Vísperas – Martes XXXIV Tiempo Ordinario

VÍSPERAS
(Oración de la tarde)

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno: NUESTRAS VIDAS SON LOS RÍOS

Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
que es el morir:
allí van los señoríos
derechos a se acabar
y consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
y más chicos;
y, llegados, son iguales
los que viven por sus manos
y los ricos.

Dejo las invocaciones
de los famosos poetas
y oradores;
no curo de sus ficciones,
que traen hierbas secretas
sus sabores.
Aquél sólo me encomiendo,
aquél sólo invoco yo
de verdad,
que, en este mundo viviendo,
el mundo no conoció
su deidad. Amén.

SALMODIA

Ant 1. No podéis servir a Dios y al dinero.

Salmo 48 I – VANIDAD DE LAS RIQUEZAS

Oíd esto, todas las naciones,
escuchadlo, habitantes del orbe:
plebeyos y nobles, ricos y pobres;

mi boca hablará sabiamente,
y serán muy sensatas mis reflexiones;
prestaré oído al proverbio
y propondré mi problema al son de la cítara.

¿Por qué habré de temer los días aciagos,
cuando me cerquen y me acechen los malvados,
que confían en su opulencia
y se jactan de sus inmensas riquezas,
si nadie puede salvarse
ni dar a Dios un rescate?

Es tan caro el rescate de la vida,
que nunca les bastará
para vivir perpetuamente
sin bajar a la fosa.

Mirad: los sabios mueren,
lo mismo que perecen los ignorantes y necios,
y legan sus riquezas a extraños.

El sepulcro es su morada perpetua
y su casa de edad en edad,
aunque hayan dado nombre a países.

El hombre no perdura en la opulencia,
sino que perece como los animales.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. No podéis servir a Dios y al dinero.

Ant 2. «Atesorad tesoros en el cielo», dice el Señor.

Salmo 48 II

Éste es el camino de los confiados,
el destino de los hombres satisfechos:

son un rebaño para el abismo,
la muerte es su pastor,
y bajan derechos a la tumba;
se desvanece su figura
y el abismo es su casa.

Pero a mí, Dios me salva,
me saca de las garras del abismo
y me lleva consigo.

No te preocupes si se enriquece un hombre
y aumenta el fasto de su casa:
cuando muera, no se llevará nada,
su fasto no bajará con él.

Aunque en vida se felicitaba:
«Ponderan lo bien que lo pasas»,
irá a reunirse con sus antepasados,
que no verán nunca la luz.

El hombre rico e inconsciente
es como un animal que perece.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. «Atesorad tesoros en el cielo», dice el Señor.

Ant 3. Digno es el Cordero degollado de recibir el honor y la gloria.

Cántico: HIMNO A DIOS CREADOR Ap 4, 11; 5, 9-10. 12

Eres digno, Señor Dios nuestro, de recibir la gloria,
el honor y el poder,
porque tú has creado el universo;
porque por tu voluntad lo que no existía fue creado.

Eres digno de tomar el libro y abrir sus sellos,
porque fuiste degollado
y por tu sangre compraste para Dios
hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación;
y has hecho de ellos para nuestro Dios
un reino de sacerdotes
y reinan sobre la tierra.

Digno es el Cordero degollado
de recibir el poder, la riqueza y la sabiduría,
la fuerza y el honor, la gloria y la alabanza.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Digno es el Cordero degollado de recibir el honor y la gloria.

LECTURA BREVE   Rm 3, 23-25a

Todos pecaron y se hallan privados de la gloria de Dios; son justificados gratuitamente, mediante la gracia de Cristo, en virtud de la redención realizada en él, a quien Dios ha propuesto como instrumento de propiciación.

RESPONSORIO BREVE

V. Me saciarás de gozo en tu presencia, Señor.
R. Me saciarás de gozo en tu presencia, Señor.

V. De alegría perpetua a tu derecha.
R. En tu presencia, Señor.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Me saciarás de gozo en tu presencia, Señor.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Haz, Señor, obras grandes por nosotros, porque tú eres poderoso y tu nombre es santo.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Haz, Señor, obras grandes por nosotros, porque tú eres poderoso y tu nombre es santo.

PRECES

Alabemos a Cristo, pastor y obispo de nuestras vidas, que vela siempre con amor por su pueblo, y digámosle suplicantes:

Protege, Señor, a tu pueblo.

Pastor eterno, protege a nuestro obispo N.
y a todos los pastores de la Iglesia.

Mira con bondad a los que sufren persecución
y líbralos de todas sus angustias.

Compadécete de los pobres y necesitados
y da pan a los hambrientos.

