Vísperas – Lunes XVIII de Tiempo Ordinario

VÍSPERAS
(Oración de la tarde)

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno: PRESENTEMOS A DIOS NUESTRAS TAREAS.

Presentemos a Dios nuestras tareas,
levantemos orantes nuestras manos,
porque hemos realizado nuestras vidas
por el trabajo.

Cuando la tarde pide ya descanso
y Dios está más cerca de nosotros,
es hora de encontrarnos en sus manos,
llenos de gozo.

En vano trabajamos la jornada,
hemos corrido en vano hora tras hora,
si la esperanza no enciende sus rayos
en nuestra sombra.

Hemos topado a Dios en el bullicio,
Dios se cansó conmigo en el trabajo;
es hora de buscar a Dios adentro,
enamorado.

La tarde es un trisagio de alabanza,
la tarde tiene fuego del Espíritu:
adoremos al Padre en nuestras obras,
adoremos al Hijo. Amén.

SALMODIA

Ant 1. Eres el más bello de los hombres, en tus labios se derrama la gracia.

Salmo 44 I – LAS NUPCIAS DEL REY.

Me brota del corazón un poema bello,
recito mis versos a un rey;
mi lengua es ágil pluma de escribano.

Eres el más bello de los hombres,
en tus labios se derrama la gracia,
el Señor te bendice eternamente.

Cíñete al flanco la espada, valiente:
es tu gala y tu orgullo;
cabalga victorioso por la verdad y la justicia,
tu diestra te enseñe a realizar proezas.
Tus flechas son agudas, los pueblos se te rinden,
se acobardan los enemigos del rey.

Tu trono, ¡oh Dios!, permanece para siempre;
cetro de rectitud es tu cetro real;
has amado la justicia y odiado la impiedad:
por eso el Señor, tu Dios, te ha ungido
con aceite de júbilo entre todos tus compañeros.

A mirra, áloe y acacia huelen tus vestidos,
desde los palacios de marfiles te deleitan las arpas.
Hijas de reyes salen a tu encuentro,
de pie a tu derecha está la reina
enjoyada con oro de Ofir.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Eres el más bello de los hombres, en tus labios se derrama la gracia.

Ant 2. Llega el esposo, salid a recibirlo.

Salmo 44 II

Escucha, hija, mira: inclina el oído,
olvida tu pueblo y la casa paterna:
prendado está el rey de tu belleza,
póstrate ante él, que él es tu señor.
La ciudad de Tiro viene con regalos,
los pueblos más ricos buscan tu favor.

Ya entra la princesa, bellísima,
vestida de perlas y brocado;
la llevan ante el rey, con séquito de vírgenes,
la siguen sus compañeras:
las traen entre alegría y algazara,
van entrando en el palacio real.

«A cambio de tus padres tendrás hijos,
que nombrarás príncipes por toda la tierra.»

Quiero hacer memorable tu nombre
por generaciones y generaciones,
y los pueblos te alabarán
por los siglos de los siglos.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Llega el esposo, salid a recibirlo.

Ant 3. Dios proyectó hacer que todas las cosas tuviesen a Cristo por cabeza, cuando llegase el momento culminante.

Cántico: EL PLAN DIVINO DE SALVACIÓN – Ef 1, 3-10

Bendito sea Dios,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en la persona de Cristo
con toda clase de bienes espirituales y celestiales.

El nos eligió en la persona de Cristo,
antes de crear el mundo,
para que fuésemos consagrados
e irreprochables ante él por el amor.

Él nos ha destinado en la persona de Cristo,
por pura iniciativa suya,
a ser sus hijos,
para que la gloria de su gracia,
que tan generosamente nos ha concedido
en su querido Hijo,
redunde en alabanza suya.

Por este Hijo, por su sangre,
hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia
ha sido un derroche para con nosotros,
dándonos a conocer el misterio de su voluntad.

Éste es el plan
que había proyectado realizar por Cristo
cuando llegase el momento culminante:
hacer que todas las cosas tuviesen a Cristo por cabeza,
las del cielo y las de la tierra.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Dios proyectó hacer que todas las cosas tuviesen a Cristo por cabeza, cuando llegase el momento culminante.

