Vísperas – Sábado XVIII de Tiempo Ordinario

LA TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR. (FIESTA)

VÍSPERAS
(Oración de la tarde)

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno: EN LA CUMBRE DEL MONTE.

En la cumbre del monte,
su cuerpo de barro
se vistió de soles.

En la cumbre del monte,
su veste de nieve
se cuajó de flores.

En la cumbre del monte,
excelso misterio:
Cristo, Dios y hombre.

En la cumbre del monte,
a la fe se abrieron
nuestros corazones. Amén.

SALMODIA

Ant 1. Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los llevó aparte a un alto monte, y se transfiguró en su presencia.

Salmo 109, 1-5. 7 – EL MESÍAS, REY Y SACERDOTE.

Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies.»

Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.

«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora.»

El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno
según el rito de Melquisedec.»

El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.

En su camino beberá del torrente,
por eso levantará la cabeza.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los llevó aparte a un alto monte, y se transfiguró en su presencia.

Ant 2. Una nube brillante los envolvió y de la nube salió una voz que dijo: «Éste es mi Hijo amado, en quién tengo mis complacencias».

Salmo 120 – EL GUARDIÁN DEL PUEBLO.

Levanto mis ojos a los montes:
¿de dónde me vendrá el auxilio?
El auxilio me viene del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.

No permitirá que resbale tu pie,
tu guardián no duerme;
no duerme ni reposa
el guardián de Israel.

El Señor te guarda a su sombra,
está a tu derecha;
de día el sol no te hará daño,
ni la luna de noche.

El Señor te guarda de todo mal,
él guarda tu alma;
el Señor guarda tus entradas y salidas,
ahora y por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Una nube brillante los envolvió y de la nube salió una voz que dijo: «Éste es mi Hijo amado, en quién tengo mis complacencias».

Ant 3. Cuando bajaban del monte, les dio Jesús esta orden: «A nadie deis a conocer esta visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos». Aleluya.

Cantico: ALABAD AL SEÑOR, TODAS LAS NACIONES – Cf. 1Tm 3,16

R. Alabad al Señor, todas las naciones.

Cristo, manifestado en fragilidad humana,
santificado por el Espíritu.

R. Alabad al Señor, todas las naciones.

Cristo, mostrado a los ángeles,
proclamado a los gentiles.

R. Alabad al Señor, todas las naciones.

Cristo, objeto de fe para el mundo,
elevado a la gloria.

R. Alabad al Señor, todas las naciones.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Cuando bajaban del monte, les dio Jesús esta orden: «A nadie deis a conocer esta visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos». Aleluya.

LECTURA BREVE Rm 8, 16-17

El mismo Espíritu se une a nosotros para testificar que somos hijos de Dios; y, si somos hijos, también somos herederos: herederos de Dios y coherederos de Cristo, si es que padecemos juntamente con Cristo, para ser glorificados juntamente con él.

RESPONSORIO BREVE

V. Honor y majestad lo preceden. Aleluya, aleluya.
R. Honor y majestad lo preceden. Aleluya, aleluya.

V. Fuerza y esplendor están en su templo.
R. Aleluya, aleluya.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Honor y majestad lo preceden. Aleluya, aleluya.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Al oír la voz, los discípulos cayeron sobre sus rostros, sobrecogidos de temor; pero Jesús se llegó a ellos y, tocándolos con la mano, les dijo: «Levantaos, no tengáis miedo». Aleluya.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Al oír la voz, los discípulos cayeron sobre sus rostros, sobrecogidos de temor; pero Jesús se llegó a ellos y, tocándolos con la mano, les dijo: «Levantaos, no tengáis miedo». Aleluya.

PRECES

Acudamos a nuestro Salvador, maravillosamente transfigurado ante sus discípulos en el monte santo, y digámosle con fe:

Ilumina, Señor, nuestras tinieblas.

Oh Cristo, que, antes de entregarte a la pasión, quisiste manifestar en tu cuerpo transfigurado la gloria de la resurrección futura, te pedimos por la Iglesia que sufre:
que, en medio de las dificultades del mundo, viva transfigurada por la esperanza de tu victoria.

Cristo, Señor nuestro, que tomando a Pedro, Santiago y Juan los llevaste contigo a un monte alto, te pedimos por el papa Francisco y por los obispos:
que, llenos de aquella paz y alegría que son fruto de la esperanza en la resurrección, sirvan fielmente a tu pueblo.

Cristo Jesús, que desde el monte santo hiciste brillar tu rostro sobre Moisés y Elías, te pedimos por Israel, el pueblo que hiciste tuyo desde tiempos antiguos:
concédele que alcance la plenitud de la redención.

Cristo, esperanza nuestra, que iluminaste al mundo entero cuando sobre ti amaneció la gloria del Creador, te pedimos por todos los hombres de buena voluntad:
haz que caminen siempre siguiendo el resplandor de tu luz.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Cristo, Salvador nuestro, que transformarás nuestro frágil cuerpo en cuerpo glorioso como el tuyo, te pedimos por nuestros hermanos difuntos:
transfórmalos a imagen tuya y admítelos ya en tu gloria.

Llenos de esperanza, oremos al Padre como Cristo nos enseñó:

Padre nuestro…

ORACION

Señor Dios, que en la gloriosa transfiguración de Jesucristo confirmaste los misterios de la fe con el testimonio de Moisés y de Elías, y nos hiciste entrever en la gloria de tu Hijo la grandeza de nuestra definitiva adopción filial, haz que escuchemos siempre la voz de tu Hijo amado y lleguemos a ser un día sus coherederos en la gloria. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

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Lectio Divina – 6 de agosto

Lectio: Sábado, 6 Agosto, 2016

La Transfiguración de Jesús: la cruz en el horizonte
La pasión que conduce a la gloria

Marco 9:2-10

1. Oración inicial

Señor Jesús, envía tu Espíritu, para que Él nos ayude a leer la Biblia en el mismo modo con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús. Con la luz de la Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de Dios en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz, que parecía ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y resurrección. 

Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren. Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús, podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo pedimos a Ti, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu. Amén.

