Vísperas – Lunes XX de Tiempo Ordinario

SAN PIO X, papa. (MEMORIA)

VÍSPERAS
(Oración de la tarde)

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno: CANTEMOS AL SEÑOR CON ALEGRÍA.

Cantemos al Señor con alegría,
unidos a la voz del pastor santo;
demos gracias a Dios, que es luz y guía,
solícito pastor de su rebaño.

Es su voz y su amor el que nos llama
en la voz del pastor que él ha elegido,
es su amor infinito el que nos ama
en la entrega y amor de este otro cristo.

Conociendo en la fe su fiel presencia,
hambrientos de verdad y luz divina,
sigamos al pastor que es providencia
de pastos abundantes que son vida.

Apacienta, Señor, guarda a tus hijos,
manda siempre a tu mies trabajadores;
cada aurora, a la puerta del aprisco,
nos aguarde el amor de tus pastores. Amén.

SALMODIA

Ant 1. Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia.

Salmo 135 I – HIMNO A DIOS POR LAS MARAVILLAS DE LA CREACIÓN Y DEL ÉXODO.

Dad gracias al Señor porque es bueno:
porque es eterna su misericordia.

Dad gracias al Dios de los dioses:
porque es eterna su misericordia.

Dad gracias al Señor de los señores:
porque es eterna su misericordia.

Sólo él hizo grandes maravillas:
porque es eterna su misericordia.

Él hizo sabiamente los cielos:
porque es eterna su misericordia.

El afianzó sobre las aguas la tierra:
porque es eterna su misericordia.

Él hizo lumbreras gigantes:
porque es eterna su misericordia.

El sol que gobierna el día:
porque es eterna su misericordia.

La luna que gobierna la noche:
porque es eterna su misericordia.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia.

Ant 2. Grandes y maravillosas son tus obras, Señor, Dios omnipotente.

Salmo 135 II

El hirió a Egipto en sus primogénitos:
porque es eterna su misericordia.

Y sacó a Israel de aquel país:
porque es eterna su misericordia.

Con mano poderosa, con brazo extendido:
porque es eterna su misericordia.

Él dividió en dos partes el mar Rojo:
porque es eterna su misericordia.

Y condujo por en medio a Israel:
porque es eterna su misericordia.

Arrojó en el mar Rojo al Faraón:
porque es eterna su misericordia.

Guió por el desierto a su pueblo:
porque es eterna su misericordia.

Él hirió a reyes famosos:
porque es eterna su misericordia.

Dio muerte a reyes poderosos:
porque es eterna su misericordia.

A Sijón, rey de los amorreos:
porque es eterna su misericordia.

Y a Hog, rey de Basán:
porque es eterna su misericordia.

Les dio su tierra en heredad:
porque es eterna su misericordia.

En heredad a Israel, su siervo:
porque es eterna su misericordia.

En nuestra humillación se acordó de nosotros:
porque es eterna su misericordia.

Y nos libró de nuestros opresores:
porque es eterna su misericordia.

Él da alimento a todo viviente:
porque es eterna su misericordia.

Dad gracias al Dios del cielo:
porque es eterna su misericordia.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Grandes y maravillosas son tus obras, Señor, Dios omnipotente.

Ant 3. Dios proyectó hacer que todas las cosas tuviesen a Cristo por cabeza, cuando llegase el momento culminante.

Cántico: EL PLAN DIVINO DE SALVACIÓN – Ef 1, 3-10

Bendito sea Dios,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en la persona de Cristo
con toda clase de bienes espirituales y celestiales.

El nos eligió en la persona de Cristo,
antes de crear el mundo,
para que fuésemos consagrados
e irreprochables ante él por el amor.

Él nos ha destinado en la persona de Cristo,
por pura iniciativa suya,
a ser sus hijos,
para que la gloria de su gracia,
que tan generosamente nos ha concedido
en su querido Hijo,
redunde en alabanza suya.

Por este Hijo, por su sangre,
hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia
ha sido un derroche para con nosotros,
dándonos a conocer el misterio de su voluntad.

Éste es el plan
que había proyectado realizar por Cristo
cuando llegase el momento culminante:
hacer que todas las cosas tuviesen a Cristo por cabeza,
las del cielo y las de la tierra.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Dios proyectó hacer que todas las cosas tuviesen a Cristo por cabeza, cuando llegase el momento culminante.