LECTURA BREVE   1Ts 2, 13

Nosotros continuamente damos gracias a Dios; porque habiendo recibido la palabra de Dios predicada por nosotros, la acogisteis, no como palabra humana, sino – como es en realidad- como palabra de Dios, que ejerce su acción en vosotros, los creyentes.

RESPONSORIO BREVE

V. Suba, Señor, a ti mi oración.
R. Suba, Señor, a ti mi oración.

V. Como incienso en tu presencia.
R. A ti mi oración.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Suba, Señor, a ti mi oración.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Proclame mi alma tu grandeza, Dios mío.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Proclame mi alma tu grandeza, Dios mío.

PRECES

Alabemos a Cristo, que ama a la Iglesia y le da alimento y calor, y roguémosle confiados diciendo:

Atiende, Señor, los deseos de tu pueblo.

Haz, Señor, que todos los hombres se salven
y lleguen al conocimiento de la verdad.

Guarda con tu protección al papa Francisco y a nuestro obispo N.,
ayúdalos con el poder de tu brazo.

Ten compasión de los que no encuentran trabajo
y haz que consigan un empleo digno y estable.

Señor, sé refugio de los oprimidos
y protégelos en todas sus necesidades.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Te pedimos por el eterno descanso de los que durante su vida ejercieron el ministerio para el bien de tu iglesia:
que también te celebren eternamente en tu reino.

Fieles a la recomendación del Salvador nos atrevemos a decir:

Padre nuestro…

ORACION

Dios todopoderoso y eterno, que has querido asistirnos en el trabajo que nosotros, tus siervos inútiles, hemos realizado hoy, te pedimos que, al llegar al término de este día, acojas benignamente nuestro sacrificio vespertino de acción de gracias y recibas con bondad la alabanza que te dirigimos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

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Lectio Divina – 7 de agosto

Lectio: Lunes, 7 Agosto, 2017
Tiempo Ordinario
 
1) Oración inicial
Ven, Señor, en ayuda de tus hijos; derrama tu bondad inagotable sobre los que te suplican, y renueva y protege la obra de tus manos en favor de los que te alaban como creador y como guía. Por nuestro Señor.
 
2) Lectura
Del santo Evangelio según Mateo 14,13-21

Al oírlo Jesús, se retiró de allí en una barca, aparte, a un lugar solitario. En cuanto lo supieron las gentes, le siguieron a pie de las ciudades. Al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos y curó a sus enfermos.
Al atardecer se le acercaron los discípulos diciendo: «El lugar está deshabitado, y la hora es ya pasada. Despide, pues, a la gente, para que vayan a los pueblos y se compren comida.» Mas Jesús les dijo: «No tienen por qué marcharse; dadles vosotros de comer.» Dícenle ellos: «No tenemos aquí más que cinco panes y dos peces.» Él dijo: «Traédmelos acá.» Y ordenó a la gente reclinarse sobre la hierba; tomó luego los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición y, partiéndolos, dio los panes a los discípulos y los discípulos a la gente. Comieron todos y se saciaron, y recogieron de los trozos sobrantes doce canastos llenos. Y los que habían comido eran unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños.
3) Reflexión
• El cap. 14 de Mateo, que incluye el relato de la multiplicación de los panes, propone un itinerario que conduce al lector al descubrimiento progresivo de la fe en Jesús: va desde la falta de fe por parte de los paisanos de Jesús al reconocimiento del Hijo de Dios pasando por el don del pan. Los conciudadanos de Jesús están maravillados por su sabiduría, pero no comprenden que ésta actúa a través de sus obras. Teniendo incluso un conocimiento directo de la familia de Jesús, de su madre, hermanos y hermanas, no acaban de aceptar en Jesús sino su condición humana solamente: es el hijo del carpintero. Incomprendido en su patria, de ahora en adelante Jesús vivirá en medio de su pueblo al que dedicará toda su atención y solidaridad, curando y alimentando a las multitudes.

