Homilia en la Basílica de San Pedro

En estas lecturas hay dos cosas que golpean. En primer lugar, la seguridad de Pablo: «Nadie puede alejarme del amor de Cristo». Más era tanto lo que amaba al Señor –porque lo había visto, lo había encontrado, el Señor le había cambiado la vida–, le amó tanto que decía que nada podía alejarlo de Él. Precisamente este amor del Señor era el centro de la vida de Pablo. Ni las persecuciones, ni las enfermedades, ni las traiciones; incluso todo lo que ha vivido, todas esas cosas que le han sucedido en su vida, nada de esto ha podido alejarlo del amor de Cristo. Fue el mismo centro de su vida, la referencia: el amor de Cristo.

Y sin el amor de Cristo, sin vivir de este amor, reconociéndolo, nutriéndonos de ese amor, no se puede ser cristiano: el cristiano es aquel que se siente mirado por el Señor, con esa mirada tan hermosa, amado por el Señor y amado hasta el final. Se siente… El cristiano siente que su vida fue salvada por la sangre de Cristo. Y esto hace el amor: esta relación de amor. Eso es lo primero que me golpea mucho.

La otra cosa que me llama la atención es esta tristeza de Jesús, cuando mira a Jerusalén. «Oh tú, Jerusalén, que no has entendido el amor». No ha entendido la ternura de Dios, es esa imagen tan hermosa que dice Jesús. No entender el amor de Dios: lo contrario de lo que sentía Pablo. Pero sí, Dios me ama, Dios nos ama, pero es algo abstracto, es algo que no toca mi corazón y yo me organizo en la vida como puedo. No hay lealtad allí. Y el grito del corazón de Jesús a Jerusalén es este: «¡Jerusalén, tú no eres fiel: tú no te has dejado amar; y te has entregado a tantos ídolos, que te prometían todo, te ofrecían todo y luego te han abandonado». El corazón de Jesús, el sufrimiento del amor de Jesús: un amor rechazado, que no lo ha recibido.

Estas dos figuras en la actualidad: la de Pablo, que permanece fiel hasta el final al amor de Jesús, desde donde encuentra la fuerza para seguir adelante, para soportar todo. Él se siente débil, se siente pecador, pero tiene la fuerza en aquel amor de Dios, en aquel encuentro que tuvo con Jesucristo. Y por otro lado, la ciudad y el pueblo infiel, no fiel, que no acepta el amor de Jesús, o lo que es peor, ¿eh? Que vive este amor a medias: un poco sí, un poco no, de acuerdo a su conveniencia.

Echemos un vistazo a Pablo con su valentía que proviene de este amor, y miremos a Jesús que llora sobre aquella ciudad que no es fiel. Miremos la fidelidad de Pablo y la infidelidad de Jerusalén, y al medio veamos a Jesús, su corazón, que nos ama tanto. ¿Qué podemos hacer? La pregunta: ¿me parezco más a Pablo o a Jerusalén? Mi amor por Dios es tan fuerte como el de Pablo o mi corazón es un corazón tibio como el de Jerusalén? Que el Señor, por la intercesión del beato Juan Pablo II, nos ayude a responder a esta pregunta. ¡Que así sea!

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Vísperas – Jueves XXX Tiempo Ordinario

I VÍSPERAS
(Oración de la tarde)

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno: PATRIARCAS QUE FUISTEIS LA SEMILLA.

Patriarcas que fuisteis la semilla
del árbol de la fe en siglos remotos,
al vencedor divino de la muerte
rogadle por nosotros.

Profetas que rasgasteis inspirados
del porvenir el velo misterioso,
al que sacó la luz de las tinieblas
rogadle por nosotros.

Almas cándidas, santos Inocentes
que aumentáis de los ángeles el coro,
al que llamó a los niños a su lado
rogadle por nosotros.

Apóstoles que echasteis en el mundo
de la Iglesia el cimiento poderoso,
al que es de la verdad depositario
rogadle por nosotros.

Mártires que ganasteis vuestra palma
en la arena del circo, en sangre rojo,
al que es fuente de vida y hermosura
rogadle por nosotros.

Monjes que de la vida en el combate
pedisteis paz al claustro silencioso,
al que es iris de calma en las tormentas
rogadle por nosotros.

Doctores cuyas plumas nos legaron
de virtud y saber rico tesoro,
al que es raudal de ciencia inextinguible
rogadle por nosotros.

Soldados del ejército de Cristo,
santas y santos todos,
rogadle que perdone nuestras culpas
a aquel que vive y reina entre vosotros. Amén.

SALMODIA

Ant 1. Una luz sin ocaso iluminará a tus santos, Señor, y un júbilo eterno será su parte. Aleluya.

Salmo 112 – ALABADO SEA EL NOMBRE DEL SEÑOR

Alabad, siervos del Señor,
alabad el nombre del Señor.
Bendito sea el nombre del Señor,
ahora y por siempre:
de la salida del sol hasta su ocaso,
alabado sea el nombre del Señor.

