Vísperas – Lunes X de Tiempo Ordinario

VÍSPERAS
(Oración de la tarde)

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno: PRESENTEMOS A DIOS NUESTRAS TAREAS.

Presentemos a Dios nuestras tareas,
levantemos orantes nuestras manos,
porque hemos realizado nuestras vidas
por el trabajo.

Cuando la tarde pide ya descanso
y Dios está más cerca de nosotros,
es hora de encontrarnos en sus manos,
llenos de gozo.

En vano trabajamos la jornada,
hemos corrido en vano hora tras hora,
si la esperanza no enciende sus rayos
en nuestra sombra.

Hemos topado a Dios en el bullicio,
Dios se cansó conmigo en el trabajo;
es hora de buscar a Dios adentro,
enamorado.

La tarde es un trisagio de alabanza,
la tarde tiene fuego del Espíritu:
adoremos al Padre en nuestras obras,
adoremos al Hijo. Amén.

SALMODIA

Ant 1. Eres el más bello de los hombres, en tus labios se derrama la gracia.

Salmo 44 I – LAS NUPCIAS DEL REY.

Me brota del corazón un poema bello,
recito mis versos a un rey;
mi lengua es ágil pluma de escribano.

Eres el más bello de los hombres,
en tus labios se derrama la gracia,
el Señor te bendice eternamente.

Cíñete al flanco la espada, valiente:
es tu gala y tu orgullo;
cabalga victorioso por la verdad y la justicia,
tu diestra te enseñe a realizar proezas.
Tus flechas son agudas, los pueblos se te rinden,
se acobardan los enemigos del rey.

Tu trono, ¡oh Dios!, permanece para siempre;
cetro de rectitud es tu cetro real;
has amado la justicia y odiado la impiedad:
por eso el Señor, tu Dios, te ha ungido
con aceite de júbilo entre todos tus compañeros.

A mirra, áloe y acacia huelen tus vestidos,
desde los palacios de marfiles te deleitan las arpas.
Hijas de reyes salen a tu encuentro,
de pie a tu derecha está la reina
enjoyada con oro de Ofir.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Eres el más bello de los hombres, en tus labios se derrama la gracia.

Ant 2. Llega el esposo, salid a recibirlo.

Salmo 44 II

Escucha, hija, mira: inclina el oído,
olvida tu pueblo y la casa paterna:
prendado está el rey de tu belleza,
póstrate ante él, que él es tu señor.
La ciudad de Tiro viene con regalos,
los pueblos más ricos buscan tu favor.

Ya entra la princesa, bellísima,
vestida de perlas y brocado;
la llevan ante el rey, con séquito de vírgenes,
la siguen sus compañeras:
las traen entre alegría y algazara,
van entrando en el palacio real.

«A cambio de tus padres tendrás hijos,
que nombrarás príncipes por toda la tierra.»

Quiero hacer memorable tu nombre
por generaciones y generaciones,
y los pueblos te alabarán
por los siglos de los siglos.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Llega el esposo, salid a recibirlo.

Ant 3. Dios proyectó hacer que todas las cosas tuviesen a Cristo por cabeza, cuando llegase el momento culminante.

Cántico: EL PLAN DIVINO DE SALVACIÓN – Ef 1, 3-10

Bendito sea Dios,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en la persona de Cristo
con toda clase de bienes espirituales y celestiales.

El nos eligió en la persona de Cristo,
antes de crear el mundo,
para que fuésemos consagrados
e irreprochables ante él por el amor.

Él nos ha destinado en la persona de Cristo,
por pura iniciativa suya,
a ser sus hijos,
para que la gloria de su gracia,
que tan generosamente nos ha concedido
en su querido Hijo,
redunde en alabanza suya.

Por este Hijo, por su sangre,
hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia
ha sido un derroche para con nosotros,
dándonos a conocer el misterio de su voluntad.

Éste es el plan
que había proyectado realizar por Cristo
cuando llegase el momento culminante:
hacer que todas las cosas tuviesen a Cristo por cabeza,
las del cielo y las de la tierra.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Dios proyectó hacer que todas las cosas tuviesen a Cristo por cabeza, cuando llegase el momento culminante.

LECTURA BREVE   1Ts 2, 13

Nosotros continuamente damos gracias a Dios; porque habiendo recibido la palabra de Dios predicada por nosotros, la acogisteis, no como palabra humana, sino – como es en realidad- como palabra de Dios, que ejerce su acción en vosotros, los creyentes.

