I Vísperas – Domingo V de Tiempo Ordinario

I VÍSPERAS
(Oración de la tarde)

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno: LOS PUEBLOS QUE MARCHAN Y LUCHAN

Los pueblos que marchan y luchan
con firme tesón
aclamen al Dios de la vida.
Cantemos hosanna que viene el Señor.

Agiten laureles y olivos,
es Pascua de Dios,
mayores y niños repitan:
«Cantemos hosanna que viene el Señor.»

Jesús victorioso y presente
ofrece su don
a todos los justos del mundo.
Cantemos hosanna que viene el Señor.

Resuenen en todo camino
de paz y de amor
alegres canciones que digan:
«Cantemos hosanna que viene el Señor.»

Que Dios, Padre nuestro amoroso,
el Hijo y su Don
a todos protejan y acojan.
Cantemos hosanna que viene el Señor. Amén.

SALMODIA

Ant 1. Suba mi oración, Señor, como incienso en tu presencia.

Salmo 140, 1-9 – ORACIÓN ANTE EL PELIGRO

Señor, te estoy llamando, ven de prisa,
escucha mi voz cuando te llamo.
Suba mi oración como incienso en tu presencia,
el alzar de mis manos como ofrenda de la tarde.

Coloca, Señor, una guardia en mi boca,
un centinela a la puerta de mis labios;
no dejes inclinarse mi corazón a la maldad,
a cometer crímenes y delitos;
ni que con los hombres malvados
participe en banquetes.

Que el justo me golpee, que el bueno me reprenda,
pero que el ungüento del impío no perfume mi cabeza;
yo opondré mi oración a su malicia.

Sus jefes cayeron despeñados,
aunque escucharon mis palabras amables;
como una piedra de molino, rota por tierra,
están esparcidos nuestros huesos a la boca de la tumba.

Señor, mis ojos están vueltos a ti,
en ti me refugio, no me dejes indefenso;
guárdame del lazo que me han tendido,
de la trampa de los malhechores.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Suba mi oración, Señor, como incienso en tu presencia.

Ant 2. Tú eres mi refugio y mi heredad, Señor, en el país de la vida.

Salmo 141 – ORACIÓN DEL HOMBRE ABANDONADO: TU ERES MI REFUGIO

A voz en grito clamo al Señor,
a voz en grito suplico al Señor;
desahogo ante él mis afanes,
expongo ante él mi angustia,
mientras me va faltando el aliento.

Pero tú conoces mis senderos,
y que en el camino por donde avanzo
me han escondido una trampa.

Me vuelvo a la derecha y miro:
nadie me hace caso;
no tengo adónde huir,
nadie mira por mi vida.

A ti grito, Señor;
te digo: «Tú eres mi refugio
y mi heredad en el país de la vida.»

Atiende a mis clamores,
que estoy agotado;
líbrame de mis perseguidores,
que son más fuertes que yo.

Sácame de la prisión,
y daré gracias a tu nombre:
me rodearán los justos
cuando me devuelvas tu favor.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Tú eres mi refugio y mi heredad, Señor, en el país de la vida.

Ant 3. El Señor Jesús se rebajó; por eso Dios lo levantó sobre todo, por los siglos de los siglos.

Cántico: CRISTO, SIERVO DE DIOS, EN SU MISTERIO PASCUAL – Flp 2, 6-11

Cristo, a pesar de su condición divina,
no hizo alarde de su categoría de Dios,
al contrario, se anonadó a sí mismo,
y tomó la condición de esclavo,
pasando por uno de tantos.

Y así, actuando como un hombre cualquiera,
se rebajó hasta someterse incluso a la muerte
y una muerte de cruz.

Por eso Dios lo levantó sobre todo
y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»;
de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble
en el cielo, en la tierra, en el abismo
y toda lengua proclame:
Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El Señor Jesús se rebajó; por eso Dios lo levantó sobre todo, por los siglos de los siglos.

LECTURA BREVE   Rm 11, 33-36

¡Qué abismo de riqueza es la sabiduría y ciencia de Dios! ¡Qué insondables son sus juicios y qué irrastreables sus caminos! ¿Quién ha conocido jamás la mente del Señor? ¿Quién ha sido su consejero? ¿Quién le ha dado primero, para que él le devuelva? Él es origen, camino y término de todo. A él la gloria por los siglos. Amén.

RESPONSORIO BREVE

V. Cuántas son tus obras, Señor.
R. Cuántas son tus obras, Señor.

V. Y todas las hiciste con sabiduría.
R. Tus obras, Señor.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Cuántas son tus obras, Señor.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Llegada la tarde, después de haberse puesto el sol, le presentaron a Jesús todos los enfermos y poseídos por el demonio, y él los curó.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Llegada la tarde, después de haberse puesto el sol, le presentaron a Jesús todos los enfermos y poseídos por el demonio, y él los curó.

