Vísperas – Jueves V de Tiempo Ordinario

VÍSPERAS
(Oración de la tarde)

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno: VENGO, SEÑOR, CANSADO.

Vengo, Señor, cansado;
¡cuánta fatiga
van cargando mis hombros
al fin del día!
Dame tu fuerza
y una caricia tuya
para mis penas.

Salí por la mañana
Entre los hombres,
¡y encontré tantos ricos
que estaban pobres!
La tierra llora,
porque sin ti la vida
es poca cosa.

¡Tantos hombres maltrechos,
sin ilusiones!;
en ti buscan asilo
sus manos torpes.
Tu amor amigo,
todo tu santo fuego,
para su frío.

Yo roturé la tierra
y puse trigo;
tú diste el crecimiento
para tus hijos.
Así, en la tarde,
con el cansancio a cuestas,
te alabo, Padre.

Quiero todos los días
salir contigo,
y volver a la tarde
siendo tu amigo.
Volver a casa
y extenderte las manos,
dándote gracias. Amén.

SALMODIA

Ant 1. Señor, Dios mío, a ti grité, y tú me sanaste; te daré gracias por siempre.

Salmo 29 – ACCIÓN DE GRACIAS POR LA CURACIÓN DE UN ENFERMO EN PELIGRO DE MUERTE

Te ensalzaré, Señor, porque me has librado
y no has dejado que mis enemigos se rían de mí.

Señor, Dios mío, a ti grité,
y tú me sanaste.
Señor, sacaste mi vida del abismo,
me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa.

Tañed para el Señor, fieles suyos,
dad gracias a su nombre santo;
su cólera dura un instante;
su bondad, de por vida;
al atardecer nos visita el llanto,
por la mañana, el júbilo.

Yo pensaba muy seguro:
«No vacilaré jamás.»
Tu bondad, Señor, me aseguraba
el honor y la fuerza;
pero escondiste tu rostro,
y quedé desconcertado.

A ti, Señor, llamé,
supliqué a mi Dios:
«¿Qué ganas con mi muerte,
con que yo baje a la fosa?

¿Te va a dar gracias el polvo,
o va a proclamar tu lealtad?
Escucha, Señor, y ten piedad de mí;
Señor, socórreme.»

Cambiaste mi luto en danzas,
me desataste el sayal y me has vestido de fiesta;
te cantará mi alma sin callarse.
Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Señor, Dios mío, a ti grité, y tú me sanaste; te daré gracias por siempre.

Ant 2. Dichoso el hombre a quien el Señor no le apunta el delito.

Salmo 31 – ACCIÓN DE GRACIAS DE UN PECADOR PERDONADO

Dichoso el que está absuelto de su culpa,
a quien le han sepultado su pecado;
dichoso el hombre a quien el Señor
no le apunta el delito.

Mientras callé se consumían mis huesos,
rugiendo todo el día,
porque día y noche tu mano
pesaba sobre mí;
mi savia se me había vuelto
un fruto seco.

Había pecado, lo reconocí,
no te encubrí mi delito;
propuse: «Confesaré al Señor mi culpa»,
y tú perdonaste mi culpa y mi pecado.

Por eso, que todo fiel te suplique
en el momento de la desgracia:
la crecida de las aguas caudalosas
no lo alcanzará.

Tú eres mi refugio, me libras del peligro,
me rodeas de cantos de liberación.

Te instruiré y te enseñaré el camino que has de seguir,
fijaré en ti mis ojos.

No seáis irracionales como caballos y mulos,
cuyo brío hay que domar con freno y brida;
si no, no puedes acercarte.

Los malvados sufren muchas penas;
al que confía en el Señor,
la misericordia lo rodea.

Alegraos, justos, y gozad con el Señor,
aclamadlo, los de corazón sincero.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Dichoso el hombre a quien el Señor no le apunta el delito.

Ant 3. El Señor le dio el poder, el honor y el reino, y todos los pueblos le servirán.

Cántico: EL JUICIO DE DIOS Ap 11, 17-18; 12, 10b-12a

Gracias te damos, Señor Dios omnipotente,
el que eres y el que eras,
porque has asumido el gran poder
y comenzaste a reinar.

Se encolerizaron las naciones,
llegó tu cólera,
y el tiempo de que sean juzgados los muertos,
y de dar el galardón a tus siervos los profetas,
y a los santos y a los que temen tu nombre,
y a los pequeños y a los grandes,
y de arruinar a los que arruinaron la tierra.

Ahora se estableció la salud y el poderío,
y el reinado de nuestro Dios,
y la potestad de su Cristo;
porque fue precipitado
el acusador de nuestros hermanos,
el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche.

Ellos le vencieron en virtud de la sangre del Cordero
y por la palabra del testimonio que dieron,
y no amaron tanto su vida que temieran la muerte.
Por esto, estad alegres, cielos,
y los que moráis en sus tiendas.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El Señor le dio el poder, el honor y el reino, y todos los pueblos le servirán.

LECTURA BREVE   1Pe 1, 6-9

Saltad de júbilo, aunque de momento tengáis que sufrir un poco en diversas pruebas. Así la pureza de vuestra fe resultará más preciosa que el oro (que, aun después de acrisolado por el fuego, perece) y será para vuestra alabanza y gloria y honor en el día de la manifestación de Jesucristo. A él no lo habéis visto, y lo amáis; en él creéis ahora, aunque no lo veis; y os regocijaréis con un gozo inefable y radiante, al recibir el fruto de vuestra fe, la salud de vuestras almas.

