II Vísperas – Jueves XII de Tiempo Ordinario

SANTOS PEDRO Y PABLO, APÓSTOLES. (SOLEMNIDAD).

II VÍSPERAS
(Oración de la tarde)

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno: LA HERMOSA LUZ DE ETERNIDAD INUNDA.

La hermosa luz de eternidad inunda
con fulgores divinos este día,
que presenció la muerte de estos Príncipes
y al pecador abrió el camino de la vida.

Hoy lleváis la corona de la gloria,
padres de Roma y jueces de los pueblos:
el maestro del mundo, por la espada;
y, por la cruz, el celestial portero.

Dichosa tú que fuiste ennoblecida,
oh Roma, con la sangre de estos Príncipes,
y que, vestida con tan regia púrpura,
excedes en nobleza a cuanto existe.

Honra, poder y sempiterna gloria
sean al Padre, al Hijo y al Espíritu
que en unidad gobiernan toda cosa
por infinitos e infinitos siglos. Amén.

SALMODIA

Ant 1. Yo he rogado por ti, Pedro, para que tu fe no desfallezca; y tú, una vez convertido, confirma a tus hermanos.

Salmo 115 – ACCIÓN DE GRACIAS EN EL TEMPLO.

Tenía fe, aun cuando dije:
«¡Qué desgraciado soy!»
Yo decía en mi apuro:
«Los hombres son unos mentirosos.»

¿Cómo pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación,
invocando su nombre.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo.

Vale mucho a los ojos del Señor
la vida de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo,
siervo tuyo, hijo de tu esclava:
rompiste mis cadenas.

Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando tu nombre, Señor.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo,
en el atrio de la casa del Señor,
en medio de ti, Jerusalén.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Yo he rogado por ti, Pedro, para que tu fe no desfallezca; y tú, una vez convertido, confirma a tus hermanos.

Ant 2. Muy a gusto presumo de mis debilidades, porque así residirá en mí la fuerza de Cristo.

Salmo 125 – DIOS, ALEGRÍA Y ESPERANZA NUESTRA.

Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,
nos parecía soñar:
la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares.

Hasta los gentiles decían:
«El Señor ha estado grande con ellos.»
El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos alegres.

Que el Señor cambie nuestra suerte
como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas
cosechan entre cantares.

Al ir, iban llorando,
llevando la semilla;
al volver, vuelven cantando,
trayendo sus gavillas.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Muy a gusto presumo de mis debilidades, porque así residirá en mí la fuerza de Cristo.

Ant 3. Tú eres pastor de las ovejas, Príncipe de los apóstoles; a ti te han sido entregadas las llaves del reino de los cielos.

Cántico: EL PLAN DIVINO DE SALVACIÓN – Ef 1, 3-10

Bendito sea Dios,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en la persona de Cristo
con toda clase de bienes espirituales y celestiales.

El nos eligió en la persona de Cristo,
antes de crear el mundo,
para que fuésemos consagrados
e irreprochables ante él por el amor.

Él nos ha destinado en la persona de Cristo,
por pura iniciativa suya,
a ser sus hijos,
para que la gloria de su gracia,
que tan generosamente nos ha concedido
en su querido Hijo,
redunde en alabanza suya.

Por este Hijo, por su sangre,
hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia
ha sido un derroche para con nosotros,
dándonos a conocer el misterio de su voluntad.

Éste es el plan
que había proyectado realizar por Cristo
cuando llegase el momento culminante:
hacer que todas las cosas tuviesen a Cristo por cabeza,
las del cielo y las de la tierra.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Tú eres pastor de las ovejas, Príncipe de los apóstoles; a ti te han sido entregadas las llaves del reino de los cielos.

LECTURA BREVE   1Co 15, 3-5. 8

En primer lugar os comuniqué el mensaje que yo mismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras, y fue sepultado; resucitó al tercer día y vive, según lo anunciaron también las Escrituras. Que se apareció a Cefas y luego a los Doce. Por último, se apareció también a mí.

RESPONSORIO BREVE

V. Los apóstoles anunciaban la palabra de Dios con valentía.
R. Los apóstoles anunciaban la palabra de Dios con valentía.

V. Y daban testimonio de la resurrección del Señor.
R. Con valentía.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Los apóstoles anunciaban la palabra de Dios con valentía.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Pedro, apóstol, y Pablo, maestro de los gentiles, nos han anunciado tu palabra, Señor.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Pedro, apóstol, y Pablo, maestro de los gentiles, nos han anunciado tu palabra, Señor.

PRECES

Oremos hermanos, a Cristo, el Señor, que quiso edificar su Iglesia sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, y digámosle confiados:

Socorre, Señor, a tu pueblo.

Tú que llamaste a Pedro para hacerlo pescador de hombres,
no dejes de llamar obreros a tu mies para que el mundo se salve.

Tú que increpaste a los vientos y al mar para que la barca de los discípulos no se hundiera,
protege a tu Iglesia de toda perturbación y fortalece al sucesor de Pedro.

Tú que, después de la resurrección, congregaste en torno a Pedro tu grey dispersa,
reúne a tu Iglesia en un solo aprisco.

Tú que enviaste a Pablo a evangelizar a los paganos,
haz que el anuncio de la salvación llegue a todos los pueblos.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Tú que diste a la Iglesia las llaves del reino de los cielos,
abre las puertas de la felicidad a los que durante su vida confiaron en tu misericordia.