Ilumina a los que tienen la misión de gobernar a los pueblos
y dales sabiduría y prudencia.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

No olvides, Señor, a los difuntos redimidos por tu sangre
y admítelos en el festín de las bodas eternas.

Unidos fraternalmente como hermanos de una misma familia, invoquemos al Padre común:

Padre nuestro…

ORACION

Dios todopoderoso y eterno, Señor del día y de la noche, humildemente te pedimos que la luz de Cristo, verdadero sol de justicia, ilumine siempre nuestras vidas para que así merezcamos gozar un día de aquella luz en la que tú habitas eternamente. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén. 

Rom 13, 11-14

El escrito más maduro y sosegado de las siete cartas auténticas de Pablo contiene en el subsuelo el gozo enorme de haber percibido que otro estilo de vida es posible por la rehabilitación efectuada en la muerte salvadora de Jesús. Cuando Pablo ha comprendido esto, cuando lo ha ido percibiendo, porque es un proceso, su vida ha quedado iluminada, reorientada. Sus más profundas paradojas e interrogantes personales, que Pablo no ha dejado de consignar a fuer de realista (Rom 7,14-25), han logrado encajar en el puzzle de su existencia.

Para muchas personas y colectivos que han experimentado fuertemente el anhelo de un estilo de vida distinto, la cruda realidad les ha hecho ver que su sueño era imposible. Y añadiendo una amargura más, definitiva, a su catálogo, handesistidoyadetalempeño.Lacartaa los Romanos, “el escrito más largo, mejor estructurado y con una inigualable riqueza y profundidad teológica de Pablo” (G. Barbaglio, Pablo de Tarso, p.176) leída también hoy, les anima a no dar por perdida la batalla, a no renunciar a su más profundo deseo, a mantenerse vigilantes y al acecho de esa aurora que anuncie, como diría el mismo Pablo, “un amanecer” (Hech 26,23), una nueva posibilidad que confirme que vivir en un estilo de vida nueva, satisfactoria, colmada, es, por imposible que parezca, una realidad al alcance de la mano ya desde ahora. Renunciar a estos grandes sueños, diría Pablo, no solamente es entenebrecer la existencia humana, sino abocarla a la ceguera.

No pensemos que, para Pablo, esto es mera teoría. Como para él la gran pasión de su vida (quizá “por delante” de la evangelización y de la del mismo Jesús) ha sido la comunidad, no ha de extrañar que este proceso rehabilitador que, según él, efectúa la muerte de Jesús sobre la historia, se plasme en estilos comunitarios de vida.

Lo primero que hay que hacer es “caer en la cuenta del momento en que vivís”. Es decir, hay que tomar conciencia de la propia identidad cristiana y de su relación con la sociedad. Una fe lúcida. No se puede vivir en el atolondramiento del no saber.

Esta lucidez está alimentada por la certeza de que “la salvación está más cerca que cuando comenzamos a creer”. O sea: el proceso de la fe no se detiene, nunca vamos para atrás, vamos a mejor, aunque sea lentamente. La obra de la fe se va construyendo por encima de debilidades.

La dignidad ha de ser la pauta de comportamiento para vivir una vida luminosa: “conduzcámonos como en pleno día, con dignidad”. La espiritualidad de la dignidad es la espiritualidad de quien espera con realismo y fe la venida de Jesús. Todos los trabajos por la dignidad colaboran directamente al acercamiento del día del Reino, a la venida plena de Jesús sobre la historia.

Esto se logrará en gran parte con un modo de vida austero, sencillo, decrecido (“nada de comilonas…”). Una austeridad para que la dignidad de toda persona, sobre todo la más débil, aparezca por encima de cualquier oscurecimiento. Austeros por la dignidad, ese podría ser el lema paulino y la manera como él cree que la luz brilla en medio de la oscuridad.

Fidel Aizpurúa Donázar 

Vive con nosotros

Sugerencias para las celebraciones

¿Dios ha venido, está viniendo, viene, vendrá…? ¿Qué significa el verdadero “Adviento”? ¿“Espera” o “esperanza”? ¿Hay que seguir esperando? ¿Hasta cuándo? ¿Es posible la esperanza?

No es fácil creer que Dios “ha venido” ya y está presente y vivo aquí y ahora, en esta sociedad concreta que estamos viviendo. Nuestro tiempo es, sobre todo, un tiempo de CRISIS, una crisis permanente, y posiblemente una crisis “para rato”… Todo lo que, en una serie de años, pudo ganarse (bienestar social, derechos sociales, pleno empleo, etc.) es algo del pasado a lo que tal vez ya nunca volveremos. No va a permitirlo la situación de la economía, pero tampoco la ideología.

