Vísperas – Asunción de la Virgen María

LA ASUNCIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA. (Solemnidad)

 

II VÍSPERAS
(Oración de la tarde)

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno: AL CIELO VAIS, SEÑORA

Al cielo vais, Señora,
allá os reciben con alegre canto;
¡oh, quién pudiera ahora
asirse a vuestro manto
para subir con vos al monte santo!

De ángeles sois llevada,
de quien servida sois desde la cuna,
de estrellas coronada,
cual reina habrá ninguna,
pues os calza los pies la blanca luna.

Volved los linces ojos,
ave preciosa, sola humilde y nueva,
al val de los abrojos
que tales flores lleva,
do suspirando están los hijos de Eva.

Que, si con clara vista
miráis las tristes almas de este suelo,
con propiedad no vista
las subiréis de vuelo,
como perfecta piedra imán al cielo. Amén.

SALMODIA

Ant 1. María ha sido elevada al cielo, los ángeles se alegran y, llenos de gozo, alaban al Señor.

Salmo 121 LA CIUDAD SANTA DE JERUSALÉN

¡Qué alegría cuando me dijeron:
«Vamos a la casa del Señor»!
Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén.

Jerusalén está fundada
como ciudad bien compacta.
Allá suben las tribus,
las tribus del Señor,

según la costumbre de Israel,
a celebrar el nombre del Señor;
en ella están los tribunales de justicia
en el palacio de David.

Desead la paz a Jerusalén:
«Vivan seguros los que te aman,
haya paz dentro de tus muros,
seguridad en tus palacios.»

Por mis hermanos y compañeros,
voy a decir: «La paz contigo.»
Por la casa del Señor, nuestro Dios,
te deseo todo bien.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. María ha sido elevada al cielo, los ángeles se alegran y, llenos de gozo, alaban al Señor.

Ant 2. La Virgen María ha sido elevada al tálamo celestial, donde el Rey de reyes tiene un trono adornado con estrellas.

Salmo 126 – EL ESFUERZO HUMANO ES INÚTIL SIN DIOS.

Si el Señor no construye la casa,
en vano se cansan los albañiles;
si el Señor no guarda la ciudad,
en vano vigilan los centinelas.

Es inútil que madruguéis,
que veléis hasta muy tarde,
los que coméis el pan de vuestros sudores:
¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!

La herencia que da el Señor son los hijos;
una recompensa es el fruto de las entrañas:
son saetas en mano de un guerrero
los hijos de la juventud.

Dichoso el hombre que llena
con ellas su aljaba:
no quedará derrotado cuando litigue
con su adversario en la plaza.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. La Virgen María ha sido elevada al tálamo celestial, donde el Rey de reyes tiene un trono adornado con estrellas.

Ant 3. Tú eres la mujer a quien Dios ha bendecido, y por ti hemos recibido el fruto de la vida.

Cántico: EL PLAN DIVINO DE SALVACIÓN – Ef 1, 3-10

Bendito sea Dios,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en la persona de Cristo
con toda clase de bienes espirituales y celestiales.

El nos eligió en la persona de Cristo,
antes de crear el mundo,
para que fuésemos consagrados
e irreprochables ante él por el amor.

Él nos ha destinado en la persona de Cristo,
por pura iniciativa suya,
a ser sus hijos,
para que la gloria de su gracia,
que tan generosamente nos ha concedido
en su querido Hijo,
redunde en alabanza suya.

Por este Hijo, por su sangre,
hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia
ha sido un derroche para con nosotros,
dándonos a conocer el misterio de su voluntad.

Éste es el plan
que había proyectado realizar por Cristo
cuando llegase el momento culminante:
hacer que todas las cosas tuviesen a Cristo por cabeza,
las del cielo y las de la tierra.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Tú eres la mujer a quien Dios ha bendecido, y por ti hemos recibido el fruto de la vida.

LECTURA BREVE   1Co 15, 22-23

Lo mismo que en Adán todos mueren, en Cristo todos serán llamados de nuevo a la vida. Pero cada uno en su puesto: primero, Cristo; después, en su Parusía, los de Cristo.

RESPONSORIO BREVE

V. La Virgen María ha sido glorificada sobre los coros de los ángeles.
R. La Virgen María ha sido glorificada sobre los coros de los ángeles.

