Oración de los fieles (Solemnidad de Santa María, Madre de Dios)

Al comenzar el año, te pedimos, Señor, que nos bendigas a nosotros, a nuestras familias, a la Iglesia y al mundo que tú amas.

* Para que la Iglesia, junto con nuestro papa Francisco, sea bendición y buena noticia de esperanza en este año que ahora comienza para todos los hombres y mujeres en todos los lugares de la tierra.

* Para que quienes dirigen la política y la economía del mundo, sean capaces, este año, de dar una respuesta solidaria y eficaz a los inmensos problemas de la pobreza, del hambre y de las guerras.

* Para que todas las personas que comienzan este año con sufrimiento por su situación personal o familiar, experimenten en su corazón y en su vida la cercanía misericordiosa de Dios.

* Para que en este año que comienza nos sea concedida la gracia del encuentro con Dios en las circunstancias cotidianas de nuestra vida y en las personas que se acerquen a nosotros.

* Para que seamos constructores de justicia y de paz en un mundo roto y dolorido.

Que tu Palabra se vuelque sobre nosotros para que construyamos, entre todos, un año en paz y justicia en nuestra sociedad, en nuestras casas, y en el mundo entero. Por Jesucristo, Nuestro Señor. 

Para la homilía

Hace pocas horas, y ahora, en este mismo momento, según los diversos lugares del mundo, millones de personas hemos comenzado un Año Nuevo expresándonos los mejores deseos unos a otros, en las más diversas lenguas, según las más diversas tradiciones y costumbres. El Año Nuevo comienza con una expresión universal de buenos deseos.

La liturgia que estamos celebrando se suma a esta expresión de buenos deseos con las lecturas que acabamos de proclamar. Y lo hace con una palabra que repite varias veces: BENDICIÓN. ¡Que el Señor te bendiga! ¡Que el Señor os llene de sus bendiciones a lo largo de este nuevo año!

La primera lectura del libro de los Números expresa de una manera concisa en qué consiste esa bendición de Dios, cuáles son los dones de esa bendición. Estos son, pues, los dones que la Iglesia nos desea para este año nuevo. Son tres. Que veas el rostro de Dios, que te encuentres personalmente con El. Que experimentes su misericordia, que es la forma cotidiana del amor de Dios a nosotros que somos pecadores. Que vivas en su paz; esa paz que se encuentra y de la que se disfruta cuando alguien se entrega de verdad a los demás.

Pero el Salmo y la lectura de Pablo a los Gálatas dan un paso más allá del libro de loa Números: afirman que esa bendición de Dios no es sólo una promesa, sino que ya se ha dado en la historia. La bendición de Dios hecha ya realidad en la historia humana es la persona de Jesús: el rostro visible del Dios invisible; el corazón compasivo de Dios para con los pobres y los pecadores; el Príncipe de la Paz. Encontrarse con Jesús es disfrutar de la bendición de Dios: a eso nos invita esta liturgia de comienzo de año.

Todos en la vida nos hemos encontrado, y nos seguimos encontrando, con personas que son una bendición de Dios para quienes conviven con ellos: por su bondad, por su capacidad de ternura y acogida, por su entrega y su servicio. Los contemporáneos de María y Jesús expresaron muchas veces ese sentimiento de bendición al encontrarse con ellos: “Bendita tú entre las mujeres” (Lc 1, 42) dijo Isabel: o esos pastores que se vuelven bendiciendo a Dios porque han visto a María y al niño, como acabamos de escuchar en el evangelio (Lc 2, 20).

En esta eucaristía de comienzo de años se nos hace, pues, una doble invitación. La invitación a encontrarnos con Jesús y María, en los que encontraremos para cada uno de nosotros la bendición de Dios: su rostro, su ternura, su paz. Y también la invitación a ser nosotros bendición de Dios para aquellos que se nos acercan, para todo este mundo tan necesitado de misericordia, de paz y de bendición.

Darío Mollá Llácer 

Comentario al evangelio de hoy (30 de diciembre)

Hoy la liturgia nos invita a contemplar a Ana. La podemos imaginar como una anciana arrugada, parecida a algunas de las ancianas que también hoy están siempre en nuestros templos, como si fueran velas encendidas que se consumen lentamente ante el Señor. Ana, además de ser anciana, era viuda; es decir, pertenecía, junto con los huérfanos, a la categoría de los más pobres del pueblo, de los que no cuentan.

¿Qué sucede cuando se “encuentra” con el Niño?

El evangelio de Lucas va describiendo las respuestas de los distintos personajes. Los pastores, por ejemplo, pasaron por diversas etapas: temor, alegría, anuncio. Pues bien, la vieja Ana reacciona de dos maneras: dando gracias a Dios y hablando del niño a todos los que aguardaban la liberación de Israel. Merece la pena que nos entretengamos en estas dos actitudes y en otra previa: la actitud de paciente espera.
Ana, en primer lugar, es una mujer que, como los pobres de Yahvé, sabe esperar activamente: No se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones.

