Miércoles X de Tiempo Ordinario

Hoy es 14 de junio, miércoles de la X semana de Tiempo Ordinario.

Al comenzar este tiempo de oración, procura hacer un poco de silencio. Este es un momento especial del día. Es un tiempo para el encuentro, el silencio y la escucha. En la oración abrimos nuestra intimidad al Señor y el Señor se acerca a nosotros de un modo especial. Para eso necesitamos estar atentos y disponibles.

La lectura de hoy es del evangelio de Mateo (Mt 5, 17-19):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No creáis que he venido a abolir la Ley o los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley. El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el Reino de los cielos.»

Jesús habla con autoridad. Sus palabras quieren siempre abrir nuestros ojos para mostrarnos que la realidad está llena de la presencia de Jesús. Nosotros vivimos muchas veces angustiados y preocupados por muchas cosas. Jesús ha venido a abrirnos al sentido profundo de la vida. A dar plenitud a nuestra vida. ¿Qué te impide vivir plenamente? ¿Qué te dificulta ser libre para seguir a Jesús?

En la ley y los profetas, el pueblo de Israel encontraba el fundamento de su fe. Jesús no quiere cerrar ese tiempo, sino que quiere llevarlo en plenitud. También yo puedo reducir mi fe al cumplimiento de normas. A celebrar rituales vacíos. Jesús quiere que le conozca a él, que esté junto a él. Y eso es lo que dará plenitud en mi fe.

No puedes ser testigo de Jesús reduciendo su mensaje. No puedes anunciar a un Jesús limitado o parcial. Conocer íntimamente a Jesús te permitirá anunciarlo y comunicarlo en su totalidad. ¿Qué te atrae más de Jesús y su mensaje?

Al leer de nuevo el relato de Mateo, fíjate cómo Jesús valora el anuncio íntegro de la fe. Queremos conocer mejor a Jesús para dar testimonio de él.

Para terminar esta oración, dirígete a Jesús. Agradece su presencia una vez más y exprésale, con toda confianza, que quieres conocerle más intensamente, más profundamente, para poder dar un testimonio auténtico de él.

Dios te salve María,
llena eres de gracia,
el Señor es contigo.
Bendita tú eres,
entre todas las mujeres
y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa María,
Madre de Dios,
ruega por nosotros pecadores
ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén.

Liturgia 14 de junio

EN LA NUEVA ALIANZA (2 Cor 3:4-11 – Mt 5:17-19)

Introducción
Lectura: San Pablo, defendiendo su ministerio contra judíos conversos cristianos que insisten en sus prerrogativas, afirma que la nueva Alianza es superior a la antigua, como el Espíritu vivificador es superior a la ley que engendra muerte.
Evangelio: Jesús dice algo semejante en palabras que, a primera vista, parecen contradictorias: Él ha venido no para abolir la ley sino para cumplirla, es decir, para darle dimensiones más profundas. Lo que nos importa especialmente a nosotros es que debemos ser conscientes de que vivimos bajo la nueva ley del amor y que el Espíritu Santo liberador nos libera de la servidumbre de la ley.

Colecta
Señor Dios nuestro,
tú has tomado la iniciativa de amarnos
y de traernos tu libertad
por medio de tu Hijo Jesucristo.
Enriquécenos con el Espíritu de Jesús,
derrámalo sobre nosotros generosamente, sin medida,
para que no nos escondamos por más tiempo
detrás de tradiciones y de la letra de la ley
para apagar al Espíritu Santo
que quiere hacernos libres.
Que él ensanche nuestro corazón
y estimule nuestra fantasía
para que sepamos descubrir
los numerosos caminos del amor
para cumplir la ley a la perfección.
Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor.

