I Vísperas – Miércoles XII de Tiempo Ordinario

I VÍSPERAS
(Oración de la tarde)

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno: LA HERMOSA LUZ DE ETERNIDAD INUNDA.

La hermosa luz de eternidad inunda
con fulgores divinos este día,
que presenció la muerte de estos Príncipes
y al pecador abrió el camino de la vida.

Hoy lleváis la corona de la gloria,
padres de Roma y jueces de los pueblos:
el maestro del mundo, por la espada;
y, por la cruz, el celestial portero.

Dichosa tú que fuiste ennoblecida,
oh Roma, con la sangre de estos Príncipes,
y que, vestida con tan regia púrpura,
excedes en nobleza a cuanto existe.

Honra, poder y sempiterna gloria
sean al Padre, al Hijo y al Espíritu
que en unidad gobiernan toda cosa
por infinitos e infinitos siglos. Amén.

SALMODIA

Ant 1. «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo». «Bienaventurado eres tú, Simón, hijo de Jonás».

Salmo 116 – INVITACIÓN UNIVERSAL A LA ALABANZA DIVINA.

Alabad al Señor, todas las naciones,
aclamadlo, todos los pueblos:

Firme es su misericordia con nosotros,
su fidelidad dura por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo». «Bienaventurado eres tú, Simón, hijo de Jonás».

Ant 2. Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia.

Salmo 147 – RESTAURACIÓN DE JERUSALÉN.

Glorifica al Señor, Jerusalén;
alaba a tu Dios, Sión:
que ha reforzado los cerrojos de tus puertas
y ha bendecido a tus hijos dentro de ti;
ha puesto paz en tus fronteras,
te sacia con flor de harina.

Él envía su mensaje a la tierra,
y su palabra corre veloz;
manda la nieve como lana,
esparce la escarcha como ceniza;

hace caer el hielo como migajas
y con el frío congela las aguas;
envía una orden, y se derriten;
sopla su aliento, y corren.

Anuncia su palabra a Jacob,
sus decretos y mandatos a Israel;
con ninguna nación obró así,
ni les dio a conocer sus mandatos.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia.

Ant 3. Tú eres un instrumento escogido, apóstol san Pablo, predicador de la verdad en todo el mundo.

Cántico: EL PLAN DIVINO DE SALVACIÓN – Ef 1, 3-10

Bendito sea Dios,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en la persona de Cristo
con toda clase de bienes espirituales y celestiales.

El nos eligió en la persona de Cristo,
antes de crear el mundo,
para que fuésemos consagrados
e irreprochables ante él por el amor.

Él nos ha destinado en la persona de Cristo,
por pura iniciativa suya,
a ser sus hijos,
para que la gloria de su gracia,
que tan generosamente nos ha concedido
en su querido Hijo,
redunde en alabanza suya.

Por este Hijo, por su sangre,
hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia
ha sido un derroche para con nosotros,
dándonos a conocer el misterio de su voluntad.

Éste es el plan
que había proyectado realizar por Cristo
cuando llegase el momento culminante:
hacer que todas las cosas tuviesen a Cristo por cabeza,
las del cielo y las de la tierra.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Tú eres un instrumento escogido, apóstol san Pablo, predicador de la verdad en todo el mundo.

LECTURA BREVE   Rm 1, 1-3a. 7

Pablo, esclavo de Jesucristo, convocado para ser apóstol y elegido para anunciar la Buena Nueva de Dios, que ya antes había él prometido, por medio de los profetas en las sagradas Escrituras, acerca de su Hijo: Desea la gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, y de Jesucristo, el Señor, a cuantos estáis en Roma, amados de Dios, asamblea santa.

RESPONSORIO BREVE

V. Los apóstoles anunciaban la palabra de Dios con valentía.
R. Los apóstoles anunciaban la palabra de Dios con valentía.

V. Y daban testimonio de la resurrección del Señor.
R. Con valentía.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Los apóstoles anunciaban la palabra de Dios con valentía.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Estos dos gloriosos apóstoles de Cristo, a quienes en la vida les unió un estrecho afecto, ni en la muerte fueron separados.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Estos dos gloriosos apóstoles de Cristo, a quienes en la vida les unió un estrecho afecto, ni en la muerte fueron separados.