El Señor se eleva sobre todos los pueblos,
su gloria sobre los cielos.
¿Quién como el Señor Dios nuestro,
que se eleva en su trono
y se abaja para mirar
al cielo y a la tierra?

Levanta del polvo al desvalido,
alza de la basura al pobre,
para sentarlo con los príncipes,
los príncipes de su pueblo;
a la estéril le da un puesto en la casa,
como madre feliz de hijos.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Una luz sin ocaso iluminará a tus santos, Señor, y un júbilo eterno será su parte. Aleluya.

Ant 2. Alégrate y salta de gozo, Jerusalén, ciudad de Dios, por los hijos de los justos, que serán congregados y al Señor de los justos bendecirán. Aleluya.

Salmo 147 – RESTAURACIÓN DE JERUSALÉN.

Glorifica al Señor, Jerusalén;
alaba a tu Dios, Sión:
que ha reforzado los cerrojos de tus puertas
y ha bendecido a tus hijos dentro de ti;
ha puesto paz en tus fronteras,
te sacia con flor de harina.

Él envía su mensaje a la tierra,
y su palabra corre veloz;
manda la nieve como lana,
esparce la escarcha como ceniza;

hace caer el hielo como migajas
y con el frío congela las aguas;
envía una orden, y se derriten;
sopla su aliento, y corren.

Anuncia su palabra a Jacob,
sus decretos y mandatos a Israel;
con ninguna nación obró así,
ni les dio a conocer sus mandatos.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Alégrate y salta de gozo, Jerusalén, ciudad de Dios, por los hijos de los justos, que serán congregados y al Señor de los justos bendecirán. Aleluya.

Ant 3. Los santos cantaban un cántico nuevo ante el trono de Dios y del Cordero, y sus voces llenaban toda la tierra. Aleluya.

Cántico: LAS BODAS DEL CORDERO – Cf. Ap 19,1-2, 5-7

El cántico siguiente se dice con todos los Aleluya intercalados cuando el oficio es cantado. Cuando el Oficio se dice sin canto es suficiente decir el Aleluya sólo al principio y al final de cada estrofa.

Aleluya.
La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios
(R. Aleluya)
porque sus juicios son verdaderos y justos.
R. Aleluya, (aleluya).

Aleluya.
Alabad al Señor sus siervos todos.
(R. Aleluya)
Los que les teméis, pequeños y grandes.
R. Aleluya, (aleluya).

Aleluya.
Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo.
(R. Aleluya)
Alegrémonos y gocemos y démosle gracias.
R. Aleluya, (aleluya).

Aleluya.
Llegó la boda del cordero.
(R. Aleluya)
Su esposa se ha embellecido.
R. Aleluya, (aleluya).

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Los santos cantaban un cántico nuevo ante el trono de Dios y del Cordero, y sus voces llenaban toda la tierra. Aleluya.

LECTURA BREVE   Hb 12, 22-24

Vosotros os habéis acercado al monte de Sión, ciudad del Dios vivo, Jerusalén del cielo, a la asamblea de los innumerables ángeles, a la congregación de los primogénitos inscritos en el cielo, a Dios, juez de todos, a las almas de los justos que han llegado a su destino, al Mediador de la nueva alianza, Jesús, y a la aspersión purificadora de una sangre que habla mejor que la de Abel.

RESPONSORIO BREVE

V. Los justos se alegran en la presencia de Dios.
R. Los justos se alegran en la presencia de Dios.

V. Rebosando de alegría.
R. En la presencia de Dios.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Los justos se alegran en la presencia de Dios.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles, la multitud de los profetas te enaltece, el ejército glorioso de los mártires te aclama; todos los santos y elegidos te ensalzan unánimes, Trinidad santa, único Dios.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles, la multitud de los profetas te enaltece, el ejército glorioso de los mártires te aclama; todos los santos y elegidos te ensalzan unánimes, Trinidad santa, único Dios.

PRECES

Acudamos alegres, a nuestro Dios, corona de todos los santos, y digámosle:

Por intercesión de todos los santos, sálvanos, Señor.

Dios nuestro, fuente y origen de toda sabiduría, que por tu Hijo Jesucristo has hecho de los apóstoles fundamento de la Iglesia,
concédenos ser totalmente fieles a la fe que ellos enseñaron.

Tú que otorgaste a los mártires fortaleza para dar testimonio de ti hasta derramar su sangre,
concede a todos los cristianos ser fieles testigos de tu Hijo.

Tú que concediste a las vírgenes el don insigne de imitar a Cristo en su virginidad,
haz que sepamos ver siempre su virginidad consagrada como un signo del reino futuro.

