Vísperas – Jueves IX de Tiempo Ordinario

VÍSPERAS
(Oración de la tarde)

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno: VENGO, SEÑOR, CANSADO.

Vengo, Señor, cansado;
¡cuánta fatiga
van cargando mis hombros
al fin del día!
Dame tu fuerza
y una caricia tuya
para mis penas.

Salí por la mañana
Entre los hombres,
¡y encontré tantos ricos
que estaban pobres!
La tierra llora,
porque sin ti la vida
es poca cosa.

¡Tantos hombres maltrechos,
sin ilusiones!;
en ti buscan asilo
sus manos torpes.
Tu amor amigo,
todo tu santo fuego,
para su frío.

Yo roturé la tierra
y puse trigo;
tú diste el crecimiento
para tus hijos.
Así, en la tarde,
con el cansancio a cuestas,
te alabo, Padre.

Quiero todos los días
salir contigo,
y volver a la tarde
siendo tu amigo.
Volver a casa
y extenderte las manos,
dándote gracias. Amén.

SALMODIA

Ant 1. Señor, Dios mío, a ti grité, y tú me sanaste; te daré gracias por siempre.

Salmo 29 – ACCIÓN DE GRACIAS POR LA CURACIÓN DE UN ENFERMO EN PELIGRO DE MUERTE

Te ensalzaré, Señor, porque me has librado
y no has dejado que mis enemigos se rían de mí.

Señor, Dios mío, a ti grité,
y tú me sanaste.
Señor, sacaste mi vida del abismo,
me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa.

Tañed para el Señor, fieles suyos,
dad gracias a su nombre santo;
su cólera dura un instante;
su bondad, de por vida;
al atardecer nos visita el llanto,
por la mañana, el júbilo.

Yo pensaba muy seguro:
«No vacilaré jamás.»
Tu bondad, Señor, me aseguraba
el honor y la fuerza;
pero escondiste tu rostro,
y quedé desconcertado.

A ti, Señor, llamé,
supliqué a mi Dios:
«¿Qué ganas con mi muerte,
con que yo baje a la fosa?

¿Te va a dar gracias el polvo,
o va a proclamar tu lealtad?
Escucha, Señor, y ten piedad de mí;
Señor, socórreme.»

Cambiaste mi luto en danzas,
me desataste el sayal y me has vestido de fiesta;
te cantará mi alma sin callarse.
Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Señor, Dios mío, a ti grité, y tú me sanaste; te daré gracias por siempre.

Ant 2. Dichoso el hombre a quien el Señor no le apunta el delito.

Salmo 31 – ACCIÓN DE GRACIAS DE UN PECADOR PERDONADO

Dichoso el que está absuelto de su culpa,
a quien le han sepultado su pecado;
dichoso el hombre a quien el Señor
no le apunta el delito.

Mientras callé se consumían mis huesos,
rugiendo todo el día,
porque día y noche tu mano
pesaba sobre mí;
mi savia se me había vuelto
un fruto seco.

Había pecado, lo reconocí,
no te encubrí mi delito;
propuse: «Confesaré al Señor mi culpa»,
y tú perdonaste mi culpa y mi pecado.

Por eso, que todo fiel te suplique
en el momento de la desgracia:
la crecida de las aguas caudalosas
no lo alcanzará.

Tú eres mi refugio, me libras del peligro,
me rodeas de cantos de liberación.

Te instruiré y te enseñaré el camino que has de seguir,
fijaré en ti mis ojos.

No seáis irracionales como caballos y mulos,
cuyo brío hay que domar con freno y brida;
si no, no puedes acercarte.

Los malvados sufren muchas penas;
al que confía en el Señor,
la misericordia lo rodea.

Alegraos, justos, y gozad con el Señor,
aclamadlo, los de corazón sincero.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Dichoso el hombre a quien el Señor no le apunta el delito.

Ant 3. El Señor le dio el poder, el honor y el reino, y todos los pueblos le servirán.

Cántico: EL JUICIO DE DIOS Ap 11, 17-18; 12, 10b-12a

Gracias te damos, Señor Dios omnipotente,
el que eres y el que eras,
porque has asumido el gran poder
y comenzaste a reinar.