Sin embargo, es aquí, en medio de esta situación concreta, con nuestros 5 millones de parados, con tantos miles de hogares bajo el nivel de pobreza, con el record batido de desahucios y de jóvenes sin esperanza, donde afirmamos, desde la fe, que Dios, en Cristo, está presente sin necesidad de esperar al mañana o a un tiempo de bonanza. Dios no se ha ido. Dios está aquí y VIVE CON NOSOTROS: ése es nuestro auténtico ADVIENTO:

«Celebrar el nacimiento de Jesús significa celebrar que, en Él, Dios mismo ha entrado en nuestra historia y se ha quedado. No está fuera ni allí arriba, como a veces imaginamos, sino dentro, haciendo suyos nuestros anhelos, afanes y dolores, acompañando nuestros desvelos y, sobre todo, sanando heridas, recomponiendo lo roto y abriendo paso a nuestro futuro» (Homilía del domingo 1o de Adviento).

¿Cómo poder encontrar a Dios en esta sociedad y en este Adviento? Es lo que haremos estos cuatro domingos, buscando las huellas de la presencia de Dios, “sabiendo mirar” (domingo 1o), “practicando la acogida” (domingo 2o), “curando las heridas” (domingo 3o), “reconociendo a Jesús” como el Hijo de Dios, Dios-con- nosotros (domingo 4o).

LA CIUDAD

Por eso os proponemos que todos estos domingos de Adviento, tengamos presente la imagen de la ciudad. No nos será demasiado difícil tener delante, en un panel del tipo que cada uno pueda o se imagine, la silueta de los edificios de la ciudad, siluetada en gris. Sobre esa silueta iremos superponiendo, en colores vivos -que contrasten con ese gris de la ciudad- pequeños símbolos que vayan desgranando los diferentes temas de cada domingo. En un lugar bien visible podemos colocar el lema del Adviento: VIVE CON NOSOTROS. ADVIENTO 2013.

¡Vamos, levantaos,
Se acerca vuestra liberación!
Hay signos a vuestro alrededor.
¿No lo veis en el barrio, en la fábrica,
en la comunidad, en vuestra propia casa
y en vosotros mismos, sin ir más lejos?
Restregaos los ojos,
mirad con esperanza el horizonte,
escuchad las buenas nuevas,
dejaos despertar por la brisa.
¡Dios está cerca!
¡Venga, levantaos,
alzad la cabeza!
La gente se angustia por todo
y anda sin aliento, dando tumbos
de acá para allá, viviendo sin vivir,
echando a perder su vida.
Se desvive en fuegos fatuos,
en espejismos de desierto,
en vagas añoranzas.
Recobrad el aliento.
¡Dios está cerca!
¡Ánimo, levantaos
y permaneced despiertos!
No se os embote la mente
o desboque el corazón
con tanta preocupación sobreañadida:
qué os pasará y qué haréis,
cuánto ganaréis y gastaréis,
cuándo sucederá y por qué,
cómo escaparéis de la red de la moda
o de la fiebre de las rebajas.
Nadad contra corriente.
¡Dios está cerca!
¡Hala, levantaos,
y poneos en marcha con ilusión renovada!
Otead el horizonte.
vivid atentos a los susurros,
a los lloros, gritos y risas
de la humanidad entera.
Dios está cerca.
Brotad a la vida.
Dejad lo vano y lo estéril.
Pedid fuerza para la espera.
¡Dios está cerca!

Comentario al evangelio de hoy (26 de noviembre)

Estamos en los últimos días del año litúrgico y los textos de la celebración eucarística pertenecen a un género llamado apocalíptico, género hoy en desuso excepto en algunas sectas o en grupos que se alimentan de apariciones y mensajes frecuentemente muy discutibles. Pero fue un género muy socorrido en el judaísmo de la época de Jesús y en el cristianismo de las primeras décadas. Y no era sólo un modo de expresión, sino toda una mentalidad histórico-religiosa: contaban con una muy próxima intervención de Dios sobre la historia, intervención que pondría fin a una época y que tendría espectaculares manifestaciones cósmicas.

El evangelista Lucas no quiere que en la Iglesia se pierda una serie de dichos de Jesús y de reflexiones de las comunidades más antiguas, pero él no se siente cómodo con dicho material, debido a que en su tiempo (por los años 80-90 o incluso más tarde) ya no se espera una pronta vuelta del Señor o “Parusía”, sino que se cuenta con una iglesia duradera en una historia duradera (aunque no eterna). Esta duración la plasma el autor en una frase que él sitúa precisamente en el centro del pequeño discurso de Jesús: “el final no llegará todavía”. Y eso él lo puede decir con buen conocimiento de causa; todo el mundo sabe que en los años 66-74 tuvo lugar la guerra suicida de los judíos contra Roma, en la que hubo desórdenes y tribulaciones, e incluso se produjo la destrucción del templo de Jerusalén; pero la historia continuó su curso.