• Dinámica de la narración. Mateo narra acuradamente el episodio de la multiplicación del pan. El episodio está recluido entre dos expresiones de transición en las que se dice que Jesús se retira “aparte” de las muchedumbres, de los discípulos, de la barca (vv.13-14; vv.22-23). El v.13 no sólo sirve como transición sino que ofrece el motivo por el que Jesús se halla en un lugar desierto. Esta estrategia sirve para concretar el ambiente en el que tiene lugar el milagro. El evangelista centra el relato en la muchedumbre y en la actitud de Jesús respecto a la misma.
• Jesús se conmueve en su interior. En el momento en que llega, Jesús se encuentra con una muchedumbre que lo espera; al ver a las muchedumbres se conmueve y cura a sus enfermos. Es una muchedumbre “cansaba y abatida como ovejas sin pastor” (9,36; 20,34) El verbo que expresa la compasión de Jesús es verdaderamente expresivo: a Jesús “se le hace pedazos el corazón”; corresponde al verbo hebreo que expresa el amor visceral de la madre. Es el mismo sentimiento que tuvo Jesús ante la tumba de Lázaro (Jn 11,38). La compasión es el aspecto subjetivo de la experiencia de Jesús, que se hace efectiva con el don del pan.
• El don del pan. El relato de la multiplicación de los panes se abre con una expresión, “al atardecer” (v.15) que también introduce el relato de la última cena (Mt 26,20) y el de la sepultura de Jesús (Mt 27,57). Por la tarde, pues, invita Jesús a los apóstoles a dar de comer a la multitud. En medio del desierto lejano de las aldeas y de las ciudades. Jesús y los discípulos se hallan ante un problema humano muy fuerte: dar de comer a la numerosa multitud que sigue a Jesús. Pero ellos no pueden abastecer las necesidades materiales de la muchedumbre sin el poder de Jesús. Su inmediata respuesta es mandarlos a casa. Ante los límites humanos, Jesús interviene y realiza el milagro saciando a todos los que lo siguen. Dar de comer es aquí la respuesta de Jesús, de su corazón que se hace pedazos ante una necesidad humana muy concreta. El don del pan no sólo es suficiente para saciar a la multitud, sino que es tan abundante que hay que recoger las sobras. En el v.19b aparece que Mateo dio un significado eucarístico al episodio de la multiplicación de los panes: “y levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición y, partiendo los panes, se los dio a los discípulos”; el papel de los discípulos también queda muy evidente en la función de mediación entre Jesús y la multitud: “y los discípulos lo distribuyeron a la gente” (v.19c). Los gestos que acompañan al milagro son idénticos a los que Jesús adoptará más tarde en la “noche en que fue entregado”: levanta los ojos, bendice el pan, lo parte. De aquí se deduce el valor simbólico del milagro: puede considerarse una anticipación de la eucaristía. Además, dar de comer a la multitud por parte de Jesús es un “signo” de que él es el mesías y de que prepara un banquete de fiesta para toda la humanidad. De Jesús, que distribuye los panes, aprenden los discípulos el valor del compartir. Es un gesto simbólico que contiene un hecho real que va más allá del episodio mismo y se proyecta hacia el futuro: el don de nuestra eucaristía diaria, en la que revivimos aquel gesto del pan partido, es necesario que sea reiterado a lo largo de la jornada.
 
4) Para la reflexión personal
• ¿Te esfuerzas por realizar gestos de solidaridad hacia los que están cerca de tí compartiendo el camino de la vida? Ante los problemas concretos de tus amigos o parientes, ¿sabes ofrecer tu ayuda y tu disponibilidad a colaborar para encontrar vías de solución?

• Jesús, antes de partir el pan, eleva los ojos al cielo: ¿sabes tú dar gracias al Señor por el don diario del pan? ¿Sabes compartir tus bienes con los demás, especialmente con los pobres?
 
5) Oración final
Aléjame del camino de la mentira

y dame la gracia de tu ley.
No apartes de mi boca la palabra veraz,
pues tengo esperanza en tus mandamientos. (Sal 119,29.43)

El bosque de los árboles muertos

ALCOLEA SERRANO, Ana

El bosque de los árboles muertos
Ed. Anaya, Madrid 2010, 216 págs.

