Vísperas – Jueves XIX de Tiempo Ordinario

VÍSPERAS
(Oración de la tarde)

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno: ENFRÍA, SEÑOR, MI BOCA

Enfría, Señor, mi boca;
Señor, reduce mi brasa;
dame, como te lo pido,
concordia de cuerpo y alma.

Frente al perverso oleaje,
ponme costado de gracia;
dame, como te demando,
concordia de cuerpo y alma.

Señor, mitiga mi angustia;
remite, Señor, mi ansia;
dame, como te la clamo,
concordia de cuerpo y alma.

No dejes que los sentidos
me rindan en la batalla;
Señor, Señor, no me niegues
concordia de cuerpo y alma. Amén.

SALMODIA

Ant 1. Que tus fieles, Señor, te aclamen al entrar en tu morada.

Salmo 131 I – PROMESAS A LA CASA DE DAVID.

Señor, tenle en cuenta a David
todos sus afanes:
cómo juró al Señor
e hizo voto al Fuerte de Jacob:

«No entraré bajo el techo de mi casa,
no subiré al lecho de mi descanso,
no daré sueño a mis ojos,
ni reposo a mis párpados,
hasta que encuentre un lugar para el Señor,
una morada para el Fuerte de Jacob.»

Oímos que estaba en Efrata,
la encontramos en el Soto de Jaar:
entremos en su morada,
postrémonos ante el estrado de sus pies.

Levántate, Señor, ven a tu mansión,
ven con el arca de tu poder:
que tus sacerdotes se vistan de gala,
que tus fieles te aclamen.
Por amor a tu siervo David,
no niegues audiencia a tu Ungido.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Que tus fieles, Señor, te aclamen al entrar en tu morada.

Ant 2. El Señor ha elegido a Sión, ha deseado vivir en ella.

Salmo 131 II.

El Señor ha jurado a David
una promesa que no retractará:
«A uno de tu linaje
pondré sobre tu trono.

Si tus hijos guardan mi alianza
y los mandatos que les enseño,
también sus hijos, por siempre,
se sentarán sobre tu trono.»

Porque el Señor ha elegido a Sión,
ha deseado vivir en ella:
«Ésta es mi mansión por siempre,
aquí viviré, porque la deseo.

Bendeciré sus provisiones,
a sus pobres los saciaré de pan;
vestiré a sus sacerdotes de gala,
y sus fieles aclamarán con vítores.

Haré germinar el vigor de David,
enciendo una lámpara para mi Ungido.
A sus enemigos los vestiré de ignominia,
sobre él brillará mi diadema.»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El Señor ha elegido a Sión, ha deseado vivir en ella.

Ant 3. El Señor le dio el poder, el honor y el reino, y todos los pueblos le servirán.

Cántico: EL JUICIO DE DIOS Ap 11, 17-18; 12, 10b-12a

Gracias te damos, Señor Dios omnipotente,
el que eres y el que eras,
porque has asumido el gran poder
y comenzaste a reinar.

Se encolerizaron las naciones,
llegó tu cólera,
y el tiempo de que sean juzgados los muertos,
y de dar el galardón a tus siervos los profetas,
y a los santos y a los que temen tu nombre,
y a los pequeños y a los grandes,
y de arruinar a los que arruinaron la tierra.

Ahora se estableció la salud y el poderío,
y el reinado de nuestro Dios,
y la potestad de su Cristo;
porque fue precipitado
el acusador de nuestros hermanos,
el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche.

Ellos le vencieron en virtud de la sangre del Cordero
y por la palabra del testimonio que dieron,
y no amaron tanto su vida que temieran la muerte.
Por esto, estad alegres, cielos,
y los que moráis en sus tiendas.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El Señor le dio el poder, el honor y el reino, y todos los pueblos le servirán.

LECTURA BREVE   1Pe 3, 8-9

Procurad todos tener un mismo pensar y un mismo sentir: con afecto fraternal, con ternura, con humildad. No devolváis mal por mal o insulto por insulto; al contrario, responded con una bendición, porque vuestra vocación mira a esto: a heredar una bendición.

RESPONSORIO BREVE

V. Nos alimentó el Señor con flor de harina.
R. Nos alimentó el Señor con flor de harina.

V. Nos sació con miel silvestre.
R. Con flor de harina.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Nos alimentó el Señor con flor de harina.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. El Señor derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El Señor derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes.

