Vísperas – Miércoles IX de Tiempo Ordinario

VÍSPERAS
(Oración de la tarde)

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno: HORA DE LA TARDE.

Hora de la tarde,
fin de las labores.
Amo de las viñas,
paga los trabajos
de tus viñadores.

Al romper el día
nos apalabraste.
Cuidamos tu viña
del alba a la tarde.

Ahora que nos pagas,
nos lo das de balde,
que a jornal de gloria
no hay trabajo grande.

Das al de la tarde
lo que al mañanero.
Son tuyas las horas
y tuyo el viñedo.

A lo que sembramos
dale crecimiento.
Tú que eres la viña,
cuida los sarmientos. Amén.

SALMODIA

Ant 1. El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?

Salmo 26 I – CONFIANZA ANTE EL PELIGRO

El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar?

Cuando me asaltan los malvados
para devorar mi carne,
ellos, enemigos y adversarios,
tropiezan y caen.

Si un ejército acampa contra mí,
mi corazón no tiembla;
si me declaran la guerra,
me siento tranquilo.

Una cosa pido al Señor,
eso buscaré:
habitar en la casa del Señor
por los días de mi vida;
gozar de la dulzura del Señor
contemplando su templo.

Él me protegerá en su tienda
el día del peligro;
me esconderá en lo escondido de su morada,
me alzará sobre la roca;

y así levantaré la cabeza
sobre el enemigo que me cerca;
en su tienda sacrificaré
sacrificios de aclamación:
cantaré y tocaré para el Señor.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?

Ant 2. Tu rostro buscaré Señor, no me escondas tu rostro.

Salmo 26 II

Escúchame, Señor, que te llamo;
ten piedad, respóndeme.

Oigo en mi corazón: «Buscad mi rostro.»
Tu rostro buscaré, Señor,
no me escondas tu rostro.

No rechaces con ira a tu siervo,
que tú eres mi auxilio;
no me deseches, no me abandones,
Dios de mi salvación.

Si mi padre y mi madre me abandonan,
el Señor me recogerá.

Señor, enséñame tu camino,
guíame por la senda llana,
porque tengo enemigos.

No me entregues a la saña de mi adversario,
porque se levantan contra mí testigos falsos,
que respiran violencia.

Espero gozar de la dicha del Señor
en el país de la vida.

Espera en el Señor, sé valiente,
ten ánimo, espera en el Señor.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Tu rostro buscaré Señor, no me escondas tu rostro.

Ant 3. Él es el primogénito de toda creatura, es el primero en todo.

Cántico: HIMNO A CRISTO, PRIMOGÉNITO DE TODA CREATURA Y PRIMER RESUCITADO DE ENTRE LOS MUERTOS. Cf. Col 1, 12-20

Damos gracias a Dios Padre,
que nos ha hecho capaces de compartir
la herencia del pueblo santo en la luz.

Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas,
y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido,
por cuya sangre hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.

Él es imagen de Dios invisible,
primogénito de toda creatura;
pues por medio de él fueron creadas todas las cosas:
celestes y terrestres, visibles e invisibles,
Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades;
todo fue creado por él y para él.

Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él.
Él es también la cabeza del cuerpo de la Iglesia.
Él es el principio, el primogénito de entre los muertos,
y así es el primero en todo.

Porque en él quiso Dios que residiera toda plenitud.
Y por él quiso reconciliar consigo todas las cosas:
haciendo la paz por la sangre de su cruz
con todos los seres, así del cielo como de la tierra.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Él es el primogénito de toda creatura, es el primero en todo.

LECTURA BREVE   St 1, 22. 25

Llevad a la práctica la palabra y no os limitéis a escucharla, engañándoos a vosotros mismos. El que se concentra en el estudio de la ley perfecta (la que hace libre) y es constante no como oyente olvidadizo, sino para ponerla por obra, éste encontrará la felicidad en practicarla.

RESPONSORIO BREVE

V. Sálvame, Señor, y ten misericordia de mí.
R. Sálvame, Señor, y ten misericordia de mí.

V. No arrebates mi alma con los pecadores.
R. Ten misericordia de mí.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Sálvame, Señor, y ten misericordia de mí.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. El Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo.

PRECES

Oremos, hermanos, a Dios Padre, que en su amor nos mira como hijos, y digámosle:

Muéstranos, Señor, la abundancia de tu amor.

