I Vísperas – Corpus Christi

I VÍSPERAS
(Oración de la tarde)

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno: PUBLICA, LENGUA Y CANTA

Publica, lengua, y canta
el misterio del cuerpo glorioso
y de la sangre santa
que dio por mi reposo
el fruto de aquel vientre generoso.

A todos nos fue dado,
de la Virgen purísima María
por todos engendrado;
y mientras acá vivía
su celestial doctrina esparcía.

De allí en nueva manera
dio fin maravilloso a su jornada
la noche ya postrera,
la noche deseada,
estando ya la cena aparejada.

Convida a sus hermanos,
y, cumplida la sombra y ley primero,
con sus sagradas manos
por el legal cordero
les da a comer su cuerpo verdadero.

Aquella criadora
Palabra, con palabra, sin mudarse,
lo que era pan agora
en carne hace tornarse
y el vino en propia sangre trastornarse.

Y puesto que el grosero
sentido se acobarda y desfallece,
el corazón insano
por eso no enflaquece,
porque la fe le anima y favorece.

Honremos pues, echados
por tierra, tan divino sacramento,
y queden desechados,
pues vino el cumplimiento,
los ritos del antiguo Testamento.

Y si el sentido queda
pasmado de tan alta y nueva cosa,
lo que él no puede pueda,
ose lo que él no osa,
la fe determinada y animosa.

¡Gloria al Omnipotente,
y al gran Engendrador y al Engendrado,
y al inefablemente
de entrambos inspirado
igual loor, igual honor sea dado! Amén.

SALMODIA

Ant 1. El Señor es clemente, él da alimento a sus fieles en memoria de sus maravillas.

Salmo 110 – GRANDES SON LAS OBRAS DEL SEÑOR

Doy gracias al Señor de todo corazón,
en compañía de los rectos, en la asamblea.
Grandes son las obras del Señor,
dignas de estudio para los que las aman.

Esplendor y belleza son su obra,
su generosidad dura por siempre;
ha hecho maravillas memorables,
el Señor es piadoso y clemente.

Él da alimento a sus fieles,
recordando siempre su alianza;
mostró a su pueblo la fuerza de su poder,
dándoles la heredad de los gentiles.

Justicia y verdad son las obras de sus manos,
todos sus preceptos merecen confianza:
son estables para siempre jamás,
se han de cumplir con verdad y rectitud.

Envió la redención a su pueblo,
ratificó para siempre su alianza,
su nombre es sagrado y temible.

Primicia de la sabiduría es el temor del Señor,
tienen buen juicio los que lo practican;
la alabanza del Señor dura por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El Señor es clemente, él da alimento a sus fieles en memoria de sus maravillas.

Ant 2. El Señor da la paz a su Iglesia, la sacia con flor de harina.

Salmo 147 – RESTAURACIÓN DE JERUSALÉN.

Glorifica al Señor, Jerusalén;
alaba a tu Dios, Sión:
que ha reforzado los cerrojos de tus puertas
y ha bendecido a tus hijos dentro de ti;
ha puesto paz en tus fronteras,
te sacia con flor de harina.

Él envía su mensaje a la tierra,
y su palabra corre veloz;
manda la nieve como lana,
esparce la escarcha como ceniza;

hace caer el hielo como migajas
y con el frío congela las aguas;
envía una orden, y se derriten;
sopla su aliento, y corren.

Anuncia su palabra a Jacob,
sus decretos y mandatos a Israel;
con ninguna nación obró así,
ni les dio a conocer sus mandatos.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El Señor da la paz a su Iglesia, la sacia con flor de harina.

Ant 3. Yo os digo con toda verdad: Moisés no os dio el pan del cielo; es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Aleluya.

Cántico: EL JUICIO DE DIOS Ap 11, 17-18; 12, 10b-12a

Gracias te damos, Señor Dios omnipotente,
el que eres y el que eras,
porque has asumido el gran poder
y comenzaste a reinar.

Se encolerizaron las naciones,
llegó tu cólera,
y el tiempo de que sean juzgados los muertos,
y de dar el galardón a tus siervos los profetas,
y a los santos y a los que temen tu nombre,
y a los pequeños y a los grandes,
y de arruinar a los que arruinaron la tierra.