Intenciones
– Por todos nosotros, miembros de la Iglesia, para que tengamos suficiente amor para obedecer los mandamientos; para conocerlos y practicarlos, y así manifestemos nuestro amor a Dios y a nuestros prójimos, roguemos.
– Por los sacerdotes, para que en el sacramento de reconciliación puedan hacer sentir a los pecadores la paciencia y compasión de Dios, roguemos.
– Por todos nosotros, para que no nos preguntemos a nosotros mimos qué estamos obligados a hacer, sino qué es lo que podemos hacer por Dios y por los hermanos. Roguemos.

Oración sobre las ofrendas
Dios y Padre nuestro,
en esta eucaristía celebramos la nueva Alianza
realizada por tu Hijo Jesucristo.
Todo lo que podemos ofrecerte
es nuestra apertura a tu iniciativa de amor
libremente recibido y compartido.
Haznos ministros de esta tu aventura con nosotros
de amistad íntima y duradera.
Te lo pedimos en el nombre de Jesús, el Señor.

Oración después de la Comunión
Señor Dios nuestro,
hemos escuchado la palabra de tu Hijo
y comido su pan reconfortante.
Ya que él no tenía miedo
de comprometerse en favor de gente voluble,
te pedimos que liberes nuestra fe
de toda superficialidad y rutina
y que nos ayudes a comprometernos con los demás
sin miedos y sin condiciones.
Porque tú nos has amado primero
en Cristo Jesús nuestro Señor.

Santa Digna de Córdoba

Virgen y mártir, Santos Anastasio presbítero, Félix monje  mártires cordobeses (s. IX)  Fueron martirizados en Córdoba el 14 de Junio.

Ella era una religiosa contemplativa y Félix un monje de un convento de la capital y natural de Alcalá de Henares.    

Después de degollados, sus cuerpos fueron quemados y las cenizas arrojadas al río Guadalquivir. Sufrieron el martirio como tantos cristianos significativos en la era de persecución cordobesa.

Se llaman mozárabes los cristianos que vivieron en tierra de musulmanes en España (711-1492) manteniendo su fe. En general, se puede decir que llevaron una vida muy difícil, y los que aquí enumeramos pagaron su fidelidad a Cristo con el martirio. También hoy son un modelo para el que quiera vivir al Evangelio fielmente.
El elenco de los santos mozárabes, que recoge el «Martyrologium Romanum» (Roma 2001), está compuesto en su mayoría por mártires, y por unos pocos confesores. Tenemos relatos de los martirios de la mayoría de ellos, escritos por contemporáneos, que los conocieron personalmente, y, que incluso compartieron la cárcel con ellos, y, posteriormente, padecieron el martirio2
.

Estos hombres y mujeres son mártires en el verdadero sentido de la palabra, es decir, que padecieron la muerte violenta por no renegar de su fe, y por practicar libremente el cristianismo, dando así un «testimonio» inapelable de la Resurrección de Jesucristo. Llevaron una vida santa, de oración, amor a Dios y al prójimo, sin usar la violencia, detestable para un cristiano, y recibieron la muerte que ni deseaban, ni buscaban, con una inexplicable entereza y paz del alma, haciendo el bien, y no causando el mal. Fueron, en definitiva, buenos imitadores de Jesucristo, el Dios único, que se hizo Hombre y bajó a la tierra para salvarnos.

Laudes – Miércoles X de Tiempo Ordinario

LAUDES
(Oración de la mañana)

INVITATORIO
(Si Laudes no es la primera oración del día
se sigue el esquema del Invitatorio explicado en el Oficio de Lectura)

V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza

Ant. Aclama al Señor, tierra entera, servid al Señor con alegría.

Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.

Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Aclama al Señor, tierra entera, servid al Señor con alegría.

Himno: NACIDOS DE LA LUZ, HIJOS DEL DÍA.

Nacidos de la luz, hijos del día,
Vamos hacia el Señor de la mañana.
Su claridad disipa nuestras sombras
y alegra y regocija nuestras almas.

