Miércoles XXXIII Tiempo Ordinario

Hoy es miércoles, 20 de noviembre.

Hoy busco de nuevo encontrarme con el Señor. Tras disponerme intentando ser consciente de a donde voy, a qué y con quién, me doy cuenta que lo busco y necesito porque se hace deseo fuerte de mí. Un deseo que me arde, que no me deja indiferente. Me activa y sitúa en su dirección. Aquí estoy Señor, siento ese deseo que brota de lo más hondo, eres tú, lo sé, qué quieres decirme hoy.

La lectura de hoy es del evangelio de Lucas (Lc 19, 11-28):

En aquel tiempo, dijo Jesús una parábola; el motivo era que estaba cerca de Jerusalén, y se pensaban que el reino de Dios iba a despuntar de un momento a otro.

Dijo, pues: «Un hombre noble se marchó a un país lejano para conseguirse el título de rey, y volver después. Llamó a diez empleados suyos y les repartió diez onzas de oro, diciéndoles: «Negociad mientras vuelvo.» Sus conciudadanos, que lo aborrecían, enviaron tras él una embajada para informar: «No queremos que él sea nuestro rey.» Cuando volvió con el título real, mandó llamar a los empleados a quienes había dado el dinero, para enterarse de lo que había ganado cada uno. El primero se presentó y dijo: «Señor, tu onza ha producido diez.» Él le contestó: «Muy bien, eres un empleado cumplidor; como has sido fiel en una minucia, tendrás autoridad sobre diez ciudades.» El segundo llegó y dijo: «Tu onza, señor, ha producido cinco.» A ése le dijo también: «Pues toma tú el mando de cinco ciudades.» El otro llegó y dijo: «Señor, aquí está tu onza; la he tenido guardada en el pañuelo; te tenía miedo, porque eres hombre exigente, que reclamas lo que no prestas y siegas lo que no siembras.» Él le contestó: «Por tu boca te condeno, empleado holgazán. ¿Conque sabías que soy exigente, que reclamo lo que no presto y siego lo que no siembro? Pues, ¿por qué no pusiste mi dinero en el banco? Al volver yo, lo habría cobrado con los intereses.» Entonces dijo a los presentes: «Quitadle a éste la onza y dádsela al que tiene diez.» Le replicaron: «Señor, si ya tiene diez onzas.» «Os digo: ‘Al que tiene se le dará, pero al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene.’ Y a esos enemigos míos, que no me querían por rey, traedlos acá y degolladlos en mi presencia.»»

Dicho esto, echó a andar delante de ellos, subiendo hacia Jerusalén.

Hoy se me invita a hacer memoria de tanto bien recibido gratuitamente por el Señor de la Vida. ¿Quién soy? Soy un regalo de Dios para el mundo impregnado de su gracia y sus dones, con el único deseo de acontecer en el mundo a través de ellos. ¿Cuáles son mis denarios, misericordia, ternura, gratuidad, generosidad, disponibilidad, entusiasmo, esperanza?

Hoy me dejo mirar por el Señor, el Dios de la Vida, de la historia. Y contemplo cómo ha ido sellándome con sus bienes. Trato de reconocerlos y los admiro sostenidos por sus manos.

Me dejo cuestionar sobre mi fidelidad a los dones recibidos, al reino. Las palabras de Jesús quieren ser un estímulo para vivir arriesgándome, para poner todos esos dones en juego, para que viva el reto y el riesgo de desplegar la semilla del reino ya presente en nuestro mundo.

Talentos

Si el pintor entierra sus pinceles
y la bailarina sus zapatillas.
Si el cantor se calla
y el sabio olvida.
Si se apaga el fuego.
Si muere el viento.
Si se seca el pozo.
Si el novelista deja de imaginar
y el fotógrafo cierra los ojos…
… ¿Quién dibujará las olas?
¿Quién trazará,
con su cuerpo, siluetas imposibles?

Nadie cantará.
Se disipará la memoria,
maestra de niños
y roca de ancianos.
Huirá el calor de la piel, y del alma.
Se detendrá el molino.
Se extenderá la sed por el mundo.
Los pobladores de relatos eternos
no llegarán a nacer.
Nadie apresará la magia fugaz de un instante.

¡No bajes los brazos!
¡No entierres el talento
en la tierra amarga de la inseguridad y el desaliento!
¿Cuándo descubrirás
la grandeza que hay en tus manos,
el poder que hay en tus sueños?

José Mª Rodríguez Olaizola, sj

Termino este espacio, sintiendo, con agradecimiento todo lo que el Señor me hace ser. Hablo de lo que halla sentido en este rato. Puede ser la admiración por su obra en mí y en cada criatura. Puede ser el deseo de implicar, de ponerme en juego, de arriesgar y dejar a Dios y valerse de los talentos que ha ido sembrando en cada hermano. Puede ser la respuesta a su invitación a dejar huella en este mundo. Me despido pidiéndole no ser sordo a su llamada, al modo de acontecer. ¿Qué quieres que haga por ti?

Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.
Amén.

Anuncio publicitario