2. Lectura

a) Clave de lectura:

En esta solemnidad, la Iglesia medita sobre la Transfiguración de Jesús delante de tres de sus discípulos que con Él subieron a la montaña. La Transfiguración acontece después del primer anuncio de la Muerte de Jesús (Lc 9,21-22). Este anuncio había dejado confundidos a los dos discípulos y sobre todo a Pedro. Observemos de cerca, en sus mínimos detalles, el texto que nos describe la transfiguración de modo que nos demos cuenta cómo esta experiencia diversa de Jesús ha podido ayudar a los discípulos a vencer y superar la crisis en la que se hallaban. En el curso de la lectura tratemos de estar atentos a cuanto sigue:¿Cómo sucede la transfiguración y cuál es la reacción de los discípulos ante estaMarco 9:2-10experiencia?

b) Una división del texto para ayudarnos en su lectura:

Marcos 9,2-4: La Transfiguración de Jesús delante sus discípulos
Marcos 9,5-6: La reacción de Pedro ante la transfiguración
Marcos 9,7-8: La palabra del cielo que explica el sentido de la Transfiguración
Marcos 9,9-10: Mantener el secreto de lo que vieron

c) Texto:

2 Seis días después, toma Jesús consigo a Pedro, Santiago y Juan, y los lleva, a ellos solos, aparte, a un monte alto. Y se transfiguró delante de ellos, 3 y sus vestidos se volvieron resplandecientes, muy blancos, tanto que ningún batanero en la tierra sería capaz de blanquearlos de ese modo. 4 Se les aparecieron Elías y Moisés, y conversaban con Jesús. 5 Toma la palabra Pedro y dice a Jesús: «Rabbí, bueno es estarnos aquí. Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías»; 6 -pues no sabía qué responder ya que estaban atemorizados-. 7 Entonces se formó una nube que les cubrió con su sombra, y vino una voz desde la nube: «Este es mi Hijo amado, escuchadle.» 8 Y de pronto, mirando en derredor, ya no vieron a nadie más que a Jesús solo con ellos.
9 Y cuando bajaban del monte les ordenó que a nadie contasen lo que habían visto hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. 10 Ellos observaron esta recomendación, discutiendo entre sí qué era eso de «resucitar de entre los muertos.»

3. Un momento de silencio orante

para que la Palabra de Dios pueda entrar en nosotros e iluminar nuestra vida.

4. Algunas preguntas

para ayudarnos en la meditación y en la oración.

a) ¿Cuál es el punto de este texto que te ha gustado más y que ha llamado más tu atención?
b) ¿Cómo sucede la transfiguración y cuál es la reacción de los discípulos ante esta experiencia?
c) ¿Por qué el texto presenta a Jesús con vestidos resplandecientes mientras habla con Moisés y con Elías? ¿Qué significan para Jesús Moisés y Elías? ¿Y qué significan para los discípulos?
d) ¿Cuál es el mensaje de la voz del cielo para Jesús? ¿Y cuál es el mensaje para los discípulos?
e) ¿Cómo transfigurar hoy, la vida personal y familiar, y la vida comunitaria en nuestro barrio?

5. Para los que desean profundizar mayormente en el tema

a) Contexto de entonces y de hoy

El anuncio de la pasión sumergió a los discípulos en una profunda crisis. Ellos se encontraban en medio de los pobres, pero en sus cabezas todo era confusión, perdidos como estaban en la propaganda del gobierno y en la religión oficial de la época (Mc 8,15). La religión oficial enseñaba que el Mesías sería glorioso y victorioso. Y es por esto por lo que Pedro reacciona con mucha fuerza contra la cruz (Mc. 8-32) Un condenado a la muerte de cruz no podía ser el Mesías, al contrario, según la Ley de Dios, debía ser considerado como un “maldito de Dios” (Dt 21,22-23). Ante esto, la experiencia de la Transfiguración de Jesús podía ayudar a los discípulos a superar el trauma de la Cruz. En efecto, en la Transfiguración, Jesús aparece en la gloria, y habla con Moisés y con Elías de su Pasión y Muerte (Lc 9,31). El camino de la gloria pasa por tanto por la cruz.

En los años 70, cuando Marcos escribe su evangelio, la cruz constituía un gran impedimento para la aceptación de Jesús como Mesías por parte de los judíos. ¿Cómo podía ser que un crucificado, muerto como un marginado, pudiese ser el gran Mesías esperado por siglos de los pueblos? La cruz era un impedimento para creer en Jesús. “La cruz es un escándalo” decían (1Cor 1,23). Las comunidades no sabían cómo responder a las preguntas críticas de los judíos. Uno de los mayores esfuerzos de los primeros cristianos consistía en ayudar a las personas a comprender que la cruz no era un escándalo, ni locura, antes bien, era la expresión del poder y de la sabiduría de Dios (1Cor 1,22-31). El evangelio de Marcos contribuye a este esfuerzo. Se sirve de textos del Viejo Testamento para describir la escena de la Transfiguración. Ilumina los hechos de la vida de Jesús y muestra que en Jesús se ven realizadas las profecías y que la Cruz es el camino que conduce a la gloria. ¡Y no sólo la cruz de Jesús era un problema!. En los años 70 la cruz de la persecución formaba parte de la vida de los cristianos. En efecto, poco tiempo antes, Nerón había desencadenado la persecución y hubo muchos muertos. Hasta hoy, muchas personas sufren porque son cristianos y porque viven el evangelio. ¿Cómo afrontar la cruz? ¿Qué significado tiene? Con estas preguntas en la mente meditemos y comentemos el texto de la Transfiguración.

b) Comentario del texto

Marcos 9,2-4: Jesús cambia de aspecto
Jesús sube a un monte alto. Lucas agrega que allí se dirige para rezar (Lc 9,28). Allí, sobre la cima de la montaña, Jesús aparece en la gloria delante de Pedro. Santiago y Juan. Junto a Él aparecen también Moisés y Elías. El monte alto evoca al Monte Sinaí, donde, en el pasado, Dios había manifestado al pueblo su voluntad, consignando la ley a Moisés. Las vestiduras blancas de Jesús recuerdan a Moisés envuelto en la luz cuando habla con Dios en la Montaña y recibe de Dios la Ley (cf. Ex 24,29-35). Elías y Moisés, las dos más grandes autoridades del Viejo Testamento, hablan con Jesús. Moisés representa la Ley. Elías la Profecía. Lucas dice que la conversación se establece sobre la Muerte de Jesús en Jerusalén (Lc 9,31). Así quedaba claro que el Viejo Testamento, tanto la Ley como los Profetas, enseñaban ya que el camino de la gloria pasa por la cruz (Cf. Is 53).

