Vísperas – Lunes XVII de Tiempo Ordinario

SAN IGNACIO DE LOYOLA, presbítero. (MEMORIA)

VÍSPERAS
(Oración de la tarde)

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno: CANTEMOS AL SEÑOR CON ALEGRÍA.

Cantemos al Señor con alegría,
unidos a la voz del pastor santo;
demos gracias a Dios, que es luz y guía,
solícito pastor de su rebaño.

Es su voz y su amor el que nos llama
en la voz del pastor que él ha elegido,
es su amor infinito el que nos ama
en la entrega y amor de este otro cristo.

Conociendo en la fe su fiel presencia,
hambrientos de verdad y luz divina,
sigamos al pastor que es providencia
de pastos abundantes que son vida.

Apacienta, Señor, guarda a tus hijos,
manda siempre a tu mies trabajadores;
cada aurora, a la puerta del aprisco,
nos aguarde el amor de tus pastores. Amén.

SALMODIA

Ant 1. El Señor se complace en los justos.

Salmo 10 – EL SEÑOR ESPERANZA DEL JUSTO

Al Señor me acojo, ¿por qué me decís:
«escapa como un pájaro al monte,
porque los malvados tensan el arco,
ajustan las saetas a la cuerda,
para disparar en la sombra contra los buenos?
Cuando fallan los cimientos,
¿qué podrá hacer el justo?»

Pero el Señor está en su templo santo,
el Señor tiene su trono en el cielo;
sus ojos están observando,
sus pupilas examinan a los hombres.

El Señor examina a inocentes y culpables,
y al que ama la violencia él lo detesta.
Hará llover sobre los malvados ascuas y azufre,
les tocará en suerte un viento huracanado.

Porque el Señor es justo y ama la justicia:
los buenos verán su rostro.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El Señor se complace en los justos.

Ant 2. Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.

Salmo 14 – ¿QUIÉN ES JUSTO ANTE EL SEÑOR?

Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda
y habitar en tu monte santo?

El que procede honradamente
y practica la justicia,
el que tiene intenciones leales
y no calumnia con su lengua,

el que no hace mal a su prójimo
ni difama al vecino,
el que considera despreciable al impío
y honra a los que temen al Señor,

el que no retracta lo que juró
aún en daño propio,
el que no presta dinero a usura
ni acepta soborno contra el inocente.

El que así obra nunca fallará.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.

Ant 3. Dios nos ha destinado en la persona de Cristo a ser sus hijos.

Cántico: EL PLAN DIVINO DE SALVACIÓN – Ef 1, 3-10

Bendito sea Dios,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en la persona de Cristo
con toda clase de bienes espirituales y celestiales.

El nos eligió en la persona de Cristo,
antes de crear el mundo,
para que fuésemos consagrados
e irreprochables ante él por el amor.

Él nos ha destinado en la persona de Cristo,
por pura iniciativa suya,
a ser sus hijos,
para que la gloria de su gracia,
que tan generosamente nos ha concedido
en su querido Hijo,
redunde en alabanza suya.

Por este Hijo, por su sangre,
hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia
ha sido un derroche para con nosotros,
dándonos a conocer el misterio de su voluntad.

Éste es el plan
que había proyectado realizar por Cristo
cuando llegase el momento culminante:
hacer que todas las cosas tuviesen a Cristo por cabeza,
las del cielo y las de la tierra.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Dios nos ha destinado en la persona de Cristo a ser sus hijos.

LECTURA BREVE   1Pe 5, 1-4

A los presbíteros en esa comunidad, yo, presbítero como ellos, testigo de los sufrimientos de Cristo y partícipe de la gloria que va a descubrirse, os exhorto: Sed pastores del rebaño de Dios a vuestro cargo, gobernándolo, no a la fuerza, sino de buena gana, como Dios quiere, no por sórdida ganancia, sino con generosidad, no como dominadores sobre la heredad de Dios, sino convirtiéndoos en modelos del rebaño. Y, cuando aparezca el supremo Pastor, recibiréis la corona de gloria que no se marchita.

RESPONSORIO BREVE

V. Éste es el que ama a sus hermanos, el que ora mucho por su pueblo.
R. Éste es el que ama a sus hermanos, el que ora mucho por su pueblo.

