II Vísperas – Domingo XX de Tiempo Ordinario

II VÍSPERAS
(Oración de la tarde)

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno: HACEDOR DE LA LUZ: TÚ QUE CREASTE

Hacedor de la luz: tú que creaste
la que brilla en los días de este suelo,
y que, mediante sus primeros rayos,
diste principio al universo entero.

Tú que nos ordenaste llamar día
al tiempo entre la aurora y el ocaso,
ahora que la noche se aproxima
oye nuestra oración y nuestro llanto.

Que cargados con todas nuestras culpas
no perdamos el don de la otra vida,
al no pensar en nada duradero
y al continuar pecando todavía.

Haz que, evitando todo lo dañoso
y a cubierto de todo lo perverso,
empujemos las puertas celestiales
y arrebatemos el eterno premio.

Escucha nuestra voz, piadoso Padre,
que junto con tu Hijo Jesucristo
y con el Santo Espíritu Paráclito,
reinas y reinarás en todo siglo. Amén.

SALMODIA

Ant 1. Yo mismo te engendré entre esplendores sagrados, antes de la aurora. Aleluya.

Salmo 109, 1-5. 7 – EL MESÍAS, REY Y SACERDOTE.

Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies.»

Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.

«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora.»

El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno
según el rito de Melquisedec.»

El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.

En su camino beberá del torrente,
por eso levantará la cabeza.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Yo mismo te engendré entre esplendores sagrados, antes de la aurora. Aleluya.

Ant 2. Dichosos los que tienen hambre y sed de ser justos, porque ellos serán saciados.

Salmo 111- FELICIDAD DEL JUSTO

Dichoso quien teme al Señor
y ama de corazón sus mandatos.
Su linaje será poderoso en la tierra,
la descendencia del justo será bendita.

En su casa habrá riquezas y abundancia,
su caridad es constante, sin falta.
En las tinieblas brilla como una luz
el que es justo, clemente y compasivo.

Dichoso el que se apiada y presta,
y administra rectamente sus asuntos.
El justo jamás vacilará,
su recuerdo será perpetuo.

No temerá las malas noticias,
su corazón está firme en el Señor.
Su corazón está seguro, sin temor,
hasta que vea derrotados a sus enemigos.

Reparte limosna a los pobres;
su caridad es constante, sin falta,
y alzará la frente con dignidad.

El malvado, al verlo, se irritará,
rechinará los dientes hasta consumirse.
La ambición del malvado fracasará.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Dichosos los que tienen hambre y sed de ser justos, porque ellos serán saciados.

Ant 3. Alabad al Señor, sus siervos todos, pequeños y grandes. Aleluya.

Cántico: LAS BODAS DEL CORDERO – Cf. Ap 19,1-2, 5-7

El cántico siguiente se dice con todos los Aleluya intercalados cuando el oficio es cantado. Cuando el Oficio se dice sin canto es suficiente decir el Aleluya sólo al principio y al final de cada estrofa.

Aleluya.
La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios
(R. Aleluya)
porque sus juicios son verdaderos y justos.
R. Aleluya, (aleluya).

Aleluya.
Alabad al Señor sus siervos todos.
(R. Aleluya)
Los que le teméis, pequeños y grandes.
R. Aleluya, (aleluya).

Aleluya.
Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo.
(R. Aleluya)
Alegrémonos y gocemos y démosle gracias.
R. Aleluya, (aleluya).

Aleluya.
Llegó la boda del cordero.
(R. Aleluya)
Su esposa se ha embellecido.
R. Aleluya, (aleluya).

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Alabad al Señor, sus siervos todos, pequeños y grandes. Aleluya.

LECTURA BREVE   Hb 12, 22-24

Vosotros os habéis acercado al monte de Sión, ciudad del Dios vivo, Jerusalén del cielo, a la asamblea de los innumerables ángeles, a la congregación de los primogénitos inscritos en el cielo, a Dios, juez de todos, a las almas de los justos que han llegado a su destino, al Mediador de la nueva alianza, Jesús, y a la aspersión purificadora de una sangre que habla mejor que la de Abel.

RESPONSORIO BREVE

V. Nuestro Señor es grande y poderoso.
R. Nuestro Señor es grande y poderoso.

V. Su sabiduría no tiene medida.
R. Nuestro Señor es grande y poderoso.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Nuestro Señor es grande y poderoso.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Mujer, grande es tu fe; que se cumpla lo que deseas.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Mujer, grande es tu fe; que se cumpla lo que deseas.

PRECES

Alegrándonos en el Señor, de quien vienen todos los dones, digámosle:

Escucha, Señor, nuestra oración.

Padre y Señor de todos, que enviaste a tu Hijo al mundo para que tu nombre fuese glorificado desde donde sale el sol hasta el ocaso,
fortalece el testimonio de tu Iglesia entre los pueblos.

Haz que seamos dóciles a la predicación de los apóstoles,
y sumisos a la fe verdadera.

Tú que amas la justicia,
haz justicia a los oprimidos.

Libera a los cautivos, abre los ojos al ciego,
endereza a los que ya se doblan, guarda a los peregrinos.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Haz que nuestros hermanos que duermen ya el sueño de la paz
lleguen, por tu Hijo, a la santa resurrección.