Acuérdate, Señor, de tu Iglesia: guárdala de todo mal
y haz que crezca en tu amor.

Que todos los pueblos, Señor, te reconozcan como al único Dios verdadero,
y a Jesucristo como al Salvador que tú has enviado.

A nuestros parientes y bienhechores concédeles tus bienes
y que tu bondad les dé la vida eterna.

Te pedimos, Señor, por los trabajadores que sufren: alivia sus dificultades
y haz que todos los hombres reconozcan su dignidad.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

En tu misericordia acoge a los que hoy han muerto
y dales posesión de tu reino.

Unidos fraternalmente como hermanos de una misma familia, invoquemos a nuestro Padre común:

Padre nuestro…

ORACION

Escucha, Señor, nuestras súplicas y protégenos durante el día y durante la noche: tú que eres siempre inmutable, da firmeza a los que vivimos sujetos a la sucesión de los tiempos y de las horas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

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Lectio Divina – 7 de junio

Lectio: Miércoles, 7 Junio, 2017
Tiempo Ordinario
  
1) Oración inicial
Señor, nos acogemos confiadamente a tu providencia, que nunca se equivoca; y te suplicamos que apartes de nosotros todo mal y nos concedas aquellos beneficios que pueden ayudarnos para la vida presente y la futura. Por nuestro Señor.
 
2) Lectura
Del santo Evangelio según Marcos 12,18-27
Se le acercan unos saduceos, esos que niegan que haya resurrección, y le preguntaban: «Maestro, Moisés nos dejó escrito que si muere el hermano de alguno y deja mujer y no deja hijos, que su hermano tome a la mujer para dar descendencia a su hermano. Eran siete hermanos: el primero tomó mujer, pero murió sin dejar descendencia; también el segundo la tomó y murió sin dejar descendencia; y el tercero lo mismo. Ninguno de los siete dejó descendencia. Después de todos, murió también la mujer. En la resurrección, cuando resuciten, ¿de cuál de ellos será mujer? Porque los siete la tuvieron por mujer.»
Jesús les contestó: «¿No estáis en un error precisamente por esto, por no entender las Escrituras ni el poder de Dios? Pues cuando resuciten de entre los muertos, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido, sino que serán como ángeles en los cielos. Y acerca de que los muertos resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés, en lo de la zarza, cómo Dios le dijo: Yo soy el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? No es un Dios de muertos, sino de vivos. Estáis en un gran error.»
 
3) Reflexión
• En el evangelio de hoy sigue el enfrentamiento entre Jesús y las autoridades. Después de los sacerdotes, de los ancianos y de los escribas (Mc 12,1-12) y de los fariseos y herodianos (Mc 12,13-17), ahora aparecen los saduceos que plantean una pregunta sobre la resurrección. Asunto polémico, que enfrentaba a saduceos y fariseos (Mc 12,18-27; cf. At 23,6-1).
• En las comunidades cristianas de los años setenta, época en que Marcos escribe su evangelio, había algunos cristianos que, para no ser perseguidos, trataban de conciliar el proyecto de Jesús con el proyecto del imperio romano. Los otros que resistían al imperio eran perseguidos, acusados e interrogados por las autoridades o por los vecinos que se sentían incómodos por el testimonio de ellos. La descripción de los conflictos de Jesús con las autoridades era una ayuda muy grande para que los cristianos no se dejaran manipular por la ideología del imperio. Leyendo estos episodios de conflicto de Jesús con las autoridades, los cristianos perseguidos se animaban y cobran valor para seguir el camino.
• Marcos 12,18-23. Los Saduceos. Los saduceos era una élite aristocrática de latifundistas y comerciantes. Eran conservadores. No aceptaban la fe en la resurrección. En aquel tiempo esa fe comenzaba a ser valorada por los fariseos y por la piedad popular. Animaba a la resistencia del pueblo contra el dominio tanto de los romanos como de los sacerdotes, de los ancianos y de los saduceos. Para los saduceos, el reino mesiánico estaba ya presente en la situación de bienestar que ellos estaban viviendo. Ellos seguían la así llamada “Teología de la Retribución” que distorsionaba la realidad. Según esta teología, Dios retribuye con riqueza y bienestar a los que observan la ley de Dios, y castiga con sufrimiento y pobreza a los que practican el mal. Así, se entiende por qué los saduceos no querían mudanzas . Querían que la religión permaneciera tal y como era, inmutable, como Dios mismo. Por esto, no aceptaban la fe en la resurrección y en la ayuda de los ángeles, que sostenía la lucha de los que buscaban mudanzas y liberación.
• Marcos 12,19-23. La pregunta de los Saduceos. Llegan hasta Jesús y, para criticar y ridiculizar la fe en la resurrección, cuentan el caso ficticio de aquella mujer que se casó siete veces y, al final, se murió sin tener hijos. La así llamada ley del levirato obligaba a la viuda sin hijos a que se casara con el hermano del marido fallecido. El hijo que naciera de este nuevo casamiento era considerado hijo del marido fallecido. Así, éste tendría una descendencia. Pero en el caso propuesto por los saduceos, la mujer, a pesar de haber tenido siete maridos, se quedó sin marido: Ellos preguntaron a Jesús.:“ En la resurrección, cuando resuciten, ¿de cuál de ellos será mujer? Porque los siete la tuvieron por mujer.»» Era para decir que creer en la resurrección llevaría a la persona a que aceptara lo absurdo.
• Marcos 12,24-27: La respuesta de Jesús. Jesús responde duramente. “Estáis en un error precisamente por esto, por no entender la Escritura, ni el poder de Dios!” Jesús explica que la condición de las personas después de la muerte será totalmente diferente de la condición actual. Después de la muerte ya no habrá casamientos, sino que todos seremos como ángeles en el cielo. Los saduceos imaginaban la vida en cielo igual a la vida en la tierra. Al final, Jesús concluye: “Nuestro Dios no es un Dios de muertos, sino de vivos. Estáis en un gran error!” Los discípulos y las discípulas deben estar en alerta: quien estuviera del lado de estos saduceos estará del lado opuesto de Dios
 