Se encolerizaron las naciones,
llegó tu cólera,
y el tiempo de que sean juzgados los muertos,
y de dar el galardón a tus siervos los profetas,
y a los santos y a los que temen tu nombre,
y a los pequeños y a los grandes,
y de arruinar a los que arruinaron la tierra.

Ahora se estableció la salud y el poderío,
y el reinado de nuestro Dios,
y la potestad de su Cristo;
porque fue precipitado
el acusador de nuestros hermanos,
el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche.

Ellos le vencieron en virtud de la sangre del Cordero
y por la palabra del testimonio que dieron,
y no amaron tanto su vida que temieran la muerte.
Por esto, estad alegres, cielos,
y los que moráis en sus tiendas.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El Señor le dio el poder, el honor y el reino, y todos los pueblos le servirán.

LECTURA BREVE   1Pe 1, 6-9

Saltad de júbilo, aunque de momento tengáis que sufrir un poco en diversas pruebas. Así la pureza de vuestra fe resultará más preciosa que el oro (que, aun después de acrisolado por el fuego, perece) y será para vuestra alabanza y gloria y honor en el día de la manifestación de Jesucristo. A él no lo habéis visto, y lo amáis; en él creéis ahora, aunque no lo veis; y os regocijaréis con un gozo inefable y radiante, al recibir el fruto de vuestra fe, la salud de vuestras almas.

RESPONSORIO BREVE

V. Nos alimentó el Señor con flor de harina.
R. Nos alimentó el Señor con flor de harina.

V. Nos sació con miel silvestre.
R. Con flor de harina.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Nos alimentó el Señor con flor de harina.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. El Señor derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El Señor derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes.

PRECES

Invoquemos a Dios, nuestro refugio y nuestra fortaleza, y digámosle:

Escucha, Señor, nuestra oración.

Dios de amor que has hecho alianza con tu pueblo,
haz que recordemos siempre tus maravillas.

Que los sacerdotes, Señor, crezcan en la caridad
y que los fieles vivan en la unidad del Espíritu y en el vínculo de la paz.

Que el mundo prospere y avance según tus designios
y que los que lo construyen no trabajen en vano.

Envía, Señor, operarios a tu mies
para que tu nombre sea conocido en el mundo.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

A nuestros familiares y bienhechores difuntos dales un lugar entre los santos
y haz que nosotros un día nos encontremos con ellos en tu reino.

Ya que por Jesucristo hemos llegado a ser hijos de Dios, nos atrevemos a decir:

Padre nuestro…

ORACION

Tú, Señor, que iluminas la noche y haces que después de las tinieblas amanezca nuevamente la luz, haz que, durante la noche que ahora comienza, nos veamos exentos de toda culpa y que, al clarear el nuevo día, podamos reunirnos otra vez en tu presencia para darte gracias nuevamente. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

Anuncio publicitario

Lectio Divina – 8 de junio

Lectio: Jueves, 8 Junio, 2017
Tiempo Ordinario
  
1) Oración inicial
Señor, nos acogemos confiadamente a tu providencia, que nunca se equivoca; y te suplicamos que apartes de nosotros todo mal y nos concedas aquellos beneficios que pueden ayudarnos para la vida presente y la futura. Por nuestro Señor.
 
2) Lectura
Del santo Evangelio según Marcos 12,28b-34
Acercóse uno de los escribas que les había oído y, viendo que les había respondido muy bien, le preguntó: «¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?» Jesús le contestó: «El primero es: Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor, y amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. El segundo es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No existe otro mandamiento mayor que éstos.» Le dijo el escriba: «Muy bien, Maestro; tienes razón al decir que Él es único y que no hay otro fuera de Él, y amarle con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios.» Y Jesús, viendo que le había contestado con sensatez, le dijo: «No estás lejos del Reino de Dios.» Y nadie más se atrevía ya a hacerle preguntas.
 
