Lectura continuada del Evangelio de Marcos

Marcos 1, 35-39

35Y de madrugada, cuando era todavía muy de noche, levantándose, salió y fue a un lugar desierto y allí oraba.

36Y Simón y los que estaban con él le persiguieron 37y le encontraron, y le dicen: “Todos te buscan”.

38Y les dice: “Vayamos a otra parte, a los pueblos vecinos, para que proclame también allí, porque para esto he salido”.

39Y fue proclamando en sus sinagogas por toda Galilea y expulsando los demonios.

El secreto implicado en la prohibición que Jesús impone a los poderes demoníacos en 1, 34 queda reforzado al comienzo de nuestro pasaje, donde Jesús se esconde incluso de sus propios discípulos. Pero al final del pasaje viene a desplegarse de nuevo la dialéctica marcana entre ocultamiento y revelación, pues Jesús cumple su intención de proclamar la buena noticia de Dios a lo largo de Galilea.

Nuestra historia sirve para redondear los temas del «día de Cafarnaún», que contiene la historia fundacional de la Iglesia de Cafarnaún. Los versículos 1, 35-39 constituirían una conclusión adecuada.

Por su forma, este pasaje es una historia centrada y culminada en un dicho; todo en ella dirige al dicho de Jesús en 1, 38, donde él revela la razón por la que «ha salido».

1, 35-39: Se podría esperar que, tras su día y su noche de extenuante actividad en Cafarnaún (cf. 1, 21-34), Jesús habría deseado dormir hasta tarde; en contra de eso, él se levanta temprano la mañana siguiente y sale para orar en un lugar apartado, sin despertar a sus discípulos (1, 35). Esta es una conducta típica de los carismáticos bíblicos, que van a donde el Espíritu les dirige sin ni siquiera despedirse (cf. 1Re 18, 12; 2Re 2, 16; Hch 8, 39-40). Es otro signo de que Jesús actúa bajo la dirección de un poder sobrehumano y no tiene por qué dar cuentas a los hombres (cf. 1, 22.27; 11, 27-33).

Sus discípulos, sin embargo, se alarman cuando descubren su ausencia. Hay algo chocante en ese gesto de desesperación de los discípulos al perseguirle, como lo expresa el verbo utilizado en 1, 36. Un rasgo semejante aparecen en la historia de la resurrección en Lc 24, 28-31, en la que dos discípulos piden al Señor resucitado que permanezca con ellos; sin embargo, como en nuestra historia, Jesús desaparece de su vista. Para Marcos, Jesús es por naturaleza alguien elusivo. Sin embargo, como muestra la continuación de la historia, él puede ser encontrado por la gente que le persigue de un modo sincero. De todas formas, al mismo tiempo, el matiz negativo de «persiguieron» está evocando quizá la fricción que vendrá a producirse entre los discípulos y Jesús.

Cuando los discípulos encuentran, por fin, a Jesús le dicen que todos le están buscando (1, 37) –otro signo del profundo anhelo que él ha suscitado en la población de Cafarnaún-. Sin embargo, Jesús muestra de nuevo su autoridad y su independencia respecto a las expectativas humanas, negándose a volver al escenario de su triunfo anterior. En vez de eso, él insiste en ir a predicar también en las ciudades vecinas: «pues para eso he venido» (literalmente «he salido») (1, 38). Esta afirmación constituye el clímax del pasaje. Esta palabra ha de entenderse dentro de un grupo importante de dichos marcanos sobre la «venida» de Jesús (1, 24; 1, 28; 2, 17 y 10, 45). Resulta específicamente significativo el hehco de que Jesús vincule su «salida« con su intención de proclamar. Esto le hace semejante al profeta Amós, que emerge de la oscuridad a la luz pública para proclamar el mensaje de Dios (Am 7, 14-15) y le asemeja también con algunas figuras judías posteriores, tales como Flavio Josefo, y con algunas figuras sobrehumanas de la literatura antigua como Hermes. Según eso, en 1, 38, Marcos está aplicando a Jesús un tipo de lenguaje que utilizaban los enviados divinos en el mundo antiguo. La palabra «he salido» tiene además otro matiz que está apoyado con gran fuerza por el contexto Marcano, y es el matiz militar. Según la conclusión de este pasaje, Jesús viene a Galilea no solo proclamando, sino también continuando su «guerra» en contra de los poderes demoníacos. Marcos pone de relieve la estrecha conexión que existe entre los exorcismos y la proclamación del evangelio. El evangelio proclama, según Marcos, la venida escatológica de Dios y esa venida implica la destrucción de los poderes perversos que han usurpado el justo dominio de Dios sobre el mundo (cf. 1, 12-15). Por eso, es significativo el hecho de que uno de los matices de «salir», dese los tiempos clásicos, sea el de «venir para la batalla».

Jesús no sólo anuncia su intención de llevar esta guerra a las ciudades del entorno, sino que además involucra a sus discípulos en su plan: «vayamos». La conclusión del pasaje (1, 39) cumple e incluso desborda el plan que había anunciado Jesús en 1, 38, al decir que quería extender su ministerios a «las ciudades del entorno». Ahora se informa de que fue «por toda la región de Galilea» (1, 39). Es toda la región la que ahora experimenta el poder de las palabras y las acciones de Jesús. Más aún, la extensión geográfica de la influencia de Jesús está comenzando a igualarse ahora con la de Juan Bautista (cf. 1, 5: «por toda la región de Judea»). En el próximo pasaje, esa influencia de Jesús se extenderá todavía de una manera más amplia, después que una notable curación transforme a un hombre sufriente, haciéndole no solo servidor (cf. 1, 31), sino también un predicador de Jesús.

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