RESPONSORIO BREVE

V. Suba, Señor, a ti mi oración.
R. Suba, Señor, a ti mi oración.

V. Como incienso en tu presencia.
R. A ti mi oración.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Suba, Señor, a ti mi oración.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Proclame mi alma tu grandeza, Dios mío.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Proclame mi alma tu grandeza, Dios mío.

PRECES

Alabemos a Cristo, que ama a la Iglesia y le da alimento y calor, y roguémosle confiados diciendo:

Atiende, Señor, los deseos de tu pueblo.

Haz, Señor, que todos los hombres se salven
y lleguen al conocimiento de la verdad.

Guarda con tu protección al papa Francisco y a nuestro obispo N.,
ayúdalos con el poder de tu brazo.

Ten compasión de los que no encuentran trabajo
y haz que consigan un empleo digno y estable.

Señor, sé refugio de los oprimidos
y protégelos en todas sus necesidades.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Te pedimos por el eterno descanso de los que durante su vida ejercieron el ministerio para el bien de tu iglesia:
que también te celebren eternamente en tu reino.

Fieles a la recomendación del Salvador nos atrevemos a decir:

Padre nuestro…

ORACION

Dios todopoderoso y eterno, que has querido asistirnos en el trabajo que nosotros, tus siervos inútiles, hemos realizado hoy, te pedimos que, al llegar al término de este día, acojas benignamente nuestro sacrificio vespertino de acción de gracias y recibas con bondad la alabanza que te dirigimos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

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Lectio Divina – 12 de junio

Lectio: Lunes, 12 Junio, 2017

Tiempo Ordinario

1) ORACIÓN INICIAL

¡Oh Dios!, fuente de todo bien, escucha sin cesar nuestras súplicas; y concédenos, inspirados por ti, pensar lo que es recto y cumplirlo con tu ayuda. Por nuestro Señor.

2) LECTURA

Del santo Evangelio según Mateo 5,1-12
Viendo la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y, tomando la palabra, les enseñaba diciendo:
«Bienaventurados los pobres de espíritu,
porque de ellos es el Reino de los Cielos.
Bienaventurados los mansos,
porque ellos poseerán en herencia la tierra.
Bienaventurados los que lloran,
porque ellos serán consolados.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia,
porque ellos serán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos,
porque ellos alcanzarán misericordia.
Bienaventurados los limpios de corazón,
porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados los que trabajan por la paz,
porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia,
porque de ellos es el Reino de los Cielos.
Bienaventurados seréis cuando os injurien y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros.

3) REFLEXIÓN

• A partir de hoy, inicio de la 10ª Semana del Tiempo Ordinario, hasta final de la 21ª Semana del Tiempo Ordinario, los evangelios estarán sacados del evangelio de Mateo. A partir del inicio de la 22ª Semana del Tiempo Ordinario, hasta fin del año litúrgico, estarán sacados del evangelio de Lucas.

• En el Evangelio de Mateo, escrito para las comunidades de judíos convertidos de Galilea y Siria, Jesús es presentado como el nuevo Moisés, el nuevo legislador. En el AT la Ley de Moisés fue codificada en cinco libros: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio. Imitando el modelo antiguo, Mateo presenta la Nueva Ley en cinco grandes Sermones dispersos en el evangelio: a) el Sermón del Monte (Mt 5,1 a 7,29); b) el Sermón de la Misión (Mt 10,1-42); c) El Sermón de las Parábolas (Mt 13,1-52); d) el Sermón de la Comunidad (Mt 18,1-35); e) El Sermón del Futuro del Reino (Mt 24,1 a 25,46). Las partes narrativas, intercaladas entre los cinco Sermones, describen la práctica de Jesús y muestran como él observaba la nueva Ley y la encarnaba en su vida.

• Mateo 5,1-2: El solemne anuncio de la Nueva Ley. De acuerdo con el contexto del evangelio de Mateo, en el momento en que Jesús pronunció el Sermón del Monte, había apenas cuatro discípulos con él (cf. Mt 4,18-22). Poca gente. Pero una multitud inmensa le seguía (Mt 4,25). En el AT, Moisés subió al Monte Sinaí para recibir la Ley de Dios. Al igual que Moisés, Jesús sube al Monte y, mirando a la multitud, proclama la Nueva Ley. Es significativo : Es significativa la manera solemne como Mateo introduce la proclamación de la Nueva Ley: “Viendo la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y, tomando la palabra, les enseñaba diciendo:«Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos.” Las ocho Bienaventuranzas forman una solemne apertura del “Sermón de la Montaña”. En ellas Jesús define quien puede ser considerado bienaventurado, quien puede entrar en el Reino. Son ochos categorías de personas, ocho puertas para entrar en el Reino, para la Comunidad. ¡No hay otras entradas! Quien quiere entrar en el Reino tendrá que identificarse por lo menos con una de estas categorías.