PRECES

Glorifiquemos a Dios, Padre, Hijo, y Espíritu Santo, y supliquémosle diciendo:

Escucha a tu pueblo, Señor.

Padre todopoderoso, haz que abunde en la tierra la justicia
y que tu pueblo se alegre en la paz.

Que todos los pueblos entren a formar parte de tu reino
y que el pueblo judío sea salvado.

Que los esposos cumplan tu voluntad, vivan en concordia
y que sean siempre fieles a su mutuo amor.

Recompensa, Señor, a nuestros bienhechores
y concédeles la vida eterna.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Acoge con amor a los que han muerto víctimas del odio, de la violencia o de la guerra
y dales el descanso eterno.

Movidos por el Espíritu Santo, dirijamos al Padre la oración que Cristo nos enseñó:

Padre nuestro…

ORACION

Señor, protege a tu pueblo con tu amor siempre fiel y, ya que sólo en ti hemos puesto nuestra esperanza, defiéndenos siempre con tu poder. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

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Lectio Divina – 3 de febrero

Lectio: Sábado, 3 Febrero, 2018
1) Oración
Señor: concédenos amarte con todo el corazón y que nuestro amor se extienda, también, a todos los hombres. Por nuestro Señor.
 
2) Lectura
Del Evangelio según Marcos 6,30-34

Los apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y lo que habían enseñado. Él, entonces, les dice: «Venid también vosotros aparte, a un lugar solitario, para descansar un poco.» Pues los que iban y venían eran muchos, y no les quedaba tiempo ni para comer. Y se fueron en la barca, aparte, a un lugar solitario. Pero les vieron marcharse y muchos cayeron en cuenta; y fueron allá corriendo, a pie, de todas las ciudades y llegaron antes que ellos. Y al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos, pues estaban como ovejas que no tienen pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas.
 
3) Reflexión
• ¡El evangelio de hoy está en vivo contraste con el de ayer! De un lado, el banquete de la muerte, promovido por Herodes con los grandes del reino en el palacio de la Capital, durante el cual Juan Bautista fue asesinado, (Mc 6,17-29). Por el otro lado, el banquete de vida, promovido por Jesús con el pueblo hambriento de Galilea allí en el desierto (Mc 6,30-44). El evangelio de hoy nos trae la introducción a la multiplicación de los panes y describe la enseñanza de Jesús.

• Marcos 6,30-32. La acogida dada a los discípulos. “Los apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y lo que habían enseñado. Él, entonces, les dice: «Venid también vosotros aparte, a un lugar solitario, para descansar un poco» Estos versículos nos muestran como Jesús formaba a sus discípulos. No se preocupaba sólo del contenido de la predicación, sino que también del descanso. Los llevó a un lugar tranquilo para poder descansar y hacer una revisión.
• Marcos 6,33-34. La acogida a la gente. La gente percibió que Jesús había ido por el otro lado del lago, y se fue detrás procurando alcanzarle, andando por tierra, hasta el otro lado. “Y al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos, pues estaban como ovejas que no tienen pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas”. Al ver aquella multitud, Jesús sintió dolor, “pues estaban como ovejas sin pastor”. El olvida el descanso y se pone a enseñar. Al percibir a la gente como oveja sin pastor, Jesús empieza a ser pastor. Empieza a enseñar. Como dice el Salmo “¡El Señor es mi pastor! ¡Nada me falta¡ Fortalece mi alma; me guía por el recto sendero por amor de su Nombre. Aunque pase por quebradas oscuras, no temo ningún mal, porque tú estás conmigo; tu bastón y tu vara me confortan. Tu preparas ante mi una mesa, frente a mis adversarios” (Sal 23,1.3-5). Jesús quería descansar junto con los discípulos, pero la necesidad de la gente lo lleva a dejar de lado el descanso. Algo semejante aconteció cuando se encontró con la samaritana. Los discípulos fueron a buscar comida. Al volver, dijeron a Jesús: “Maestro, ¡come algo!” (Jn 4,31), pero él respondió: “Tengo un alimento que ustedes no conocen” (Jn 4,32). El deseo de atender la necesidad de la gente samaritana le lleva a no pensar en el hambre. “Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a cabo su obra” (Jn 4,34). En primer lugar atiende a la gente que lo busca. La comida viene después.
• Y se puso a enseñarles muchas cosas. El evangelio de Marcos dice muchas veces que Jesús enseñaba. La gente quedaba impresionada: “¡Una nueva enseñanza! ¡Dada con autoridad! ¡Diversa de los escribas!” (Mc 1,22.27). Enseñar era lo que Jesús más hacía (Mc 2,13; 4,1-2; 6,34). Era su costumbre (Mc 10,1). Más de quince veces Marcos dice que Jesús enseñaba, pero raramente dice lo que enseñaba. ¿Es que a Marcos no le interesa el contenido? ¡Depende de a qué se le llama contenido! Enseñar no es sólo una cuestión de enseñar nuevas verdades a la gente. El contenido que Jesús tenía para dar no se manifestaba sólo en las palabras, sino también en los gestos y en su manera de relacionarse con la gente. El contenido no está nunca desligado de la persona que lo comunica. Jesús era una persona acogedora (Mc 6,34). Quería mucho a la gente. La bondad y el amor que se desprendían de sus palabras formaban parte del contenido. Contenido bueno sin bondad es como leche derramada. Esta nueva manera de enseñar de Jesús se manifestaba de muchas maneras. Jesús acepta a sus discípulos no solamente a hombres, sino también a mujeres. Enseña no sólo en la sinagoga, sino en cualquier lugar donde hubiera gente dispuesta a escucharle: en la sinagoga, en casa, en la playa, en el monte, en la llanura, por el camino, en el barco, en el desierto. No crea una relación de alumno-profesor, sino de discípulo a maestro. El profesor da clases y el alumno está con él durante ese tiempo. El maestro da testimonio y el discípulo vive con él muchas horas al día. ¡Es más difícil ser maestro que profesor! Nosotros no somos alumnos de Jesús, ¡somos discípulos y discípulas! La enseñanza de Jesús era una comunicación que desbordaba de la abundancia de su corazón en las formas más variadas: como conversación que trata de esclarecer los hechos (Mc 9,9-13), como comparación que hace que la gente piense y participe (Mc 4,33), como explicación de lo que el mismo hacía (Mc 7,17-23), como discusión que no huye de lo que es polémico (Mc 2,6-12), como crítica que denuncia lo que es falso y equivocado (Mc 12,38-40). Era siempre un testimonio de lo que él mismo vivía, ¡una expresión de su amor! (Mt 11,28-30).
 
