Lc 2, 16-21

El evangelio de hoy es continuación del texto leído en Nochebuena y nos narra la visita de los pastores al niño. Para entenderlo correctamente hay que presuponer el anuncio de los ángeles a los pastores (2,8- 14) que les pone en movimiento y que ellos tienen presente, y hacia el cual el texto reenvía expresamente: “tal y como les habían dicho” (2,20). Remitimos por tanto a ese comentario para situarnos.

Los pastores parten deprisa, como luego reaccionará Zaqueo ante el encuentro con el Señor (19,6). Encuentran a María, a José y al niño, y narran todo lo que les ha sido comunicado sobre el niño, es decir, revelan su identidad: Salvador, Mesías, Señor (cf. 2,11). La admiración que su relato genera a su alrededor es producto en el tercer evangelio de la acción de Dios (1,63; 2,33; 4,22; 7,9; 8,25; 9,43, etc.). Visto el agudo contraste entre la realidad del establo y el pesebre por un lado, y el mensaje tanto de los pastores ahora como antes del ángel Gabriel (cf. 1,26ss), es normal que María guarde “todas las cosas” en su corazón (2,19). La palabra griega puede significar tanto cosas como palabras.

Lucas narra así cómo Dios actúa en los acontecimientos humanos incluso cuando la apariencia parecería negarlo. Es típico del evangelista: en Jesús se cumple el acto salvífico definitivo de Dios, se entrelazan la gloria y el abajamiento, los ejércitos de ángeles acompañan a un nacimiento miserable, el niño combina pobreza presente y poder futuro. Dios viene en la historia pero la historia requiere interpretación por la palabra, en este caso comunicada por los ángeles a los pastores (cf. 2,14) y repetida por éstos.

El v. 21, que queda de alguna manera aislado, nos cuenta la circuncisión del niño como antes se contó la de Juan (cf. 1,59) siguiendo el paralelismo entre las dos figuras que marca los dos primeros capítulos del evangelio. La circuncisión al octavo día ya aparece en Gn 17,12; 21,4; Lv 12,3. En el judaísmo se solía dar el nombre de abuelo, pero también el del padre si estaba enfermo. En el AT no se vincula el nombre a la circuncisión, costumbre que aparece en el judaísmo tardío y del que estos dos pasajes de Lucas serían el primer testimonio. El niño se llama como Dios quiere. La familia de Jesús aparece como una familia judía piadosa y el niño se inserta en el judaísmo por medio de la circuncisión, signo de fidelidad y de la alianza de Dios (cf. Gn 17,10).

Pablo Alonso Vicente 

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