Unidos entre nosotros y con Jesucristo, y dispuestos a perdonarnos siempre unos a otros, dirijamos al Padre nuestra súplica confiada:

Padre nuestro…

ORACION

Oh Dios, que has preparado bienes invisibles para los que te aman, infunde el amor de tu nombre en nuestros corazones, para que, amándote en todo y sobre todas las cosas, consigamos tus promesas que superan todo deseo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

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¡Mujer, que grande es tu fe! (La cananea)

Después de los episodios de los domingos anteriores nos encontramos hoy con una mujer, la mujer cananea, que tiene una gran fe en Jesús y que consigue que le curen a su hija. Vamos a escuchar con atención el Evangelio de Mateo 15, 21-28, donde vemos cómo él narra la escena de la fe de una madre. Escuchemos:

Jesús salió y se retiró a la región de Tiro y Sidón. Entonces una mujer cananea, saliendo de uno de aquellos lugares, se puso a gritarle: “¡Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David! Mi hija tiene un demonio muy malo”. Él no le respondió nada. Entonces los discípulos se le acercaron a decirle: “Atiéndela, que viene detrás gritando”Él les contestó: “Solo he sido enviado a las ovejas descarriadas de Israel”. Ella se acercó y se postró ante él diciendo: “Señor, ayúdame”. Él le contestó: “No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos”. Pero ella repuso: Tienes razón, Señor; pero también los perritos se comen las migajas que caen de la mesa de los amos”Jesús le respondió: “Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas”. En aquel momento quedó curada su hija.

Mt 15, 21-28

Querido amigo, entramos en las circunstancias de Jesús. Jesús sale de Cafarnaún, atraviesa Galilea y se retira a la región costera de Tiro y de Sidón. Busca descanso para sus apóstoles, no lo encontraron en Betsaida, después de la multiplicación de los panes, después de venir de hacer tantos recorridos y milagros, y quiere la intimidad.

Al pasar por Tiro y por Sidón muchos le reconocieron. La noticia llega, se extiende y llega a oídos de una mujer. Mateo nos dice que era cananea y Marcos la llama pagana, sirofenisa. Era una mujer cananea por raza y pagana por religión. Así iban de camino Jesús y sus apóstoles, cuando una mujer les sigue gritando:

“¡Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David, mi hija tiene un demonio muy malo!”.

Todas estas enfermedades ella sabía que Jesús las curaba. No calla, pero Jesús de momento no responde nada, quiere probar su fe, quiere que desborde su fe y también quiere que veamos el desborde de su misericordia. Esta pobre mujer suplica cada vez más, in crescendo, con palabras y con gestos, quiere que le escuche. Los discípulos se molestan por la persistencia de esta mujer y le ruegan al Señor que la atienda y que le conceda lo que pide porque les está molestando. 

Pero Jesús contesta y explica: “Solo me han enviado a las ovejas descarriadas de  Israel y ahí no entrarás tú”, le dice a esta pobre mujer. 

Pero sigue la comitiva, llegan y esta pobre mujer entra con ellos, se echa a los pies y le dice: “¡Señor, socórreme!”. Habla así. Y Jesús, con una apariencia severa, dice: “Deja primero saciarse a los hijos, que no está bien el tomar el pan de los hijos y echárselo a los perrillos”. ¿Y quiénes son los hijos? Los privilegiados, los israelitas. ¿Y quiénes son los perrillos? Los paganos. Sin embargo ella no se desanima, su intuición de madre le hace ver que Jesús le va a conceder lo que ella le está pidiendo: “Tienes razón, Señor, pero también los perrillos se comen las migajas que caen de la mesa de sus amos”. El corazón de Jesús ya no puede más,
ya no puede resistirse más y alaba públicamente la fe admirable de esta mujer: “Mujer, ¡qué grande es tu fe! Que se cumpla lo que deseas”. Y en aquel momento su hija quedó curada.

Querido amigo, primer punto para este encuentro: la fe. La fe, que no conoce ni razas, ni colores, ni cultura y Jesús la acepta y la premia. Segundo, esta oración humilde de esta mujer: “¡Señor, socórreme!”. Cómo la súplica ablanda el corazón de Dios, cómo Jesús premia a esta mujer: “¡Qué grande es tu fe!”. Y aunque venía gritando, le dice: “¡Qué grande es tu fe!”. Los gritos desgarradores, las súplicas, Jesús, nunca las olvida, ¡nunca! Aprendamos de esta mujer, aprendamos la súplica. Y tú y yo, querido amigo, tenemos que gritarle a Jesús con expresiones que nos salgan del alma, con plegarias de una madre, pedirle la salud, pedirle la fuerza, pedirle que salgamos de la rutina. ¡Supliquémosle! Le pedimos confianza, sinceridad, todo lo que necesitamos dentro de nuestro corazón. Todos somos extranjeros y forasteros, pero Dios, pero Jesús no pasa de eso. Jesús es así, es bueno. ¡Qué lección tan grande!

Hoy nos preguntamos: ¿tenemos esta fe como esta mujer? ¿Suplicamos así a Jesús? ¿Tenemos esa fuerza de una madre? ¿Qué sería de nosotros sin Jesús, sin ti? ¿Qué seríamos? Y cómo Él se acerca a todos, se deja abordar, es compasivo y si ve que tenemos fe, atraviesa nuestro corazón y nos concede todo. Gritémosle también: “Señor, ¡ten compasión de mí! ¡Socórreme, socórreme!”. Hoy nos vamos a quedar con esta súplica y vamos a ser cananeos, vamos a ser mujer cananea y le vamos a pedir por todo: por la salud, por todo, todo lo que necesitemos. Y recibiremos esa expresión de Jesús: ¡Mujer, qué grande es tu fe!”. Una y otra vez repitamos: “¡Ten compasión de mí, mi hija tiene un demonio muy malo! ¡Ten compasión de mí porque mira lo que tengo, mira cómo estoy! ¡Ten compasión de mí!”. Así es en todas las circunstancias. Acudamos a Jesús, gritémosle y Él nos dirá: “Mujer, qué grande es tu fe, que se haga conforme a tu fe”.