3) Reflexión
• El evangelio de hoy nos presenta una conversación bonita entre Jesús y un doctor de la ley. El doctor quiere saber de Jesús cuál es el primero de todos los mandamientos. Hoy también mucha gente quiere saber lo que es más importante en la religión. Algunos dicen que es ser bautizado. Otros dicen que es rezar. Otros dicen: ir a Misa o participar del culto el domingo. Otros dicen: amar al prójimo. Otros se preocupan sólo con las apariencias o con los cargos en la Iglesia.
• Marcos 12,28: La pregunta del doctor de la Ley. A un doctor de la ley, que había asistido al debate de Jesús con los saduceos (Mc 12,23-27), le gustó la respuesta de Jesús, y percibió su gran inteligencia y quiso aprovechar la ocasión para plantear una preguntar: “¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?” En aquel tiempo, los judíos tenían una gran cantidad de normas para reglamentar en la práctica la observancia de los Diez Mandamientos. Algunos decían: “Todas estas normas tienen el mismo valor, pues todas vienen de Dios. No nos incumbe a nosotros introducir distinciones en las cosas de Dios”. Otros decían: “Algunas leyes son más importantes que las otras y, por esto, ¡obligan más!” El doctor quiere saber la opinión de Jesús.
• Marcos 12,29-31: La respuesta de Jesús. Jesús responde citando un pasaje de la Biblia para decir cuál es el primero de todos los mandamientos: es “¡amar a Dios con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas!” (Dt 6,4-5). En el tiempo de Jesús, los judíos piadosos hicieron de este texto del Deuteronomio una oración y la recitaban tres veces al día: de mañana, a medio día y por la noche. Era tan conocida entre ellos como hoy entre nosotros lo es el Padre Nuestro. Y Jesús añade, citando de nuevo la Biblia: “El segundo es éste: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’ (Lev 19,18). No existe otro mandamiento mayor que éstos”. ¡Respuesta breve y profunda¡ Es el resumen de todo lo que Jesús enseñó sobre Dios y sobre la vida (Mt 7,12).
• Marcos 12,32-33: La respuesta del doctor de la ley. El doctor concuerda con Jesús y saca las conclusiones: “«Muy bien, Maestro; tienes razón al decir que amar a Dios y amar al prójimo vale más que todos los holocaustos y sacrificios.» . O sea, el mandamiento del amor es más importante que los mandamientos relacionados con el culto y los sacrificios en el Templo. Esta afirmación venía ya de los profetas del Antiguo Testamento (Os 6,6; Sal 40,6-8; Sal 51,16-17). Hoy diríamos que la práctica del amor es más importante que novenas, promesas, misas, rezos y procesiones.
• Marcos 12,34: El resumen del Reino. Jesús confirma la conclusión del doctor y dice: “No estás lejos del Reino de Dios!” De hecho, el Reino de Dios consiste en reconocer que el amor hacia Dios es igual que el amor al prójimo. Pues si Dios es Padre, nosotros todos somos hermanos y hermanas y tenemos que demostrarlo en la práctica, viviendo en comunidad. «¡De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas!» (Mt 22,4) Los discípulos y las discípulas deben fijar en la memoria, en la inteligencia, en el corazón, en las manos y en los pies esta primera ley del amor: ¡sólo se llega a Dios a través del don total al prójimo!
• El primer mandamiento. El mayor y el primer mandamiento fue y será siempre: “amar a Dios con todo el corazón, con toda la inteligencia, y con todas las fuerzas” (Mc 12,30). En la medida en que el pueblo de Dios, a lo largo de los siglos, fue profundizando en el significado y en el alcance del amor a Dios, fue percibiendo que el amor de Dios sólo será real y verdadero, si se hace concreto en el amor al prójimo. Por esto, el segundo mandamiento que pide el amor al prójimo es semejante al primer mandamiento del amor a Dios (Mt 22,39; Mc 12,31). “Si alguien dijese “¡Amo a Dios!”, pero odia a su hermano, es un mentiroso” (1Jn 4,20). “Toda la ley los profetas dependen de estos dos mandamientos” (Mt 22,40).
 
4) Para la reflexión personal
• Para ti, ¿qué es lo más importante en la religión y en la vida? ¿Cuáles son las dificultades para poder vivir aquello que consideras lo más importante?
• Jesús dijo al doctor: “No estás lejos del Reino de Dios”. Hoy, ¿estoy más cerca o más lejos del Reino de Dios que el doctor elogiado por Jesús?
 
