Viernes después de Ceniza

Hoy es 15 de febrero, Viernes después de Ceniza.

Un nuevo día, Señor, para la intimidad contigo. Pero sabes bien que vengo con mis ambigüedades y contradicciones. A menudo me asalta la pregunta, para qué sirve rezar, si siempre estoy en lo mismo. Porque tú nunca estás enteramente en mí, ni te dejo un hueco suficiente. Sin embargo siento la necesidad, también hoy, de volverme a ti y dejar que suenen nuevas las palabras de tu evangelio. Señor, con este deseo me dispongo a un diálogo de amistad.

La lectura de hoy es del evangelio de Mateo (Mt 9, 14-15):

En aquel tiempo, se acercaron los discípulos de Juan a Jesús, preguntándole: «Por qué nosotros y los fariseos ayunamos a menudo y, en cambio, tus discípulos no ayunan?»

Jesús les dijo: «¿Es que pueden guardar luto los invitados a la boda, mientras el novio está con ellos? Llegará un día en que se lleven al novio y entonces ayunaran.»

Cristo inaugura un tiempo nuevo. Las imágenes del Reino de Dios, hablan de boda y de banquete, de novio y de fiesta. Jesús y el Reino son mesa compartida y gozo, pero son muchos los que no saben verlo como perla y tesoro, como la fuente de la alegría. Es más, son muchos los que piensan lo contrario, que el cristianismo es renuncia y tristeza, algo pesado y reñido con la vida, un depósito de sufrimientos. ¿Qué ha pasado entre nosotros para llegar hasta aquí? ¿Qué imagen hemos dado los discípulos del maestro?

Es verdad que Jesús también habla de ausencias y ayunos. Porque el Reino todavía no está plenamente aquí. Hay que acercarlo y sacrificarse por él y hacerle un hueco en nuestro corazón y nuestro mundo. Dicen que el harto no tiene espacio para Dios y los demás. Pues bendito sea el ayuno que nos hace desearlo y tener hambre de justicia. ¿Le haremos un hueco a Dios en nuestra vida? ¿Servirá nuestro ayuno para que coman todos?

Llegará un tiempo en que se lleven al novio y entonces ayunarán. El ayuno del Reino y por el Reino, es una nueva manera de ser libres y una nueva obediencia. Porque no se impone desde fuera ni por ley alguna, sino que brota del corazón creyente. Ayunar de toda avidez de consumo, para desear el pan de vida y la alegría fraterna.

Vuelvo a leer esta lectura como discípulo del Señor.

Mi corazón está lleno de deseos de ti, Señor y de tu Reino y sobre todo el deseo de una mayor relación contigo, para que tú lo seas todo en mí. Quiero ayunar de las cosas que me distraen y me hacen más superficial. Que mi ayuno sea cuaresmal, interior, auténtico y me disponga hacia la entrega generosa de la propia vida. Quiero orar con un corazón sobrio, despierto para ti.

Tomad, Señor y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento, y toda mi voluntad. Todo mi haber y poseer. Vos me lo disteis, a vos, Señor, lo torno. Todo es vuestro, disponed a toda vuestra voluntad. Dadme vuestro amor y gracia, que esta me basta.

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