4) Para la reflexión personal
• ¿Qué haces tu cuando debes enseñar a los otros algo de la fe y de la religión? ¿Imita a Jesús?

• Jesús se preocupa no sólo del contenido, sino también del descanso. ¿Cómo fue la enseñanza de religión que recibiste en tu infancia? Los/las catequistas ¿imitaban a Jesús?
 
5) Oración final
¿Cómo purificará el joven su conducta?

Observando la palabra del Señor.
Te busco de todo corazón,
no me desvíes de tus mandatos. (Sal 119,9-10)

Domingo V de Tiempo Ordinario

1. Situación

La vida humana en profundidad y la vida auténticamente cristiana convergen, tienen muchas experiencias en común. Una de ellas, por ejemplo, es la sensación ineludible de estar enraizado, de tener mundo propio, esa red estrecha de relaciones con personas y cosas (afectividad y trabajo) y, sin embargo, sentirse solo (no separado) en lo más íntimo, y no poder absolutizar nada, pues todo es tan frágil…

Para algunos es motivo de desencanto y de huida a lo eterno, a la espiritualidad, o lo contrario, motivo de ansiedad por acumular placeres y novedades. El cristiano, por el contrario, hace de esa dualidad un camino de sabiduría.

2. Contemplación

Así vive Jesús: sumergido en la existencia humana, entregado a los demás, en particular, a los que sufren; pero sabiendo que sólo pertenece al Padre, buscando por encima de todo (incluso por encima de las urgencias y necesidades de los pobres) Su voluntad. La costumbre de Jesús de orar responde a esta experiencia última de su persona y de su misión: no confunde su acción con la voluntad de Dios, no identifica eficacia y Reino de Dios. Cuando ora, Jesús no huye de los hombres; deja al Padre que sea su fuente de ser y actuar y afirma la trascendencia absoluta de Dios en doble sentido: en cuanto el totalmente Otro y el máximamente Amor, presente en el corazón de la historia y en cada una de sus criaturas (Evangelio).

En la primera lectura, Job representa a todos los hombres a los que Jesús viene a salvar. ¿Qué es la enfermedad, al cabo, sino un signo de la finitud del hombre? ¿Qué es la vida, sino una experiencia repetida y confirmada de la contingencia, del tiempo que vuela?

Job parece un nihilista. El salmo responsorial, anticipando el Evangelio, responde: Alabad al Señor que sana los corazones destrozados y venda sus heridas.
 

3. Reflexión

No es fácil para el creyente hacer la síntesis de Jesús. Dedicarse al prójimo (familia, obligaciones, atención a los que sufren…) es tan absorbente que no cabe pensar en las propias necesidades, ni siquiera las espirituales, pues hacer oración sería demasiado egoísta y perder el tiempo. ¿Por qué, sin embargo, en cuanto toma conciencia de que su tarea no es suya, sino llamada y misión del Señor, ya no se siente tan justificado respecto a su abandono de la oración?

Creo que es de sentido común intentar una vida más equilibrada: tiempos de trabajo y tiempos de gratuidad, de exterioridad y de intimidad. Pero el cristiano no se inspira primordialmente en el equilibrio, sino en el amor. Por eso, debe descubrir el valor de la oración en su vida a la luz del amor con que se entrega al prójimo.