V. Bendigamos al Señor que la ha enaltecido.
R. Sobre los coros de los ángeles.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. La Virgen María ha sido glorificada sobre los coros de los ángeles.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Hoy la Virgen María ha subido al cielo; alegrémonos, porque reina ya eternamente con Cristo.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Hoy la Virgen María ha subido al cielo; alegrémonos, porque reina ya eternamente con Cristo.

PRECES

Proclamemos las grandezas de Dios Padre todopoderoso, que quiso que todas las generaciones felicitaran a María, la madre de su Hijo, y supliquémosle diciendo:

Mira a la llena de gracia y escúchanos.

Señor, Dios nuestro, admirable siempre en tus obras, que has querido que la inmaculada Virgen María participara en cuerpo y alma de la gloria de Jesucristo,
haz que todos tus hijos deseen y caminen hacia esta misma gloria.

Tú que nos diste a María por Madre, concede por su mediación salud a los enfermos, consuelo a los tristes, perdón a los pecadores,
y a todos abundancia de salud y de paz.

Tú que hiciste de María la llena de gracia,
concede la abundancia de tu gracia a todos los hombres.

Haz, Señor, que tu Iglesia tenga un solo corazón y una sola alma por el amor,
y que todos los fieles perseveren unánimes en la oración con María, la madre de Jesús.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Tú que coronaste a María como reina del cielo,
haz que los difuntos puedan alcanzar con todos los santos la felicidad de tu reino.

Confiando en el Señor que hizo obras grandes en María, pidamos al Padre que colme también de bienes al mundo hambriento:

Padre nuestro…

ORACION

Dios todopoderoso y eterno, que has elevado en cuerpo y alma a los cielos a la inmaculada Virgen María, madre de tu Hijo, haz que nosotros, ya desde este mundo, tengamos todo nuestro ser totalmente orientado hacia el cielo, para que podamos llegar a participar de su misma gloria. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

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Lectio Divina – 15 de agosto

Lectio:  Martes, 15 Agosto, 2017

La visita de María a Isabel
Luca 1,39-56

1. LECTIO

a) Oración inicial:

Espíritu Santo, Espíritu de sabiduría, de ciencia, del entendimiento, de consejo, llénanos, te rogamos, del conocimiento de la Palabra de Dios, llénanos de toda sabiduría e inteligencia espiritual para poderla comprender en profundidad. Haz que bajo tu guía podamos comprender el evangelio de esta solemnidad mariana. Espíritu Santo, tenemos necesidad de ti, el único que continuamente modela en nosotros la figura y la forma de Jesús. Y nos dirigimos a ti, María, Madre de Jesús y de la Iglesia, que has vivido la presencia desbordante del Espíritu Santo, que has experimentado la potencia de su fuerza en ti, que las has visto obrar en tu Hijo Jesús desde el seno materno, abre nuestro corazón y nuestra mente para que seamos dóciles a la escucha de la Palabra de Dios.

b) Lectura del evangelio

Luca 1,39-5639 En aquellos días, se puso en camino María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; 40 entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.41En cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, Isabel quedó llena de Espíritu Santo 42 y exclamó a gritos: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; 43 y ¿de dónde a mí que venga a verme la madre de mi Señor? 44 Porque apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. 45 ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!»
46 Y dijo María:
«Alaba mi alma la grandeza del Señor
47 y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador
48 porque ha puesto los ojos en la pequeñez de su esclava,
por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada,
49 porque ha hecho en mi favor cosas grandes el Poderoso, Santo es su nombre
50 y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen.
51 Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los de corazón altanero.
52 Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes.
53 A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos con las manos vacías.
54 Acogió a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
55 -como había anunciado a nuestros padres- en favor de Abrahán y de su linaje por los siglos.»
56 María se quedó con ella unos tres meses, y luego se volvió a su casa.

c) Momento de silencio orante

El silencio es una cualidad de quien sabe escuchar a Dios. Esfuérzate por crear en ti una atmósfera de paz y de silenciosa adoración. Si eres capaz de estar en silencio delante de Dios podrás escuchar su respiro que es Vida

2. MEDITATIO

a) Clave de lectura:

