Jueves I Semana de Cuaresma

Hoy es 21 de febrero, jueves I Semana de Cuaresma.

En el comienzo de la Cuaresma, hago mía la invitación de Jesús a orar, a encontrarme con el Dios Padre. Busco el silencio entre los ruidos, la paz en medio de las preocupaciones. El reposo que da sentido a las tareas. Pido a Dios, enséñame a orar, a encontrarme de corazón a corazón contigo. Enséñame a orar, a expresar lo que me arde por dentro. Enséñame a orar, a escuchar tu voz como un niño que está en brazos de su madre.

La lectura de hoy es del evangelio de Mateo (Mt 7, 7-12):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre. Si a alguno de vosotros le pide su hijo pan, ¿le va a dar una piedra?; y si le pide pescado, ¿le dará una serpiente? Pues si vosotros, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre del cielo dará cosas buenas a los que le piden! En resumen: Tratad a los demás como queréis que ellos os traten; en esto consiste la Ley y los profetas.»

Jesús, hoy me invitas a pedir al Padre lo que necesito, a veces me cuesta. Prefiero creer que soy yo, y nadie más que yo, quien tiene que lugar por lo que tiene.

Pero hoy me haces reconocer que yo a solas no puedo con todo. Que lo más importante de mi vida lo tengo que recibir y lo tengo que pedir. Hoy te presento, en oración, lo que más quiero y yo no me puedo dar. Aquello que busco y no puedo encontrar a solas.

Jesús me invita a tratar bien a la gente, no sólo a mi gente, a todos, en casa, en el trabajo, en el estudio, en mi tiempo libre. A los que conozco de siempre y a los que están de paso.

En el pasaje de hoy, Jesús me invita a confiar en Dios. Al volver a leer el evangelio, me fijo en los motivos de esta confianza. Dios siempre me escucha. Dios desea darme cosas buenas y desea darse. Dios sólo da cosas buenas.

Señor, quiero contarte qué es lo mejor que puedo ofrecerte de mí para que mi limitación no sea obstáculo. También quiero hablarte lo que más me cuesta, y volver a pedir tu ayuda, sabiendo que mi promesa de volver a acoger mi fragilidad es firme y eterna.

Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.
Amén.

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