Querido amigo, esta escena es maravillosa para contemplarla en silencio, para sentirnos así, pequeñitos, delante de Dios; para sentirnos así, pobres, necesitados. Tú y yo entraremos en la plegaria de una madre que siente el dolor y la enfermedad de su hija y sabe que Jesús la puede curar. Y entremos también en el corazón de Jesús que se enternece y que nos da las grandes lecciones de fe. Como la cananea, supliquémosle también a la Virgen que nos cure, que nos salve, que nos defienda. “Mujer, ¡qué grande es tu fe!”. “¡Socórreme, que soy un pobre pecador!”. Entremos en el encuentro, disfrutemos del contacto de Jesús con la cananea y sintamos la presencia de Jesús que cura todas nuestras necesidades, pero pidámosle fe. Es el encuentro de la fe. 
Querido amigo, no te lo pierdas…¡Que así sea!

Domingo XX de Tiempo Ordinario

Jesús se va hacia las fronteras de Israel. No queda claro si llega a salir del territorio de  Israel o sin tan sólo se acerca a la frontera, pero lo que sí es claro es que se aleja  patentemente de los lugares habituales.

Allí tiene lugar esta escena de la «mujer cananea». No se especifica a qué raza concreta  pertenecería la mujer, pero en cualquier caso los «cananeos» habían sido, a lo largo del AT,  los adversarios más inmediatos de Israel.

La escena presupone un hecho muy evidente en la vida de Jesús: él se siente enviado a  anunciar la Buena Noticia y a llamar al camino del Reino al pueblo de Israel, y no a pueblos  paganos. El mensaje de Jesús se dirige a Israel: quiere hacer de Israel el mensajero de la  novedad de Dios para los demás pueblos, pero él no tiene interés en ir más allá de las  fronteras israelitas. Será después de la resurrección, una vez se vea claro el rechazo de  Israel al Evangelio, cuando la primera Iglesia -con graves dificultades y tensiones- decidirá  romper las fronteras y desentenderse de los lazos originarios con el pueblo del AT. Jesús, por eso, no manifiesta interés por las súplicas de la extranjera. Y la rechaza con  una dureza que resulta difícil de entender en sus labios. Una dureza que, sin embargo,  desaparece inmediatamente ante la respuesta de la mujer, que es una mezcla de humildad,  fe e ingenio oriental: la mujer es capaz de pasar por lo que sea para obtener lo que desea,  la mujer cree profundamente que Jesús puede darle lo que ella espera, la mujer se toma la  frase de Jesús como una invitación a «jugar», a ver quién logra desarmar al contrincante. Jesús, al elogiar la fe de la mujer y curar a su hija, no teoriza sobre una posible misión a  los paganos, sino que simplemente muestra que, para él, la fe tiene una fuerza superior a  cualquier planteamiento o prejuicio: la fe salva siempre. Pero aunque Jesús no teoriza el  tema, este hecho de su vida fue luego aprovechado y resaltado como elemento a favor de  la apertura a los paganos, cuando esa cuestión se planteó conflictivamente en la iglesia  primitiva.

-La fe, fundamento de todo. Lo que más resalta en el evangelio de hoy es, como  decíamos, que para Jesús la fe es siempre algo más fuerte que cualquier otro  planteamiento previo. Allí donde hay fe, Jesús actúa. Y fe, aquí, significa convencimiento de  que Jesús es la vida y el camino, y confianza plena en él. Hoy somos invitados a examinar  si nuestra fe es verdadera y firme, si tenemos a Jesús presente en nuestras vidas, si nos  fiamos de él. Y a examinar, también, posibles pecados: que quizá confiamos demasiado en  otras cosas (sea nuestro dinero, o sean nuestras «buenas obras»), o que quizá negamos a  otros el derecho a «su» fe, que se expresará y se vivirá de modo distinto al nuestro. 

-Nuestro diálogo con Jesús. El dialogo de la cananea con Jesús es modélico. La mujer  tiene claro que lo que Jesús puede aportarle es fundamental para su vida, y pone en  marcha todos los registros a la vez: súplica, confianza, convencimiento, tozudez, incluso  una cierta adulación.

La mujer está decidida a no dejarlo escapar, y no lo dejará escapar. ¿Tiene esa  intensidad nuestro trato personal con Jesús? ¿Es tan deseado, tan convencido? Sin duda  tenemos que aprender de aquella pagana.

J. Lligadas

La fe que mueve montañas es capaz de mover el tiempo

«Entonces una mujer cananea, saliendo de uno de aquellos lugares, se puso a gritarles:  Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David».

También nosotros hemos iniciado esta Eucaristía casi con el mismo grito: Señor, ten  piedad», hemos dicho. Este grito, a la cananea, le salía del alma. No sé si también a  nosotros… Ya que a veces la rutina es capaz de vaciar de sentido incluso lo más sagrado!  El grito de la cananea era la gran plegaria de una madre que siente como propio -porque lo  es- el dolor de su hija.

Podíamos preguntarnos: nuestro «grito», tan parecido al suyo, por lo menos externamente,  ¿ha intentado expresar toda la realidad de nuestra vida? Y no una vida aislada sino  marcada y ensanchada por todas las otras vidas, empezando por las más próximas, las de  todos aquellos que conocemos y amamos. Sólo así la Eucaristía adquiere pleno sentido.  Sólo así puede llegar a ser un verdadero intercambio entre la gran riqueza del Señor y  nuestra gran pobreza.

«Señor ten piedad», «Kyrie eleison». He aquí una invocación que arranca del AT, pasa al  Nuevo y llena toda la liturgia de las iglesias cristianas. Ojalá fuera siempre una expresión  llena de sentido, una auténtica plegaria.