PRECES

Oremos hermanos, a Cristo, el Señor, que quiso edificar su Iglesia sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, y digámosle confiados:

Socorre, Señor, a tu pueblo.

Tú que llamaste a Pedro para hacerlo pescador de hombres,
no dejes de llamar obreros a tu mies para que el mundo se salve.

Tú que increpaste a los vientos y al mar para que la barca de los discípulos no se hundiera,
protege a tu Iglesia de toda perturbación y fortalece al sucesor de Pedro.

Tú que, después de la resurrección, congregaste en torno a Pedro tu grey dispersa,
reúne a tu Iglesia en un solo aprisco.

Tú que enviaste a Pablo a evangelizar a los paganos,
haz que el anuncio de la salvación llegue a todos los pueblos.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Tú que diste a la Iglesia las llaves del reino de los cielos,
abre las puertas de la felicidad a los que durante su vida confiaron en tu misericordia.

Oremos ahora al Padre, como Jesús enseñó a los apóstoles:

Padre nuestro…

ORACION

Señor, Dios nuestro, concédenos la poderosa ayuda de los santos apóstoles Pedro y Pablo, para que aquellos mismos que nos comunicaron las primeras enseñanzas de la fe nos obtengan ahora, con su intercesión, el auxilio necesario para llegar a la salvación eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

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Lectio Divina – 28 de junio

Lectio: Miércoles, 28 Junio, 2017

Tiempo Ordinario

1) ORACIÓN INICIAL

Concédenos vivir siempre, Señor, en el amor y respeto a tu santo nombre, porque jamás dejas de dirigir a quienes estableces en el sólido fundamento de tu amor. Por nuestro Señor.

2) LECTURA

Del santo Evangelio según Mateo 7,15-20

«Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con disfraces de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis.¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos? Así, todo árbol bueno da frutos buenos, pero el árbol malo da frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo producir frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y arrojado al fuego. Así que por sus frutos los reconoceréis.

3) REFLEXIÓN

• Estamos llegando a las recomendaciones finales del Sermón del Monte. Comparando el evangelio de Mateo con el de Marcos se percibe una gran diferencia en la manera en que los dos presentan la enseñanza de Jesús. Mateo insiste más en el contenido de la enseñanza y lo organiza en cinco grandes discursos, de los cuales el Sermón del Monte es el primero (Mt 5 a 7). Marcos, por más de quince veces, dice que Jesús enseñaba, pero raramente dice lo que él enseñan. A pesar de estas diferencias, los dos concuerdan en un punto: Jesús enseñaba mucho. Enseñar era lo que Jesús más hacía (Mc 2,13; 4,1-2; 6,34). Era su costumbre (Mc 10,1). Mateo se interesaba por el contenido. Marcos ¿se interesaba por el contenido? ¡Depende de lo que entendemos por contenido! Enseñar no es sólo cuestión de comunicar verdades para que la gente las aprenda de memoria. El contenido no está sólo en las palabras, sino también en los gestos y en la manera que Jesús tiene de relacionarse con las personas. El contenido no está nunca desligado de la persona que lo comunica. La persona es la raíz del contenido. La bondad y el amor que transparen en las palabras y en los gestos de Jesús forman parte del contenido. Son su espesor. Contenido bueno sin bondad es como leche derramada. No convence y no hay conversión.

• Las recomendaciones finales y el resultado del Sermón del Monte en la conciencia de la gente ocupan el evangelio de hoy (Mt 7,15-20) y de mañana (Mt 7,21-29). (La secuencia de los evangelios diarios de la semana no es siempre la de los evangelios mismos).