Tú que has manifestado en los santos tu presencia, tu grandeza y tu perfección,
haz que los fieles, al venerarlos, se sientan unidos a ti.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Concede, Señor, a todos los difuntos gozar siempre de la compañía de María, de san José y de todos los santos,
y, por su intercesión, dales parte en la alegría de tu reino.

Con el gozo que nos da sabernos miembros de la gran familia de los santos, digamos al Padre de todos:

Padre nuestro…

ORACION

Dios todopoderoso y eterno, que nos concedes celebrar los méritos de todos los santos en una misma solemnidad, te rogamos que, por las súplicas de tan numerosos intercesores, nos concedas en abundancia los dones que te pedimos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén. 

2Tes 1, 11-2, 2

Puede parecer que la temática de 2 Tes, la venida del Señor y sus circunstancias, es un tema propio de otra época. Pero, cíclicamente, la nuestra también se ve sacudida por esa incertidumbre. La misma mecánica religiosa tiende a preocuparse sobre todo del más allá y no tanto del más acá. Es preciso leer esta clase de textos tardíos del NT con sentido crítico y sensatez.

La oración que normalmente va unida al exordio de las cartas pide estar “a la altura de vuestra vocación”. La vocación al seguimiento es una vocación al estilo de vida de Jesús, a sus obras de amor y de curación, a su entrega y generosidad. Por lo tanto, el vigor de la fe ha de medirse no por las cábalas que se puedan hacer sobre el más allá, sino por los caminos éticos del más acá. Despojar a la fe de su contenido histórico es exponerla a las mayores insensateces.

Por un seguimiento activado es por lo que Jesús “será glorificado en vosotros”. Es decir, se percibirá el valor de la persona de Jesús y su Mensaje en la medida en que los valores del Evangelio brillen en la vida de los cristianos. Una glorificación de componente histórico más que una exaltación religiosa. Por lo mismo, si de verdad se aprecia y ama a la persona de Jesús, habrá que demostrarlo con un estilo de vida parecido al suyo.

Cuando se traslada esta espiritualidad al tema de la venida del Señor, lo primero que pide el autor es “no perder fácilmente la cabeza”, es decir, no dejarse llevar por ese componente mágico que anida en toda religión y que saca las cosas de quicio huyendo de esta realidad e imaginando una vida de la que nada se sabe. Esa apelación directa al sentido común ha de ser útil para vivir un estilo de fe razonable, en que no se haga misterio de lo que no es.

La “alarma” es también otra característica de un estilo frenético de vivir el hecho religioso. Al seguimiento le va bien el sosiego y la calma. Toda actitud que engendre nerviosismo y exaltación exagerada es un obstáculo para vivir en gozo y paz el seguimiento de Jesús.

Cuando el autor dice que no hay que perder la cabeza “como si afirmásemos que el día del Señor está encima” está sosteniendo dos cosas: que el día del Señor tiene otro ritmo que las predicciones religiosas. Y que, por lo tanto, lo que es preciso hacer es acelerar la venida de ese día viviendo en la justicia y el amor que demanda el seguimiento. La correcta visión de un más acá vivido con intensidad teniendo presente un horizonte de plenitud es la correcta manera de situarse en este tema.

Fidel Aizpurúa Donázar 

Sab 11, 22-12, 2

El texto en su contexto.

El sentido sapiencial de la palabra de Dios se desarrolla y evoluciona, hasta que en la última etapa, llega a «personificarse», como si de un ser vivo, con vitalidad propia, se tratara. El autor sagrado desarrolla en primera persona, como si la sabiduría misma hablara en diálogo con Dios, una antropología positiva llena de esperanza. Parte del mundo como creación de Dios y del hombre como criatura. Dios «ama» lo que ha creado (usa este verbo explícitamente); Dios ama y conserva en la vida, la mantiene. Dios sabe de la debilidad humana, por eso mismo Dios «perdona», Dios «corrige y reprende» con paciencia (poco a poco), para que el ser humano, criatura amada, se «convierta» y «crea». Texto denso teológicamente y fundamental para el anuncio cristiano. Dos detalles más: el ser humano lleva en sí el «soplo incorruptible» de Dios, superando así una visión materialista del ser humano. Por otra parte, Dios recibe un título hermoso, muchas veces pasado por alto: Dios es «el amigo de la vida».

El texto en la historia de la salvación.

La Biblia, como historia de salvación que hace camino de la mano de un pueblo, desarrolla y evoluciona su teología desde las narraciones más antiguas hasta los hermosos poemas de época helenística. El estilo puede cambiar; los recursos literarios cambiantes con el tiempo se fraguan en textos muy elaborados; pero la teología permanece: Dios es creador y no destructor; Dios perdona porque ama; Dios tiene paciencia y da un tiempo oportuno al hombre para que se arrepienta; el ser humano no es un accidente en la creación, sino que contiene en el arcón de su ser, el «soplo incorruptible» de Dios.

Palabra de Dios para nosotros: sentido y celebración litúrgica.