Los padres de Beatriz deciden que pase el verano en Edimburgo para practicar inglés. A ella no le hace ilusión acudir, pero no le queda otro remedio, tiene que obedecerlos. Vivirá con una familia amiga, los MacAllister. Los acompañará a pasar unos días de vacaciones en un castillo que hay en una de las pequeñas islas casi desiertas de Escocia. Lo que parecía que iban a ser una vacaciones tediosas, aburridas, lejos de todo lo deseable, acabarán siendo unas vacaciones cargadas de misterios. En el texto se van uniendo pasado y presente de manera amena a través de diferentes objetos: unas cartas, una cinta amarilla, unas fresas salvajes. Aparecerán personajes sorprendentes y se irán aclarando ciertos enigmas.

Beatriz descubrirá de qué modo ella y sus parientes están relacionados con las personas que habitaron el castillo. Estas vacaciones se convierten en algo inolvidable, volverá cambiada después de todo lo vivido.

Para lectores entre 12 y 14 años gustará porque hay secretos y aventura, mundos fantásticos, amigos… además se habla de escritores como G. Orwell, O. Wilde… Quizá esto anime a nuestros lectores a acudir a otros autores y libros…

Oremos hoy por el aire, el viento, el clima y el tiempo

“Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar. De pronto vino del cielo un ruido, como el de una violenta ráfaga de viento, que llenó toda la casa donde estaban… ( Hechos 2: 1-2, 4)

Una canción:
CANTO AL VIENTO (Jorge Fandermole): https://www.youtube.com/watch?v=wz-FmgB7U30

No hay cuatro vientos sino mil
soplando sobre la colpa

y cada uno se hace sentir
con la voz de donde sopla

Coplas del viento molinero,
que muele la sonoridad

de los otoños en el vuelo,
de su reseca hojarasca.

Tráeme la luz, viento viajero,
que donde vivo ya no hay más.
Tráemelas con tu soplo fresco
sobre mi oscura palabra.

Viento dolido de la historia,
sopla sobre mi corazón
para que juzgue la memoria
sobre el olvido y el perdón.

Tráeme de todos lados vientos,
lo que la gente callada
murmura en su alma para dentro
como una gran marejada.

El viento siempre se encarga
de terminar lo que empieza,
lo que se enciende lo abrasa,
lo que se apaga lo vuela.

Hago mi copla bandera
dócil al viento profundo
que se vuelve aire y flamea
como marcándome el rumbo.

Una oración:

Dios Creador, te damos gracias por tus regalos: el aire, el viento, el clima, y el tiempo. Nos arrepentimos del abuso que hemos cometido con tus obras. Te decimos con el hermano Francisco:

“Alabado seas, mi Señor, por el hermano viento y por el aire y la nube y el cielo sereno y todo tiempo, por todos ellos a tus criaturas das sustento.”

Evangelii Gaudium – Francisco I

116. En estos dos milenios de cristianismo, innumerable cantidad de pueblos han recibido la gracia de la fe, la han hecho florecer en su vida cotidiana y la han transmitido según sus modos culturales propios. Cuando una comunidad acoge el anuncio de la salvación, el Espíritu Santo fecunda su cultura con la fuerza transformadora del Evangelio. De modo que, como podemos ver en la historia de la Iglesia, el cristianismo no tiene un único modo cultural, sino que, «permaneciendo plenamente uno mismo, en total fidelidad al anuncio evangélico y a la tradición eclesial, llevará consigo también el rostro de tantas culturas y de tantos pueblos en que ha sido acogido y arraigado»[88]. En los distintos pueblos, que experimentan el don de Dios según su propia cultura, la Iglesia expresa su genuina catolicidad y muestra «la belleza de este rostro pluriforme»[89]. En las manifestaciones cristianas de un pueblo evangelizado, el Espíritu Santo embellece a la Iglesia, mostrándole nuevos aspectos de la Revelación y regalándole un nuevo rostro. En la inculturación, la Iglesia «introduce a los pueblos con sus culturas en su misma comunidad»[90], porque «toda cultura propone valores y formas positivas que pueden enriquecer la manera de anunciar, concebir y vivir el Evangelio»[91], Así, «la Iglesia, asumiendo los valores de las diversas culturas, se hace “sponsa ornata monilibus suis”, “la novia que se adorna con sus joyas” (cf. Is 61,10)»[92].