-«Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel» Sí, así era al principio. Sin  embargo, la fe, que mueve montañas, es capaz también de mover el tiempo. Y Jesús se lo  adelanta a ella, a la mujer cananea, porque su fe se lo merece; y también para empezar a  decir, ya con hechos, que la salvación no se reduce a un solo pueblo, sino que está abierta  a todos los pueblos, es universal. Este es -hoy- el núcleo central del mensaje de Jesús. Hagamos ahora un poco de memoria: el pasado domingo, la fe de Pedro se tambaleaba.  Se asustó ante la fuerza del viento que sacudía las olas. Tuvo miedo y se hundía. Y Jesús,  le riñó: «¡Qué poca fe!», le dijo. Hoy, una mujer forastera, mantiene con firmeza su fe  humilde. Ni tan siquiera el reproche del insulto más bajo, el de los perros, con el que se  pone a prueba su fe y su humildad, la hace tambalear. Y Jesús la elogia: «Mujer qué grande  es tu fe». ¡Cuántas veces, a todos, nos conviene recibir lecciones de la gente más  sencilla…!

-«Que se cumpla lo que deseas. En aquel momento quedó curada su hija» Cuando el  evangelista escribe este texto, su comunidad cristiana está llena de tensiones, de conflictos  -cada vez más graves- con el judaísmo. Por tanto es necesario recordarle su vocación a la  universalidad. El testimonio de la cananea es una exhortación a abrirse a los paganos; a  superar fronteras de la sinagoga. A la vez que muchos cristianos, ya entonces, procedentes  del paganismo, al leer esta página del evangelio, debían ver con emoción reflejada su  propia historia, en la historia de la cananea. La historia de la misma ruta o del mismo camino  hacia la fe.

Todos somos un poco cananeos, porque todos -siempre- somos un poco extranjeros. Y  también porque todos, como esa mujer llevamos dentro algo que nos preocupa. Algo de qué  hablar con Jesús.

Hagamos, pues, de cada Eucaristía una verdadera vivencia de fe. Celebrémosla gozosos y agradecidos, porque nosotros, a pesar de todo, no estamos  invitados a comer las migajas que caen de la mesa, sino que, bien sentados, estamos  invitados a compartir como hijos la mejor comida.

P. Gili Vivo

Evangelii Gaudium – Francisco I

La fuerza evangelizadora de la piedad popular

122. Del mismo modo, podemos pensar que los distintos pueblos en los que ha sido inculturado el Evangelio son sujetos colectivos activos, agentes de la evangelización. Esto es así porque cada pueblo es el creador de su cultura y el protagonista de su historia. La cultura es algo dinámico, que un pueblo recrea permanentemente, y cada generación le transmite a la siguiente un sistema de actitudes ante las distintas situaciones existenciales, que ésta debe reformular frente a sus propios desafíos. El ser humano «es al mismo tiempo hijo y padre de la cultura a la que pertenece»[97]. Cuando en un pueblo se ha inculturado el Evangelio, en su proceso de transmisión cultural también transmite la fe de maneras siempre nuevas; de aquí la importancia de la evangelización entendida como inculturación. Cada porción del Pueblo de Dios, al traducir en su vida el don de Dios según su genio propio, da testimonio de la fe recibida y la enriquece con nuevas expresiones que son elocuentes. Puede decirse que «el pueblo se evangeliza continuamente a sí mismo»[98]. Aquí toma importancia la piedad popular, verdadera expresión de la acción misionera espontánea del Pueblo de Dios. Se trata de una realidad en permanente desarrollo, donde el Espíritu Santo es el agente principal[99].


[97] Juan Pablo II, Carta enc. Fides et ratio (14 septiembre 1998), 71: AAS 91 (1999), 60.

[98] III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, Documento de Puebla (23 marzo 1979), 450; cf. V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, Documento de Aparecida (29 junio 2007), 264.

[99] Cf. Juan Pablo II, Exhort. ap. postsinodal Ecclesia in Asia (6 noviembre 1999), 21: AAS 92 (2000), 482-484.

Lectio Divina – 20 de agosto

Lectio: Domingo, 20 Agosto, 2017

Acoger a los excluidos
La mujer cananea ayuda a Jesús
a descubrir la voluntad del Padre

Mateo 15, 21-28

1. ORACIÓN INICIAL

Señor Jesús, envía tu Espíritu, para que Él nos ayude a leer la Biblia en el mismo modo con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús. Con la luz de la Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de Dios en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz , que parecía ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y resurrección.
Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren. Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús, podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo pedimos a Tí, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu. Amén.

2. LECTURA

a) Una clave de lectura:

En el texto de hoy Jesús encuentra a una mujer extranjera, cosa prohibida por la religión de aquel tiempo. Inicialmente Jesús no quería escucharla, pero la mujer insiste y obtiene lo que quería. Este texto ayuda a entender cómo Jesús hacía por conocer y poner en práctica la voluntad del Padre.

b) Una división del texto para ayudar a la lectura:

Mt 15, 21-22: El grito dolorido de la mujer
Mt 15, 23-24: El extraño silencio de Jesús y la reacción de los discípulos
Mt 15, 25-26: Nueva petición de la mujer y nuevo rechazo de Jesús
Mt 15, 27-28: Al tercer intento la mujer obtiene la curación de la hija

c) El texto:

21-22: Saliendo de allí Jesús se retiró hacia la región de Tiro y de Sidón. En esto, una mujer cananea, que había salido de aquel territorio, gritaba diciendo: «¡Ten piedad de mí, Señor, hijo de David! Mi hija está malamente endemoniada.»
23-24: Pero él no le respondió palabra. Sus discípulos, acercándose, le rogaban: «Despídela, que viene gritando detrás de nosotros.» Respondió él: «No he sido enviado más que a las ovejas perdidas de la casa de Israel.»
Mateo 15, 21-2825-26: Ella, no obstante, vino a postrarse ante él y le dijo: «¡Señor, socórreme!» Él respondió: «No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos.»
27-28: «Sí, Señor -repuso ella-, pero también los perritos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos.» Entonces Jesús le respondió: «Mujer, grande es tu fe; que te suceda como deseas.» Y desde aquel momento quedó curada su hija.