El anuncio de Dios pasa por el perdón y la misericordia. Dios no se puede reducir a una hipótesis filosófica plausible (si bien la fe no puede ser irracional). El ser humano acoge a Dios cuando se siente amado, perdonado, abrazado para siempre, por él, incluso cuando no tiene nada que ofrecerle o cuando se sienta pecador. Dios es «el amigo de la vida».

Pedro Fraile Yécora 

Comentario al evangelio de hoy (31 de octubre)

Las postales turísticas no representan bien lo que son las grandes ciudades. En ellas aparecen sus anchas avenidas, sus parques señoriales, sus nobles edificios, sus grandes arterias que se entrecruzan y luego se pierden por el enmarañado bosque de sus barrios periféricos… Pero las ciudades, sean grandes o pequeñas, se identifican sobre todo por sus gentes. Ellas son las que otorgan calidad humana al paisaje urbano. Gentes acogedoras, simpáticas, hospitalarias…, o lo contrario.

La ciudad de Jerusalén, en tiempos de Jesús, poseía el encanto de sus edificaciones, principalmente el templo. En efecto, el templo había sido reconstruido y sólo contemplarlo producía fascinación: sus 180 columnas rematadas por capiteles corintios, sus numerosas puertas, atrios y, sobre todo, su santuario, con una colosal fachada de 30 metros de altura, adornada con mármoles y placas de oro. A todo buen israelita le entusiasmaba la idea de ir a Jerusalén, la ciudad santa. También a Jesús.

Pero Jerusalén no era sólo su templo. Lo eran sus habitantes. Y éstos, a juzgar por las palabras del Señor, eran todo menos acogedores y dignos de confianza: “¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que se te envían!” (Lc 13, 34). Jesús profiere este lamento sobre Jerusalén y, poco después, llora al ver la ciudad presagiando su ruina (cf. Lc 19, 41-44). Son lágrimas y lamentos que le brotan del corazón porque la ama.

Que el Hijo de Dios llore y se lamente nos desvela su condición encarnada. Es un Dios hecho hombre sensible. Ante una imagen tan humana del Hijo de Dios, ¿qué otra realidad -fuerza, poder maligno- de este mundo o de cualquier otro podrá asustarnos?

Creo que tiene mucha razón el autor de la Carta a los Romanos al recordarnos hoy que nada absolutamente podrá apartarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús. Esto resulta de verdad reconfortante. ¿O no?

Jueves XXX Tiempo Ordinario

Hoy es jueves, 31 de octubre.

Al comenzar este tiempo de oración toma conciencia de que tu interioridad está habitada por muchas imágenes, conversaciones, recuerdos, lo que tenemos que hacer o lo que hemos hecho. Todo tipo de distracciones pueden venir a la mente cuando buscas el silencio interior. Al comienzo de la oración haz un gesto de fe, aparta las distracciones, reconoce que el Señor está aquí, en ti y te espera.

La lectura de hoy es del evangelio de Lucas (Lc 13, 31-35):

En aquella ocasión, se acercaron unos fariseos a decirle: «Márchate de aquí, porque Herodes quiere matarte.»

Él contestó: «ld a decirle a ese zorro: «Hoy y mañana seguiré curando y echando demonios; pasado mañana llego a mi término.» Pero hoy y mañana y pasado tengo que caminar, porque no cabe que un profeta muera fuera de Jerusalén. ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que se te envían! ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como la clueca reúne a sus pollitos bajo las alas! Pero no habéis querido. Vuestra casa se os quedará vacía. Os digo que no me volveréis a ver hasta el día que exclaméis: «Bendito el que viene en nombre del Señor.»»

La vida de Jesús no fue siempre fácil. Jesús sufrió el rechazo, confrontación e incluso amenazas. Su testimonio no fue siempre aceptado y en algunas personas provocó un claro rechazo. Si quiero vivir fiel a la verdad, tengo que contar con que el conflicto puede aparecer en mi vida.

Jesús no se rinde ante la dificultad. Podría haber intentado acomodarse, resultar menos controvertido. Podría haber intentado agradar a todos, pero eso habría significado devaluar su mensaje. La coherencia de Jesús puede animarme a mí a vivir también de un modo coherente. Sin duda alguna es un reto para mi vida. Y es posible que me asuste y sienta que no estoy a la altura. Pero el ejemplo de Jesús me invita a no temer.

Jesús se dirige hacia Jerusalén. Jerusalén es la ciudad sagrada. Allí se encuentra el templo, el lugar del encuentro con Dios para la comunidad judía. Desde la resurrección de Jesús, el templo cristiano está en el corazón de cualquier persona que lo anuncie con sinceridad. La nueva Jerusalén es Jesús mismo, en él se revela quién es Dios Padre. Aceptar a Jesús en mi corazón, me transforma en templo vivo. ¿Soy consciente de esa dimensión de mi ser? Soy templo vivo de Dios.