Ahora se estableció la salud y el poderío,
y el reinado de nuestro Dios,
y la potestad de su Cristo;
porque fue precipitado
el acusador de nuestros hermanos,
el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche.

Ellos le vencieron en virtud de la sangre del Cordero
y por la palabra del testimonio que dieron,
y no amaron tanto su vida que temieran la muerte.
Por esto, estad alegres, cielos,
y los que moráis en sus tiendas.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Yo os digo con toda verdad: Moisés no os dio el pan del cielo; es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Aleluya.

LECTURA BREVE   1Co 10, 16-17

El cáliz bendito que consagramos es la comunión de la sangre de Cristo; y el pan que partimos es la comunión del cuerpo del Señor. Y, puesto que es un solo Pan, somos todos un solo cuerpo; ya que todos participamos de ese único pan.

RESPONSORIO BREVE

V. Les ha dado pan del cielo. Aleluya, aleluya.
R. Les ha dado pan del cielo. Aleluya, aleluya.

V. El hombre ha comido pan de ángeles.
R. Aleluya, aleluya.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Les ha dado pan del cielo. Aleluya, aleluya.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Señor, cuán suave es tu Espíritu; para hacer sentir tu dulzura a tus hijos, los llenas de bienes con un pan delicioso que les mandas del cielo; dejas, en cambio, sin nada a los ricos insolentes.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Señor, cuán suave es tu Espíritu; para hacer sentir tu dulzura a tus hijos, los llenas de bienes con un pan delicioso que les mandas del cielo; dejas, en cambio, sin nada a los ricos insolentes.

PRECES

Acudamos a Cristo, que invita a todos a su cena y en ella entrega su cuerpo y su sangre para la vida del mundo; digámosle:

Cristo, pan bajado del cielo, danos la vida eterna.

Cristo, Hijo de Dios vivo, que nos mandaste celebrar la eucaristía como memorial tuyo,
enriquece a tu Iglesia con la celebración de tus misterios.

Cristo, Señor nuestro, sacerdote único del Dios altísimo, que has querido que tus ministros te representaran en la cena eucarística,
haz que los que presiden nuestras asambleas imiten en su manera de vivir lo que celebran en el sacramento.

Cristo, maná bajado del cielo, que haces un solo cuerpo de cuantos participan de un mismo pan,
aumenta la unidad y la concordia entre los que creen en ti.

Cristo Jesús, médico enviado por el Padre, que por el pan de la eucaristía nos das el remedio de la inmortalidad y el germen de la resurrección,
da salud a los enfermos y esperanza a los pecadores.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Cristo Señor, rey al que esperamos, tu que nos mandaste celebrar la eucaristía para anunciar tu muerte y pedir tu retorno,
haz participar en tu resurrección a los que han muerto estando en tu amor.

Pidamos al Padre, como Cristo nos enseñó, nuestro pan de cada día:

Padre nuestro…

ORACION

Señor nuestro Jesucristo, que en este sacramento admirable nos dejaste el memorial de tu pasión, concédenos venerar de tal modo los sagrados misterios de tu cuerpo y de tu sangre, que experimentemos constantemente en nosotros el fruto de tu redención. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo y eres Dios, por los siglos de los siglos. Amén

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

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Lectio Divina – 17 de junio

Lectio: Sábado, 17 Junio, 2017

Tiempo Ordinario

1) ORACIÓN INICIAL

¡Oh Dios!, fuente de todo bien, escucha sin cesar nuestras súplicas; y concédenos, inspirados por ti, pensar lo que es recto y cumplirlo con tu ayuda. Por nuestro Señor.

2) LECTURA

Del santo Evangelio según Mateo 5,33-37

«Habéis oído también que se dijo a los antepasados: No perjurarás, sino que cumplirás al Señor tus juramentos. Pues yo os digo que no juréis en modo alguno: ni por el Cielo, porque es el trono de Dios, ni por la Tierra, porque es el escabel de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran rey. Ni tampoco jures por tu cabeza, porque ni a uno solo de tus cabellos puedes hacerlo blanco o negro. Sea vuestro lenguaje: `Sí, sí’ `no, no’: que lo que pasa de aquí viene del Maligno.