LECTURA BREVE   1Pe 5, 1-4

A los presbíteros en esa comunidad, yo, presbítero como ellos, testigo de los sufrimientos de Cristo y partícipe de la gloria que va a descubrirse, os exhorto: Sed pastores del rebaño de Dios a vuestro cargo, gobernándolo, no a la fuerza, sino de buena gana, como Dios quiere, no por sórdida ganancia, sino con generosidad, no como dominadores sobre la heredad de Dios, sino convirtiéndoos en modelos del rebaño. Y, cuando aparezca el supremo Pastor, recibiréis la corona de gloria que no se marchita.

RESPONSORIO BREVE

V. Éste es el que ama a sus hermanos, el que ora mucho por su pueblo.
R. Éste es el que ama a sus hermanos, el que ora mucho por su pueblo.

V. El que entregó su vida por sus hermanos.
R. El que ora mucho por su pueblo.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Éste es el que ama a sus hermanos, el que ora mucho por su pueblo.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Éste es el administrador fiel y prudente, a quien su señor ha puesto al frente de su servidumbre para que les reparta la ración a sus horas.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Éste es el administrador fiel y prudente, a quien su señor ha puesto al frente de su servidumbre para que les reparta la ración a sus horas.

PRECES

Glorifiquemos a Cristo, constituido pontífice en favor de los hombres en lo que se refiere a Dios, y supliquémosle humildemente diciendo:

Salva a tu pueblo, Señor.

Tú que por medio de pastores santos y eximios has glorificado a tu Iglesia,
haz que todos los cristianos resplandezcan por su virtud.

Tú que por la oración de los santos pastores, que a semejanza de Moisés oraban por el pueblo, perdonaste los pecados de tus fieles,
purifica y santifica también ahora a la santa Iglesia por la intercesión de los santos.

Tú que de entre los fieles elegiste a los santos pastores y, por tu Espíritu, los consagraste como ministros en bien de sus hermanos,
llena también de tu Espíritu a todos los pastores del pueblo de Dios.

Tú que fuiste la heredad de los santos pastores,
no permitas que ninguno de los que fueron adquiridos por tu sangre viva alejado de ti.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Tú que por medio de los pastores de la Iglesia das la vida eterna a tus ovejas para que nadie las arrebate de tu mano,
salva a los difuntos, por quienes entregaste tu vida.

Digamos juntos la oración que Cristo nos enseñó como modelo de toda oración:

Padre nuestro…

ORACION

Dios todopoderoso y eterno, que, para defender la fe católica e instaurar todas las cosas en Cristo, colmaste al papa san Pío décimo de sabiduría divina y de fortaleza apostólica, concédenos que, dóciles a sus instrucciones y ejemplos, consigamos la recompensa eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

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Lectio Divina – 21 de agosto

Lectio: Lunes, 21 Agosto, 2017

Tiempo Ordinario

1) Oración inicial

¡Oh Dios!, que has preparado bienes inefables para los que te aman; infunde tu amor en nuestros corazones, para que, amándote en todo y sobre todas las cosas, consigamos alcanzar tus promesas, que superan todo deseo. Por nuestro Señor.

2) Lectura del Evangelio

Del Evangelio según Mateo 19,16-22
En esto se le acercó uno y le dijo: «Maestro, ¿qué he de hacer de bueno para conseguir vida eterna?» Él le dijo: «¿Por qué me preguntas acerca de lo bueno? Uno solo es el Bueno. Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos.» «¿Cuáles?» -le dice él. Y Jesús dijo: «No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo.» Dícele el joven: «Todo eso lo he guardado; ¿qué más me falta?» Jesús le dijo: «Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; luego sígueme.» Al oír estas palabras, el joven se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes.