Marcos 9,5-6) A Pedro le place lo que acontece, pero no entiende
A Pedro le agrada todo lo que sucede y quiere asegurarse el momento placentero sobre la Montaña. Propone construir tres tiendas. Marcos dice que Pedro tenía miedo, sin saber lo que estaba diciendo, y Lucas añade que los discípulos tenían sueño (Lc 9,32). Ellos son como nosotros, ¡para ellos es difícil entender la Cruz!
La descripción del episodio de la transfiguración comienza con una afirmación: “Seis días después”. ¿A qué se refieren estos seis días? Algunos estudiosos explican así la frase: Pedro quiere construir tiendas, porque era el sexto día de las fiestas de las tiendas. Era una fiesta muy popular de seis días que festejaba el don de la ley de Dios y los cuarenta años pasados en el desierto. Para recordar estos cuarenta años, el pueblo debía transcurrir una semana de la fiesta en tiendas improvisadas. Por esto se llamaba Fiesta de las Tiendas. Si no era posible la celebración de todos los seis días, por lo menos que se hiciese en el sexto día. La afirmación “ después de seis días” sería una alusión a la fiesta de las tiendas. Por esto Pedro recuerda la obligación de construir tiendas. Y se ofrece espontáneamente para construirlas. Así Jesús, Moisés y Elías habrían podido seguir conversando.

Marcos 9,7: La voz del cielo esclarece los hechos
Apenas Jesús queda envuelto en la gloria, una voz del cielo dice: ¡Este es mi Hijo predilecto! ¡Escuchadlo! La expresión “Hijo predilecto” evoca la figura del Mesías Siervo, anunciado por el profeta Isaías (cf. Is 42,1). La expresión “Escuchadlo” evoca la profecía que prometía la llegada de un nuevo Moisés (cf. Dt 18,15). En Jesús, se están realizando las profecías del Viejo Testamento. Los discípulos no podían dudarlo. Los cristianos de los años 70 no podían dudarlo. Jesús es verdaderamente el Mesías glorioso, pero el camino de la gloria pasa por la cruz, según el anuncio dado en la profecía del Siervo (Is 53,3-9). La gloria de la Transfiguración es la prueba. Moisés y Elías lo confirman. El Padre es el garante. Jesús la acepta.

Marcos 9,8: ¡Sólo Jesús y nadie más!
Marcos dice que, después de la visión, los discípulos sólo ven a Jesús y a nadie más. La insistencia en afirmar que sólo ven a Jesús, sugiere que desde ahora en adelante Jesús es la única revelación de Dios para nosotros. Para nosotros los cristianos, Jesús, y solamente Él, es la llave para comprender todo el sentido del Viejo Testamento.

Marcos 9,9-10: Saber quedar en silencio
Jesús pide a sus discípulos que no digan a nadie nada, hasta que no hubiera resucitado de entre los muertos, pero los discípulos no lo entendieron. En efecto, no entiende el significado de la Cruz, quien no une el sufrimiento a la resurrección. La Resurrección de Jesús es la prueba de que la vida es más fuerte que la muerte.

Marcos 9, 11-13: El regreso de Elías
El profeta Malaquías había anunciado que Elías debía volver para preparar el camino del Mesías (Ml 3,23-24). Este mismo anuncio se encuentra en el libro del Eclesiástico (Eclo 48,10)
Entonces ¿cómo podía ser Jesús el Mesías, si Elías todavía no había vuelto? Por esto, los discípulos preguntaban: “¿Por qué los escribas dicen que primero debe venir Elías?” (9,11). La repuesta de Jesús es clara: “Yo os digo que Elías ya ha venido, pero han hecho de él lo que han querido, como está escrito de él ( 9,13). Jesús estaba hablando de Juan el Bautista, asesinado por Herodes (Mt 17,13).

c) Ampliando conocimientos:

i) La Transfiguración: el cambio que se da en la práctica de Jesús

En medio de los conflictos con los fariseos y los herodianos (Mc 8,11-21), Jesús deja la Galilea y se dirige a la región de Cesárea de Filipo (Mc 8,27), donde comienza a preparar a sus discípulos. Por el camino, lanza una pregunta: “¿Quién dice la gente que soy yo?” (Mc 8,27). Después de haber escuchado la respuesta que lo consideraban el Mesías, Jesús empieza a hablar de su Pasión y Muerte (Mc 8,31). Pedro reacciona: “¡No quiera Dios, Señor, que esto suceda!” (Mt 16,22). Jesús replica: “¡Lejos de mi Satanás” Tú me sirves de escándalo, porque no piensas según Dios, sino según los hombres!” (Mc 8,33). Fue un momento de crisis. Los discípulos presos por la idea de un mesías glorioso (Mc 8, 32-33; 9,32), no comprenden la propuesta de Jesús y tratan de conducirla por otro camino. Estaba cercana la fiesta de las Tiendas, (cf. Lc 9,33), en la que la expectativa mesiánica popular por lo general acostumbraba a aumentar y mucho. Jesús sube a la montaña a orar (Lc 9,28). Vence la tentación por medio de la oración. La manifestación del Reino sería muy diferente de lo que la gente se imaginaba. La victoria del Siervo llegaría a través de la condena a muerte (Is 50,4-9; 53,1-12). La cruz aparece en el horizonte, no ya como una posibilidad, sino más bien como una certeza. A partir de este momento, comienza una mutación en la práctica de Jesús. He aquí algunos puntos significativos de esta mutación:

Pocos milagros. Asistíamos antes a muchos milagros. Ahora, a partir de Mc 8,27; Mt 16,13 y Lc 9,18, los milagros constituyen casi una excepción en la actividad de Jesús.