3. UN MOMENTO DE SILENCIO ORANTE

para que la Palabra de Dios pueda entrar en nosotros e iluminar nuestra vida.

4. ALGUNAS PREGUNTAS

para ayudarnos en la reflexión personal.

a) En este episodio ¿cuál es el punto que más ha llamado tu atención y cuál el que te ha gustado más?
b) Cuatro personajes aparecen en el texto: la mujer, la hija, los discípulos y Jesús. ¿Qué dice el texto sobre el comportamiento de cada uno?¿Con cuál de los cuatro te identificas más? ¿Por qué?
c) Jesús ha dicho que su misión no le permitía el quedarse a escuchar la petición de la mujer. Pero de pronto Él responde a la petición. ¿Cómo se explica este cambio repentino en el comportamiento de Jesús?
d) ¿De qué forma o manera la respuesta de la mujer sobre perrillos y migajas ha tenido influencia en Jesús?
e) ¿Por qué aquellas palabras revelan la grandeza de la fe de la mujer?
f) ¿Cómo las palabras de Jesús pueden ayudar a nuestra comunidad a tener una fe más profunda?

5. UNA CLAVE DE LECTURA

para aquéllos que quieran profundizar más en el tema.

a) El contexto en el cual Mateo conserva las Palabras de Jesús:

* El evangelio de Mateo, escrito alrededor del año 85 después de Cristo, está dirigido a una comunidad de judíos piadosos y observantes, convertidos a la fe de Jesús. Imitando el ejemplo de Jesús, ellos continuaron viviendo según la tradición del pueblo judaico, observando en todo la ley de Moisés. Pero ahora, en los años ochenta, se encuentran en una encrucijada. Después de la destrucción de Jerusalén ( 70 d.C.), los fariseos, sus hermanos de raza, habían comenzado a reorganizar el judaísmo y, en nombre de la fidelidad a la misma ley de Moisés, trataban de bloquear la difusión cada vez más fuerte del cristianismo. Llegaron al punto de expulsarlos de la sinagoga. Esta hostilidad no prevista hizo entrar en una crisis profunda de identidad a la comunidad de los judíos cristianos. Puesto que, tanto los fariseos como los cristianos afirmaban ser fieles a la ley de Dios. ¿Cuál de los dos estaban en la verdad? ¿Con quién estaba Dios? ¿La herencia del pueblo hebreo a quién pertenecía: a la sinagoga o a la ecclesia?

* Precisamente para animar a este grupo de judíos cristianos, Mateo escribe su evangelio. Escribe para confirmarlos en la fe, demostrando que Jesús, de hecho, es el Mesías, en el cual culmina toda la historia del Antiguo Testamento. Escribe para consolarlos en medio de tanta hostilidad, ayudándoles a superar el trauma de la rotura con los hermanos. Escribe para llamarlos a una nueva práctica de vida, mostrando cómo deben hacer para llegar a una nueva justicia, mejor que la justicia de los fariseos.

b) Comentario de las Palabras de Jesús, conservadas por Mateo:

Mateo 15, 21: Jesús se aleja del territorio judaico.
En la discusión sobre qué cosas eran puras y qué cosas impuras, Jesús había enseñado lo contrario de la tradición de los antiguos, declarando puro todos los alimentos y había ayudado al pueblo y a los discípulos a salir de la prisión de las leyes de la pureza (Ma 15, 1-20). Ahora, en este episodio de la mujer cananea, se aleja de la Galilea, sobrepasa las fronteras del territorio nacional y acoge a una mujer extranjera que no pertenecía al pueblo y con la cual estaba prohibido hablar. El evangelio de Marcos informa que Jesús no quería ser reconocido. Quería permanecer de incógnito. Pero por lo que se ve, su fama ya lo había precedido (Mc 7,24). El pueblo llega a saberlo y una mujer empieza a hacer una petición a Jesús.

Mateo 15, 22: El grito angustiado de la mujer.
La mujer era de otra raza y de otra religión. Ella comienza a suplicar por la curación de su hija que estaba poseída de un espíritu inmundo. Los paganos no tenían problema en recorrer a Jesús. Los judíos al contrario tenían problemas de convivencia con los paganos. A ellos les estaba prohibido entrar en contacto con una persona de otra religión o raza.

Mateo 15, 23-24: El extraño silencio de Jesús y la reacción de los discípulos.
La mujer grita, pero Jesús no responde. ¡Extraña conducta! Porque la certeza de la que está llena la Biblia en su totalidad es que Dios siempre escucha el grito de pueblo oprimido. Pero aquí Jesús no escucha. No quiere escuchar ¿Por qué? Hasta los discípulos se sorprenden por el comportamiento de Jesús y le piden que preste atención a la mujer. Ellos quieren librarse de aquel griterío: «Despídela, pues viene gritando detrás de nosotros». Jesús explica su silencio: «No he sido enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel». El silencio está en relación con la conciencia que Jesús tiene de su misión y con la fidelidad a la ley de Dios. La forma pasiva indica que el sujeto de la acción del verbo es el Padre. Es como si dijera: «El Padre no quiere que yo oiga a esta mujer, porque Él me ha enviado solamente a las ovejas perdidas de Israel». Por el mismo motivo, en la época en la cuál Mateo escribía su evangelio, los fariseos decían: «¡No podemos entrar en contacto con los paganos!