Que nuestro Dios, el Padre de la gloria,
nos libre para siempre del pecado,
y podamos así gozar la herencia
que nos legó en su Hijo muy amado.

Honor y gloria a Dios, Padre celeste,
por medio de su Hijo Jesucristo,
y al Don de toda luz, el Santo Espíritu,
que vive por los siglos de los siglos. Amén.

SALMODIA

Ant 1. Dios mío, tus caminos son santos: ¿qué dios es grande como nuestro Dios?

Salmo 76 – RECUERDO DEL PASADO GLORIOSO DE ISRAEL.

Alzo mi voz a Dios gritando,
Alzo mi voz a Dios para que me oiga.

En mi angustia te busco, Señor mío;
de noche extiendo las manos sin descanso,
y mi alma rehúsa el consuelo.
Cuando me acuerdo de Dios, gimo,
y meditando me siento desfallecer.

Sujetas los párpados de mis ojos,
y la agitación no me deja hablar.
Repaso los días antiguos,
recuerdo los años remotos;
de noche lo pienso en mis adentros,
y meditándolo me pregunto:

¿Es que el Señor nos rechaza para siempre
y ya no volverá a favorecernos?
¿Se ha agotado ya su misericordia,
se ha terminado para siempre su promesa?
¿Es que Dios se ha olvidado de su bondad,
o la cólera cierra sus entrañas?

Y me digo: ¡Qué pena la mía!
¡Se ha cambiado la diestra del Altísimo!
Recuerdo las proezas del Señor;
sí, recuerdo tus antiguos portentos,
medito todas tus obras
y considero tus hazañas.

Dios mío, tus caminos son santos:
¿qué dios es grande como nuestro Dios?

Tú, ¡oh Dios!, haciendo maravillas,
mostraste tu poder a los pueblos;
con tu brazo rescataste a tu pueblo,
a los hijos de Jacob y de José.

Te vio el mar, ¡oh Dios!,
te vio el mar y tembló,
las olas se estremecieron.

Las nubes descargaban sus aguas,
retumbaban los nubarrones,
tus saetas zigzagueaban.

Rodaba el fragor de tu trueno,
los relámpagos deslumbraban el orbe,
la tierra retembló estremecida.

Tú te abriste camino por las aguas,
un vado por las aguas caudalosas,
y no quedaba rastro de tus huellas:

mientras guiabas a tu pueblo, como a un rebaño,
por la mano de Moisés y de Aarón.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Dios mío, tus caminos son santos: ¿qué dios es grande como nuestro Dios?

Ant 2. Mi corazón se regocija por el Señor, que humilla y enaltece.

Cántico: ALEGRIA DE LOS HUMILDES EN DIOS 1S 2,1-10

Mi corazón se regocija por el Señor,
mi poder se exalta por Dios;
mi boca se ríe de mis enemigos,
porque gozo con tu salvación.
No hay santo como el Señor,
no hay roca como nuestro Dios.

No multipliquéis discursos altivos,
no echéis por la boca arrogancias,
porque el Señor es un Dios que sabe;
él es quien pesa las acciones.

Se rompen los arcos de los valientes,
mientras los cobardes se ciñen de valor;
los hartos se contratan por el pan,
mientras los hambrientos no tienen ya que trabajar;
la mujer estéril da a luz siete hijos,
mientras la madre de muchos se marchita.

El Señor da la muerte y la vida,
hunde en el abismo y levanta;
da la pobreza y la riqueza,
humilla y enaltece.

Él levanta del polvo al desvalido,
alza de la basura al pobre,
para hacer que se siente entre príncipes
y que herede un trono de gloria;
pues del Señor son los pilares de la tierra,
y sobre ellos afianzó el orbe.

Él guarda los pasos de sus amigos,
mientras los malvados perecen en las tinieblas,
porque el hombre no triunfa por su fuerza.

