Vísperas – Jueves IV de Tiempo Ordinario

VÍSPERAS
(Oración de la tarde)

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno: PORQUE ES TARDE, DIOS MÍO.

Porque es tarde, Dios mío,
porque anochece ya
y se nubla el camino,

porque temo perder
las huellas que he seguido,
no me dejes tan solo
y quédate conmigo.

Porque he sido rebelde
y he buscado el peligro,
y escudriñé curioso
las cumbres y el abismo,
perdóname, Señor,
y quédate conmigo.

Porque ardo en sed de ti
y en hambre de tu trigo,
ven, siéntate a mi mesa,
dígnate ser mi amigo.
¡Qué aprisa cae la tarde…!
¡quédate conmigo! Amén.

SALMODIA

Ant 1. Tú eres, Señor, mi bienhechor, y mi refugio donde me pongo a salvo.

Salmo 143 I – ORACIÓN POR LA VICTORIA Y POR LA PAZ

Bendito el Señor, mi Roca,
que adiestra mis manos para el combate,
mis dedos para la pelea;

mi bienhechor, mi alcázar,
baluarte donde me pongo a salvo,
mi escudo y mi refugio,
que me somete los pueblos.

Señor, ¿qué es el hombre para que te fijes en él?
¿Qué los hijos de Adán para que pienses en ellos?
El hombre es igual que un soplo;
sus días, una sombra que pasa.

Señor, inclina tu cielo y desciende,
toca los montes, y echarán humo,
fulmina el rayo y dispérsalos,
dispara tus saetas y desbarátalos.

Extiende la mano desde arriba:
defiéndeme, líbrame de las aguas caudalosas,
de la mano de los extranjeros,
cuya boca dice falsedades,
cuya diestra jura en falso.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Tú eres, Señor, mi bienhechor, y mi refugio donde me pongo a salvo.

Ant 2. Dichoso el pueblo cuyo Dios es el Señor.

Salmo 143 II

Dios mío, te cantaré un cántico nuevo,
tocaré para ti el arpa de diez cuerdas:
para ti que das la victoria a los reyes,
y salvas a David, tu siervo.

Defiéndeme de la espada cruel,
sálvame de las manos de extranjeros,
cuya boca dice falsedades,
cuya diestra jura en falso.

Sean nuestros hijos un plantío,
crecidos desde su adolescencia;
nuestras hijas sean columnas talladas,
estructura de un templo.

Que nuestros silos estén repletos
de frutos de toda especie;
que nuestros rebaños a millares
se multipliquen en las praderas,
y nuestros bueyes vengan cargados;
que no haya brechas ni aberturas,
ni alarma en nuestras plazas.

Dichoso el pueblo que esto tiene,
dichoso el pueblo cuyo Dios es el Señor.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Dichoso el pueblo cuyo Dios es el Señor.

Ant 3. Ahora se estableció la salud y el reinado de nuestro Dios.

Cántico: EL JUICIO DE DIOS Ap 11, 17-18; 12, 10b-12a

Gracias te damos, Señor Dios omnipotente,
el que eres y el que eras,
porque has asumido el gran poder
y comenzaste a reinar.

Se encolerizaron las naciones,
llegó tu cólera,
y el tiempo de que sean juzgados los muertos,
y de dar el galardón a tus siervos los profetas,
y a los santos y a los que temen tu nombre,
y a los pequeños y a los grandes,
y de arruinar a los que arruinaron la tierra.

Ahora se estableció la salud y el poderío,
y el reinado de nuestro Dios,
y la potestad de su Cristo;
porque fue precipitado
el acusador de nuestros hermanos,
el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche.

Ellos le vencieron en virtud de la sangre del Cordero
y por la palabra del testimonio que dieron,
y no amaron tanto su vida que temieran la muerte.
Por esto, estad alegres, cielos,
y los que moráis en sus tiendas.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Ahora se estableció la salud y el reinado de nuestro Dios.

LECTURA BREVE   Col 1, 23

Perseverad firmemente fundados e inconmovibles en la fe y no os apartéis de la esperanza del Evangelio que habéis oído, que ha sido predicado a toda creatura bajo los cielos.

RESPONSORIO BREVE

V. El Señor es mi pastor, nada me falta.
R. El Señor es mi pastor, nada me falta.

V. En verdes praderas me hace recostar.
R. Nada me falta.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. El Señor es mi pastor, nada me falta.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. A los que tienen hambre de ser justos el Señor los colma de bienes.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. A los que tienen hambre de ser justos el Señor los colma de bienes.

PRECES

Invoquemos a Cristo, luz del mundo y alegría de todo ser viviente, y digámosle confiados:

Señor, danos tu luz, la salvación y la paz.

Luz indeficiente y palabra eterna del Padre, tú que has venido a salvar a los hombres,
ilumina a los catecúmenos de la Iglesia con la luz de tu verdad.

No lleves cuenta de nuestros delitos, Señor,
pues de ti procede el perdón.

Señor, tú que has querido que la inteligencia del hombre investigara los secretos de la naturaleza,
haz que la ciencia y las artes contribuyan a tu gloria y al bienestar de todos los hombres.

Protege, Señor, a los que se han consagrado en el mundo al servicio de sus hermanos;
que con libertad de espíritu y sin desánimo puedan realizar su ideal.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Señor, tú que abres y nadie puede cerrar, ilumina a nuestros difuntos que yacen en tiniebla y en sombra de muerte,
y ábreles las puertas de tu reino.

Porque todos nos sabemos hermanos, hijos de un mismo Dios, confiadamente nos atrevemos a decir:

Padre nuestro…

ORACION

Acoge benigno, Señor, nuestra súplica vespertina y haz que, siguiendo las huellas de tu Hijo, fructifiquemos con perseverancia en buenas obras. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

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Lectio Divina – 1 de febrero

Lectio: Jueves, 1 Febrero, 2018
1) Oración
Señor: concédenos amarte con todo el corazón y que nuestro amor se extienda, también, a todos los hombres. Por nuestro Señor.
 