4) Para la reflexión personal
• ¿Cuál es hoy el sentido de esta frase: “Dios no es un Dios de muertos, sino de vivos”?
• ¿Creo en la resurrección? ¿Qué significa para mí: “creo en la resurrección de la carne y en la vida eterna”?
 
5) Oración final
A ti levanto mis ojos,
tú que habitas en el cielo.
Lo mismo que los ojos de los siervos
miran a la mano de sus amos,
lo mismo que los ojos de la sierva
miran a la mano de su señora,
nuestros ojos miran a Yahvé, nuestro Dios,
esperando que se apiade de nosotros. (Sal 123,1-2)

Creo en Dios

No lo he visto, pero está, más allá, y yo lo siento.
Y está más acá, más adentro.
Creo en Dios, Vivo en Él, y lo respiro, es mi aliento;
sin Dios me asfixiaría. Creo en Dios.
Vive en mí, soy su templo.
Sin Dios, qué vacío y soledad, qué silencio.

Creo en Dios Padre,
Es el Principio y la Fuente, Mano fuerte,
mano grande, creadora, protectora;
en ella caben las estrellas, son sus hijos,
por su nombre les conoce,
son millones incontables.

Creo en Dios Hijo, Se ha vestido de carne, tan humano.
Dios cercano, me ha tocado,
me ha besado y ha curado mis miserias,
ha cargado con mi fardo, de divinidad me ha bordado,
y se ha quedado conmigo para siempre, Dios amigo y hermano.

Creo en Dios Espíritu Santo.
Es la savia, es la vida, es la música y la danza,
es la brisa y la tormenta,
la intimidad más profunda;
lámpara siempre encendida,
almendro siempre florecido,
cesta de frutos exquisitos, de los dioses alimento;
todo lo suyo es bello, porque es santo.

El Sagrado Corazón, modelo de celo

I

SERÁ hoy objeto de nuestra meditación el celo del Sagrado Corazón de Jesús. Se entiende por celo un deseo ardiente de la gloria de Dios y de la salvación de las almas, y una actividad siempre en movimiento para conseguir esos objetos. ¿Quién podrá debidamente ponderar cuáles fueron este deseo y esta actividad en el Sagrado Corazón de Jesús? Un solo pensamiento era el suyo, uno solo el que le hacía palpitar noche y día: glorificar al Padre celestial y salvar al mundo. Si predica, si obra milagros, si anda a pie largas jornadas, si toma parte en los banquetes de los pecadores, si se transfigura glorioso en el Tabor o se deja aplastar como un gusano por sus enemigos, si muere, por fin, o si resucita, todo obedece a un mismo plan, todo tiene por blanco glorificar a Dios, salvar al hombre.