¿No os parece que a menudo deseamos encontrarnos con Jesús sin apartarnos … de nuestros intereses, sin purificar nuestras expectativas en una oración confiada? Es muy fácil decir “Yo no veo a Jesús por ninguna parte”, cuando esas partes en las que no lo vemos son el territorio diminuto de nuestro pequeño mundo de intereses, preocupaciones. La oración paciente, día y noche, es como un colirio que limpia nuestros ojos para ver al Niño donde muchos sólo ven a un bebé como otro cualquiera.

Cuando Ana lo reconoce, da gracias a Dios. Todo regalo libera nuestra capacidad de agradecimiento. Hoy es uno de esos días en los que también nosotros podemos dar gracias a Dios por todos los signos visibles de su amor, por todos los Cristos que ha ido colocando en el camino de nuestra vida. Nuestra fe de hoy es, en buena medida, el fruto de estos regalos.

Ana, finalmente, habla del Niño. Lucas siempre acentúa este aspecto confesante de sus personajes. A mí no me gusta nada el testimonio cuando se convierte en una especie de “género literario”. Frases como “Y ahora fulano de tal va a dar testimonio” me producen sarpullido espiritual. Hablar del niño no es pasarse todo el día contando eso de “Yo era un sinvergüenza, alejado de la religión, pero cuando Cristo entró en mi vida, todo cambió”. Hay personas a las que estos relatos les emocionan. Es respetable. A mí me parecen casi siempre hinchados y huecos. Hablar del niño significa, sobre todo, hacer visible el gozo, la esperanza, el coraje, que todo encuentro con Jesús produce en el entramado de la vida cotidiana.

Fernando González, cmf

Lunes de II Navidad

Hoy es lunes, 30 de diciembre, tiempo de Navidad

Poder frenar un poco y hacer silencio en estos días, me ayuda a estar más cerca de todo lo que es verdaderamente importante. Más allá de todas las prisas, sonidos, luces. Me ayuda a darme cuenta de los momentos en que siento a Dios con más fuerza. Sé que es él quien me lanza a caminar siempre a su lado. Señor, enséñame el valor de la espera, de la confianza, de la entrega de cada día. Despiértame si me duermo, si no te espero, si no te veo. Para que aprenda a confiar y a velar.

La lectura de hoy es del evangelio de Lucas (Lc 2, 36-40):

En aquel tiempo, había una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana; de jovencita había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Acercándose en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén. Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba.

Hoy, la historia de Ana, la profetisa que aparece en el evangelio, hace que me fije en mi propia historia. Si hago una pequeña lectura de mi vida, descubro que yo también tengo límites, arrugas, heridas, dudas. Son cosas que en ocasiones siento como obstáculos para mi fe que forman parte de mi realidad de lo que yo soy. Me detengo un momento y traigo a la memoria algunos de ellos.

Qué cuesta arriba se hace la espera y la confianza cuando sólo pongo la mirada en los puntos más oscuros. Sin embargo el evangelio habla de un encuentro y de una acción de gracias. Mi vida también la forman aquellas cosas por las que doy gracias una y otra vez. Ya sean del pasado, del presente o del futuro. Escojo esos momentos y dejo que brote, una vez más, el agradecimiento concreto y profundo.

La espera de Ana cobra sentido. Sabe en quien ha puesto su confianza y que Dios no defrauda. al dar gracias siento que me pongo en camino y crecen en mí los deseos de hacer que otros puedan participar de esta alegría, de la esperanza que trae este niño. Quizás así entienda un poco mejor todo lo que ocurre. A los que esperaban la liberación de Jerusalén, ella les hablaba de un niño. ¿A quienes quiero llevar yo esa esperanza que siento al encontrarme con Jesús?

Me adentro en la lectura al volver a leer este pasaje. Quizás esta vez me es más fácil acercarme a esta mujer, o ponerme directamente en su lugar, en el momento del encuentro con el niño. La vida ahora es más palpable. La acción de gracias ya tiene palabras y pongo cara a aquellos a los que va dirigido el mensaje de esperanza.

Esperaré

Esperaré a que crezca el árbol
y me dé sombra.
Pero abonaré la espera con mis hojas secas.
Esperaré a que brote el manantial
y me dé agua.
Pero despejaré mi cauce
de memorias enlodadas.
Esperaré a que apunte
la aurora y me ilumine.
Pero sacudiré mi noche
de postraciones y sudarios.
Esperaré a que llegue
lo que no sé y me sorprenda.
Pero vaciaré mi casa de todo lo enquistado.
Y al abonar el árbol,
despejar el cauce,
sacudir la noche
y vaciar la casa,
la tierra y el lamento se abrirán a la esperanza.

Benjamín González Buelta, sj

Para ir cerrando este tiempo de oración, hablo con el Niño Dios de lo que ha brotado en este rato, de la dificultad de los momentos oscuros, de la gratitud de los momentos buenos, de la confianza, de la esperanza o de las ganas de compartirlo con otro. De todo lo que tengo dentro le hablo al ir despidiéndome.

Gloria al Padre,
y al Hijo,
y al Espíritu Santo.
Como era en el principio,
ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Laudes – Lunes I de Navidad

LAUDES
(Oración de la mañana)

INVOCACIÓN INICIAL

V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza

INVITATORIO

Ant. A Cristo, que por nosotros ha nacido, venid, adorémosle. 

Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.

Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Himno: NIÑO, QUE POR DARME VIDA

Niño, que por darme vida
te pusiste mi vestido,
bien que te viene nacido,
mas no es hecho a tu medida.

Aunque eres, si bien se apura,
tan grande como tu Padre,
hoy te da señora Madre
un vestido de criatura.

Traerásle toda la vida,
sin mudar otro vestido,
mas andarás encogido,
por ser hecho a mi medida.

No te vendrá nada holgado;
que, aunque paño baladí,
primero que dé de sí
le tendrás todo rasgado.

Y aun te costará la vida
el habértele vestido,
porque te traerá molido
el ser hecho a mi medida.

Al Mesías tributad,
que nos trajo salvación,
honor, gloria y bendición
por toda la eternidad. Amén.

SALMODIA

Ant 1. «¿A quién habéis visto, pastores? Hablad, contádnoslo, ¿quién se ha aparecido en la tierra?» «Hemos visto al recién nacido y a los coros de ángeles alabando al Señor.» Aleluya.

SALMO 62, 2-9 – EL ALMA SEDIENTA DE DIOS

¡Oh Dios!, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.

¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.

Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré de manjares exquisitos,
y mis labios te alabarán jubilosos.

En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. «¿A quién habéis visto, pastores? Hablad, contádnoslo, ¿quién se ha aparecido en la tierra?» «Hemos visto al recién nacido y a los coros de ángeles alabando al Señor.» Aleluya.

Ant 2. El ángel dijo a los pastores: «Os anuncio una gran alegría: hoy os ha nacido el Salvador del mundo.» Aleluya.

Cántico: TODA LA CREACIÓN ALABE AL SEÑOR – Dn 3,57-88.56

Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.

Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.

Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.

Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor.

Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.

Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.

Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.

Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.

Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.

Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.

Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor.

Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor.

Fieras y ganados, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Hijos de los hombres, bendecid al Señor;
bendiga Israel al Señor.

Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.

Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.

Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.

Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.

No se dice Gloria al Padre.

Ant. El ángel dijo a los pastores: «Os anuncio una gran alegría: hoy os ha nacido el Salvador del mundo.» Aleluya.

Ant 3. Hoy nos ha nacido un niño que se llamará Dios poderoso. Aleluya.

Salmo 149 – ALEGRÍA DE LOS SANTOS

Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey.

Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.

Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca
y espadas de dos filos en las manos:

para tomar venganza de los pueblos
y aplicar el castigo a las naciones,
sujetando a los reyes con argollas,
a los nobles con esposas de hierro.

Ejecutar la sentencia dictada
es un honor para todos sus fieles.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Hoy nos ha nacido un niño que se llamará Dios poderoso. Aleluya.

LECTURA BREVE   Is 9, 6

Un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado; lleva sobre sus hombros el señorío y será llamado: «Consejero admirable», «Dios poderoso», «Padre sempiterno» y «Príncipe de la paz».

RESPONSORIO BREVE

V. El Señor revela su salvación. Aleluya, aleluya.
R. El Señor revela su salvación. Aleluya, aleluya.

V. Los confines de la tierra la han contemplado.
R. Aleluya, aleluya.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. El Señor revela su salvación. Aleluya, aleluya.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Al nacer el Señor, los ángeles cantaban, diciendo: «La salvación es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero».

Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR      Lc 1, 68-79

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Al nacer el Señor, los ángeles cantaban, diciendo: «La salvación es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero».

PRECES

Oremos a Cristo, el Señor, en quien el Padre ha querido renovar todas las cosas, y digámosle:

Hijo amado de Dios, escucha nuestra oración.

Hijo de Dios, que en el principio estabas junto al Padre y, al llegar el tiempo señalado por él, quisiste nacer como hombre,
haz que todos nos amemos como hermanos.

Tú que te has hecho pobre para que, con tu pobreza, nosotros nos hagamos ricos y te anonadaste para que, con tu humillación, nosotros resucitáramos y llegáramos a participar de tu gloria,
haz que seamos anunciadores fieles de tu Evangelio.

Tú que nos has iluminado cuando vivíamos aún en tinieblas y en sombra de muerte,
concédenos también la santidad, la justicia y la paz.

Otórganos un corazón recto y sincero, que atienda siempre a tu palabra
y lleve a plenitud en nosotros y en todos los hombres tu plan de salvación.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Con el deseo de que la luz de Cristo ilumine a todos los hombres y que su amor se extienda por toda la tierra, pidamos al Padre que su reino venga a nosotros:

Padre nuestro…

ORACION

Concédenos, Dios todopoderoso, que el nacimiento de tu Hijo en nuestra carne mortal nos libre de la antigua servidumbre del pecado que pesa aún sobre nosotros. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén. 

Oficio de lecturas – Lunes I de Navidad

OFICIO DE LECTURA 

Si el Oficio de Lectura es la primera oración del día:

V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza

Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:

Ant. A Cristo, que por nosotros ha nacido, venid, adorémosle.


Si antes del Oficio de lectura se ha rezado ya alguna otra Hora:

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.