• Mateo 5,3: Bienaventurados los pobres de espíritu. Jesús reconoce la riqueza y el valor de los pobres (Mt 11,25-26). Define su propia misión como la de “anunciar la Buena Nueva a los pobres” (Lc 4,18). El mismo, vive como pobre. No posee nada para sí, ni siquiera una piedra donde reclinar la cabeza (Mt 8,20). Y a quien quiere seguirle manda escoger:¡o Dios, o el dinero! (Mt 6,24). En el evangelio de Lucas se dice: “¡Bienaventurados los pobres!” (Lc 6,20). Entonces, ¿quién es “pobre de espíritu”? Es el pobre que tiene el mismo espíritu que animó a Jesús. No es el rico. Ni es el pobre como mentalidad de rico. Es el pobre que, como Jesús, piensa en los pobres y reconoce su valor. Es el pobre que dice: “Pienso que el mundo será mejor cuando el menor que padece piensa en el menor”.

1. Bienaventurados los pobres de espíritu  => de ellos es el Reino de los Cielos
2. Bienaventurados los mansos => heredarán la tierra
3. Bienaventurados los que lloran => serán consolados
4. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia => serán saciados
5. Bienaventurados los misericordiosos => obtendrán misericordia
6. Bienaventurados los limpios de corazón => verán a Dios
7. Bienaventurados los que trabajan por la paz => serán hijos de Dios
8. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia => de ellos es el Reino de los Cielos

• Mateo 5,4-9: El nuevo proyecto de vida. Cada vez que en la Biblia se intenta renovar la Alianza, se empieza estableciendo el derecho de los pobres y de los excluidos. Sin esto, ¡la Alianza no se rehace! Así hacían los profetas, así hace Jesús. En las bienaventuranzas, anuncia al pueblo el nuevo proyecto de Dios que acoge a los pobres y a los excluidos. Denuncia el sistema que ha excluido a los pobres y que persigue a los que luchan por la justicia. La primera categoría de los “pobres en espíritu” y la última categoría de los “perseguidos por causa de la justicia” reciben la misma promesa del Reino de los Cielos. Y la reciben desde ahora, en el presente, pues Jesús dice “¡de ellos es el Reino!” El Reino ya está presente en su vida. Entre la primera y la última categoría, hay tres otras categorías de personas que reciben la promesa del Reino. En estos tres dúos transpare el nuevo proyecto de vida que quiere reconstruirla en su totalidad a través de un nuevo tipo de relaciones: con los bienes materiales (1er dúo); con las personas entre sí (2º dúo); con Dios (3er dúo). La comunidad cristiana debe ser una muestra de este Reino, un lugar donde el Reino empieza a tomar forma desde ahora.

• Los tres: Primera dúo: los mansos y los que lloran: Los mansos son los pobres de los que habla el salmo 37. Se les quitó su tierra y la van a heredar de nuevo (Sal 37,11; cf Sal 37.22.29.34). Los afligidos son los que lloran ante la injusticia en el mundo y entre la gente (cf. Sl 119,136; Ez 9,4; Tob 13,16; 2Pd 2,7). Estas dos bienaventuranzas quieren reconstruir la relación con los bienes materiales: la posesión de la tierra y el mundo reconciliado.

Segundo dúo: los que tienen hambre y sed de justicia y los misericordiosos. Lo que tienen hambre y sed de justicia son los que desean renovar la convivencia humana, para que esté de nuevo de acuerdo con las exigencias de la justicia. Los misericordiosos son los que tienen el corazón en la miseria de los otros porque quieren eliminar las desigualdades entre los hermanos y las hermanas. Estas dos bienaventuranzas quieren reconstruir la relación entre las personas mediante la práctica de la justicia y de la solidaridad.

Tercer dúo: los puros de corazón y los pacíficos: Los puros de corazón son los que tienen una mirada contemplativa que les permite percibir la presencia de Dios en todo. Los que promueven la paz serán llamados hijos de Dios, porque se esfuerzan para que la nueva experiencia de Dios pueda penetrar en todo y realice la integración de todo . Estas dos bienaventuranzas quieren reconstruir la relación con Dios: ver la presencia actuante de Dios en todo y ser llamado hijo e hija de Dios.