2) Lectura
Del Evangelio según Marcos 6,7-13

Y llama a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus inmundos. Les ordenó que nada tomasen para el camino, fuera de un bastón: ni pan, ni alforja, ni calderilla en la faja; sino: «Calzados con sandalias y no vistáis dos túnicas.» Y les dijo: «Cuando entréis en una casa, quedaos en ella hasta marchar de allí. Si algún lugar no os recibe y no os escuchan, marchaos de allí sacudiendo el polvo de la planta de vuestros pies, en testimonio contra ellos.» Y, yéndose de allí, predicaron que se convirtieran; expulsaban a muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.
 
3) Reflexión
• El Evangelio de hoy continúa el de ayer. El paso por Nazaret fue doloroso para Jesús. Fue rechazado por su misma gente (Mc 6,1-5). Lo que antes era su comunidad, ahora ha dejado de serlo. Algo cambió. A partir de este momento, como informa el Evangelio de hoy, Jesús empieza a andar por los poblados de Galilea para anunciar la Buena Nueva (Mc 6,6) y a enviar a los doce en misión. En los años 70, época en la que Marcos escribe su evangelio, las comunidades cristianas vivían una situación difícil, sin horizonte. Humanamente hablando, no había futuro para ellas. En el 64, Nerón empezó a perseguir a los cristianos. En el 65, estalló la rebelión de los judíos de Palestina contra Roma. En el 70, Jerusalén fue totalmente destruida por los romanos. Por eso, la descripción del envío de los discípulos, después del conflicto en Nazaret, era fuente de luz y de ánimo para los cristianos.

• Marcos 6,7. El objetivo de la Misión. El conflicto creció y tocó de cerca a la persona de Jesús. ¿Cómo reacciona? De dos maneras. a) Ante la cerrazón de la gente de su comunidad, Jesús deja Nazaret y empieza a recorrer los poblados de los alrededores (Mc 6,6). b) Expande la misión e intensifica el anuncio de la Buena Nueva llamando a otras personas para implicarlas en la misión. “Y llama a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus inmundos”. El objetivo de la misión es sencillo y profundo. Los discípulos participan de la misión de Jesús. No pueden ir solos, sino que deben ir de dos en dos, pues dos personas representan mejor la comunidad que una sola, y se pueden ayudar mutuamente. Reciben poder sobre los espíritus impuros, esto es, deben aliviar el sufrimiento de la gente y, a través de la purificación, deben abrir las puertas de acceso directo a Dios.
• Marcos 6,8-11. Actitudes que hay que tomar en la misión. Las recomendaciones son sencillas: “Les ordenó que nada tomasen para el camino, fuera de un bastón: ni pan, ni alforja, ni calderilla en la faja; sino:”Calzados con sandalias y no vistáis dos túnicas.» Y les dijo: «Cuando entréis en una casa, quedaos en ella hasta marchar de allí. Si algún lugar no os recibe y no os escuchan, marchaos de allí sacudiendo el polvo de la planta de vuestros pies, en testimonio contra ellos.». Y ellos se fueron. Es el comienzo de una nueva etapa. Ahora ya no es sólo Jesús, sino todo el grupo va a anunciar la Buena Nueva de Dios al pueblo. Si la predicación de Jesús ya causaba conflicto, cuanto más ahora, con la predicación de todo el grupo. Si el misterio ya era grande, ahora va a ser mayor aún con la misión intensificada.
• Marcos 6,12-13. El resultado de la misión. “Y, yéndose de allí, predicaron que se convirtieran; expulsaban a muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban”. Anunciar la Buena Nueva, provocar la conversión o mudanza en las personas y aliviar el dolor de la gente, curando las dolencias y expulsando los males.
• El envío de los discípulos en Misión. En el tiempo de Jesús había otros movimientos de renovación. Por ejemplo, los esenios y los fariseos. Ellos también buscaban una nueva manera de vivir en comunidad y tenían a sus misioneros (Cf. Mt 23,15). Pero cuando iban en misión, iban prevenidos. Llevaban bolsa y dinero para cuidar de su propia comida. Desconfiaban de la comida de la gente porque no era siempre ritualmente “pura”. Al contrario de los otros misioneros, los discípulos y las discípulas de Jesús reciben recomendaciones diferentes que ayudan a entender los puntos fundamentales de la misión de anunciar la Buena Nueva, que reciben de Jesús y que es también nuestra misión:
a) Debían ir sin nada. No podían llevar nada, ni bolsa, ni cintura, ni bastón, ni pan, ni sandalias, ni tener dos túnicas. Esto significa que Jesús nos obliga a confiar en la hospitalidad. Pues aquel que va sin nada, va porque confía en la gente y cree que la gente va a recibirlo. Con esta actitud criticaban las leyes de exclusión, enseñadas por la religión oficial, y por medio de la nueva práctica, mostraban que tenían otros criterios de comunidad.
b) Debían comer lo que la gente les daba. No podían vivir separados con su propia comida, sino que debían sentarse con los demás, en la mesa (LC 10,8). Esto significa que, en el contacto con la gente, no debían tener miedo a perder la pureza tal como era enseñada en la época. Con esta actitud criticaban las leyes de la pureza en vigor y por medio de la nueva práctica, mostraban que tenían otro acceso a la pureza, esto es, a la intimidad con Dios.
c) Debían quedarse hospedados en la primera casa en que fueran acogidos. Debían convivir de manera estable y no andar de casa en casa. Debían trabajar como todo el mundo y vivir de lo que recibían en cambio, “pues el obrero merece su salario” (Lc 10,7). Con otras palabras, ellos debían participar de la vida y del trabajo de la gente, y la gente los acogería en su comunidad y compartiría con ellos su comida. Significa que debían confiar en el compartir.
d) Debían sanar a los enfermos, curar a los leprosos y expulsar los demonios (Lc 10,9; Mc 6,7.13; Mt 10,8). Debían ejercer la función de “defensor” (goêl) y acoger para dentro del clan, dentro de la comunidad, a los que vivían excluidos. Con esta actitud criticaban la situación de desintegración de la vida comunitaria y apuntaban hacia salidas concretas.
Estos eran los cuatro puntos básicos que debían animar la actitud de los misioneros y de las misioneras que anunciaban la Buena Nueva de Dios en nombre de Jesús: hospitalidad, comunión alrededor de la mesa, compartir con los excluidos y acogerlos. Una vez que hubiesen cumplido con esas cuatro exigencias, tenían que gritar a los cuatro vientos: “¡El Reino ha llegado!” (cf. Lc 10,1-12; 9,1-6; Mc 6,7-13; Mt 10,6-16). Pues el Reino de Dios que Jesús nos reveló no es una doctrina, ni un catecismo, ni una ley. El Reino de Dios acontece y se hace presente cuando las personas, motivadas por su fe en Jesús, deciden vivir en comunidad para, así, dar testimonio y revelar a todos que Dios es Padre y Madre y que, por consiguiente, nosotros, los seres humanos, somos hermanos y hermanas, del Reino, del amor de Dios como Padre, que nos hace a todos hermanos y hermanas.
 
