste sea hoy nuestro sacrificio,

y que sea agradable en tu presencia:

porque los que en ti confía

no quedan defraudados.

 

Ahora te seguimos de todo corazón,

te respetamos y buscamos tu rostro.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. 2. No apartes de nosotros tu misericordia, Señor

 

 

Ant. 3. Te cantaré, Dios mío, un cántico nuevo.

 

Salmo 143, 1-10

 

Bendito el Señor, mi Roca,

que adiestra mis manos para el combate,

mis dedos para la pelea;

 

mi bienhechor, mi alcázar,

baluarte donde me pongo a salvo,

mi escudo y mi refugio,

que me somete los pueblos.

 

Señor, ¿qué es el hombre para que te fijes en él?

¿Qué los hijos de Adán para que pienses en ellos?

El hombre es igual que un soplo;

sus días, una sombra que pasa.

 

Señor, inclina tu cielo y desciende,

toca los montes, y echarán humo,

fulmina el rayo y dispérsalos,

dispara tus saetas y desbarátalos.

 

Extiende la mano desde arriba:

defiéndeme, líbrame de las aguas caudalosas,

de la mano de los extranjeros,

cuya boca dice falsedades,

cuya diestra jura en falso.

 

Dios mío, te cantaré un cántico nuevo,

tocaré para ti el arpa de diez cuerdas:

para ti que das la victoria a los reyes,

y salvas a David, tu siervo.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. 3. Te cantaré, Dios mío, un cántico nuevo.

 

 

LECTURA BREVE         Is 55, 1

 

Oíd, sedientos todos, acudid por agua, también los que no tenéis dinero: venid, comprad trigo, comed sin pagar vino y leche de balde.

 

 

RESPONSORIO BREVE

 

V. Señor, escucha mi voz. He esperado en tus palabras.

R. Señor, escucha mi voz. He esperado en tus palabras.

 

V. Me adelanto a la aurora pidiendo auxilio.

R. He esperando en tus palabras.

 

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

R. Señor, escucha mi voz. He esperado en tus palabras.

 

 

CÁNTICO EVANGÉLICO

 

Ant. Águeda iba a la cárcel contenta y gloriándose de ello, como invitada a las bodas; y encomendaba a Dios con súplicas su combate.

 

Cántico de Zacarías: Lc 1, 68-79

 

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,

porque ha visitado y redimido a su pueblo.

suscitándonos una fuerza de salvación

en la casa de David, su siervo,

según lo había predicho desde antiguo

por boca de sus santos profetas:

 

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos

y de la mano de todos los que nos odian;

realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres,

recordando su santa alianza

y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.

 

Para concedernos que, libres de temor,

arrancados de la mano de los enemigos,

le sirvamos con santidad y justicia,

en su presencia, todos nuestros días.

 

Y a ti, niño, te llamaran Profeta del Altísimo,

porque irás delante del Señor

a preparar sus caminos,

anunciando a su pueblo la salvación,

el perdón de sus pecados.

 

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,

nos visitará el sol que nace de lo alto,

para iluminar a los que viven en tiniebla

y en sombra de muerte,

para guiar nuestros pasos

por el camino de la paz.

 

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

 

Ant. Águeda iba a la cárcel contenta y gloriándose de ello, como invitada a las bodas; y encomendaba a Dios con súplicas su combate.

 

 

PRECES

 

Dios nos otorga, el gozo de poder alabarlo en este comienzo del día, reavivando con ello nuestra esperanza. Invoquémosle, pues, diciendo:

Escúchanos, Señor, por la gloria de tu nombre.

 

Dios y Padre de nuestro Salvador Jesucristo, te damos gracias porque, por mediación de tu Hijo,

— nos has dado la sabiduría y la inmortalidad.

 

Concédenos un corazón humilde,

— para que seamos sumisos unos a otros con respeto cristiano.

 

Derrama tu Espíritu en nosotros, tus siervos,

— para que nuestra caridad fraterna no sea una farsa.

 

Tú que has dispuesto que el hombre dominara el mundo con su esfuerzo,

— haz que nuestro trabajo te glorifique y santifique a nuestros hermanos.

 

Se pueden añadir algunas intenciones libres.

 

Ya que Dios nos muestra siempre su amor de Padre, velando amorosamente por nosotros, nos atrevemos a decir:

 

Padre nuestro…

 

 

ORACIÓN

 

Te rogamos, Señor, que la virgen santa Águeda nos alcance tu perdón, pues ella fue agradable a tus ojos por la fortaleza que mostró en su martirio y por el mérito de su castidad. Por nuestro Señor Jesucristo.

 

 

CONCLUSIÓN

 

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.

R. Amén.

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