Dispone de dos claves:

— Si se entera de que el Reino es, primordialmente, iniciativa de Dios. El es un enviado, no el Salvador.

— Si se entera de que el don máximo del Reino es Dios mismo en persona, que quiere comunicarse de corazón a corazón con sus hijos. ¿Es que no se comunica a través del prójimo? Sí, sin duda; pero Jesús se retiraba a orar. ¿Por qué?

4. Praxis

Primero: Es necesario descubrir por experiencia ese misterio de la soledad íntima, que remite a Dios. Sólo Dios alcanza la profundidad del hombre.

Segundo: Evitar todo dualismo entre acción y oración. Sólo hay un camino: poner amor en todo. El amor te hace salir de ti, y la espiritualidad, finalmente, consiste en este salir de sí. Pero el mismo amor te lleva a la fuente del amor, Dios.

Tercero: Se supone que estas páginas te ayudan a hacer oración (no es mucho dedicarles dos tiempos a la semana, ¿verdad?). ¿Te van facilitando la síntesis de Jesús? Casi siempre necesitamos un proceso largo para lograrla. Unas veces hay que insistir en la vida; otras, en la oración. Si, a pesar de todo, mantienes ambos polos, más tarde recogerás los frutos.

Javier Garrido

Domingo V de Tiempo Ordinario

La primera lectura nos presenta a un Job tremendamente dolorido (7, 1-4, 6-7) dirigiéndose a Dios con una especie de pregunta reproche: ¿Qué es esto? ¿A qué viene este tremendo sufrimiento?

La segunda lectura (1ª Cor. 9, 16-19, 22-23) nos muestra a San Pablo un tanto fatigado por los esfuerzos realizados para extender el Evangelio por todas aquellas regiones.

El Evangelio (3ª lectura, Mc. 1, 29-39) también nos muestra a un Jesús que no para, que predica, reza, viaja, que se consume por llegar a todos.

Los dolores de Job, los trabajos de Pablo por extender el Evangelio y la agotadora tarea de Jesús en su misión evangelizadora nos invitan a una pequeña reflexión sobre el “papel” que en nuestro camino de santificación puede y debe jugar el sufrimiento, el dolor.

Es importante tener ideas claras sobre esta faceta de nuestra existencia porque, por diversas circunstancias, el dolor, el sufrimiento nos sale frecuentemente al paso a lo largo de nuestra vida, desorganizándola y convirtiéndola en una tremenda carga. El dolor nos disloca, nos deja descoyuntados de la vida ordinaria.

Nos acercaremos a una correcta interpretación y aprovechamiento del dolor, de la mano de una persona que sufrió indeciblemente pero que el sufrimiento le hizo ver con claridad el “sentido” de su existencia.

Me refiero a Víctor E. Frankl (1905-1997). Es considerado el más famoso psicoterapeuta de este siglo y el último de la gran generación de la Escuela de Viena. Es el fundador de la logoterapia, denominada la tercera escuela vienesa de psicoterapia.

Hasta 1942, en pleno apogeo de los nazis, estuvo trabajando en una clínica judía de Viena, pero finalmente él y su familia fueron internados en el campo de concentración de Theresienstadt. De allí paso a Auschwitz y más tarde a dos subcampos dependientes de Dachau. Tanto su esposa como sus padres fueron martirizados y asesinados en los campos de concentración. Él padeció tremendos sufrimientos de todo tipo, pero sobrevivió.

Tras su liberación, regresó a Viena. En 1945 escribió “El hombre en busca de sentido”, donde describe la vida del prisionero de un campo de concentración desde la perspectiva de un psiquiatra. En ella sostiene que “incluso en las condiciones más extremas de deshumanización y sufrimiento, el individuo puede encontrar una razón para vivir, basada en su dimensión espiritual.

Frankl fue profesor de neurología y psiquiatría en la Universidad de Viena y ejerció la cátedra de logoterapia en la Universidad de San Diego, en California. Ofreció conferencias en 208 Universidades y veinte de ellas le otorgaron el título de doctor “Honoris Causa”. Sus libros han sido traducidos a 21 idiomas, incluido el chino, el coreano y el japonés.

Su idea central descansa en la convicción de que no es el mundo afectivo quien se desorganiza y crea el campo de los trastornos psíquicos sino el mundo de las ideas. De ahí que a su sistema lo denominó “logoterapia”, terapia del logos, de la razón.

Son los desequilibrios ideales-conceptuales los que perturban el desarrollo normal de la mente. Es en la mente donde hemos de bucear para resolver nuestros conflictos psíquicos. Es un asunto de Ideas no de impulsos, sea el sexual, Freud, sea el de poder, Adler o los arquetipos del inconsciente colectivo de Jung.

“Hay que pensar en lo que la existencia nos reclama continua e incesantemente” sostiene nuestro autor.