4) Para la reflexión personal
• ¿Tú participas de la misión como discípulo o discípula de Jesús?

• ¿Cuál es el punto de la misión de los apóstoles que tiene más importancia hoy para nosotros? ¿Por qué?
 
5) Oración final
¡Grande es Yahvé y muy digno de alabanza!

En la ciudad de nuestro Dios
está su monte santo,
hermosa colina,
alegría de toda la tierra. (Sal 48,1-2)

Introducción al Catecismo de la Iglesia Católica

8. “Los periodos de renovación de la Iglesia, son también tiempos fuertes de la catequesis. Así, en la gran época de los Padres de la Iglesia, vemos a santos obispos consagrar una parte importante de su ministerio a la catequesis. Es la época de San Cirilo de Jerusalén, de San Juan Crisóstomo, de San Ambrosio y San Agustín y de muchos otros Padres cuyas obras catequéticas siguen siendo modelos”.

 

Los momentos históricos de renovación de la vida de la Iglesia, tiempos de gracia, tiempos en los que la Iglesia se ha renovado con profundidad, han estado muy ligados a la catequesis. Quizás habría que decir una palabra sobre este término de renovación, porque quizás en nuestro contexto cultural, por renovación solemos entender otra cosa distinta a lo que en la tradición de la Iglesia se entiende. Con frecuencia, ¿qué es lo que se entiende por la palabra renovación? Hay que renovarse, desde el punto de vista de la secularización y la mentalidad mundana, se dice “La Iglesia tiene que cambiar, que adaptarse a este mundo”, entonces, en el fondo casi renovación viene a ser sinónimo de secularización, de mundanización, y eso no es, obviamente, la palabra renovación, es utilizar la misma palabra, pero dándole otro contenido totalmente distinto. Nosotros por renovación no entendemos adaptarnos a la mentalidad del momento presente, es decir, pensar conforme al mundo. Nuestro ideal es cristianizar el mundo, no mundanizar el cristianismo, y ese riesgo de secularizarnos internamente ha existido siempre. Entre nosotros hay muchos que so pretexto de encarnarse, de acercarse a la realidad, en el fondo lo que hacen es secularizarse. La clave está en que un cristiano tiene que encarnarse en este mundo, insertarse en él, vivir presente en él pero sin secularizarse porque… si la sal se vuelve sosa ¿Entonces para qué sirve? ¿Y si la levadura deja de ser levadura? …Encarnarnos sí, en el mundo laboral, en el mundo del estudio, vivir en este mundo y vivir de cerca sus inquietudes, sus luchas, sus alegrías y sus sufrimientos, pero sin secularizarse. Es tan fácil caer en esta doble dicotomía… ¿Cuál es la dicotomía? O un espiritualismo desencarnado o una encarnación secularizada, y eso no nos sirve.

Nosotros por renovación entendemos volver a los orígenes, volver al amor primero, redescubrir las raíces bautismales, ir a lo esencial, a lo troncal… intentar purificar todo lo que se nos ha ido adhiriendo con el paso del camino, es como si uno tiene una alfombra a la que se le ha ido adhiriendo polvo hasta que llega un momento que es momento de sacudir la alfombra para que salgan los colores originales. Eso es renovarse. En el fondo es un proceso de conversión personal y colectivo. Esto es lo que San Pablo dice a los Romanos en el capítulo 12 “No os ajustéis a este mundo, antes bien transformaos por la renovación de la mente”.

Renovarse no quiere decir pensar como piensa este mundo. ¿La Iglesia cuando piensa cambiar y adaptar su mentalidad a lo que se piensa hoy en día? Eso no es renovación, eso es más bien disolución, secularización, eso es otra cosa. Esta es, por tanto, la primera afirmación, que la auténtica renovación de la Iglesia suele coincidir con un auge de la catequesis, porque en la catequesis se va a lo fundamental, en la catequesis se va a lo troncal.

Recuerdo que al inicio del Pontificado de Benedicto XVI, cuando él decía cuáles iban a ser las líneas fundamentales de su pontificado, decía que su programa iba a consistir en el “no hacer programas”, que su programa fuese lo esencial, lo troncal, ir a los fundamentos de nuestra fe. Es curioso ver como Benedicto XVI lo ha hecho en su pontificado, a veces hacemos programaciones donde hay una inflación de palabrería, teniendo mucho andamio y poco edificio. Menos programaciones y vamos más a lo esencial, lo esencial es la fe, la esperanza y la caridad. El auténtico programa es Evangelio y Magisterio. El auténtico programa es el ejercicio de la caridad, la liturgia bien celebrada y la predicación bien celebrada. El Papa decía “Yo quisiera que mi programa fuese tener pocos programas e ir a lo esencial y a lo fundamental, a la catequesis, credo, mandamientos, sacramentos y oración”.