PRECES

Invoquemos a Cristo, pastor, protector y ayuda de su pueblo, diciendo:

Señor, refugio nuestro, escúchanos.

Bendito seas, Señor, que nos has llamado a tu santa Iglesia;
haz que seamos fieles a esta dignación de tu amor.

Tú que has encomendado al Papa Francisco la preocupación por todas las Iglesias,
concédele una fe inquebrantable, una esperanza viva y una caridad solícita.

Da a los pecadores la conversión, a los que caen, fortaleza,
y concede a todos la penitencia y la salvación.

Tú que quisiste habitar en un país extranjero,
acuérdate de los que viven lejos de su familia y de su patria.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

A todos los difuntos que esperaron en ti,
concédeles el descanso eterno.

Ya que por Jesucristo somos hijos de Dios, oremos con plena confianza a Dios nuestro Padre:

Padre nuestro…

ORACION

Dios todopoderoso, te damos gracias por el día que termina e imploramos tu clemencia para que nos perdones benignamente todas las faltas que, por la fragilidad de la condición humana, en él hayamos cometido. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

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Lectio Divina – 17 de agosto

Lectio: Jueves, 17 Agosto, 2017
Tiempo Ordinario
 
1) Oración inicial
Dios todopoderoso y eterno, a quien podemos llamar Padre; aumenta en nuestros corazones el espíritu filial, para que merezcamos alcanzar la herencia prometida. Por nuestro Señor.
 
2) Lectura del Evangelio
Del Evangelio según Mateo 18,21-19,1
Pedro se acercó entonces y le dijo: «Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces?» Dícele Jesús: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.» «Por eso el Reino de los Cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos. Al empezar a ajustarlas, le fue presentado uno que le debía diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, ordenó el señor que fuese vendido él, su mujer y sus hijos y todo cuanto tenía, y que se le pagase. Entonces el siervo se echó a sus pies, y postrado le decía: `Ten paciencia conmigo, que todo te lo pagaré.’ Movido a compasión el señor de aquel siervo, le dejó ir y le perdonó la deuda. Al salir de allí aquel siervo se encontró con uno de sus compañeros, que le debía cien denarios; le agarró y, ahogándole, le decía: `Paga lo que debes.’ Su compañero, cayendo a sus pies, le suplicaba: `Ten paciencia conmigo, que ya te pagaré.’ Pero él no quiso, sino que fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase lo que debía. Al ver sus compañeros lo ocurrido, se entristecieron mucho, y fueron a contar a su señor todo lo sucedido. Su señor entonces le mandó llamar y le dijo: `Siervo malvado, yo te perdoné a ti toda aquella deuda porque me lo suplicaste.¿No debías tú también compadecerte de tu compañero, del mismo modo que yo me compadecí de ti?’ Y encolerizado su señor, le entregó a los verdugos hasta que pagase todo lo que le debía. Esto mismo hará con vosotros mi Padre celestial, si no perdonáis de corazón cada uno a vuestro hermano.»
Y sucedió que, cuando acabó Jesús estos discursos, partió de Galilea y fue a la región de Judea, al otro lado del Jordán.
 