En los sufrimientos podemos interiorizarnos en lugar de desesperarnos. Es preciso encontrar dentro de nosotros el gran consuelo: Dios. Una de sus obras se titula precisamente así: «La presencia ignorada de Dios”

Derrumbarnos ante el dolor cuando es muy intenso es ciertamente una peligrosa tentación pero puede ser también un momento de salvación. Descubriendo nuestra miseria nos abrimos a Dios mejor que extasiándonos con nuestra grandeza.

No se trata, ¡por supuesto! de buscar voluntariamente el dolor para encontrarnos con Dios, porque Dios no quiere que suframos. Aunque no lo busquemos el dolor sale a nuestro paso en la vida y en su carácter de “tremendo” nos ofrece, sin embargo, una oportunidad de encontrarnos más íntimamente con Dios.

Jesús derrotado sudando sangre, crucificado, clama a su Padre encomendándose a Él. A tus manos encomiendo mi espíritu. No es buscar el dolor para encontrarnos con Dios sino no dejar que el dolor nos oscurezca la presencia de Dios en nuestra interioridad.

La luminosidad del Evangelio, la clara trayectoria de Jesús ante el dolor es el gran recurso para que el dolor no arruine nuestra esperanza.

Ni Job, ni San Pablo, ni Jesús perdieron su equilibrio, porque tenían una idea clara de lo que seguían y pretendían. Las ideas son las que evitan los trastornos psíquicos las depresiones, las desesperanzas.

Nada desorienta psíquicamente, cuando uno tiene un rumbo perfectamente perfilado y asumido.

La Iglesia se extendió en medio de enormes dificultades, entre las que se incluía el cruel martirio, porque estaba integrada por gente con claras convicciones. Eran hombres y mujeres que sabían bien lo que querían y por eso no se deprimían ante la posibilidad de perder la vida incluso en medio de terribles tormentos.

Es el mundo de las ideas lo que permite al ser humano cabalgar por la vida sin perder el norte, sin caer en la desorientación existencial.

Cuando se olvidan los principios fundamentales y se sustituyen por otros ligeros y superficiales, nos quedamos expuestos a flotar en manos de cualquier viento que sople en nuestro derredor. Somos como un globo de aquellos que, cuando niños, se nos escapaban de las manos dejándonos sumidos en una profunda tristeza.

La Eucaristía de hoy la inscribimos en el momento del actuar que nos hemos señalado durante este tiempo llamado “Ordinario”.

Comprometámonos a profundizar en el mensaje Evangélico; a echar raíces profundas en Él. Él nos llevará a la interioridad donde, como dice San Agustín, está la verdad: Dios. «No vayas fuera, entra en ti mismo: en el hombre interior habita la verdad»

Ella nos permitirá caminar por la vida sin desorientaciones existenciales, sin pérdidas del horizonte salvador, por dura que se nos presente la vida.

Que así sea.

Pedro Sáez

Spe Salvi – Benedicto XVI

3. Pero ahora se plantea la pregunta: ¿en qué consiste esta esperanza que, en cuanto esperanza, es «redención»? Pues bien, el núcleo de la respuesta se da en el pasaje antes citado de la Carta a los Efesios: antes del encuentro con Cristo, los Efesios estaban sin esperanza, porque estaban en el mundo «sin Dios». Llegar a conocer a Dios, al Dios verdadero, eso es lo que significa recibir esperanza. Para nosotros, que vivimos desde siempre con el concepto cristiano de Dios y nos hemos acostumbrado a él, el tener esperanza, que proviene del encuentro real con este Dios, resulta ya casi imperceptible. El ejemplo de una santa de nuestro tiempo puede en cierta medida ayudarnos a entender lo que significa encontrar por primera vez y realmente a este Dios. Me refiero a la africana Josefina Bakhita, canonizada por el Papa Juan Pablo II. Nació aproximadamente en 1869 –ni ella misma sabía la fecha exacta– en Darfur, Sudán. Cuando tenía nueve años fue secuestrada por traficantes de esclavos, golpeada y vendida cinco veces en los mercados de Sudán. Terminó como esclava al servicio de la madre y la mujer de un general, donde cada día era azotada hasta sangrar; como consecuencia de ello le quedaron 144 cicatrices para el resto de su vida. Por fin, en 1882 fue comprada por un mercader italiano para el cónsul italiano Callisto Legnani que, ante el avance de los mahdistas, volvió a Italia. Aquí, después de los terribles « dueños » de los que había sido propiedad hasta aquel momento, Bakhita llegó a conocer un « dueño » totalmente diferente –que llamó « paron » en el dialecto veneciano que ahora había aprendido–, al Dios vivo, el Dios de Jesucristo. Hasta aquel momento sólo había conocido dueños que la despreciaban y maltrataban o, en el mejor de los casos, la consideraban una esclava útil. Ahora, por el contrario, oía decir que había un « Paron » por encima de todos los dueños, el Señor de todos los señores, y que este Señor es bueno, la bondad en persona. Se enteró de que este Señor también la conocía, que la había creado también a ella; más aún, que la quería. También ella era amada, y precisamente por el « Paron » supremo, ante el cual todos los demás no son más que míseros siervos. Ella era conocida y amada, y era esperada. Incluso más: este Dueño había afrontado personalmente el destino de ser maltratado y ahora la esperaba «a la derecha de Dios Padre». En este momento tuvo «esperanza»; no sólo la pequeña esperanza de encontrar dueños menos crueles, sino la gran esperanza: yo soy definitivamente amada, suceda lo que suceda; este gran Amor me espera. Por eso mi vida es hermosa. A través del conocimiento de esta esperanza ella fue «redimida», ya no se sentía esclava, sino hija libre de Dios. Entendió lo que Pablo quería decir cuando recordó a los Efesios que antes estaban en el mundo sin esperanza y sin Dios; sin esperanza porque estaban sin Dios. Así, cuando se quiso devolverla a Sudán, Bakhita se negó; no estaba dispuesta a que la separaran de nuevo de su « Paron ». El 9 de enero de 1890 recibió el Bautismo, la Confirmación y la primera Comunión de manos del Patriarca de Venecia. El 8 de diciembre de 1896 hizo los votos en Verona, en la Congregación de las hermanas Canosianas, y desde entonces –junto con sus labores en la sacristía y en la portería del claustro– intentó sobre todo, en varios viajes por Italia, exhortar a la misión: sentía el deber de extender la liberación que había recibido mediante el encuentro con el Dios de Jesucristo; que la debían recibir otros, el mayor número posible de personas. La esperanza que en ella había nacido y la había «redimido» no podía guardársela para sí sola; esta esperanza debía llegar a muchos, llegar a todos.