• Mateo 5,10-12: Los perseguidos por causa de la justicia y del evangelio. Las bienaventuranzas dicen exactamente lo contrario de lo que dice la sociedad en la que vivimos. En ésta, el perseguido por la justicia es considerado como un infeliz. El pobre es un infeliz. Feliz es el que tiene dinero y puede ir al supermercado y gastar según su voluntad. Los infelices son los pobres, los que lloran. En la televisión, las novelas divulgan este mito de la persona feliz y realizada. Y sin darnos cuenta, las telenovelas se vuelven el patrón de vida para muchos de nosotros. ¿Quizás si en nuestra sociedad todavía hay lugar para estas palabras de Jesús: “¡Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia y del evangelio! ¡Felices los pobres! ¡Felices los que lloran!”? Y para mí que soy cristiano y cristiana, de hecho ¿quién es feliz?

4) PARA LA REFLEXIÓN PERSONAL

• Todos queremos ser felices. ¡Todos y todas! Pero ¿somos realmente felices? Por qué sí? ¿Por qué no? ¿Cómo entender que una persona puede ser pobre y feliz al mismo tiempo?

• ¿Cuáles son los momentos en tu vida en que te has sentidor realmente feliz? ¿Era una felicidad como la que fue proclamada por Jesús en las bienaventuranzas, o era de otro tipo?

5) ORACIÓN FINAL

Alzo mis ojos a los montes,
¿de dónde vendrá mi auxilio?
Mi auxilio viene de Yahvé,
que hizo el cielo y la tierra. (Sal 121,1-2)

Éste es mi cuerpo. Ésa es mi sangre

Éste es mi cuerpo.
Mi cuerpo triunfante en vuestros cuerpos gloriosos.
Mi cuerpo maltratado en vuestros cuerpos torturados.
Mi cuerpo vigoroso en vuestros cuerpos lozanos.
Mi cuerpo deteriorado en vuestros cuerpos achacosos.
Éste es mi cuerpo.

Ésta es mi sangre.
Mi sangre pujante en vuestra sangre vehemente.
Mi sangre vertida en vuestra sangre derramada.
Mi sangre vivificante en vuestra sangre renovada.
Mi sangre ofendida en vuestra sangre despreciada.

Mi cuerpo es pan: una hogaza de pan bendito.
Un cuerpo de harina de otro costal.
Mi sangre es vino: una sangre escanciada
como vino generoso. Reserva especial.

En el Sagrado Corazón, hallaremos el más seguro maestro

I

CONSIDEREMOS hoy bajo este punto de vista el Sagrado Corazón de Jesús. A peso de oro y a costa de largos viajes buscan los hombres para sí, aventajados maestros, y tienen por gran honor y gran dicha hacerse discípulos suyos y aprender de sus labios ciencias humanas. A menos costa y con menos fatiga podemos nosotros encontrar en el Sagrado Corazón de Jesús el más seguro maestro.

Dos clases de lecciones nos da este Divino Preceptor: unas exteriores, por medio de la voz de la Iglesia; otras interiores, por medio de su secreta inspiración. ¿Y qué enseña? Grandes verdades, máximas de vida eterna, consejos de salvación, prudencia toda celestial. Adoctrinados por ese Maestro Divino, se han visto en la Iglesia de Dios, hombres y mujeres sin letras, admirar y confundir a los sabios, y dejar a los venideros, monumentos de profunda ciencia interior, no adquirida en las escuelas, sino en el trato y familiaridad con este Sagrado Corazón.

¡Oh Maestro de verdad! ¡Oh libro siempre abierto para quien desea penetrar sus secretos! ¡Oh cátedra santa, donde ni Moisés ni los profetas, ni los filósofos, sino el mismo Dios dicta lecciones de verdad a los discípulos de su Corazón!

Abre, Señor, el mío, para que reciba dócil tan divinas enseñanzas, y las siga y las practique con toda fidelidad.

Medítese unos minutos.

II

¿A quién has escuchado hasta hoy, alma mía? A maestros de seductoras palabras que te han guiado por caminos de perdición.

Han sido tus maestros: el mundo con sus necias máximas, las pasiones con su maligna sugestión, la vanidad, el amor propio, la ira y demás apetitos desordenados. Estas lecciones he escuchado, Jesús mío, y estas me han hecho permanecer sordo a los suaves consejos de tu ley. Habla ahora, Señor; habla, Divino Maestro, que tu fiel discípulo te escucha. Habla a lo íntimo de mi corazón desde las profundidades del tuyo; que oiga yo tu dulce voz, y aprenda de ella los secretos de la vida eterna, que nadie más me puede enseñar. Sordo quiero ser en adelante a todos los que hasta hoy me han seducido o engañado.