El celo por esa empresa le tenía siempre inquieto y extasiado, y le hacía hablar de sus próximos sufrimientos como de gloriosos triunfos. Al dirigirse a Jerusalén la última vez para ser allí preso y crucificado se admiraban los discípulos de que llevase el paso más apresurado que de costumbre. Era su celo ardiente que le atraía como de sí a la realización de sus constantes deseos.

Medítese unos minutos.

II

¡Cómo contrasta esa actividad ardorosa del Corazón de Jesús con la frialdad ordinaria del mío! ¡Ah! Es verdad. También el mío se mueve, se agita, se acalora, se enciende, pero ¿es por la gloria de Dios? ¿es por el bien de mis hermanos? ¿O es al contrario por viles intereses del momento, por sutiles Puntos de honra, por miserables competencias del amor propio? ¡Ah! ¡que el celo que me devora no es tal vez sino ambición, codicia, vanidad, esto es, el celo del mundo!

¿Qué hago, en efecto, por la honra divina? ¿Cómo siento sus injurias? ¿Cómo me esfuerzo en evitarlas o siquiera en repararlas? Si estuviesen tan amenazados mis intereses como lo están siempre los de Dios, ¿estaría tan tranquilo y sosegado como estoy ahora en presencia de la guerra impía que se le hace? ¡Ojalá no sea yo de aquellos mismos que, con su flojedad y malos ejemplos, contribuyen a esa deshonra de la Religión y ruina de las almas!

¡Oh Señor! Dame una chispa, una chispa sólo de ese fuego abrasador que consumió tu Corazón; dámela para que experimente como Tú la pasión de tu celo. Quiero ser Apóstol de tu gloria y de tu nombre, en la medida que lo permitan mis fuerzas y condición. Con mi conversación, con mi porte exterior, con mi influencia, con mis relaciones, con mi dinero, con mi oración, procuraré trabajar cuanto pueda, para que seas cada día más honrado y glorificado.

Medítese, y pídase la gracia particular.

Evangelii Gaudium – Francisco I

No a una economía de la exclusión

53. Así como el mandamiento de «no matar» pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir «no a una economía de la exclusión y la inequidad». Esa economía mata. No puede ser que no sea noticia que muere de frío un anciano en situación de calle y que sí lo sea una caída de dos puntos en la bolsa. Eso es exclusión. No se puede tolerar más que se tire comida cuando hay gente que pasa hambre. Eso es inequidad. Hoy todo entra dentro del juego de la competitividad y de la ley del más fuerte, donde el poderoso se come al más débil. Como consecuencia de esta situación, grandes masas de la población se ven excluidas y marginadas: sin trabajo, sin horizontes, sin salida. Se considera al ser humano en sí mismo como un bien de consumo, que se puede usar y luego tirar. Hemos dado inicio a la cultura del «descarte» que, además, se promueve. Ya no se trata simplemente del fenómeno de la explotación y de la opresión, sino de algo nuevo: con la exclusión queda afectada en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se está en ella abajo, en la periferia, o sin poder, sino que se está fuera. Los excluidos no son «explotados» sino desechos, «sobrantes».

Comentario Domingo de la Santísima Trinidad

Oración

O Dios Padre,
fuente de toda vida y de todo ser,
Tú nos enviaste a tu amado Hijo para mostrarnos tu amor a nosotros, y derramaste tu Espíritu
para revelarnos al Padre y al Hijo: comunícanos tu misterio de vida
y de amor inmensos;
y haznos vivir de Ti,
pozo insondable de gozo y fortaleza, el único Dios que merece
ser adorado y alabado en este mundo y por toda la eternidad.

AMEN.

 

Jn 3, 16-18

«16Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna.

17Porque Dios no envió al Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo sea salvado por medio él.

18El que cree en él, no es juzgado; pero el que no cree, ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios».

¡PALABRA DEL SEÑOR!

 

 

CONTEXTO

Estos pocos versículos forman parte del encuentro entre Jesús y Nicodemo (Jn 3,1-21). Este fariseo queda extrañado de la invitación de Jesús a “nacer de nuevo” y le pregunta cómo puede ser eso. Entonces Jesús le responde con un pequeño discurso (vv. 10-21) para explicar que ese “nuevo nacimiento” consiste en acoger (“creer”) la novedad que Jesús había traído, su propia persona de Hijo unigénito de Dios y su misión de ser mediador de la salvación de Dios, de la vida eterna. Después de este pasaje evangélico, Jesús marchará con sus discípulos de Jerusalén a Judea y asistiremos al último testimonio de Juan Bautista sobre Jesús (3,22-36).