RESPONSORIO BREVE

V. Nos alimentó el Señor con flor de harina.
R. Nos alimentó el Señor con flor de harina.

V. Nos sació con miel silvestre.
R. Con flor de harina.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Nos alimentó el Señor con flor de harina.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. El Señor derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El Señor derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes.

PRECES

Invoquemos a Dios, nuestro refugio y nuestra fortaleza, y digámosle:

Escucha, Señor, nuestra oración.

Dios de amor que has hecho alianza con tu pueblo,
haz que recordemos siempre tus maravillas.

Que los sacerdotes, Señor, crezcan en la caridad
y que los fieles vivan en la unidad del Espíritu y en el vínculo de la paz.

Que el mundo prospere y avance según tus designios
y que los que lo construyen no trabajen en vano.

Envía, Señor, operarios a tu mies
para que tu nombre sea conocido en el mundo.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

A nuestros familiares y bienhechores difuntos dales un lugar entre los santos
y haz que nosotros un día nos encontremos con ellos en tu reino.

Ya que por Jesucristo hemos llegado a ser hijos de Dios, nos atrevemos a decir:

Padre nuestro…

ORACION

Tú, Señor, que iluminas la noche y haces que después de las tinieblas amanezca nuevamente la luz, haz que, durante la noche que ahora comienza, nos veamos exentos de toda culpa y que, al clarear el nuevo día, podamos reunirnos otra vez en tu presencia para darte gracias nuevamente. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

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Lectio Divina – 8 de febrero

Lectio: Jueves, 8 Febrero, 2018
1) Oración
Vela, Señor, con amor continuo sobre tu familia; protégela y defiéndela siempre, ya que sólo en ti ha puesto su esperanza. Por nuestro Señor.
 
2) Lectura
Del Evangelio según Marcos 7,24-30

Y partiendo de allí, se fue a la región de Tiro, y entrando en una casa quería que nadie lo supiese, pero no logró pasar inadvertido, sino que, en seguida, habiendo oído hablar de él una mujer, cuya hija estaba poseída de un espíritu inmundo, vino y se postró a sus pies. Esta mujer era griega, sirofenicia de nacimiento, y le rogaba que expulsara de su hija al demonio. Él le decía: «Espera que primero se sacien los hijos, pues no está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos.» Pero ella le respondió: «Sí, Señor; que también los perritos comen bajo la mesa migajas de los niños.» Él, entonces, le dijo: «Por lo que has dicho, vete; el demonio ha salido de tu hija.» Volvió a su casa y encontró que la niña estaba echada en la cama y que el demonio se había ido.
 
3) Reflexión
• En el Evangelio de hoy, veremos cómo Jesús atiende a una mujer extrajera de otra raza y de otra religión, lo cual estaba prohibido por la ley religiosa de aquella época. Inicialmente, Jesús no quería atenderle, pero la mujer insistió y consiguió lo que quería: la curación de la hija.