Bendita tú entre las mujeres

En la primera parte del evangelio de hoy resuenan las palabras de Isabel, “Bendita tú entre las mujeres”, precedidas por un movimiento espacial. María deja Nazaret, situada al norte de la Palestina, para dirigirse al sur, a casi ciento cincuenta kilómetros, a una localidad que la tradición identifica con la actual Ain Karen, poco lejana de Jerusalén.. El moverse físico muestra la sensibilidad interior de María, que no está cerrada para contemplar de modo privado e intimista el misterio de la divina maternidad que se encierra en ella, sino que es lanzada sobre el sendero de la caridad. Ella se mueve para llevar ayuda a su anciana prima. El dirigirse de María a Isabel es acentuado por el añadido “ de prisa” que San Ambrosio interpreta así: María se puso de prisa en camino hacia la montaña, no porque fuese incrédula a la profecía o incierta del anuncio o dudase de la prueba, sino porque estaba contenta de la promesa y deseosa de cumplir devotamente un servicio, con el ánimo que le venía del íntimo gozo…La gracia del Espíritu Santo no comporta lentitud”. El lector, sin embargo, sabe que el verdadero motivo del viaje no está indicado, pero se lo puede figurar a través de las informaciones tomadas del contexto. El ángel había comunicado a María la preñez de Isabel, ya en el sexto mes (cfr. v.37). Además el hecho de que ella se quedase tres meses (cfr. v.56), justo el tiempo que faltaba para nacer el niño, permite creer que María quería llevar ayuda a su prima. María corre y va a donde le llama la urgencia de una ayuda, de una necesidad, demostrando, así, una finísima sensibilidad y concreta disponibilidad. Junto con María, llevado en su seno, Jesús se mueve con la Madre. De aquí es fácil deducir el valor cristológico del episodio de la visita de María a la prima: la atención cae sobre todo en Jesús. A primera vista parecería una escena concentrada en las dos mujeres, en realidad, lo que importa para el evangelista es el prodigio presente en sus dos respectivas concepciones. La movilización de María, tiende , en el fondo, a que las dos mujeres se encuentren.

Apenas María entra en casa y saluda a Isabel, el pequeño Juan da un salto. Según algunos el salto no es comparable con el acomodarse del feto, experimentado por las mujeres que están encinta. Lucas usa un verbo griego particular que significa propiamente “saltar”. Queriendo interpretar el verbo, un poco más libremente, se le puede traducir por “danzar”, excluyendo así la acepción de un fenómeno sólo físico. Algunos piensan que esta “danza”, se pudiera considerar como una especie de “homenaje” que Juan rinde a Jesús, inaugurando, aunque todavía no nacido, aquel comportamiento de respeto y de subordinación que caracterizará toda su vida: “Después de mí viene uno que es más fuerte que yo y al cuál no soy digno de desatar las correas de sus sandalias” (Mc 1,7). Un día el mismo Juan testimoniará: “Quien tiene a la esposa es el esposo; pero el amigo del esposo que está presente y lo escucha, salta de gozo a la voz del esposo, pues así este mi gozo es cumplido. Él debe crecer y yo por el contrario disminuir” (Jn 3,29-30). Así lo comenta san Ambrosio: “ Isabel oyó antes la voz, pero Juan percibió antes la gracia”. Una confirmación de esta interpretación la encontramos en las mismas palabras de Isabel que, tomando en el v. 44 el mismo verbo ya usado en el v. 41, precisa: “Ha saltado de gozo en mi seno” . Lucas, con estos detalles particulares, ha querido evocar el prodigio verificado en la intimidad de Nazaret. Sólo ahora, gracias al diálogo con una interlocutora, el misterio de la divina maternidad deja su secreto y su dimensión individual, para llegar a convertirse en un hecho conocido, objeto de aprecio y de alabanza. Las palabras de Isabel “¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿A qué debo que la madre de mi Señor venga a mí?” (vv. 42-43). Con una expresión semítica que equivale a un superlativo (“entre las mujeres”), el evangelista quiere atraer la atención del lector sobre la función de María: ser la “;Madre del Señor”. Y por tanto a ella se le reserva una bendición (“bendita tú”) y dichosa beatitud. ¿En qué consiste esta última? Expresa la adhesión de María a la voluntad divina. María no es sólo la destinataria de una diseño arcano que la hace bendita, sino persona que sabe aceptar y adherirse a la voluntad de Dios. María es una criatura que cree, porque se ha fiado de una palabra desnuda y que ella la ha revestido con un “sí” de amor. Ahora Isabel le reconoce este servicio de amor, identificándola “bendita como madre y dichosa como creyente”.