3) REFLEXIÓN

• En el evangelio de hoy, Jesús hace la relectura del mandamiento: “No jurar el falso”. Y aquí también, va más allá de la letra, busca el espíritu de la ley y trata de indicar el objetivo último de este mandamiento: alcanzar la trasparencia total en la relación entre las personas. Aquí vale aplicar lo que ya dijimos respecto de los mandamientos: “No matar” y “No cometer adulterio”. Se trata de una nueva manera de interpretar y poner en práctica la Ley de Moisés desde la nueva experiencia de Dios como Padre/Madre que Jesús nos trae. Jesús relee la ley a partir de la intención que Dios tenía al proclamarla, siglos atrás, en el Monte Sinaí.

• Mateo 5,33: Se dijo a los antepasados: No perjurarás. La ley del AT decía: “No jures el falso”. Y aumentaba diciendo que la persona tiene que cumplir con sus juramentos para con el Señor (cf. Núm 30,2). En la oración de los salmos se dice que solamente puede subir a la montaña de Yavé y llegar al lugar santo “aquel que tiene las manos inocentes y el corazón puro, que no confía en los ídolos, ni hace juramento para engañar” (Sal 24,4). Lo mismo se dice en diversos otros puntos del AT (Ecl 5,3-4), pues tiene que poder confiar en las palabras del otro. Para favorecer esta confianza mutua, la tradición había inventado una ayuda al juramento. Para dar fuerza a su palabra, la persona juraba por alguien o por algo que era mayor que ella y que podría llegar a castigarla en caso de que no cumpliera lo que prometió. Y así es hasta hoy. Tanto en la iglesia como en la sociedad, hay momentos y ocasiones en que se exigen juramentos solemnes de las personas. En el fondo, el juramento es la expresión de la convicción de que nunca se puede confiar enteramente en la palabra del otro.

• Mateo 5,34-36: Pues yo os digo que no juréis en modo alguno. Jesús quiere sanar esta deficiencia. No basta “no jurar el falso”. Va más allá y afirma: “Pues yo os digo que no juréis en modo alguno: ni por el Cielo, porque es el trono de Dios, ni por la Tierra, porque es el escabel de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran rey. . Ni tampoco jures por tu cabeza, porque ni a uno solo de tus cabellos puedes hacerlo blanco o negro.. Juraban por el cielo, por la tierra, por la ciudad de Jerusalén, por la propia cabeza. Jesús muestra que todo esto es remedio que no cura el dolor de la falta de trasparencia en la relación entre personas. ¿Cuál es la solución que propone?

• Mateo 5,37: Sí, sí. No, no. La solución que Jesús propone es ésta: “Diga apenas ‘sí’, cuando es ‘sí’; y ‘no’, cuando es ‘no’. Que lo que pasa de aquí viene del Maligno». El propone la honradez total y radical. Nada más que esto. Lo que pasa de aquí, viene del Maligno . Aquí, de nuevo, nos encontramos ante un objetivo que quedará siempre ante nosotros y que nunca llegaremos a cumplir del todo. Es otra expresión del nuevo ideal de justicia que Jesús propone: Sed perfectos como el Padre celestial es perfecto” (Mt 5,48). Jesús elimina desde la raíz cualquier intento de crear en mí la convicción de que me salvo por mi observancia de la ley. Nadie podrá merecer la gracia de Dios. Ya no sería gracia. Observamos la Ley, no para merecer la salvación, sino para agradecer de corazón la inmensa bondad gratuita de Dios que nos acoge, perdona y salva sin algún merecimiento de nuestra parte.

4) PARA LA REFLEXIÓN PERSONAL

• ¿Cómo es mi observancia de la ley?

• Alguna vez, ¿he experimentado en mi vida algo de la bondad gratuita de Dios?

5) ORACIÓN FINAL

Bendigo a Yahvé, que me aconseja;
aun de noche me instruye la conciencia;
tengo siempre presente a Yahvé,
con él a mi derecha no vacilo. (Sal 16,7-8)

Oración Buenos días

Oración para la mañana en la semana del 19 al 23 de junio, con los materiales publicados por los salesianos.

Buenos días 7-11 septiembre. Infantil

Buenos días 19 al 23 de junio. Ed Infantil

 

Buenos días 7-11 septiembre. Ed. Primaria

Buenos días 19 al 23 de junio. Ed. Primaria

 

Historia del Corpus Christi

Buenos días 19 al 23 de junio. Ed. Secundaria

En el Sagrado Corazón, hallaremos la más eficaz protección

I

RODEADOS como estamos de enemigos, necesitamos a todas horas unceloso y vigilante protector, y sobre todo porque son muchos esos enemigos; y son poderosos; y nos aborrecen de muerte.