Oremos ahora al Padre, como Jesús enseñó a los apóstoles:

Padre nuestro…

ORACION

Dios nuestro, que nos llenas de santa alegría con la solemnidad de los santos apóstoles Pedro y Pablo, haz que tu Iglesia se mantenga siempre fiel a las enseñanzas de estos apóstoles, de quienes recibió el primer anuncio de la fe. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

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Lectio Divina – 29 de junio

Lectio: Jueves, 29 Junio, 2017

Jesús dice a Pedro: «Tú eres Piedra»
Piedra de apoyo y piedra de escándalo
Mateo 16, 13-23

1. Oración inicial

Señor Jesús, envía tu Espíritu, para que Él nos ayude a leer la Biblia en el mismo modo con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús. Con la luz de la Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de Dios en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz , que parecía ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y resurrección.
Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren. Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús, podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo pedimos a Tí, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu. Amén.

2. Lectura

a) Una clave de lectura:

El texto litúrgico de la fiesta de San Pedro y San Pablo está tomado del Evangelio de Mateo: 16,13-19. En el comentario que haremos incluímos también los versículos 20-23. Porque en el conjunto del texto, del versículo 13 al 23, Jesús volviéndose a Pedro por dos veces lo llama «piedra». Una vez piedra de fundamento (Mt 16,18) y otra vez piedra de escándalo. (Mt 16,23). Las dos afirmaciones se complementan mutuamente. Durante la lectura del texto sería bueno poner atención al modo de conducirse de Pedro y a las solemnes palabras, que Jesús le dirige en dos ocasiones.

b) Una división del texto para ayudar en la lectura:

13-14: Jesús quiere saber las opiniones del pueblo sobre su persona.
15-16: Jesús pregunta a los discípulos y Pedro confiesa: «¡Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios!»
17-20: Respuesta solemne de Jesús a Pedro (frase central de la fiesta de hoy).
21-22: Jesús pone en claro el significado de Mesías, pero Pedro reacciona y no lo acepta.
22-23: Respuesta solemne de Jesús a Pedro.

c) El texto:

13 Llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?» 14 Ellos dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que Jeremías o uno de los profetas.»
15 Díceles él: «Y vosotros ¿quién decís que soy yo?» 16 Simón Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo.»
Mateo 16, 13-2317 Replicando Jesús le dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. 18 Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. 19 A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos.» 20 Entonces mandó a sus discípulos que no dijesen a nadie que él era el Cristo.
21 Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que él debía ir a Jerusalén y sufrir mucho de parte de los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, y ser matado y resucitar al tercer día.
22 Tomándole aparte Pedro, se puso a reprenderle diciendo: «¡Lejos de ti, Señor! ¡De ningún modo te sucederá eso!» 23 Pero él, volviéndose, dijo a Pedro: «¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Escándalo eres para mí, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres!

3. Un momento de silencio orante

para que la Palabra de Dios pueda entrar en nosotros e iluminar nuestra vida.

4. Algunas preguntas

para ayudarnos en la meditación y en la oración.
a) ¿Qué punto ha llamado más mi atención?
b) ¿Cuáles son las opiniones del pueblo sobre Jesús? ¿Qué piensan Pedro y los discípulos sobre Jesús?
c) ¿Quién es Jesús para mi? ¿Quién soy yo para Jesús?
d) Pedro es piedra de dos modos: ¿cuáles?
e) ¿Qué tipo de piedra es nuestra comunidad?
f) En el texto aparecen muchas opiniones sobre Jesús y varias maneras de presentarse la fe. Hoy también existen muchas opiniones diferentes sobre Jesús. ¿Qué opiniones son las conocidas por nuestra comunidad? ¿Qué misión resulta de todo esto para nosotros?

5. Una clave de lectura

para profundizar en el tema.

a) El contexto

En las partes narrativas de su Evangelio, Mateo acostumbra seguir el orden del Evangelio de Marcos. Tal vez él cita otra fuente conocida por él y por Lucas. Pocas veces presenta informaciones propias que aparezcan sólo en su Evangelio, como en el caso del evangelio de hoy. Este texto, con el diálogo entre Jesús y Pedro, recibe diversas interpretaciones, incluso hasta opuestas, en las iglesias cristianas. En la iglesia católica constituye el fundamento del primado de Pedro. Sin disminuir a propósito la importancia de este texto, conviene situarlo en el contexto del Evangelio de Mateo, en el cual, en otros textos las mismas cualidades conferidas a Pedro son atribuidas casi todas también a otras personas. No son una exclusiva de Pedro.

b) Comentario del texto

i) Mateo: 16,13-16: Las opiniones del pueblo y de los discípulos con respecto a Jesús.
Jesús quiere saber la opinión del pueblo sobre su persona. Las respuestas son muy variadas: Juan Bautista, Elías, Jeremías, uno de los profetas. Cuando Jesús pide la opinión a los mismos discípulos, Pedro en nombre de todos, dice: «¡Tú eres el Cristo el Hijo de Dios vivo!» Esta respuesta de Pedro no es nueva. Anteriormente, después de caminar sobre las aguas, ya los mismos discípulos habían hecho una confesión de fe semejante: «¡Verdaderamente tú eres el Hijo de Dios!» (Mt 14, 33). Es el reconocimiento de que en Jesús se realizan las profecías del Antiguo Testamento. En el Evangelio de Juan la misma profesión de fe se hace por medio de Marta: «¡Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios que ha venido a este mundo!» (Jn 11,27).

ii) Mateo: 16-17: La respuesta de Jesús a Pedro: ¡Dichoso tú, Pedro!
Jesús proclama «dichoso» a Pedro, porque ha recibido una revelación del Padre. Tampoco aquí es nueva la respuesta de Jesús. Anteriormente Jesús había hecho una idéntica proclamación de beatitud a los discípulos porque veían y oían cosas que ninguno antes había conocido (Mt 13,16), y había alabado al Padre porque había revelado el Hijo a los pequeños y no a los sabios (Mt 11,25). Pedro es uno de los pequeños a los que el Padre se revela. La percepción de la presencia de Dios en Jesús no «viene de la carne ni de la sangre», o sea, no es fruto de estudio, ni es mérito de ningún esfuerzo humano, sino que es un don que Dios concede a quien quiere.