Al volver a leer el evangelio, fíjate como Jesús afronta la dificultad, conflicto de su vida. Está dispuesto a asumir las consecuencias y no trata de escapar. La fidelidad no es siempre fácil.

Al final de este tiempo de oración, dirígete al Señor con tus propias palabras. Habla como quien habla a un amigo y comparte con él tus temores o tus alegrías del seguimiento del Señor. Tal vez no es siempre fácil. Compártelo con el Señor en un diálogo sincero.

Gloria al Padre,
y al Hijo,
y al Espíritu Santo.
Como era en el principio,
ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Laudes – Jueves XXX Tiempo Ordinario

LAUDES
(Oración de la mañana)

INVOCACIÓN INICIAL

V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza

INVITATORIO

Ant. Entrad en la presencia del Señor con aclamaciones. 

Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.

Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Himno: SEÑOR, TÚ ME LLAMASTE.

Señor, tú me llamaste
para ser instrumento de tu gracia,
para anunciar la buena nueva,
para sanar las almas.

Instrumento de paz y de justicia,
pregonero de todas tus palabras,
agua para calmar la sed hiriente,
mano que bendice y que ama.

Señor, tú me llamaste
para curar los corazones heridos,
para gritar, en medio de las plazas,
que el Amor está vivo,
para sacar del sueño a los que duermen
y liberar al cautivo.
Soy cera blanda entre tus dedos,
haz lo que quieras conmigo.

Señor, tú me llamaste
para salvar al mundo ya cansado,
para amar a los hombres
que tú, Padre, me diste como hermanos.
Señor, me quieres para abolir las guerras,
y aliviar la miseria y el pecado;
hacer temblar las piedras
y ahuyentar a los lobos del rebaño. Amén.

SALMODIA

Ant 1. Despierta tu poder, Señor, y ven a salvarnos.

Salmo 79 – VEN A VISITAR TU VIÑA

Pastor de Israel, escucha,
tú que guías a José como a un rebaño;
tú que te sientas sobre querubines, resplandece
ante Efraím, Benjamín y Manasés;
despierta tu poder y ven a salvarnos.

¡Oh Dios!, restáuranos,
que brille tu rostro y nos salve.

Señor Dios de los ejércitos,
¿hasta cuándo estarás airado
mientras tu pueblo te suplica?

Le diste a comer llanto,
a beber lágrimas a tragos;
nos entregaste a las disputas de nuestros vecinos,
nuestros enemigos se burlan de nosotros.

Dios de los ejércitos, restáuranos,
que brille tu rostro y nos salve.

Sacaste una vid de Egipto,
expulsaste a los gentiles, y la trasplantaste;
le preparaste el terreno y echó raíces
hasta llenar el país;

su sombra cubría las montañas,
y sus pámpanos, los cedros altísimos;
extendió sus sarmientos hasta el mar,
y sus brotes hasta el Gran Río.

¿Por qué has derribado su cerca
para que la saqueen los viandantes,
la pisoteen los jabalíes
y se la coman las alimañas?

Dios de los ejércitos, vuélvete:
mira desde el cielo, fíjate,
ven a visitar tu viña,
la cepa que tu diestra plantó,
y que tú hiciste vigorosa.

La han talado y le han prendido fuego:
con un bramido hazlos perecer.
Que tu mano proteja a tu escogido,
al hombre que tú fortaleciste.
No nos alejaremos de ti:
danos vida, para que invoquemos tu nombre.

Señor Dios de los ejércitos, restáuranos,
que brille tu rostro y nos salve.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Despierta tu poder, Señor, y ven a salvarnos.

Ant 2. Anunciad a toda la tierra que el señor hizo proezas.

Cántico: ACCION DE GRACIAS DEL PUEBLO SALVADO – Is 12, 1-6

Te doy gracias, Señor,
porque estabas airado contra mí,
pero ha cesado tu ira
y me has consolado.

Él es mi Dios y salvador:
confiare y no temeré,
porque mi fuerza y mi poder es el Señor,
él fue mi salvación.
Y sacaréis aguas con gozo
de las fuentes de la salvación.

Aquel día, diréis:
Dad gracias al Señor,
invocad su nombre,
contad a los pueblos sus hazañas,
proclamad que su nombre es excelso.

Tañed para el Señor, que hizo proezas;
anunciadlas a toda la tierra;
gritad jubilosos, habitantes de Sión:
«¡Qué grande es en medio de ti
el Santo de Israel!».

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Anunciad a toda la tierra que el señor hizo proezas.

Ant 3. Aclamad a Dios, nuestra fuerza.

Salmo 80 – SOLEMNE RENOVACIÓN DE LA ALIANZA

Aclamad a Dios, nuestra fuerza;
dad vítores al Dios de Jacob:

acompañad, tocad los panderos,
las cítaras templadas y las arpas;
tocad la trompeta por la luna nueva,
por la luna llena, que es nuestra fiesta;

porque es una ley de Israel,
un precepto del Dios de Jacob,
una norma establecida para José
al salir de Egipto.