Himno: LA NOCHE ESTABA DEL SILENCIO EN MEDIO

La noche estaba del silencio en medio,
y las cosas suspensas, aguardando
de la dichosa hora el punto, cuando
reciba el mundo sin igual remedio.

Puso entre el hombre y Dios la Virgen medio,
su consentir humilde al ángel dando,
y el resplandor del Padre, así encarnando,
ya vecino al nacer confirma el medio.

María, de extremado gozo llena
y en vehemente ardor toda encendida,
pide que salga el Sol que la enamora.

Vistióse de blancura y luz serena,
y, sobre humanas fuerzas conmovida,
virgen y madre se mostró a la hora.

Gloria y loores por la eternidad
tribútense a la Santa Trinidad. Amén.

SALMODIA

Ant 1. La fidelidad brota de la tierra, y la justicia mira desde el cielo.

Salmo 84 – NUESTRA SALVACIÓN ESTÁ CERCA.

Señor, has sido bueno con tu tierra,
has restaurado la suerte de Jacob,
has perdonado la culpa de tu pueblo,
has sepultado todos sus pecados,
has reprimido tu cólera,
has frenado el incendio de tu ira.

Restáuranos, Dios salvador nuestro;
cesa en tu rencor contra nosotros.
¿Vas a estar siempre enojado,
o a prolongar tu ira de edad en edad?

¿No vas a devolvernos la vida,
para que tu pueblo se alegre contigo?
Muéstranos, Señor, tu misericordia
y danos tu salvación.

Voy a escuchar lo que dice el Señor:
«Dios anuncia la paz
a su pueblo y a sus amigos
y a los que se convierten de corazón.»

La salvación está ya cerca de sus fieles,
y la gloria habitará en nuestra tierra;
la misericordia y la fidelidad se encuentran,
la justicia y la paz se besan;

la fidelidad brota de la tierra,
y la justicia mira desde el cielo;
el Señor dará la lluvia,
y nuestra tierra dará su fruto.

La justicia marchará ante él,
la salvación seguirá sus pasos.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. La fidelidad brota de la tierra, y la justicia mira desde el cielo.

Ant 2. La misericordia y la fidelidad te preceden, Señor.

Salmo 88, 2-30 – I

Cantaré eternamente las misericordias del Señor,
anunciaré tu fidelidad por todas las edades.
Pues dijiste: «Cimentado está por siempre mi amor,
asentada más que el cielo mi lealtad.»

Sellé una alianza con mi elegido,
jurando a David, mi siervo:
«Te fundaré un linaje perpetuo,
edificaré tu trono para todas las edades.»

El cielo proclama tus maravillas, Señor,
y tu fidelidad, en la asamblea de los ángeles.
¿Quién sobre las nubes se compara a Dios?
¿Quién como el Señor entre los seres divinos?

Dios es temible en el consejo de los ángeles,
es grande y terrible para toda su corte.
Señor de los ejércitos, ¿quién como tú?
El poder y la fidelidad te rodean.

Tú domeñas la soberbia del mar
y amansas la hinchazón del oleaje;
tú traspasaste y destrozaste a Rahab,
tu brazo potente desbarató al enemigo.

Tuyo es el cielo, tuya es la tierra;
tú cimentaste el orbe y cuanto contiene;
tú has creado el norte y el sur,
el Tabor y el Hermón aclaman tu nombre.

Tienes un brazo poderoso:
fuerte es tu izquierda y alta tu derecha.
Justicia y derecho sostienen tu trono,
misericordia y fidelidad te preceden.

Dichoso el pueblo que sabe aclamarte:
caminará, ¡oh Señor!, a la luz de tu rostro;
tu nombre es su gozo cada día,
tu justicia es su orgullo.

Porque tú eres su honor y su fuerza,
y con tu favor realzas nuestro poder.
Porque el Señor es nuestro escudo,
y el Santo de Israel nuestro rey.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. La misericordia y la fidelidad te preceden, Señor.

Ant 3. Él me invocará: «Tú eres mi padre.» Aleluya.

Salmo 88, 2-30 – II

Un día hablaste en visión a tus amigos:
«He ceñido la corona a un héroe,
he levantado a un soldado sobre el pueblo.»

Encontré a David, mi siervo,
y lo he ungido con óleo sagrado;
para que mi mano esté siempre con él
y mi brazo lo haga valeroso;

no lo engañará el enemigo
ni los malvados lo humillarán;
ante él desharé a sus adversarios
y heriré a los que lo odian.

Mi fidelidad y misericordia lo acompañarán,
por mi nombre crecerá su poder:
extenderé su izquierda hasta el mar,
y su derecha hasta el Gran Río.

Él me invocará: «Tú eres mi padre,
mi Dios, mi Roca salvadora»;
y yo lo nombraré mi primogénito,
excelso entre los reyes de la tierra.

Le mantendré eternamente mi favor,
y mi alianza con él será estable;
le daré una posteridad perpetua
y un trono duradero como el cielo.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Él me invocará: «Tú eres mi padre.» Aleluya.