Mateo 7,13-14: Escoger el camino recto
Mateo 7,15-20: Los profetas se conocen por los frutos
Mateo 7,21-23: No sólo hablar, sino practicar
Mateo 7,24-27: Construir la casa sobre roca
Mateo 7,28-29: La nueva conciencia de la gente

• Mateo 7,15-16ª: Cuidado con los falsos profetas. En el tiempo de Jesús, había profetas de todo tipo, personas que anunciaban mensajes apocalípticos para envolver a la gente en los diversos movimientos de aquella época. Esenos, fariseos, celotes y otros (cf. At 5,36-37). En el tiempo en que Mateo escribe había también profetas que anunciaban mensajes diferentes del mensaje proclamado por las comunidades. Las cartas de Pablo mencionan estos movimientos y tendencias (cf 1Cor 12,3; Gal 1,7-9; 2,11-14;6,12). No debe haber sido fácil para las comunidades hacer el discernimiento de espíritus. De aquí la importancia de las palabras de Jesús sobre los falsos profetas. La advertencia de Jesús es muy fuerte: «Cuidado con los falsos profetas: ellos viene vestidos con pieles de oveja, pero dentro son lobos feroces” .Jesús usa esta misma imagen cuando envía a los discípulos y a las discípulas en misión: “Os mando como cordero en medio de lobos” (Mt 10,16 y Lc 10,3). La oposición entre lobo voraz y manso cordero es irreconciliable, a no ser que el lobo se convierta y pierda su agresividad como sugiere el profeta Isaías (Is 11,6; 65,25). Lo que importa aquí en nuestro texto es el don del discernimiento. No es fácil discernir los espíritus. A veces, sucede que intereses personales o grupales llevan a las personas a proclamar como falsos a los profetas que anuncian la verdad que incomoda. Esto aconteció con Jesús. Fue eliminado y condenado a muerte como falso profeta por las autoridades religiosas de la época. De vez en cuando, lo mismo ha ocurrido y sigue ocurriendo en nuestra iglesia.

• Mateo 7,16b-20 : La comparación del árbol y sus frutos. Para ayudar en el discernimiento de espíritus, Jesús usa la comparación del fruto: “Por los frutos os reconocerán”. Un criterio similar lo había sugerido ya el libro del Deuteronomio (Dt 18,21-22). Y Jesús añade: Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo producir frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y arrojado al fuego. En el evangelio de Juan, Jesús completa la comparación: “Si alguna de mis ramas no produce fruto, él lo corta; y limpia toda rama que produce fruto para que dé más. Esas ramas son arrojadas fuera y se secan como ramas muertas.” (Jn 15,2.4.6)

4) PARA LA REFLEXIÓN PERSONAL

• ¡Falsos profetas! Conoces algún caso en que una persona buena y honrada que proclamaba una verdad incómoda fue condenada como falso profeta?

• Al juzgar por los frutos del árbol de tu vida personal, ¿cómo te defines: falso o verdadero?

5) ORACIÓN FINAL

Mis ojos languidecen por tu salvación,
por tu promesa de justicia.
Trata a tu siervo según tu amor,
enséñame tus preceptos. (Sal 119,123-124)

Plan para el verano

1.- Cuando te despiertes por la mañana respira hondo, sonríe, y da un aplauso a Dios. Se lo merece.

2.- Ríete un poco de todo lo que no funciona a tu alrededor. No merece la pena que te enfades, y además con los enfados no se arregla nada. Cambia el entrecejo por la sonrisa.

3.- Conecta con Dios cuando estés en contacto con la naturaleza, cuando estés con los amigos o en familia, cuando estés a solas. Él siempre está a la escucha.  No trabajes sólo por Él, aprende a gozar estando con Él.

4.- Cuando te encuentres con alguien, ten siempre en la mochila una historia de salvación y de bienaventuranza para contar. Como María, ¿recuerdas?

5.- Crea en torno a ti un espacio ecológico donde se respeten especies tan raras como la reconciliación, la tolerancia, el respeto, la sensibilidad, el cariño.

6.- Dedica tiempos para estar contigo y para descansar. Te lo mereces. No cruces deprisa el camino del corazón y haz fiesta.

7.- Abre tus manos para compartir la vida. Siempre queda algo de fragancia en la mano del que ofrece rosas.

8.- Apúntate cada día al Evangelio. Procura dedicar al menos un minuto a leer una frase del Evangelio. Míralo como un hermoso proyecto para la humanidad del siglo XXI.