Mateo 15, 25-26: Nueva petición de la mujer y nuevo rechazo de Jesús.
La mujer no se preocupa del rechazo de Jesús: El amor de madre por la hija enferma no se preocupa de las normas religiosas, ni de las reacciones de los demás, sino que busca la curación allá donde su intuición le hace ver una solución: esto es, ¡en Jesús! Ella se pone más cerca y arrojándose a los pies de Jesús, comienza a suplicar: «¡Señor, ayúdame! Fiel a las normas de su religión, Jesús responde con una palabra y dice que no conviene tomar el pan de los hijos y darlos a los perrillos. La comparación está tomada de la vida familiar. Niños y perros son numerosos en las casas de los pobres aún hoy. Jesús dice que ninguna madre quita el pan de la boca a los propios hijos para darlos a los perrillos. En el caso concreto, los hijos serían el pueblo judaico y los perrillos los paganos. ¡Caso cerrado! Obediente al Padre, fiel a su misión, Jesús sigue su camino y ¡no atiende la petición de la mujer!

Mateo 15,27-28: El tercer intento de la mujer obtiene la curación de la hija.
La mujer no se da por vencida. Está de acuerdo con Jesús, pero alarga la comparación y lo aplica a su caso: «Cierto, Señor, pero también los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos». Ella lanza sencillamente la conclusión de aquella imagen, mostrando que en casa del pobre ( y por tanto también en la casa de Jesús) los perrillos comen las migajas que caen de la mesa de los niños. Muy probablemente, Jesús mismo, cuando era pequeño, habría dado pedazos de pan a los perritos que giraban bajo la mesa donde el comía junto a sus padres. Y en «la casa de Jesús» o sea, en la comunidad cristiana del tiempo de Mateo, al final del primer siglo, había más de «doce canastas llenas» (Mt 14,20) para «los perrillos», o sea, ¡para los paganos!
La reacción de Jesús es inmediata: «¡Oh mujer, grande es tu fe!La mujer obtiene lo que pedía. A partir de aquel instante su hija quedó curada. Si Jesús respondió es porque comprendió que el Padre quería que Él acogiese la petición de la mujer. El encuentro con la mujer cananea le hace salir de la prisión de su raza y abrirse a toda la humanidad. Esto significa que Jesús descubría la voluntad del Padre oyendo las reacciones de las personas. La conducta de aquella mujer pagana abre un nuevo horizonte en la vida de Jesús y lo ayudó a dar un paso importante en el cumplimiento del proyecto del Padre. El don de la vida y de la salvación es para todos los que buscan la vida y se esfuerzan en liberarse de las cadenas que aprisionan la energía vital. Este episodio nos ayuda a percibir algo del misterio que rodeaba la persona de Jesús, cómo estaba en comunión con su Padre y cómo descubría la voluntad de Padre en los acontecimientos de la vida.

6. SALMO 6

Unámonos al grito de todas las madres en favor de sus hijos e hijas

Yahvé, no me corrijas con tu cólera,
no me castigues con tu furor.
Piedad, Yahvé, que estoy baldado,
cura, Yahvé, mis huesos sin fuerza.
Me encuentro del todo abatido.
Y tú, Yahvé, ¿hasta cuándo?
Vuélvete, Yahvé, restablece mi vida,
ponme a salvo por tu misericordia.
Que después de morir nadie te recuerda,
y en el Seol ¿quién te alabará?
Estoy extenuado de gemir,
baño mi lecho cada noche,
inundo de lágrimas mi cama;
mis ojos se consumen de rabia.
La insolencia define a mis opresores,
¡apartaos de mí, malhechores!
Que Yahvé ha escuchado mi llanto;
Yahvé ha escuchado mi súplica,
Yahvé acepta mi oración.
¡Queden corridos, confusos mis enemigos,
retrocedan de inmediato, cubiertos de vergüenza!

7. ORACIÓN FINAL

Señor Jesús, te damos gracia por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la voluntad del Padre. Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos comunique la fuerza para seguir lo que Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros como María, tu Madre, podamos no sólo escuchar, sino también poner en práctica la Palabra. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos. Amén.

Vacaciones en el extranjero

1.- Existían en tiempos de Jesús naciones soberanas y ciudades estado. Se reconocían las fronteras, pero desconocemos como se efectuaban los controles de paso, ni siquiera sabemos si existían. Salió el Señor de tierras Galileas y se fue hacia el norte. Tiro y Sidón serían algo así como la actual Andorra, San Marino o Singapur.

2.- ¿Con qué finalidad se desplazó? Lo ignoramos. ¿Fue de incognito? De ninguna manera. Esta mujer extrajera, que residía en país extranjero, pura plebe sin categoría, ni cultura, lo reconoce, sabe descubrir lo importante que es y el Señor no se oculta, ni de ella, ni de nadie. Grita ella sin avergonzarse, reconociendo la confianza que le merece. Él le da fuerzas. Simula que no la escucha, pero la cananea insiste. Le recuerda Él a ella, que tanto suplica, que su misión primera se limita a los pobres de Israel. No se inquieta ella y apremia de nuevo.

3.- Alrededor de la mesa se mueven los perritos pedigüeños que siempre alcanzan algo. Ella se reconoce a su lado como uno de ellos. Ha ganado el corazón del Señor. Deseaba que su hija fuese curada y recibe mucho más. Salud para la enferma y elogio de la Fe que tiene la madre intercesora. Ahora desearía yo que cada uno de vosotros, mis queridos jóvenes lectores, se examinara .y preguntase ¿os sentís próximos o lejanos de la mentalidad de esta mujer?