Mientras tanto, Juan percibe la presencia de su Señor y salta, expresando con este movimiento interior el gozo que brota de aquel contacto salvífico. De tal suceso se hará intérprete María en el canto del Magnificat.

b) Un canto de amor:

En este canto María se considera parte de los anawim, de los “pobres de Dios”, de aquéllos que ”temen a Dios”, poniendo en Él toda su confianza y esperanza y que en el plano humano no gozan de ningún derecho o prestigio. La espiritualidad de los anawinpuede ser sintetizada por las palabras del salmo 37,79: “Está delante de Dios en silencio y espera en Él”, porque “aquéllos que esperan en el Señor poseerán la tierra”.
En el Salmo 86,6, el orante, dirigiéndose a Dios, dice: “Da a tu siervo tu fuerza”: aquí el término “siervo” expresa el estar sometido, como también el sentimiento de pertenencia a Dios, de sentirse seguro junto a Él.
Los pobres, en el sentido estrictamente bíblico, son aquéllos que ponen en Dios una confianza incondicionada; por esto han de ser considerados como la parte mejor, cualitativa, del pueblo de Israel.
Los orgullosos, por el contrario, son los que ponen toda su confianza en sí mismos.
Ahora, según el Magnificat, los pobres tienen muchísimos motivos para alegrarse, porque Dios glorifica a los anawim (Sal 149,4) y desprecia a los orgullosos. Una imagen del N. T. que traduce muy bien el comportamiento del pobre del A. T. , es la del publicano que con humildad se golpea el pecho, mientras el fariseo complaciéndose de sus méritos se consuma en el orgullo (Lc 18,9-14). En definitiva María celebra todo lo que Dios ha obrado en ella y cuanto obra en el creyente. Gozo y gratitud caracterizan este himno de salvación, que reconoce grande a Dios, pero que también hace grande a quien lo canta.

c) Algunas preguntas para meditar:

– Mi oración ¿es ante todo expresión de un sentimiento o celebración y reconocimiento de la acción de Dios?
– Maria es presentada como la creyente en la Palabra del Señor. ¿Cuánto tiempo dedico a escuchar la Palabra de Dios?
– ¿Tu oración se alimenta de la Biblia, como ha hecho María? ¿O mejor me dedico al devocionismo que produce oraciones incoloras e insípidas? ¿Te convences que volver a la plegaria bíblica es seguridad de encontrar un alimento sólido, escogido por María misma?
– ¿Está en la lógica del Magnificat que exalta el gozo del dar, del perder para encontrar, del acoger, la felicidad de la gratuitidad, de la donación?

3. ORATIO

a) Salmo 44 (45), 10-11; 12; 15b-16

El salmo, en esta segunda parte, glorifica a la reina. En la liturgia de hoy estos versículos son aplicados a María y celebran su belleza y grandeza.

Entre tus predilectas hay hijas de reyes,
la reina a tu derecha, con oro de Ofir.

Escucha, hija, mira, presta oído,
olvida tu pueblo y la casa paterna,
que prendado está el rey de tu belleza.
El es tu señor, ¡póstrate ante él!

La siguen las doncellas, sus amigas,
que avanzan entre risas y alborozo
al entrar en el palacio real.

b) Oración final:

La oración que sigue es una breve meditación sobre el papel materno de María en la vida del creyente: “María, mujer que sabe gozar, que sabe alegrarse, que se deja invadir por la plena consolación del Espíritu Santo, enséñanos a orar para que podamos también nosotros descubrir la fuente del gozo. En la casa de Isabel, tu prima, sintiéndote acogida y comprendida en tu íntimo secreto, prorrumpiste en un himno de alabanza del corazón, hablando de Dios, de ti en relación con Él y de la inaudita aventura ya comenzada de ser madre de Cristo y de todos nosotros, pueblo santo de Dios. Enséñanos a dar un ritmo de esperanza y gritos de gozos a nuestras plegarias, a veces estropeada por amargos lloros y mezcladas de tristeza casi obligatoriamente. El Evangelio nos habla de ti, María, y de Isabel; ambas custodiabais en el corazón algo, que no osabais o no queríais manifestar a nadie. Cada una de vosotras se sintió sin embargo comprendida por la otra en aquel día de la visitación y tuvisteis palabras y plegarias de fiesta. Vuestro encuentro se convirtió en liturgia de acción de gracias y de alabanza al Dios inefable. Tú, mujer del gozo profundo, cantaste el Magnificat, sobrecogida y asombrada por todo lo que el Señor estaba obrando en la humilde sierva. Maginificat es el grito, la explosión de gozo, que resuena dentro de cada uno de nosotros, cuando se siente comprendido y acogido.”