Todo lo que es enemigo de Jesucristo es por consecuencia enemigo de nosotros los cristianos. Tengo pues, enfrente de mí a todo el poder del infierno, y sirvo de blanco a sus ataques, tanto de persecución, como de seducción. El ejército del mal, que inspira invisiblemente Satanás, y visiblemente acaudillan los representantes de este en la tierra, llena el mundo; hay momentos en que ansioso se pregunta el corazón si no es ya dueño enteramente de él. Le sirven para la propaganda de sus ideas los medios y la elocuencia; ejecutan sus órdenes muchos gobiernos; le prestan ayuda muchos extraviados con sus talentos. No hay acontecimiento alguno de cuantos presenciamos, que no sea un hecho belicoso en favor o en contra de la causa de Dios, y por consiguiente que no tenga pública o secreta relación con la suerte eterna de cada uno de sus amigos. Porque así como Dios todo lo ha puesto a mi servicio para salvarme, así todo lo pone en juego el demonio, mi enemigo, para perderme. Toda la rabia del infierno, contra Dios, la descarga él contra mí, imagen suya, ya que contra Dios se reconoce impotente. ¡Pobre de mí, hecho de continuo objeto de tan violentas arremetidas! ¿Hay esperanza de salvación para el hombre en medio de tan obstinado empeño para que la pierda?

Medítese unos minutos.

II

Sí, alma mía, tienes un protector más fuerte que todos tus enemigos, y es seguro que nada puede el infierno entero contra quien a tal amparo se sepa refugiar. Ampárate al Sagrado Corazón de Jesús. Tómale por escudo, y avanza valerosa. Di con seguridad: «El Señor es mi amparo; no temeré cualquier cosa que pueda hacer contra mí el enemigo. El Señor es mi defensor; ¿qué puede atemorizarme? Si se levantan contra mí armados ejércitos, no temerá mi corazón; si se libra contra mi dura ba- talla, en Él pondré mi confianza».

¡Sagrado Corazón de Jesús! Mira cómo está mi alma de continuo asediada, víctima de constante persecución, vacilante tal vez ya y próxima a caer en manos de sus enemigos. ¡Dame fuerza, Sagrado Corazón! Están el mundo, el demonio y la carne contra mí. Pero sé que no estoy solo, no, sino contigo, mi dulce bien, mi único amparo, mi protector y fortaleza. No les temo ya a los enemigos. Ya se levanten en mi corazón tempestuosas pasiones; ya haga brillar el mundo a mi alrededor sus más poderosos atractivos; ya oiga zumbar sobre mi cabeza el continuo tiroteo de los que persiguen de muer- te tanto a Ti, como a tu Iglesia y a tus amigos. A tu lado estoy y no desfalleceré. Caigan a mi derecha mil, y diez mil a mi izquierda, no me tocarán a mí los dardos del perseguidor. Clamaré al Señor, y me oirá; conmigo estará en el riguroso trance, y me sacará a salvo, y aun con eso mismo me glorificará.

Sí, dulce protector mío, bondadosísimo Corazón, en tu poder he puesto tal confianza, y sé que no me fallará.

Medítese, y pídase la gracia particular.

Jesús, nuestro pan de vida y de amor

Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo

¡Hoy es un día muy grande, una fiesta para nosotros —los cristianos— solemne! Todo nos recuerda a alimento, a pan, a bebida, a verdadera comida. Jesús está presente, real, en la Eucaristía y quiere recorrer las calles de nuestras ciudades y de nuestros pueblecitos. Así es Jesús… Es el símbolo del amor. Desde siempre Él ha sido maná, comida; ya desde el pueblo de Israel, el pueblo elegido les alimentaba con el maná, y a la hora de irse nos deja el símbolo del pan y vino como alimento suyo, el signo, el símbolo de la unidad. Este es el pan que nos va a unir. Él quiere comulgar con nuestra vida, Él quiere comulgar con nosotros e instituye la Eucaristía. Hoy es el día de la caridad, el día del amor.