Anuncio de la Pasión. Antes se hablaba de la pasión, como de una posibilidad remota (Mc 3,6) Ahora se habla constantemente (Mc 8,31; 9,9.31; 10,33.38).

Tomar la Cruz . Antes, Jesús anunciaba a llegada inminente del Reino. Ahora insiste en la vigilancia, en las exigencias del seguimiento y en la necesidad de tomar la cruz. (Mt 16,24-26; 19,27-30; 24,42-51; 25,1-13: Mc 8,34; 10,28-31: Lc 9,23-26.57-62; 12,8-9.35-48; 14,25-33; 17,33; 18,28-30).

Enseña a los discípulos. Primero enseñaba a la gente. Ahora se preocupa mayormente de la formación de los discípulos. Les pide escoger de nuevo (Jn 6,67) y comienza a prepararlos para la misión que vendrá pronto. Sale de la ciudad para poder estar con ellos y ocuparse de su formación (Mc 8,27; 9,28.30-35; 10.10.23.28-32; 11,11).

Parábolas diversas. Antes, las parábolas revelaban los misterios del Reino presente en la actividad de Jesús. Ahora las parábolas orientan hacia el juicio futuro, hacia el final de los tiempos: los viñadores homicidas (Mt 21, 33-46); el siervo despiadado (Mt 18,23-35); los trabajadores de la hora undécima (Mt 20,1-16); los dos hijos (Mt 21,28-32); el banquete de bodas (Mt 22,1-14); los diez talentos (Mt 25, 14-30). Jesús asume la voluntad del Padre que se revela en la nueva situación, y decide andar a Jerusalén (Lc 9,51). Asume esta decisión de tal modo que asusta a los discípulos , que no consiguen entender estas cosas (Mc 10,32; Lc 18,31-34): En aquella sociedad, el anuncio del Reino tal como era anunciado por Jesús no era tolerado. Y por tanto o cambiaba o ¡sería muerto! Jesús no cambió el anuncio. Continuó siendo fiel al Padre y a los pobres. ¡Por esto fue condenado a muerte!

ii) La transfiguración y la vuelta del Profeta Elías

En el Evangelio de Marcos, el episodio de la Transfiguración (Mc 9,2-8) va unido a la cuestión de la vuelta del profeta Elías (Mc 9,9-13). En aquel tiempo, la gente esperaba el regreso del profeta Elías y no se daba cuenta que Elías ya había vuelto en la persona de Juan Bautista (Mc 9,13). Hoy sucede la misma cosa. Muchas personas viven esperando el retorno de Jesús y escriben incluso en los muros de las ciudades: ¡Jesús volverá!. Ellos no se dan cuenta que Jesús está ya presente en nuestra vida. De vez en cuando, como un relámpago improvisado, esta presencia de Jesús irrumpe y se ilumina, transformando nuestra vida. Una pregunta que cada uno debe hacerse: ¿Mi fe en Jesús, me ha regalado ya algún momento de transfiguración y de intensa alegría? ¿Cómo me han dado fuerza estos momentos de alegría en los momentos de dificultad?

6. Oración de un Salmo: Salmo 27 (26)

El Señor es mi luz

Yahvé es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
Yahvé, el refugio de mi vida,
¿ante quién temblaré?
Cuando me asaltan los malhechores
ávidos de mi carne,
ellos, adversarios y enemigos,
tropiezan y sucumben.

Aunque acampe un ejército contra mí,
mi corazón no teme;
aunque estalle una guerra contra mí,
sigo confiando.

Una cosa pido a Yahvé,
es lo que ando buscando:
morar en la Casa de Yahvé
todos los días de mi vida,
admirar la belleza de Yahvé
contemplando su templo.

Me dará cobijo en su cabaña
el día de la desgracia;
me ocultará en lo oculto de su tienda,
me encumbrará en una roca.
Entonces levantará mi cabeza
ante el enemigo que me hostiga;
y yo ofreceré en su tienda
sacrificios de victoria.
Cantaré, tocaré para Yahvé.

Escucha, Yahvé, el clamor de mi voz,
¡ten piedad de mí, respóndeme!
Digo para mis adentros:
«Busca su rostro».

Sí, Yahvé, tu rostro busco:
no meocultes tu rostro.
No rechaces con ira a tu siervo,
que tú eres mi auxilio.
No me abandones, no me dejes,
Dios de mi salvación.
Si mi padre y mi madre me abandonan,
Yahvé me acogerá.

Señálame, Yahvé, tu camino,
guíame por senda llana,
pues tengo enemigos.

No me entregues al ardor de mis rivales,
pues se alzan contra mí testigos falsos,
testigos violentos además.
Creo que gozaré
de la bondad de Yahvé
en el país de la vida.
Espera en Yahvé, sé fuerte,
ten ánimo, espera en Yahvé.

7. Oración final

Señor Jesús, te damos gracia por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la voluntad del Padre. Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos comunique la fuerza para seguir lo que Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros como María, tu Madre, podamos no sólo escuchar, sino también poner en práctica la Palabra. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos. Amén.

Homilía Domingo XIX de Tiempo Ordinario

1. Palabra

– La primera lectura habla de la Providencia de Dios guiando a su Pueblo en las circunstancias difíciles de su historia. En el libro de la Sabiduría hay páginas preciosas sobre este tema, tan entrañable a un corazón creyente. Ocurra lo que ocurra, sabe que está en buenas manos.

– Pero nadie como Jesús ha hablado de la Providencia de Dios (Evangelio).

El tono de Jesús es de ternura. Si habla del Padre, se le nota la inmediatez y el calor de su intimidad con Dios. Si les habla a los discípulos de la confianza que deben tener en Dios, les transmite su propia experiencia de hombre indefenso ante los poderes del mal y seguro, a pesar de todo, en cuanto abandonado en el Padre.

No nace de aquí una actitud de despreocupación, sino de vigilancia y responsabilidad. El que confía no se reserva.