[88] Juan Pablo II, Carta ap. Novo millennio ineunte (6 enero 2001), 40: AAS 93 (2001), 294-295.

[89] Ibíd., 40: AAS 93 (2001), 295.

[90] Juan Pablo II, Carta enc. Redemptoris missio (7 diciembre 1990), 52: AAS 83 (1991), 300.Cf.Exhort. ap. Catechesi Tradendae (16 octubre 1979), 53: AAS 71 (1979), 1321.

[91] Juan Pablo II, Exhort. ap. postsinodal Ecclesia in Oceania (22 noviembre 2001), 16: AAS 94 (2002), 384.

[92] Juan Pablo II, Exhort. ap. postsinodal Ecclesia in Africa (14 septiembre 1995), 61: AAS 88 (1996), 39.

Homilía – Domingo XIX de Tiempo Ordinario

Tenemos a veces en los evangelios escenas que nos desconciertan. Dudamos si estarán hablando de películas, de realidad virtual o física, de algo que aconteció como suena o de algo totalmente distinto. La de hoy puede ser una de ellas. Desde luego, hay un sentido simbólico: sabemos que la lancha de Pedro es figura de la Iglesia; el mar, el mundo en cuanto peligroso. En la lancha-iglesia de Pedro pasan cosas que nos desorientan. Incitan a pensar si Jesús nos ha abandonado. Las palabras del Señor, pasad a la otra orilla, pueden sonar como invitación a pasar a “la otra orilla de la vida” para encontrarnos allí. Cierto: con Jesús nos encontraremos y eso nos da esperanza. Pero seguramente los evangelistas tenían una intención más próxima a la realidad.

Sus comunidades navegaban entre tormentas: en los años 60 el emperador Nerón había desencadenado una persecución brutal contra los cristianos por negarse a adorar su imagen. La persecución no afectaba solo a la persona que era apresada: sus familiares, su casa y sus bienes estaban amenazados; el dolor se agiganta. Surge el pánico. Amamos incluso más a la familia que a uno mismo; las amenazas adquieren un nivel de terror muy superior: la Iglesia navegando en tormenta alcanzaba un espantoso realismo.

Los apóstoles estaban convencidos que Jesús navegaba perseguido con ellos. Jesús los fortalece: viene y sufre a nuestro lado, como en las tormentas del lago; nos espera en la otra orilla; si morimos, nos dará parte en su resurrección.

Jesús navegando. Una realidad que cruza los siglos, llega hasta nosotros; hermanos nuestros  son hoy torturados y asesinados por la fe. En todo momento, en peligro o no, Jesús navega con nosotros. Escenas como ésta quieren mostrar también que Jesús es el Dios que creó el mundo: venciendo el mar, que para ellos era el mundo del peligro, Jesús es presentado como Señor de ese mar. Hemos de confiar en él: es Dios con nosotros en los peligros. Son muchas las reflexiones que se ocurren:

1. Jesús no abandona a la Iglesia, navega con nosotros, goza y sufre con nosotros; en las persecuciones, en los momentos difíciles se adelanta; se muestra sufriendo en la cruz y premiado con la resurrección.

2. Tormentas que sufrimos ¿no las desencadenamos nosotros con nuestra in delidad a Dios, a sus mandamientos?

¿No están en la raíz de muchos de los peores males, de con ictos que experimenta la humanidad, el individuo, la familia…?

¿No comprobamos casi cada día lo terrible que es echar por la borda las llamadas de Dios al amor, a la justicia, a la misericordia, a dejar la venganza, a buscar el sentido más hondo de la vida?

¿Cómo no se cae en la cuenta de que con la brutalidad de hoy se siembran motivos para la venganza de mañana, la imposible reconciliación entre hijos y nietos en el futuro?

¿Es esa violencia inacabable lo que se desea; tan ciegos se está?