• Jesús trata de abrir la mentalidad de los discípulos y de la gente más allá de la visión tradicional. En la multiplicación de los panes, había insistido en el compartir (Mc 6,30-44). En la discusión sobre lo que es puro e impuro, había declarado puros todos los alimentos (Mc 7,1-23). Ahora, en este episodio de la Mujer Cananea, supera las fronteras del territorio nacional y acoge a una mujer extranjera que no pertenece al pueblo y con la que estaba prohibido conversar. Estas iniciativas de Jesús, nacidas de su experiencia de Dios como Padre, eran extrañas para la mentalidad de la gente de la época. Jesús ayuda a la gente a abrir su manera de experimentar a Dios en la vida.
• Marcos 7.24: Jesús sale del territorio. En el evangelio de ayer (Mc 7,14-23) y de antes de ayer (Mc 7,1-13), Jesús había criticado la incoherencia de la “Tradición de los Antiguos” y había ayudado a la gente y a los discípulos a salir de la prisión de las leyes de la pureza. Aquí, en Mc 7,24, sale de Galilea. Parece querer salir de la prisión del territorio y de la raza. Está en el extranjero, y parece que no quiere ser conocido. Pero su fama había llegado antes que él. La gente sabe y le busca.
• Marcos 7.25-26: La situación. Una mujer llega cerca y empieza a pedir por la hija enferma. Marcos dice explícitamente que era de otra raza y de otra religión. Esto es, era pagana. Ella se lanza a los pies de Jesús y empieza a suplicar para que cure a su hija poseída por un espíritu impuro. Los paganos no tenían problema en recorrer a Jesús. Los judíos ¡sí que tenían problemas en convivir con los paganos!
• Marcos 7.27: La respuesta de Jesús. Fiel a las normas de su religión, Jesús dice que no conviene tirar el pan de los hijos y darlo a los cachorros. Frase dura. La comparación está sacada de la vida familiar. Hasta hoy, niños y cachorros es lo que más hay en los barrios pobres. Jesús afirma una cosa que es cierta: ninguna madre saca el pan de la boca de los hijos para darlo a los cachorros. En este caso, los hijos eran los judíos y los cachorros, los paganos. En la época del AT, por causa de la rivalidad entre los pueblos, un pueblo acostumbraba llamar a otro “cachorro” (1Sam 17,43). En los otros evangelios Jesús explica el porqué de su rechazo: “No fui enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel” (Mt 15,24). Es decir: “El Padre no quiere que yo me ocupe de esta mujer”
• Marcos 7,28: La reacción de la mujer. Ella concuerda con Jesús, pero amplía la comparación y la aplica a su caso: “Sí, Señor; que también los perritos comen bajo la mesa migajas de los niños.” Es como si dijera: “Si soy perrito, entonces tengo los derechos de los perritos, es decir, ¡las migajas me pertenecen!” Ella sencillamente sacó las conclusiones de la parábola que Jesús contó y, mostró que, hasta en la casa de Jesús, los perritos comían las migajas que caían de la mesa de los niños. Y en la “casa de Jesús”, esto es, en la comunidad cristiana, la multiplicación del pan para los hijos fue tan abundante que estaban sobrando doce cestos (Mc 6,42) para los “cachorros”, esto es, para ella, ¡para los paganos!
• Marcos 7,29-30: La reacción de Jesús: “Por lo que has dicho, vete; el demonio ha salido de tu hija.” En los otros evangelios se explicita: “¡Grande es tu fe! ¡Que se cumpla tu deseo!” (Mt 15,28). Si Jesús atiende la súplica de la mujer es porque comprende que, ahora, el Padre quiere que él escuche su petición. Este episodio ayuda a percibir algo del misterio que envolvía a la persona de Jesús y como él convivía con el Padre. Era observando las reacciones de las personas y las actitudes de las personas, que Jesús descubre la voluntad del Padre en los acontecimientos de la vida. La actitud de la mujer abre un nuevo horizonte en la vida de Jesús. A través de ella, él descubre mejor que el proyecto del Padre es para todos los que buscan la vida y quieren liberarse de las cadenas que aprisionan su energía. Así, a lo largo de las páginas del evangelio de Marcos, hay una apertura creciente hacia los demás pueblos. De este modo, Marcos lleva a los lectores y a las lectoras a abrirse, poco a poco, a la realidad del mundo de alrededor y a superar ideas preconcebidas que impiden la convivencia pacífica entre la gente. Esta apertura hacia los paganos aparece de forma muy clara en la orden final que Jesús da a los discípulos, después de su resurrección: ”Id por el mundo, proclamad el Evangelio a toda la creación” (Mc 16,15).
 
4) Para la reflexión personal
• Tú, ¿qué haces concretamente, para convivir en paz con personas de otras iglesias cristianas? En el barrio donde vives ¿hay gente de otras religiones? ¿Cuáles? ¿Hablas normalmente con personas de otras religiones?

• ¿Cuál es la apertura que este texto nos pide hoy a nosotros, en familia y en comunidad?
 
5) Oración final
¡Dichosos los que guardan el derecho,

los que practican siempre la justicia!
¡Acuérdate de mí, Yahvé,
hazlo por amor a tu pueblo,
ven a ofrecerme tu ayuda. (Sal 106,3-4)

Introducción al Catecismo de la Iglesia Católica

9. “El ministerio de la catequesis saca energías siempre nuevas de los concilios. El Concilio de Trento constituye a este respecto un ejemplo digno de ser destacado: dio a la catequesis una prioridad en sus constituciones y sus decretos; de él nació el Catecismo Romano que lleva también su nombre y que constituye una obra de primer orden como resumen de la doctrina cristiana; este Concilio suscitó en la Iglesia una organización notable de la catequesis; promovió, gracias a santos obispos y teólogos como san Pedro Canisio, san Carlos Borromeo, san Toribio de Mogrovejo, san Roberto Belarmino, la publicación de numerosos catecismos.”

Es otra parte de la historia, si antes hemos hablado de los primeros siglos de la Iglesia, hemos hablado de esos autores que eran los padres de la Iglesia, de los primeros seis siglos de la Iglesia, ahora vamos al siglo XVI, donde después de haberse celebrado el Concilio de Trento, en ese salto del siglo XV al XVI, tiene que aplicarse el Concilio. La aplicación del Concilio de Trento, que además era un Concilio clave porque respondía a la ruptura que se había producido de la Iglesia con Lutero y la Reforma Protestante, pues tiene que hacer una Contrarreforma, que fue básica si no para sanar totalmente la herida que había ocurrido, al menos para minorar buena parte de sus efectos. El Concilio de Trento llegó en su aplicación posterior a ganar muchísimos territorios de nuevo para la fe católica. Nació del Concilio de Trento el Catecismo de San Pio V, también llamado Catecismo de Trento o Catecismo Romano, que ha sido el catecismo que ha durado tantos siglos hasta que ha llegado el catecismo que ahora explicamos que tiene tan sólo 20 años. Fue fruto de un concilio, al igual que el nuestro fue fruto del Concilio Vaticano II. Los Concilios luego tienen que descender a lo práctico y tienen que aplicarse de una manera catequética.