5) Oración final
Muéstrame tus caminos, Yahvé,
enséñame tus sendas.
Guíame fielmente, enséñame,
pues tú eres el Dios que me salva. (Sal 25,4-5)

Santo Padre, Hijo y Espíritu Santo

De todas las maneras estás dentro de mí,
me envuelves en tu presencia y en tu amor,
aunque yo me debata en elucubraciones,
búsquedas e ideas,
Tú eres mi Dios y me sostienes, recreas mi vida.
Tú, Padre Dios, me amaste desde el principio de los tiempos,
tienes mi nombre tatuado en la palma de tu mano
y me conoces, vaya o venga, hable o calle, trabaje o descanse,
esté en movimiento o duerma.

Tu presencia lo envuelve todo, es viento que libera,
es fuerza que anima, es impulso que dinamiza,
es sensación de consuelo, es aire renovador,
es Espíritu tuyo que está en nosotros siempre.
Sois tres; sois uno, ¿qué más da?…
Lo importante es que formáis parte de todo
y que mi vida descansa en Ti y en vosotros,
se alimenta de Ti y de los tres, se siente amada por ti,
aleccionada por Jesús y acompañada por tu Espíritu.
¿Se puede desear un regalo mejor?

El Sagrado Corazón, modelo de recogimiento y modestia

I

¿QUÉ ves, alma cristiana, en la figura exterior de tu Divino Jesús? Ves el retrato más acabado del recogimiento y de la modestia cristiana. Mírale bien y aprende de Él cómo has de ser en tu porte y maneras, si quieres hasta en eso llevar el sello del Sagrado Corazón.

Su voz es quieta y sumisa, sus palabras prudentes y pocas, Su andar grave y mesurado, su mirada recogida y bondadosa. El semblante de Jesús era tal, que inspiraba sentimientos de virtud a quien lo contemplaba, y era imposible verlo interiormente mejorado.

Sus enemigos nunca pudieron tacharle de ligereza y desenvoltura. Los que sin cesar buscaban por agarrarle la palabra, jamás pudieron echarle en rostro una que fuese inconveniente. Su alegría era tan edificante como su austeridad; nadie le oyó ruidosas carcajadas, ni le vio desacompasados movimientos. Todo su exterior era el reflejo de orden, paz, igualdad y armonía en su divino interior.

Dame a conocer ¡oh dulce Jesús! los suaves encantos de esta celestial virtud. Medítese unos minutos.

II

El rostro y los ademanes son el espejo de lo que pasa en el corazón, por eso, llevo retratados en ellos la disipación y el desorden del mío.

¿Soy cristiano o pagano? ¿Sirvo a Dios o al mundo su enemigo? Nadie creería lo primero, sino más bien lo segundo, oyendo tal vez mis conversaciones, mirando mi modo de vestir, observando mis actitudes.

¿A qué tengo dedicados mis sentidos sino a culpables o por lo menos peligrosas tonterías? ¿Qué ley pongo a mis ojos, para que no tropiecen con mil escollos para la honestidad? ¿Qué freno aplico a mi lengua, para que no hiera la reputación ajena o no se deslice en mil y mil superfluidades? ¿Qué muro he puesto a mis oídos, para que no se vayan tras la curiosidad y mundanos pasatiempos? ¡Ah! que estos medios que se me han dado para servir con ellos a Dios y al prójimo, sólo los empleo yo, para que me rinda y esclavice el mundo con todas sus vanidades.

¡Pobre corazón mío, abierto así sin el muro de la modestia a todos los embates del enemigo! ¡Pobre corazón, expuesto así por mi culpa a todas las oleadas de este mar de corrupción!

Rodéalo, Señor, de esta preciosa virtud como de fortísima muralla, para que sea plaza cerrada e inexpugnable donde sólo entres Tú, y nunca jamás tu enemigo.

Medítese, y pídase la gracia particular.