Oigo un lenguaje desconocido:
«Retiré sus hombros de la carga,
y sus manos dejaron la espuerta.

Clamaste en la aflicción, y te libré,
te respondí oculto entre los truenos,
te puse a prueba junto a la fuente de Meribá.

Escucha, pueblo mío, doy testimonio contra ti;
¡ojalá me escuchases, Israel!

No tendrás un dios extraño,
no adorarás un dios extranjero;
yo soy el Señor Dios tuyo,
que te saqué del país de Egipto;
abre tu boca y yo la saciaré.

Pero mi pueblo no escuchó mi voz,
Israel no quiso obedecer:
los entregué a su corazón obstinado,
para que anduviesen según sus antojos.

¡Ojalá me escuchase mi pueblo
y caminase Israel por mi camino!:
en un momento humillaría a sus enemigos
y volvería mi mano contra sus adversarios;

los que aborrecen al Señor te adularían,
y su suerte quedaría fijada;
te alimentaría con flor de harina,
te saciaría con miel silvestre.»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Aclamad a Dios, nuestra fuerza.

LECTURA BREVE   Rm 14, 17-19

El reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia y paz y gozo en el Espíritu Santo, pues el que en esto sirve a Cristo es grato a Dios y acepto a los hombres. Por tanto, trabajemos por la paz y por nuestra mutua edificación.

RESPONSORIO BREVE

V. Velando medito en ti, Señor.
R. Velando medito en ti, Señor.

V. Porque fuiste mi auxilio.
R. Medito en ti, Señor.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Velando medito en ti, Señor.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Anuncia, Señor, la salvación a tu pueblo y perdónanos nuestros pecados.

Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR      Lc 1, 68-79

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Anuncia, Señor, la salvación a tu pueblo y perdónanos nuestros pecados.

PRECES

Bendigamos a Dios, nuestro Padre, que mira siempre con amor a sus hijos y nunca desatiende sus súplicas, y digámosle con humildad:

Ilumínanos, Señor.

Te damos gracias, Señor, porque nos has iluminado con la luz de Jesucristo;
que esta claridad ilumine hoy todos nuestros actos.

Que tu sabiduría nos dirija en nuestra jornada;
así andaremos por sendas de vida nueva.

Ayúdanos a superar con fortaleza las adversidades
y haz que te sirvamos con generosidad de espíritu.

Dirige y santifica los pensamientos, palabras y obras de nuestro día
y danos un espíritu dócil a tus inspiraciones.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Dirijamos ahora, todos juntos, nuestra oración al Padre y digámosle:

Padre nuestro…

ORACION

A ti, Señor, que eres la luz verdadera y la fuente misma de toda luz, te pedimos humildemente que meditando fielmente tu palabra vivamos siempre en la claridad de tu luz. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén. 

Oficio de lecturas – Jueves XXX Tiempo Ordinario

OFICIO DE LECTURA 

Si el Oficio de Lectura es la primera oración del día:

V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza

Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:

Ant. Entrad en la presencia del Señor con aclamaciones.


Si antes del Oficio de lectura se ha rezado ya alguna otra Hora:

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.



Himno: SEÑOR, ¿A QUIÉN IREMOS?

Señor, ¿a quién iremos,
si tú eres la Palabra?
A la voz de tu aliento
se estremeció la nada;
la hermosura brilló
y amaneció la gracia.

Señor, ¿a quién iremos,
si tu voz no nos habla?

Nos hablas en las voces
de tu voz semejanza:
en los goces pequeños
y en las angustias largas.

Señor, ¿a quién iremos,
si tú eres la Palabra?

En los silencios íntimos
donde se siente el alma,
tu clara voz creadora
despierta la nostalgia.

¿A quién iremos, Verbo,
entre tantas palabras?

Al golpe de la vida,
perdemos la esperanza;
hemos roto el camino
y el roce de tu planta.

¿A dónde iremos, dinos,
Señor, si no nos hablas?

¡Verbo del Padre, Verbo
de todas las mañanas,
de las tardes serenas,
de las noches cansadas!

¿A dónde iremos, Verbo,
si tú eres la Palabra? Amén.

SALMODIA

Ant 1. Nos diste, Señor, la victoria sobre el enemigo; por eso damos gracias a tu nombre.

Salmo 43 I – ORACIÓN DEL PUEBLO DE DIOS QUE SUFRE ENTREGADO A SUS ENEMIGOS

¡Oh Dios!, nuestros oídos lo oyeron,
nuestros padres nos lo han contado:
la obra que realizaste en sus días,
en los años remotos.

Tú mismo, con tu mano, desposeíste a los gentiles,
y los plantaste a ellos;
trituraste a las naciones,
y los hiciste crecer a ellos.