El Catecismo quiere decir que nosotros también estamos en un periodo en el que necesitamos renovarnos en este sentido, volver a las fuentes. El Concilio Vaticano II tuvo también esta convicción, tenemos que volver a las fuentes. Por eso después del Concilio Vaticano II y antes también, hubo un resurgimiento de los estudios bíblicos, que todos tengamos directamente acceso a la Sagrada Escritura, y también hubo un resurgimiento de la Patrología, de los Padres de los primeros siglos en los que encontramos unas fuentes muy cercanas a Jesucristo, para ver cuál es la auténtica interpretación de las palabras del Señor. Volver a la Escritura, a los Padres de la Iglesia y volver a los santos, forma parte de estos signos de interrogación.

Dice otra frase: “Así en la época de los Padres de la Iglesia vemos a santos obispos consagrar una parte importante de su ministerio a la catequesis”. Se trata de los tres ministerios principales del obispo, del sacerdote y en el fondo de todo católico, que lo tenemos por el bautismo y más aún por el orden sacerdotal, somos sacerdotes, profetas y reyes por el bautismo y en otro grado distinto por el orden sacerdotal.

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p style=»text-align:justify;»>−  Un sacerdote, un obispo, en virtud de las tres funciones sacerdote, profeta y rey, como sacerdote está llamado a santificar principalmente administrando los sacramentos. Un obispo suele administrar dos sacramentos de forma especial, el de la confirmación porque confirma y el orden sacerdotal. Como obispo que es, santifica administrando los sacramentos, ya que el obispo tiene la potestad de administrar los siete sacramentos. 


<

p style=»text-align:justify;»>−  Sacerdote, profeta y rey, rey se refiere a regir, así otra faceta del episcopado es la de gobernar y para ello tiene unas estructuras de gobierno en un obispado que tiene que dirigir, delegar, pero delegar no quiere decir que ha de olvidarse de que es responsabilidad suya directa, tiene que seguir de cerca lo que se le ha encomendado. 


<

p style=»text-align:justify;»>−  Y en tercer lugar como profeta, tiene que predicar, tiene que predicar directamente, no únicamente delegar el que otros prediquen sino ejercer esa función profética. El primer catequista tiene que ser el obispo. 


<

p style=»text-align:justify;»>Repetimos la frase que dice el catecismo Los obispos en la época de los Padres de la Iglesia consagraron una parte importante de su ministerio a la catequesis”, obviamente, en ello nos tenemos que implicar y para ello, existen distintas formas actuales en las que un obispo se sirve, de medios de comunicación y de los medios internos de la Iglesia para predicar la Palabra Ay de mi si no predicare dice San Pablo, y cualquiera de nosotros puede hacer suya esa expresión. Para eso hemos sido llamados y consagrados. 


Se nos ponen cuatro figuras muy destacadas de los siglos I a VI. Es la época de San Cirilo de Jerusalén, de San Juan Crisóstomo, San Ambrosio y San Agustín.

San Cirilo de Jerusalén fue obispo de Jerusalén en el siglo IV, está considerado doctor de la Iglesia, conservamos de él 24 célebres catequesis, también sus homilías constituyeron una catequesis sistemática sobre el nuevo nacimiento del cristiano en el bautismo. La verdad es que es una joya todo lo que San Cirilo de Jerusalén nos enseña de cómo él catequizó y cómo él predicó. La catequesis de San Cirilo se basaba en tres dimensiones: la doctrinal, la moral y la mistagógica. San Cirilo comenta el credo recurriendo a imágenes de la Escritura, de cómo el Antiguo Testamento era una especie de velo o imagen que nos preparaba para Jesucristo. La tipología es muy utilizada por él, la tipología es como una alegoría, por ejemplo, el cordero que fue sacrificado en lugar de Isaac pero el ángel detuvo su mano, ese cordero que fue sacrificado en lugar de Isaac es una tipología de Jesucristo, se utiliza mucho ese género alegórico o simbólico, se llama tipología, y es muy utilizado en sus catequesis. El Antiguo Testamento es como el velo del Nuevo Testamento, en el Nuevo Testamento se manifiesta definitivamente el Antiguo Testamento. Él tuvo que luchar contra la herejía arriana, que negaba la divinidad de Jesucristo. También hoy en día tenemos muchas tendencias arrianas entre nosotros. Su catequesis tenía la dimensión doctrinal, moral, fundada en que había una gran unidad entre la fe y la vida, el dogma se tiene que ir traduciendo progresivamente en una coherencia de vida, en un comportamiento conforme a Jesucristo. Luego está la dimensión mistagógica, que era una parte muy importante de lo que San Cirilo de Jerusalén predicaba y era como explicar el sentido de los ritos, por ejemplo, bautismales, (el agua significa esto, la piscina en la que te introduces son imagen de las aguas del mar y el hombre viejo queda enterrado…) se hacía como una catequesis de todos los ritos litúrgicos, sacramentales. Por ejemplo, uno de los párrafos de su proto catequesis número 5 dice: Has caído dentro de las redes de la Iglesia, por tanto, déjate captar vivo, no huyas porque es Jesús el que te pesca con su anzuelo, no para darte la muerte, sino la resurrección después de la muerte, desde hoy mueres al pecado y vives para la justicia” Nos fijamos con qué belleza utilizaba estas imágenes para explicar los ritos bautismales. Otro de los textos dice Tres veces habéis sido sumergidos en el agua, y otras tantas habéis emergido para simbolizar los tres días de la sepultura de Cristo, imitando con este rito a nuestro Salvador que pasó tres días y tres noches en el seno de la tierra”. Nos explica por qué se derrama el agua tres veces en el bautismo. Es una catequesis en la que todos los símbolos son explicados y se hace de ellos luz y conocimiento profundo de Jesucristo y de su misterio.