4.CONTEMPLATIO

La Virgen María, templo del Espíritu Santo, ha acogido con fe la Palabra del Señor y se ha entregado completamente al poder del Amor. Por este motivo se ha convertido en imagen de la interioridad, o sea toda recogida bajo la mirada de Dios y abandonada a la potencia del Altísimo. María no habla de sí, para que todo en ella pueda hablar de las maravillas del Señor en su vida.

Música – Domingo XX de Tiempo Ordinario

«MUJER, QUÉ GRANDE ES TU FE»

“Sé el que apartó del camino la piedra,
el odio de los corazones
y las di cultades del problema.
Hay la alegría de ser sano y justo, pero hay,
sobre todo, la inmensa alegría de servir”
(Gloria Fuertes)

Ambientación musical: “Instrumento de tu paz” en CD Momentos de Paz- 11 (SP)

Para el Antiguo Testamento existía el Pueblo de Dios, Israel, y los demás pueblos, la gentilidad, los paganos. La salvación era considerada en Israel como patrimonio suyo. Dios no se encierra en una cultura exclusiva de las demás o en una distinción racial o política. Es de todos y para toda, es patrimonio de la humanidad. Isaías abre fronteras; la mujer cananea abre su corazón. Jesús se muestra como el que busca la fe entre sus oyentes, es el buscador de corazones. La fe rompe fronteras y hace que los hombres se hermanen unos con otros sean del país, raza o cultura que sean.

Canto de entrada: “Dios que creó la luz del sol” MD29-2; “Vienen con alegría, Señor” MD65; CLN 728. “Alabanza a Dios Creador” CLN A 15; MD 2-2. –

Salmo responsorial: «Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben».

Procesión de ofrendas: “Este pan y vino, Señor” CLN H 4

Santo: CLN I 13 (Gregoriano “De Angelis”).

Fracción del pan: “Cordero de Dios” de A. Alcalde en el CD Paz a Vosotros (S. P.).

Comunión: “Éste es el pan de los hijos” MD 189; o bien, “Yo soy el pan de vida” (= Yo le resucitaré) CLN O 38. “Oh Señor, yo no soy digno” CLN O 40; MD 194.

Canto final: “Anunciando tu venida y el recuerdo de tu amor, te damos gracias, Señor” CLN 614.

Antonio Alcalde Fernández

Evangelii Gaudium – Francisco I

117. Bien entendida, la diversidad cultural no amenaza la unidad de la Iglesia. Es el Espíritu Santo, enviado por el Padre y el Hijo, quien transforma nuestros corazones y nos hace capaces de entrar en la comunión perfecta de la Santísima Trinidad, donde todo encuentra su unidad. Él construye la comunión y la armonía del Pueblo de Dios. El mismo Espíritu Santo es la armonía, así como es el vínculo de amor entre el Padre y el Hijo[93]. Él es quien suscita una múltiple y diversa riqueza de dones y al mismo tiempo construye una unidad que nunca es uniformidad sino multiforme armonía que atrae. La evangelización reconoce gozosamente estas múltiples riquezas que el Espíritu engendra en la Iglesia. No haría justicia a la lógica de la encarnación pensar en un cristianismo monocultural y monocorde. Si bien es verdad que algunas culturas han estado estrechamente ligadas a la predicación del Evangelio y al desarrollo de un pensamiento cristiano, el mensaje revelado no se identifica con ninguna de ellas y tiene un contenido transcultural. Por ello, en la evangelización de nuevas culturas o de culturas que no han acogido la predicación cristiana, no es indispensable imponer una determinada forma cultural, por más bella y antigua que sea, junto con la propuesta del Evangelio. El mensaje que anunciamos siempre tiene algún ropaje cultural, pero a veces en la Iglesia caemos en la vanidosa sacralización de la propia cultura, con lo cual podemos mostrar más fanatismo que auténtico fervor evangelizador.