¡Venid y adoremos al Señor real y presente!

Querido amigo, hoy solo y todo nos invita a la adoración. Pero antes escuchemos con cariño y escuchemos con amor las palabras que Jesús les dirige a sus discípulos y les dirige también a los judíos diciendo que Él es pan de vida y ese pan es el que se da totalmente a los demás. Escuchemos el texto de Juan, capítulo 6, versículo 51-58:

“Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo”. Disputaban los judíos entre sí: “¿Cómo puede este darnos a comer su carne?”. Entonces Jesús les dijo: “En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. Como el Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre, así, del mismo modo, el que me come vivirá por mí. Este es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre”.

Jn 6, 51-58

Después de oír las palabras de Jesús que nos dice cómo Él es nuestra vida, nuestro alimento y cómo nos dice que si no comemos su carne y no bebemos su sangre no tendremos vida en nosotros, que si comemos su carne y bebemos su sangre tendremos vida eterna; que Él habita en nosotros porque es nuestro alimento; después de oír estas palabras, querido amigo, tenemos que empezar a pensar lo que es Jesús para ti y para mí: es alimento, es vida y nuestro homenaje hoy tiene que ser de adoración y de amor. Está real y presente en la Eucaristía, se une a nuestros sentimientos, está en nuestra vida. Así es… Un día de alegría, de agradecimiento, de fuerza. Él nos va a recordar cómo sin Él no tendremos vida. Él es nuestra fuente de vida, Él es el manantial inagotable de amor, Él construye nuestra unidad y nuestro amor.

¡Venid y adoremos al Señor, porque Él está real y presente en nuestra vida!

“Yo soy el Pan de vida, soy el Pan vivo que ha bajado del cielo. El que coma de este pan, vivirá para siempre”. Todo nos invita a adorar, a cantarle: “Santísimo Sacramento, real y presente”. Nos invita a pensar cómo comemos su pan, cómo comemos, qué hacemos del sacramento que continuamente se nos da. ¡La gran fiesta, el gran banquete del amor! Sacramento de la Eucaristía, Sacramento del amor. ¿Qué hago con mis comuniones? ¿Qué hago en la fracción del pan? ¿Cómo comparto el pan para los demás? Corpus Christi, pan del cuerpo de Cristo. Día de la fraternidad, día del amor. ¡Cuántas eucaristías, cuántas faltas de adoración entran en nuestra vida! Y también tendremos que darnos cuenta de que tenemos que pedirle perdón por nuestras comuniones estériles, por nuestras eucaristías flojas, por nuestras faltas de fraternidad. Jesús es mi alimento, mi sangre, mi comida, mi comida y bebida, es fuente para mí. Hoy, cuando se pasee, cuando se exponga por las calles, ¡loado sea mi Señor! Y con mi corazón, con mi amor, extenderé mi alfombra de flores de cariño y llenaré todo el camino, regaré de actos de amor.

Querido amigo, entremos en esta liturgia, comamos de este pan y nos demos cuenta de que Él es el verdadero alimento. Todos los alimentos son perecederos, pero Él es el verdadero alimento que me da vida eterna, que me sacia, que me lleva hasta la felicidad. Pensemos un poquito en nuestras eucaristías, en nuestras faltas de amor, en el banquete de cada día. ¿Soy verdaderamente consciente en cada comunión de que Jesús, verdadera vida, entra en mi vida? ¿Comulgo de rutina o de costumbre? ¿Hago algo nuevo para que Jesús sea verdadera vida en mí? ¿Cada día es así? Fiesta del agradecimiento, fiesta del amor. “¡Glorifica al Señor, Jerusalén! ¡Alaba a tu Dios, Sión!”, nos dice el salmo. El pan es Uno si nosotros también somos uno, porque Él forma parte de nuestro cuerpo. Él nos alimenta con flor de harina y nos sacia con miel silvestre: así se nos dice hoy.

Querido amigo, escuchemos a Jesús: “Soy tu pan y el pan que Yo te doy te va a saciar. Te aseguro que si no comes de mi carne y bebes de mi sangre, vas a ser infeliz, tu vida va a ser estéril. Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida”. Gracias, Señor.

¡Cantemos al Señor!
¡Cantemos al Amor de los amores, porque Él es nuestro Dios y nuestro Rey!
¡Santísimo Sacramento, te adoramos y te bendecimos porque estás real y presente en mi vida!