3. Si somos fieles al Señor, a sus consignas, vendrá la calma, surgirá un mundo de justicia, reinará la paz.

4. Dice el evangelio que creían que era un fantasma; ver a Jesús como un fantasma, podemos aplicarlo a la veces en que las llamadas de Dios por la conciencia, por consejos de amistades, por gestos y acciones que impulsan hacia el bien o hacia un bien mayor, las desechamos como fantasmas que perturban. Necesitamos creer en Jesús, acoger sus criterios, su evangelio de justicia y de perdón, confiar en él y seguirlo.

5. Benedetta: en las noches sin n de su enfermedad (sorda, paralítica, y ciega) dictaba en carta a un amigo, también enfermo, que Jesús se le hacía Luz y Alegría. No tenía otra comunicación con el mundo que el tacto de su madre: en la palma de la mano, con puntos y rayas, en Morse, le daba noticias del momento, le leía cartas, artículos… Ella (podía hablar) le dictaba lo que se ha podido leer publicado. En las tormentas del lago, en las dificultades mayores de la vida, aun en las inimaginables, Jesús está con nosotros. Puede parecernos que duerme; espera que le hablemos, que con emos. Mandará calmar los vientos, silenciar el mar.

Modesto Vázquez Gundín, S.J.

Mt 14, 22-23 (Evangelio Domingo XIX de Tiempo Ordinario)

Mateo relata solamente dos ocasiones en las que Jesús se retira a orar en soledad: tras la multiplicación de los panes y los peces (14,22-23) y en el huerto de Getsemaní, en las horas previas a la pasión (26,36-46). Los dos momentos son importantes porque introducen acontecimientos significativos: la hora de la prueba definitiva en la cruz y la autorevelación de Jesús caminando sobre las aguas del lago.

Después que Jesús pide a los discípulos que se embarquen para ir delante de él a la otra orilla, éstos se encuentran en la oscuridad de la noche, en medio del mar. Mateo resalta las adversas condiciones que les amenazan: lejos de la orilla, zarandeados por las olas, con un fuerte viento contrario. No extraña su miedo y angustia ante la inseguridad que les rodea. El verbo utilizado para describir los embates de las olas contra la barca expresa la idea del sufrimiento humano ante las adversidades de la vida (personales o de la comunidad cristiana).

En medio de esta peligrosa situación se les acerca Jesús caminando sobre las aguas. Los discípulos aún no saben que es él y por eso el temor se apodera de ellos: creen ver un fantasma. Es una reacción habitual ante lo desconocido y, en el contexto de este relato, ante la irrupción de la divinidad porque, ¿quién si no un ser de otra dimensión podría caminar sobre las aguas? Cuando se acerca descubren que es Jesús.

Sus palabras: «¡Ánimo, soy yo, no temáis!», sonarán de nuevo en el momento de la transfiguración y en la mañana de la Pascua. Jesús se automanifiesta como el Señor y Salvador. «Yo soy» recuerda la revelación de Dios en el Sinaí, su presencia liberando al pueblo de la esclavitud. Jesús se presenta como Salvador. No han de temer porque él está en medio de ellos (es el «Dios-con-nosotros»).

La narración continúa con un pasaje propio de Mateo. Pedro toma la palabra y dice: «Si eres tú, mándame ir hacia ti andando sobre las aguas». La duda de Pedro: «Si eres tú», contrasta con la revelación de Jesús: «Yo soy». No obstante, el primero de los discípulos manifiesta su confianza y fe en el Señor y se arriesga a caminar hacia él, pero cuando va caminando, siente miedo de la tormenta, duda y comienza a hundirse. Solo el Señor puede salvarle, a pesar de su falta de fe.

En el evangelio de Mateo, el apóstol Pedro tiene una importancia especial. Aparece como gura relevante en momentos significativos de la vida del Señor haciéndose portavoz del grupo de los discípulos. Probablemente en la comunidad donde ve la luz este evangelio tuvo una gran in uencia. Aquí se le presenta como modelo de creyente: entre la fe y la duda. No es un súper apóstol, sino un discípulo que, a pesar de con ar en el Maestro, en muchas ocasiones duda, teme en las adversidades y su fe vacila.

Es la experiencia personal de todo discípulo: la fe y la duda conviven de la mano.