3) Reflexión
• En el evangelio de ayer oímos las palabras de Jesús sobre la corrección fraterna (Mt 18,15-20). En el evangelio de hoy (Mt 18,21-39) el asunto central es el perdón y la reconciliación.
• Mateo 18,21-22: ¡Perdonar setenta veces siete! Ante las palabras de Jesús sobre la corrección fraterna y la reconciliación, Pedro pregunta: “¿Cuántas veces tengo que perdonar? ¿Siete veces?” Siete es un número que indica una perfección y, en el caso de la propuesta de Pedro, siete es sinónimo de siempre. Pero Jesús va más lejos. Elimina todo y cualquier posible límite para el perdón: «¡No te digo hasta siete, sino hasta setenta veces siete!” Es como si dijera: “¡Siempre, no! Pedro, sino setenta veces siempre!” Pues no hay proporción entre el amor de Dios para con nosotros y nuestro amor para con el hermano. Aquí se evoca el episodio de Lamec del AT. “Dijo, pues, Lamec a sus mujeres Ada y Selía: ‘Escúchenme ustedes, mujeres de Lamec, pongan atención a mis palabras: yo he muerto a un hombre por la herida que me hizo y a un muchacho por un moratón que recibí. Si Caín ha de ser vengado siete veces, Lamec ha de serlo setenta siete veces» (Gén 4,23-24). La tarea de las comunidades es la de invertir el proceso de la espiral de violencia. Para esclarecer su respuesta a Pedro, Jesús cuenta la parábola del perdón sin límite.
• Mateo 18,23-27: La actitud del dueño. Esta parábola es una alegoría, esto es, Jesús habla de un dueño, pero piensa en Dios. Esto explica los contrastes enormes de ésta parábola. Como veremos, a pesar de que se trata de cosas normales y diarias, existe algo en esta historia que no acontece nunca en la vida cotidiana. En la historia que Jesús cuenta, el dueño sigue las normas del derecho de la época. Estaba en su derecho si tomaba a un empleado y a toda su familia y lo ponía en la cárcel hasta que hubiera pagado su deuda por el trabajo como esclavo. Pero ante la petición del empleado endeudado, el dueño perdona la deuda: diez mil talentos. Un talento equivale a 35 kg. Según los cálculos hechos, diez mil talentos equivalen a 350 toneladas de oro. Aunque el deudor junto con su mujer y sus hijos hubiesen trabajado la vida entera, no hubieran sido nunca capaces de reunir 350 toneladas de oro. El cálculo extremo está hecho a propósito. Nuestra deuda ante Dios es incalculable e impagable.
• Mateo 18,28-31: La actitud el empleado. Al salir de allí, el empleado perdonado encuentra a uno de sus compañeros que le debía cien monedas de plata. Agarrándole, le decía: ‘Paga lo que debes’. La moneda de cien denarios es el salario de cien días de trabajo. Algunos calculan que era de 30 gramos de oro. ¡No existe medio de comparación entre los dos! Ni tampoco nos hace entender la actitud del empleado: Dios le perdona 350 toneladas de oro y él no quiere perdonarle 30 gramos de oro. En vez de perdonar, hace con el compañero lo que el dueño podía haber hecho, pero no hizo. Mandó a la cárcel al compañero, según las normas de la ley, hasta que pagara toda la deuda. Actitud chocante para cualquier ser humano. Choca a los otros compañeros. Al ver sus compañeros lo ocurrido, se entristecieron mucho, y fueron a contar a su señor todo lo sucedido. Nosotros también hubiéramos tenido la misma actitud de desaprobación.
• Mateo 18,32-35: La actitud de Dios. “Su señor entonces le mandó llamar y le dijo: `Siervo malvado, yo te perdoné a ti toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también compadecerte de tu compañero, del mismo modo que yo me compadecí de ti?’ Y encolerizado su señor, le entregó a los verdugos hasta que pagase todo lo que le debía.” Ante el amor de Dios que perdona gratuitamente nuestra deuda de 350 toneladas de oro, es nada más que justo que perdonemos al hermano una pequeña deuda de 30 gramos de oro. ¡El perdón de Dios es sin límites. El único limite para la gratuidad de misericordia de Dios viene de nosotros mismos, de nuestra incapacidad de perdonar al hermano! (Mt 18,34). Es lo que decimos y pedimos en el Padre Nuestro: “Perdónanos nuestras ofensas, así como nosotros personamos a los que nos ofenden” (Mt 6,12-15).
La comunidad como espacio alternativo de solidaridad y fraternidad. La sociedad del Imperio Romano era dura y sin corazón, sin espacio para los pequeños. Estos buscaban un amparo para el corazón y no lo encontraban. Las sinagogas eran exigentes y no ofrecían un lugar para ellos. En la comunidad cristianas, el rigor de algunos en la observancia de la Ley, llevaba a la convivencia los mismos criterios de la sociedad y de la sinagoga. Así, en la comunidad empezaban a haber divisiones que existían en la sociedad y en la sinagoga entre rico y pobre, dominación y sumisión, hombre y mujer, raza y religión. La comunidad, en vez de ser un espacio de acogida, se volvía un lugar de condena. Juntando las palabras de Jesús, Mateo quiere iluminar la caminada de los seguidores y de las seguidoras de Jesús, para que las comunidades sean un espacio alternativo de solidaridad y de fraternidad. Deben ser una Buena Noticia para los pobres.
 
4) Para la reflexión personal
• Perdonar. Hay gente que dice: “¡Perdono, pero no olvido!” ¿Y yo? ¿Soy capaz de imitar a Dios?
• Jesús nos da el ejemplo. En la hora de su muerte pide perdón pos sus asesinos (Lc 23,34). ¿Soy capaz de imitar a Jesús?
 