¡Oh Maestro Divino! ¡Admíteme en la escuela de tu Corazón, de donde han salido tantos y tan aprovechados discípulos! Soy ignorante como un niño, hazte cargo de mi ignorancia, compadécete de mi cortedad. No quiero por maestro más que a Ti: enséñame, Maestro mío, a hacer siempre tu santa voluntad.

Medítese, y pídase la gracia particular.

Evangelii Gaudium – Francisco I

58. Una reforma financiera que no ignore la ética requeriría un cambio de actitud enérgico por parte de los dirigentes políticos, a quienes exhorto a afrontar este reto con determinación y visión de futuro, sin ignorar, por supuesto, la especificidad de cada contexto. ¡El dinero debe servir y no gobernar! El Papa ama a todos, ricos y pobres, pero tiene la obligación, en nombre de Cristo, de recordar que los ricos deben ayudar a los pobres, respetarlos, promocionarlos. Os exhorto a la solidaridad desinteresada y a una vuelta de la economía y las finanzas a una ética en favor del ser humano.

Homilía – Corpus Christi

UNIDOS EN TU CUERPO Y TU SANGRE

Desde la vida

La vida es tensión y lucha, proceso y búsqueda. En ella, descubrimos las orillas del caminar duro, la aflicción, la sed, el hambre… Y, junto a ellas, vislumbramos las de la esperanza, la brisa, el consuelo, el agua que refresca, el pan que alimenta. Y, en ese caminar, se nos descubre la verdad de la vida que está en el amor, porque «no solo de pan vive el hombre». Es, en la propia historia, donde descubrimos al Dios que nos acompaña y que se hace presente en lo diario, compasivo en la orilla de la sed y la necesidad, amable y entregado en la orilla de la realización y el avance. Con nosotros en el sufrimiento, por nosotros en la alegría y la esperanza. Celebrar la Eucaristía es hacer altar de la vida, reconocer la presencia real de Dios en nuestra historia personal, familiar, social, eclesial.

En la entrega

Celebramos la esta del Corpus Christi, de la presencia real de Cristo en la Eucaristía y de nuestro encuentro sacramental con Él. Ahí está el amén de la delidad radical del Padre al Hijo que lo resucita, y del Hijo al Padre que ha arriesgado en su existencia aceptando la cruz a favor de la liberación y salvación de todos los pueblos de la tierra. Celebrar la Eucaristía es manifestar el deseo de entrar en ese amén divino y humano que nos ha sido regalado en Jesucristo. Porque el cáliz de nuestra Acción de Gracias nos une a todos en la sangre de Cristo, y el pan que partimos, nos une a todos en el cuerpo de Cristo.

Con el compromiso

Este Pan es el que nos hace uno, nos da cuerpo y nos pide que seamos sacramentales, nos ruega que no impidamos a Cristo estar realmente presente allí donde Él quiere estar para llevar su Evangelio de dignidad, verdad y justicia. Nos pide entrar en el verdadero camino del amén cristiano, aquél que se verifica en la entrega radical a favor de los hermanos con el deseo de que tengan vida abundante. Hoy, como nunca, el reto está en que la presencia real de Cristo llegue como sanación, consuelo, dignidad, justicia, verdad, libertad a todos los que sufren en el alma o en el cuerpo.

La comunión en Cristo, desde los hermanos, hace posible creer ante el mundo y los desheredados de la humanidad su presencia real en medio de la historia, ligada a la presencia real en la Eucaristía. En el pan glorioso del Resucitado está la fuerza que nos ayuda a proclamar que el inocente ajusticiado ha sido liberado para siempre, y ya tiene alimento de vida eterna para todos, especialmente para los que sufren. Que es posible la justicia, que no se impone la farsa de los mecanismos que desnudan al desnudo y despiden vacíos a los hambrientos, que ya ha hay una palabra definitiva de fraternidad y de pan compartido que es imparable en la historia. Hay destino y sentido, hay un amén de la verdad, la vida y la luz. Que todos estamos unidos porque comemos el mismo pan, en el que el Dios de la vida, el Crucificado que ha resucitado y el Espíritu del amor, se nos dan y nos incorporan a su amor Trinitario, para que nadie quede excluido ni descartado del amor justo y eterno.