2. Vida

Esta confianza en la Providencia ha protegido siempre el corazón de los creyentes del peligro del desánimo y de la crispación ante la existencia. Les ha ayudado a vivir el momento presente, poniendo en ello todo su empeño, pero liberados de la ansiedad perfeccionista de la responsabilidad.

En ciertos círculos cristianos no es bien visto este sentido providencialista de la vida. Con frecuencia ha sido utilizado para no asumir las circunstancias de la propia libertad. Pero perderlo es más grave, porque condena a la libertad a tener la última palabra, y no hay fuente de angustia como la responsabilidad cerrada sobre sí misma, abandonada a la soledad de su finitud.

Jesús nos enseña a vivir prácticamente esta Providencia:

– Actitud básica: abandono en Dios.

– Servicio vigilante y activo, seriedad con la vida que el Señor nos ha encomendado, pues no es nuestra.

– Certeza de que, a través de nuestro servicio fiel y responsable, Dios va haciendo su reino.

– Y un día (maravillosa, sorprendente imagen de Jesús) Dios mismo, el Señor, nos servirá en el Cielo.

¿No merece la pena una vida así?

Javier Garrido

Descubriendo el tesoro de nuestro mundo

En estos últimos domingos venimos escuchado palabras, que necesitamos en estos tiempos no siempre fáciles para la fe. San Lucas quiere trasmitirnos, mediante palabras de Jesús, que nuestra vida cristiana debe asumir su largo camino a Jerusalén. 

Jesús nos dice: “No temas, rebaño pequeño, es decisión de vuestro Padre vivir entre vosotros. Vended vuestros bienes y dadlo en limosna; haceos bienes que no se estropeen, una riqueza inagotable en el cielo, adonde no se acercan los ladrones ni lo echa a perder la polilla. Porque donde tengáis vuestra riqueza tendréis el corazón”

Jesús nos pregunta qué tesoro buscamos en nuestra vida, dónde creemos que está. Son palabras, que dirigidas a sus seguidores y seguidoras, llenas de afecto y cariño, con frecuencia suelen pasar desapercibidas, pero que leídas hoy con atención en nuestras comunidades cristianas, pueden cobrar una sorprendente actualidad para nosotros. Es lo que necesitamos escuchar de Jesús en estos tiempos, para muchos muy difíciles. 

Jesús mirándonos con inmensa ternura a su grupo de seguidores, nos dice:

– “Mi pequeño rebaño”. Quiere que seamos: como un poco de “levadura”oculto en la masa, una pequeña “luz” en medio de la oscuridad, un puñado de “sal” para poner sabor a la vida, nos lo dice a todos nosotros con vocación de minoría activa. 

– “No tengáis miedo”, es la gran preocupación de Jesús, no quiere ver a sus seguidores paralizados por el miedo, ni hundidos en el desaliento. No hemos de perder nunca la confianza y la paz al vivir rodeados de tanta injusticia y miseria. Aunque hoy seamos unos pocos, desprovistos de todo poder, podemos permanecer muy unidos a Jesús, quien nos guía y nos defiende. El nos ayuda a vivir estos tiempos con paz, confianza y seguridad.

– “Vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino”. Jesús nos lo recuerda una vez más. No hemos de sentirnos huérfanos. Tenemos a Dios como Padre. Él nos ha confiado su proyecto del Reino. Es su gran regalo. Lo mejor que tenemos en nuestras comunidades: la tarea de hacer la vida más humana y la esperanza de encaminar la historia hacia su salvación definitiva.

El tesoro, nos lo ha dicho, que buscas tú y qué puedes compartir con los demás es la fuerza transformadora del amor, que nos transforma a nosotros y transforma nuestra relación con los demás, sobre todo con los pobres y necesitados. Es la afirmación, con otras palabras, de que el amor permanece para siempre.

La carta a los Hebreos recuerda que “la fe es seguridad de lo que se espera, y prueba de los que no se ve…”. Nos recuerda tantas cosas que suceden por esa fe. Quien haya descubierto este tesoro del amor desprendido, lo comparte, pone en él todo su corazón y se mantiene vigilante, tiene la mirada atenta y continua de la fe y del amor que adivinan el paso y la llamada del Señor por nuestro mundo de hoy para servirle en los hermanos.

La vigilancia a la que nos invita hoy el Señor nos ayuda a superar los miedos que nos inspira el egoísmo, el desaliento ante tanta injusticia y es garantía de que el Reino de Dios está llegando a nosotros, que es nuestro verdadero amor a Dios y a los hermanos. 

Una de las cosas que más anulan nuestro ánimo y disminuyen la vigilancia es el apego a las riquezas, que poseemos o deseamos poseer: “porque allí estará el corazón, allí lo ponemos”.

Quienes se encuentren solos y marginados en el mundo, tienen que depositar su fe y confianza en aquel que ha comprometido su palabra de no abandonar a quienes han dejado todo por seguirle a Él. “No temáis pequeño rebaño; porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el Reino”.

Nosotros, ¿confiamos en él? ¿Hemos puesto en él nuestro tesoro? Hemos de hacerlo, nos dice Jesús:

– Sin poner condiciones: “déjame ir a enterrar a mi padre…”; 

– Disponibles para ir a predicar, “designó a setenta y dos y los envió por delante a predicar”

– Amando al prójimo: “un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos bandidos…”

– Recibiendo a Jesús, como Marta y María, cada uno con su estilo

– Orando, “Señor, enséñanos a orar”

– Cuidado con la avaricia… “lo que has acumulado ¿de quién será?”

El amor verdadero, el amor cristiano, el amor que comparte, es el que debemos tener los discípulos de Jesús. Y hoy nos lo pide Él. Es la llamada al amor cristiano eficaz hacia el hermano necesitado, compartiendo con él lo nuestro.

Se trata de la manera de ver la vida de nuestro mundo de hoy, el de aquí y el de más lejos, con la conciencia de ser un pequeño rebaño.

El domingo pasado se nos pedía no poner la confianza en las riquezas, hoy se nos dice en quién hay que poner la confianza para que sea auténtica. No en un dios todopoderoso externo, sino en el hombre creado a su imagen y que tiene al mismo Dios como fundamento de su vida.