El Señor desbarata a sus contrarios,
el Altísimo truena desde el cielo,
el Señor juzga hasta el confín de la tierra.
él da fuerza a su Rey,
exalta el poder de su Ungido.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Mi corazón se regocija por el Señor, que humilla y enaltece.

Ant 3. El Señor reina, la tierra goza.

Salmo 96 – EL SEÑOR ES UN REY MAYOR QUE TODOS LOS DIOSES.

El Señor reina, la tierra goza,
se alegran las islas innumerables.
Tiniebla y nube lo rodean,
justicia y derecho sostienen su trono.

Delante de él avanza fuego
abrasando en torno a los enemigos;
sus relámpagos deslumbran el orbe,
y, viéndolos, la tierra se estremece.

Los montes se derriten como cera
ante el dueño de toda la tierra;
los cielos pregonan su justicia,
y todos los pueblos contemplan su gloria.

Los que adoran estatuas se sonrojan,
los que ponen su orgullo en los ídolos;
ante él se postran todos los dioses.

Lo oye Sión, y se alegra,
se regocijan las ciudades de Judá
por tus sentencias, Señor;

porque tú eres, Señor,
altísimo sobre toda la tierra,
encumbrado sobre todos los dioses.

El Señor ama al que aborrece el mal,
protege la vida de sus fieles
y los libra de los malvados.

Amanece la luz para el justo,
y la alegría para los rectos de corazón.
Alegraos, justos, con el Señor,
celebrad su santo nombre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El Señor reina, la tierra goza.

LECTURA BREVE   Rm 8, 35. 37

¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo? ¿La aflicción? ¿La angustia? ¿La persecución? ¿El hambre? ¿La desnudez? ¿El peligro? ¿La espada? En todo esto vencemos fácilmente por aquel que nos ha amado.

RESPONSORIO BREVE

V. Bendigo al Señor en todo momento.
R. Bendigo al Señor en todo momento.

V. Su alabanza está siempre en mi boca.
R. En todo momento.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Bendigo al Señor en todo momento.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Sirvamos al Señor con santidad todos nuestros días.

Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR      Lc 1, 68-79

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Sirvamos al Señor con santidad todos nuestros días.

PRECES

Oremos a nuestro Señor Jesucristo, que prometió estar con nosotros todos los días hasta el fin del mundo, y digámosle confiados:

Escúchanos, Señor.

Quédate con nosotros, Señor, durante todo el día:
que la luz de tu gracia no conozca nunca el anochecer en nuestras vidas.

Que el trabajo de este día sea como una oblación sin defecto,
y que sea agradable a tus ojos.

Que en todas nuestras palabras y acciones seamos hoy luz del mundo
y sal de la tierra para cuantos nos traten.

Que la gracia del Espíritu Santo habite en nuestros corazones y resplandezca en nuestras obras
para que así permanezcamos en tu amor y en tu alabanza.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Terminemos nuestra oración diciendo juntos las palabras del Señor y pidiendo al Padre que nos libre de todo mal:

Padre nuestro…

ORACION

Envía, Señor, a nuestros corazones la abundancia de tu luz, para que, avanzando siempre por el camino de tus mandatos, nos veamos libres de todo error. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

Oficio de lectura – Miércoles X de Tiempo Ordinario

OFICIO DE LECTURA

 

INVITATORIO

Si ésta es la primera oración del día:

V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza

Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:

Ant. Aclama al Señor, tierra entera, servid al Señor con alegría.

 

Si antes se ha rezado ya alguna otra Hora:

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno: PUES BUSCO, DEBO ENCONTRAR

Pues busco, debo encontrar;
pues llamo, débenme abrir;
pues pido, me deben dar;
pues amo, débenme amar
aquel que me hizo vivir.

¿Calla? Un día me hablará.
¿Pasa? No lejos irá.
¿Me pone a prueba? Soy fiel.
¿Pasa? No lejos irá:
pues tiene alas mi alma, y va
volando detrás de él.