Otro autor que se nos propone es San Juan Crisóstomo, obispo de Constantinopla, en el siglo V, nacido en Antioquía. Crisóstomo quiere decir boca de oro. Era un hombre con un don muy grande para la predicación, es muy prolífero en sus escritos, tenemos de él 17 tratados, más de 700 homilías, comentarios a San Mateo, a San Pablo, 241 cartas, uno de los grandes padres de la doctrina social de la Iglesia, hablamos del siglo V, la Iglesia conserva unas fuentes maravillosas, hablamos de algo que tiene más de 1500 años, una auténtica joya, una auténtica riqueza de cómo él predicaba, cómo era su catequesis, él insistía mucho en la integración de los laicos, que asumiesen su oficio de sacerdote, profeta y rey. Nosotros pensamos que hemos sido nosotros los que hemos descubierto la importancia del laico en la vida de la Iglesia, no es así, San Juan Crisóstomo insiste mucho en la catequización que todos los cristianos tenemos que hacer de nuestros hermanos. En una de sus homilías dice También a ti el bautismo te hace rey, sacerdote y profeta” Lo dice con mucha fuerza. También él tuvo que luchar contra los arrianos. Una de las partes más duras de la catequesis es que ha de responder a los errores de la época, si una catequesis se hace en un tiempo, como el de los arrianos, en el que se negaba la divinidad de Jesucristo, la catequesis tiene que insistir en la divinidad de Jesucristo. Él tuvo que vivir muchas controversias y persecuciones.

El tercer autor, San Ambrosio, del siglo IV, obispo de Milán. Este hombre era el más alto magistrado del Imperio en el Norte de Italia, estaba muy bien preparado culturalmente. Cuando tuvo esa llamada del Señor se dedicó al estudio de las escrituras y podemos tener en él una auténtica joya como obispo y como catequeta. Conservamos por San Agustín cuales eran las costumbres de San Ambrosio. San Ambrosio diariamente en un lugar de la catedral, en una sala en la que podían sentarse alrededor de las paredes un grupo de oyentes, salía a estudiar las escrituras, así, el estudio en lugar de tenerlo en un despacho particular lo tenía anteun grupo de personas. Él leía un salmo y le dictaba a su secretario los comentarios del salmo, públicamente, como una catequesis pública. Y era como un privilegio poder asistir a las catequesis de Ambrosio. Es como trabajar en público, imaginamos que uno de nosotros en nuestro despacho ponemos sillas y trabajamos en voz alta y los que están en el despacho escuchan cómo se trabaja, se reflexiona y qué se dice. Era un catequeta y era como exprimir la propia vida, San Ambrosio no tenía tiempo particular para él, escribía en público para que todos pudieran beneficiarse de esa doctrina. Él tenía una escucha orante de la Palabra, él se leía la escritura y había sido iniciado en el estilo de Orígenes, de cómo comentar las escrituras en la práctica de la lectio divina, una escucha orante, después de la escucha hacía comentarios en público. Su método era la Escritura misma íntimamente asimilada, sugiriendo contenidos que se pueden enunciar a los hombres de hoy.

Y, por último, San Agustín, que fue Obispo de Hipona del año 395 al 430, fue 35 años obispo, fue un largo episcopado y es el más grande de los padres de la Iglesia latina, de la iglesia de occidente, un hombre de pasión y de fe, de altísima inteligencia, que dejó una profunda huella en la vida cultural de occidente y del mundo. Él tuvo un itinerario largo, espiritual e intelectual, en el que también fue tanteando tantísimas cosas, entró en varias sectas, salió de ellas, hasta que finalmente abrazó el cristianismo. Fue un buscador innato, había sido bautizado por su madre Mónica, pero luego, ha de convencerse por sí mismo y rechazó la fe que su madre la había transmitido y empezó en una secta y en otra…

San Agustín, después de pegar palos de ciego, finalmente descubrió que había sido bautizado en la auténtica fe. Por ello San Agustín, que es un gran catequeta, que es un predicador cuyas predicaciones son incisivas, directas, tiene siempre frases provocadoras, de las que hacen pensar. Los pensamientos de San Agustín hacen pensar, hacen caer en cuenta que la catequesis no es únicamente un aprendizaje, que tiene que serlo, sino que es un revulsivo que te cuestiona, que te hace ver la interna coherencia de las cosas. Este es San Agustín. Un hombre inquieto que descubre que en sus raíces estaba y fue un gran catequeta en la explicación de tantas cosas, del Padrenuestro, y conservamos de él muchísimas obras, ésta es la gran riqueza de la Iglesia Católica.

Compañeros – Jesuitas acústico

Quienes amen la canción de compromiso, tienen un reciente exponente en el proyecto “Compañeros”. Se trata de un puñado de canciones creadas e interpretadas por cuatro cantautores jesuitas. El alma del proyecto es Cristóbal Fones, un jesuita músico chileno con una gran trayectoria en la música religiosa. En el año 2016 fue invitado a una serie de conciertos en Colombia y decidió convocar también a los jesuitas Jorge Ochoa (México) y David Pantaleón (República Dominicana), ambos músicos, para cantar juntos y celebrar la vocación que comparten en la Compañía de Jesús. Así surgió Jesuitas Acústico. Un año después, en 2017, celebrando el décimo aniversario de la Red Juvenil Ignaciana de México, se unió también Enric Puiggròs desde España.

La idea inicial era cantar juntos, pero después se convirtió claramente en un modo de hacerse solidarios con una causa específica: los migrantes y refugiados. Por eso, además de los con- ciertos, se ha realizado la grabación en estudio de cinco temas con el objetivo de apoyar un albergue de acogida a inmigrantes centroamericanos que huyen hacia EEUU colgados del tren de mercancías.

La producción del disco ha contado con la colaboración puntual de Alex Lora (un icono del rock mexicano) y Martín Valverde (conocido cantautor católico) para dos de los temas: Menos mal y Canción de Francisco Javier, respectivamente. Se pueden escuchar a través de los vídeos publicados en el canal oficial de Youtube “Jesuitas acústico”. Aconsejamos conocer la iniciativa y a sus protagonistas a través de su perfil de Facebook. Otras canciones son Rostro, Creador discreto y Mi cuerpo es comida… éstas últimas particularmente llenas de fuerza y belleza. Música que interpela, que anuncia el Reino y fecunda la tierra.