iii) Mateo: 16,18-20: Las calificaciones de Pedro: Ser piedra de fundamento y recibir en posesión las llaves del Reino.
* Ser Piedra: Pedro debe ser la piedra, a saber, debe ser el fundamento firme para la Iglesia, de modo que pueda resistir contra los asaltos de las puertas del infierno. Con estas palabras de Jesús a Pedro, Mateo animaba a las comunidades de la Siria o de la Palestina, que sufrían y eran perseguidas y que veían en Pedro el jefe que las había sellado desde los orígines. A pesar de ser débiles y perseguidas, ellas tenían un fundamento sólido, garantizado por la palabra de Jesús. En aquel tiempo, las comunidades cultivaban una estrecha relación afectiva muy fuerte con los jefes que habían dado origen a la comunidad. Así las comunidades de la Siria y Palestina cultivaban su relación con la persona de Pedro. La de la Grecia con la persona de Pablo. Algunas comunidades de Asia con la persona del Discípulo amado y otras con la persona de Juan el del Apocalipsis. Una identificación con estos jefes de sus orígines les ayudaba a cultivar mejor la propia identidad y espiritualidad. Pero podía ser también motivo de conflicto, como en el caso de la comunidad de Corinto (1Cor 1,11-12). Ser piedra como fundamento de la fe evoca la palabra de Dios al pueblo en el destierro de Babilonia «Oídme vosotros, los que seguís la justicia, los que buscáis a Yahvé. Considerad la roca de la que habéis sido tallados y la cantera de la que habéis sido sacados. Mirad a Abrahán, vuestro padre y a Sara que os dio a luz; porque sólo a él lo llamé yo, lo bendije y lo multipliqué.» (Is 51,1-2). Aplicada a Pedro, esta cualidad de piedra-fundamento, indica un nuevo comienzo del pueblo de Dios.

* Las llaves del Reino: Pedro recibe las llaves del Reino para atar y desatar, o sea, para reconciliar entre ellos y con Dios . El mismo poder de atar y desatar se les ha sido dado a las comunidades (Mt 18,8) y a los discípulos (Jn 20,23). Uno de los puntos en el que el Evangelio de Mateo insiste más, es el de la reconciliación y el perdón. (Mt 5,7.23-24.38-42.44-48; 6,14-15; 18,15-35). El hecho es que en los años 80 y 90, allá en la Siria existían muchas tensiones en las comunidades y divisiones en las familias por causa de la fe en Jesús. Algunos lo aceptaban como Mesías y otros no, y esto era fuente de muchos desavenencias y conflictos. Mateo insiste sobre la reconciliación. La reconciliación era y sigue siendo uno de los más importantes deberes de los coordinadores de las comunidades. Imitando a Pedro, deben atar y desatar, esto es, trabajar para que haya reconciliación, aceptación mutua, construcción de la verdadera fraternidad.

* La Iglesia: La palabra Iglesia, en griego ekklesia, aparece 105 veces en el Nuevo Testamento, casi exclusivamente en las Actas de los Apóstoles y en las Cartas. Sólamente tres veces en los Evangelios, y sólo en Mateo. La palabra significa» asamblea convocada» o » asamblea elegida». Ésta indica el pueblo que se reúne convocado por la Palabra de Dios, y trata de vivir el mensaje del Reino que Jesús nos ha traído. La Iglesia o la comunidad no es el Reino, sino un instrumento y una señal del Reino. El Reino es más grande. En la Iglesia, en la comunidad, debe o debería aparecer a los ojos de todos, lo que sucede cuando un grupo humano deja a Dios reinar y tomar posesión de su vida.

iv) Mateo: 16,21-22: Jesús completa lo que falta en la respuesta de Pedro y éste reacciona y no acepta.
Pedro había confesado: «¡Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo!» Conforme a la ideología dominante del tiempo, él se imaginaba un Mesías glorioso. Jesús lo corrige: Es necesario que el Mesías sufra y sea muerto en Jerusalén». Diciendo «es necesario», Él indica que el sufrimiento ya estaba previsto en las profecías (Is 53, 2-8). Si los discípulos aceptan a Jesús como Mesías e Hijo de Dios, deben aceptarlo también como Mesías Siervo que va a morir. ¡No sólo el triunfo de la gloria, sino también el camino de la cruz! Pero Pedro no acepta la corrección de Jesús y trata de disuadirlo.

v) Mateo: 16-23: La respuesta de Jesús a Pedro: piedra de escándalo.
La respuesta de Jesús es sorprendente: «¡Retírate de mi, Satanás! Tú me sirves de escándalo, porque no sientes las cosas de Dios sino la de los hombres». Satanás es el que nos aparta del camino que Dios ha trazado para nosotros. Literalmente Jesús dice: «¡Colócate detrás de mi!» (Vada retro! En latín). Pedro quería tomar la guía e indicar la dirección del camino. Jesús dice: «¡Detrás de mí!» Quien señala la dirección y el ritmo no es Pedro, sino Jesús. El discípulo debe seguir al maestro. Debe vivir en conversión permanente. La palabra de Jesús era también un mensaje para todos aquéllos que guiaban la comunidad. Ellos deben «seguir» a Jesús y no pueden colocarse delante como Pedro quería hacer. Non son ellos los que pueden indicar la dirección o el estilo. Al contrario, como Pedro, en vez de piedra de apoyo, pueden convertirse en piedra de escándalo. Así eran algunos jefes de las comunidades en tiempos de Mateo. Había ambigüedad. ¡Así nos puede suceder a nosotros hoy!