Es poderoso, mas no
podrá mi amor esquivar;
invisible se volvió,
mas ojos de lince yo
tengo y le habré de mirar.

Alma, sigue hasta el final
en pos del Bien de los bienes,
y consuélate en tu mal
pensando con fe total:
¿Le buscas? ¡Es que lo tienes! Amén

SALMODIA

Ant 1. También nosotros gemimos en nuestro interior, aguardando la redención de nuestro cuerpo.

Salmo 38 I – SÚPLICA DE UN ENFERMO

Yo me dije: vigilaré mi proceder,
para que no se me vaya la lengua;
pondré una mordaza a mi boca
mientras el impío esté presente.

Guardé silencio resignado,
no hablé con ligereza;
pero mi herida empeoró,
y el corazón me ardía por dentro;
pensándolo me requemaba,
hasta que solté la lengua.

Señor, dame a conocer mi fin
y cuál es la medida de mis años,
para que comprenda lo caduco que soy.

Me concediste un palmo de vida,
mis días son nada ante ti;
el hombre no dura más que un soplo,
el hombre pasa como pura sombra,
por un soplo se afana,
atesora sin saber para quién.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. También nosotros gemimos en nuestro interior, aguardando la redención de nuestro cuerpo.

Ant 2. Escucha, Señor, mi oración: no seas sordo a mi llanto.

Salmo 38 II

Y ahora, Señor, ¿qué esperanza me queda?
Tú eres mi confianza.
Líbrame de mis iniquidades,
no me hagas la burla de los necios.

Enmudezco, no abro la boca,
porque eres tú quien lo ha hecho.
Aparta de mí tus golpes,
que el ímpetu de tu mano me acaba.

Escarmientas al hombre
castigando su culpa;
como una polilla roes sus tesoros;
el hombre no es más que un soplo.

Escucha, Señor, mi oración,
haz caso de mis gritos,
no seas sordo a mi llanto;

porque yo soy huésped tuyo,
forastero como todos mis padres.
Aplaca tu ira, dame respiro,
antes de que pase y no exista.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Escucha, Señor, mi oración: no seas sordo a mi llanto.

Ant 3. Yo confío en la misericordia del Señor por siempre jamás.

Salmo 51 – CONTRA LA VIOLENCIA DE LOS CALUMNIADORES

¿Por qué te glorías de la maldad
y te envalentonas contra el piadoso?
Estás todo el día maquinando injusticias,
tu lengua es navaja afilada,
autor de fraudes;

prefieres el mal al bien,
la mentira a la honradez;
prefieres las palabras corrosivas,
lengua embustera.

Pues Dios te destruirá para siempre,
te abatirá y te barrerá de tu tienda;
arrancará tus raíces
del suelo vital.

Lo verán los justos, y temerán,
y se reirán de él:
«Mirad al valiente
que no puso en Dios su apoyo,
confió en sus muchas riquezas,
se insolentó en sus crímenes.»

Pero yo, como verde olivo,
en la casa de Dios,
confío en su misericordia
por siempre jamás.

Te daré siempre gracias
porque has actuado;
proclamaré delante de tus fieles:
«Tu nombre es bueno.»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Yo confío en la misericordia del Señor por siempre jamás.

V. Mi alma espera en el Señor.
R. Espera en su palabra.

PRIMERA LECTURA

Del libro de Josué 3, 1-17; 4, 14-19; 5, 10-12

PASO DEL JORDAN Y CELEBRACIÓN DE LA PASCUA

Cierto día, Josué, al levantarse por la mañana, ordenó levantar el campamento. Él y todos los israelitas partieron de Sittim y llegaron hasta el Jordán. Pernoctaron ahí tres días, al cabo de los cuales, los escribas pasaron por medio del campamento y dieron al pueblo esta orden:

«Cuando veáis el arca de la alianza del Señor vuestro Dios y a los sacerdotes levitas que la llevan, partiréis del sitio donde estáis e iréis tras ella, para que sepáis qué camino habéis de seguir, pues no habéis pasado nunca hasta ahora por este camino. Pero que haya entre vosotros y el arca una distancia de unos dos mil codos: no os acerquéis.»