Evangelii Gaudium – Francisco I

54. En este contexto, algunos todavía defienden las teorías del «derrame», que suponen que todo crecimiento económico, favorecido por la libertad de mercado, logra provocar por sí mismo mayor equidad e inclusión social en el mundo. Esta opinión, que jamás ha sido confirmada por los hechos, expresa una confianza burda e ingenua en la bondad de quienes detentan el poder económico y en los mecanismos sacralizados del sistema económico imperante. Mientras tanto, los excluidos siguen esperando. Para poder sostener un estilo de vida que excluye a otros, o para poder entusiasmarse con ese ideal egoísta, se ha desarrollado una globalización de la indiferencia. Casi sin advertirlo, nos volvemos incapaces de compadecernos ante los clamores de los otros, ya no lloramos ante el drama de los demás ni nos interesa cuidarlos, como si todo fuera una responsabilidad ajena que no nos incumbe. La cultura del bienestar nos anestesia y perdemos la calma si el mercado ofrece algo que todavía no hemos comprado, mientras todas esas vidas truncadas por falta de posibilidades nos parecen un mero espectáculo que de ninguna manera nos altera.

De misterio en misterio

Fe, con formulación antigua pero siempre vigente, es “creer lo que no se ve”. Ya San Agustín concluía “y la recompensa es ver lo que uno cree”. En este día, en el Misterio de la Santísima Trinidad, ensalzamos, sentimos, palpamos y proclamamos el inmenso amor de Dios que, lejos de quererlo para sí, lo comparte, lo manifiesta en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. 

1.- ¡Dios es amor! Y lo declaramos en ese trípode de tres personas distintas pero con un común denominador: el amor que existe en todas ellas. Ese color, el amor, define este Misterio indescifrable pero que llega a lo más hondo de nuestras entrañas: ¡Dios es familia! ¡Dios es comunicación mutua! ¡Dios es comunidad! 

Hoy al cantar la gloria de la Trinidad proclamamos que en su nombre hemos sido bautizados; que todos los sacramentos que edifican a la Iglesia los iniciamos invocando su presencia; que toda la vida de nuestra Iglesia, y de nuestra existencia cristiana, está precisamente marcada por este Misterio: en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

2.- ¡Dios es amor! Y, en esta solemnidad, vemos que lo penetra y lo abarca todo. Dios se hace Padre, Cristo se hace hermano, y el Espíritu comparte –hasta el último día- nuestra vida. ¿Puede ofrecer y enseñar más la Santísima Trinidad? ¡Sí! Puede, y lo sigue haciendo: un amor sin fronteras, sin fisuras, sin contraprestaciones, sin pedir nada cambio. Dios, en su ser Trinitario, nos regala un impresionante don: la unidad. Quien proclame la gloria del Padre, del Hijo y del Espíritu, a la fuerza deberá de trabajar para que –su vida- sea fraternidad, comunión y reconciliación.

3.- Es fácil, cantar, signar y anunciar este Misterio Trinitario. Es más difícil llevarlo a la práctica. ¿Por qué no ser yo distinto a los demás? ¿Por qué no puedo actuar libremente? ¿Por qué tengo que respetar la autonomía y el pensamiento del otro? ¿Qué sentido tiene vivir en comunidad cuando “yo soy yo”? 

Son interrogantes que, al contrastarlos con la Trinidad de Dios, concluimos que nos cuesta ser familia; compartir sueños y utopías; guardad la comunión –no sólo la apariencia o en formas- de una vida sensata, alegre y armonizada por la batuta de un amor sin límites. 

-Hoy, no puede ser de otra manera, damos gracias a Cristo porque –a través de El- comprendemos, tocamos y amamos la grandeza de Dios

-Hoy, y así lo debemos de hacer siempre, nos sentimos seducidos y empujados por el Espíritu para ser valientes cristianos; a no dejarnos arrebatar ni menospreciar verdades de fe que son el sustrato de nuestro “abc” cristiano. 

-Hoy, al contemplar la Trinidad de Dios, nos incorporamos con Cristo, por Cristo, en el Espíritu y por el Espíritu a esa gran familia en la que –el Padre- siempre tiene un lugar para cada uno de nosotros sus hijos.