Cantemos con nuestro corazón todo lo que sepamos y digamos esa oración tan bonita: “Tomad, Señor, y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y mi voluntad. Todo es tuyo, todo es vuestro”. La comunión de tu cuerpo y de tu sangre es nuestra vida porque Tú has dicho que “el que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y Yo en él”. Gracias, Señor, por el gran regalo de la Eucaristía. Hoy sembraré todo el día, todas las horas de actos de amor y de adoración.

Querido amigo, delante de Jesús-Eucaristía entremos en la adoración y en la acción de gracias. Venid y adoremos al Rey de amor y al Rey de la paz y de la alegría.

¡Que así sea, querido amigo!

Francisca Sierra Gómez

Evangelii Gaudium – Francisco I

63. La fe católica de muchos pueblos se enfrenta hoy con el desafío de la proliferación de nuevos movimientos religiosos, algunos tendientes al fundamentalismo y otros que parecen proponer una espiritualidad sin Dios. Esto es, por una parte, el resultado de una reacción humana frente a la sociedad materialista, consumista e individualista y, por otra parte, un aprovechamiento de las carencias de la población que vive en las periferias y zonas empobrecidas, que sobrevive en medio de grandes dolores humanos y busca soluciones inmediatas para sus necesidades. Estos movimientos religiosos, que se caracterizan por su sutil penetración, vienen a llenar, dentro del individualismo imperante, un vacío dejado por el racionalismo secularista. Además, es necesario que reconozcamos que, si parte de nuestro pueblo bautizado no experimenta su pertenencia a la Iglesia, se debe también a la existencia de unas estructuras y a un clima poco acogedores en algunas de nuestras parroquias y comunidades, o a una actitud burocrática para dar respuesta a los problemas, simples o complejos, de la vida de nuestros pueblos. En muchas partes hay un predominio de lo administrativo sobre lo pastoral, así como una sacramentalización sin otras formas de evangelización. 

La celebración de la Eucaristía

1. Desde sus orígenes, la Eucaristía fue comida de grupo y servicio de ayuda mutua. La fracción del pan en la cena del Señor fue entendida como comunión y participación, dentro del servicio de la palabra o del evangelio, según el cual el que preside sirve. La koinonía es la comunión cristiana total, expresada por la colecta, signo de caridad fraternal entre las Iglesias y los pueblos: por la comunicación de bienes, superación de la propiedad privada y expresión de que todo es de todos, porque así lo exige el reino de Dios; por la relación afectiva y espiritual de los creyentes entre sí, con los apóstoles y con Dios; y por la manifestación del espíritu comunitario, constitutivo de la Eucaristía.

En resumen, la Eucaristía, denominada en el Nuevo Testamento «Cena del Señor» o «Fracción del Pan», fue desde sus comienzos signo fraterno de los creyentes que lo comparten todo y acción de gracias al Padre por Jesucristo en el Espíritu.

2. La Eucaristía ha sido siempre un acto central de la comunidad cristiana.«Ninguna comunidad cristiana se edifica si no tiene su raíz y quicio en la celebración de la Eucaristía», dice el Vaticano a (PO 6). Pero, así como no todas las asambleas cristianas son directamente eucarísticas, así tampoco debería celebrarse toda Eucaristía en régimen de asamblea comunitaria, es decir, con un pueblo concreto organizado y reunido, presidido por un ministro servidor. La relación entre Eucaristía y comunidad es tan estrecha que un determinado modelo de Iglesia refleja un estilo concreto de celebración eucarística. Y al revés: la Eucaristía celebrada manifiesta la ausencia o presencia de comunidad.

3. La confesión de fe, testimoniada en la vida humana por los creyentes esparcidos por el ancho mundo, se manifiesta, a su vez, sacramentalmente cuando la asamblea se reúne para celebrar la Eucaristía. No es posible celebrar la Cena del Señor sin proclamar el mensaje liberador cristiano bajo la forma privilegiada de la acción de gracias. Precisamente la confesión de fe sacramental garantiza la existencia de una Iglesia evangelizadora y liberadora desde las exigencias del reino, cuyo sacramento es la Eucaristía.

REFLEXIÓN CRISTIANA:

¿Cómo celebramos la Eucaristía?