3) Reflexión

• El evangelio de hoy nos narra la historia del joven que pregunta por el camino de la vida eterna. Jesús le indica el camino de la pobreza. El joven no acepta la propuesta de Jesús, pues era muy rico. Una persona rica está protegida por la seguridad que la riqueza le da. Tiene dificultad en abrir la mano de su seguridad. Agarrada a las ventajas de sus bienes, vive preocupada en defender sus propios intereses. Una persona pobre no tiene esta preocupación. Pero hay pobres con mentalidad de ricos. Muchas veces, el deseo de riqueza crea en ellos una enorme dependencia y hace que el pobre sea esclavo del consumismo, pues queda teniendo deudas por todos los lados. Y no tiene más tiempo para dedicarse al servicio del prójimo.
• Mateo 19,16-19: Los mandamientos y la vida eterna. Alguien llega cerca de Jesús y le pregunta: «Maestro, ¿qué tengo que hacer para poseer la vida eterna?» Algunos manuscritos informan que se trataba de un joven. Jesús responde bruscamente: «¿Por qué me preguntas acerca de lo bueno? Uno solo es el Bueno.” Enseguida responde a la pregunta y dice: “Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos». El joven reacciona y pregunta: “¿Cuáles mandamientos?” Jesús tiene la bondad de enumerar los mandamientos que el joven tenía que conocer: «No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo.” Es muy significativa la respuesta de Jesús. El joven había preguntado por la vida eterna. ¡Quería la vida junto a Dios! Pero Jesús sólo recordó los mandamientos que hablan respecto de la vida junto al prójimo! ¡No menciona los tres primeros mandamientos que definen nuestra relación con Dios! Para Jesús, sólo conseguiremos estar bien con Dios, si sabremos estar bien con el prójimo. De nada adelanta engañar. La puerta para llegar hasta Dios es el prójimo.
En Marcos, la pregunta del joven es diferente: «Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?» Jesús responde: «¿Por qué me llamas bueno? Solo Dios, es bueno y nadie más”(Mc 10,17-18). Jesús desvía la atención de si mismo hacia Dios, pues lo que importa es hacer la voluntad de Dios, revelar el Proyecto del Padre.
• Mateo 19,20: Observar los mandamientos, ¿para qué sirve? El joven respondió: «Todo eso lo he guardado. ¿Qué más me falta?»Lo que sigue, es algo curioso. El joven quería conocer el camino que le llevara a la vida eterna. Ahora, el camino de la vida eterna era y sigue siendo: hacer la voluntad de Dios, expresada en los mandamientos. Con otras palabras, el joven observaba sin saber ¡para qué servían! Si lo hubiera sabido, no hubiera hecho la pregunta. Le sucede como a muchos católicos que no sabenel porqué lo son. ”Nací católico, ¡por esto soy católico!” ¡Cosa de costumbre!
• Mateo 19,21-22: La propuesta de Jesús y la respuesta del joven. Jesús responde: ««Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; luego sígueme.» Al oír estas palabras, el joven se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes”. Era muy rico. La observancia de los mandamientos es apenas el primer grado de una escala que va mucho más lejos y más alto. ¡Jesús pide más! La observancia de los mandamientos prepara a la persona para que pueda llegar a la entrega total de sí a favor del prójimo. Marcos dice que Jesús miró al joven con amor (Mc 10,21). Jesús pide mucho, pero lo pide con mucho amor. El joven no acepta la propuesta de Jesús y se fue, “porque tenía muchos bienes”.
• Jesús y la opción por los pobres. Un doble cautiverio marcaba la situación de la gente en la época de Jesús: el cautiverio de la política de Herodes, apoyada por el Imperio Romano y mantenida por todo un sistema bien organizado de exploración y de represión, y el cautiverio de la religión oficial, mantenida por las autoridades religiosas de la época. Por causa de esto, el clan, la familia, la comunidad, estaban siendo desintegrados y una gran parte del pueblo vivía excluida, marginada, sin lugar, ni en la religión, ni en la sociedad. Por esto, había diversos movimientos que, al igual que Jesús, procuraban rehacer la vida en la comunidad: esenios, fariseos y, más tarde, los celotes. Dentro de la comunidad de Jesús, sin embargo, había algo nuevo que la diferenciaba de los demás grupos. Era la actitud ante los pobres y excluidos. Las comunidades de los fariseos vivían separadas. La palabra “fariseo” querría decir “separado”. Vivían separadas del pueblo impuro. Algunos fariseos consideraban al pueblo como ignorante y maldito (Jn 7,49), lleno de pecado (Jn 9,34). No aprendían nada de la gente (Jn 9,34). Jesús y su comunidad, por el contrario, vivían con las personas excluidas, consideradas impuras: publicanos, pecadores, prostitutas, leprosos (Mc 2,16; 1,41; Lc 7,37). Jesús re­conoce la riqueza y el valor que los pobres poseen (Mt 11,25-26; Lc 21,1-4). Los proclama ‘bienaventurados’ porque de ellos es el Reino de los cielos, de los pobres (Lc 6,20; Mt 5,3). Define su propia misión como “anunciar la Buena Nueva a los pobres” (Lc 4, 18). El mismo vive como pobre. No posee nada para sí, ni siquiera una piedra donde reclinar la cabeza (Lc 9,58). Y a quien quiere seguirle para vivir con él, manda escoger: ¡o Dios, o el dinero! (Mt 6,24). ¡Manda hacer la opción por los pobres, como propuso al joven rico! (Mc 10,21) Esta manera diferente de acoger a los pobres y de convivir con ellos era una prueba del Reino de los Cielos.