Vamos a hablar brevemente de estos teólogos. San Pedro Canisio del siglo XVI fue el octavo de los jesuitas en hacer votos solemnes, fue de los primeros hijos de San Ignacio. Aunque nació en Holanda, pertenecía a la archidiócesis de Colonia y se le llama el segundo evangelizador de Alemania, el primero sería San Bonifacio. En los siglos VII y VIII San Bonifacio había evangelizado por primera vez Alemania que era pagana, y después San Pedro Canisio hizo una labor muy importante de reconquista de tantísimas personas que habían sido ganadas por la herejía luterana de nuevo a la Iglesia Católica. También fue trasladado a Viena, donde cuando él llegó en los últimos 20 años no había habido ni una sola ordenación sacerdotal, los monasterios estaban abandonados, el noventa por ciento de la gente había perdido la fe. Allí llega San Pedro Canisio, comienza a predicar con las iglesias vacías. Es bueno saber que situaciones como la actual y bastante más duras han existido en la vida de la Iglesia y los santos catequistas les han dado la vuelta. La clave está en nuestra santidad. Publicó muchos catecismos, Resumen de la Vida Cristiana en el año 1555, después escribió Catecismo Breve, luego Catecismo Brevísimo, según él veía que tenía que llegar a las personas más sencillas iba adaptando los catecismos y haciéndolos más sencillos, iba mascando, masticando como algunas aves hacen que mastican y luego se lo dan al pico a sus criaturas, pues eso hacía él, Catecismo Breve, Catecismo Brevísimo, en unos ambientes complicados.

San Carlos Borromeo fue arzobispo de Milán de una familia muy noble, él era sobrino del papa, amigo de San Pio V, San Francisco de Borja, San Felipe Neri. Lo que habría que destacar de él es que lleva el sentido catequético no sólo a la población sino también a la formación de los seminarios, luchó por tener sacerdotes bien preparados, redactó reglamentos sabios para la formación de los seminaristas. Él tenía cierta dificultad en la palabra, no era deslumbrante, pero aun siendo un poco lento hablando, la fuerza del Espíritu de Cristo es el que mueve los corazones. Ser catequista no es tener una boca privilegiada, sino que a quien predica se le vea enamorado, se le vea convencido. Es más, si alguien está enamorado y convencido y tartamudea o no tiene facilidad de expresión, aún enamora más. ¡Que enamorado tiene que estar de lo que dice que no tiene mucha facilidad de palabra, pero ahí está él!

Santo Toribio de Mogrodejo, arzobispo de Lima, de Perú, español que marchó. Fue nombrado en el año 1580 arzobispo de Lima. Una diócesis que tenía 700 km de costa y se adentraba a los Andes y un arzobispo que no dejó de visitar ni una sola población, que llegó a los indios, que aprendió muchísimos idiomas y dialectos de los indios para escribir catecismos en todos sus idiomas vernáculos. Visitó toda la extensa diócesis confirmando a todos, confirmó a Santa Rosa de Lima, a San Martín de Porres. Impresionante su labor de catequista y era un arzobispo de los que no paraba en su despacho casi nada, desplazándose en aquellos lugares de la selva inaccesibles, pero sin embargo accesibles para quien tiene celo de Dios.

San Roberto Belarmino es el último que nos proponen aquí como modelo, también jesuita, que escribió dos catecismos y numerosas obras de apologética. Él escribió unos volúmenes que iba publicando, discusiones sobre puntos controvertidos, llamado “Las Controversias” donde los temas discutidos por los protestantes eran aclarados por él. En 20 años se sacaron 30 ediciones de este libro de “Las Controversias”, muy utilizado por San Francisco de Sales. San Roberto también aprendió a ser muy sencillo, al principio sus sermones estaban llenos de erudición, de frases de autores famosos, de adornos literarios… Pero llegó un día en que le enviaron hacer un sermón sin haberle anunciado con anticipación, y él salió con un sentido del ridículo tremendo y él entonces lo que hizo fue sencillamente predicar frases de la Biblia, porque no tenía otra cosa preparada, y resulta que aquel sermón tuvo más frutos de conversión que otros preparados con citas solemnes y con una erudición en la palabra. A partir de ahí cambió totalmente su forma de predicar y pensó, vamos a dejarnos de expresiones que no mueven corazones y vamos a ir a la predicación directa al corazón.

En la historia de la Iglesia tenemos muchos autores como éstos que nos han enseñado a que tenemos que priorizar la catequesis, formarnos siempre bien e ir a los orígenes del cristianismo, a las fuentes.

Mensaje de San Francisco para la Cuaresma

MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO PARA LA CUARESMA 2018

«Al crecer la maldad, se enfriará el amor en la mayoría» (Mt 24,12)

Queridos hermanos y hermanas:

Una vez más nos sale al encuentro la Pascua del Señor. Para prepararnos a recibirla, la Providencia de Dios nos ofrece cada año la Cuaresma, «signo sacramental de nuestra conversión»[1], que anuncia y realiza la posibilidad de volver al Señor con todo el corazón y con toda la vida.

Como todos los años, con este mensaje deseo ayudar a toda la Iglesia a vivir con gozo y con verdad este tiempo de gracia; y lo hago inspirándome en una expresión de Jesús en el Evangelio de Mateo: «Al crecer la maldad, se enfriará el amor en la mayoría» (24,12).

Esta frase se encuentra en el discurso que habla del fin de los tiempos y que está ambientado en Jerusalén, en el Monte de los Olivos, precisamente allí donde tendrá comienzo la pasión del Señor. Jesús, respondiendo a una pregunta de sus discípulos, anuncia una gran tribulación y describe la situación en la que podría encontrarse la comunidad de los fieles: frente a acontecimientos dolorosos, algunos falsos profetas engañarán a mucha gente hasta amenazar con apagar la caridad en los corazones, que es el centro de todo el Evangelio.