5) Oración final
¡De la salida del sol hasta su ocaso,
sea alabado el nombre de Yahvé!
¡Excelso sobre los pueblos Yahvé,
más alta que los cielos su gloria! (Sal 113,3-4)

Hasta el último hombre

Título original: Hacksaw Ridge

Intérpretes: Andrew Garfield, Richard Pyros, Jacob Warner.
Género: derechos humanos (objeción de conciencia) Director: Mel Gibson. Producción: AUSTL-USA, 2016.

Un ferviente Adventista del Séptimo Día se presenta para servir en el ejército como médico ya que su fe le prohíbe tomar las armas y matar. Es Desmond Doss, una persona real de Virginia, que fue condecorada con la más alta distinción militar por su increíble actuación en Okinawa, ya que, con grave riesgo para su vida, se quedó en terreno de nadie atendiendo y salvando a gran número de soldados de su compañía que habían quedado malheridos cuando se dio orden de retirada.

Mel Gibson vuelve, como director, con un tema de calado: la objeción de conciencia en unos tiempos en que ésta era considerada no como un derecho sino como un acto de cobardía. El soldado Doss se niega en redondo a tomar en sus manos un fusil y es sometido a juicio militar por su desobediencia grave a un oficial de alto grado. Los hechos posteriores demostraron con creces que el médico Doss nada tenía de miedoso.

Aunque a Mel Gibson le van estos truculentos asuntos con mucha sangre derramada y amputaciones terribles, las imágenes más brutales están justificadas por el heroísmo excepcional del protagonista que no se resigna a dar a nadie por muerto mientras respire. El exceso de duración de la penúltima secuencia, se puede perdonar por el deseo de mostrar el heroísmo generoso del objetor. Su rectitud de conciencia y su generosidad son sin duda admirables.

Oramos hoy por los hombres y mujeres de limpio corazón

Una canción:
CANTO A LA VIDA (prólogo del evangelio de Juan): https://www.youtube.com/watch?v=CGpnMvCIKq4

Era el caos, el abismo y estalló una palabra
¡La vida! ¡Nazca la vida!
La vida fue un arco iris y Dios era la Palabra.

Era el vacío, la noche y estalló una palabra.
¡La luz! ¡Que estalle la luz,

el primer amanecer, el cielo en llamaradas!

ES LA VIDA, TU VIDA, MI VIDA,
EL CAMINO, LA FE, LA ESPERANZA.
ES LA VIDA QUE TODO LO LLENA.
A TI TE LO DIGO: ¡LEVANTA!

Era la sombra y el sueño y estalló una palabra,
¡brilla el sol y las estrellas!

Y la luz vino a este mundo y le cerraron su casa.

Era el frío y el invierno, y estalló una palabra.
¡Brote una alfombra de lirios!,

toda la tierra es semilla, el color verde que canta.

Era el letargo, el silencio y estalló una palabra,
se hizo carne de joven,
sangre roja, sangre humana, y puso aquí su morada.

Era la muerte, la tumba, y estalló una palabra.
El amor vuelve a nacer.
¡Fuera muros y murallas, los muros son de papel!

Una oración:

Dios Creador, te damos gracias por el regalo de vida. Qué siempre recordemos nuestro papel de administradores de tu creación, como hermanos y hermanas Nos arrepentimos del odio y del mal que hemos sembrado. Con las palabras de Francisco te decimos:

Alabado seas, mi Señor, por aquellos que perdonan por tu amor, y sufren enfermedad y tribulación; bienaventurados los que las sufran en paz.

Evangelii Gaudium – Francisco I

Todos somos discípulos misioneros

119. En todos los bautizados, desde el primero hasta el último, actúa la fuerza santificadora del Espíritu que impulsa a evangelizar. El Pueblo de Dios es santo por esta unción que lo hace infalible «in credendo». Esto significa que cuando cree no se equivoca, aunque no encuentre palabras para explicar su fe. El Espíritu lo guía en la verdad y lo conduce a la salvación[96]. Como parte de su misterio de amor hacia la humanidad, Dios dota a la totalidad de los fieles de un instinto de la fe —el sensus fidei que los ayuda a discernir lo que viene realmente de Dios. La presencia del Espíritu otorga a los cristianos una cierta connaturalidad con las realidades divinas y una sabiduría que los permite captarlas intuitivamente, aunque no tengan el instrumental adecuado para expresarlas con precisión.