c) Ampliando informaciones del evangelio sobre Pedro: un retrato de San Pedro

Pedro de pescador de peces se transformó en pescador de hombres (Mc 1,7). Estaba casado (Mc 1,30). Hombre bueno, muy humano. Estaba llamado naturalmente a ser el jefe entre los doce primeros discípulos de Jesús. Jesús respetó esta tendencia natural e hizo de Pedro el animador de su primera comunidad (Jn 21, 17). Antes de entrar en la comunidad de Jesús, Pedro se llamaba Simón bar Jona (Mt 16,17), Simón hijo de Jonás. Jesús le dió el sobrenombre de Cefas o Piedra, que luego se convirtió en Pedro. (Lc 6,14).
Por naturaleza, Pedro podía serlo todo, menos una piedra. Era valiente en el hablar, pero a la hora del peligro se dejaba llevar del miedo y huía. Por ejemplo, aquella vez que Jesús llegó caminando sobre las aguas, Pedro pidió: «Jesús, ¿puedo yo también ir a ti sobre las aguas?» Jesús respondió «¡Ven, Pedro!» Pedro desciende de la barca, se pone a caminar sobre las aguas. Pero cuando llega una ola un poco más alta de lo acostumbrado, se asusta, comienza a hundirse y exclama: «¡Sálvame, Señor!» Jesús lo tomó de la mano y lo salvó (Mt 14, 28-31). En la última cena, Pedro dice a Jesús: «¡Yo no te negaré jamás, Señor!» (Mc 14,31), pero pocas horas después, en el palacio del sumo sacerdote, delante de una sierva, cuando Jesús ya había sido arrestado, Pedro negó con juramento el tener algo que ver con Jesús (Mc 14, 66-72). En el huerto de los olivos, cuando Jesús fue arrestado, él llega hasta desenvainar la espada (Jn 18, 10), pero luego huyó, dejando solo a Jesús (Mc 14,50). Por naturaleza ¡Pedro no era piedra!
Sin embargo, este Pedro tan débil y tan humano, tan igual a nosotros, se convirtió en Piedra, porque Jesús ha rezado por él diciendo: «¡Pedro, yo he orado por ti, para que no desfallezca tu fe. Y tú, una vez convertido, confirma a tus hermanos!» (Lc 22,31-32). Por esto, Jesús podía decir: «¡Tú eres Pedro y sobre esta piedra yo edificaré mi Iglesia!» (Mt 16,18). Jesús le ayudó a ser piedra.Después de la resurrección, en Galilea, Jesús se apareció a Pedro y le pidió dos veces: «¿Pedro me amas?» Y Pedro dos veces respondió: «Señor, Tú sabes que te amo.» (Jn 21, 15.16). Cuando Jesús hizo la misma pregunta por tercera vez, Pedro se entristeció. Debió recordar que lo había negado tres veces. A la tercera pregunta, él respondió: «Señor, Tú lo sabes todo. Tú sabes que yo te amo». Y fue en aquel momento cuando Jesús le confió el cuidado de las ovejas, diciendo: ¡Pedro, apacientas mis ovejas! Con la ayuda de Jesús la firmeza de la piedra crecía en Pedro y se reveló en el día de Pentecostés.
En el día de Pentecostés, después de la venida del Espíritu Santo, Pedro abrió la puerta de la sala, donde estaban todos reunidos, a puertas cerradas por miedo de los judíos (Jn 20,19), se llenó de valor y comenzó a anunciar la Buena Noticia de Jesús al pueblo (Act 2,14-40). ¡Y no se paró nunca más! Por causa de este anuncio valeroso de la resurrección, fue arrestado (Act 4,3). En el interrogatorio le fue prohibido anunciar la buena noticia (Act 4,18), pero Pedro no obedeció la prohibición. Él decía: «¡Nosotros pensamos que debemos obedecer a Dios antes que a los hombres!» (Act 4, 19; 5,29). Fue arrestado de nuevo y (Act 5,18.26). Fue castigado (Act 5,40). Pero el dijo: «Muchas gracias. Pero nosotros continuaremos» (cfr Act 5,42).
La tradición cuenta que, al final de su vida, cuando estaba en Roma, Pedro tuvo todavía un momento de miedo. Pero luego volvió sobre sus pasos, fue arrestado y condenado a la muerte de cruz. Él pidió que le crucificasen con la cabeza hacia abajo. Pensaba que no era digno de morir del mismo modo que su maestro Jesús. ¡Pedro fue fiel así mismo hasta el final!

6. Salmo 103 (102)

Acción de gracias

Bendice, alma mía, a Yahvé,
el fondo de mi ser, a su santo nombre.
Bendice, alma mía, a Yahvé,
nunca olvides sus beneficios.

Él, que tus culpas perdona,
que cura todas tus dolencias,
rescata tu vida de la fosa,
te corona de amor y ternura,
satura de bienes tu existencia,
y tu juventud se renueva como la del águila.

Yahvé realiza obras de justicia
y otorga el derecho al oprimido,
manifestó a Moisés sus caminos,
a los hijos de Israel sus hazañas.

Yahvé es clemente y compasivo,
lento a la cólera y lleno de amor;
no se querella eternamente,
ni para siempre guarda rencor;
no nos trata según nuestros yerros,
ni nos paga según nuestras culpas.

Como se alzan sobre la tierra los cielos,
igual de grande es su amor con sus adeptos;
como dista el oriente del ocaso,
así aleja de nosotros nuestros crímenes.
Como un padre se encariña con sus hijos,
así de tierno es Yahvé con sus adeptos;
que él conoce de qué estamos hechos,
sabe bien que sólo somos polvo.
¡El hombre! Como la hierba es su vida,
como la flor del campo, así florece;
lo azota el viento y ya no existe,
ni el lugar en que estuvo lo reconoce.