Por Cristo, con Él y en Él

El camino que se nos propone de luz, verdad y vida, no es de carácter prometeico, sin Él no podemos recorrerlo. Necesitamos comer su cuerpo y beber su sangre, abrirnos para que él habite en nosotros y nosotros podamos vivir desde él, con sus sentimientos de amor y con su alegría de salvación. Si nos abrimos a él y la Eucaristía se convierte en nuestro referente vital, aprendiendo a vivir desde la entrega y la donación, la vida brotará en nosotros como una fuente que salta hasta la vida eterna, nos hará vivir para siempre. Nadie nos podrá quitar la alegría ni el sentido de la justicia, la Eucaristía se convertirá en el sacramento de nuestra vida y la vida se hará eucarística, se romperá a favor de los hermanos para alimentar sus hambres y nos derramaremos en vino de gracia para curar las heridas y alegrar los corazones hundidos y sufrientes.

Llamados a ser en común

La Eucaristía nos alimenta y nos empuja para construir y animar nuestra comunidad cristiana. No hay Eucaristía sin comunidad, ni comunidad cristiana si no es eucarística. La comunidad es el espacio donde creemos que podemos acompañar y ser acompañados, generar presencia, anuncio, denuncia y otro estila de vida. La dimensión socio caritativa de nuestra fe y de nuestras comunidades, alimentada eucarísticamente, ha de ser priorizada en nuestras parroquias, asociaciones, movimientos, congregaciones, en toda la Iglesia. Cáritas es un instrumento de concienciación y animación en este sentido, que nos invita a construir la casa de todos. Queremos crear, desde el amor de Cristo que se nos da como pan, espacios liberados donde el que sufre, encuentra consuelo; donde el sediento, encuentra fuentes de vida y ánimo para saciarse y seguir caminando; donde el que necesita cuidado, acogida y cariño, encuentra la cercanía del otro que le dignifica y le reconoce en su dignidad de humano y de hijo de Dios. Desde la comunidad cristiana, sabiendo que gente pequeña con cosas pequeñas y en pequeños lugares, vamos transformando como levadura y sal el mundo.

Para ser pan comido

El horizonte eucarístico de la Iglesia está claro: habitados y alimentados por la presencia real de Cristo en la Eucaristía, estamos llamados a ser eucarísticos, a ser pan partido y comido por los hermanos, especialmente por los que tienen hambre y sed de justicia. Así seremos los cristianos, prolongación de esta presencia real en medio del mundo, entre los hermanos, y seguiremos caminando hacia la Vida Eterna.

José Moreno Losada

Jn 6, 51-56 (Evangelio Corpus Christi)

El relato de la cena de despedida de Jesús y los discípulos, en los momentos previos a la Pasión y muerte, presenta unas diferencias notables entre los Sinópticos y el evangelio de Juan. En éste destaca el gesto simbólico del lavatorio de los pies, que no aparece en el resto, la extensión dedicada a los Discursos del adiós, y la llamativa ausencia del relato de la institución de la Eucaristía, las palabras y gestos realizados sobre el pan y el vino. Resulta poco plausible pensar que Juan no conoció las tradiciones sobre este relato o que no quisiera utilizarlas en su evangelio, dada la importancia simbólica que tuvo este gesto en las primeras comunidades cristianas.

El capítulo 6 recoge el Discurso del pan de vida, en el que se distinguen dos partes, que bien pueden ser consideradas como dos discursos diferentes. El segundo de ellos (6,51-59), el que se lee en esta esta, parece recoger el eco de los relatos eucarísticos que no aparecen en la cena de despedida, incorporados a esta Sección del pan (6,1-71).

El vocabulario presenta un fuerte realismo sacramental que no destaca en el Discurso del pan de vida (6,23-50): carne – sangre – comer/ masticar – beber, son las palabras más repetidas. En el primer discurso el protagonista es el Padre que entrega a su Hijo, verdadero pan de vida, que exige una respuesta de fe en el hombre; ahora es el propio Hijo encarnado quien se autodona como alimento de vida: «Yo soy el pan vivo… El que come de este pan, vivirá para siempre». La respuesta que se pide es comer este pan, el cuerpo de Cristo.

El término «carne» recuerda el prólogo del evangelio, donde la entrada de Jesús en la his- toria se describe en términos de encarnación: «El verbo se hizo carne». Comer su carne es asumir como propia la dinámica de la encarnación, supone una identi cación existencial, no solo simbólica, con la experiencia histórica de Jesús, revelador del Padre. «El que come mi carne» es el que hace suya la existencia del Hijo, quien con gura su propia vida con la del verbo encarnado.

Hablar de «sangre», en la mentalidad bíblica, es hablar de vida, de toda la existencia de la persona. Aquí está anticipando el destino que aguarda al Hijo en la cruz. En aquel momento, en la hora de la glorificación, derramará su sangre para que todos tengan vida en plenitud. «Beber su sangre» derramada significa apropiarse del destino de Jesús, entrar en comunión con su vida entregada. «El que bebe mi sangre» es quien hace suyo el camino del Hijo que entrega la vida, el que se identi ca con la cruz y lleva el amor hasta el extremo.