¿Son nuestras celebraciones eucarísticas testimonios de fe?

Casiano Floristán

Pan y vida

La fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo es la celebración de su entrega total. En esa entrega debemos comulgar.

Permanecer en Cristo

El largo capítulo sexto de Juan está centrado en el tema del pan. El pasaje de hoy asume una perspectiva sacramental que no aparecía tan clara en los versículos anteriores. Algunos suponen que el realismo para hablar de la carne y la sangre de Cristo está dirigido a personas cercanas a la comunidad joánica, escépticas frente a la encarnación del Hijo de Dios. Sea de ello lo que fuere, el mensaje no admite dudas: el don de Dios se hace concreto a través de lo humano. Se trata del don de la vida, por eso el que «come de este pan, vivirá para siempre» (v. 51). Ese pan es la carne que asumió la Palabra, según lo había dicho Juan al inicio de su evangelio (cf. 1, 14). Y la Palabra vino a este mundo para traer la vida.

La objeción de los auditores (cf. v. 52) muestra lo difícil que es aceptar esa presencia de Dios en la historia. El Señor da su carne a través de su entrega total, por eso transmite la vida, gracias a la cual permanecemos en él (cf. v. 54-56). Estos versículos dan la interpretación final al texto del compartir el pan que se halla al inicio del capítulo sexto. Jesús ha venido a darse a sí mismo, a compartir su vida con nosotros.

No sólo se vive de pan

Pablo retorna el tema combatiendo el riesgo de la idolatría que corrían los corintios. El significado de la Cena, en que hacemos memoria de la muerte y la resurrección de Cristo, es la comunión con el Señor. A eso lleva «el cáliz de nuestra acción de gracias» y «el pan que partimos» (v. 16). Comulgamos así con el mensaje de amor de Jesús, con su compromiso con los más desvalidos, con aquello que lo llevó a la cruz, con su victoria sobre la muerte. En Cristo somos «un solo cuerpo, porque comemos todos del mismo pan» (v. 17). La comunión con él es una unión profunda.

La unión implica cercanía y conocimiento mutuo, de ello nos habla el texto del Deuteronomio. Es un libro que reflexiona sobre los acontecimientos del Exodo. En este capítulo se plantea una cuestión capital: el sentido del largo camino hacia la tierra prometida. La respuesta consiste en decir que esos cuarenta años permitieron el conocimiento mutuo entre Dios y su pueblo. A través de muchas privaciones y aflicciones el Señor puso a prueba a su pueblo y pudo saber mejor de sus intenciones (cf. v. 2). A su vez, gracias a la presencia viva del Señor que se preocupó por ejemplo de alimentarlo con el maná (cf. v. 3), el pueblo comprendió más a su Dios. En este proceso educativo, el pueblo aprendió que «no sólo de pan vive el hombre, sino de todo cuanto sale de la boca de Dios» (v. 3). Palabra y pan nos dan vida.

Dios y el pueblo se conocen más hondamente ahora el uno al otro; es el fundamento de la alianza. La Última Cena es la celebración de la nueva alianza, de la amistad con Jesús muerto y resucitado presente entre nosotros. Y la amistad es uno de los puntos centrales del evangelio de Juan.

Gustavo Gutiérrez

Doble mirada

El triunfo, el éxito tiene muchos padres. El fracaso, en cambio, aparece como huérfano. Sucede que cuando algo sale bien, por doquier surgen personas que dicen que han tomado parte en ello. Pero cuando ha sido un fracaso, nadie se siente responsable Me viene a la mente esta reflexión por la muerte del joven Ignacio Echeverría, madrileño de 39 años, llamado “héroe del monopatín”, que murió de una puñalada en la espalda, cuando intentaba socorrer a una mujer atacada por un terrorista en el atentado de Londres del pasado 3 de junio. Le han concedido a título póstumo la Gran Cruz de la Orden del Mérito Civil.

El impacto social ha sido extraordinario. Conocidos y no conocidos han destacado la entereza de la familia y la heroicidad del fallecido. Ambos se definen como cristianos. Una sociedad, que se encuentra tan escasa de gestos solidarios, tan escasa de esta clase de valentía, ha agradecido, en especial a los padres, el ejemplo recibido. Con esto no pretendo afirmar que ejercer el bien, la bondad es exclusivo de los cristianos. Pero sí estoy convencido de que quien sigue a Jesús de verdad se convierte en bienhechor.