Los falsos profetas

Escuchemos este pasaje y preguntémonos: ¿qué formas asumen los falsos profetas?

Son como «encantadores de serpientes», o sea, se aprovechan de las emociones humanas para esclavizar a las personas y llevarlas adonde ellos quieren. Cuántos hijos de Dios se dejan fascinar por las lisonjas de un placer momentáneo, al que se le confunde con la felicidad. Cuántos hombres y mujeres viven como encantados por la ilusión del dinero, que los hace en realidad esclavos del lucro o de intereses mezquinos. Cuántos viven pensando que se bastan a sí mismos y caen presa de la soledad.

Otros falsos profetas son esos «charlatanes» que ofrecen soluciones sencillas e inmediatas para los sufrimientos, remedios que sin embargo resultan ser completamente inútiles: cuántos son los jóvenes a los que se les ofrece el falso remedio de la droga, de unas relaciones de «usar y tirar», de ganancias fáciles pero deshonestas. Cuántos se dejan cautivar por una vida completamente virtual, en que las relaciones parecen más sencillas y rápidas pero que después resultan dramáticamente sin sentido. Estos estafadores no sólo ofrecen cosas sin valor sino que quitan lo más valioso, como la dignidad, la libertad y la capacidad de amar. Es el engaño de la vanidad, que nos lleva a pavonearnos… haciéndonos caer en el ridículo; y el ridículo no tiene vuelta atrás. No es una sorpresa: desde siempre el demonio, que es «mentiroso y padre de la mentira» (Jn 8,44), presenta el mal como bien y lo falso como verdadero, para confundir el corazón del hombre. Cada uno de nosotros, por tanto, está llamado a discernir y a examinar en su corazón si se siente amenazado por las mentiras de estos falsos profetas. Tenemos que aprender a no quedarnos en un nivel inmediato, superficial, sino a reconocer qué cosas son las que dejan en nuestro interior una huella buena y más duradera, porque vienen de Dios y ciertamente sirven para nuestro bien.

Un corazón frío

Dante Alighieri, en su descripción del infierno, se imagina al diablo sentado en un trono de hielo[2]; su morada es el hielo del amor extinguido. Preguntémonos entonces: ¿cómo se enfría en nosotros la caridad? ¿Cuáles son las señales que nos indican que el amor corre el riesgo de apagarse en nosotros?

Lo que apaga la caridad es ante todo la avidez por el dinero, «raíz de todos los males» (1 Tm 6,10); a esta le sigue el rechazo de Dios y, por tanto, el no querer buscar consuelo en él, prefiriendo quedarnos con nuestra desolación

antes que sentirnos confortados por su Palabra y sus Sacramentos[3]. Todo esto se transforma en violencia que se dirige contra aquellos que consideramos una amenaza para nuestras «certezas»: el niño por nacer, el anciano enfermo, el huésped de paso, el extranjero, así como el prójimo que no corresponde a nuestras expectativas.

También la creación es un testigo silencioso de este enfriamiento de la caridad: la tierra está envenenada a causa de los desechos arrojados por negligencia e interés; los mares, también contaminados, tienen que recubrir por desgracia los restos de tantos náufragos de las migraciones forzadas; los cielos —que en el designio de Dios cantan su gloria— se ven surcados por máquinas que hacen llover instrumentos de muerte.

El amor se enfría también en nuestras comunidades: en la Exhortación apostólica Evangelii gaudium traté de describir las señales más evidentes de esta falta de amor. estas son: la acedia egoísta, el pesimismo estéril, la tentación de aislarse y de entablar continuas guerras fratricidas, la mentalidad mundana que induce a ocuparse sólo de lo aparente, disminuyendo de este modo el entusiasmo misionero[4].

¿Qué podemos hacer?

Si vemos dentro de nosotros y a nuestro alrededor los signos que antes he descrito, la Iglesia, nuestra madre y maestra, además de la medicina a veces amarga de la verdad, nos ofrece en este tiempo de Cuaresma el dulce remedio de la oración, la limosna y el ayuno.

El hecho de dedicar más tiempo a la oración hace que nuestro corazón descubra las mentiras secretas con las cuales nos engañamos a nosotros mismos[5], para buscar finalmente el consuelo en Dios. Él es nuestro Padre y desea para nosotros la vida.

El ejercicio de la limosna nos libera de la avidez y nos ayuda a descubrir que el otro es mi hermano: nunca lo que tengo es sólo mío. Cuánto desearía que la limosna se convirtiera para todos en un auténtico estilo de vida. Al igual que, como cristianos, me gustaría que siguiésemos el ejemplo de los Apóstoles y viésemos en la posibilidad de compartir nuestros bienes con los demás un testimonio concreto de la comunión que vivimos en la Iglesia. A este propósito hago mía la exhortación de san Pablo, cuando invitaba a los corintios a participar en la colecta para la comunidad de Jerusalén: «Os conviene» (2 Co 8,10). Esto vale especialmente en Cuaresma, un tiempo en el que muchos organismos realizan colectas en favor de iglesias y poblaciones que pasan por dificultades. Y cuánto querría que también en nuestras relaciones cotidianas, ante cada hermano que nos pide ayuda, pensáramos que se trata de una llamada de la divina Providencia: cada limosna es una ocasión para participar en la Providencia de Dios hacia sus hijos; y si él hoy se sirve de mí para ayudar a un hermano, ¿no va a proveer también mañana a mis necesidades, él, que no se deja ganar por nadie en generosidad?[6]