V. El que entregó su vida por sus hermanos.
R. El que ora mucho por su pueblo.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Éste es el que ama a sus hermanos, el que ora mucho por su pueblo.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. ¿De qué le sirve al hombre ganar todo el mundo si arruina su vida?

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. ¿De qué le sirve al hombre ganar todo el mundo si arruina su vida?

PRECES

Glorifiquemos a Cristo, constituido pontífice en favor de los hombres en lo que se refiere a Dios, y supliquémosle humildemente diciendo:

Salva a tu pueblo, Señor.

Tú que por medio de pastores santos y eximios has glorificado a tu Iglesia,
haz que todos los cristianos resplandezcan por su virtud.

Tú que por la oración de los santos pastores, que a semejanza de Moisés oraban por el pueblo, perdonaste los pecados de tus fieles,
purifica y santifica también ahora a la santa Iglesia por la intercesión de los santos.

Tú que de entre los fieles elegiste a los santos pastores y, por tu Espíritu, los consagraste como ministros en bien de sus hermanos,
llena también de tu Espíritu a todos los pastores del pueblo de Dios.

Tú que fuiste la heredad de los santos pastores,
no permitas que ninguno de los que fueron adquiridos por tu sangre viva alejado de ti.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Tú que por medio de los pastores de la Iglesia das la vida eterna a tus ovejas para que nadie las arrebate de tu mano,
salva a los difuntos, por quienes entregaste tu vida.

Digamos juntos la oración que Cristo nos enseñó como modelo de toda oración:

Padre nuestro…

ORACION

Señor Dios, que suscitaste en tu Iglesia a san Ignacio de Loyola para que extendiera más la gloria de tu nombre, concédenos que, a imitación suya y apoyados en su auxilio, libremos también en la tierra el noble combate de la fe, para que merezcamos ser coronados juntamente con él en el cielo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

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Lectio Divina – 31 de julio

Lectio: Lunes, 31 Julio, 2017
Tiempo Ordinario

1) Oración inicial
¡Oh Dios!, protector de los que en ti esperan; sin ti nada es fuerte ni santo. Multiplica sobre nosotros los signos de tu misericordia, para que, bajo tu guía providente, de tal modo nos sirvamos de los bienes pasajeros que podamos adherirnos a los eternos. Por nuestro Señor.
 
2) Lectura
Del Evangelio según Mateo 13,31-35
Otra parábola les propuso: «El Reino de los Cielos es semejante a un grano de mostaza que tomó un hombre y lo sembró en su campo. Es ciertamente más pequeña que cualquier semilla, pero cuando crece es mayor que las hortalizas, y se hace árbol, hasta el punto de que las aves del cielo vienen y anidan en sus ramas.»
Les dijo otra parábola: «El Reino de los Cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer y la metió en tres medidas de harina, hasta que fermentó todo.» Todo esto dijo Jesús en parábolas a la gente, y nada les hablaba sin parábolas, para que se cumpliese lo dicho por el profeta:
Abriré con parábolas mi boca,
publicaré lo que estaba oculto desde la creación del mundo.
 

3) Reflexión
• Estamos meditando el Sermón de las Parábolas, cuyo objetivo es revelar, por medio de comparaciones, el misterio del Reino de Dios presente en la vida del pueblo. El evangelio nos trae hoy dos pequeñas parábolas, del grano de mostaza y de la levadura. En ellas Jesús cuenta dos historias sacadas de la vida de cada día que servirán como medio de comparación para ayudar a la gente a descubrir el misterio del Reino. Al meditar estas dos historias, lo primero que hay que hacer no es querer descubrir lo que cada elemento de las historias nos quiere decir sobre el Reino. Lo primero que hay que hacer es mirar la historia en si misma como un todo y tratar de descubrir cuál es el punto central entorno al cual la historia fue construida, pues es este punto central lo que servirá como medio de comparación para revelar el Reino de Dios. Vamos a ver cuál es el punto central de las dos parábolas.