Josué dijo al pueblo:

«Purificaos para mañana, porque mañana el Señor va a obrar maravillas en medio de vosotros.» Y dijo Josué a los sacerdotes:

«Tomad el arca de la alianza y pasad al frente del pueblo.»

Ellos tomaron el arca de la alianza y fueron delante del pueblo.

El Señor dijo a Josué:

«Hoy mismo voy a empezar a engrandecerte a los ojos de todo Israel, para que sepan que, lo mismo que estuve con Moisés, estoy contigo. Tú darás esta orden a los sacerdotes que llevan el arca de la alianza: «En cuanto lleguéis a la orilla del agua del Jordán, os pararéis en el Jordán.»»

Josué dijo a los israelitas:

«Acercaos y escuchad las palabras del Señor vuestro Dios.»

Y dijo Josué:

«En esto conoceréis que el Dios vivo está en medio de vosotros y que arrojará ciertamente de delante de vosotros al cananeo, al hitita, al jiveo, al fereceo, al guirgaseo, al amorreo y al yebuseo. He aquí que el arca de la alianza del Señor de toda la tierra va a pasar el Jordán delante de vosotros. En cuanto las plantas de los pies de los sacerdotes que llevan el arca de la alianza del Señor de toda la tierra pisen las aguas del Jordán, las aguas del Jordán que vienen de arriba quedarán cortadas y se pararán formando un solo bloque.»

Efectivamente, cuando el pueblo partió de sus tiendas para pasar el Jordán y los sacerdotes llevaron el arca de la alianza a la cabeza del pueblo, en cuanto los que llevaban el arca llegaron al Jordán y los pies de los sacerdotes que llevaban el arca tocaron la orilla de las aguas (y el Jordán baja crecido hasta los bordes todo el tiempo de la siega), las aguas que bajaban de arriba se detuvieron y formaron un solo bloque en una gran extensión -desde Adam hasta la fortaleza de Sartán-, mientras que las que bajaban hacia el mar de la Arabá, o mar de la Sal, desaparecieron por completo, y el pueblo lo pasó frente a Jericó. Los sacerdotes que llevaban el arca de la alianza del Señor se estuvieron a pie firme, en seco, en medio del Jordán, mientras que todo Israel pasaba en seco, hasta que acabó de pasar el Jordán todo el pueblo. Aquel día el Señor engrandeció a Josué delante de todo Israel, y le miraron a él como habían mirado a Moisés durante toda su vida.

El Señor dijo a Josué:

«Manda a los sacerdotes que llevan el arca del testimonio que salgan del Jordán.»

Josué mandó a los sacerdotes:

«Salid del Jordán.»

Cuando los sacerdotes portadores del arca de la alianza del Señor salieron del Jordán, apenas las plantas de sus pies tocaron la orilla, las aguas del Jordán siguieron por su cauce y empezaron a correr como antes, por todas sus riberas.

El pueblo salió del Jordán el día diez del mes primero, y acamparon en Guilgal, al oriente de Jericó, y celebraron allí la Pascua en la tarde del día catorce del mes, en los llanos de Jericó. El día mismo de la fiesta comieron panes ázimos y espigas tostadas, pero al día siguiente de la Pascua comieron ya de los frutos del país.

Y el maná cesó desde entonces, desde que empezaron a comer los productos del país. Los israelitas no volvieron a tener maná, y se alimentaron ya aquel año de los productos de la tierra de Canaán.