[93] Cf. Santo Tomás de Aquino, Summa Theologiae, I, q. 39, art. 8 cons. 2: «Excluido el Espíritu Santo, que es el nexo de ambos, no se puede entender la unidad de conexión entre el Padre y el Hijo»; cf. también ibíd. I, q. 37, art. 1, ad 3.

Recursos – Domingo XX de Tiempo Ordinario

DIOS CUIDA… DE LOS “DIFERENTES”

Es la gran lección de la cananea, extranjera a la que se dirige Jesús. Para Jesús, esa mujer es “diferente” porque no es judía, no pertenece al pueblo elegido, al pueblo de Israel. Pero Dios no sólo cuida de los “hijos” sino también de los “perros” que comen las migajas que caen de la mesa. Ellos no son “perros”. Son también “hijos” del mismo Dios, Padre de todos, padre también de todos los “diferentes”, porque para Dios todos somos iguales, sólo hijos suyos.

ECHAR RAÍCES EN… LA REALIDAD

La vida da muchas lecciones. Como dice el papa Francisco, “la realidad es más importante que la idea” (EG 231-233). La realidad, es decir, la historia, las circunstancias en las que nos movemos: sociales, económicas, políticas, culturales, religiosas… nos están lanzando mensajes e interpelaciones que nos exigen respuesta: “Atiéndela, que viene detrás gritando”, le dicen a Jesús los discípulos. Para encontrar a Dios y lo que Dios pide de nosotros, debemos hacer una lectura “creyente” de la realidad, de los signos de los tiempos, de los “diferentes” que nos gritan desde lejos y desde cerca.

LAUDATO SI

Todos los seres son importantes

«Cuando insistimos en decir que el ser humano es imagen de Dios, eso no debería llevarnos a olvidar que cada criatura tiene una función y ninguna es superflua. Todo el universo material es un lenguaje del amor de Dios, de su desmesurado cariño hacia nosotros. El suelo, el agua, las montañas, todo es caricia de Dios » (84)

Todos los seres nos comunican un mensaje de parte de Dios

«Dios ha escrito un libro precioso, “cuyas letras son la multitud de criaturas presentes en el universo”. Bien expresaron los Obispos de Canadá que ninguna criatura queda fuera de esta manifestación de Dios: “Desde los panoramas más amplios a la forma de vida más ínfima, la naturaleza es un continuo manantial de maravilla y de temor. Ella es, además, una continua revelación de lo divino”. Los Obispos de Japón, por su parte, dijeron algo muy sugestivo: “Percibir a cada criatura cantando el himno de su existencia es vivir gozosamente en el amor de Dios y en la esperanza”. Esta contemplación de lo creado nos permite descubrir a través de cada cosa alguna enseñanza que Dios nos quiere transmitir, porque “para el creyente contemplar lo creado es también escuchar un mensaje, oír una voz paradójica y silenciosa”» (85).

“INSTRUMENTO DE TU PAZ”

• Que no busque tanto el ser valorado como el valorar.
• Que no busque tanto el ser comprendido como comprender.

Oración de los fieles – Domingo XX de Tiempo Ordinario

Con una mirada puesta en ti, Padre, y otra en los signos de nuestro mundo, te pedimos:

• Por la Iglesia, Pueblo de Dios, que guarda la revelación de Jesús, para que trasmita con corazón generoso el evangelio a los que no lo conocen, roguemos al Señor

• Por todos nosotros, para que, como Jesús, sepamos descubrir la fe de tanta gente que puede parecernos no creyente, roguemos al Señor

• Para que la fe sencilla de muchos cristianos y no cristianos nos dé aliento para profundizar en nuestra fe y nos ayude a crecer en entrega a Jesús y su evangelio, roguemos al Señor

• Por los que buscan a Dios, para que, por la Iglesia o por otros caminos, lleguen a descubrirlo, roguemos al Señor

 

 

• Por todos nosotros, para que no seamos impedimento a la fe de los buscadores de la verdad, roguemos al Señor.