[96] Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, sobre la Iglesia, 12.

Mujer, qué grande es tu fe, dice el Señor

1.- ¿JUSTICIA SIN DERECHO?- El hombre tiende de por sí a la anarquía. Sobre todo el hombre de hoy, sensibilizado especialmente en contra de cuanto pueda suponer un límite a su libertad, algo que le ate y le sujete. Por eso hay en algunos sectores de la sociedad una especie de fobia a cuanto signifique derecho, orden preconcebido.

Por otra parte, existe también un deseo vivo de justicia. Tanto que ha venido a ser uno de los «leit motiv» más usados en todos los campos, sea el político, el social, el cultural, o el religioso. Aunque menos, sigue estando de moda el hablar de justicia, hasta convertir el tema en algo manido y rutinario, en un tópico.

Es una evidente contradicción, una de esas extrañas paradojas que suelen darse en la vida de los hombres. Porque es evidente que para que haya justicia ha de existir un derecho que regule las relaciones de los hombres, una norma que encauce y señale las respectivas obligaciones y los correspondientes derechos. Sin una ley, los hombres, está clarísimo, se convierten en unos «sin ley».

Libertad, sí, pero para todos. Para los fuertes y para los débiles. Además, de qué sirve ser libres si, en el ejercicio de su libertad, los hombres se destruyen a sí mismos. Los hombres no son islas, no son piezas sueltas. Todos formamos un racimo, un engranaje, un conjunto de ruedas dentadas y engranadas. Por eso sólo servimos si estamos bien ensamblados los unos con los otros, bien ajustados.

Ajustados, que no es lo mismo que esclavizados. Uno no se puede sentir maniatado por el hecho de abrocharse el cinturón de seguridad al conducir, ni se puede pensar que uno está coartado por tener a lo largo del camino unas señales que limiten la velocidad o prevengan, simplemente, un determinado peligro… Somos libres, Dios nos quiere libres, Cristo nos ha liberado de la auténtica esclavitud, la del pecado, y nos ha transmitido la libertad de los hijos de Dios. Una libertad racional y no animal, una libertad que se conjuga perfectamente con la ley, con el derecho. Una libertad serena y responsable, que realiza el maravilloso prodigio de un orden de cosas en donde reina de verdad la justicia.

2.- TAMBIÉN LOS PERROS.- Esta es una de las pocas veces en que Jesús sale de los límites de Palestina. Con ello se iniciaba la evangelización de los gentiles, que más tarde llevarán a cabo los apóstoles, especialmente san Pablo. Tiro y Sidón estaban al norte de Galilea. Eran antiguas ciudades fenicias que se distinguían por la riqueza de su comercio marítimo. Hasta allí había llegado la fama de Jesucristo, como lo confirma el hecho de que una mujer de aquellas regiones acuda al Señor para rogarle por la curación de su hija enferma.

Pero Jesús parece no oírla siquiera. Los discípulos interceden para que la atienda. Y el Señor afirma entonces que sólo ha sido enviado para atender a las ovejas descarriadas de Israel. Ante esta respuesta los apóstoles no insisten, pero la mujer sí. Se acerca más aún a Jesús y, de rodillas, le implora que cure a su hija. La contestación de Cristo es dura, desconcertante y casi cruel: «No está bien echar a los perros el pan de los hijos». Pero ella no ceja en su empeño, en su humilde petición. No se molesta por las palabras hirientes de Cristo. También los perros, Señor, comen de las migajas que caen de la mesa. Su respuesta, tan llena de fe y humildad, acaba por desarmar al Señor, que con su actitud de repulsa estaba probando el amor y la fe de aquella sirofenicia.

Para que los elegidos de Israel aprendieran de aquella cananea el modo de pedir y de confiar, de insistir y de humillarse. «Mujer, qué grande es tu fe», le dice Jesús. Y el milagro se produjo. No fueron las migajas sobrantes y caídas al suelo lo que el Señor dio a la mujer aquella, sino el pan tierno y blanco de su amor y poder infinitos. Fue un hecho más de los que anunciaban que la salvación se extendería a todos los pueblos. Las fronteras no existirían para la difusión de la Palabra que, como semilla alada que el viento arrastra hasta los lugares más recónditos, se dejaría escuchar por todos los rincones del mundo, y así será por todos los siglos que dure la Historia.