Porque no fue su espada la que ocupó la tierra,
ni su brazo el que les dio la victoria;
sino tu diestra y tu brazo y la luz de tu rostro,
porque tú los amabas.

Mi rey y mi Dios eres tú,
que das la victoria a Jacob:
con tu auxilio embestimos al enemigo,
en tu nombre pisoteamos al agresor.

Pues yo no confío en mi arco,
ni mi espada me da la victoria;
tú nos das la victoria sobre el enemigo
y derrotas a nuestros adversarios.

Dios ha sido siempre nuestro orgullo,
y siempre damos gracias a tu nombre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Nos diste, Señor, la victoria sobre el enemigo; por eso damos gracias a tu nombre.

Ant 2. Perdónanos, Señor, y no entregues tu heredad al oprobio.

Salmo 43 II

Ahora, en cambio, nos rechazas y nos avergüenzas,
y ya no sales, Señor, con nuestras tropas:
nos haces retroceder ante el enemigo,
y nuestro adversario nos saquea.

Nos entregas como ovejas a la matanza
y nos has dispersado por las naciones;
vendes a tu pueblo por nada,
no lo tasas muy alto.

Nos haces el escarnio de nuestros vecinos,
irrisión y burla de los que nos rodean;
nos has hecho el refrán de los gentiles,
nos hacen muecas las naciones.

Tengo siempre delante mi deshonra,
y la vergüenza me cubre la cara
al oír insultos e injurias,
al ver a mi rival y a mi enemigo.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Perdónanos, Señor, y no entregues tu heredad al oprobio.

Ant 3. Levántate, Señor, y redímenos por tu misericordia.

Salmo 43 III

Todo esto nos viene encima,
sin haberte olvidado
ni haber violado tu alianza,
sin que se volviera atrás nuestro corazón
ni se desviaran de tu camino nuestros pasos;
y tú nos arrojaste a un lugar de chacales
y nos cubriste de tinieblas.

Si hubiéramos olvidado el nombre de nuestro Dios
y extendido las manos a un dios extraño,
el Señor lo habría averiguado,
pues él penetra los secretos del corazón.

Por tu causa nos degüellan cada día,
nos tratan como a ovejas de matanza.
Despierta, Señor, ¿por qué duermes?
Levántate, no nos rechaces más.
¿Por qué nos escondes tu rostro
y olvidas nuestra desgracia y opresión?

Nuestro aliento se hunde en el polvo,
nuestro vientre está pegado al suelo.
Levántate a socorrernos,
redímenos por tu misericordia.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Levántate, Señor, y redímenos por tu misericordia.

V. Señor, ¿a quién vamos a ir?
R. Tú tienes palabras de vida eterna. 

PRIMERA LECTURA

Del libro del profeta Jeremías 27, 1-15

EL PUEBLO LLEVARÁ EL YUGO DEL REY DE BABILONIA

El año cuarto del reinado de Sedecías, hijo de Josías, rey de Judá, recibió Jeremías esta palabra del Señor. El Señor me dijo:

«Fabrícate unas coyundas y un yugo, y póntelas al cuello; y envía un mensaje a los reyes de Edom, Moab, Amón, Tiro y Sidón, por medió de los embajadores que han venido a Jerusalén a visitar al rey Sedecías. Les mandarás que informen a sus señores: Así dice el Señor de los ejércitos, Dios de Israel: Decid a vuestros señores:

«Yo he creado la tierra y los hombres y los animales sobre la superficie de la tierra, con mi gran poder, con brazo extendido: y la doy a quien me parece. Ahora yo entrego todas estas tierras en manos de Nabucodonosor, rey de Babilonia, mi siervo; incluso las bestias del campo le daré por vasallos. Serán sus vasallos todas las naciones, y también de su hijo y de su nieto; hasta que le llegue también a su país la hora de ser vasallo de pueblos numerosos, de reyes poderosos.

Si una nación y su rey no se someten a Nabucodonosor, rey de Babilonia, y no rinden el cuello al rey de Babilonia, con espada y hambre y peste castigaré a esa nación, hasta entregarla en sus manos -oráculo del Señor-.

Y vosotros no hagáis caso a vuestros profetas, adivinos, agoreros, intérpretes de sueños y magos, que os dicen: ‘No seréis esclavos del rey de Babilonia’; porque ellos os profetizan mentiras, para alejaros de vuestros campos, para que yo os disperse y os destruya. Pero el pueblo que rinda el cuello y se someta al rey de Babilonia, lo dejaré en su tierra, para que la cultive y habite en ella -oráculo del Señor-.»»

A Sedecías, rey de Judá, le hablé en los mismos términos:

«Rendid el cuello al yugo del rey de Babilonia; someteos a él y a su pueblo, y viviréis; así no moriréis a espada, de hambre y de peste, según anunció el Señor a las naciones que no se sometan al rey de Babilonia. No hagáis caso a los profetas que os dicen: «No seréis esclavos del rey de Babilonia», porque os profetizan mentiras. Yo no los envié -oráculo del Señor-, y ellos profetizan en mi nombre falsamente, para hacer que yo os disperse y os destruya, a vosotros con los profetas que os profetizan.»