Pero el amor de Yahvé es eterno
con todos que le son adeptos;
de hijos a hijos pasa su justicia,
para quienes saben guardar su alianza,
y se acuerdan de cumplir sus mandatos.
Yahvé asentó su trono en el cielo,
su soberanía gobierna todo el universo.

Bendecid a Yahvé, ángeles suyos,
héroes potentes que cumplís sus órdenes
en cuanto oís la voz de su palabra.
Bendecid a Yahvé, todas sus huestes,
servidores suyos que hacéis su voluntad.
Bendecid a Yahvé, todas sus obras,
en todos los lugares de su imperio.
¡Bendice, alma mía, a Yahvé!

7. Oración final

Señor Jesús, te damos gracia por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la voluntad del Padre. Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos comunique la fuerza para seguir lo que Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros como María, tu Madre, podamos no sólo escuchar, sino también poner en práctica la Palabra. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos. Amén.

Duele la tierra de hermosa

¡Qué bello creaste el mundo,
mesa de ricos sabores!
Mas son las cosas mejores
cuando me saben a Ti.

Te buscaré en cada piedra,
en cada ave, en cada rosa.
Duele la tierra de hermosa
por tanta huella de Ti.

Duele tu cara en la cara
de cada pobre que pasa
sin pan, sin amor, sin casa,
y duele el dolor de Ti.

Desde tu amor, cada día,
seguro a mi encuentro sales.
¡Öh qué asedio de señales!
Todas me llevan a Ti…

Demos hoy gracias al Sagrado Corazón por los beneficios recibidos en el orden de la gracia

I

SI se ha mostrado pródiga conmigo la mano de Dios en el orden natural, no se lo ha mostrado menos en el orden de la gracia, o sea, el de los medios sobrenaturales que me ha concedido por mi justificación y para mi salvación eterna.

En el centro de su Iglesia me ha hecho nacer como un hermoso jardín que riegan caudalosos ríos y fecundan a todas horas abundantes lluvias. El Bautismo con que me inició en la vida sobrenatural, los demás Sacramentos con que ella me robustece y sustenta, los santos ejemplos que para estímulo mío me hace admirar de continuo en derredor, la voz de sus ministros, la enseñanza de los buenos libros, los secretos toques con los que ahora despierta, o aviva, o quizá hasta resucita mi corazón, ¿qué son sino ligera historia de los admirables beneficios con que me va conduciendo su mano desde la cuna hasta la eternidad? Si fijo mi consideración en lo que ha sido hasta aquí mi vida; si me detengo en reflexionar sobre las causas que en cualquier período de ella han influido en mis determina- ciones para que fuera hoy lo que soy, ¿no encuentro en todos mis pasos que soy objeto de una tierna y amorosa solicitud de mi buen Dios? Aquella palabra que me hizo buena impresión, aquella página que me hirió el alma, aquel ejemplo que me alumbró de repente con vivos resplandores, ¿quién los disponía y hacía aparecer en mitad de mi camino, sino la Providencia admirable de mi Dios que velaba por mí, como madre por el hijo que lleva en brazos?

¡Oh Sagrado Corazón de Jesús! A Ti debo el manantial de estas gracias sin medida, que sobre mi mal ha derramado la divina misericordia. Tuyas son, porque Tú nos las haz merecido, y proporcionado, porque es tuyo el conducto por donde a su vez vuelen al Padre celestial los afectos de mi pobre corazón.

Medítese unos minutos.

II

No hay minuto de mi vida en que no tenga algo que agradecer a la infinita bondad y misericordia de mi Dios en orden a la gracia. Más fácil sería contar las estrellas que están el cielo en una noche serena, o las gotas de rocío que caen en una mañana, que contar las ilustraciones superiores con que esclarece Dios constantemente la noche de mi vida, o las gotas de rocío con que ablanda y fecundiza la aridez de mi corazón. La habitual distracción en que vivo y lo limitado de mi inteligencia, no me permiten sondear como quisiera esos misterios de la operación de Dios en mi alma por medio de la gracia multiforme; conocimiento completo de ella no la tendré sino a la luz de la gloria en la eternidad. Hoy sólo puedo imperfectamente rastrearlos; pero aun así, me basta considerar un poco de ellos, para que me confundan su inconmensurable riqueza, su magnífica variedad, su poderosa eficacia. El estudio atento de mí mismo en una sola de mis tentaciones a que haya felizmente resistido, me daría materia para incesantes alabanzas a Dios. ¡y son tantas en el decurso del día, del mes, del año, de la vida, son tantas esas crisis por que ha pasado mi salvación eterna, crisis que ha venido a resolver a favor mío una ayuda en quien entonces tal vez ni siquiera pensaba!

La eternidad misma no me parece bastante para agradecerte dignamente tales muestras de amor de mi buen Dios. Tú puedes, Sagrado Corazón de Jesús, llenar totalmente en mi nombre esta obligación sagrada. A Ti te escojo para que pagues por mí esta deuda de reconocimiento. Toma Tú, Jesús mío, los ruegos de mi alma y preséntalos al Eterno Padre en unión del eterno himno de gracias que en gloria suya le canta tu adorable Corazón.

Medítese, y pídase la gracia particular.