Antonio García-Moreno

Jesús siempre escucha tu oración

Jesús siempre escucha nuestra oración y nos ama mucho. Como buen padre no siempre nos concede las cosas que le pedimos, ni como las quisiéramos porque busca lo mejor para nuestra alma.

Cuando Dios nos hace esperar, quiere probar qué tan grande es nuestra fe y nuestra confianza en Él; y quiere que le demostremos que, a pesar de todas las dificultades, le amamos, nos conceda o no lo que le pedimos.

La mujer de cananea era pagana y no pertenecía al pueblo judío. Jesús tenía la misión de predicar primero al pueblo judío, pero le concede lo que pide por su fe, demostrándonos que la salvación es para todos.

Si la cananea no hubiese tenido fe en el poder de Jesús y humildad, se hubiera ido enojada porque Jesús no la atendía. Sin embargo, tuvo confianza en la misericordia y el amor de Jesús. Se conformó con las migajas de su gracia y la ganó totalmente. Jesús sanó a su hija.

De la palabra a la vida

Al igual que el domingo pasado, en el que Pedro se atrevía a intentar caminar sobre las olas, también un evangelio tan diferente como es el de hoy es una invitación aprender a vivir en el misterio de Dios. Todo sucede a la luz de un diálogo amargo, extraño, entre Jesús y una mujer cananea que aparece a importunarle mientras recorre Tiro y Sidón. En ese diálogo resuenan las palabras de la primera lectura, de la profecía: “A los extranjeros los traeré a mi monte santo…” ahora el monte es el Señor, que atrae a la mujer extranjera sin necesidad de estar en Jerusalén. La encarnación del Verbo conlleva que el Señor a todos los ha hecho algo suyo, y ahora no son sólo los sacrificios y las ofrendas de Israel las que se elevan hasta Dios, sino todas aquellas que son presentadas con verdadera fe en el Hijo de Dios, el Verbo encarnado.

En la mujer extranjera y su diálogo con Jesús se desvela el plan de Dios, plan misterioso; y es que el deseo de Jesús sucede misteriosamente: su deseo de que se realice esa llamada a los de todos los pueblos que está profetizada en la encarnación se va a realizar a través de sus aparentes negativas, de su actitud esquiva. La reacción de Jesús a la petición de la mujer parece contradictoria: ¿no quiere cumplir la profecía? ¿no ha venido a revelar la salvación a todos? ¿a qué espera para aprovechar la situación con esta mujer cananea? En realidad, solamente quien persevera junto a Jesús en actitud de confianza, de reconocimiento de que “realmente es el Hijo de Dios”, que decía Pedro el domingo pasado, puede descubrir la intención profunda de Dios, su misterio de salvación. Jesús no quiere negar la salvación a nadie, pero su ofrenda de salvación sigue caminos misteriosos, incluso de aparente negación de la voluntad de Dios. ¿Cómo hacer cuando a la primera la respuesta es negativa? La mujer permanece en el misterio, reconociendo la divinidad del Señor, madurando en el corazón la acogida del don de salvación. El diálogo con Él va a ratificar su voluntad de que todos los pueblos alaben al Señor. También Tiro y Sidón van a contemplar el poder de Dios, también los cananeos van a beneficiarse del poder de Dios. Si estos pueblos también reciben “de la mesa del Señor”, si las migajas son para todos, no sólo para un pueblo sino para todos, nos encontramos entonces ante las primicias de la salvación para todos. “Algunos” ya han comenzado a recibir salvación: es el principio de “todos”. Por eso, sentarse a la mesa del Señor, recibir de su salvación, es ser “signo” de su voluntad de salvación de todos.

Así pues, cuando el Señor nos da de su alimento, nos convierte en un signo, pues nuestra comunión con Él, nuestra participación en la eucaristía y en los sacramentos, les dice a los otros a lo que están llamados: si yo comulgo, entonces tú estás llamado a comulgar también. Pero ese deseo de Dios se hace misteriosamente, como misterio de negación aparente, como Jesús con la mujer del evangelio de hoy: en la perseverancia se desvela su amor misericordioso, no su amor caprichoso, no su amor voluble, sino un amor fiel, que sabe lo que nos conviene y cómo nos conviene pedirlo y lucharlo. La liturgia de la Iglesia nos hace signo, signo que anima a otros a acercarse al Señor, igual que aquellos discípulos animaron a la mujer cananea a intentar acercarse y obtener la curación de su hija.