V. El Señor. Aleluya.
R. Revela su salvación. Aleluya. 

PRIMERA LECTURA

Del libro del Cantar de los cantares 1, 11–2, 7

>DIALOGO ENTRE EL ESPOSO Y LA ESPOSA: ENTRE CRISTO Y LA IGLESIA

Mientras el rey estaba en su diván, mi nardo despedía su perfume. Mi amado es para mí una bolsa de mirra que descansa en mis pechos; mi amado es para mí como un ramo florido de ciprés de los jardines de Engadí.

¡Qué hermosa eres, mi amada, qué hermosa eres! Tus ojos son de paloma.

¡Qué hermoso eres, mi amado, qué dulzura y qué hechizo! Nuestra cama es de frondas, y las vigas de casa son de cedro, y el techo de cipreses.

Soy un narciso de Sarón, una azucena de las vegas.

Azucena entre espinas es mi amada entre las muchachas.

Manzano entre los árboles silvestres, mi amado entre los jóvenes: a su sombra quisiera sentarme y comer de sus frutos sabrosos. Me ha llevado a su bodega y contra mí enarbola su bandera de amor. Dadme fuerzas con pasas y vigor con manzanas: ¡Desfallezco de amor! Pone la mano izquierda bajo mi cabeza y me abraza con la derecha.

¡Muchachas de Jerusalén, por las ciervas y las gacelas de los campos, os conjuro que no vayáis a molestar, que no despertéis al amor, hasta que él quiera!

RESPONSORIO    Ct 2, 3; Sal 15, 11

R. A la sombra de mi amado quisiera sentarme * y comer de sus frutos sabrosos.
V. Me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a tu derecha.
R. y comer de sus frutos sabrosos.

SEGUNDA LECTURA

Del Tratado de san Hipólito, presbítero, Refutación de todas las herejías
(Cap. 10, 33-34: PG 16, 3452-3453)

>EL VERBO HECHO CARNE NOS DEIFICA

No fundamentamos nuestra fe en palabras vanas ni nos dejamos arrastrar por los impulsos del corazón ni nos seduce la suavidad de palabras persuasivas, sino que nuestra fe se apoya en las palabras pronunciadas por el poder divino.

Dios confió estas palabras al Verbo, y el Verbo las profirió para apartar al hombre de la desobediencia, no coaccionándolo por fuerza como si se tratara de un esclavo,

sino llamándolo para que lo siguiera libre y voluntariamente.

Al fin de los tiempos el Padre envió al Verbo -pues ya no quería hablar por medio de los profetas ni ser anunciado en figuras-, ordenándole que se manifestara en forma visible, para que el mundo al verlo pudiera ser salvado.

Sabemos que este Verbo tomó un cuerpo de la Virgen y que hizo del hombre viejo una nueva creación. Sabemos que fue plasmado de nuestra misma substancia; porque si hubiera obrado de otro modo en vano nos mandaría que lo imitáramos como a un maestro.

En efecto, si este hombre hubiera sido formado de una substancia distinta de la nuestra, ¿cómo podría mandarme tales cosas a mí, que nací débil? ¿Cómo podríamos, en tal caso, decir que él es bueno y justo?

Para que no lo creyéramos diferente de nosotros, soportó fatigas, quiso tener hambre y no rehusó tener sed, tuvo necesidad de descanso, no rechazó los sufrimientos de la pasión, se sometió a la muerte y quiso manifestarnos su resurrección. En todo esto ofreció su humanidad como primicias, para que tú, en medio de los sufrimientos, no te desanimes, sino que, recordando tu condición de hombre, esperes recibir, también tú, lo que Dios quiso darle a él.

Cuando ya contemples a Dios tal cual es, tendrás un cuerpo inmortal e incorruptible, como el alma, y poseerás el reino de los cielos, tú, que, viviendo en la tierra, conociste al Rey celestial; participarás de la felicidad de Dios, serás coheredero de Cristo y ya no estarás sujeto a las pasiones ni a las enfermedades, porque habrás sido hecho semejante a Dios.

Todos los males que soportaste en cuanto hombre, Dios te los envió precisamente porque eres hombre; en cambio, todo aquello que es propio de Dios, él prometió dártelo cuando seas divinizado y alcances la inmortalidad. Conócete, pues, a ti mismo, reconociendo al Dios que te hizo; pues conocer a Dios y ser conocido por él corresponde a aquel que ha sido llamado por Dios.

Por tanto no discutáis entre vosotros ni dudéis en volver a él. Cristo es Dios por encima de todas las cosas; él quiso borrar el pecado de los hombres renovando al hombre viejo, que él había creado a su imagen desde el comienzo, manifestándote, de este modo, el amor que tiene por ti. Si obedeces sus mandatos y, por tu bondad, imitas al que es bueno, llegarás a ser semejante a él, y él te honrará; pues no es mezquino el Dios que te ha hecho dios para su gloria.

RESPONSORIO    1Jn 1, 14; Ba 3, 38

R. La Palabra se hizo carne y puso su morada entre nosotros; * y hemos visto su gloria, gloria que recibe del Padre, como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.
V. Apareció en la tierra y convivió entre los hombres.
R. y hemos visto su gloria, gloria que recibe del Padre, como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.