9.- Entra cada día en la presencia de María y en ella contempla un principio de gozo y plenitud, de belleza y esperanza.

10.- Sé la expresión viva de la amabilidad de Dios. Regala siempre una sonrisa a quien encuentres en tu camino.

11.- No comiences la jornada sin tomar conciencia de que Dios está contigo. Y cuando llegue la noche, abandónate en sus brazos

OCD de Reinosa

Demos gracias al Sagrado Corazón por los beneficios recibidos en el orden de la naturaleza

I

ESTOS últimos días del mes de Junio los dedicaremos a la acción de gracias. Nada más digno de un corazón noble que el agradecimiento por los beneficios recibidos, y por desgracia nada más olvidado por el común de los cristianos.

Fijémonos hoy únicamente en lo que debemos a Dios en el orden de la naturaleza. Dones suyos son esta existencia que tengo, y los mil medios con que su bondad me conserva todos los días y me la embellece. La luz que me alumbra, el pan que me sustenta, el agua que sacia mi sed, el sueño que repara mis fuerzas, la creación entera que me rodea, todo ha sido puesto a mi disposición para que me sirva y me regale y me ayude a la consecución de mi fin. Si amanece y si anochece, si cambian las estaciones, si da la tierra sus cosechas, si resplandece en el firmamento el sol, si tiene peces el mar, y fieras la tierra, y aves el aire, si reinan en todo el orden y la providencia más admirables, por mí lo hizo, por mí lo ordenó Dios en admirable conjunto.

¿Hay corazón capaz de entonar al Supremo Hacedor el himno debido a la acción de gracias por tales y tan grandes maravillas? Sí le hay. En el Sagrado Corazón de Jesús tiene el hombre un medio seguro con que mostrarse agradecido. ¡Oh supremo dador de todo bien! ¡Lo que nuestra lengua es incapaz de decirte, lo que nuestro corazón es pequeño para sentir como se debe, por nosotros te lo canta eternamente y te lo satisface con infinito amor e infinitas alabanzas el Sagrado Corazón de Je- sús! En Él, pues, y por Él, y con Él te seremos eternamente reconocidos. Mira, Padre celestial, el Corazón de tu Hijo, y mira en Él la satisfacción por todos tus bienes.

Medítese unos minutos.

II

Los beneficios de Dios no nos han sido hechos una sola vez sino que nos siguen, nos rodean, nos acompañan como luminosa atmósfera de amor en todos los instantes de nuestra vida. No resplandece más fijamente el sol del día cada mañana en el horizonte, de lo que brilla continuamente sobre mí la inefable bondad de Dios. Hasta en los males que en su adorable designio permite su Providencia sobre la tierra, encuentro motivos de agradecimiento. Porque aun dejando de lado el bien último, a cuyo fin todo está infaliblemente ordenado, si con esos males yo me uno, como corresponde, a los designios de su soberana voluntad, ¿cuánta paz y cuánto consuelo derrama su mano sobre cualquiera de mis tribulaciones? ¿No he comprobado muchas veces la verdad de aquélla expresión de que nunca se muestra más Padre Dios que cuando nos aflige? Y aun sin eso, ¿no es verdad que la sola consideración de los muchos males de que me libra cada día su bondad, exige de mí un continuo y amoroso reconocimiento? La enfermedad que no tengo, la persecución que no sufro, la privación que no me mortifica, son beneficios negativos, ¿pero son por eso menos apreciables? ¿Quién sino Dios tiene extendida como un escudo su mano sobre mí para librarme de tantas angustias como aquejan a otros hermanos míos?

¡Oh Sagrado Corazón! A Ti agradezco tan inestimables beneficios, para que me seas ante el Padre celestial de intercesor de este afectuoso agradecimiento mío. Pase por Ti, Jesús mío, mi gratitud y adquiera en el encendido fuego de tu Corazón las cualidades que la hagan digna de ser admitida por el Supremo Dispensador de todos los bienes.

Soy como un niño, Dios mío, te digo con un Profeta; y no sé hablar de Ti como merecen tu bondad y grandeza. Que hablen por mí los armoniosos acentos de gratitud y alabanza que salen eternamente del Corazón de tu Hijo y suplan ellos mi indignidad y cubra mi insuficiencia.

