Hoy es 19 de febrero, martes I Semana de Cuaresma.
Cuando empiezo mi oración, este tiempo para estar contigo, Señor, pienso que tú estás presente en mi vida y que por eso, toda mi vida es oración. Pero ahora me doy cuenta de que en realidad soy yo, somos nosotros, los que siempre estamos en tu presencia. Que estamos siempre ante ti, que nos miras con ternura, con lucidez, con comprensión, con mucho amor. Ante ti, Señor, quisiera sentir la claridad de tu mirada paternal llena de ternura, llena de amor.
La lectura de hoy es del evangelio de Mateo (Mt 6, 7-15):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando recéis, no uséis muchas palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes de que lo pidáis. Vosotros rezad así: «Padre nuestro del cielo, santificado sea tu nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo, danos hoy el pan nuestro de cada día, perdónanos nuestras ofensas, pues nosotros hemos perdonado a los que nos han ofendido, no nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del Maligno.» Porque si perdonáis a los demás sus culpas, también vuestro Padre del cielo os perdonará a vosotros. Pero si no perdonáis a los demás, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras culpas.»
Jesús, Señor, al escuchar cómo nos enseñas a rezar, sabes cuál es la palabra que más me ha llamado la atención, la palabra “nuestro”, así, en plural. Nos animas a dirigirnos a “nuestro Padre”, al de todos, los cristianos, los no cristianos, los creyentes y los no creyentes. Los hombres y mujeres de cualquier religión o confesión, los de cualquier país o región del planeta. Qué distinto habría sido si nos hubieras dicho: cuando recéis, dirigíos al Padre y decid: “Padre mío”.
Pero, Señor, lo más sorprendente es que las peticiones concretas, todas están en plural. El pan nuestro, nuestras ofensas, no nos dejes caer, líbranos del mal. ¿Será que no puedo desentenderme de nadie, de ningún hombre ni de ninguna mujer, sea cuál sea su situación? Yo comparto con los amados del Padre, la necesidad de pan, las ofensas, la caídas, el asedio del mal.
Pero, Señor, lo más sorprendente es que las peticiones concretas, todas están en plural. El pan nuestro, nuestras ofensas, no nos dejes caer, líbranos del mal. ¿Será que no puedo desentenderme de nadie, de ningún hombre ni de ninguna mujer, sea cuál sea su situación? Yo comparto con los amados del Padre, la necesidad de pan, las ofensas, la caídas, el asedio del mal.
Cuando leo el evangelio, me doy cuenta de que tu vida, Señor Jesús, fue en todo buscar cuál era la voluntad de tu Padre para llevarla a cabo. Muchos años sin darte a conocer, viviendo entre la gente, aquellos tiempos ilusionados en que con los discípulos y los que te seguían, anunciaste la buena nueva del Reino de Dios por tierras de Galilea. Aquella subida decidida a Jerusalén, tu pasión y muerte en cruz. Yo quisiera, Señor, acompañarte siempre para buscar en todo la voluntad de nuestro Padre, sintiéndome muy cerca de ti. Padre nuestro, hágase tu voluntad.
He rezado tantas veces el Padre nuestro y quizá tan rápidamente que ya no me conmueve. Si fuera capaz de entender con la cabeza y con el corazón el sentido profundo de cada una de las siete peticiones, probablemente en mi vida cambiaría.
Tantos años rezando el Padre nuestro, y quizás todavía no he descubierto que esa oración me hermana con todas y todos los amados del Padre. Tantos años rezando el Padre nuestro, y quizás todavía no he asumido nuestras ofensas, pensando que eso no va conmigo. Tantos años rezando el Padre nuestro, y quizás todavía no he querido darme cuenta de que el pan de cada día no llega a todos los hijos e hijas del Padre, pero a mí sí. Tantos años rezando el Padre nuestro y quizás todavía no he aprendido a perdonar de verdad, incluso a los que creo que tienen la culpa. Tantos años rezando el Padre nuestro y no he querido comprender, ni aceptar, mi debilidad y nuestra debilidad que nos hace caer en la tentación. Tantos años rezando el Padre nuestro, como si sólo fuera Padre mío. Tantos años rezando el Padre nuestro, tantos años, Señor.
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.
Amén.