El ayuno, por último, debilita nuestra violencia, nos desarma, y constituye una importante ocasión para crecer. Por una parte, nos permite experimentar lo que sienten aquellos que carecen de lo indispensable y conocen el aguijón del hambre; por otra, expresa la condición de nuestro espíritu, hambriento de bondad y sediento de la vida de Dios. El ayuno nos despierta, nos hace estar más atentos a Dios y al prójimo, inflama nuestra voluntad de obedecer a Dios, que es el único que sacia nuestra hambre.

Querría que mi voz traspasara las fronteras de la Iglesia Católica, para que llegara a todos ustedes, hombres y mujeres de buena voluntad, dispuestos a escuchar a Dios. Si se sienten afligidos como nosotros, porque en el mundo se extiende la iniquidad, si les preocupa la frialdad que paraliza el corazón y las obras, si ven que se debilita el sentido de una misma humanidad, únanse a nosotros para invocar juntos a Dios, para ayunar juntos y entregar juntos lo que podamos como ayuda para nuestros hermanos.

El fuego de la Pascua

Invito especialmente a los miembros de la Iglesia a emprender con celo el camino de la Cuaresma, sostenidos por la limosna, el ayuno y la oración. Si en muchos corazones a veces da la impresión de que la caridad se ha apagado, en el corazón de Dios no se apaga. Él siempre nos da una nueva oportunidad para que podamos empezar a amar de nuevo.

Una ocasión propicia será la iniciativa «24 horas para el Señor», que este año nos invita nuevamente a celebrar el Sacramento de la Reconciliación en un contexto de adoración eucarística. En el 2018 tendrá lugar el viernes 9 y el sábado 10 de marzo, inspirándose en las palabras del Salmo 130,4: «De ti procede el perdón». En cada diócesis, al menos una iglesia permanecerá abierta durante 24 horas seguidas, para permitir la oración de adoración y la confesión sacramental.

En la noche de Pascua reviviremos el sugestivo rito de encender el cirio pascual: la luz que proviene del «fuego nuevo» poco a poco disipará la oscuridad e iluminará la asamblea litúrgica. «Que la luz de Cristo, resucitado y glorioso, disipe las tinieblas de nuestro corazón y de nuestro espíritu»[7], para que todos podamos vivir la misma

experiencia de los discípulos de Emaús: después de escuchar la Palabra del Señor y de alimentarnos con el Pan eucarístico nuestro corazón volverá a arder de fe, esperanza y caridad.

Los bendigo de todo corazón y rezo por ustedes. No se olviden de rezar por mí.

Vaticano, 1 de noviembre de 2017 Solemnidad de Todos los Santos

Francisco

Spe Salvi – Benedicto XVI

8. Esta explicación cobra mayor fuerza aún, y se conecta con la vida concreta, si consideramos el versículo 34 del capítulo 10 de la Carta a los Hebreos que, desde el punto de vista lingüístico y de contenido, está relacionado con esta definición de una fe impregnada de esperanza y que al mismo tiempo la prepara. Aquí, el autor habla a los creyentes que han padecido la experiencia de la persecución y les dice: « Compartisteis el sufrimiento de los encarcelados, aceptasteis con alegría que os confiscaran los bienes (hyparchonton – Vg: bonorum), sabiendo que teníais bienes mejores y permanentes (hyparxin – Vg: substantiam) ». Hyparchontason las propiedades, lo que en la vida terrenal constituye el sustento, la base, la « sustancia » con la que se cuenta para la vida. Esta « sustancia », la seguridad normal para la vida, se la han quitado a los cristianos durante la persecución. Lo han soportado porque después de todo consideraban irrelevante esta sustancia material. Podían dejarla porque habían encontrado una « base » mejor para su existencia, una base que perdura y que nadie puede quitar. No se puede dejar de ver la relación que hay entre estas dos especies de « sustancia », entre sustento o base material y la afirmación de la fe como « base », como « sustancia » que perdura. La fe otorga a la vida una base nueva, un nuevo fundamento sobre el que el hombre puede apoyarse, de tal manera que precisamente el fundamento habitual, la confianza en la renta material, queda relativizado. Se crea una nueva libertad ante este fundamento de la vida que sólo aparentemente es capaz de sustentarla, aunque con ello no se niega ciertamente su sentido normal. Esta nueva libertad, la conciencia de la nueva « sustancia » que se nos ha dado, se ha puesto de manifiesto no sólo en el martirio, en el cual las personas se han opuesto a la prepotencia de la ideología y de sus órganos políticos, renovando el mundo con su muerte. También se ha manifestado sobre todo en las grandes renuncias, desde los monjes de la antigüedad hasta Francisco de Asís, y a las personas de nuestro tiempo que, en los Institutos y Movimientos religiosos modernos, han dejado todo por amor de Cristo para llevar a los hombres la fe y el amor de Cristo, para ayudar a las personas que sufren en el cuerpo y en el alma. En estos casos se ha comprobado que la nueva « sustancia » es realmente « sustancia »; de la esperanza de estas personas tocadas por Cristo ha brotado esperanza para otros que vivían en la oscuridad y sin esperanza. En ellos se ha demostrado que esta nueva vida posee realmente « sustancia » y es una « sustancia » que suscita vida para los demás. Para nosotros, que contemplamos estas figuras, su vida y su comportamiento son de hecho una « prueba » de que las realidades futuras, la promesa de Cristo, no es solamente una realidad esperada sino una verdadera presencia: Él es realmente el « filósofo » y el « pastor » que nos indica qué es y dónde está la vida

¡Quiero: queda limpio!