Medítese, y pídase la gracia particular.

Evangelii Gaudium – Francisco I

74. Se impone una evangelización que ilumine los nuevos modos de relación con Dios, con los otros y con el espacio, y que suscite los valores fundamentales. Es necesario llegar allí donde se gestan los nuevos relatos y paradigmas, alcanzar con la Palabra de Jesús los núcleos más profundos del alma de las ciudades. No hay que olvidar que la ciudad es un ámbito multicultural. En las grandes urbes puede observarse un entramado en el que grupos de personas comparten las mismas formas de soñar la vida y similares imaginarios y se constituyen en nuevos sectores humanos, en territorios culturales, en ciudades invisibles. Variadas formas culturales conviven de hecho, pero ejercen muchas veces prácticas de segregación y de violencia. La Iglesia está llamada a ser servidora de un difícil diálogo. Por otra parte, aunque hay ciudadanos que consiguen los medios adecuados para el desarrollo de la vida personal y familiar, son muchísimos los «no ciudadanos», los «ciudadanos a medias» o los «sobrantes urbanos». La ciudad produce una suerte de permanente ambivalencia, porque, al mismo tiempo que ofrece a sus ciudadanos infinitas posibilidades, también aparecen numerosas dificultades para el pleno desarrollo de la vida de muchos. Esta contradicción provoca sufrimientos lacerantes. En muchos lugares del mundo, las ciudades son escenarios de protestas masivas donde miles de habitantes reclaman libertad, participación, justicia y diversas reivindicaciones que, si no son adecuadamente interpretadas, no podrán acallarse por la fuerza.

Comentario Domingo del Corpus Christi

Mt 10, 37-42

37El que quiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí; 38y el que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí.
39El que encuentre su vida, la perderá; y el que perdió su vida por mí, la encontrará.

40El que os recibe a vosotros, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe al que me ha enviado.
41El que recibe a un profeta porque es profeta tendrá recompensa de profeta; y el que recibe a un justo porque es justo tendrá recompensa de justo.

42Y el que le dé a beber aunque sea un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños porque es mi discípulo, en verdad os digo que no perderá su recompensa”.

¡Palabra del Señor!

 

CONTEXTO 

La perfección formal de estos dichos es muy notable. La sección contiene palabras clave que la entroncan con todo el discurso: «paz», «los de casa», «digno de».

Las oraciones se alargan progresivamente; el v. 42, como frase más extensa y con la expresión «en verdad os digo», ocupa claramente una posición conclusiva. La sección toma de los vv. 37-39 el pronombre “mi” (tres veces en v. 40), y de los vv. 38-39 el verbo traducido por «tener recompensa» (dos veces en v. 41) y «perder» (v. 42). La palabra guía en 40-41 es «recibir» (seis veces); en v. 41-42, la expresión traducida como «porque es» (tres veces) y «recompensa» (tres veces). «Profeta», «justo», «uno de estos pequeños» forman una serie descendente.

 

TEXTO

V. 37: Mateo afirma por principio el amor a la familia (15,3-6; 19,19); sin embargo, puede surgir un conflicto entre seguimiento de Cristo y lealtad a la familia; entonces hay que amar más a Cristo. Jesús expresó la renuncia del seguidor a su familia con la palabra más cruda posible: «odiar», y en la forma más radical posible. El seguimiento como servicio especial al anuncio del reinado de Dios y la vinculación a la familia eran incompatibles para Jesús (cf. Lc 9,60; Mc 1,20). No deja de lado el «antiguo» precepto de honrar a los padres, pero el cuarto mandamiento es relativizado en caso de conflicto.

Vv. 38-39: no hablan ya de la conducta de los discípulos con otras personas, sino de las consecuencias que todo ello, incluida la ruptura con la propia familia, tiene para la propia vida. Mateo presuponía la noción del seguimiento doloroso. Sufrir es la consecuencia necesaria de la predicación, y la característica necesaria de los discípulos.