¿Me veo signo para los demás? ¿Explico a los que me ven lo que significo, que no es por mérito mío, sino por voluntad de Dios expresada en los profetas? Cuando en mí se cumple la profecía, en otros aparece el signo que yo soy, que es la Iglesia. La perseverancia y la fe son la que abren la puerta a no desanimarnos, sino a vivir en el misterio, donde todo tiene su momento, pero todo nos conduce a salvación.

Diego Figueroa

Fe y diálogo

Después de leer el evangelio de la mujer cananea y escuchar la alabanza de Jesús “Mujer ¡qué grande es tu fe!”, todos sentimos una interpelante llamada a examinar el nivel, compromiso y vivencia de nuestra fe cristiana. Porque la mujer cananca, pagana, al pedir la curación de su hija, se convierte en ejemplo y modelo de confianza en el Señor.

A todos conmueve la profundidad y constancia de la cananea, que manifiesta una creciente actitud y testimonio de fe en Jesús; primero le reconoce como Señor e Hijo de David, después le suplica compasión y pide socorro, para finalmente mendigar ser aceptada en “la casa del amo” corno un perrito que come las migajas que caen de la mesa.

Al conceder Jesús la curación de la hija de la mujer pagana, so afirma el gran principio revolucionario de que la salvación va no es resultado de la simple pertenencia a la raza de Abrahán, sino la capacidad ¿e creer en Jesús como el Señor. Viendo este comportamiento de Cristo y apoyados en él, los apóstoles se lanzan a la conquista del mundo pagano, dando la primacía de la salvación a la fe, como adhesión a Cristo, Palabra de salvación que Dios ha dicho en favor de todos los hombres.

Junto al tema de la fe, en este domingo sobresale el tema del diálogo con otras religiones. El mensaje cristiano es amor y respeto a todo hombre, no es elitista ni racista, está abierto a todos los valores de la humanidad, evitando los escollos del rigorismo integrista y del sincretismo indiferente.

El diálogo que provoca el mensaje cristiano supone paciencia y espera, reconociendo que los tiempos y los caminos de Dios a veces no son coincidentes con nosotros y nuestras impaciencias. Y es búsqueda amorosa y constante signo de humildad y de apertura interior, que permite reconocer a los otros como compañeros de viaje, si no es posible que sean compañeros de habitación.

Andrés Pardo

Comentario al evangelio – 17 de agosto

Todos estamos dispuestos a perdonar, seguro. Basta que la ofensa no haya sido de esas que duelen, de esas “imperdonables”. Por cierto ¿con qué frecuencia y en qué sentido utilizamos los cristianos el calificativo de “imperdonable”? Muchas veces en un sentido figurado, pero otras…

Decíamos que todos sabemos perdonar, y perdonamos, las faltas leves, o aquellas cometidas por alguien a quien de verdad queremos, y al que justificamos casi todo. Pero lo difícil es perdonar las otras faltas, las de otros que también nos ofenden y a los que no tenemos tanto aprecio.

Jesús enseña a sus discípulos que hay que perdonar. Y habla de perdonar al hermano, no de perdonar una falta u otra. El perdón se dirige al ofensor. Por eso no depende del tipo de falta, ni existe una graduación según la gravedad. No se puede perdonar más o menos. O sí, o no.

Y, puesto que hablamos de personas, el fundamento, la razón para perdonar está en ellos y ellas, en que son hijos e hijas de Dios. Y esa es la clave. Dios nos quiere a todos por igual y es capaz de perdonar por amor. Por eso nuestra tarea, el mandamiento principal, no es perdonar porque Dios perdona. Nuestra tarea es querer como Dios quiere. Y el perdón vendrá con ello.

No es cuestión de perdonar porque esté mandado. Ni para conseguir que luego me perdonen… Es cuestión de perdonar por amor. Y, como siempre, llegar a ello es tarea de toda la vida. Pero “de toda la vida” no significa que haya que conformarse con lo que somos ahora porque “ya iremos mejorando”; no es cuestión de vivir tranquilos pensando que “ya llegará el momento”. De toda la vida significa también desde el comienzo de la vida; es decir, que el mandato es que perdonemos ya desde ahora, desde hoy mismo, a todos y para siempre. Por supuesto, sólo lo conseguiremos contando con la ayuda de Dios.