El encuentro naliza con un nuevo añadido mateano. Tras amainar la tormenta, los discípulos reconocen al Señor: «Se postraron ante él diciendo: “En verdad, eres Hijo de Dios”». Es la tercera vez en este encuentro que se da a conocer la identidad de Jesús: «Yo soy», «Si eres tú», «En verdad eres». La acción de Jesús, aquí, no es una muestra de fuerza y poder. A través de este encuentro manifiesta su identidad: el Señor, Hijo de Dios, el Salvador. En Él podemos confiar.

Óscar de la Fuente de la Fuente

Rom 9, 1-5 (2ª lectura Domingo XIX de Tiempo Ordinario)

Con el capítulo 9 se abre una nueva sección de la carta a los Romanos, la última de la parte doctrinal o expositiva, ya que los capítulos 12 a 15 constituyen la parte exhortativa. En esta última sección doctrinal (capítulos 9 a 11), Pablo hace una serie de consideraciones sobre un tema que le afecta muy vivamente: la relación entre Israel, su pueblo de procedencia, y la salvación acaecida en Cristo.

La suerte del pueblo judío no podía dejar indiferente a quien se describía a sí mismo como «circuncidado a los ocho días, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo hijo de hebreos» (Flp 3,5), por mucho que poco después a rmara tener todo esto por basura en comparación con su experiencia de Cristo. Era asimismo un tema de interés para sus lectores, ya que muchos de los integrantes de las primeras comunidades cristianas procedían, como atestigua el libro de los Hechos, de las las del judaísmo.

El texto de hoy es justamente el comienzo de esta sección sobre Israel. Pablo empieza a rmando de manera solemne su sinceridad («Digo la verdad en Cristo, no miento; mi conciencia me atestigua que es así, en el Espíritu Santo») antes de abrir su corazón, expresando sin ambages su «gran tristeza» y su «dolor incesante» por la falta de respuesta del pueblo de Israel al mensaje de Jesús.

La solidaridad con su pueblo y la compasión que siente por él le lleva a hacer una a rmación inaudita: «Desearía ser yo mismo un proscrito, alejado de Cristo, por el bien de mis hermanos, los de mi raza según la carne». Es decir, estaría dispuesto a soportar la condenación si con ello pudiera conseguir que sus antiguos correligionarios aceptasen a Cristo. Evidentemente, se trata de una hipérbole (él mismo acaba de decir que nada ni nadie podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo), pero expresa hasta qué punto el «problema de Israel» tocaba las fibras más profundas de su alma.

En Rom 3,1-2 Pablo había planteado una pregunta: «¿Cuál es, pues, la ventaja del judío o cuál la utilidad de la circuncisión? Muchas y en cualquier aspecto. Ante todo, que les han sido confiados los oráculos de Dios». El apóstol completa ahora aquella primera respuesta (la superioridad de Israel tiene que ver con la recepción de la revelación divina) haciendo una lista más amplia de las prerrogativas del pueblo elegido: «A ellos pertenece el don de la liación adoptiva, la gloria, las alianzas, el don de la ley, el culto y las promesas; suyos son los patriarcas».

La enumeración culmina con la que constituye la mayor gloria de Israel, vista desde la perspectiva de Pablo: «… y de ellos procede el Cristo, según la carne; el cual está por encima de todo, Dios bendito por los siglos». Es una pena que este texto paulino haya sido tan poco tenido en cuenta, por parte cristiana, en la atormentada historia de las relaciones entre Iglesia y judaísmo a lo largo de los siglos.

José Luis Vázquez Pérez, S.J.