A pesar de esa falta de sintonía del autor con el material apocalíptico heredado, encuentra en él unos cuantos pensamientos que le resultan de utilidad para su iglesia, como lo siguen siendo para nosotros:

  • Precaución frente a los falsos mesías o salvadores que querrían ocupar el puesto de Jesús. En aquella época eran embaucadores o iluminados. Hoy tienen otros nombres. Todos corremos el riesgo de dar culto al bienestar económico, a la propia imagen o prestigio personal, a amoríos ilícitos y engañosos, incompatibles con opciones más serias, a algunos artistas o deportistas a quienes consagramos nuestro tiempo y nuestras emociones, o hasta a los personajes más menospreciables de la farándula… ¡Qué propensión la del ser humano a erigir altares!
  • Disposición a manifestar nuestra adhesión absoluta al Señor. Las guerras vienen acompañadas de todo tipo de calamidades, con mucha frecuencia de persecuciones religiosas. Cuando escribe el tercer evangelista ya han tenido lugar muchos rechazos y descalificaciones de Jesús y sus seguidores. La firmeza en la fe, a pesar de los rechazos que nos pueda granjear, será el signo de que la causa de Jesús toca nuestras entrañas.  En el comentario a la parábola del sembrador impertérrito se habla de semilla que cae sobre piedra y sólo produce una fe momentánea y superficial, que con ocasión de cualquier persecución o contratiempo desaparece (Lc 8,13). El papa Francisco usaba hace pocas semanas otra imagen: existe una fe que no pasa de ser “un barniz externo”; y existe, naturalmente, la que impregna todas las fibras de nuestro ser. Hacia ésta hay que caminar.

Severiano Blanco cmf

Martes XXXIV Tiempo Ordinario

Hoy es martes, 26 de noviembre.

Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor. Envía Señor tu Espíritu y renovarás la faz de la tierra.

La lectura de hoy es del evangelio de Lucas (Lc 21, 5-11):

En aquel tiempo, algunos ponderaban la belleza del templo, por la calidad de la piedra y los exvotos.

Jesús les dijo: «Esto que contempláis, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido.»

Ellos le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?»

Él contestó: «Cuidado con que nadie os engañe. Porque muchos vendrán usurpando mi nombre, diciendo: «Yo soy», o bien «El momento está cerca»; no vayáis tras ellos. Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico. Porque eso tiene que ocurrir primero, pero el final no vendrá en seguida.»

Luego les dijo: «Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países epidemias y hambre. Habrá también espantos y grandes signos en el cielo.»

El evangelio de hoy nos habla de tiempos difíciles, de destrucción y de conflicto. Pero más allá de los avisos y de las señales, hay una invitación de Jesús a fiarnos de él. En las dificultades, cuando las cosas no vayan bien, continúo fiándome de Dios. ¿Siento que me acompaña?

Muchas voces ofrecen hoy soluciones rápidas y alternativas a los problemas personales, a los conflictos sociales. La respuesta de Jesús, sin embargo, es sencilla. Perseverar, es decir, continuar buscando el reino de Dios y su justicia, con confianza y mirando por los más débiles. Me dejo ilusionar por esa invitación, esa llamada a la esperanza.

Jesús invita a velar y continuar trabajando por el reino. Pero quienes le siguen piden señales, gesto para poder mantener viva su pobre fe. Miro a mi vida y me pregunto qué es lo que mantiene despierta mi relación con Dios. Trato de hacerme consciente de las señales de la presencia de Dios, que me encuentro cada día.

Vuelvo a leer el texto, como si yo también le pidiera a Jesús señales o seguridades. Escucho en su respuesta la invitación a fiarme sólo de él, a confiar sólo en él.

Ahora, desde lo que siento, puedo comunicar al Señor mi confianza en él. Y también sentir cómo me lleva de la mano. Puedo compartir mis soledades y mis dudas, y quizá sentir cómo el sufrimiento se convierte en promesa. Dejo hablar al corazón, sin muchas palabras, con sencillez, sabiendo que el Señor escucha y me atiende.

Gloria al Padre,
y al Hijo,
y al Espíritu Santo.
Como era en el principio,
ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Laudes – Martes XXXIV Tiempo Ordinario

LAUDES
(Oración de la mañana)

INVOCACIÓN INICIAL

V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza

INVITATORIO

Ant. Al Señor, al Dios grande, venid, adorémosle. 

Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.

Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Himno: ¿QUÉ DIRÉ YO, MISERABLE?

¿Qué diré yo, miserable,
quién me será favorable,
si el justo tiene temor?