• Mato 13,31-32: La parábola del grano de mostaza. Jesús dice: «El Reino de los Cielos es como un grano de mostaza“ y luego cuenta la historia: un grano bien pequeño es lanzado en el campo; pero aún siendo pequeño, crece, se hace mayor que las otras plantas y llega a atraer los pajarillos para que hagan en ellas sus nidos. Jesús no explica la historia. Aquí vale lo que dice en otra ocasión: “Quien tenga oídos para oír, que oiga” Es decir: “Es esto. ¡Ustedes han oído, y ahora traten de entender!” A nosotros nos toca descubrir lo que esta historia nos revela sobre el Reino de Dios presente en nuestras vidas. Así, por medio de esta historia del grano de mostaza, Jesús provoca nuestra fantasía, pues cada uno de nosotros entiende algo de siembra. Jesús espera que las personas, nosotros todos, comencemos a compartir lo que cada uno descubre. Comparto aquí tres puntos que descubrí sobre el Reino a partir de esta parábola: (a) Jesús dice: «El Reino de los Cielos es como un grano de mostaza“. El Reino no es algo abstracto, ni es una idea. Es una presencia en medio de nosotros (Lc 17,21). ¿Cómo es esta presencia? Es como el grano de mostaza: presencia bien pequeña, humilde, que casi no se ve. Se trata de Jesús mismo, un pobre carpintero, andando por Galilea, hablando del Reino a la gente de las aldeas. El Reino de Dios no sigue los criterios de los grandes del mundo. Tiene otro modo de pensar y de proceder. (b) La parábola evoca una profecía de Ezequiel, en la que se dice que Dios hará brotar una pequeña rama de cedro y la plantará en las alturas de la montaña de Israel. Este pequeño brote de cedro: ” echará ramas y producirá frutos, y se convertirá en un magnífico cedro. Pájaros de todas clases anidarán en él, habitarán a la sombra de sus ramas. Y todos los árboles del campo sabrán que yo, el Señor, humillo al árbol elevado y exalto al árbol humillado, hago secar al árbol verde y reverdecer al árbol seco. Yo, el Señor, lo he dicho y lo haré. (Ez 17,22-23). (c) El grano de mostaza, aún siendo pequeño, crece y suscita esperanza. Como el grano de mostaza, así el Reino tiene una fuerza interior y crece. ¿Crece cómo? Crece a través de la predicación de Jesús y de los discípulos y de las discípulas, en los poblados de la Galilea. Crece, hasta hoy, a través del testimonio de las comunidades y se vuelve buena noticia de Dios que irradia y atrae a la gente. La persona que llega cerca de la comunidad, se siente acogida, en casa, y hace en ella su nido, su morada. Al final, la parábola deja una pregunta en el aire: ¿quiénes son los pajarillos? La pregunta tendrá respuesta más adelante en el evangelio. El texto sugiere que se trata de los paganos que van a poder entrar en el Reino (Mt15,21-28).

• Mateo 13,33: La parábola de la levadura. La historia de la segunda parábola es ésta: una mujer mezcla un poco de levadura con tres medidas de harina, hasta que todo quede fermentado. De nuevo, Jesús no explica, sólo dice: «El Reino del Cielo es como la levadura…”. Como en la primera parábola, depende de nosotros el saber descubrir el significado para hoy. Comparto algunos puntos que he descubierto y que me hicieron pensar: (a) Lo que crece no es la levadura, sino la masa. (b) Se trata de una cosa bien casera, del trabajo de la mujer en casa. (c) La levadura tiene algo de podrido que se mezcla con la masa pura de la harina. (d) El objetivo es hacer ‘levitar’ la masa y no apenas una parte. (e) La levadura no tiene fin en si misma, sino que sirve para hacer crecer la masa.

• Mateo 13,34-35: Por qué Jesús habla en parábolas. Aquí, al final del Sermón de las Parábolas, Mateo trae una aclaración sobre el motivo que llevaba a Jesús a enseñar a la gente en forma de parábolas. El dice que era para que se cumpliera la profecía que dice: » Abriré con parábolas mi boca, publicaré lo que estaba oculto desde la creación del mundo.». En realidad, el texto citado no es de un profeta, sino de un salmo (Sal 78,2). Para los primeros cristianos todo el Antiguo Testamento era una gran profecía que tenía que anunciar veladamente la venida del Mesías y la realización de las promesas de Dios. En Marcos 4,34-34, el motivo que llevaba a Jesús a enseñar a la gente por medio de parábolas era para adaptar el mensaje a la capacidad de la gente. Al ser ejemplos sacados de la vida de la gente, Jesús ayudaba a las personas a descubrir las cosas de Dios en lo cotidiano. La vida se volvía transparente. Jesús hacía percibir que lo extraordinario de Dios se esconde en las cosas ordinarias y comunes de la vida de cada día. La gente entendía así, de la vida. En las parábolas recibía una llave para abrirla y encontrar dentro de la vida las señales de Dios. Al final del Sermón de las Parábolas, en Mateo 13,52, como luego veremos, se va a dar otro motivo que lleva Jesús a enseñar por medio de parábolas.