No es pues, cuestión de actos de fe, sino afianzamiento en una actitud que debe atravesar toda nuestra vida. Tenemos que poner en marcha todos los recursos de nuestro ser, conscientes de que Dios actúa sólo a través de sus criaturas, y que sólo a través de cada una de ellas la creación va adelante. También a través de ti en los caminos de hoy de Jerusalén a Jericó que atraviesan toda la tierra.

Ponte en camino con Jesús y Dios te ayudará a ver quiénes son los que él quiere que socorramos, que yacen abandonados al borde de los caminos que bien sabemos y que recorremos, esperando una mano buena que les levante, les ayude a vivir, les devuelva la esperanza y la alegría para la que Dios les ha dado la vida.Son los pobres, malheridos, maltratados.

Ese es el tesoro que Dios ha guardado, es el mismo Dios escondido, que está en nuestro mundo en lo más profundo de nuestro ser, en el de todos sus hijos, envuelto en miserias y tristezas y nosotros hemos de descubrirlo y al encontrarlo cantar con júbilo el cántico de agradecimiento al Señor, Padre de todos, que nos ha dado la vida para vivir un día con Él y todos los hermanos, por haber encontrado la verdad de nuestra vida, de participar en le suya.

José Larrea Gayarre

Amoris laetitia – Francisco I

75. Según la tradición latina de la Iglesia, en el sacramento del matrimonio los ministros son el varón y la mujer que se casan[70], quienes, al manifestar su consentimiento y expresarlo en su entrega corpórea, reciben un gran don. Su consentimiento y la unión de sus cuerpos son los instrumentos de la acción divina que los hace una sola carne. En el bautismo quedó consagrada su capacidad de unirse en matrimonio como ministros del Señor para responder al llamado de Dios. Por eso, cuando dos cónyuges no cristianos se bautizan, no es necesario que renueven la promesa matrimonial, y basta que no la rechacen, ya que por el bautismo que reciben esa unión se vuelve automáticamente sacramental. El Derecho canónico también reconoce la validez de algunos matrimonios que se celebran sin un ministro ordenado[71]. En efecto, el orden natural ha sido asumido por la redención de Jesucristo, de tal manera que, «entre bautizados, no puede haber contrato matrimonial válido que no sea por eso mismo sacramento»[72]. La Iglesia puede exigir la publicidad del acto, la presencia de testigos y otras condiciones que han ido variando a lo largo de la historia, pero eso no quita a los dos que se casan su carácter de ministros del sacramento ni debilita la centralidad del consentimiento del varón y la mujer, que es lo que de por sí establece el vínculo sacramental. De todos modos, necesitamos reflexionar más acerca de la acción divina en el rito nupcial, que aparece muy destacada en las Iglesias orientales, al resaltar la importancia de la bendición sobre los contrayentes como signo del don del Espíritu.


[70] Cf. Pío XII, Carta enc. Mystici Corporis Christi (29 junio 1943): AAS35 (1943), 202: « Matrimonio enim quo coniuges sibiinvicem sunt ministri gratiae…»:
[71] Cf . Código de Derecho Canónico, cc. 1116. 1161-1165; Código de los Cánones de las Iglesias Orientales, cc. 832. 848-852.
[72] Ibíd., c. 1055 § 2.

Domingo XIX de Tiempo Ordinario

Para la mejor comprensión de la reflexión de hoy, hemos de tener en cuenta lo que nos dirá San Lucas los dos próximos domingos: Jesús ha venido para que arda el mundo (día 14) y otros vendrán asentarse a la mesa de Dios. (día 21)

Esto supuesto el evangelio de hoy nos emplaza ante tres cuestiones: ¿para qué debemos estar preparados? ¿Por qué debemos prepararnos? ¿Cómo tenemos que prepararnos? 

La primera y parte de la segunda cuestión la dejaremos para los próximos domingos. Hoy nos centraremos en parte de la segunda cuestión y la tercera, por este orden: cómo debemos prepararnos y por qué hemos de hacerlo.

¿Cómo hemos de prepararnos? Jesús, muy gráfico y concreto, como siempre, nos remite a la preparación propia de los que esperan a su señor.

“Encendidas las lámparas”Por lo que aparece en la parábola de las vírgenes prudentes y necias el tener las lámparas encendidas arguye competencia en el cargo. A las necias se las critica porque no habían llevado aceite suficiente y en el momento preciso no podían alumbrar. Un comportamiento así indica incompetencia para el cargo. No saben lo que tienen que hacer. En consecuencia lo que se nos pide es que estemos en lo que estamos.

“Despiertos”, vigilantes sin bajar la guardia, porque vendrá de repente, sin avisar. No es una amenaza por parte de Jesús. NO. Es un aviso cariñoso para impedirnos actuar sobre nuestros cálculos, que no necesariamente han de coincidir con los de Dios. Nuestros tiempos no son sus tiempos, ni nuestros proyectos los suyosÉl es el Padre de todos que coordina los tiempos de todos y de todo. Él es el que ha proyectado el mundo en su globalidad. Por consiguiente hemos de estar atentos al presente, sin fingirnos futuros fantasiosos. 

“Cumpliendo su deber”. Es lo que cabe esperar de alguien a quien se le ha encomendado una misión. Dejar de hacerlo es romper el contrato y, por consiguiente, salirse de lo que se esperaba de él. Es un fraude a las legítimas expectativas de quien le contrató. 

Esto nos lleva a parte del punto segundo. ¿Por qué es importante estar preparado? Porque de lo contrario por incumplimiento del deber se incurre en responsabilidad ante quien te confió la empresa. Habrá que pagar los daños y perjuicios ocasionados por la irresponsabilidad. 

Si aplicamos todo esto al campo espiritual nos encontramos con que lo que Jesús quería decirnos es:

1.- Que hemos de ser competentes en los trabajos propios de nuestra condición y estado porque de lo contrario no tendremos nada que ofrecer en el momento en el que Dios nos pregunte por lo que hemos hecho durante el periodo de vida que nos ha concedido.