Rey sublime y majestuoso,
si a todos salvas piadoso,
sálvame por tu bondad.

Recuerda, Dios, que mi vida
fue causa de tu venida;
aquel día, ten piedad.

Por buscarme, te has cansado;
por salvarme, te han clavado;
¿será vana tu pasión?

Justo juez, por tu clemencia,
haz que logre tu indulgencia,
haz que alcance tu perdón.

De mis ojos brota el llanto,
de mis culpas yo me espanto;
oh Señor, perdón, piedad.

Oh Dios santo, el uno y trino,
llévanos por tu camino
a la patria celestial. Amén.

SALMODIA

Ant 1. Envíame, Señor, tu luz y tu verdad.

Salmo 42 – DESEO DEL TEMPLO.

Hazme justicia, ¡oh Dios!, defiende mi causa
contra gente sin piedad,
sálvame del hombre traidor y malvado.

Tú eres mi Dios y protector,
¿por qué me rechazas?
¿Por qué voy andando sombrío,
hostigado por mi enemigo?

Envía tu luz y tu verdad:
que ellas me guíen
y me conduzcan hasta tu monte santo,
hasta tu morada.

Que yo me acerque al altar de Dios,
al Dios de mi alegría;
que te dé gracias al son de la cítara,
Señor, Dios mío.

¿Por qué te acongojas, alma mía,
por qué te me turbas?
Espera en Dios, que volverás a alabarlo:
«Salud de mi rostro, Dios mío.»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Envíame, Señor, tu luz y tu verdad.

Ant 2. Protégenos, Señor, todos los días de nuestra vida.

Cántico: ANGUSTIA DE UN MORIBUNDO Y ALEGRÍA DE LA CURACIÓN Is 38, 10-14. 17-20

Yo pensé: «En medio de mis días
tengo que marchar hacia las puertas del abismo;
me privan del resto de mis años.»

Yo pensé: «Ya no veré más al Señor
en la tierra de los vivos,
ya no miraré a los hombres
entre los habitantes del mundo.

Levantan y enrollan mi vida
como una tienda de pastores.
Como un tejedor devanaba yo mi vida,
y me cortan la trama.»

Día y noche me estás acabando,
sollozo hasta el amanecer.
Me quiebras los huesos como un león,
día y noche me estas acabando.

Estoy piando como una golondrina,
gimo como una paloma.
Mis ojos mirando al cielo se consumen:
¡Señor, que me oprimen, sal fiador por mí!

Me has curado, me has hecho revivir,
la amargura se me volvió paz
cuando detuviste mi alma ante la tumba vacía
y volviste la espalda a todos mis pecados.

El abismo no te da gracias,
ni la muerte te alaba,
ni esperan en tu fidelidad
los que bajan a la fosa.

Los vivos, los vivos son quienes te alaban:
como yo ahora.
El Padre enseña a sus hijos tu fidelidad.

Sálvame, Señor, y tocaremos nuestras arpas
todos nuestros días en la casa del Señor.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Protégenos, Señor, todos los días de nuestra vida.

Ant 3. ¡Oh Dios!, tu mereces un himno en Sión.

Salmo 64 – SOLEMNE ACCIÓN DE GRACIAS.

¡Oh Dios!, tú mereces un himno en Sión,
y a ti se te cumplen los votos,
porque tú escuchas las súplicas.

A ti acude todo mortal
a causa de sus culpas;
nuestros delitos nos abruman,
pero tú los perdonas.

Dichoso el que tú eliges y acercas
para que viva en tus atrios:
que nos saciemos de los bienes de tu casa,
de los dones sagrados de tu templo.

Con portentos de justicia nos respondes,
Dios, salvador nuestro;
tú, esperanza del confín de la tierra
y del océano remoto;

Tú que afianzas los montes con tu fuerza,
ceñido de poder;
tú que reprimes el estruendo del mar,
el estruendo de las olas
y el tumulto de los pueblos.

Los habitantes del extremo del orbe
se sobrecogen ante tus signos,
y a las puertas de la aurora y del ocaso
las llenas de júbilo.

Tú cuidas de la tierra, la riegas
y la enriqueces sin medida;
la acequia de Dios va llena de agua,
preparas los trigales;

riegas los surcos, igualas los terrones,
tu llovizna los deja mullidos,
bendices sus brotes;
coronas el año con tus bienes,
las rodadas de tu carro rezuman abundancia;

rezuman los pastos del páramo,
y las colinas se orlan de alegría;
las praderas se cubren de rebaños,
y los valles se visten de mieses,
que aclaman y cantan.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. ¡Oh Dios!, tu mereces un himno en Sión.