4) Para la reflexión personal

• Una persona que vive preocupada con su riqueza o con la adquisición de los bienes que la propaganda del consumismo le ofrece, ¿puede liberarse de todo esto para seguir a Jesús y vivir en paz en una comunidad cristiana? ¿Es posible? ¿Qué piensas?
• ¿Qué significa para nosotros hoy: “Va, vende todo y dalo a los pobres”? ¿Es posible tomarse esto al pie de la letra? ¿Conoces a alguien que consigue dejarlo todo por causa del Reino?

5) Oración final

Yahvé es mi pastor, nada me falta.
En verdes pastos me hace reposar.
Me conduce a fuentes tranquilas,
allí reparo mis fuerzas. (Sal 23,1-3)

Evangelii Gaudium – Francisco I

123. En la piedad popular puede percibirse el modo en que la fe recibida se encarnó en una cultura y se sigue transmitiendo. En algún tiempo mirada con desconfianza, ha sido objeto de revalorización en las décadas posteriores al Concilio. Fue Pablo VI en su Exhortación apostólica Evangelii nuntiandi quien dio un impulso decisivo en ese sentido. Allí explica que la piedad popular «refleja una sed de Dios que solamente los pobres y sencillos pueden conocer»[100] y que «hace capaz de generosidad y sacrificio hasta el heroísmo, cuando se trata de manifestar la fe»[101]. Más cerca de nuestros días, Benedicto XVI, en América Latina, señaló que se trata de un «precioso tesoro de la Iglesia católica» y que en ella «aparece el alma de los pueblos latinoamericanos»[102].


[100] N. 48: AAS 68 (1976), 38.

[101] Ibíd.

[102] Discurso en la Sesión inaugural de la V Conferencia general del Episcopado Latinoamericano y del Caribe (13 mayo 2007), 1: AAS 99 (2007), 446-447.

Homilía (Domingo XXI de Tiempo Ordinario)

¿Quién  dice la gente que soy, quién decís vosotros, quién dices tú que soy yo? Lo primero, esta reflexión: Jesús no hace esta pregunta por su propio interés. Jesús hace la pregunta para bien, entonces, de los discípulos, hoy, de nosotros. Y ¿qué decirle qué es para mí?

Cuando se prepara la homilía de este evangelio, no puede uno menos de responder personalmente para poder trasmitir lo que vive. Se llega a descubrir que Jesús se va confiando en la intimidad, hasta sentir que no se tiene otro objetivo que vivirlo y darlo a conocer. Tanta es la fuerza de la amistad que ofrece.

Se dedicaron años de formación para conocer y asimilar algo de Jesús, las circunstancias que con guraron su carácter y misión, los anhelos, los conflictos que pasó hasta morir crucificado sin otra razón que pasar haciendo el bien, la alegría de su resurrección.

Se renueva diariamente la relación personal con él; la vida no tiene mejor sentido que Jesús vivido y trasmitido; quien lo conoce, se siente amado; sintiéndose amado, lo seguirá en sus criterios y compromisos.

Amar a Jesús es vivir transformado, recibir impulso para pasar la vida haciendo el bien, mejorando las condiciones de los necesitados, sin otro objetivo que implantar el Reino de Dios, Reino de justicia, amor y paz.

Tenemos ejemplos recientes de qué es amar a Jesús y seguirlo: los papas más recientes, Juan XXIII, Juan Paulo II, Benedicto XVI, Francisco…, con su peculiaridad, mostró cada uno qué es estar poseído por Jesús hasta no tener otro empeño que darlo a conocer, trabajando para que su proyecto se haga realidad, que se reconozca la dignidad de Dios y, consecuentemente, de todo ser humano, hijos todos de tal Padre. Un mundo donde se actualice el mayor interés de Jesús: que desaparezca el pecado, sobre todo el social; que los pobres se sientan dignificados; que cada persona de toda raza y lengua tenga acceso a la sanidad, la educación, el trabajo, a practicar su religión con libertad de conciencia; que la llamada de Jesús a compartir los bienes espirituales y materiales sea fuente de reconciliación, de fraternidad, impulso para cambiar la historia.