Spe Salvi – Benedicto XVI

Introducción

1. « SPE SALVI facti sumus » – en esperanza fuimos salvados, dice san Pablo a los Romanos y también a nosotros (Rm 8,24). Según la fe cristiana, la « redención », la salvación, no es simplemente un dato de hecho. Se nos ofrece la salvación en el sentido de que se nos ha dado la esperanza, una esperanza fiable, gracias a la cual podemos afrontar nuestro presente: el presente, aunque sea un presente fatigoso, se puede vivir y aceptar si lleva hacia una meta, si podemos estar seguros de esta meta y si esta meta es tan grande que justifique el esfuerzo del camino. Ahora bien, se nos plantea inmediatamente la siguiente pregunta: pero, ¿de qué género ha de ser esta esperanza para poder justificar la afirmación de que a partir de ella, y simplemente porque hay esperanza, somos redimidos por ella? Y, ¿de qué tipo de certeza se trata?

Evangelizar desde la acogida y la cercanía

1.- La experiencia del sufrimiento. Job se convierte en portavoz de todos los hombres que sufren y recoge en sus palabras la experiencia de toda la humanidad. La vida es para él muy distinta de lo que propaga un optimismo superficial. La vida es dura, como el destino de un jornalero esclavo del trabajo. Al tratar de comprender su caso en el contexto del sufrimiento humano en general, Job nos ofrece un ejemplo válido para todos. Este hombre que sufre suspira por la recompensa y el descanso, pero no halla más que noches de insomnio y su herencia no es otra que el tiempo perdido. La descomposición progresiva de su propia carne le advierte a Job de la fugacidad de la vida, que se precipita hacia el fin sin esperanza y se desliza entre los dedos sin que el hombre sea capaz de retener su sentido. ¿Qué puede esperar un hombre que desespera así? ¿Por qué acude Job ahora con sus quejas ante Dios? Hay una esperanza que sostiene a Job en la desesperación. Por eso, este hombre desesperado, acude a Dios y mantiene abierta su pregunta hasta que Dios quiera dar la respuesta. En esto consiste la paciencia de Job.

2.- La misión de la iglesia es evangelizar. Es llevar la palabra de Dios a la pregunta del hombre sobre el sentido de la vida y el sufrimiento, para que el hombre sea responsable. San Pablo, en la Primera Carta a los Corintios, nos dice que evangelizar significa, también, asumir la responsabilidad humana con esperanza, hacerse todo para todos para ganar al menos algunos, no para la iglesia, sino para Cristo. Es hacerse débil con los más débiles, para que se manifieste la gracia de Dios en medio de la debilidad. Es interpelar a los satisfechos, desencantar a los encantados de la vida, poner en cuestión a los que no quieren problemas… Es acabar con el amparo de los ídolos que someten a los hombres y les engañan con falsas promesas. Es llevar a todas partes la locura de la cruz: de la fe a pesar de todo y después de todo, de la esperanza contra toda esperanza, del amor a los enemigos. Nadie puede evangelizar por gusto o por negocio. Y la iglesia ha de evangelizar, como Pablo, de balde y porque no le queda otro remedio: «¡Ay de mí si no evangelizare!». Sólo una predicación gratuita del evangelio y con pocas satisfacciones humanas puede ser creíbles para los hombres, sobre todo en un mundo en el que se vende hasta la palabra y por eso se dice lo que conviene al consumidor.

3.- ¿Cómo realizar la misión? En primer lugar, acompañando la palabra con acciones salvíficas: mitigar el dolor y suscitar salud. Transmitiendo siempre paz, que es el don de los tiempos mesiánicos. En gran cercanía a los hombres y mujeres, participando de su mesa y de su vida. Me ha alegrado mucho la propuesta del arzobispo de Madrid, que se nos expuso esta semana: fundar un “Parlamento de los Jóvenes”. Quiere escucharles, ver cuáles son sus inquietudes y sugerencias a la Iglesia. Es la cercanía a las personas y a la realidad que viven, lo que hace que la Iglesia de hoy sea fiable y tenga algo que decir. A Jesús lo vemos hoy en la casa de un amigo, ayudando a que una mujer sea ella misma. Da su mano para que esa mujer pueda ponerse de pie y valerse por ella misma. La respuesta de ella será ir más lejos, ponerse a servir. El final del día encontramos a Jesús sanando a otros enfermos. Y, además, tiene tiempo para la oración, para estar con el Padre….Pero hoy vemos como dedica muchas horas a acompañar a los excluidos a causa de su enfermedad… escuchando quejas… plegarias como lamentos… voluntariamente se sitúa en el lugar por donde pasa la vida doliente. Quiere dignificar la vida. El relato de Marcos tiene una viveza admirable. En su misma brevedad, conserva toda su frescura: ni sobra ni falta un detalle. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre y se lo dijeron enseguida. Jesús se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles. Jesús «la levantó» y ella «se puso a servirles». El primero de estos verbos: «levantarse» recuerda el misterio de la resurrección. Jesús se «levantó» del sepulcro. Jesús «ha resucitado». La otra expresión se refiere al servicio. . La mujer suegra de Pedro es una de las figuras del Evangelio que, con su actitud, nos enseña dónde debe llevarnos la fe, la gratitud y el amor de Jesucristo. No se contenta con ser librada de la fiebre, se pone inmediatamente al servicio de Cristo. Ante la pregunta sobre el mal que plantea Job, Jesús da una respuesta práctica: Él no quiere el mal, lucha contra él y cura a los afectados por cualquier mal físico o psíquico.

José María Martín OSA

Curó a muchos enfermos de diversos males

En aquel tiempo, al salir Jesús y sus discípulos de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron. Jesús se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles. Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían, no les permitía hablar.