«Comer su carne y beber su sangre» es entrar en comunión con el Hijo, del mismo modo que «el Padre y el Hijo somos uno». Fruto de esta comunión es la vinculación existencial que se establece con él: «Vivirá en mí y yo en él». Esta permanencia mutua («él en mí… yo en él»), que aparecerá con insistencia en los Discursos del adiós, describe el discipulado cristiano como adhesión permanente, identificación existencial con el Hijo entregado.

La Eucaristía es lugar de este encuentro existencial con el Hijo. Comer la carne y beber la sangre de Cristo es apropiarse de su vida, identificarse con su carne histórica y acoger su propia entrega hasta el extremo. La Eucaristía prolonga en el creyente la encarnación del Hijo, sangre derramada, existencia entregada, alimento de vida eterna.

Óscar de la Fuente de la Fuente

1Cor 10, 16-17 (2ª lectura Corpus Christi)

La segunda lectura de esta solemnidad del Corpus Christi procede de la primera carta de san Pablo a los Corintios. Concretamente, forma parte del largo pasaje en que el apóstol responde a la cuestión sobre los «idolotitos» (8-10): si era o no lícito a los cristianos comer carne de animales procedente de los sacrificios que se ofrecían en los templos paganos (seguramente muy numerosos en Corinto por aquella época). En su larga reflexión sobre el tema, Pablo incluye esta referencia a la eucaristía, que, junto con las instrucciones dadas un poco más adelante sobre la cena del Señor (1 Cor 11,17-34), constituye el testimonio más antiguo que tenemos sobre la praxis eucarística en la Iglesia primitiva.

Por medio de dos preguntas retóricas, el apóstol hace caer a sus destinatarios en la cuenta de que celebrar la eucaristía es entrar en comunión con el mismo Cristo: «El cáliz de la bendición que bendecimos ¿no es comunión con la sangre de Cristo? Y el pan que partimos ¿no es comunión del cuerpo de Cristo?». Comulgar es unirse a la vida y a la persona de Jesús de una manera radical.

Por eso, poco más adelante, Pablo concluirá que esta unión con Cristo excluye la participación en los banquetes idolátricos, aunque sepamos que los dioses de los gentiles no son nada: «Los gentiles ofrecen sus sacrificios a los demonios, no a Dios; y no quiero que os unáis a los demonios. No podéis beber del cáliz del Señor y del cáliz de los demonios. No podéis participar de la mesa del Señor y de la mesa de los demonios» (1 Cor 10,20-21).

El breve resumen de «teología eucarística» que Pablo está ofreciendo a los corintios da un paso más en el siguiente versículo: «Porque el pan es uno, nosotros, siendo muchos, formamos un solo cuerpo, pues todos comemos del mismo pan». Esta frase, que recuerda a la fórmula de consagración del pan recogida posteriormente en la Didaché («Como este pan fue repartido sobre los montes y, recogido, se hizo uno, así sea recogida tu Iglesia desde los límites de la tierra en tu reino»), hace patente que la eucaristía no solo nos pone en comunión con Jesús, sino también los unos con los otros. De ahí los reproches que hará el apóstol en el capítulo siguiente a los que participan en la cena del Señor sin consideración para con los hermanos. En la esta del Corpus que hoy celebramos, este brevísimo texto, tomado de uno de los documentos más antiguos del cristianismo, nos recuerda, pues, lo esencial de la fe de la Iglesia sobre la eucaristía: comunión radical con Cristo y con los hermanos. Esa comunión profunda tiene sus consecuencias en nuestra vida cotidiana, entre ellas la de llevarnos a rechazar cualquier participación en la «mesa de los demonios», sea cual sea la forma que esta pueda adoptar en nuestros tiempos.

José Luis Vázquez Pérez, S.J.

Dt 8, 2-3. 14b-16a (1ª lectura Corpus Christi)

Este pasaje se inserta en una serie de discursos de Yahveh propios del estilo deuteronomista, que desarrollan temas relacionados con la alianza sellada en el Sinaí (Dt 5,1-11,32). Todos ellos tratan, desde distintas perspectivas, de motivar la delidad a Dios evitando la apostasía de ir tras otros dioses, y podemos entenderlos como una paráfrasis exhortativa bien del primer mandamiento («no tendrás otros dioses frente a mí», Dt 5,7), bien del “Shema Israel” («eucha Israel, el Señor es nuestro Dios… amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón»: Dt 6,4ss). En concreto, los versículos de esta primera lectura están entresacados de un discurso que argumenta desde el contraste: tanto en situación de carencia (Dt 8,1-10) como en situación de abundancia (Dt 8,11-20), Israel está llamado a reconocer que Dios está presente y que él es su fuerza y su sustento. Reconocerle (“recordando” y “guardándose de olvidar”), sea en el camino recorrido en el pasado, sea en el futuro próspero que se consiga, es la única manera de permanecer el a la alianza.