 4.- Cambio de tercio y voy al texto de Pablo. Estamos todos inclinados a reconocer o crear bandos rivales. Sea por la diferencia de idioma, por clase social, procedencia, o el color de la piel. Y establecemos siempre comparaciones. Cuesta identificarse simplemente como humanos. El Apóstol no es ajeno a ello. Tiene presente el mundo gentil, que ocupa como propio la ciudad de Roma. Y el judío, heredero de las promesas hechas a Abraham. Se siente de uno y otro. Por su origen es hebreo, políticamente goza de los privilegios propios de la ciudadanía romana. Ha estudiado a los pies de un gran maestro judío y no es ajeno a la cultura clásica.

 5.- Esta rivalidad, que no quiere sea hostilidad, desea sirva para el progreso de todos. El pueblo hebreo, por su origen, es la preferencia de sus afanes apostólicos. Hacia el gentil, por vocación, especialmente escogido. Puede un pueblo alejarse de Dios y más tarde por su bondad, obtener su misericordia. Puede un gentil estar alejado y reincorporarse viendo la bondad de su vecinos.

 6.- Nadie debe desentenderse de los planes de Dios. Todos quiere el Maestro que sean, se sientan, obren, como misioneros. También lo quiere de nosotros. La bondad de Dios es universal, no excluye a nadie. ¿Es esta vuestra actitud, mis queridos jóvenes lectores?

Pedrojosé Ynaraja

No hay que confundir

Un fenómeno creciente entre los habitantes de poblaciones que reciben gran afluencia de turistas es lo que se ha dado en llamar “turistofobia”. Las aglomeraciones, mal comportamiento, borracheras y abusos por parte de algunos turistas provocan que resulte difícil e incluso desagradable desarrollar la vida cotidiana por parte de los vecinos de esas poblaciones. Esto hace que surja un fuerte rechazo hacia “todos” los turistas, como si “todos” fueran los causantes de esos problemas. Y esta “turistofobia”, llevada al extremo, puede convertirse en caldo de cultivo para la aparición de la xenofobia, es decir, el rechazo y la aversión exagerada a los extranjeros.

Teniendo presente que es cierto que en determinadas zonas turísticas se sufren muchos problemas y abusos que deben ser rechazados y denunciados, para evitar caer en los extremos de la “turistofobia” o la xenofobia es necesario aprender a distinguir entre los actos censurables y las personas que los cometen, puesto que esos actos pueden ser cometidos, y de hecho lo son, por cualquier persona, sea extranjera o nativa. Y si la necesidad de hacer esta distinción es válida para todo ser humano, para quienes nos llamamos cristianos debe ser un imperativo a seguir.

Así nos lo ha mostrado la Palabra de Dios en este domingo, en donde vemos cómo para Dios, y por tanto para nosotros, la distinción entre “extranjero” y “nativo” es algo secundario, como hemos escuchado en la 1ª lectura: A los extranjeros que se han dado al Señor, para servirlo, para amar el nombre del Señor y ser sus servidores… Nadie es rechazado por su raza, cultura o nacionalidad; lo importante es amar y servir al Señor, y guardar sus mandamientos.

Más aún, esos que consideramos “extranjeros” pueden darnos, en un momento dado, una verdadera lección de fe, como la mujer cananea en el Evangelio, que en principio podría parecer que sufre un rechazo “xenófobo” por parte de Jesús (Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel), incluso insultante (No está bien echar a los perros el pan de los hijos), pero que en realidad lo que Jesús está haciendo es provocar en ella la respuesta de fe para que sirva de modelo a sus discípulos: Mujer, qué grande es tu fe.

De ahí que san Pablo, el “apóstol de los gentiles”, en la 2ª lectura, exprese este deseo: A vosotros, gentiles os digo… habéis obtenido misericordia. Así también ellos… con ocasión de la misericordia obtenida por vosotros, alcanzarán misericordia. Pablo quisiera que el modo en que los gentiles (los paganos, los “extranjeros”) han acogido la fe en Cristo sea un estímulo para los judíos. Éstos, que se consideraban los destinatarios “oficiales” y únicos de las promesas de Dios, han rechazado a Cristo, y por eso Pablo desea que “los de su raza”, como él mismo dice, por el testimonio de fe de los gentiles se reintegren al nuevo Pueblo de Dios, abierto a judíos y gentiles, porque los dones y la llamada de Dios son irrevocables.

¿Padezco “turistofobia”, o sé distinguir entre actos censurables y las personas que los cometen? ¿Detecto algún síntoma de xenofobia, tiendo a desconfiar de quienes considero extranjeros? ¿En mi comunidad parroquial, Equipo de Vida, Asociación… hay alguna persona extranjera? ¿Hay una relación normal, o cuesta la integración? ¿Qué semejanzas y diferencias observo en el modo de vivir la misma fe? ¿Hay alguna característica suya que me gustaría incorporar a mi espiritualidad?

Lamentablemente se dan muchos brotes no sólo de “turistofobia”, sino de xenofobia, unas veces de manera más directa y otras con pequeñas actitudes, gestos… Para nosotros, como indicó san Pablo en la misma carta a los Romanos, no hay distinción entre judío y griego, porque uno mismo es el Señor de todos, generoso con todos los que lo invocan… (Rm 10, 12). Que nuestras comunidades parroquiales, Equipos de Vida, Asociaciones y Movimientos reflejen esta verdad de fe y así seamos testimonio vivo de que sabemos distinguir entre personas y actos, y que las diferencias de raza, condición, cultura y nacionalidad no son un obstáculo, sino un enriquecimiento mutuo, para vivir la misma fe en Cristo Resucitado y, por Él, seamos constructores de una sociedad sin rechazos ni exclusiones.