Himno: SEÑOR, DIOS ETERNO

Señor, Dios eterno, alegres te cantamos,
a ti nuestra alabanza,
a ti, Padre del cielo, te aclama la creación.

Postrados ante ti, los ángeles te adoran
y cantan sin cesar:

Santo, santo, santo es el Señor,
Dios del universo;
llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.

A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles,
la multitud de los profetas te enaltece,
y el ejército glorioso de los mártires te aclama.

A ti la Iglesia santa,
por todos los confines extendida,
con júbilo te adora y canta tu grandeza:

Padre, infinitamente santo,
Hijo eterno, unigénito de Dios,
santo Espíritu de amor y de consuelo.

Oh Cristo, tú eres el Rey de la gloria,
tú el Hijo y Palabra del Padre,
tú el Rey de toda la creación.

Tú, para salvar al hombre,
tomaste la condición de esclavo
en el seno de una virgen.

Tú destruiste la muerte
y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.

Tú vives ahora,
inmortal y glorioso, en el reino del Padre.

Tú vendrás algún día,
como juez universal.

Muéstrate, pues, amigo y defensor
de los hombres que salvaste.

Y recíbelos por siempre allá en tu reino,
con tus santos y elegidos.

La parte que sigue puede omitirse, si se cree oportuno.

Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice a tu heredad.

Sé su pastor,
y guíalos por siempre.

Día tras día te bendeciremos
y alabaremos tu nombre por siempre jamás.

Dígnate, Señor,
guardarnos de pecado en este día.

Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.

Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.

A ti, Señor, me acojo,
no quede yo nunca defraudado. 

ORACIÓN.

OREMOS,
Concédenos, Dios todopoderoso, que el nacimiento de tu Hijo en nuestra carne mortal nos libre de la antigua servidumbre del pecado que pesa aún sobre nosotros. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén

CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios. 

Vísperas – 29 de diciembre

II VÍSPERAS
(Oración de la tarde)

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno: AL CAER DE LA TARDE

Al caer de la tarde,
toda la casa
era aromas de vino
y tierna hogaza.
Mientras, la Madre
era un ánfora llena
de sus pesares.

Al caer de la tarde,
la Madre hilaba
con aquellas sus manos
de virgen casta.
Mientras, el Niño
soñaba que soñaba
lirios y espinos.

Al caer de la tarde,
en el silencio,
aserraban las sierras
del carpintero.
José pensaba
que era el padre dichoso
de la Palabra.

Al caer de la tarde,
Señor, atiende
la amargura infinita
que el mundo tiene.
Colma el vacío
de esta familia humana
sin tu cariño. Amén.

SALMODIA

Ant 1. Al cabo de tres días hallaron a Jesús en el templo, sentado en medio de los doctores, escuchándolos y haciéndoles preguntas.

Salmo 121 LA CIUDAD SANTA DE JERUSALÉN

¡Qué alegría cuando me dijeron:
«Vamos a la casa del Señor»!
Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén.

Jerusalén está fundada
como ciudad bien compacta.
Allá suben las tribus,
las tribus del Señor,

según la costumbre de Israel,
a celebrar el nombre del Señor;
en ella están los tribunales de justicia
en el palacio de David.

Desead la paz a Jerusalén:
«Vivan seguros los que te aman,
haya paz dentro de tus muros,
seguridad en tus palacios.»

Por mis hermanos y compañeros,
voy a decir:. «La paz contigo.»
Por la casa del Señor, nuestro Dios,
te deseo todo bien.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Al cabo de tres días hallaron a Jesús en el templo, sentado en medio de los doctores, escuchándolos y haciéndoles preguntas.

Ant 2. Jesús bajó a Nazaret con sus padres, y vivía sumiso a ellos.

Salmo 126 – EL ESFUERZO HUMANO ES INÚTIL SIN DIOS.

Si el Señor no construye la casa,
en vano se cansan los albañiles;
si el Señor no guarda la ciudad,
en vano vigilan los centinelas.

Es inútil que madruguéis,
que veléis hasta muy tarde,
los que coméis el pan de vuestros sudores:
¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!

La herencia que da el Señor son los hijos;
una recompensa es el fruto de las entrañas:
son saetas en mano de un guerrero
los hijos de la juventud.

Dichoso el hombre que llena
con ellas su aljaba:
no quedará derrotado cuando litigue
con su adversario en la plaza.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Jesús bajó a Nazaret con sus padres, y vivía sumiso a ellos.

Ant 3. Jesús fue progresando en perfección intelectual y física, y en gracia ante Dios y ante los hombres.

EL PLAN DIVINO DE SALVACIÓN – Ef 1, 3-10

Bendito sea Dios,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en la persona de Cristo
con toda clase de bienes espirituales y celestiales.

El nos eligió en la persona de Cristo,
antes de crear el mundo,
para que fuésemos consagrados
e irreprochables ante él por el amor.

Él nos ha destinado en la persona de Cristo,
por pura iniciativa suya,
a ser sus hijos,
para que la gloria de su gracia,
que tan generosamente nos ha concedido
en su querido Hijo,
redunde en alabanza suya.