RESPONSORIO    Dt 28, 15. 48. 64

R. Si no escuchas la voz del Señor, tu Dios, servirás al enemigo que mande el Señor contra ti; * él te pondrá en los hombros un yugo de hierro.
V. El Señor os dispersará entre todos los pueblos, de un extremo a otro de la tierra.
R. El te pondrá en los hombros un yugo de hierro.

SEGUNDA LECTURA

De las Disertaciones de san Atanasio, obispo, Contra los arrianos.
(Disertación 2, 78. 79: PG 26, 311. 314)

LAS OBRAS DE LA CREACIÓN REFLEJO DE LA SABIDURÍA ETERNA

En nosotros y en todos los seres hay una imagen creada de la Sabiduría eterna. Por ello, no sin razón, el que es la verdadera Sabiduría de quien todo procede, contemplando en las creaturas como una imagen de su propio ser exclama: El Señor me creó al comienzo de sus obras. En efecto, el Señor considera toda la sabiduría que hay y se manifiesta en nosotros como algo que pertenece a su propio ser.

Pero esto no porque el Creador de todas las cosas sea él mismo creado, sino porque él contempla en sus creaturas como una imagen creada de su propio ser. Ésta es la razón por la que afirmó también el Señor: El que a vosotros recibe a mí me recibe, pues aunque él no forma parte de la creación, sin embargo en las obras de sus manos hay como una impronta y una imagen de su mismo ser, y por ello, como si se tratara de sí mismo, afirma: El Señor me creó al principio de sus tareas, al comienzo de sus obras.

Por esta razón precisamente la impronta de la sabiduría divina ha quedado impresa en las obras de la creación para que el mundo, reconociendo en esta sabiduría al Verbo, su Creador, llegue por él al conocimiento del Padre. Es esto lo que enseña el apóstol san Pablo: Son manifiestas a ellos las verdades que se pueden conocer acerca de Dios. Bien claro se las manifestó él. Así, desde la creación del mundo, lo invisible de Dios es conocido mediante las obras. Por esto, el Verbo, en cuanto tal, de ninguna manera es creatura, sino el arquetipo de aquella sabiduría de la cual se afirma que existe y que está realmente en nosotros.

Los que no quieren admitir lo que decimos deben responder a esta pregunta: ¿existe o no alguna clase de sabiduría en las creaturas? Si nos dicen que no existe, ¿por qué arguye san Pablo diciendo que, en la sabiduría de Dios, el mundo no lo conoció por el camino de la sabiduría? Y si no existe ninguna sabiduría en las creaturas, ¿cómo es que la Escritura alude a tan gran número de sabios? Pues en ella se afirma: El sabio, lleno de temor, se aparta del mal y con sabiduría edifica su casa.

Y dice también el Eclesiastés: La sabiduría del hombre hace brillar su rostro; y el mismo autor increpa a los temerarios con estas palabras: No digas: ¿cómo es que el tiempo pasado fue mejor que el presente? Pues no es de sabios preguntar sobre ello.

Que exista la sabiduría en las cosas creadas queda patente también por las palabras del hijo de Sirac: La derramó sobre todas sus obras, la repartió entre los vivientes, según su generosidad, la regaló a los que lo aman; pero esta efusión de sabiduría no se refiere, en manera alguna, al que es la misma Sabiduría por naturaleza, el cual existe en sí mismo y es el Unigénito, sino más bien a aquella sabiduría que aparece como su reflejo en las obras de la creación. ¿Por qué, pues, vamos a pensar que es imposible que la misma Sabiduría creadora, cuyos reflejos constituyen la sabiduría y la ciencia derramadas en la creación, diga de sí misma: El Señor me creó al comienzo de sus obras? No hay que decir, sin embargo, que la sabiduría que hay en el mundo sea creadora; ella, por el contrario, ha sido creada, según aquello del salmo: El cielo proclama la gloria de Dios, el firmamento pregona la obra de sus manos.

RESPONSORIO    Sb 7, 22. 23; 1Co 2, 10

R. Hay en la sabiduría un espíritu inteligente, santo, único, múltiple, sutil, perspicaz, amante del bien, incoercible, firme, seguro, sereno; * él todo lo puede, todo lo observa, penetra todos los espíritus.
V. El Espíritu todo lo penetra, hasta la profundidad de Dios.
R. Él todo lo puede, todo lo observa, penetra todos los espíritus.

ORACIÓN.

OREMOS,
Dios todopoderoso y eterno, aumenta en nosotros la fe, la esperanza y la caridad, y para que alcancemos lo que nos prometes haz que amemos lo que nos mandas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén

CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.