De la respuesta personal a la pregunta ¿quién es Jesús? surge necesariamente un estilo de vida. Casaldáliga, Arrupe, Teresa de Calcuta, padres y madres, maestros, o cinistas, jubilados…: cuánta gente inunda el mundo de santidad inspirada en Jesús. Quien lo desconoce, pierde el sabor y el valor in nitos de aquella vida y doctrina. Quien ve en él un humano ejemplar, no puede menos de acoger sus ideales, como Gandhi, que meditaba cada día en el Sermón del Monte, apasionado por su doctrina de paz y fraternidad. Quien ve en él un líder social, queda marcado por su entrega a la causa de la justicia, como reconocía el agnóstico Tierno Galván. Quien lo reconoce Dios y es consecuente, no puede menos de dejarse formar  por sus actitudes: no se puede pensar que Jesús es Dios metido en el mundo sin las consecuencias que tiene en la vida propia y en la pública.

Pero no siempre somos consecuentes; con una relación lejana no se gusta la amistad que ofrece. Lo que dijo a los discípulos es también para nosotros: no sois siervos, sois mis amigos, no guardo secretos para mí. Palabras que piden una respuesta pareja en con anza y sinceridad. ¿No debemos responder a su pregunta teniéndolo como Amigo?

Hermanos: todos, yo el primero, podemos sentir la llamada de Jesús a su amistad, a la amistad con el Hijo de Dios y Dios como el Padre, con las consecuencias de una alegría única y de una vida de servicio a los demás como era la suya. Si siento que me pregunta quién soy para ti, ¿no podré decirle: Jesús, eres el Mesías, mi Señor, el mejor Amigo y Maestro?

Pero, cómo no acabar con una aplicación que le agradará: ¿quién dices que es para ti ese pobre, ese emigrante, ese enfermo…? ¿Son para ti lo mismo que para mí?

Modesto Vázquez Gundín, S.J.

Mt 16, 13-20 (Evangelio Domingo XXI de Tiempo Ordinario)

El episodio de la confesión de Pedro en la región de Cesarea es una especie de bisagra entre la segunda y la tercera parte del evangelio de Mateo. Jesús ha ido revelando poco a poco su identidad como Mesías, en sus obras y palabras. Esta manifestación ha provocado diferentes reacciones: mientras los discípulos van comprendiendo su mensaje, aún con muchas di cultades, los escribas, fariseos y la gente en general, comienzan a rechazar sus pretensiones mesiánicas. El diálogo en Cesarea es como un resumen de lo acontecido: después de todo lo que ha hecho y dicho, ¿qué ha comprendido la gente? ¿Quién dicen que es él?

El final del pasaje introduce un cambio significativo en el desarrollo de la misión de Jesús: a partir de ahora se centrará principalmente en la enseñanza privada a los discípulos. El mandato de guardar silencio pone de manifiesto que la gente no está preparada aún para conocer la identidad del Mesías; los discípulos lo irán comprendiendo paso a paso, aunque solo con la muerte y resurrección lo entenderán plenamente. Hasta entonces han de guardar silencio.

Para comprender mejor la impronta teológica que Mateo con ere a este relato conviene tener en cuenta las modificaciones que ha realizado sobre la narración de Marcos, de un modo especial la respuesta de Pedro a la pregunta de Jesús, y las palabras dirigidas personalmente a este apóstol.

La primera parte se articula entorno a la doble pregunta de Jesús acerca de lo que la gente piensa sobre él y lo que ellos opinan personalmente. La gente no ha comprendido quién es Jesús a pesar de haber sido testigos de sus obras y palabras, y lo identifican con alguno de los profetas. Entre estos llama la atención la presencia de Jeremías. Para Mateo, la experiencia de este profeta, perseguido y despreciado por su fidelidad a la voluntad de Dios, es un buen ejemplo para comprender la misión y destino de Jesús, aunque tampoco sea Jeremías vuelto a la vida.