Evangelii Gaudium – Francisco I

75. No podemos ignorar que en las ciudades fácilmente se desarrollan el tráfico de drogas y de personas, el abuso y la explotación de menores, el abandono de ancianos y enfermos, varias formas de corrupción y de crimen. Al mismo tiempo, lo que podría ser un precioso espacio de encuentro y solidaridad, frecuentemente se convierte en el lugar de la huida y de la desconfianza mutua. Las casas y los barrios se construyen más para aislar y proteger que para conectar e integrar. La proclamación del Evangelio será una base para restaurar la dignidad de la vida humana en esos contextos, porque Jesús quiere derramar en las ciudades vida en abundancia (cf. Jn 10,10). El sentido unitario y completo de la vida humana que propone el Evangelio es el mejor remedio para los males urbanos, aunque debamos advertir que un programa y un estilo uniforme e inflexible de evangelización no son aptos para esta realidad. Pero vivir a fondo lo humano e introducirse en el corazón de los desafíos como fermento testimonial, en cualquier cultura, en cualquier ciudad, mejora al cristiano y fecunda la ciudad.

La escala cristiana de los valores

1.- El que quiere a su padre o su madre más que a mí, no es digno de mí; y el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí; y el que no toma su cruz y me sigue no es digno de mí. Todas las personas nacemos ya con una serie de valores primarios inscritos en la propia naturaleza: el amor a la vida, el amor al alimento y al dinero, el amor a los padres y a los hijos, etc. Para los cristianos, el valor primero, al que han de subordinarse todos los demás valores, es el amor a Cristo. No es que los demás valores no tengan valor en sí mismos, sino que todos los demás valores debemos ponerlos al servicio del valor primero, el amor a Cristo. Son valores cristianos, para todo ser humano, amar la vida, amar la comida y el dinero, amar a los padres y a los hijos, etc., pero debemos renunciar a cualquier valor, por muy natural y cristiano que nos parezca, si entra en contradicción y nos impide realizar el valor primero: el valor a Cristo. Así lo han demostrado a lo largo de la historia, miles de mártires, ascetas que sometieron su vida a muchas y extenuantes mortificaciones, hijos que renunciaron y se opusieron a sus padres para poder seguir su vocación religiosa, misioneros que asumieron toda clase de privaciones, peligros y persecuciones para poder predicar con libertad el evangelio de Cristo. En definitiva, debemos estar dispuestos a renunciar a todo lo que nos impida ser fieles al valor primero y principal: el seguimiento de Jesús. Esto puede parecer fácil en teoría, pero es tremendamente difícil realizarlo cada día y en cada momento. Porque tenemos un cuerpo que lucha continuamente contra el espíritu. Los valores del cuerpo son el materialismo, el bienestar corporal, un egoísmo a ultranza, los valores económicos, políticos y sociales que nos predica continuamente la sociedad en la que vivimos. Para vivir diariamente según la escala de valores cristianos hace falta mucho valor humano para aceptar cristianamente las muchas cruces que la vida de cada día nos trae y, sobre todo, mucha gracia de Dios. Hoy día, todo cristiano debe aceptar vivir en minoría dentro de esta sociedad en la que nos ha tocado vivir. Y hacerlo con alegría, con humildad y con mucha perseverancia. Sólo así podremos decir que somos discípulos de Jesús.

2.- Un día pasaba Eliseo por Sunem y una mujer rica lo invitó con insistencia a comer. Y siempre que pasaba por allí iba a comer a su casa. Ella dijo a su marido: me consta que este hombre de Dios es un santo. Podemos aplicar a esta mujer de Sunem lo que dice Jesús a sus apóstoles en el evangelio de hoy: el que recibe a un justo porque es justo, tendrá paga de justo y el que dé a beber, aunque sólo sea un vaso de agua fresca a uno de estos pobrecillos, sólo porque es mi discípulo, no perderá su paga. La mujer sunamita recibió al profeta Eliseo en su casa y le invitaba a comer, precisamente porque le consideraba un santo, es decir porque veía en él a un enviado de Dios. Y el profeta Eliseo, en nombre de Dios, le pagó su buena acción consiguiendo que esta mujer, con un marido “ya muy viejo”, tuviera un hijo. ¿Cuál puede ser el mensaje que tiene esta lectura del libro de los Reyes para nosotros? Pues que las acciones buenas que tenemos para los demás Dios siempre nos las recompensa; hacer el bien a los demás siempre es agradable ante Dios. La vida de Cristo fue toda ella un don de Dios para con nosotros. Hagamos nosotros, en nombre de Cristo, de nuestra vida un don para los demás. Seguro que Dios, de una manera o de otra, nos lo recompensará.

3.- Los que por el bautismo nos incorporamos a Cristo, fuimos incorporados a su muerte… para que, así como Cristo fue despertado de entre los muertos por la gloria del Padre, así nosotros andemos en una vida nueva. Por el bautismo hemos sido incorporados a Cristo, el bautismo fue para nosotros nuestro nacimiento espiritual, como una primera resurrección del pecado a la vida. Por el bautismo nos incorporamos a Cristo y como Cristo una vez resucitado ya un muere más, la muerte ya no tiene domino sobre él, así nosotros, si permanecemos incorporados a Cristo, viviremos para siempre. Lo que quiere decirnos san Pablo en este texto de su carta a los Romanos es que nosotros, como cristianos, participaremos de la resurrección de Cristo, no moriremos para siempre. Es un mensaje de esperanza en la vida eterna, un mensaje que debemos recordar, sobre todo, en medio de las dificultades y tribulaciones de esta vida. La fe y la esperanza en la resurrección debe ser para nosotros nuestra principal fuente de fortaleza espiritual, sobre todo en los momentos difíciles. Así lo fue para san Pablo, que llegó a decir que si no existiera la resurrección, los cristianos seríamos los hombres más desgraciados del mundo. Reavivemos, pues, nuestra esperanza en la resurrección y actuemos siempre con valor espiritual ante las dificultades de esta vida.

Gabriel González del Estal 

“El que no toma su cruz no es digno de Mí . El que os recibe a vosotros, me recibe a Mí”

 

Mateo 10, 37-42

«El que ama a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí, y el que ama a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí, y el que no carga con su cruz y me sigue no es digno de mí. El que encuentre su vida la perderá, y el que la pierda por mí la encontrará».