1Re 19, 9a. 11-13a (1ª lectura Domingo XIX de Tiempo Ordinario)

Esta resumida escena que leemos hoy de la famosa “teofanía de Elías en el Horeb” recoge el momento culminante de la experiencia de YHWH que el profeta va descubriendo en su vida. Pero recomendamos, para entender bien este episodio con todo su significado, la lectura, si no de todo el ciclo de Elías (1Re 17,1-2Re 1,18), sí al menos relato del peregrinaje de Elías hasta lo alto del monte Horeb que nos presenta el capítulo 19 en su integridad. El contraste entre un Dios que se aparece no en los elementos típicos de las hierofanías (vientos, terremotos, fuego…) sino en la brisa suave, corresponde y tiene su paralelismo en dos momentos vitales, contrapuestos, de Elías. Tras derrotar a los profetas de Baal en el monte Carmelo, capítulo 18, donde parecería más evidente la manifestación de YHWH en el éxito del profeta, aparece un Elías abrumado por el miedo (miedo ante la reina Jezabel después de haber derrotado a más de 400 profetas y al mismo rey Ajab) y huyendo para salvar su vida (19, 3), en aparente renuncia a su misión. Un camino que lejos de darle la seguridad de salvar la vida, le empuja a desear la muerte 19, 4.6.

Un camino de cuarenta días y cuarenta noches hasta el monte de Dios, que recuerda fácilmente los cuarenta días de estancia de Moisés en el monte de Dios y el camino del desierto donde personas y pueblos (comunidades) experimentamos nuestra debilidad, olvidamos los logros y éxitos conseguidos por nuestro Dios, y que nos coloca buscando refugios donde nos parece que la voz de Dios no llegará, en la cueva y en la noche, como protegidos por la penumbra y la oscuridad, 19, 9. Pero también en esa situación existencial le llega al profeta la palabra de Dios (vv. 19, 9.b y la respuesta de Elías en vv. 10- 11 que no recoge la selección que nos presenta el texto de hoy). Y ahí resuena la palabra de Dios «sal y permanece de pie en el monte ante el Señor». La invitación divina a salir de los refugios, a dejar de interpretar nuestras debilidades como fracasos, o de optar por renuncias a la misión dejando que los miedos ante las oposiciones externas nos minen por dentro.

En ese contexto se hace presente el Señor bajo el «susurro de una suave brisa», o «un sonido de puro silencio» que traducen algunos autores para expresar más claramente el oxímoron que apunta al misterio de la experiencia de Dios. La experiencia paradójica de un Dios «al que se le ve cuando uno se tapa el rostro» (versículo 19,13 en clara alusión a Ex 33,20: «nadie puede ver a Dios y seguir vivo») y que ratifica a Elías en su misión, pues es entonces cuando sale de la cueva y se reafirma en su tarea (véase la repetición verbatim del v. 14 respecto al versículo 10). Su misión es la misma, y no es la misma; o la misión es la misma pero asumida desde otra clave, desde otra “experiencia de Dios”. Dios ya no está ahora como lo estuvo en el Carmelo, venciendo a profetas, en fuego, viento o terremoto… Es otro “rostro” de Dios que nos hace encarar la misión no desde el éxito sino desde la debilidad y el fracaso. Dios está en la suavidad de la brisa, pero para llegar ahí tenemos que recorrer un largo camino “desandando” nuestras equívocas búsquedas teofánicas y nuestras ambiguas maneras de estar en la misión.

José Javier Pardo Izal, S.J.

Comentario al evangelio – 7 de agosto

Cuando Mateo narra episodios comunes con Marcos, se nota que Mateo tiene a la concentración. Simplifica los datos. El milagro de la multiplicación de los panes es narrado como un regalo de Jesús; es Jesús quien tiene la iniciativa. Es una expresión de su conmoción y compasión ante las necesidades de las personas y de los grupos. Jesús se deja afectar y se deja tocar por la situación de las personas necesitadas

Los discípulos son los mediadores y testigos del milagro.

Para una lectura sapiencial del relato es importante caer en la cuenta de las acciones que se atribuyen a Jesús: tomó los panes; alzó la mirada; pronunció la bendición; partió el pan; se lo dio a los discípulos. La referencia a la eucaristía es bastante clara. Pero la idea central en la multiplicación de los panes es la idea del compartir. Es lo que crea comunidad. Poner en común lo que cada uno tiene, sea lo que sea, hace que se multiplique y que crezca la comunidad.

Otra dimensión que hay que tener en cuenta en este relato es la unidad entre la satisfacción de las necesidades materiales y las espirituales: “dadle vosotros de comer”. La misión de Jesús no es nada espiritualista.