 
4) Para la reflexión personal
• ¿Cuál es el punto de estas dos parábolas que más te gustó o que más te llamó la atención? ¿Por qué?
• ¿Cuál es la semilla que, sin que te hayas dado cuenta, creció en ti y en tu comunidad?
 
5) Oración final
Yo, en cambio, cantaré tu fuerza,
aclamaré tu lealtad por la mañana;
pues has sido un baluarte para mí,
un refugio el día de la angustia. (Sal 59,17)

10 ríos que transformaron el mundo

PETERS, Marilee
10 ríos que transformaron el mundo
Ed. Siruela, Madrid 2016, 132 págs.

Nadie duda del valor de los ríos. En muchos lugares del mundo estos han permitido a las personas vivir y desarrollarse. Algunos gobernantes, a lo largo de la historia, han aprovechado la importancia de los ríos para impresionar, atemorizar o influir sobre el destino de sus pueblos. En el libro se nos presenta la historia de diez de ellos, vamos recorriendo su curso, adentrándonos en sus características principales, conociendo sus curiosidades, vamos viendo el poder de algunos de ellos para levantar o derribar civilizaciones, su capacidad para crear cultura. Conoceremos el río Awash de Etiopía, que alberga fósiles de homínidos; el Tigris y el Éufrates en Mesopotamia, con sus aguas se regaron los famosos jardines colgantes de Babilonia; el Nilo, río generoso; el Rin, río internacional; el Amazonas, un universo fluvial; el Zambeze, río de la libertad; el Misisipi, la ruta de la música; el Ganges, el río de la fe; el Támesis, el río que levantó un imperio; el Yangtsé, río cambiante.

De lectura ágil y clara, puede gustar a los lectores a partir de 15 años porque combina Geografía e Historia, hace valorar el agua… ¡Ojalá ayude a comprometerse en su defensa!

Mirando en soledad

La mirada en el silencio y la soledad

El silencio y la soledad agudizan los sentidos y establecen una comunión. El poeta posee esa sensibilidad para captar la profundidad del “mirar y mirarse” en un silencio que permite escuchar los pasos de Dios y del misterio.

¡Oh mi adorada noche,
noche de soledad y de misterio,
noche que desabrochas los pudores
y amarras las caricias junto a pieles!
Noche, quisiera ser tu eterno amante
para mirar tus ojos hechos luna,

y con mis versos siempre enamorarte
para arroparme bajo tu manto estrella,
y que en mis ojos se refleje el brillo

de tu sonrisa tierna…
¡Oh, noche bella!

Abelaira

 

La mirada en la noche

En la noche, el espíritu se hace más vigilante y la mirada se agudiza.

“Eres más bella
porque alimentas con tu sangre oscura
la amapola que nace,

porque trabajas con ojos cerrados
para que se abran ojos,

para que cante el agua,
para que resuciten nuestras vidas”

“Odas elementales: a la noche” (Pablo Neruda)

 

Mirada que queda prendida en lo mirado recreándolo:

“Mil gracias derramando
pasó por estos sotos con presura;
y yéndolos mirando,
con sola su figura
vestidos los dejó de sus hermosura”

Canto Espiritual 5 (San Juan de la Cruz)

Evangelii Gaudium – Francisco I

108. Como ya dije, no he intentado ofrecer un diagnóstico completo, pero invito a las comunidades a completar y enriquecer estas perspectivas a partir de la conciencia de sus desafíos propios y cercanos. Espero que, cuando lo hagan, tengan en cuenta que, cada vez que intentamos leer en la realidad actual los signos de los tiempos, es conveniente escuchar a los jóvenes y a los ancianos. Ambos son la esperanza de los pueblos. Los ancianos aportan la memoria y la sabiduría de la experiencia, que invita a no repetir tontamente los mismos errores del pasado. Los jóvenes nos llaman a despertar y acrecentar la esperanza, porque llevan en sí las nuevas tendencias de la humanidad y nos abren al futuro, de manera que no nos quedemos anclados en la nostalgia de estructuras y costumbres que ya no son cauces de vida en el mundo actual.