Por este Hijo, por su sangre,
hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia
ha sido un derroche para con nosotros,
dándonos a conocer el misterio de su voluntad.

Éste es el plan
que había proyectado realizar por Cristo
cuando llegase el momento culminante:
hacer que todas las cosas tuviesen a Cristo por cabeza,
las del cielo y las de la tierra.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Jesús fue progresando en perfección intelectual y física, y en gracia ante Dios y ante los hombres.

LECTURA BREVE   Flp 2, 6-7

Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios, al contrario, se anonadó a sí mismo, y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos.

RESPONSORIO BREVE

V. Debía ser semejante en todo a sus hermanos, para poderse apiadar de ellos.
R. Debía ser semejante en todo a sus hermanos, para poderse apiadar de ellos.

V. Apareció en la tierra y convivió entre los hombres.
R. Para poderse apiadar de ellos.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Debía ser semejante en todo a sus hermanos, para poderse apiadar de ellos.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. «Hijo mío, ¿por qué te has portado así con nosotros? Tu padre y yo te buscábamos llenos de angustia.» «¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que debo estar en la casa de mi Padre?»

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. «Hijo mío, ¿por qué te has portado así con nosotros? Tu padre y yo te buscábamos llenos de angustia.» «¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que debo estar en la casa de mi Padre?»

PRECES

Adoremos a Cristo, Hijo del Dios vivo, que quiso ser también hijo de una familia humana, y aclamémoslo, diciendo:

Tú eres, Señor, el modelo y el salvador de los hombres.

Cristo Jesús, por el misterio de tu sumisión a María y a José,
enséñanos a respetar y a obedecer a los que nos gobiernan legítimamente.

Tú que amaste a tus padres y fuiste amado por ellos,
afianza a todas las familias en el amor y la concordia.

Tú que estuviste siempre atento a las cosas de tu Padre,
haz que Dios sea honrado en todas las familias.

Tú que quisiste que tus padres, angustiados, te encontraran al cabo de tres días en la casa de tu Padre,
enséñanos a buscar siempre primero el reino de Dios y su justicia.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Tú que has dado parte en tu gloria a María y a José,
admite también a nuestros difuntos en la familia de los santos.

Alegres porque Jesucristo nos ha hecho hijos de Dios, digamos:

Padre nuestro…

ORACION

Dios nuestro, que has querido darnos en la Sagrada Familia ejemplos preclaros de virtudes domésticas, concédenos saber imitar su vida y su amor recíproco, para que un día podamos ir a disfrutar con ella de la alegría eterna de tu morada. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén. 

Lc 2, 16-21

El evangelio de hoy es continuación del texto leído en Nochebuena y nos narra la visita de los pastores al niño. Para entenderlo correctamente hay que presuponer el anuncio de los ángeles a los pastores (2,8- 14) que les pone en movimiento y que ellos tienen presente, y hacia el cual el texto reenvía expresamente: “tal y como les habían dicho” (2,20). Remitimos por tanto a ese comentario para situarnos.

Los pastores parten deprisa, como luego reaccionará Zaqueo ante el encuentro con el Señor (19,6). Encuentran a María, a José y al niño, y narran todo lo que les ha sido comunicado sobre el niño, es decir, revelan su identidad: Salvador, Mesías, Señor (cf. 2,11). La admiración que su relato genera a su alrededor es producto en el tercer evangelio de la acción de Dios (1,63; 2,33; 4,22; 7,9; 8,25; 9,43, etc.). Visto el agudo contraste entre la realidad del establo y el pesebre por un lado, y el mensaje tanto de los pastores ahora como antes del ángel Gabriel (cf. 1,26ss), es normal que María guarde “todas las cosas” en su corazón (2,19). La palabra griega puede significar tanto cosas como palabras.

Lucas narra así cómo Dios actúa en los acontecimientos humanos incluso cuando la apariencia parecería negarlo. Es típico del evangelista: en Jesús se cumple el acto salvífico definitivo de Dios, se entrelazan la gloria y el abajamiento, los ejércitos de ángeles acompañan a un nacimiento miserable, el niño combina pobreza presente y poder futuro. Dios viene en la historia pero la historia requiere interpretación por la palabra, en este caso comunicada por los ángeles a los pastores (cf. 2,14) y repetida por éstos.

El v. 21, que queda de alguna manera aislado, nos cuenta la circuncisión del niño como antes se contó la de Juan (cf. 1,59) siguiendo el paralelismo entre las dos figuras que marca los dos primeros capítulos del evangelio. La circuncisión al octavo día ya aparece en Gn 17,12; 21,4; Lv 12,3. En el judaísmo se solía dar el nombre de abuelo, pero también el del padre si estaba enfermo. En el AT no se vincula el nombre a la circuncisión, costumbre que aparece en el judaísmo tardío y del que estos dos pasajes de Lucas serían el primer testimonio. El niño se llama como Dios quiere. La familia de Jesús aparece como una familia judía piadosa y el niño se inserta en el judaísmo por medio de la circuncisión, signo de fidelidad y de la alianza de Dios (cf. Gn 17,10).