Por tratarse de la forma de vida de Jesús libremente elegida, «tomar» la cruz no es aceptar todo lo que sucede, sino una forma de vida activa del discípulo cabal. El v. 39 prolonga esta idea y hace desembocar las instrucciones a los discípulos en una promesa: el que entregue su vida, la encontrará. La expresión «perder la vida» significa en v. 39b, dentro del lenguaje bíblico, la muerte, y en v. 39a la pérdida de la vida en el infierno.

La «vida» es algo único e indivisible: la verdadera «vida» es lo que Dios dará, precisamente a través de la muerte. La idea central del versículo es la promesa para aquel que renuncia a su vida por Jesús (v. 39b), y no la invitación a un esfuerzo especial de ascesis o de valor.

Vv. 40-41: El discurso a los discípulos concluye con promesas de salvación. El dicho de Jesús significa un consuelo definitivo para los discípulos itinerantes, a los que va dirigido; en ellos está presente Jesús mismo; y en Jesús, Dios. La identidad de destino entre discípulos y Maestro en relación con el sufrimiento, es ahora una seguridad en sentido positivo. Todo el discurso pone de manifiesto que los Doce representan a todos los discípulos. Así lo confirma el versículo final 42, que interpreta el «vosotros» con «uno de estos pequeños». Cada cristiano participa, según Mateo, en el anuncio misionero de la Iglesia; por eso vale para todos ellos la promesa de Jesús.

V.42: El evangelista pone un nuevo énfasis en el v. 42. No solo la acogida de profetas y justos, sino también la de «uno de estos pequeños» está bajo la promesa de la recompensa celestial. Los cristianos ordinarios son tan importantes como los profetas y los justos. No se trata aquí de una recompensa merecida, sino de un pago totalmente desproporcionado por la simple disposición a la ayuda. El modesto obsequio de un vaso de agua fría se hace «por ser discípulo». No se trata, pues, de una recomendación general a la hospitalidad, sino de la acogida de un discípulo en su condición de tal.

  

Paso 1 Lectio: ¿Qué dice el texto? Atiende todos los detalles posibles. Imagina la escena. Destaca todos los elementos que llaman la atención o te son muy significativos. Disfruta de la lectura atenta. Toma nota de todo lo que adviertas.

Paso 2 Meditatio: ¿Qué me dice Dios a través del texto? Atiende a tu interior. A las mociones (movimientos) y emociones que sientes. ¿Algún aspecto te parece dirigido por Dios a tu persona, a tu situación, a alguna de tus dimensiones?

Paso 3 Oratio: ¿Qué le dices a Dios gracias a este texto? ¿Qué te mueve a decirle? ¿Peticiones, alabanza, acción de gracias, perdón, ayuda, entusiasmo, compromiso? Habla con Dios…

Paso 4 Actio: ¿A qué te compromete el texto? ¿Qué ha movido la oración en tu interior? ¿Qué enseñanza encuentras? ¿Cómo hacer efectiva esa enseñanza?

La familia no es intocable

Con frecuencia, los creyentes hemos defendido la «familia» en abstracto, sin detenernos a reflexionar sobre el contenido concreto de un proyecto familiar entendido y vivido desde el Evangelio. Y, sin embargo, no basta con defender el valor de la familia sin más, porque la familia puede plasmarse de maneras muy diversas en la realidad.

Hay familias abiertas al servicio de la sociedad y familias replegadas sobre sus propios intereses. Familias que educan en el egoísmo y familias que enseñan solidaridad. Familias liberadoras y familias opresoras.

Jesús ha defendido con firmeza la institución familiar y la estabilidad del matrimonio. Y ha criticado duramente a los hijos que se desentienden de sus padres. Pero la familia no es para Jesús algo absoluto e intocable. No es un ídolo. Hay algo que está por encima y es anterior: el reino de Dios y su justicia.

Lo decisivo no es la familia de carne, sino esa gran familia que hemos de construir entre todos sus hijos e hijas colaborando con Jesús en abrir caminos al reinado del Padre. Por eso, si la familia se convierte en obstáculo para seguir a Jesús en este proyecto, Jesús exigirá la ruptura y el abandono de esa relación familiar: «El que ama a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí. El que ama a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí».