1.- LEPROSOS.- El Levítico da una serie de normas para aquellos que, de una u otra forma, contraigan una impureza legal. Aquí se refiere a las enfermedades de la piel, y en especial a la lepra. El que contrajera alguna de esas dolencias, en su mayoría contagiosas, tenía que presentarse al sacerdote para que viese si realmente existía aquella enfermedad y, en su caso, tomar una serie de medidas de tipo terapéutico y preventivo. De ese modo se evitaba, dentro de lo posible, que la enfermedad se extendiera.

Pero al mismo tiempo se consideraba al enfermo como castigado por Dios, culpable de un pecado, quizá oculto, que en definitiva era la causa de aquel mal. Así, el pobre leproso no sólo tenía que sufrir su dolencia física, sino que además tenía que padecer la humillación y la vergüenza de ser considerado un hombre empecatado.

Con el tiempo esa concepción se fue suavizando, pero siempre quedó en pie la idea de que quien padecía alguna enfermedad, sobre todo de la piel, era una persona impura cuyo contacto manchaba y transmitía su propia impureza. De ahí que siguiera siendo obligatorio acudir al sacerdote, para que incluyera al enfermo en la lista de los impuros. Luego, cuando la enfermedad se curase, debía volver otra vez al sacerdote, para que lo reconociera y lo borrara de la fatídica lista.

El leproso tenía que llevar los vestidos rotos, rapada la cabeza y cubierta la barba. Además debía gritar cuando alguien se acercaba diciendo «tamé, tamé», es decir, «impuro, impuro». Tenía su morada fuera de la ciudad. Unas veces en cuevas y otras en chozas. Eran poblados miserables en los que aquella pobre gente se pudría poco a poco, sumidos en la soledad y el desamparo, cuando no en la desesperación.

Desde siempre, esa triste situación se ha considerado como un símbolo del alma en pecado, que es en realidad la lepra del alma, el mal terrible que corroe y mancha al hombre. Una lepra mucho más dañina, pues sus consecuencias no terminan con la muerte, sino que con ella empiezan para no terminar jamás. Consecuencias indescriptibles que superan infinitamente el sufrimiento y las penas de aquellos tiempos.

Hemos de reaccionar, hemos de luchar con alma y vida para evitar el pecado, para salir de él si lo hemos cometido. Vayamos al sacerdote como aquellos pobrecitos leprosos para que nos cure, para que perdone nuestros pecados y nos ayude a huir de nuestra soledad y tristeza, devolviéndonos la salud y la paz.

2.- SEÑOR, SI QUIERES… Otro leproso aparece de nuevo en las páginas bíblicas, donde se recoge la vida misma, tan llena a menudo de dolor y de calamidades. Un leproso que acude confiado y audaz al joven Rabí de Nazaret, que tanto poder tiene y tanta compasión muestra ante las penas del hombre. Y el Señor atiende su petición y le cura. Nosotros contemplamos hoy este pasaje y tratamos de aprender algo de lo mucho que un relato evangélico siempre contiene.

Por lo pronto nos sentimos identificados con el pobrecito leproso. También nuestra carne está enferma y podrida. Muchas veces notamos su dentellada en nuestra vida, sentimos que nos tira hacia abajo a pesar de querer volar hacia arriba. El corazón se inclina con frecuencia al orgullo y a la vanidad, al egoísmo y la soberbia, a la pereza y la sensualidad. Sí, también nosotros, como le ocurría a San Pablo, llevamos metida en la carne una espina y experimentamos la bofetada del demonio en nuestro rostro.

Aquel leproso del Evangelio viene hasta Jesús, se acerca a él. Esto es lo primero que hemos de hacer, si queremos ser curados de la lepra de nuestra alma, acercarnos a Cristo, llegar hasta donde está él, oculto, pero presente en el Sagrario. Venir también hasta el sacramento de la Penitencia para confesar nuestros pecados con humildad, para que él nos perdone y nos dé fuerzas para no ofenderle nunca más.

El leproso se pone de rodillas y adopta una actitud suplicante. Con una gran fe y humildad, lleno de confianza, exclama: «Señor, si quieres puedes limpiarme». Ante esa manera de rogarle, ante esa sencillez, el corazón de Cristo se enternece con una compasión profunda y contesta: «Quiero: queda limpio». Y al instante desapareció la lepra y quedó limpio. Jesús no se hizo rogar, fue suficiente la humillación y la confianza del leproso para que actuara en su favor enseguida.

Seguimos contemplando y nos llenamos de alegría y de esperanza. Contemplamos en silencio a Jesús y esperamos que nos mire y se compadezca también de nosotros, tan sucios y podridos quizás. Desde lo más hondo de nuestro ser repetimos la sencilla plegaria del leproso: «Señor, si quieres puedes limpiarme». Así una y otra vez. Podemos estar seguros de que Jesús volverá a enternecerse y nos dirá: «Quiero: queda limpio».