En esa evocación del pasado se alude a la experiencia del desierto y a su largo y penoso caminar durante cuarenta años. En categorías negativas para nuestra sensibilidad según los actuales modelos educativos, Israel está llamado a reconocer la presencia del Señor como un momento pedagógico, de educación en la precariedad («afligirte, poner a prueba, y conocer lo que hay en el corazón»). Pero en esos momentos de prueba, Dios se hace presente como el padre que corrige y sostiene en la prueba (v. 5). El texto utiliza distintas imágenes: vestidos que no se desgastan, pies que no se hinchan… y, sobre todo, el alimento que permite avanzar en el camino, en el que se centra la lectura de hoy.

La lección fundamental que Israel tiene que gravar en su corazón es que también en la precariedad Dios da sustento suficiente, pues el maná vino de él (Ex 16,1-36), y es un alimento que en, sí mismo, es precioso y manifiesta la predilección de Yahveh ya que es superior al que conocieron sus padres. Pero, en cualquier caso, lo importante no es el alimento sino la realidad que él supone y es «que no solo de pan vive el hombre, sino de todo cuanto sale de la boca del Señor» (versículo 3). El maná que Israel recibió apunta a una realidad mayor, y esa realidad es Dios mismo como sustento de Israel. Esa enseñanza fundamental servirá también para los tiempos futuros, cuando Dios cumpla la promesa de la tierra e Israel nade en la abundancia. También entonces debe recordar que la prosperidad no es fruto de méritos propios sino fruto de la intervención fundante de Yahveh, que da vida y libertad al pueblo esclavo de Egipto (versículo 14). Lo que sostiene en la vida es  la palabra que Dios dirige a Israel, bajo forma de preceptos y normas, que revela la voluntad divina de que el pueblo crezca y se haga fuerte en la alianza.

En definitiva, tanto en la escasez como en la riqueza, en la adversidad y en la bonanza, somos más que lo que comemos, somos aquello que alimenta y alienta nuestra vida, es decir que, en último término, somos en función de quien nos sustenta y nos da vida con sus dones. En el caso de la celebración de hoy, quien nos da vida a través de su cuerpo y su sangre, sacramento de su vida («el que come mi carne y bebe mi sangre… vivirá por mí», Jn 6, 54ss).

José Javier Pardo Izal, S.J.

Comentario al evangelio (12 de junio)

Tras la celebración de la Santísima Trinidad, la Palabra nos regala hoy una de sus páginas más luminosas. Es un retrato de la persona de Jesús, hecha propuesta para todos. Te invito a contemplar.

Jesús es el pobre de espíritu que madruga cada día para poner la vida, las personas y los acontecimientos ante el Padre. Jesús es el que se esfuerza y sufre, sabiendo que ya llegará el tiempo del fruto y del consuelo. Jesús es el humilde que vive desde abajo, desde los últimos, haciendo posible que la Tierra sea para todos. Jesús es el sediento de justicia, que espera que esa sed sea saciada, haciendo lo que está de su mano. Jesús es el compasivo con todos los adultos y jóvenes que se encontró a lo largo de su vida. Jesús es el que tiene el corazón limpio, el que ve al Padre y su Reino creciendo a partir de las semillas. Jesús es el que trabaja por la paz, para que todos puedan vivirse como hijos del mismo Padre. Jesús es el perseguido por hacer lo que es justo ante Dios… al que el Padre resucitó de entre los muertos poniéndolo como Señor de la Vida, Verdad de la historia y Camino hacia el Reino.

Jesús es todo eso y es el que contagia esa sed, esa misericordia, esa Vida a quien se acerca a él. Todo puede nacer desde la comunión personal con Jesús. Por su Espíritu, Él alienta las Bienaventuranzas en el corazón de cada persona, no como ley que se impone, sino como respuesta que sacia lo más profundo y se despliega en la vida, agraciando en el camino.

Que la lectura hoy de las Bienaventuranzas te acerque más a Jesús, para vivir con Él y como Él.

Luis Manuel Suárez CMF