4.- Muchas cosas hemos celebrado en este tiempo de la Pascua. Hoy, aun con el fuego de Pentecostés ardiendo en lo más hondo de nuestros corazones, sentimos que la intimidad de Dios nos es revelada en esta fiesta de la Santísima Trinidad. Preguntaban a San Juan Evangelista en su ancianidad: “Dinos algo sobre Dios…” Y, el discípulo amado de Jesús respondía: “¡Dios es amor! ¡Amaos!” ¡Gloria a la Trinidad!

 

5.- ¿CUAL ES TU SECRETO, TRINIDAD SANTA?

¿Para que, siendo tres personas tan distintas
actúes como un único Dios, santo y verdadero?

¿CUAL ES TU SECRETO, TRINIDAD SANTA?

¿Para qué, revelándonos tu intimidad,
el amor que habita en tus tres habitaciones
viváis en un solo Espíritu, como Padre e Hijo
como si fueras una única morada?

¿CUAL ES TU SECRETO, TRINIDAD SANTA?

¿Para no ser algo solitario, sino en compañía,
viviendo en comunidad que ama
en familia que camina en la misma dirección?

¿CUAL ES TU SECRETO, TRINIDAD SANTA?

Tu secreto, Trinidad Santa, es la comunión
No existe el “yo” en Ti, sino el “nosotros”
No existe lo mío, sino lo nuestro
No existe mi bien, sino el bien de todos

¿CUAL ES TU SCRETO, TRINIDAD SANTA?

Tu secreto es la enemistad con el egoísmo
Tu secreto es la búsqueda de la unión
Tu secreto es la verdad transparente
Tu secreto es la voz que se comunica
Tu secreto los tres corazones fundidos en uno:

UN SOLO DIOS Y PADRE
UN SOLO DIOS E HIJO
UN SOLO DIOS Y ESPÍRITU
UN SOLO DIOS VERDADERO
que, al descubrirse tal y cómo es,
sólo nos dice:

 ¡MI TRINIDAD ES AMOR!
¡MI FAMILIA VIVE EN EL AMOR!
¡MI FUERZA ES EL AMOR!
¡MI SECRETO ESCONDIDO ES EL AMOR!

Javier Leoz

“Dios mandó a su Hijo para que el mundo se salve por Él”

Evangelio del domingo

«Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su hijo único, para que quien crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Pues Dios no envió a su hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será condenado; pero el que no cree ya está condenado, porque no ha creído en el hijo único de Dios.

Juan 3, 16-18

Comentario del Evangelio

El Evangelio de hoy nos dice que Dios no envió a su hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. Es decir, que Jesús no ha venido ha decirnos lo mal que hacemos las cosas y ya está, sino para que cambiemos. Para Jesús es más importante que cambiemos las cosas que hacemos mal, que estar todo el día pensando en lo mal que hacemos las cosas.

Esto es una gran lección para cada uno de nosotros. Porque debemos ser como Jesús. Es decir, no estar todo el día diciéndole a la gente lo mal que hacen las cosas, sino buscando de cada persona lo mejor y estando cerca de las personas. Y nosotros mismos no debemos estar todos el día pensando lo mal que hacemos las cosas, sino pensando y actuando con lo mejor que tenemos de nosotros mismo, que siempre es mucho. Cada uno de nosotros es un tesoro.

Ahora bien, Jesús nos tiende siempre la mano, nos ayuda siempre, está siempre con nosotros. Pero somos nosotros los que debemos decir sí a Jesús, decir sí a lo bueno de la vida. Dios nos ha hecho libres y Dios nos llama y nos llama, nos llama siempre, en todo momento, en todo lugar, en todas las situaciones de la vida. No lo olvidéis nunca…

 

Para hacer vida el Evangelio

• Cuenta una situación de tu vida en el que le hayas dicho a alguien que ha hecho una cosa que tu crees que estaba mal.

• ¿Te quedaste sólo en decir las cosas malas? ¿Has ayudado a esa persona a buscar el bien, a buscar lo mejor de si misma?

• Escribe un compormiso para ser una persona que buscas en ti misma y en los demás lo bueno que hay en cada uno de nosotros.