Pedro se hace portavoz de los discípulos cuando son interrogados personalmente: «Vo- sotros, ¿quién decís que soy yo?». Su respuesta identifica a Jesús con el Mesías esperado, el Salvador que Dios había prometido. A este reconocimiento añade la confesión de fe que los discípulos habían pronunciado cuando vieron caminar a Jesús sobre el lago: «Verdaderamente eres el Hijo de Dios». Jesús, confesado como el Mesías Salvador, es el Hijo que hace presente a Dios en la historia. A la confesión de su mesianismo se une también la confesión de su filiación divina.

La segunda parte del relato, propia de Mateo, recoge las palabras dirigidas a Pedro, en tres declaraciones: una bienaventuranza por la revelación divina de la que ha sido objeto; el cambio de nombre, constituyendo a Pedro en piedra fundamental del edi cio de «mi Iglesia»; y la misión que debe realizar en el seno de la misma: ser garante del anuncio del Evangelio, para que toda la humanidad pueda alcanzar en él la salvación.

La importancia que tiene aquí la gura de Pedro dirige la atención no solo a la revelación cristológica de Jesús, sino también a la dimensión eclesial de la confesión de fe. Pedro aparece como auténtico discípulo, modelo de creyente, cuya fe es una mezcla de con anza y debilidad. A pesar de la duda, es la piedra sobre la que se asienta la Iglesia, el nuevo templo de Dios, un edificio que permanecerá («el poder del abismo no lo hará perecer») porque nunca faltará la presencia del Mesías, el Hijo de Dios vivo.

Óscar de la Fuente de la Fuente

Rom 11, 33-36 (2ª lectura Domingo XXI de Tiempo Ordinario)

El texto de la segunda lectura de hoy es continuación directa del que escuchábamos el domingo pasado. Constituye la conclusión de la sección dedicada a la “cuestión de Israel” (capítulos 9 a 11) y, por lo tanto, también de la parte expositiva o doctrinal de la epístola –la más extensa–, que ocupa los 11 primeros capítulos. Como corresponde a su posición clave dentro de la carta a los Romanos, se trata de un texto bastante trabajado retóricamente, que incluye en su centro citas directas del Antiguo Testamento.

La convicción, expresada en los versículos anteriores, de que la misericordia y la delidad de Dios acabarán llevando a Israel a aceptar el evangelio, como lo han hecho ya las naciones, mueve al apóstol a desatarse en un himno de alabanza al Señor, estructurado en tres partes. La primera está compuesta por una doble exclamación: «¡Qué abismo de riqueza, de sabiduría y de conocimiento el de Dios! ¡Qué insondables sus decisiones y qué irrastreables sus caminos!». Pueden advertirse aquí ecos del libro de Job, así como de los salmos (cf. Sal 139,17: «¡Qué incomparables encuentro tus designios, Dios mío, qué inmenso es su conjunto!»).

A esta doble exclamación le sigue una triple interrogación retórica: « ¿Quién conoció la mente del Señor? O ¿quién fue su consejero? O ¿quién le ha dado primero para tener derecho a la recompensa?». Las dos primeras preguntas son una cita prácticamente literal de Is 40,13 según la Septuaginta, mientras que la tercera interrogación adapta Job 41,11, citado esta vez, en cambio, siguiendo el texto masorético hebreo. Mediante esta conflación de citas, Pablo, muy familiarizado con la Escritura judía, refuerza con la autoridad de esta su tesis de lo inabarcable de los designios divinos.

El himno concluye con una doxología (proclamación de la gloria de Dios), semejante a las que encontramos en otros escritos paulinos (Gal 1,5; Ef 3,21; etc.), precedida de la triple afirmación de Dios como el origen (cf. 1 Cor 8,6), el fundamento y el sentido de todo lo que existe: «Porque de él, por él y para él existe todo. A él la gloria por los siglos. Amén».

La larga y atormentada re exión paulina sobre el problema de Israel termina, pues, centrando su mirada y la nuestra en la providencia de Dios: solo remitiéndonos a él y a sus designios amorosos para toda la humanidad es posible aceptar el misterio de la acogida o el rechazo del anuncio de Jesús por parte de los seres humanos y de la respuesta siempre misericordiosa del Padre.

José Luis Vázquez Pérez, S.J.