Hoy celebramos la fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo, más conocida como la festividad del Corpus. Prácticamente esta fiesta no añade nada a la del Jueves Santo. Cambia el entorno. Pues no se puede eliminar un aire de tristeza provocado por la proximidad del Viernes Santo y la muerte de Jesús. En el día de hoy se nos invita a una doble mirada: al Otro (con mayúscula) y al otro u otros (con minúscula). A Jesús que se une a nosotros, que se nos ofrece como alimento. Se queda en el pan para ser nuestro compañero de viaje. Precisamente “compañero” se deriva de “com y pan”. El rito de llevar la comunión al enfermo, a su casa, se llama “viático”: alimento para el camino. Una bonita definición del sacramento eucarístico.

Sin embargo, este pan no está destinado a personas angelicales. Está ordenado a fortalecer al débil, a curar al enfermo, a cuidar de la oveja perdida. Por tanto, deben comulgar con mayor deseo quienes más necesidad tienen, más heridas y más tropiezos. Dicho brevemente, se queda en la Eucaristía más por los pecadores que por los justos, más por los enfermos que por los sanos.

En el evangelio de este domingo escuchamos: ”el que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él”. Aquí se cumple lo que decía san Pablo: ”vivo yo, no vivo yo, Cristo vive en mí”. Dos personas que se aman de alguna forma cruzan sus sentimientos, su vida. Por ello, quien comulga sinceramente es lógico que su comportamiento tenga semejanzas con el de Jesús, que “pasó por el mundo haciendo el bien”. De Teresa de Calcuta es la frase: “Si yo me dedico a los más marginados y les atiendo, es porque acabo de comulgar”. Esto conecta con lo que sostenía más arriba: que de un cristiano de verdad hay que esperar que practique el bien.

Como dice la canción, que sea o hagamos verdad: “Todos comemos del mismo pan, todos buscamos a Dios.

Josetxu Canibe

Hacer memoria

Jesús creó un clima especial en aquella cena de despedida que compartió con los suyos la víspera de su ejecución. Sabía que era la última. Ya no volvería a sentarse a la mesa con ellos hasta la fiesta final junto al Padre. Quería dejar bien grabado en su recuerdo lo que había sido siempre su vida: pasión por Dios y entrega total a todos.

Esa noche lo vivía todo con tal intensidad que, al repartirles el pan y distribuirles el vino, les vino a decir estas palabras memorables: «Así soy yo. Os doy mi vida entera. Mirad: este pan es mi cuerpo roto por vosotros; este vino es mi sangre derramada por todos. No me olvidéis nunca. Haced esto en memoria mía. Recordadme así: totalmente entregado a vosotros. Esto alimentará vuestras vidas».

Para Jesús, era el momento de la verdad. En esa cena se reafirmó en su decisión de ir hasta el final en su fidelidad al proyecto de Dios. Seguiría siempre del lado de los débiles, moriría enfrentándose a quienes deseaban otra religión y otro Dios olvidado del sufrimiento de la gente. Daría su vida sin pensar en sí mismo. Confiaba en el Padre. Lo dejaría todo en sus manos.

Celebrar la Eucaristía es hacer memoria de este Jesús, grabando dentro de nosotros cómo fue él hasta el final. Reafirmarnos en nuestra opción por vivir siguiendo sus pasos. Tomar en nuestras manos nuestra vida y compromisos para intentar vivirlos hasta las últimas consecuencias.

Celebrar la Eucaristía es, sobre todo, decir como él: «Esta vida mía no la quiero guardar exclusivamente para mí. No la quiero acaparar sólo para mi propio interés. Quiero pasar por esta tierra reproduciendo en mí algo de lo que él vivió. Sin encerrarme en mi egoísmo; contribuyendo desde mi entorno y mi pequeñez a hacer un mundo más humano».

Es fácil hacer de la Eucaristía otra cosa muy distinta de lo que es. Basta con ir a misa a cumplir una obligación, olvidando lo que Jesús vivió en la última cena. Basta con comulgar, pensando sólo en nuestro bienestar interior. Basta con salir de la iglesia sin decidirnos nunca a vivir de manera más entregada.