 

Oración

Señor Jesús,
enséñame a vivir a tono con todo
lo que me estás diciendo:
Dios nos ama, Dios me ama
y la expresión de su Amor
hacia nosotros eres Tú,
y si Dios me ama es solamente
para buscar nuestro bien,
para salvarnos, para hacernos hijos suyos, hermanos tuyos,
para darnos la mayor
de todas las felicidades,
la vida eterna.
Gracias, gracias Dios Padre, porque nos das a tu Hijo único. Gracias Jesús, Hijo del Padre porque has querido entrar en ese juego y ser moneda del amor de Dios. Gracias Espíritu Santo
porque eres Tú el que lo haces posible.

Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo

Señor Jesús,
¿quién mejor que Tú puede hablarnos de Dios? ¿quién mejor que el Hijo puede hablarnos del Padre?

Los pueblos, las culturas, las civilizaciones que existen y han ido apareciendo a lo largo de la historia han buscado a Dios,
han tratado de definirlo,
han escrito libros y poemas sobre Dios,
le han edificado templos,
le han dado distintos nombres,
y ha habido muchas personas consagradas a Dios.
Otros ha habido que han negado
y renegado de Dios.

Y llegas Tú, Señor Jesús,
y nos dices tu Palabra sobre Dios: Tú nos dices que Dios ama
y que lo hace sin medida. Tanto ama, tanto nos ama que nos da lo que más quiere que eres Tú, su Hijo único.

Tú eres la expresión del amor de Dios a la humanidad.
Dios no sólo nos da cosas, la creación, sino que se da a si mismo,
nos da a su Hijo, a Ti.

¿Cómo podemos agradecerle lo que Dios hace por nosotros?

Seguramente lo primero
que hemos de hacer es caer en la cuenta de que Dios nos ama y que su amor es inmenso,
su amor eres Tú.

Así son las cosas.

Silencio, silencio absoluto
y contemplar la manera de ser de Dios, es lo que se me ocurre que puedo hacer. Silencio para que Dios sea mi centro, mi absoluto, mi todo.

Dejar que pase un tiempo largo, es lo que puedo hacer;
para que de todo esto me empape y me penetre hasta los huesos la manera de ser de Dios.

Pero es que Tú, además, nos dices que el Amor de Dios
hacia nosotros no para
hasta buscar nuestro bien: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en Él, sino que tengan vida eterna”.

Señor Jesús,
enséñame a vivir a tono con todo
lo que me estás diciendo:
Dios nos ama, Dios me ama
y la expresión de su Amor
hacia nosotros eres Tú,
y si Dios me ama es solamente
para buscar nuestro bien,
para salvarnos, para hacernos hijos suyos, hermanos tuyos,
para darnos la mayor
de todas las felicidades,
la vida eterna.

Tú no nos condenas,
como a veces decimos o hemos dicho, sino que nos quieres ayudar, salvar: “Dios no mandó a su Hijo al mundo para juzgar al mundo,
sino para que el mundo se salve por Él”.

Gracias, gracias Dios Padre, porque nos das a tu Hijo único. Gracias Jesús, Hijo del Padre porque has querido entrar en ese juego y ser moneda del amor de Dios. Gracias Espíritu Santo
porque eres Tú el que lo haces posible.

Perdón, Padre, Hijo y Espíritu Santo porque mis obras no están en consonancia con lo que Tú, Dios Padre
eres y haces por mi, por nosotros.

Notas para fijarnos en el evangelio del Domingo de la Santísima Trinidad

● Hoy celebramos la fiesta de la Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo, gran misterio, incomprensible para el entendimiento humano.

● La Trinidad es el resumen de nuestra fe.

● Sabemos, y así nos lo presenta la Palabra de Dios, que Dios es el creador, de Él proviene todo cuanto existe, de Él venimos.

● Dios es trino, es Trinidad y en Él descubrimos que el ser de Dios que nos revela Jesús es comunidad, es relación.

● Según nuestra fe cristiana Dios Padre crea familia, el Hijo fraternidad y el Espíritu Santo comunidad.

● Como seres creados a imagen de Dios sólo nos podemos desarrollar en un ambiente comunitario, en la relación con Dios y con las personas.

● El relato de este texto está situado en el encuentro que mantuvo Jesús con Nicodemo.

● “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su único hijo para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna”.

● Dios es quien toma la iniciativa, gratuitamente ha tomado la decisión de amarnos.