Jesús es de todos

Una mujer pagana toma la iniciativa de acudir a Jesús, aunque no pertenece al pueblo judío. Es una madre angustiada que vive sufriendo con una hija «maltratada por un demonio». Sale al encuentro de Jesús dando gritos: «Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David».

La primera reacción de Jesús es inesperada. Ni siquiera se detiene para escucharla. Todavía no ha llegado la hora de llevar la Buena Noticia de Dios a los paganos. Como la mujer insiste, Jesús justifica su actuación: «Dios me ha enviado solo a las ovejas perdidas del pueblo de Israel».

La mujer no se echa atrás. Superará todas las dificultades y resistencias. En un gesto audaz se postra ante Jesús, detiene su marcha y, de rodillas, con un corazón humilde, pero firme, le dirige un solo grito: «Señor, socórreme».

La respuesta de Jesús es insólita. Aunque en esa época los judíos llamaban con toda naturalidad «perros» a los paganos, sus palabras resultan ofensivas a nuestros oídos: «No está bien echar a los perrillos el pan de los hijos». Retomando su imagen de manera inteligente, la mujer se atreve desde el suelo a corregir a Jesús: «Eso es cierto, Señor, pero también los perrillos comen las migajas que caen de la mesa de los amos».

Su fe es admirable. Seguro que en la mesa del Padre se pueden alimentar todos: los hijos de Israel y también los «perros» paganos. Jesús parece pensar solo en las «ovejas perdidas» de Israel, pero también ella es una «oveja perdida». El Enviado de Dios no puede ser solo de los judíos. Ha de ser de todos y para todos.

Jesús se rinde ante la fe de la mujer. Su respuesta nos revela su humildad y su grandeza: «Mujer, ¡qué grande es tu fe!, que se cumpla como deseas». Esta mujer está descubriendo a Jesús que la misericordia de Dios no excluye a nadie. El Padre bueno está por encima de las barreras étnicas y religiosas que trazamos los humanos.

Jesús reconoce a la mujer como creyente, aunque vive en una religión pagana. Incluso encuentra en ella una «fe grande», no la fe pequeña de sus discípulos, a los que recrimina más de una vez como «hombres de poca fe». Cualquier ser humano puede acudir a Jesús con confianza. Él sabe reconocer su fe, aunque viva fuera de la Iglesia. Todos podrán encontrar en él un Amigo y un Maestro de vida.

Los cristianos hemos de alegrarnos de que Jesús siga atrayendo hoy a tantas personas que viven fuera de la Iglesia. Jesús es más grande que todas nuestras instituciones. Él sigue haciendo mucho bien, incluso a aquellos que se han alejado de nuestras comunidades cristianas.

José Antonio Pagola

Comentario al evangelio – 20 de agosto

Una mesa redonda como el mundo
 
      La llegada a un país extranjero supone siempre grandes dificultades. Los que han tenido que emigrar, lo saben bien. El que llega desconoce generalmente la lengua, los usos y costumbres de la nueva nación. La comunicación se hace muy difícil. Además, en muchas ocasiones, los que viven en el país tienden a mirar al extranjero con desconfianza. Piensan que el recién llegado les viene a quitar lo que es suyo: puestos de trabajo, atenciones sociales, etc. Ven al extranjero, al inmigrante como una amenaza. Por ello, algunos piensan que se les deben negar hasta los más mínimos derechos. Incluso hay quien llega a decir que habría que cerrar las fronteras para que nadie pueda entrar.
      Jesús era judío. Vivió toda su vida en Judea y entre judíos. Pero el evangelio de hoy nos relata su encuentro con una extranjera. Los cananeos no sólo eran extranjeros. Eran gente odiada y menospreciada por los judíos. Además, Jesús pensaba que su misión se dirigía fundamentalmente a los judíos. No había ninguna razón para hacer nada por una cananea. Ella insiste e insiste. Tiene a su hija muy enferma. Jesús comprende su necesidad pero responde que Él ha sido enviado a los judíos. Pero la mujer sigue insistiendo: “Hasta los perros comen las migajas de la mesa de sus amos”. Se sitúa en una posición de total humildad y confianza. Y Jesús no puede hacer otra cosa que atender la petición de la mujer. El mismo Jesús tuvo que aceptar que su misión rompía los límites de las fronteras, razas, culturas y religiones. El amor de Dios se dirige a toda la humanidad sin excepción. No hay nadie despreciable para Dios. Todos están llamados a sentarse a su mesa. Y no como perros sino como hijos.
      Abrir las fronteras, abrir los corazones, y no despreciar a nadie por ser diferente es la gran lección del evangelio de este domingo. Ante Dios no hay nadie diferente. Todos estamos necesitados de salvación, de perdón, de reconciliación. Todos somos hijos e hijas. Y Dios nos sienta a su mesa, como hijos que somos, porque en ella hay sitio para todos. Reconocer a las personas que, cerca de nosotros y de muchas maneras diferentes, gritan como la cananea: “Ten compasión de mí”, acogerlas y sentir con ellas, compartiendo lo que somos y tenemos, es nuestra misión como discípulos de Jesús. Así vamos preparando ya ahora el gran banquete del Reino al que Dios ha invitado a toda la humanidad.
 
Para la reflexión
¿Nos preocupan los dolores y problemas de los que viven cerca de nosotros? ¿Y los problemas de la sociedad? ¿Qué hacemos para acoger y ayudar en esas necesidades? ¿Nos sentimos hermanos de todos los hombres y mujeres?
Fernando Torres