Homilía – Transfiguración del Señor

Impactaba el rostro de Jesús. Lo subrayan los evangelios. El Papa Francisco invita a volver nuestra mirada hacia Jesús al de nirlo: ROSTRO DE LA MISERICORDIA DEL PADRE. Todos podemos intuirlo a través de sus actuaciones. Repasamos momentos que conducen a conocer con mayor verdad y amplitud el ser de Jesús a través de sus gestos. Si con tanto tino el refrán dice que la cara es espejo del alma, la de Jesús la trasluce rica y variada. Porque Jesús es alguien.

Seguro

En el evangelio de san Lucas lo vemos respondiendo con absoluta firmeza a su madre, cuando en el templo le reprocha no haberles avisado que se quedaba… “en la casa de mi Padre”. Que un muchacho de 12 años dé esta explicación a unos padres angustiados, ¿no habla de seguridad en sí mismo, en su conducta, aun cuando disguste a los que más quiere y lo quieren?

Humilde

Ha salido de Nazaret a recibir el bautismo de Juan. Va con vecinos del pueblo; se les juntan otros que peregrinan como ellos al Jordán. Lo vemos dialogando con Juan Bautista; ha decidido bautizarse como los pecadores; en su rostro se dibuja una actitud humilde, nadie nota nada especial, distinto; lo creen necesitado de perdón como todos, a él, el Cordero de Dios, que diría Juan el día siguiente.

Airado con los explotadores de enfermos y marginados y Misericordioso

Marcos lo retrata así en la sinagoga; un hombre manco se halla entre los asistentes; su mano seca refleja la condición del pueblo, explotado y sin poder. Las palabras de Jesús recogen su indignación: ¿No lleváis a beber a vuestro ganado en sábado? Y en sábado, ¿qué es lícito: hacer el bien o hacer el mal, dar vida o matar? Marcos escribe: estaban al acecho a ver qué hacía. Él, echando en torno una mirada de ira, dijo al hombre: extiende tu brazo. Lo mismo cuando sana al paralítico, bajado al centro de casa por el tejado.

Cariñoso

Un joven viene a preguntarle: qué haré para ganar la vida eterna. Jesús, dice el evangelio, se queda mirándolo con cariño. Lo ve noble, capaz de cosas grandes.

Tierno

Los chiquillos se le suben rodillas arriba. Dejad que los niños se acerquen a mí; ¿Lo harían si no lo sintieran su amigo? Hay atractivo, ternura en sus ojos.

Decidido, animoso

A San Lucas le ha sorprendido que los Doce recuerden la tensión reflejada en el rostro endurecido del Maestro cuando decide subir a Jerusalén: intuye lo que le espera en la capital. Les costaba seguirlo, tan firme era su paso.

Dolorido, angustiado

Padre, si es posible, aparta de mí este cáliz; lo pide hasta sudando sangre. Sabe lo que es sufrir hasta extremos pocas veces constatados entre humanos. Y llora: se le han saltado las lágrimas viendo Jerusalén cerrado a la salvación que le trae de parte de Dios. Cuántas veces quise protegerte como cobija la gallina a sus polluelos bajo las alas y no quisiste. Amigo de sus amigos, llora con María por la muerte de Lázaro.

Espléndido

No vive para sí y enseña a los suyos a no vivir para sí mismos. Salían para un día de playa, para un descanso necesario. Las gentes los han visto, llegan: Adiós vacación. Y se pone a explicarles el mensaje con calma.

Jesús, rostro de la misericordia del Padre.

Le echan en cara que come con pecadores y publicanos. Que deja que una mujer de la vida le limpie los pies con sus lágrimas. A los verdugos: Padre, perdónalos; no saben lo que hacen. Al buen ladrón: ¡hoy estarás conmigo en el Paraíso!