Pablo Alonso Vicente 

Gál 4, 4-7

Por paradójico que parezca, para leer bien a Pablo es preciso “aislarlo” de la perspectiva evangélica, que es desde donde se le suele leer. Parece que Pablo no ha tenido acceso a ninguno de los evangelios o relatos similares. Por lo tanto, su visión es más “primitiva” que la de los mismos textos evangélicos. De ahí que se pueda decir que, como él mismo afirma, es portador de “una tradición anterior”. Ésta no ha entrado aún en los moldes del teísmo. Luego, al principio, la comprensión de Jesús no estaba cargada de teísmo. Pero Pablo, al elaborar una espiritualidad de proximidad total de identificación entre Jesús y Dios, al proponer una experiencia espiritual de Dios de una intensidad única arriesgaba el abrir la puerta a un modo teísta de mirar el hecho histórico de Jesús.

Cuando Gálatas dice que Jesús es un “nacido de mujer, nacido bajo la Ley” está asentando su verdad histórica: pertenece totalmente a la historia, no viene de ningún lado ajeno a esa misma historia y, por lo mismo, hará parte de tal historia para siempre. Esta seriedad histórica, este hacer parte de lo nuestro como toda creatura que viene a esta historia, es algo que siempre habrá que mantener en el imaginario sobre Jesús y su obra de salvación.

Del mismo, resulta necesario afirmar con toda seriedad que “la adopción” que el hacer parte de la historia de Jesús nos acarrea y que nos hace hijos de Dios tiene un contenido igualatorio: por adopción se nos hace hijos como Jesús. El acento no está puesto en la diferencia (Jesús es “verdadero” hijo, nosotros “adoptivos”, de segundo orden), sino en la igualdad. La similar pertenencia histórica es la que nos hace hijos por el amor del Padre que se vierte a quien pertenece a la historia.

Por eso mismo, podemos decir el grito de la filialidad “Abba”, la manera como nombran a Dios los verdaderos hijos porque lo son de verdad. Solamente en Mc 14,36 y aquí se consigna esta manera cálida, afectiva, honda de denominar a Dios. El Espíritu del Hijo, la herencia entregada a la comunidad, es la que nos capacita y anima para creer que esto es así, que nuestra pertenencia a la familia de Jesús es total.

La prueba de que esto no es una fantasía es que heredamos como Jesús: “eres heredero por voluntad de Dios”. En las sociedades antiguas el tema de las herencias estaba muy controlado para evitar la dispersión del patrimonio familiar. Dios no tiene empacho en hacer heredera a toda creatura, igual que Jesús, porque la acogida en la familia ha sido como la de Jesús. Por “la mujer”, María, ha funcionado históricamente este hermoso mecanismo. Siempre le estaremos agradecidos, por su fe y por su maternidad.

Fidel Aizpurúa Donázar 

Num 6, 22-27

El texto en su contexto.

La lectura con la que inauguramos el año está tomada de un libro poco conocido, el de los Números, que toma su nombre griego (Arithmoi = Números) de los censos del pueblo que realiza Moisés en su camino hacia la tierra prometida. En el contexto más amplio de la teofanía del Sinaí, «marco teológico» de las relaciones de Dios con Israel, el Señor se revela como «favor», «gracia» y «paz para su pueblo». En su origen se trataría de una fórmula litúrgica estructurada sobre la triple invocación del nombre del Señor; triple invocación en su origen, si bien en el texto sólo se nombra dos veces al «Señor».

El texto en la historia de la salvación.

Tres elementos a tener en cuenta: la bendición, el favor y la paz que conceden Dios. La bendición de Dios se manifiesta en la contemplación del rostro divino; este deseo recorre toda la teología bíblica; es el deseo de entrar en intimidad con él, de hacer experiencia de su salvación. El segundo elemento es el favor (la gracia) de Dios que el sacerdote implora que descienda sobre el orante, dando así primacía a que la verdadera experiencia religiosa parte siempre de una iniciativa divina. El tercer elemento es la paz, (shalom), don que abarca toda la vida, y que va de la mano de la prosperidad.

Palabra de Dios para nosotros: sentido y celebración litúrgica.

Conocida como la «bendición de Aarón», estas palabras atraviesan la experiencia del pueblo de Israel y se abre camino en la vivencia cristiana enmarcando cada año nuevo. «Gracia y paz» dice san Pablo al comienzo de sus cartas. «Favor y paz», todas las bendiciones, todos los deseos de una vida conforme a la voluntad de Dios, son la súplica de Aarón y sus descendientes sobre el pueblo. La Iglesia quiere abrir el año con este pórtico de bendición que nos regala el Antiguo Testamento. Late un mismo deseo: la bendición de Dios a cada una de las criaturas que él ha creado y que sigue sosteniendo en su amor. Una bendición que se hace palpable en la contemplación del «rostro» divino. Para los cristianos el rostro de Dios no es informe, abstracto u oculto, sino que se nos ha revelado en la persona de Jesús, su Hijo amado. Así lo contemplamos en el misterio de la Navidad.

Pedro Fraile Yécora