2.- Que no debemos organizar nuestra existencia como si dependiera de nuestra voluntad el vivir más o menos años. Hemos de vivir la vida en plenitud siempre porque cuando menos lo pensemos puede llegar su fin. Tampoco esto es una amenaza; es un sabio consejo dado por un Dios que porque nos ama no quiere que dejemos escapar la vida en unas falsas posibilidades que nosotros no podemos darnos.

3.- Que no olvidemos que algún día no tendremos más remedio que dar cuenta de nuestros actos. Tenemos una vida “dada” por Dios con una finalidad clara: que la llenemos de buenas obras. Si no lo hacemos estaremos con las manos vacías respecto a lo que Dios esperaba de nosotros. Repetiremos la escena de las vírgenes necias: estaremos sin tener nada que ofrecer. Habremos puesto nuestro corazón allí donde entran los ladrones y roe la polilla, allí donde nada sobrevive al tiempo. 

Por el contrario, si llenamos nuestra vida, escucharemos las consoladoras palabras del comienzo: “No tengáis miedo, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha decidido daros el reino”.

Aprendamos estas lecciones que nos ofrece Jesús y llenemos nuestras manos de buenas obras para que nada ni nadie pueda arrebatárnoslas. AMÉN.

Pedro Saez

La confianza en Dios

1. La designación de los discípulos como «pequeño rebaño» —imagen muy repetida en el Antiguo Testamento— indica dos cosas: la pequeñez de su número y la protección de que es objeto por parte de Dios. La confianza del fiel está puesta en la donación del reino por Dios, que es la promesa fundamental hecha al cristiano. Por consiguiente, «buscar el reino» es acogerlo (Dios lo da) y llevarlo a cabo (con nuestra modesta ayuda). El deseo es claro: «Venga tu reino».

2. Las dos parábolas siguientes incluidas en este pasaje se refieren al mismo tema: la espera vigilante del retorno del Señor. Ésta es la actitud de los buenos servidores que aguardan toda la noche, en actitud de compromiso, la vuelta de su señor (recordemos que, cuando Lucas escribe su evangelio, Jesús ha ascendido al cielo, y sus discípulos esperan su retorno en la convicción de que es preciso mantenerse activamente despiertos y vigilantes frente a las dificultades que conlleva la incertidumbre de la «hora», del momento crucial); y es también la actitud del administrador sensato que se comporta justamente con sus súbditos.

3. Lo que pretende inculcar Lucas en este evangelio es la acogida que los cristianos —como Iglesia o comunidad— debemos dispensar a Dios, que llega como juicio, como salvación y como reino. De este modo le rendimos cuentas de lo que hacemos en cada momento. El acento está puesto en la confianza en el Padre. Se pretende desterrar el miedo y acrecentar la responsabilidad.

REFLEXIÓN CRISTIANA:

¿En qué o en quién tenemos puesta nuestra confianza?

¿Nos sentimos verdaderamente responsables de lo que hacemos?

Casiano Floristán

La fe y la esperanza se abrazan

No siempre la fe es una experiencia fácil, apoyada en una seguridad evidente. Las tres lecturas de este domingo invitan a revisar el sentido que damos a la fe y los fundamentos que la sostienen.

La garantía de lo que se espera

Hay tiempos en que la oscuridad y la inseguridad parecen imponerse a los mismos creyentes. A veces los tiempos se tornan particularmente difíciles y exigentes para la fe. La fidelidad a la palabra de Dios y al seguimiento de Jesús resulta ardua.

«La fe —como recuerda la Carta a los hebreos— es la seguridad de lo que se espera, y la prueba de lo que no se ve» (11, 1).La fe no es posesión de la meta, ni certeza basada en lo que se muestra evidente; sino —como en el caso de Abrahán— obediencia a la llamada de Dios, confianza para ponerse en camino «sin saber adónde iba» (v. 8); descansa únicamente sobre la fidelidad de Dios que hace la promesa. Pero el objeto último de la promesa, la patria definitiva de la plena y gozosa comunión con el Padre, desborda todas las provisionales realizaciones del camino. Como dice el mismo texto refiriéndose a aquellos cuya fe elogia: «Con fe murieron todos, sin haber recibido la tierra prometida; pero viéndola y saludándola de lejos» (v. 13). La fe, no obstante, confiere al creyente aliento y firmeza suficiente para vivir el presente oscuro con fidelidad. La misma Carta a los hebreos, hablando más adelante de Moisés, lo dice muy justamente: «Por la fe… se mantuvo firme como si viera al invisible» (v. 27).

Jesús en el texto del evangelio promete a los suyos, «pequeño rebaño» (v. 32), el Reino que el Padre se complace en darles. No es el camino exento de dificultades, sino la palabra comprometida de Dios, la garantía para caminar sin temor, es decir, para creer la promesa. Pero la promesa, precisamente por serlo, no es realidad presente que ya se pueda palpar. La venida del Hijo del hombre como Señor y Salvador no es una magnitud verificable. Pero mientras llega, mientras en la historia está como ausente, Jesús llama a permanecer vigilantes, preparados para su llegada sorpresiva, obrando conforme a su voluntad (cf. v. 47). La fe consiste en vivir, mientras tanto, en esperanza activa, lo que en plenitud está prometido para cuando venga el Señor.

Promesa y comunión

La fe en las promesas de Dios, su Reino, compromete a asumir la historia con responsabilidad para que la palabra empeñada por Dios vaya dejando en nuestras realidades la marca de su eficacia salvífica. La fe no da a los creyentes claves para vivir más tranquila y cómodamente. El haber conocido la voluntad del Señor nos hace sujetos de mayor responsabilidad ante él: «Al que se le confió mucho, más se le exigirá» (v. 48).

Pero según la parábola de Jesús, la fe no es sólo experiencia de una vida en tensión por las exigencias y los compromisos. Finalmente es experiencia de plenitud y de comunión (cf. v. 37). La fe termina en comunión de meta y de destino con el Señor porque había comenzado con su llamada. En el inicio y en la conclusión de la vida de fe siempre se encuentra la promesa y la plenitud que el Señor otorga. Lo recuerda bien el libro de la Sabiduría: «Nos honrabas llamándonos a ti» (18, 8). En el camino mientras tanto, se nos pide fidelidad, coherencia y confianza. 