Glorioso

Hoy el Padre deja que su humanidad trans gurada manifieste algo del triunfo que le tiene preparado. Rostro resplandeciente el de Jesús esta mañana. Rostro que evocará en el Apocalipsis el vidente Juan: Sus ojos llameaban; ceñían su cabeza mil diademas; de su boca salía una espada aguda; llevaba escrito un título: Rey de reyes y Señor de señores. Es el Hijo de hombre del profeta Daniel; Pedro recuerda haber visto, alucinado, con sus compañeros, la gloria de Jesús nuestro Señor, el que, glorioso, no se ve disfrutando sin los suyos (Jn 17, 26). Nos unimos a los cantos que le tributan en el cielo:

la alabanza, la gloria, la sabiduría, las gracias, el honor, la potencia, la fuerza pertenecen a Dios y al Cordero.

Modesto Vázquez Gundín, S.J.

Mt 17, 1-9 (Evangelio Transfiguración del Señor)

El relato de la trans guración está ligado al primer anuncio que hace Jesús de su pasión, muerte y resurrección en Jerusalén. La tercera sección de la obra mateana está orientada hacia este momento nal, como lo reflejan los tres anuncios de la pasión que jalonan el camino. Tras el primer anuncio y la invitación a los discípulos a abrazar su mismo destino, tiene lugar el acontecimiento de la trans guración, experiencia en la que Dios revela el auténtico rostro de Jesús, que solo será conocido en plenitud después de la resurrección.

La importancia de este momento se subrayada por un buen número de detalles: a los seis días, el monte alto, los tres discípulos elegidos como testigos, la aparición, la nube, la voz que viene de lo alto… Se combinan elementos típicos de la teofanía de Dios en el Sinaí y de la literatura apocalíptica del profeta Daniel. Todo ello ayuda a percibir la trascendencia que tiene este acontecimiento.

La narración está construida en torno a una visión y una audición. La visión de Jesús transfigurado recuerda la teofanía del Sinaí: «El rostro que brilla como el sol, las vestiduras blancas como la luz». Jesús se mani esta como la presencia de la realidad celestial, la figura gloriosa del Hijo del hombre. Dios es el protagonista (lo será también en la resurrección), como pone de relieve el pasivo divino utilizado: «Fue transfigurado (por Dios) delante de ellos». Es Dios quien actúa mostrando el rostro glorioso de su Hijo.

Continúa el segundo momento de la visión: «Moisés y Elías aparecen conversando con Jesús». No se encuentra en la literatura judía antigua ningún texto en que aparezcan juntos Moisés y Elías, y en la tradición bíblica es inusual este tipo de aparición. Por eso es importante su presencia junto a Jesús. Estos profetas son precursores del Mesías que aparecería al final de los tiempos. Situados a su lado ponen de relieve que en Jesús ha llegado ya ese Mesías esperado.

Las palabras que se escuchan desde «la nube luminosa que los cubrió» son el momento central del episodio. Recuerdan el acontecimiento del bautismo en el Jordán, donde se escuchó el mismo título referido a Jesús: «Este es mi Hijo amado, en el que me complazco». Como en aquel momento, Dios con rma la autoridad de Jesús: el valor de sus enseñanzas (en palabras y obras) se debe a su liación divina; en él Dios está actuando en medio del mundo. Se invita a escucharle porque es el profeta definitivo que habla en nombre de Dios.

Como en el bautismo, la revelación de la identidad del Jesús muestra el carácter de su mesianismo. En él aparecen dibujados los contornos de la figura del siervo en quien Dios se ha fijado, en el que se complace. Jesús es el Hijo amado, Mesías en quien se manifiesta la actuación de Dios; es el siervo que llevará a cabo su misión en obediencia absoluta a la voluntad del Padre.

Al final los discípulos y Jesús descienden del monte. Estos no deben contar a nadie lo que acaban de ver y oír «hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos». De nuevo la cruz y la resurrección se iluminan y fecundan mutuamente. Acaban de ver el rostro glorioso del Hijo amado, anticipo de la visión plena en la resurrección. Pero aún han de recorrer el camino de la entrega en la cruz. Y no deben olvidarlo: el destino del Hijo es el destino que aguarda a los discípulos.

Óscar de la Fuente de la Fuente

2Pe 1, 16-19 (2ª lectura Transfiguración del Señor)

La fiesta de la Transfiguración del Señor nos brinda, como segunda lectura, este pasaje de la segunda carta de Pedro (obra de dudosa autoría), que es el único lugar del Nuevo Testamento, fuera de los relatos sinópticos, en que se alude al misterio de la tranfiguración (aunque, dado lo tardío del texto, es bien posible que esté inspirado precisamente en alguna de esas narraciones de los Evangelios).