Atentos a tu Palabra, Señor, estas son nuestras plegarias y deseos. Atiéndelos, si así es tu voluntad.

Homilía – Domingo XX de Tiempo Ordinario

En Fenicia

Estamos ante una de las escenas difíciles de comprender a los que somos de cultura muy distante de la de Jesús. En todo acontecimiento, lo primero que deberíamos tener en cuenta es que, en cierta manera, no remata hasta que recibe la interpretación correcta. No es fácil precisar cómo, quién, por qué algo sucedió como sucedió. Estamos conociendo casos en los que hasta que un juez independiente y justo dictamine, no podemos aventurar las circunstancias, el autor o autores de un delito, por ejemplo. Mientras tanto, suposiciones. Hay que interpretar bien para acertar con el diagnóstico.

Algo así se impone en este caso: ¿Por qué a una mujer angustiada por el mal de su hija, Jesús respondió con palabras que suenan durísimas? Sin interpretarlo correctamente, corremos el riesgo de convertirnos en jueces que condenan antes de tiempo.

Condicionamientos de Jesús: importante aquello de san Lucas, de que Jesús crecía en edad, en sabiduría y en gracia. Lo suyo era ir creciendo como un hombre más: sus conocimientos se iban ampliando, como nos pasa a todos según tiempos y circunstancias. Vivía para el reino de Dios, a él se entregó con todo su ser; dependía de la voluntad del Padre. Pero seguía creciendo…

Los profetas habían anunciado que la función del Mesías sería reunir las ovejas dispersas de Israel. Reunirlas era condición para salir afuera a extenderlo. Jesús no podía en conciencia saltar la voluntad de su Padre. No debía llevar ese Reino fuera de Israel: era lo que había entendido. ¿Qué ocurre? Que una mujer no israelita, fuera de las fronteras de Israel, le pide uno de los regalos del Reino: cura a mi hija. ¿Qué responde Jesús? Aquí el desconcierto: No se echa el pan de los hijos a los perros. Un dicho que en diversos países era común para referirse a los extranjeros. Y, ¡ojo! El evangelio trasmite con cuidado que no dijo: perros, sino perrillos, los que andan en casa, de compañía: no suena igual echar algo a los perros que a los perrillos.

Por su parte, la mujer podía esperar esa respuesta; y llevaba su contrarréplica. Venía preparada para responder. Como ayuda para interpretar este suceso, podemos acudir a la boda de Caná: Jesús defendía que no había llegado su hora; su madre, María, le hizo ver que sí. Algo muy semejante es este momento en que otra madre le hace ver llegada la hora de llevar el reino a los extranjeros. Y Jesús, fiel a la voluntad del Padre, atiende los signos de los tiempos, acepta el desafío, rompe fronteras y junto con la fe de la madre sana a su hija. 

Aplicaciones de esta actitud están en los documentos del Vaticano II: se revisaron muchos criterios que no respondían ya al deseo de Dios hoy. No se respondería a la voluntad de Dios sin escuchar los signos de los tiempos. La Iglesia escuchó con humildad y apertura, siguiendo el ejemplo de Jesús. Hoy, el Papa Francisco se mantiene en ese empeño: insiste en la necesidad y urgencia de discernir en oración y observación de la realidad qué espera Dios de nosotros.

Comenzaba a homilía re exionando sobre la importancia de interpretar correctamente los sucesos. Recibimos luz abundante de cómo sucedieron los pasos de la escena evangélica. Una gran lección para nosotros: no podemos vivir cerrados a lo que Dios quiera decirnos por personas, hechos, o actitudes que pueden sorprender precisamente porque vienen de donde no esperamos, como le pasó a Jesús con la mujer fenicia. Que su ejemplo y amor nos guíen cada día, cada hora.

Modesto Vázquez Gundín, S.J.

Mt 15, 21-28 (Evangelio Domingo XX de Tiempo Ordinario)

El rechazo al anuncio del Evangelio del Reino provoca que Jesús se vaya apartando cada vez más del pueblo en general para centrarse en la predicación al grupo de los más cercanos. La oposición de fariseos, escribas y de la gente le lleva hacia las regiones paganas limítrofes con Galilea. En aquella zona tiene lugar el encuentro con una mujer cananea cuya hija estaba gravemente afectada por un espíritu malo.