 

 

TEXTO

Aunque el evangelio no forma por sí mismo una perícopa propia, podemos presentar una estructura ternaria, que se abre y se cierra con la mención del “Hijo unigénito de Dios” (vv. 16 y 18), presentada de forma quiástica (notad: al comienzo: Dios-Hijo-unigénito; al final: unigénito-Hijo-Dios) y “el que cree en él” (vv. 16 y 18). Así, tenemos tres partes: a) v.16: el amor de Dios se manifiesta en el don del Hijo unigénito para conseguirnos la vida eterna; b) v. 17: Dios quiere salvar al mundo por medio de su Hijo; c) v. 18: la respuesta humana es creer en este plan de Dios.

 

ELEMENTOS INTERESANTES

• “Tanto amó Dios al mundo”: lo que caracteriza a Dios en relación con el mundo es el amor que conduce a la vida eterna. Dios nos ofrece una experiencia profunda de relación y encuentro, una experiencia que se vive al interior del propio misterio de Dios. Una cadena que se propaga: “Como el Padre me amó, yo también os he amado” (15,9): “Amaos los unos a los otros como yo os he amado” (15,12). Experimentar a Dios es entrar en una dinámica de amor. ¿Cómo vivimos esta realidad? ¿En qué se manifiesta? Recordemos las palabras de 1Jn: “Por esto hemos conocido el amor: Él ha dado su vida por nosotros; por tanto también nosotros debemos dar la vida por los hermanos” (1Jn 2,6). Amar y salvar son como las “obsesiones” de Dios. ¿Son las nuestras?

• El término “mundo” se usa mucho en el evangelio de Juan, con diversos significados. Puede significar “la tierra”, el espacio habitado por los seres humanos, o la Creación. Aquí, en nuestro texto, “mundo” significa las personas que habitan en esta tierra, toda la humanidad, amada por Dios. Y puede significar, sobre todo, aquella parte de la humanidad que se opone a Jesús y se convierte en su “adversario” (Jn 7,4.7; 8,23.26; 9,39; 12,25). La esperanza que el evangelio de Juan comunica a la comunidad es que Jesús vence al “príncipe de este mundo” (12,31), porque Él es más fuerte que el “mundo”. “Tendréis tribulación en el mundo, pero tened confianza, yo he vencido al mundo” (16,33).

• Creer en Jesús es entrar en una dinámica de salvación y de vida eterna, es empezar a vivir el dinamismo de amor de Dios, Padre, Hijo y Espíritu. ¿Qué son para nosotros esos conceptos? ¿Experimentamos así a Jesús?

 

Paso 1 Lectio: ¿Qué dice el texto? Atiende todos los detalles posibles. Imagina la escena. Destaca todos los elementos que llaman la atención o te son muy significativos. Disfruta de la lectura atenta. Toma nota de todo lo que adviertas.

Paso 2 Meditatio: ¿Qué me dice Dios a través del texto? Atiende a tu interior. A las mociones (movimientos) y emociones que sientes. ¿Algún aspecto te parece dirigido por Dios a tu persona, a tu situación, a alguna de tus dimensiones?

Paso 3 Oratio: ¿Qué le dices a Dios gracias a este texto? ¿Qué te mueve a decirle? ¿Peticiones, alabanza, acción de gracias, perdón, ayuda, entusiasmo, compromiso? Habla con Dios…

Paso 4 Actio: ¿A qué te compromete el texto? ¿Qué ha movido la oración en tu interior? ¿Qué enseñanza encuentras? ¿Cómo hacer efectiva esa enseñanza?