RESPONSORIO    Jos 4, 22-25; Sal 113, 5

R. Pasó Israel por el Jordán a pie enjuto, porque Dios secó las aguas ante él, como antes lo había hecho en el mar Rojo. * Que todos los pueblos de la tierra reconozcan que la mano del Señor es poderosa.
V. ¿Qué te pasa, mar, que huyes, y a ti, Jordán, que te echas atrás?
R. Que todos los pueblos de la tierra reconozcan que la mano del Señor es poderosa.

SEGUNDA LECTURA

De las Homilías de Orígenes, presbítero, sobre el libro de Josué
(Homilía 4, 1: PG 12, 842-843)

EL PASO DEL JORDÁN

En el paso del río Jordán, el arca de la alianza guiaba al pueblo de Dios. Los sacerdotes y levitas que la llevaban se pararon en el Jordán, y las aguas, como en señal de reverencia a los sacerdotes que la llevaban, detuvieron su curso y se amontonaron a distancia, para que el pueblo de Dios pudiera pasar impunemente. Y no te has de admirar cuando se te narran estas hazañas relativas al pueblo antiguo, porque a ti, cristiano, que por el sacramento del bautismo has atravesado la corriente del Jordán, la palabra divina te promete cosas mucho más grandes y excelsas, pues te promete que pasarás y atravesarás los mismos aires.

Oye lo que dice Pablo acerca de los justos: Seremos arrebatados entre nubes al encuentro del Señor por los aires, y así estaremos siempre con el Señor. Nada, pues, ha de temer el justo, ya que toda la creación está a su servicio.

Oye también lo que Dios promete al justo por boca del profeta: Cuando pases por el fuego, la llama no te abrasará, porque yo soy el Señor tu Dios. Vemos, por tanto, cómo el justo tiene acceso a cualquier lugar, y cómo toda la creación se muestra servidora del mismo. Y no pienses que aquellas hazañas son meros hechos pasados y que nada tienen que ver contigo, que los escuchas ahora: en ti se realiza su místico significado. En efecto, tú, que acabas de abandonar las tinieblas de la idolatría y deseas ser instruido en la ley divina, eres como si acabaras de salir de la esclavitud de Egipto.

Al ser agregado al número de los catecúmenos y al comenzar a someterte a las prescripciones de la Iglesia, has atravesado el mar Rojo y, como en aquellas etapas del desierto, te dedicas cada día a escuchar la ley de Dios y a contemplar la gloria del Señor, reflejada en el rostro de Moisés. Cuando llegues a la mística fuente del bautismo y seas iniciado en los venerables y magníficos sacramentos, por obra de los sacerdotes y levitas, parados como en el Jordán, los cuales conocen aquellos sacramentos en cuanto es posible conocerlos, entonces también tú, por ministerio de los sacerdotes, atravesarás el Jordán y entrarás en la tierra prometida, en la que te recibirá Jesús, el verdadero sucesor de Moisés, y será tu guía en el nuevo camino.

Entonces tú, consciente de tales maravillas de Dios, viendo cómo el mar se ha abierto para ti y cómo el río ha detenido sus aguas, exclamarás: ¿Qué te pasa, mar, que huyes, y a ti, Jordán, que te echas atrás? ¿Y a vosotros, montes, que saltáis como carneros; colinas, que saltáis como corderos? Y te responderá el oráculo divino: En presencia del Señor se estremece la tierra, en presencia del Dios de Jacob; que transforma las peñas en estanques, el pedernal en manantiales de agua.

RESPONSORIO    Sb 17, 1; 19, 20; Sal 76, 20

R. Grandes, en verdad, e inescrutables son tus juicios, Señor; * engrandeciste a tu pueblo y lo glorificaste.
V. Te abriste camino por las aguas, un vado por las aguas caudalosas.
R. Engrandeciste a tu pueblo y lo glorificaste.

ORACIÓN.

OREMOS,
Dios nuestro, de quien todo bien procede, concédenos seguir siempre tus inspiraciones, para que tratemos de hacer continuamente lo que es recto y, con tu ayuda, lo llevemos siempre a cabo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén

CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.