LECTURA BREVE   1Ts 5, 4-5

No viváis, hermanos, en tinieblas para que el día del Señor no os sorprenda como ladrón; porque todos sois hijos de la luz e hijos del día. No somos de la noche ni de las tinieblas.

RESPONSORIO BREVE

V. Escucha mi voz, Señor; espero en tu palabra.
R. Escucha mi voz, Señor; espero en tu palabra.

V. Me adelanto a la aurora pidiendo auxilio.
R. Espero en tu palabra.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Escucha mi voz, Señor; espero en tu palabra.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. De la mano de nuestros enemigos, líbranos, Señor.

Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR      Lc 1, 68-79

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. De la mano de nuestros enemigos, líbranos, Señor.

PRECES

Bendigamos a nuestro Salvador, que con su resurrección ha iluminado el mundo, y digámosle suplicantes:

Haz, Señor, que caminemos por tu senda.

Señor Jesús, al consagrar nuestra oración matinal en memoria de tu santa resurrección,
te pedimos que la esperanza de participar de tu gloria ilumine todo nuestro día.

Te ofrecemos, Señor, los deseos y proyectos de nuestra jornada:
dígnate aceptarlos y bendecirlos como primicia de nuestro día.

Concédenos crecer hoy en tu amor,
a fin de que todo concurra para nuestro bien y el de nuestros hermanos.

Haz, Señor, que el ejemplo de nuestra vida resplandezca como una luz ante los hombres,
para que todos den gloria al Padre que está en los cielos.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Porque deseamos que la luz de Cristo ilumine a todos los hombres, pidamos al Padre que su reino llegue a nosotros:

Padre nuestro…

ORACION

Señor Jesucristo, luz verdadera que alumbras a todo hombre y le muestras el camino de la salvación: concédenos la abundancia de tu gracia para que preparemos, delante de ti, sendas de justicia y de paz. Tú que vives y reinas con el Padre, en la unidad del Espíritu Santo y eres Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

Oficio de lecturas – Martes XXXIV Tiempo Ordinario

OFICIO DE LECTURA 

Si el Oficio de Lectura es la primera oración del día:

V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza

Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:

Ant. Al Señor, al Dios grande, venid, adorémosle.


Si antes del Oficio de lectura se ha rezado ya alguna otra Hora:

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.



Himno: ME HA CALENTADO EL SOL YA TANTOS AÑOS

Me ha calentado el sol ya tantos años
que pienso que mi entraña está madura
y has de bajar, Señor, para arrancarme
con tus manos inmensas y desnudas.

Pleno y dorado estoy para tu sueño;
por él navegaré como una luna
que irá brillando silenciosamente,
astro frutal sobre tu noche pura.

Una nube vendrá y acaso borre
mi luz para los vivos y, entre lluvia,
zumo dulce de ti, te irá cayendo
la savia de mi ser, como una música.

Será que estaré muerto y entregado,
otra vez, a la tierra de las tumbas.
Pero, sangre inmortal, mi roja entraña
de nuevo quemará tu luz futura. Amén.

SALMODIA

Ant 1. Encomienda tu camino al Señor, y él actuará.

Salmo 36 I – LA VERDADERA Y LA FALSA FELICIDAD

No te exasperes por los malvados,
no envidies a los que obran el mal:
se secarán pronto, como la hierba,
como el césped verde se agostarán.

Confía en el Señor y haz el bien,
habita tu tierra y practica la lealtad;
sea el Señor tu delicia,
y él te dará lo que pide tu corazón.

Encomienda tu camino al Señor,
confía en él, y él actuará:
hará brillar tu justicia como el amanecer;
tu derecho, como el mediodía.

Descansa en el Señor y espera en él,
no te exasperes por el hombre que triunfa
empleando la intriga:

cohíbe la ira, reprime el coraje,
no te exasperes, no sea que obres mal;
porque los que obran mal son excluidos,
pero los que esperan en el Señor poseerán la tierra.

Aguarda un momento: desapareció el malvado,
fíjate en su sitio: ya no está;
en cambio, los sufridos poseen la tierra
y disfrutan de paz abundante.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Encomienda tu camino al Señor, y él actuará.

Ant 2. Apártate del mal y haz el bien; al honrado lo sostiene el Señor.

Salmo 36 II

El malvado intriga contra el justo,
rechina sus dientes contra él;
pero el Señor se ríe de él,
porque ve que le llega su hora.

Los malvados desenvainan la espada,
asestan el arco,
para abatir a pobres y humildes,
para asesinar a los honrados;
pero su espada les atravesará el corazón,
sus arcos se romperán.

Mejor es ser honrado con poco
que ser malvado en la opulencia;
pues al malvado se le romperán los brazos,
pero al honrado lo sostiene el Señor.