● Y según San Juan, Dios, que es amor, ese amor se hace realidad en Jesús.

● Jesús es la expresión del amor de Dios al mundo.

● Dios ama al mundo que es obra suya y de una manera especial ama a las personas, somos amados por Dios.

● Dios entrega a su Hijo y una imagen concreta de esa entrega es la cruz, ella que es escándalo para muchos para los creyentes es expresión del amor de Dios, por eso hay quien dice que la cruz es la más hermosa palabra de Dios.

● El amor es también nuestro mandamiento, nuestro camino de seguimiento a Jesús. Nos movemos en un ambiente común.

● La finalidad de la donación de Dios a la humanidad del Hijo de Dios es para salvar al mundo.

● Dios nos entrega a su Hijo para que no perezcamos, para echarnos una mano, para salvarnos, para darnos la vida eterna.

● Dios, nos dice el texto, no condena, Dios no juzga, Dios quiere salvar.

● Dios, como observamos en la actuación de Jesús a lo largo del Evangelio, es compasivo: así nos lo muestra Jesús repetidamente en los Evangelios.

● Esta faceta de mostrarnos Jesús el ser de Dios fue muy impactante, tanto que desconcertó a la gente de su tiempo, fue una verdadera novedad, de manera que muchos se escandalizaron, no llegaron a aceptarla, vieron en ella una provocación.

● La finalidad de la iniciativa divina es: salvar. Jesús mismo lo dice: “Yo he venido para buscar y salvar lo que estaba perdido”.

● Todo lo anterior creo que no hay que reservarlo a la manera de ser de Dios o de Jesús.

● Estamos llamados a hacerlo realidad y a aplicarlo a la Iglesia, a las comunidades que esparcidas por todo el mundo intentamos seguir a Jesús: como Él somos o deberíamos ser expresión del amor salvador de Dios.

● Es una llamada muy fuerte el contenido de esta palabra. A veces ¿no hemos dado la impresión, o la continuamos dando, de que estamos para condenar cuando lo nuestro ha de ser salvar?

● Si nuestra fe es auténtica debería traducirse en amor a Dios y al prójimo: “Amemos a Dios, porque él nos amó primero… Quien ama a Dios, ame también a su hermano.” (1 Jn. 4, 19-21)

Comentario al evangelio (8 de junio)

El anciano papa emérito Benedicto XVI siempre ha destacado por su sabiduría. Recuerdo de él una expresión que me ha servido para comprender cómo he de situarme ante Dios e interpretar bien ese “Hágase tu voluntad” que tantos quebraderos de cabeza nos trae, sobre todo, cuando la vida se nos complica o no acabamos de comprender los caminos del Señor.
Recuerdo cómo Benedicto XVI habló de que la clave está en buscar un equilibrio, una suerte de comunión de voluntades: “Que tu voluntad, Señor, sea la mía; que mi voluntad, Señor, sea siempre hacer la tuya”.

Sin duda, es todo un programa de vida; una sabia resolución que nos lleva a aceptar la realidad tal cual es y, a su vez, a querer que sea de otra manera, más al estilo de Dios, como Dios la ha soñado, la ha pensado. Con realismo, pero con esperanza. O, si se quiere, con una esperanza realista.

Dios es Dios, nosotros somos criaturas. Él es el Padre, nosotros los hijos. Bien sabemos que la voluntad de un Padre siempre es hacer felices a sus hijos. No malinterpretemos nuestra situación de “asimetría” ante Dios. Nuestra posición es la del hijo respecto al Padre, la del discípulo respecto al Maestro, la del siervo frente a su Rey. Él, y sólo Él, es el Rey del Universo. Nosotros, no somos los Reyes, pero somos, ¡nada menos! que sus hijos. Somos los hijos del Rey del Universo. ¡Qué maravillosa suerte tenemos!¡Qué privilegio inmerecido! Esta dignidad nos hace fuertes.
Pidamos al Señor en este día la gracia de lograr en lo profundo de nuestro agradecido corazón esa “comunión de voluntades” que tanto bien nos puede hacer.

Os deseo, de corazón, lo mejor para esta jornada.

Fernando Prado, cmf.