La curación de enfermos

1. Las curaciones de Jesús relatadas en los evangelios —unas ochenta— han dado lugar a constantes discusiones entre quienes las aceptan al pie de la letra y quienes las niegan. Ante un prodigio, el NT no se plantea su posibilidad, sino su sentido. La curación, como todo «milagro» evangélico, es un signo que Dios hace al hombre a partir de un suceso sorprendente, cuyo significado se reconoce en la fe. El milagro es, pues, manifestación del poder de Dios y signo de su redención por medio de Jesús. Dicho de otro modo, Jesús hace signos que anuncian la llegada del reino y que contienen un mensaje de liberación.

2. El cristianismo no es milagrería, sino palabra de vida pronunciada por Jesús en orden a la salvación. Jesús hace una curación (de la servidumbre del pecado, al servicio a los hermanos) en sábado (día de liberación, no de prohibiciones), al salir de la sinagoga (lugar de una palabra no comprendida) y entrar en casa de Pedro (sede de la comunidad).

3. Cristiano es el discípulo de Jesucristo y de los hermanos que pasa, de la «fiebre» (enfermedad y pecado), al «servicio» (del Dios vivo y de la comunidad humana). Jesús ha venido y sigue viniendo a expulsar lo demoníaco y a curar toda dolencia, a fin de que se restablezca la salud de la humanidad y se haga patente el reino de Dios.

Casiano Floristán

Solidaridad con los débiles

Según Marcos, Jesús comienza su ministerio en Cafarnaún, ciudad galilea. Con toda intención el evangelista nos había dicho que entró en una sinagoga en día sábado (1, 21). Su mensaje es calificado como «doctrina nueva» (1, 27); con aprecio por unos, pero sin duda con rechazo por otros.

El discípulo es un servidor

El mismo día, Jesús, al dejar la sinagoga, va a una casa amiga con sus primeros discípulos (v. 29). Allí realiza la primera curación que nos relata Marcos. Da la salud a la suegra de Pedro como signo del Reino de vida que ha venido a anunciar. Lo hace en sábado, día de reposo y oración que la casuística farisea había convertido en una camisa de fuerza, prohibiendo todo tipo de trabajo. Como este evangelio lo hará notar varias veces, más importante es para Jesús dar vida a otro que observar formalidades vacías con pretexto religioso.

La respuesta de la nueva discípula al don recibido es el servicio (V 31). El comportamiento de esta mujer debe ser imitado por todos los seguidores de Jesús: se acoge verdaderamente el Reino cuando ponemos nuestra vida al servicio de los demás (Mc 9, 33-35). «El hombre está en la tierra cumpliendo un servicio», dice el libro de Job (7, 1). El signo de vida a través de las curaciones continúa (Mc 1, 34). Jesús rubrica así su enseñanzas no hay, que olvidar que en esa época el enfermo es considerado con frecuencia, como un pecador. La multitud que se acerca al Señor está sin duda formada por débiles y marginales.