Se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar. Simón y sus compañeros fueron y, al encontrarlo, le dijeron: «Todo el mundo te busca.» Él les respondió: «Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido.»

Así recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando los demonios.

Marcos 1, 29-39

Comentario del Evangelio

En este pasaje del Evangelio de hoy podemos imaginarnos perfectamente como era el día a día de Jesús: curaba a las personas de todo aquello que les hacía mal; también se retiraba a orar, a hablar con el Padre, porque sin la oración, sin el encuentro personal con el Padre todo lo que hacemos puede perder su sentido. Y también se dedicaba a predicar, a hablarles al mayor número de personas de lo bueno que es sentir la amistad de Dios, el amor incondicional que Dios nos tiene a cada uno de nosotros.

Muy sencillo y muy difícil al mismo tiempo. Jesús no quiere que vivamos la fe como una competición. No espera de nosotros que seamos los mejores. Lo que espera de nosotros es que sigamos el ejemplo de Jesús. Que lo sigamos desde lo que somos, con nuestras cosas buenas y con nuestras cosas mala. Que nos dediquemos a ayudar a las personas que necesiten de nosotros, que tengamos presente a Dios, nuestro Padre a lo largo del día. Y que les digamos a los demás lo bueno que es seguir los pasos de Jesús y sentirse amado por el Padre.

 

Para hacer vida el Evangelio

Escribe una situación de tu vida en la que hayas hecho algo por los demás, hayas hecho una oración o le hayas propuesto a alguien que se una a tu grupo de la parroquia para descubrir a Jesús.

Por qué crees que debemos hacer estas tres cosas los cristianos?

Escribe un compromiso para que seguir creciendo en una de estas tres cosas: ayudar a los demás, orar al Padre o hablar de Jesús a los amigos y compañeros de clase..

 

Oración

Enséñanos, Señor Jesús,
a ser evangelizadores.
Enséñanos a saber ofrecer al mundo
la Buena Nueva del Evangelio
con obras y palabras,
siempre en todos las circunstancias
de nuestra vida.
Gracias, Señor Jesús,
por tantas personas de Iglesia
que han hecho de la evangelización
el sentido, la razón de sus vidas.
Perdón por nuestras cobardías,
perdón por nuestros temores
a la hora de ofrecer tu Buena Nueva.
Perdón por nuestras perezas.
Perdón por nuestras divisiones.
Perdón por nuestras incoherencias,
perdón por nuestras infidelidades
que escandalizan a aquellos
que nos tienen
por evangelizadores

Levántame, Señor

Como a la suegra de Simón, no me dejes caído.
Tú sabes que también tengo fiebres frecuentes
y vivo en un entorno que me las genera.
Sáname de todas ellas

y enséñame a levantarme.

A veces tengo la fiebre del orden y la eficacia;
en cambio, otras, siento la fiebre

de complacer a todos,
en otras ocasiones es la ebre
del tener y del comprar,
y en algunos momentos me envuelve la fiebre del poder.

Tú sabes bien que me cuesta vivir
como Tú enseñas,
que la fiebre del prestigio envuelve mis tareas
y la de cuidar la imagen me aparta

de tu es lo sencillo.
Dame, Señor, autenticidad vital y ayúdame
a ser coherente.

Sáname, Señor, de todos mis pequeños fallos,
para que yo sepa, a tu manera,

ir generando salud alrededor,
creando redes fraternas y actitudes solidarias,
que nos hagan vivir mejor a todos,
haciendo realidad tu Reino.

Cuando Tú me das la mano, y me sanas,
me conviertes en alguien sanador y liberador,
que desculpabiliza, desdramatiza

y facilita la vida,
que rompe la rutina y entusiasma
en la aventura de ser
y de construir un mundo
donde reine la paz y la justicia.

Mari Patxi Ayerra

Notas para fijarnos en el evangelio del Domingo V de Tiempo Ordinario

• Parece que los que lo han dejado todo para seguir a Jesús (Mc 1,26-20) no han roto los lazos familiares (30). Jesús, a través de ellos, entra en sus familias. Va adonde van sus discípulos (29), se mete en sus casas, participa de su vida.

• La manera sencilla y sobria de redactar propia de Marcos subraya la eficacia inmediata de Jesús y del contacto con Él (31.34).

• Jesús es presentado como sanador, como quien tiene poder contra el mal en todas sus formas. Ya lo veíamos a Mc 1,21-28, el texto de la semana pasada.

• Se acerca a los que sufren, los toca (31). Hace que “se levanten” (31) y ello nos hace pensar en la “resurrección”, ya que el verbo utilizado es el mismo (Mc 16,6): Jesús hace participar de su resurrección a aquellos a los que se acerca, a los que toca, especialmente a los que sufren.

• Jesús se enfrenta al mal (31 y 34). En este texto, con las curaciones, los exorcismos, hay como un resumen anticipado del conjunto de la actividad de Jesús, caracterizada por ese enfrentamiento con el mal.

• También se expresa, en esta especie de resumen, el gran eco que provoca Jesús entre la gente: “todos” (32), “la población entera”, “todo el mundo” (37).

• Jesús se aleja de la gente para orar (35). En eso vemos que no busca el éxito popular y, sobre todo, que busca hacer la voluntad del Padre (Mc 14,36). Su actividad y su enseñanza son inseparables del diálogo filial con el Padre.

• Los discípulos, que lo buscan (36), todavía no lo entienden, están en búsqueda. Él se deja encontrar. Y aprovecha para decir cuál es su misión: ir por todas partes a anunciar la Buena Noticia de Dios (38); ver Mc 1,14-1 5. Y ellos, sin entenderlo, se van con Él.