El autor, hablando en primera persona de plural (probablemente como portavoz del grupo de los apóstoles), afirma, tal vez con intención polémica, que su testimonio sobre Jesucristo no está basado en «fábulas fantasiosas» (sesophisménois mýthois), sino en su condición de «testigos oculares (epóptai) de su grandeza». Esta pretensión de objetividad fundada en un testimonio de primera mano nos recuerda al prólogo del Evangelio según san Lucas, en el que se utiliza prácticamente la misma expresión: «los que fueron desde el principio testigos oculares (autóptai) y servidores de la palabra».

El haber sido testigos de la grandeza del Señor lo concreta Pedro (o quien escriba esta carta en su nombre) en dos momentos de la vida pública de Jesús, precisamente aquellos en los que más claramente se manifiesta su divinidad: el bautismo en el Jordán (versículo 17) y la tranfiguración en el monte Tabor (versículo 18). La evocación del bautismo está más cercana a la versión del Evangelio de Mateo: «Él recibió de Dios Padre honor y gloria cuando desde la sublime Gloria se le transmitió aquella voz: “Este es mi Hijo amado, en quien me he complacido”» (cf. Mt 3,17). La expresión poco común «sublime Gloria», usada para referirse a Dios, es única en el Nuevo Testamento.

La palabra del Padre sirve de nexo entre el bautismo y la transfiguración: «Y esta misma voz, transmitida desde el cielo, es la que nosotros oímos estando con él en la montaña sagrada». El sujeto «nosotros» se reduce ahora, por fuerza, al trío formado por Pedro, Santiago y Juan, únicos testigos de la transfiguración según los Evangelios. Al designar el Tabor como «la montaña sagrada», se incluye esta colina de Galilea en la serie de montes que en la tradición bíblica gozaban de tal privilegio, sobre todo el Sinaí y el monte Sión.

El autor continúa señalando que la manifestación gloriosa de Cristo realiza lo que habían augurado los profetas, pues las Escrituras anunciaban la gloria del Mesías. Por eso, dice en frase bellísima, «hacéis muy bien en prestarle atención [a la palabra profética], como a una lámpara que brilla en un lugar oscuro, hasta que despunte el día y el lucero amanezca en vuestros corazones». La palabra de Dios (reducida entonces al Antiguo Testamento, pues el Nuevo aún no había sido compilado) se propone como luz que alumbra nuestras oscuridades, hasta la manifestación plena de Cristo, el cual es comparado, como en el pregón pascual, al lucero (phōsphóros, «el portador de luz») matutino (cf. Ap 22,16).

José Luis Vázquez Pérez, S.J.

Dan 7, 9-10. 13-14 (1ª lectura Transfiguración del Señor)

El capítulo 7 de Dn sirve de transición entre la primera parte del libro, centrada en la vida de Daniel, y esta segunda parte dedicada más a las visiones apocalípticas y discursos escatológicos (especialmente relevantes resultan las 3 visiones de los capítulos 7, 8 y 10-12). La escenografía de esta visión tiene fuertes influencias de las representaciones de otras religiones y de textos de literatura religiosa del Antiguo Oriente Próximo. Imaginar y visualizar la escena puede ser de ayuda, siempre que no confundamos la imaginación apocalíptica con una anticipación literal de una realidad futura.

La literatura apocalíptica intenta revelar el sentido de la historia –y leerla como manifestación de Dios en ella –, especialmente en tiempos de máxima adversidad: como pudo ser el período seléucida en la Palestina del siglo II a.C. y, más en concreto en los tiempos de Antíoco IV Epífanes que sometió al judaísmo a una presión y persecución “insufrible” hasta llegar como máxima expresión a la profanación del Templo de Jerusalén. En esa situación, el intento apocalíptico es no quedarse en lecturas intramundanas, sino transcender los acontecimientos políticos y religiosos para seguir  afirmando el dominio de Dios sobre los pueblos, y a YHWH como Dios de la historia. El sueño y la visión como formas literarias propias de este tipo de literatura requieren una interpretación, un esfuerzo de interiorización ya que no se entienden a la primera, y desarrollan esa capacidad de mirar la historia en profundidad, de indagar más allá de lo que vemos, de lo que sentimos como realidad adversa.