En tiempos difíciles y oscuros como los presentes, aunque sea «mirándolas desde lejos», no hay que perder de vista las promesas, que por ser de Dios, llevan la garantía de su realización y fortalecen nuestra esperanza.

Gustavo Gutiérrez

Vértigo

Unos lo llaman «euforia veraniega». Otros «desmadre». Lo cierto es que, durante el verano, es más fácil advertir ese estilo de vida cada vez más frecuente en la sociedad occidental y que ha sido calificado por algunos analistas como «experiencia de vértigo».

Todos sabemos lo que sucede cuando subimos a una torre alta y miramos hacia el suelo. El vacío nos arrastra, y si no nos asimos fuertemente a algo, corremos el riesgo de precipitarnos hacia el abismo. Algo de esto puede ocurrir en la vida del individuo. El vacío interior puede provocar una especie de vértigo capaz de arrastrar a la persona hacia su ruina.

Cuando se vive sin convicciones profundas o se carece de verdaderos ideales, se crea un vacío interior que deja a la persona a merced de toda clase de impresiones pasajeras. Entonces, todo lo que produce euforia o placer inmediato seduce y arrastra. El individuo se deja llevar por cualquier experiencia que pueda llenar su sensación de vacío. Necesita poseerlo y disfrutarlo todo. Y, además, ahora mismo y al máximo.

Otro rasgo de este «vértigo existencial» es la búsqueda de ruido. La persona no soporta el silencio. Aborrece el recogimiento. Lo que necesita es perderse en el bullicio y el griterío. De esta forma es más fácil vivir sin escuchar ninguna voz interior.

Este vértigo conduce, por lo general, a un estilo de vida donde todo puede quedar desfigurado. Fácilmente se confunde la alegría con la euforia, la fiesta con la orgía, el amor con el sexo, el descanso con la dejadez. La persona quiere vivir intensamente cada momento, pero, con frecuencia, no puede evitar la sensación de que se le puede estar escapando algo importante de la vida.

Y, ciertamente, es así. En la «experiencia de vértigo» se encierra un engaño que López Quintás resume con estas palabras: «Las experiencias fascinantes de vértigo lo prometen todo, no exigen nada y acaban quitándolo todo.» Para vivir una vida de vértigo, no hace falta ningún esfuerzo. Sólo dejarse llevar por las pulsiones instintivas y ceder a la satisfacción inmediata. Lo que pasa es que una vida «desmadrada» lleva fácilmente a la dispersión, el embotamiento y la tristeza interior.

Hemos de escuchar la invitación de Jesús a vivir vigilantes, «ceñida la cintura y encendidas las lámparas»Para vivir de forma más humana y más cristiana es necesario cuidar más «lo de dentro» y alimentar mejor la vida interior. No es extraño que un maestro espiritual de nuestros días afirme que el hombre contemporáneo necesita escuchar la célebre consigna de san Agustín: «volvamos al corazón.»

José Antonio Pagola

Comentario al evangelio (6 de agosto)

      La vida se va haciendo en el camino. Y a lo largo del camino hay momentos muy diferentes. Hace años tuve la oportunidad de hacer el Camino de Santiago, esa peregrinación que recorre toda Europa hasta llegar a Santiago de Compostela en el extremo oeste de España. Hice el camino solo. Mejor habría que decir que lo empecé solo porque a lo largo del camino me fui encontrando con gente muy diversa. De todo pelaje y condición. 

      El camino fue una oportunidad, como la vida, de irnos conociendo unos a otros. Los que empezamos como unos perfectos desconocidos nos fuimos conociendo poco a poco. Una era la forma de conocernos a lo largo del camino, caminando, en el esfuerzo de las cuestas y en el relajo de los descensos, bajo el sol ardiente o bajo la luz del amanecer. Pero había otros momentos en que se compartía con mucha facilidad. Era el momento de las paradas. Al finalizar el día, al encontrarnos en el refugio, duchados, limpios y un poco descansados de los sudores del día. Era fácil que en aquellos surgiese la conversación donde los peregrinos hablábamos de nosotros mismos, de nuestras vidas. Aparecía allí sin dificultad lo que llevábamos en el corazón al hacer el Camino. 

      Me imagino este momento de la transfiguración como un alto en el camino de Jesús y del grupo de sus seguidores. Algo les había atraído en aquel hombre que les había llevado a dejarlo todo para seguirle. Por el camino se habían ido conociendo entre ellos. Habían visto a Jesús actuar, acercarse a los pobres y enfermos, hablar a todos del reino de Dios. Se habían ido conociendo entre ellos también. Habían ido haciendo poco a poco comunidad, grupo, familia de los que eran ajenos unos a otros. 

      En aquel camino tuvo que haber muchas paradas, muchas jornadas que tuvieron su momento del final del día, de descanso, de conversación tranquila. Allí se iban desgranando los sueños, las esperanzas y los deseos de cada uno. Allí también estaba Jesús hablando, compartiendo, dándose a conocer, hablando de su Padre y del Reino, no como el que enseña sino como el que comparte lo que es. Y los discípulos iban descubriendo a quien estaban realmente siguiendo. Poco a poco, como pasan casi todas las cosas en la vida. 

      Seguro que aquello de “Maestro, qué bien se está aquí. Haremos tres tiendas” lo dijeron más de una vez. Porque muchas veces, en esos diálogos se tiene la sensación de que el tiempo se para y de que se está ya en el mismo cielo. 

      Pero la vida sigue. La Transfiguración pasó y hubo que volver al camino. La vida no se queda en palabras. Hay cuestas que subir, hay cruces que cargar, hay personas a las que amar y por las que dar la vida. El Reino está siempre más allá. Y en ese más allá es donde nos espera la plenitud. ¡Ánimo! El camino sigue y Jesús nos invita a seguir caminando con él.

Fernando Torres, cmf