«El que os recibe a vosotros me recibe a mí, y quien me recibe a mí recibe a quien me ha enviado. El que recibe a un profeta como profeta recibirá premio de profeta, y el que recibe a un justo como justo recibirá premio de justo; el que dé de beber a uno de estos pequeñuelos tan sólo un vaso de agua fresca porque es mi discípulo, os aseguro que no perderá su recompensa».

 

Comentario del Evangelio

El Evangelio de hoy nos habla de cómo recibimos a las personas, de cómo acogemos a las personas que vienen a nuestra casa.
Hoy en día, hay muchas personas que se tienen que ir de su país, de su pueblo o ciudad, de su casa porque tienen hambre y no tienen para comer, porque en su país hay una guerra o por cuestiones religiosas, porque hay personas que no toleran que otras personas sean de otra religión distinta a la suya.

Pues bien, hoy Jesús nos pregunta como acogemos a las personas. Así que nosotros podemos pensar como estamos acogiendo a todas las personas que vienen en patera, o andando por el este de Europa porque tienen miedo por su vida y tratan de buscar una vida mejor.
Muchas veces no somos conscientes de que todos somos hijos de Dios, y que todas las personas de este mundo son hijos de Dios. Por lo tanto, todos somos hermanos unos de otros, todos hijos de un mismo Padre. Si pensamos, sentimos y vivimos así las cosas son muchas las cosas que podemos hacer por los demás.

 

Para hacer vida el Evangelio

• Escribe aquí lo último que hayas oído sobre los inmigrantes que intentan venir a vivir a algún país de Europa para tener una vida mejor.

• ¿Qué debemos hacer los cristianos ante esta situación?

• Escribe un compromiso para que entre todos seamos acogedores y sintamos a los demás como hermanos.

 

Oración

Señor Jesús yo quiero seguir tus pasos, andar la vida por donde tu fuiste.
Como nos indica San Pablo
“Tened entre vosotros
los mismos sentimientos que tuvo Cristo.
El cual, siendo de condición divina,
no retuvo ávidamente el ser igual a Dios. Sino que se despojó de si mismo tomando la condición de siervo haciéndose semejante a los hombres etc.”
(Fl 2, 5 ss)
Ayúdame, Señor Jesús,
a ser uno de tus seguidores.
Ayúdame a seguirte de cerca. Ayúdame a trabajar por hacer seguidores tuyos. Perdón, Señor Jesús,
porque en bastantes momentos de mi existencia mi vida no es reflejo de tu Persona. Enséñame a invitar a otros a que te sigan.

Seguir a Jesús

Señor Jesús,
¡qué bonito sería si viviésemos la vida cristiana como el seguimiento a tu persona! ¡Cuánto dinamismo y cuánta fuerza tendría nuestra vida cristiana!
¡Cuánta vitalidad y pluralidad mostrarían nuestras comunidades cristianas! Nuestra vida cristiana tendría
un cariz muy personal.

Eso es ser cristiano: seguirte, seguirte lo más cerca posible

Seguirte, Jesús, es hacer lo que Tú hiciste es parecernos a Ti.
Seguirte es imitarte lo mejor posible, desde el Pesebre al Calvario pasando por tu vida oculta de Nazaret
y por tu corta vida itinerante anunciando la llegada del Reino de Dios y haciéndolo presente.

San Pablo lo decía:

“Sed imitadores míos como yo lo soy de Cristo”

¿Por qué no lo decimos ahora nosotros?

No creo que sea por humildad
sino porque no nos vemos modelo para los demás,
porque no vivimos de lleno nuestra vida como un seguimiento tuyo. Estamos muy lejos de hacer
que nuestras vidas sean tu seguimiento.

Seguirte, es lo que Tú, Señor Jesús, deseas que hagamos cada uno de nosotros.

Seguirte, nos pides,
en tu relación personal con Dios Padre,
que estuvo llena de confianza y de compromiso con el Padre.
Seguirte en tu compasión
por todos los que sufren,
de ahí nacieron tus milagros.
Seguirte en tu humildad
y en tu actitud permanente de servicio. Seguirte en tu pobreza
y en tu cercanía con todos los que lo pasan mal. Seguirte en tu anuncio gozoso
de la llegada del Reino de Dios. Seguirte en tu predilección
por los últimos y por los que están perdidos. Seguirte en tu anuncio positivo
del proyecto de Dios
para la humanidad.
Seguirte en las fatigas y trabajos
por poner vida donde había muerte. Seguirte en tu obsesión
por cumplirla voluntad de Dios Padre.

Seguirte de cerca, lo más cerca posible como hace la sombra que esta pegada a los objetos.

Ya sé que, como Tú nos dices,
esto no es coser y cantar, es complicado, por eso nos dices:
“el que no coge su cruz y me sigue, no es digno de mi”.

Tu seguimiento requiere renuncias,
pide coger la cruz cada día porque la puerta es estrecha.
Seguirte pide perder la vida, entregarla para recuperarla toda nueva.
“El que encuentre su vida la perderá,
y el que pierda su vida por mi la encontrará”.

Señor Jesús yo quiero seguir tus pasos, andar la vida por donde tu fuiste. Como nos indica San Pablo

“Tened entre vosotros
los mismos sentimientos que tuvo Cristo. El cual, siendo de condición divina,
no retuvo ávidamente el ser igual a Dios. Sino que se despojó de si mismo tomando la condición de siervo haciéndose semejante a los hombres etc.” (Fl 2, 5 ss)

Ayúdame, Señor Jesús,
a ser uno de tus seguidores. Ayúdame a seguirte de cerca. Ayúdame a trabajar por hacer seguidores tuyos.