Para la catequesis: Santísima Trinidad

Santísima Trinidad
11 de junio 2017

Lecturas: Exodos 34, 4b-6.8-9; Salmo Daniel 3 ;2Corintios 13, 11-13 ;Juan 3, 16-18

El amor de Dios para el mundo
«Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga la vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salvara por él. El que cree en él no será condenado; pero el que no cree ya está condenado, por no haber creído en el Hijo único de Dios”. (Juan 3, 16-18)

Reflexión

El misterio de la Santísima Trinidad nos invita a vivir el amor hacia el prójimo. La Trinidad es comunión de Personas divinas, las cuales son una con la otra una para la otra, una en la otra. Jesús nos habló de Dios como Padre, nos ha hablado del Espíritu Santo y nos ha hablado de sí mismo como Hijo de Dios, pero también envió a sus discípulos a evangelizar a la gente en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Actividades

En las próximas paginas encontraras una actividad para realizar con los niños.
Puedes pegar los nombres de las personas de la Santísima Trinidad en las garras

Oración

Oh Dios mío, Trinidad a quien adoro, ayúdame
a olvidarme de mi, que cada minuto comprenda
más este gran misterio de unidad.
Dios Padre gracias por crearme,
Dios Hijo por salvarme y
Dios Espíritu Santo por amarme. Amen

Cada niño da gracias por su familia y por ser parte de la familia de Dios. Todos juntos rezan tres Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

¿Qué me quiere decir hoy Jesús? – Domingo de la Santísima Trinidad

En el tiempo de Jesús, se pensaba que Dios era como un papá regañón que continuamente castigaba a sus hijos. Cristo nos hace ver que no es así, que Dios es un padre tan bueno y amoroso, que envía a su Hijo único para entregarse y sacrificarse por nosotros, por nuestra salvación. Basta con que creamos en Él y que cumplamos su palabra, de lo contrario nosotros mismos nos estaríamos cerrando las puertas del cielo.

Creer en Cristo es creer que vino al mundo a salvarnos al borrar nuestros pecados con su sacrificio y a guiarnos en el camino del amor con su Palabra. Y esta fe la demostramos con nuestras obras, al obedecer sus mandamientos y tratar con amor a los demás.

Creer es tener fe y la fe es un regalo de Dios que podemos pedir todos los días en nuestras oraciones. La fe es como una semilla que Dios planta en nuestros corazones, pero que si no se riega y cuida, puede no crecer y por lo tanto nunca dar fruto.

La forma de cultivar la semilla de la fe que Dios sembró en nosotros, es con oración y estudio de su Palabra. Además, Cristo nos dejó siete sacramentos que son como el fertilizante que da la fuerza para crecer y dar frutos.

En especial, la eucaristía es el medio que Dios nos da para alimentar nuestra alma, para darnos fuerza para cumplir su palabra y para unirnos a Cristo y a su Iglesia.

¿Cómo se nota en mi vida que creo en Cristo?

Comentario al evangelio (7 de junio)

Un día más –esta vez son los saduceos- aparece Jesús ante una pregunta un tanto capciosa que quiere desviar la atención del problema fundamental. Los saduceos quieren reducir la cuestión de la resurrección y de la fe en Dios a una mera cuestión de lógica humana. Dios, sin embargo, no puede ser “atrapado” en lógicas humanas, como este caso de la viuda que proponen los saduceos.

Jesús les dice que están equivocados. Muy equivocados. La lógica humana no alcanza a comprender la grandeza de este Dios que es Dios de vivos, no de muertos. Hablar de la resurrección y del horizonte de gloria al que nos encaminamos no es una cuestión de cálculos humanos o, si se quiere, mundanos. Ahí está, precisamente la clave correcta de comprensión: se trata de tomar conciencia de que no se puede creer en la resurrección –ni en Dios- si no somos capaces de confiar en un Dios que es mucho más grande y más poderoso de lo que somos capaces de comprender.

Cuando reconocemos nuestra pequeñez ante la inmensa grandeza de Dios, entonces, sólo entonces, nos hacemos capaces de aceptar que sólo Dios tiene poder y nos ponemos en el lugar correcto. Nuestra actitud solamente puede ser la de la confianza y la del asentimiento de su omnipotencia sobre nosotros. A la mente humana y a la razón se les hace difícil aceptar el discurso de la omnipotencia de Dios. Pero, siendo honestos, sabemos que el corazón tiene otras razones.

Precisamente estas, las que mueven nuestros mecanismos más profundos, más allá de la lógica de la razón, nos llevan a esperar de Dios todo lo que, por experiencia, sabemos que nosotros mismos no nos podemos dar. La actitud más sencilla y más pura del creyente es la de esperar en Dios, más allá de toda razón intelectual y de nuestras propias fuerzas.

Pidamos hoy al Señor la gracia de ser humildes para aceptar que Dios siempre es más grande y más poderoso que nosotros, aunque no sea fácil.

Fernando Prado, cmf.