Is 22, 19-23 (1ª lectura Domingo XXI de Tiempo Ordinario )

El ciclo de oráculos contra las naciones que trae perspectiva de salvación para Israel se sitúa en los cc. 13-23 del libro de Isaías. Yahvé, como Señor de la historia, tiene capacidad de juicio sobre todos los pueblos y su dominio abarca ciclos largos de enjuiciamiento aunque a veces en la página de historia que nos toca vivir parezca escaparse al “juicio de Dios” (en el caso de Israel, para las generaciones que ven ascender a los imperios a base de opresión de las naciones pequeñas). Pero, para una mirada de ciclos amplios, de historia universal no solo geográ ca sino también temporal, Dios anuncia el castigo de las naciones poderosas y opresoras que supone liberación de los pequeños. Si las naciones extranjeras han tenido momentos de poder es porque han sido instrumentos de Dios para el castigo de la infidelidad de su pueblo y, si eso se olvida y uno se cree que está ahí por sus propias fuerzas y porque se ha labrado su destino, acaba cayendo.

Este planteamiento sirve tanto a escala interna- cional, aplicado a Israel en medio de otras naciones, como a escala personal, de individuos concretos. Así nos encontramos en la lectura de este domingo con el único oráculo de condenación contra un individuo de todo el libro de Isaías, en concreto contra Sobná, mayordomo de palacio del rey Ezequías (ca. 716-687 a. C.). Se trata de un extranjero que ha llegado al puesto más alto de la corte y que, por razón de la mala utilización de su poder, es castigado, y Eliaquín, un judío, le sustituye y es elevado a tal dignidad. En el contexto de oráculos contra las naciones tiene su lógica, a modo de ejemplo, la presentación del caso de una persona conocida en aquella sociedad jerosolimitana. El oráculo completo comprende los versículos 22,15-25, aunque la lectura de hoy acaba en v. 23 por la similitud de lo afirmado con relación al evangelio “del atar y desatar”.

La concreción del “error” de Sobná (que no leemos hoy, vv. 15-18) es que se construye un mausoleo en lo alto de la ciudad que irónicamente va a ser motivo de su muerte política; se podría decir que con ello “se está cavando su propia tumba”, y se anuncia que se recordará su memoria, no por lo majestuoso de su sepulcro, sino por su defenestración ignominiosa, por la insensibilidad de su situación privilegiada (no gobierna para el pueblo sino para su propio engrandecimiento). Será uno del pueblo de Israel el que le sustituya: «mi siervo, Eliaquín». Es posible que, tras este ejemplarizante ejemplo haya un conflicto de posicionamiento político, frente a un Sobna con una postura a favor de los asirios; Ezequías optó por una postura más neutral, Eliaquín, que representaba una mayor confianza en YHWH sin buscar apoyos o alianzas internacionales.

A Eliaquín se le darán el poder de las llaves del palacio y será «padre para los habitantes de Jerusalén y para el pueblo de Judá», padre que cuida y se desvela por los hijos (aunque tampoco esta condición parece que fue constante en Eliaquín y acabó cediendo a la corrupción en su cargo, vv. 24-25). Pero el oráculo centra la contraposición Sobná y Eliaquín en la censura de YHWH para el que, buscando engrandecerse, labra su propio final, y la mirada complacida de Dios a la persona que en sus tareas se desvela por los demás.

José Javier Pardo Izal, S.J.

Comentario al evangelio – 21 de agosto

Jesús no está en contra de la propiedad privada. No pide al joven rico que venda sus bienes como un remedio para solucionar la pobreza de otros. Aunque ciertamente, a Nuestro Señor le preocupaban especialmente los pobres, y no desperdiciaba oportunidad de ayudarlos.

Lo que motiva la frase de Jesús (“vende lo que tienes”) está expresado en la segunda parte de la misma (“y luego vente conmigo”). Lo importante es el seguimiento, lo importante es dejar otros centros de interés, otros “ídolos” que nos desvían del camino (la primera lectura habla precisamente de ello).

No se trata de quedarse en la calle, sin nada. Sí que sería bueno que fuéramos un poco más generosos con nuestro dinero, a la hora de ayudar a los que no tienen. Pero lo importante en esta lectura es que consigamos desprendernos del interés desmedido por el dinero; que la riqueza, los bienes materiales, la comodidad, el bienestar, los aparatos electrónicos, el coche, los cosméticos, etc. no se conviertan en ídolos, no estén por encima de otros intereses más evangélicos, no ocupen el lugar que debe ocupar nuestra preocupación por los demás, nuestra inquietud por estar atentos a lo que Dios quiere de nosotros.

Y eso, en el día a día, es mucho más difícil que vender los bienes de una vez y dar el dinero a quien sea.