Cuando la familia impide la solidaridad y fraternidad con los demás y no deja a sus miembros trabajar por la justicia querida por Dios entre los hombres, Jesús exige una libertad crítica, aunque ello traiga consigo conflictos y tensiones familiares.

¿Son nuestros hogares una escuela de valores evangélicos como la fraternidad, la búsqueda responsable de una sociedad más justa, la austeridad, el servicio, la oración, el perdón? ¿O son precisamente lugar de «desevangelización» y correa de transmisión de los egoísmos, injusticias, convencionalismos, alienaciones y superficialidad de nuestra sociedad?

¿Qué decir de la familia donde se orienta al hijo hacia un clasismo egoísta, una vida instalada y segura, un ideal del máximo lucro, olvidando todo lo demás? ¿Se está educando al hijo cuando lo estimulamos solo para la competencia y rivalidad, y no para el servicio y la solidaridad?

¿Es esta la familia que tenemos que defender los católicos? ¿Es esta la familia donde las nuevas generaciones pueden escuchar el Evangelio? ¿O es esta la familia que también hoy hemos de «abandonar», de alguna manera, para ser fieles al proyecto de vida querido por Jesús?

José Antonio Pagola

¿Qué me quiere decir hoy Jesús? – Domingo XIII de Tiempo Ordinario

En los tiempos de Jesús, había padres que no querían que sus hijos siguieran o escucharan a Cristo. Esto hacía que los jóvenes que querían seguirlo, se vieran en una situación difícil. Por eso Jesús nos dice claramente: «El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí». Nada puede ser más importante que seguir a Cristo; nada debe separarnos de Él: ni las dificultades, ni las cosas agradables de la vida. Él pide un amor por encima de todo lo demás y a prueba de egoísmos y de problemas. Porque así es el amor de Dios por nosotros.

En nuestras vidas también puede haber cosas o personas que nos apartan de nuestra amistad con Dios. Pueden ser cosas tan agradables que nos hacen volvernos egoístas y olvidarnos de Dios y de los demás.

O bien, pueden ser los problemas y las tristezas, que nos hacen endurecer nuestro corazón y negar a Dios.

Cualquier cosa o persona que no nos ayude a estar más cerca de Dios, debemos restarle importancia en nuestras vidas. No hay nada ni nadie más importante que Aquel que nos creó, que nos da la vida y que con su Palabra y con su ejemplo nos enseña a vivirla con amor para nuestra salvación eterna.

Comentario al evangelio (28 de junio)

En el Evangelio de hoy, Jesús nos da un criterio para distinguir las apariencias de la verdad: mirar los frutos, fijarnos en los efectos de lo que hacemos o decimos.

Así es el Reino de Dios: una pequeña semilla que se la conoce por sus efectos. No por su apariencia, no por su ostentación… A veces, incluso, puede parecer insignificante. Sin embargo, sin que se sepa cómo, va creciendo y dando fruto.

Así fue la vida de Jesús. Comparado con la inmensidad de la historia, treinta y tres años de vida son un pequeño momento del tiempo de la humanidad. Y vista desde fuera, su vida puede parecer un fracaso: maestro de unos pocos seguidores, entregado por los que antes le aclamaban, asesinado como se ajusticiaba a los malhechores… Y, sin embargo, ahí están sus frutos: un puente entre Dios y la humanidad que nada ni nadie podrá ya destruir; un fuego en el centro de la historia, que nada ni nadie podrá apagar; una semilla de vida nueva, disponible para quien la quiera acoger y cultivar.

Jesús es el árbol sano que da frutos sanos. Quien se acerca a Él, recibe salud y se le curan sus heridas para poder ser, también, portador de buenos frutos, por el Espíritu.

“Por sus frutos los conoceréis”.

Gracias, Señor, por sanar mis raíces
y llamarme a dar, en mi vida,
los frutos del Espíritu:
amor, alegría, paz, paciencia,
afabilidad, bondad, fidelidad,
mansedumbre y dominio de sí.

Luis Manuel Suárez CMF