El Señor vela por los días de los buenos,
y su herencia durará siempre;
no se agostarán en tiempo de sequía,
en tiempo de hambre se saciarán;

pero los malvados perecerán,
los enemigos del Señor
se marchitarán como la belleza de un prado,
en humo se disiparán.

El malvado pide prestado y no devuelve,
el justo se compadece y perdona.
Los que el Señor bendice poseen la tierra,
los que él maldice son excluidos.

El Señor asegura los pasos del hombre,
se complace en sus caminos;
si tropieza, no caerá,
porque el Señor lo tiene de la mano.

Fui joven, ya soy viejo:
nunca he visto a un justo abandonado,
ni a su linaje mendigando el pan.
A diario se compadece y da prestado;
bendita será su descendencia.

Apártate del mal y haz el bien,
y siempre tendrás una casa;
porque el Señor ama la justicia
y no abandona a sus fieles.

Los inicuos son exterminados,
la estirpe de los malvados se extinguirá;
pero los justos poseen la tierra,
la habitarán por siempre jamás.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Apártate del mal y haz el bien; al honrado lo sostiene el Señor.

Ant 3. Confía en el Señor y sigue su camino.

Salmo 36 III

La boca del justo expone la sabiduría,
su lengua explica el derecho;
porque lleva en el corazón la ley de su Dios,
y sus pasos no vacilan.

El malvado espía al justo
e intenta darle muerte;
pero el Señor no lo entrega en sus manos,
no deja que lo condenen en el juicio.

Confía en el Señor, sigue su camino;
él te levantará a poseer la tierra,
y verás la expulsión de los malvados.

Vi a un malvado que se jactaba,
que prosperaba como un cedro frondoso;
volví a pasar, y ya no estaba;
lo busqué, y no lo encontré.

Observa al honrado, fíjate en el bueno:
su porvenir es la paz;
los impíos serán totalmente aniquilados,
el porvenir de los malvados quedará truncado.

El Señor es quien salva a los justos,
él es su alcázar en el peligro;
el Señor los protege y los libra,
los libra de los malvados y los salva,
porque se acogen a él.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Confía en el Señor y sigue su camino.

V. Enséñame Señor, a gustar y a comprender.
R. Porque me fío de tus mandatos. 

PRIMERA LECTURA

Del libro del profeta Ezequiel 37, 1-14

VISIÓN SOBRE LA RESURRECCIÓN DEL PUEBLO DE DIOS

En aquellos días, la mano del Señor se posó sobre mí y su espíritu me trasladó y me dejó en un valle que estaba lleno de huesos. Me hizo pasar entre ellos en todas direcciones; eran muchísimos los que había en la cuenca del valle y estaban completamente secos. Entonces me dijo:

«Hijo de hombre, ¿podrán revivir esos huesos?»

Contesté:

«Tú lo sabes, Señor.»

Me ordenó:

«Conjura así a esos huesos: «Huesos calcinados, escuchad la palabra del Señor: Esto dice el Señor a esos huesos: Yo os voy a infundir espíritu para que reviváis. Os injertaré tendones, haré crecer carne sobre vosotros, os cubriré de piel y os infundiré espíritu para que reviváis. Así sabréis que yo soy el Señor.»»

Pronuncié el conjuro que me había mandado; y mientras lo pronunciaba, resonó un trueno, luego hubo un terremoto, y los huesos se ensamblaron, hueso con hueso. Vi que habían prendido en ellos los tendones, qué crecía la carne y la piel se extendía por encima; pero no había en ellos espíritu. Entonces me dijo:

«Conjura al espíritu, conjura, hijo de hombre, diciéndole al espíritu: «Esto dice el Señor: Ven, espíritu, desde los cuatro vientos y sopla en estos cadáveres para que revivan.»»

Pronuncié el conjuro que se me había mandado. Penetró en ellos el espíritu, revivieron y se pusieron en pie: era una muchedumbre inmensa. Entonces me dijo:

«Hijo de hombre, esos huesos son toda la casa de Israel. Ahí los tienes diciendo: «Se han secado nuestros huesos, se ha desvanecido nuestra esperanza; estamos perdidos.» Por eso profetiza diciéndoles: «Esto dice el Señor: Yo mismo abriré vuestros sepulcros, y os haré salir de vuestros sepulcros, pueblo mío, y os traeré a la tierra de Israel. Y cuando abra vuestros sepulcros y os saque de vuestros sepulcros, pueblo mío, sabréis que yo soy el Señor: os infundiré mi espíritu y viviréis, os colocaré en vuestra tierra y sabréis que yo, el Señor, lo digo y lo hago. -Oráculo del Señor-.»»