Orar y evangelizar

Jesús se aparta para orar en un lugar solitario (v. 35). En diversas oportunidades los evangelios señalan estos momentos de oración que nos invitan a comulgar con el Señor en la contemplación. Ella está ligada a la preocupación evangelizadora. «Vámonos a otra parte» (v. 38), dice Jesús a sus discípulos. La proclamación del evangelio es una actividad comunitaria y además intensa, el Mesías deja Cafarnaún y recorre toda la Galilea, predicador itinerante que señala el camino hacia el Padre.

De esa intensidad de la evangelización nos habla Pablo. Debo predicar, decía el Señor en el evangelio de Marcos (v. 38). «¡Ay de mí si no anuncio el evangelio!» (1 Cor 9, 16), hace eco Pablo. Se trata de dar el mensaje de la única manera posible: gratuitamente, sin esperar recompensa. Lo que se recibe gratis hay que entregarlo con total desinterés. Esa libertad espiritual le permitirá identificarse con aquellos a quienes anuncia el evangelio, aceptando su condición y haciéndose uno de ellos. «Débil con los débiles» (v. 22) es la regla de oro del evangelizador que nos propone Pablo. Solidario con los que sufren abandono como Job, para hacer nacer en ellos la esperanza del Reino de vida.

Gustavo Gutiérrez

Este era su programa

Un día en la vida de Jesús, sería un buen título para el evangelio de hoy. En efecto, en sus 15 líneas se nos informa de las distintas actividades que desarrollaba Jesús a lo largo de una jornada:

-Se levanta muy temprano.

-Va a casa de los hermanos Simón (Pedro) y Andrés.

-Cura a la suegra de Pedro que se hallaba enferma.

-Comida de trabajo (había que concretar cosas sobre cómo organizar la atención a los enfermos etc ).

-En el atardecer, curar a muchos enfermos.

Al día siguiente: se levantó de madrugada dirigiéndose a un descampado. Allí se entrega a la oración, comenzando una nueva jornada. La gente de la zona desea que se quede. Están satisfechos. Pero Jesús tenía otros planes: “Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí, pues para eso he venido”.

En estos últimos tiempos ha hecho fortuna la frase del Papa Francisco: “Queremos una Iglesia en salida”, es decir en movimiento. Sin olvidar que una cosa es dar vueltas y otra dejar huella. Se trata de una actividad dirigida con sentido común, con fines positivos. No desnortada. No sé si me equivoco, pero Jesús, además despliega un programa en favor de los demás, pensando en los otros. Me parece que de esta programación hemos subrayado, acentuado, destacado, insistido demasiado en el aspecto serio, austero, áspero. Tengo la impresión, la sensación de que nuestra fe no se halla cómoda en ambientes festivos, de diversión. No me refiero al desmadre. Recuerdo, por ejemplo a jóvenes seminaristas próximos a ser ordenados sacerdotes o a jóvenes próximos a entrar en una Orden Religiosa, que estando conversando con sus amigos-as, se retiran cuando empieza a sonar la música bailable. Parece que entre las tendencias humanas y las orientaciones evangélicas no hay coincidencia, no convergen. Creo que no hemos logrado incorporar lo lúdico en el vivir cristiano. Sin embargo la fe cristiana posee una cadena larga de principios que invitan a la alegría: la fraternidad, el sentirse hermanos; la reconciliación, el perdón pueden ser una fuente de satisfacción, de gozo, sobre todo el misterio de la resurrección. A pesar de todo algunos piensan que salimos de nuestros actos religiosos con rostro de aburridos. ¿Tendrán o no tendrán razón? Nuestro Maestro predica y cura, perdona y libera, humaniza y consuela. Jesús se manifiesta no sólo compasivo, sino también como portador de salud. Cuando los discípulos del Bautista le preguntaron a Jesús quien era, éste les respondió: “Id a informar a Juan de lo que habéis visto y oído; los ciegos recobran la vista, los cojos caminan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, los pobres reciben la Buena Noticia”.

Curiosamente la primera exhortación del actual Papa Francisco se titula “ Evangelii Gaudium”, (“La alegría del Evangelio”). Escarbando en Internet hallo titulares como éstos: La alegría en el Evangelio de Lucas; La alegría en el Evangelio; La alegría de vivir el Evangelio; de predicar el Evangelio. Probablemente la alegría constituye el mejor antídoto contra las enfermedades de la sociedad actual: El egoísmo, el enconchamiento, el pesimismo. La alegría impulsa al encuentro con el otro.

Que nuestra plegaria sea: Dales tu aliento en su lucha, alivia su angustia y su cansancio, sana sus heridas, aviva su confianza, haz que se sientan queridos y queridas.

Josetxu Canibe

A la puerta de nuestra casa

En la sinagoga de Cafarnaún Jesús ha liberado por la mañana a un hombre poseído por un espíritu maligno. Ahora se nos dice que sale de la «sinagoga» y marcha a «la casa» de Simón y Andrés. La indicación es importante pues, en el evangelio de Marcos, lo que sucede en esa casa encierra siempre alguna enseñanza para las comunidades cristianas.

