Martes II de Tiempo Ordinario

Hoy es martes, 21 de enero

Hoy es un día más, uno de tantos. Un martes cualquiera para casi todos. Y por ello es lugar de encuentro privilegiado con el Señor de la vida, de la historia. Señor del devenir cotidiano de las horas, las semanas, los meses. Desde su encarnación, recientemente celebrada, lo ordinario adquiere un sentido extraordinario. Comienza este espacio de oración dispuesto a encontrarte con la novedad y sorpresa de Dios en tu vida cotidiana. Que hoy te invita a adentrarte en el sentido del descanso. Sí, hoy martes.

La lectura de hoy es del evangelio de Marcos (2, 23-28):

Un sábado, atravesaba el Señor un sembrado; mientras andaban, los discípulos iban arrancando espigas.

Los fariseos le dijeron: «Oye, ¿por qué hacen en sábado lo que no está permitido?»

Él les respondió: «¿No habéis leído nunca lo que hizo David, cuando él y sus hombres se vieron faltos y con hambre? Entró en la casa de Dios, en tiempo del sumo sacerdote Abiatar, comió de los panes presentados, que sólo pueden comer los sacerdotes, y les dio también a sus compañeros.»

Y añadió: «El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado; así que el Hijo del hombre es señor también del sábado.»

Otra vez los fariseos contra Jesús. Hoy el motivo es el descanso del sábado. Los fariseos se escandalizan, porque los discípulos, arrancan espigas y las estrujan para comerlas. Los fariseos piensan que ésa es una actividad no permitida en sábado, porque la equiparaban a la siega, que estaba prohibida. Jesús vuelve a salir en defensa de los suyos y les recuerda el caso de David que dio a los soldados hambrientos los panes consagrados del templo que sólo podían comer los sacerdotes, donde queda claro que cualquier ley ha de estar al servicio del hombre y no al revés: “El sábado se hizo para el hombre, y no el hombre para el sábado”. Por eso Jesús cumple con el descanso del sábado, pero, cuando es preciso, en sábado hace obras a favor de los  necesitados: sana enfermos, expulsa demonios, predica. Es lógico: Dios, que es amor, pone siempre a la persona en primer lugar… Es lo que hacías tú, Señor. Y yo, por el contrario, ¡qué fácilmente encuentro excusas para no atender al hermano necesitado! Y no precisamente por cumplir la ley, sino por comodidad, por pereza… o por no sé qué.

Dice también Jesús de él mismo: “el Hijo del hombre es señor también del sábado”. Como se muestra señor de la enfermedad, y sana, y señor del pecado, y perdona, y de los espíritus inmundos, y los expulsa, así también es señor del sábado y lo puede interpretar. Con ello declara que él es el Hijo de Dios, que conoce la voluntad del Padre, para quien lo primero es el hombre necesitado… Señor, que aprenda de ti a poner al hermano necesitado por delante de todo. Que no me contente con cumplir la ley. Normalmente me siento con la conciencia tranquila, porque pienso: he cumplido lo mandado, no he quebrantado ningún mandamiento ni ninguna otra norma. Bien, Pero ¿he ayudado al hermano necesitado, o lo he dejado con la mano tendida, esperando mi ayuda y que lo alivie en su necesidad? Señor, menos ley y más amor es lo que nos hace falta a muchos cristianos. Ilumíname para que lo comprenda.

Los fariseos se mostraban tan celosos cumplidores de la ley que andaban por la vida escandalizándose cuando otros no la cumplían, y los juzgaban y condenaban. Diríamos que cumplían la ley, pero “fusilaban” la caridad, que era lo más importante. ¿No caigo yo a veces en ese pecado? Juzgo y condeno con demasiada facilidad a los demás, porque no cumplen alguna norma, es decir, defiendo la ley, pero haciendo añicos la caridad. Señor, hazme menos legalista, menos “juez” y más hermano; dame un corazón más misericordioso con los demás: que me importe más la caridad que la ley.

En este momento se me invita a volver a leer el texto del evangelio. Contemplando a Jesús. Él sabe colocar y ubicar las cosas, las personas y los acontecimientos en su justo lugar y desde ahí, atenderlo. El sábado es día de descanso para estar más  sereno, más cerca, más accesible a los que me necesitan.

Termino este rato de oración dando gracias al Señor por el don de la vida, de la historia. Por el trabajo y el descanso merecido y necesario para situarme en la vida. Doy gracias porque cada día puedo apoyarme en él descansadamente, recobrar una mirada de esperanza. Esa vida que nos hace próximos y compasivos, accesibles y hermanos. Y agradezco caminar con los pies en la tierra, pero danzando la vida cotidiana desde el Señor, con el Señor y en el Señor.

¡Oh Dios, cuya fidelidad no se desdice,
bendito sea tu nombre!
Tú llevas a término tu proyecto de alianza,
y se anuncian ya para nosotros los últimos tiempos.
Santifica nuestra vida de cada día,
y haz que sea para nosotros primicia de la vida eterna.