Perdón, Señor Jesús,
porque en bastantes momentos de mi existencia mi vida no es reflejo de tu Persona.

Enséñame a invitar a otros a que te sigan.

Notas para fijarnos en el evangelio del Domingo XIII de Tiempo Ordinario

● La fe cristiana, el seguimiento de Jesús, es una opción radical que supone poner a Dios, a Jesús… por encima de todo, de forma que lo demás queda supeditado a Dios, a Jesús, al Reino…Es lo que decimos en el primer Mandamiento “amarás a Dios sobre todas las cosas”.

● Este amor a Dios por encima de todas las cosas, en si, no disminuye el amor al marido, a la esposa, a los padres, a los hijos… al contrario le da a uno más motivos para permanecer en el amor.

● Por desgracia, muchas veces, faltan en nuestro mundo testimonios radicales que muestren la importancia que tiene para las personas Dios, Jesús, el Reino.

● Tenemos el peligro de hacer del se- guimiento de Jesús, de la vida cristiana algo descafeinado, sin vigor, excesivamente complaciente con todo. Y cristiano quiere decir ungido por Dios para luchar por una vida más digna y justa para todos.

● Es aquello de la parábola del tesoro escondido o de la perla preciosa que el que lo encuentra lleno de alegría es capaz de vender todo lo que tiene para conseguirlo.

● La propuesta de Jesús es la ley del perder para ganar.

● No se trata de despreciar nada, de desatender a los padres o a los hijos… Hay un Mandamiento que nos da Dios y que está siempre vigente “honrarás a tus padres”.

● La cuestión se plantea cuando entre en conflicto el seguimiento de Jesús con el amor a los familiares o con otras realidades de la vida. En ese momento hay que ver cómo tiene prioridad el seguimiento de Jesús.

● A la hora de la verdad lo que cuenta es la meta “el ser digno de Él”, ”el seguirle”. Por tanto se trata de algo positivo que para conseguirlo, para llevarlo a término, en ocasiones, pide renunciar a personas o a cosas. Pero nuestra mirada no ha de fijarse en lo que dejamos sino en lo que conseguimos a quién seguimos.

● La propuesta de Jesús es que el Reino sea el centro de la vida de sus seguidores. Es lo que queda simbolizado en las narraciones que nos describen las llamadas de Jesús de los Apóstoles “y dejando las redes lo siguieron”. Seguir a Jesús pide dejar algunas redes.

● La experiencia a todos nos dice que efectivamente el seguimiento de Jesús, la conversión al Evangelio, en ocasiones, desencadena conflictos en la familia, en el mundo en el que uno vive como la empresa, los amigos, el negocio, el barrio, etc. A veces los valores del Evangelio no cuadran con los criterios de nuestro mundo y originan conflictos.

● Al fin y al cabo ese fue el camino que siguió Jesús. Él entregó su vida, perdió su vida pero a la postre Dios lo Resucitó, ganó la vida.

● Hay también otro aspecto a tener en cuenta en esta lectura: la acogida. Acogida a Cristo y acogida a los enviados de Dios, acogida a cualquier persona. Es este uno de los signos distintivos de los miembros de la familia de Dios. Y en la actualidad tenemos muchas ocasiones de practicar la acogida. El día del juicio final se nos dirá “era forastero y me acogisteis”, ¡ojalá sea así!

● Según Jesús hay una identidad entre Él y sus enviados, sus seguidores; por eso afirma que el que acoge a sus discípulos es como si acogiese al mismo Jesús: “el que os recibe a vosotros me recibe a mí”. Incluso un sencillo acto tan simple como dar un vaso de agua porque es discípulo de Jesús tendrá su recompensa.

Comentario al evangelio (29 de junio)

Hoy es una fiesta grande. Celebramos la vida de dos personas, dos personajes, que son dos “grandes” del cristianismo: San Pedro y San Pablo. Tan diferentes en su origen, en su camino, en su manera de ver las cosas… y los dos son pilares de la Iglesia…

Pedro… pescador, llano, del pueblo. La misma impulsividad para confesarle –“Tú eres el Mesías”- que para rechazar sus caminos de cruz. La misma generosidad para dejarle la barca que para ofrecerse a dar la vida por él. La misma sinceridad para intentar salvar el pellejo negándole que para llorar amargamente por haberle negado… Jesús le llamó “piedra”, pero también “satanás”. Al final, esa mirada que lo comprende todo y nada condena le rehabilitó, le levantó y le puso en su sitio: ni tan arriba, ni tan abajo. Y desde ahí, como hermano de sus hermanos, pudo seguir caminando, sirviendo a la Iglesia, hablando, discutiendo, haciendo las obras de Jesús, luchando, entregándose…

Pablo… judío donde los haya. Fariseo y perseguidor de la Iglesia en sus orígenes. Lo tenía todo muy claro… hasta que Dios le tocó el corazón y los ojos y todo quedó patas arriba. Tardó un tiempo en re-colocarse. Pero cuando lo hizo, abrazó el nuevo camino con el mismo ardor que el anterior. Predicó a unos y a otros. Escribió a muchos. Hizo equipo con otros. Discutió y concilió. Suscitó y acompañó la fe de muchas comunidades. Y cuando le tocó dar la vida, no se la guardó…
Pedro y Pablo. Tan distintos… Al final, la vida les unificó: en su amor a Cristo, en su celo por llevar a otros la Buena Noticia, en su muerte violenta a causa de la fe.

Hoy también hay muchos cristianos que caminan, caen, se levantan… que combaten su combate y corren hacia la meta. Con distintos acentos. Unidos en la diversidad, comulgando en lo importante.

Seguro que tú también eres uno de ellos. Por eso, hoy también es tu día.

Felicidades, y a seguir caminando.

Luis Manuel Suárez CMF