El suceso se desarrolla en las fronteras del paganismo como revela la identidad de la mujer que sale a su paso: era «cananea». Este término se usaba para identificar a los pueblos paganos en general. No es la primera vez que Jesús entra en relación con este ambiente pagano: basta recordar el encuentro con el centurión romano (8,5- 13), o la expulsión de dos demonios en la zona de Gerasa (8,28-34).

Jesús sabe que la misión que ha recibido, anunciar la llegada inminente del Reino de los cielos, se dirige «a las ovejas perdidas de la casa de Israel». Ese es el ámbito geográ co, pero sobre todo teológico, en el que se desarrolla esta misión; así se entiende su reacción, entre la indiferencia y el rechazo, ante la petición de la cananea. Solo a partir de la experiencia pascual, las comunidades cristianas comprenderán que la llamada a la conversión al pueblo elegido lleva consigo también la apertura de la salvación a los paganos, la misión universal de la Buena noticia.

El rechazo de Jesús a atender la petición de la mujer se expresa con la imagen de los hijos sentados a la mesa y los perrillos que esperan a sus pies las migajas de pan que caen de la mesa. Sorprende el tono duro, ofensivo, con que se dirige a la mujer. Pero para Jesús está claro que su misión se dirige al pueblo de Israel.

Más sorprendente aún es la insistencia de la cananea. Ella reconoce que la salvación de Dios viene al pueblo elegido, pero confía en que la abundancia de amor que Dios ha manifestado no puede tener fronteras. Dios no puede limitar su oferta de amor; se regala a todos sin despreciar a ninguno. Jesús reconoce la gran fe de la mujer que, a pesar del rechazo inicial, no se ha desanimado y ha con ado plenamente en su misericordia. Su petición es escuchada y se realiza la curación de su hija.

Es signi cativo que el peso de la narración recae sobre la mujer. Ella es quien se acerca con insistencia a Jesús, a pesar de no ser atendida; tanto Jesús como los discípulos actúan siempre reaccionando a su presencia; su situación es dramática a causa del sufrimiento de su hija, «maltratada por un espíritu malo». Ella no pide nada para sí misma: solo desea la salvación de su hija. Jesús se admira y se conmueve ante su petición y se deja enseñar por su fe. Su confianza hace posible la curación.

El encuentro con la mujer cananea muestra la misericordia universal de Dios. El mal, en cualquiera de sus formas, es contrario al plan de Dios, a su oferta de salvación y, por eso, allí donde el mal provoca sufrimiento se hace presente la intervención amorosa del Padre bueno. La curación de la hija de la cananea es signo de que el Reino de los cielos también está presente y actúa más allá de las fronteras del pueblo. No importa si es hombre o mujer, judío o pagano, creyente o ateo, pobre o rico: Dios no quiere el sufrimiento de ninguno de sus hijos.

Óscar de la Fuente de la Fuente

Comentario al evangelio – 15 de agosto

No sé cuántos pueblos y ciudades celebran hoy su fiesta patronal. En la mitad de este mes caluroso y vacacional, la fiesta de la Asunción de la Virgen María marca un hito lleno de evocaciones. La liturgia se empeña en proponernos el dogma de la Asunción, pero tengo la impresión de que el sentir popular se dirige directamente a la figura de la Madre, sin detenerse mucho en el significado y en las implicaciones de este dogma. Lo siento por los predicadores que se afanan por reconducir la nave a buen puerto.

En muchos lugares de España, a esta fiesta se la denomina, sin más, “la Virgen de Agosto”. Lo más frecuente es servirse de las múltiples advocaciones que se dan cita un día como hoy.

Lo mejor que se puede decir hoy está contenido en el evangelio. Este canto de María, el Magnificat, es como su testamento: lo que Ella nos diría como compendio de su experiencia de Dios y del hombre. No tiene desperdicio:

Dios es, sobre todo, fuente de alegría y de salvación: Se alegra mi espíritu en Dios mi salvador.
Dios es amor sin límites: Su misericordia se derrama de generación en generación.
Dios da un vuelco a nuestro mundo organizado injustamente de más a menos: Derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes.

Así, y más, es el Dios de María. ¿Y el nuestro? Feliz fiesta.