Con ese trasfondo ideológico, puede resultar más fácil leer el episodio de hoy. En el centro de la escena el Dios supremo que preside desde su trono un “consejo divino”; el trono “espectacular”, llamas de fuego, y sus ruedas, llamarada. La mención reiterada del fuego habla de una teofanía, o mejor de un sueño y su interpretación “teofánica”. Dios rodeado de numerosos ángeles que están a su servicio y que supone, contra toda aparente negación de sucesos históricos, una afirmación rotunda de la soberanía de Dios. La descripción del anciano es solemne, en su vestido (su vestido blanco como la nieve) y en su físico (su cabellera como lana limpísima), todo impoluto. Todo parece estar preparado para un juicio, al que se da inicio con un gesto no solo teatral o formal: «se abrieron los libros». De esos libros se extraerá la sentencia. Pero más que escucharse una palabra, irrumpe un nuevo personaje. En esa tensión dramática se hace presente un personaje misterioso, cuya identidad no se revela pero se deja claro que su origen es celeste, viene de arriba, «vi venir en las nubes del cielo», aunque su aspecto es «como un hijo de hombre».

Este texto, tuvieran ya o no un cierto desarrollo en el judaísmo en tiempos de Jesús, da al título “hijo del hombre” un valor mesiánico y un posible desarrollo cristológico. El evangelio, con la escena de la transfiguración, con cierta evocación de la escenografía mencionada, identifica a ese personaje misterioso, con esa doble naturaleza: es de arriba pero es como hijo del hombre, aunque más bien en la trasfiguración “viene de abajo y la voz le reconoce como hijo de Dios”. En este sentido, el evangelio complementa y completa el proceso “teofánico”: reconocer divinidad en un ser de claro origen humano.

José Javier Pardo Izal, S.J.

Comentario al evangelio – 31 de julio

El evangelio de hoy “huele” a Jesús. Esa era su forma de hablar: en parábolas, con comparaciones sencillas, para que todos los que quisieran le entendiesen. Y ese era su tema preferido: el Reino. Dicen los entendidos que de las dos cosas que más habló Jesús fue de Dios Padre y del Reino. Hoy nos habla del Reino…

¿Qué es el Reino de Dios? Se entiende mejor si lo traducimos por “reinado”: el mundo anda un poco a la deriva, entre nuestras ansias de tener y de poder. Así le pasaba a Israel, cuyos reyes y gobernantes no siempre buscaban el bien común, sino que a veces preferían el bien propio o el de unos pocos… Así las cosas, el pueblo de Israel esperaba un rey que protegiese a todos, especialmente a los más débiles… en cuyo reino se pudiese vivir la paz, el encuentro, la justicia, la comunicación, la esperanza… la vida.

Jesús aparece entre nosotros como “profeta del reino”: el viene anunciando que ese Reino esperado ya está aquí; que el reinado de Dios se inaugura con sus palabras y con sus obras; que todo puede ser nuevo…

Y anuncia ese reino a todos, empezando por los de abajo, comparándolo con un grano de mostaza que, siendo pequeño, crece hasta dar cobijo a los pájaros… o la levadura, que aunque casi no se ve, es capaz de fermentar toda la masa del pan. En otras ocasiones nos habló de la sal, que siendo pequeña es capaz de dar sabor…

Hoy también podemos decir que el Reino es como la vela que encendemos en la Vigilia Pascual, que siendo pequeña, unida a otras muchas, es capaz de iluminar una catedral… o como una chispa, que cuando prende es capaz de dar fuego, calor, luz… o como una palabra de aliento, que en un momento determinado es capaz de levantar una vida…

Es el misterio de lo pequeño. Es el misterio del Reino. Es el misterio de la vida de Jesús, escondida y enterrada en un rincón de nuestro mundo, que ha prendido la mayor de las revoluciones de la historia: somos hijos y hermanos, y podemos vivir como tales. ¡Qué grande…!

¿A qué más podremos comparar el Reino / el Reinado de Dios? Si se te ocurre alguna, compártela en este foro… Y, sobre todo, busca cómo puedes tú, en tu vida, acoger y ayudar a crecer este Reino que se nos da.