Jesús pasa de la sinagoga, lugar oficial de la religión judía, a la casa, lugar donde se vive la vida cotidiana junto a los seres más queridos. En esa casa se va a ir gestando la nueva familia de Jesús. Las comunidades cristianas han de recordar que no son un lugar religioso donde se vive de la Ley, sino un hogar donde se aprende a vivir de manera nueva en torno a Jesús.

Al entrar en la casa, los discípulos le hablan de la suegra de Simón. No puede salir a acogerlos pues está postrada en cama con fiebre. Jesús no necesita más. De nuevo va a romper el sábado por segunda vez el mismo día. Para él lo importante es la vida sana de las personas, no las observancias religiosas. El relato describe con todo detalle los gestos de Jesús con la mujer enferma.

«Se acercó». Es lo primero que hace siempre: acercarse a los que sufren, mirar de cerca su rostro y compartir su sufrimiento.Luego, «la cogió de la mano»: toca a la enferma, no teme las reglas de pureza que lo prohíben; quiere que la mujer sienta su fuerza curadora. Por fin, «la levantó», la puso de pie, le devolvió la dignidad.

Así está siempre Jesús en medio de los suyos: como una mano tendida que nos levanta, como un amigo cercano que nos infunde vida. Jesús solo sabe servir, no ser servido. Por eso la mujer curada por él se pone a «servir» a todos. Lo ha aprendido de Jesús. Sus seguidores han de vivir acogiéndose y cuidándose unos a otros.

Pero sería un error pensar que la comunidad cristiana es una familia que piensa solo en sus propios miembros y vive de espaldas al sufrimiento de los demás. El relato dice que, ese mismo día, «al ponerse el sol», cuando ha terminado el sábado, le llevan a Jesús toda clase de enfermos y poseídos por algún mal.

Los cristianos hemos de grabar bien la escena. Al llegar la oscuridad de la noche, la población entera con sus enfermos «se agolpa a la puerta». Los ojos y las esperanzas de los que sufren buscan la puerta de esa casa donde está Jesús.

La Iglesia solo atrae de verdad cuando la gente que sufre puede descubrir dentro de ella a Jesús curando la vida y aliviando el sufrimiento. A la puerta de nuestras comunidades hay mucha gente sufriendo. No lo olvidemos.

José Antonio Pagola

Comentario al evangelio – 3 de febrero

Hoy en evangelio anota de forma natural el regreso a casa de los discípulos anteriormente enviados por Jesús de dos en dos como misioneros por pueblos y ciudades. A su vuelta, cansados y contentos, comparten gozosamente con Jesús sus andanzas y desventuras. A continuación, el Maestro les propone retirarse a descansar juntos en un lugar apartado. Pero al intentarlo, se ven sorprendidos por un gentío inmenso e indigente que se lo impide. En este caso, vemos a Jesús tomando una decisión entre dos posibilidades legítimas: O despiden a la gente para descansar o se olvidan de sus merecidas vacaciones, para dedicarse a atender a la masa que les solicita. ¿Hacia dónde se inclina Jesús? ¿Por qué toma esa decisión? ¿Qué se nos enseña con ello?

Ante todo, hay que subrayar que el descanso es necesario. No lo olvidemos. No hemos sido creados como burros de carga. Sin descanso y sin una cierta soledad no podemos vivir con cierta calidad. El ruido y la confusión erosionan peligrosamente el equilibrio psicológico. Pero, atención, las mini-vacaciones fallidas que Jesús propone tienen dos peculiaridades: Se trata de estar a solas con Jesús y en un lugar apartado. 

Muchos de nosotros o nos sabemos descansar o nos cuesta respetar el clásico “descanso sabático”, tan imprescindible y vital. Ya conocemos las consecuencias de esa carencia: estrés, burn-out, agotamiento espiritual, aparición de una incapacidad progresiva para disfrutar del tiempo dedicado gratuitamente al Señor, sin el cual, quedamos psicológicamente como inconsistentes y espiritualmente como muertos, búsqueda de compensaciones tan falsas y peligrosas como las adicciones. Tomemos nota. Hay que descansar. Lo quiere el Señor.

Pero, por otra parte, el descanso sólo debe ceder ante la compasión. Ante la avalancha de aquel gentío que buscaba a Jesús “porque estaban como ovejas sin pastor”, El sintió lástima y, sin pensárselo dos veces, canceló sus vacaciones. El servicio a los necesitados, en esta ocasión, anuló el merecido reposo. La elección, según dice el texto evangélico, vino motivada por compasión. Compasión es una bellísima palabra. Significa sufrir juntos, padecer en común, sentir el dolor del otro como si fuera mío. Se ha dicho que la compasión es la primera manifestación de la vida religiosa, porque nos hace semejantes a Dios.

La conducta de Jesús nos ofrece un criterio claro de elección. No hay desprecio de ninguna de las dos posibilidades. Solo recto orden. Las cosas deben estar claras.