Puede parecer que la temática de 2 Tes, la venida del Señor y sus circunstancias, es un tema propio de otra época. Pero, cíclicamente, la nuestra también se ve sacudida por esa incertidumbre. La misma mecánica religiosa tiende a preocuparse sobre todo del más allá y no tanto del más acá. Es preciso leer esta clase de textos tardíos del NT con sentido crítico y sensatez.
La oración que normalmente va unida al exordio de las cartas pide estar “a la altura de vuestra vocación”. La vocación al seguimiento es una vocación al estilo de vida de Jesús, a sus obras de amor y de curación, a su entrega y generosidad. Por lo tanto, el vigor de la fe ha de medirse no por las cábalas que se puedan hacer sobre el más allá, sino por los caminos éticos del más acá. Despojar a la fe de su contenido histórico es exponerla a las mayores insensateces.
Por un seguimiento activado es por lo que Jesús “será glorificado en vosotros”. Es decir, se percibirá el valor de la persona de Jesús y su Mensaje en la medida en que los valores del Evangelio brillen en la vida de los cristianos. Una glorificación de componente histórico más que una exaltación religiosa. Por lo mismo, si de verdad se aprecia y ama a la persona de Jesús, habrá que demostrarlo con un estilo de vida parecido al suyo.
Cuando se traslada esta espiritualidad al tema de la venida del Señor, lo primero que pide el autor es “no perder fácilmente la cabeza”, es decir, no dejarse llevar por ese componente mágico que anida en toda religión y que saca las cosas de quicio huyendo de esta realidad e imaginando una vida de la que nada se sabe. Esa apelación directa al sentido común ha de ser útil para vivir un estilo de fe razonable, en que no se haga misterio de lo que no es.
La “alarma” es también otra característica de un estilo frenético de vivir el hecho religioso. Al seguimiento le va bien el sosiego y la calma. Toda actitud que engendre nerviosismo y exaltación exagerada es un obstáculo para vivir en gozo y paz el seguimiento de Jesús.
Cuando el autor dice que no hay que perder la cabeza “como si afirmásemos que el día del Señor está encima” está sosteniendo dos cosas: que el día del Señor tiene otro ritmo que las predicciones religiosas. Y que, por lo tanto, lo que es preciso hacer es acelerar la venida de ese día viviendo en la justicia y el amor que demanda el seguimiento. La correcta visión de un más acá vivido con intensidad teniendo presente un horizonte de plenitud es la correcta manera de situarse en este tema.
Fidel Aizpurúa Donázar