RESPONSORIO    Ez 37, 12. 13; Jn 11, 25

R. Yo mismo abriré vuestros sepulcros, pueblo mío, y os haré salir de vuestros sepulcros, * y sabréis que yo soy el Señor.
V. Yo soy la resurrección y la vida; quien a mí se una con viva fe, aunque muera, vivirá.
R. Y sabréis que yo soy el Señor.

SEGUNDA LECTURA

De los Tratados de san Agustín, obispo, sobre el evangelio de san Juan
(Tratado 35, 8-9: CCL 36, 321-323)

LLEGARAS A LA FUENTE, VERÁS LA LUZ

Nosotros los cristianos, en comparación con los infieles, somos ya luz, como dice el Apóstol: Un tiempo erais tinieblas, pero ahora sois luz en el Señor. Caminad como hijos de la luz. Y en otro lugar dice: La noche va pasando, el día está encima; desnudémonos, pues, de las obras de las tinieblas y vistámonos la armadura de la luz. Andemos como en pleno día, con dignidad.

No obstante, porque el día en que vivimos es todavía noche en comparación con aquella luz a la que esperamos llegar, oigamos lo que dice el apóstol Pedro. Nos dice que vino sobre Cristo, el Señor, desde la sublime gloria, aquella voz que decía: «Este es mi Hijo muy amado, en quien tengo mis complacencias.» Y nosotros mismos -dice- oímos esta voz venida del cielo, cuando estábamos con él en el monte santo. Pero, como nosotros no estábamos allí y no oímos esta voz del cielo, nos dice el mismo Pedro: Y así tenemos confirmada la palabra profética, a la que hacéis bien en prestar atención, como a lámpara que brilla en lugar oscuro, hasta que despunte el día y salga el lucero de la mañana en vuestro corazón.

Por lo tanto, cuando vendrá nuestro Señor Jesucristo y -como dice también el apóstol Pablo- sacará a la luz lo que está oculto en las tinieblas, y pondrá al descubierto las intenciones del corazón, y vendrá a cada uno su alabanza de parte de Dios, entonces, con la presencia de este día, ya no tendremos necesidad de lámparas: no será necesario que se nos lean los libros proféticos ni los escritos del Apóstol, ya no tendremos que indagar el testimonio de Juan, y el mismo Evangelio dejará de sernos necesario. Ya no tendrán razón de ser todas las Escrituras que en la noche de este mundo se nos encendían a modo de lámparas, para que no quedásemos en tinieblas.

Suprimido, pues, todo esto, que ya no nos será necesario, cuando los mismos hombres de Dios por quienes fueron escritas estas cosas verán, junto con nosotros, aquella verdadera y clara luz, sin la ayuda de sus escritos, ¿qué es lo que veremos? ¿Con qué se alimentará nuestro espíritu? ¿De qué se alegrará nuestra mirada? ¿De dónde procederá aquel gozo que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni vino a la mente del hombre? Qué es lo que veremos?

Os lo ruego, amemos juntos, corramos juntos el camino de nuestra fe; deseemos la patria celestial, suspiremos por ella, sintámonos peregrinos en este mundo. ¿Qué es lo que veremos entonces? Que nos lo diga ahora el Evangelio: Ya al comienzo de las cosas existía la Palabra, y la Palabra estaba con Dios y la Palabra era Dios. Entonces llegarás a la fuente con cuya agua has sido rociado; entonces verás al descubierto la luz cuyos rayos, por caminos oblicuos y sinuosos, fueron enviados a las tinieblas de tu corazón, y para ver y soportar la cuál eres entretanto purificado. Queridos hermanos -dice el mismo Juan-, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.

Noto cómo vuestros sentimientos se elevan junto con los míos hacia las cosas celestiales; pero un cuerpo corruptible hace pesada el alma y esta mansión de tierra oprime el espíritu fecundo en pensamientos. Ha llegado ya el momento en que yo tengo que dejar el libro santo y vosotros tenéis que regresar cada uno a sus ocupaciones. Hemos pasado un buen rato disfrutando de una luz común, nos hemos llenado de gozo y alegría; pero, aunque nos separemos ahora unos de otros, procuremos no separarnos de él.

RESPONSORIO    Ap 22, 5. 4

R. No habrá más noche, y no necesitarán luz de lámpara ni de sol, * porque el Señor Dios alumbrará sobre ellos, y reinarán por los siglos de los siglos.
V. Verán el rostro del Señor, y tendrán su nombre en la frente.
R. El Señor Dios alumbrará sobre ellos, y reinarán por los siglos de los siglos.

ORACIÓN.

OREMOS,
Mueve, Señor, nuestros corazones, para que correspondamos con mayor generosidad a la acción de tu gracia, y recibamos en mayor abundancia la ayuda de tu bondad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén

CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.