• Os invito a centraros en estos versículos que nos dan a conocer el comportamiento de Jesús en íntima unión con el Padre de los cielos. Son los vs. 35-39 y se trata de un texto oracional muy significativo, que nos habla de forma clara del compromiso inherente a la oración de Jesús, e ilustra de modo excelente cómo está llamada a ser la oración cristiana y cómo podemos dejarla pasar por el Evangelio del Reino. No nos quepa la menor duda, necesitamos evangelizar nuestra oración, en consonancia con la de Jesús. Señalamos algunos pasos que contiene este pasaje:

1. Jesús sale muy de madrugada, antes de amanecer, a orar y pasa en un lugar solitario un buen tiempo de gratuidad junto al Padre, experimentando su presencia y aliento, su amor y cariño (v. 35). Jesús, que oraba con frecuencia, tanto en público como en privado, solo como acompañado, elige en esta ocasión un descampado para hacerlo en soledad. El día anterior lo ha pasado haciendo el bien en medio de su pueblo, rodeado de la multitud. Ahora su corazón necesita el contacto entrañable con el Padre.

2. Los discípulos salen a su encuentro. Como hará en otras ocasiones, Simón hace de portavoz de sus compañeros y le indica al Maestro orante: Todo el mundo te busca. La gente, curiosa siempre, que ha contemplado sus prodigios y ha escuchado su palabra, cargada de autoridad (1,27.34), le espera con impaciencia (vs. 36 y 37). Quiere, con evidente falta de solidaridad, que siga realizando maravillas entre ellos, como había hecho el día anterior (1,34) y se presenta en la primera parte del relato.

3. Jesús no atiende a los deseos de sus íntimos, ni a las expectativas interesadas de la multitud. Y así responde para sorpresa de los suyos y también de los lectores: Vamos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he venido (v. 38). Jesús toma una decisión sorprendente, que no esperaban de Él en aquel preciso momento de triunfo, pero que es la que quiere el Padre. Y eso es lo que le importa, en realidad. Jesús ha estado con el Padre, se ha empapado de su amor, ha comprendido sus designios y sale reconfortado de la oración realizada. La captación de la voluntad divina, que le muestra la urgencia del anuncio del Reino y le confronta con su misión de hacerlo presente sin dilaciones en toda la región, le lleva a un compromiso radical, distinto al que los discípulos y la multitud solicitan de su persona, cargada de carisma. Sabe muy bien que hay que obedecer primero a Dios que a los hombres (cf. Hch 5,29) y rechaza así lo que sus íntimos le proponen y puede parecer a primera vista del todo razonable.

4. El compromiso adquirido en la oración no se queda en meras palabras o buenas intenciones; Jesús pasa a los hechos, mostrando su fidelidad al proyecto existencial marcado por lo alto. Como atestigua el evangelista, Jesús recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando demonios (v. 39). La oración convertida de este modo en praxis, conduce al profeta de Nazaret a la acción, mostrándose así activo en la contemplación.

• Una experiencia de gratuidad lleva a Jesús al compromiso por los suyos. En el contacto directo e inmediato, sencillo y humilde, vivo y sentido con el Padre encuentra la verdadera realidad de su ser y descifra su quehacer en este mundo. Su identidad más profunda, conforme a la voluntad divina, está en el anuncio del Reino con palabras, hechos y signos y así lo ha sentido y comprendido en su oración. Sale de ella agradecido con la misión descifrada y con el aliento del Espíritu, para cumplirla con honestidad de modo permanente.

Comentario al evangelio – 1 de febrero

Del evangelio de hoy me quedo con una paradoja. Jesús envía a los Doce de dos en dos como misioneros. Les pide que no lleven encima casi nada, lo cual nos deja desconcertados a quienes nos sentimos aludidos por ese mismo envío. Pero, previamente, les había regalado algo importantísimo: “poder sobre los espíritus inmundos”. Con sólo eso les era suficiente para evangelizar.  

Hoy le tendríamos que pedir al Señor que nos conceda a raudales ese extraño poder. Lo exige la endeblez y flaqueza de nuestros jadeantes esfuerzos misioneros, tan tercamente ineficaces. ¿De qué poder se trata? ¿Con qué poder capacita Jesús a los Doce? ¿Qué clase de poder tenemos que pedir a Dios para evangelizar hoy? Lo evoca el mismo texto evangélico.

Es el poder de la comunión, o sea, el ir siempre de dos en dos. Su secreto consiste en la facultad de ser amigos. La amistad se asienta sobre todo en la capacidad de hablar uno con el otro. El lenguaje constituye la irrupción de la forma más elevada de comunión, cuya cumbre es el silencio (no la mudez). Nos la jugamos en eso de aprender a escuchar y a hablar. Por ese orden. El diálogo es un poder que destroza los espíritus inmundos del individualismo, de la competitividad, del particularismo, de la xenofobia.

Es el poder de la pobreza, contrario a toda deificación de los bienes y del dinero. De seminarista había oído que “a los misioneros nos envía la obediencia y nos hace creíbles la pobreza”. Pero la pobreza no es nada si no se la “ve”. Ella modera nuestros deseos sin límites, cuya violencia puede llegar a ser voraz y destructiva. Aniquila ese maldito afán de “quererlo todo, quererlo ya y quererlo al precio que sea” cuyo exponente primero  es el consumismo y la adicción que más desencadena es el comprar.

Es el poder de la paz. Lo podemos traducir en tantas expresiones: mansedumbre, ternura, cordialidad, empatía, serenidad,… Lo de menos es el nombre. Lo más importante es luchar por esa paz. Hemos sido enviados con capacidad para irradiar la paz. El lenguaje de la hostilidad, de la acusación, del victimismo y de la acepción deben haber desaparecido de nuestras relaciones y hábitos.

  • El escritor francés Charles Péguy narra la historia de un hombre que muere y va al cielo. Al encontrarse con el ángel que registra las acciones buenas y malas de las personas, éste le pide: “Enséñame tus heridas”. Y el hombre le contesta: “¿Qué heridas? No tengo ninguna herida”. Y el ángel le replica: “¿Jamás se te pasó por la cabeza que pudiera haber algo por lo que mereciera la pena luchar?”. Por el evangelio merece la pena luchar así.