Antonio García-Moreno

La lepra se le quitó y quedó limpio

Se acercó a él un leproso, se puso de rodillas y le dijo: «Si quieres, puedes limpiarme ». Él, compadecido, extendió la mano, lo tocó y le dijo: «Quiero, queda limpio». Y al instante quedó limpio de su lepra. Luego lo despidió, advirtiéndole severamente: «Mira, no se lo digas a nadie; pero anda, muéstrate al sacerdote y presenta la ofrenda que ordenó Moisés para que les conste tu curación». Mas él, en cuanto se retiró, comenzó a divulgar a voces lo ocurrido, de manera que ya no podía Jesús entrar públicamente en ciudad alguna, sino que andaba fuera de poblado, en lugares solitarios, y acudían a él de todas partes.

Marcos 1, 40-45

Comentario del Evangelio

El Evangelio de hoy nos dice varias cosas sobre Jesús que nos debe servir a cada uno de nosotros como grandes consejos para nuestra vida. El primero de ellos es que debemos estar atentos a los que peor lo están pasando; como hizo Jesús, que se fijó en un leproso. En la época de Jesús a los leprosos se les apartaba de la sociedad, su enfermedad se consideraba muy peligrosa y, para se lesmantenía lejos de las personas. Pero Jesús hace justo lo contrario. Se acerca al leproso y le cura. Nosotros debemos seguir los pasos de Jesús, hacer lo que Él nos dice que hagamos con su ejemplo: que estemos cerca de los que sufren, de los que pasan hambre, de los que no tienen hogar, de los que se sienten solos…

Y el leproso al quedar curado, ¿qué hace? Pues no es capaz de guardar el secreto y les cuenta a cuantos puede lo que Jesús ha hecho en él. Nosotros somos cristianos, sentimos que Jesús es para nosotros muy importante. Deberíamos hacer como hace el leproso: salir con alegría y con muchas ganas a decirles a todas las personas que podamos lo importante que es para nosotros ser amigos de Jesús. Debemos animarmos unos a otros y ser capaces de hacer cosas todos juntos. A Jesús se le iban uniendo cada vez más personas; eso es lo que tenemos que intentar nosotros.

 

 

Para hacer vida el evangelio

• Escribe una situación de esta semana en la que hayas visto a alguna persona pidiendo limosna en la calle o en situación de necesitar ayuda de los demás.

• ¿Por qué crees que hay personas que son pobres? ¿Qué debemos hacer los cristianos por estas personas?

• Escribe un compromiso por el que puedas colaborar en ayudar a las personas que más lo necesitan.

 

Oración

¿Dónde están hoy, Señor Jesús,
los leprosos de ahora?
¿Están sólo en los países pobres
o también los hay entre nosotros?
¿Qué actitud adopta la sociedad ante ellos?

¿Cuál es mi comportamiento?
¿No nos están diciendo estas personas
lo mismo que a Jesús:

“si quieres, si queréis,
podréis curarnos”?
¡Cuántas cosas se solucionarían
con sólo querer!

Porque si de verdad se quiere
se ponen los medios necesarios.
Señor Jesús,

haz que no nos hagamos sordos
ante los gritos de desesperación

y de confianza que se dirigen a nosotros
y pueden llegarnos de cualquier sitio.

Gracias, Señor, por los que me sanan

Gracias por lo que soñaron en mí antes de ser,
por mis padres, hermanos y maestros.
Gracias por tantos que trabajaron para que yo
fuera cubriendo mis necesidades vitales.

Gracias por quien jugó, rio,
cantó y rezó a mi lado,
acompañando mi ser y mi vivir.
Gracias por las personas que me amaron,
y además me lo supieron decir y demostrar,
con abrazos, besos y ternuras
que alimentaron mi corazón y mi saber amar.

Gracias por lo que supieron corregirme,
enseñándome el proceso de cumplirme.
Gracias por quien me eligió como amigo,
porque in uyó en mi seguridad y me ilusionó.
Gracias por el que se atreve a recordarme un error,
porque me da la posibilidad de mejorarme.
Gracias por los que viven y trabajan a mi lado,
pues su compañía cotidiana me hace ser yo.

Gracias por los familiares y cercanos
que se interesan por mi salud y mis dificultades.
Gracias por los que se dejan cuidar por mí,
pues hacen brotar mi mejor yo.
Gracias por los que perdonan mis errores,
pues me enseñan a ser humano y disculpador.
Gracias por los que se dejan ayudar por mí,
pues me hacen sentir válido e importante.

Gracias por todos los seres humanos
pues me hacen sentirme fraterno.
Gracias por cada aprendizaje y descubrimiento
porque me vuelven sencillo y sabio a la vez.
Gracias por cada vida entretejida con la mía,
pues hacen que mi historia sea un cántico agradecido.

Mari Patxi Ayerra

Notas para fijarnos en el evangelio del Domingo VI de Tiempo Ordinario

• Jesús se pone al alcance de quienes viven al margen de la sociedad (40 y 45). El “leproso” (40) es un impuro, es decir, un excluido de la comunidad.

• El “leproso” era el herido por Dios; prácticamente quedaba excluido del pueblo elegido y le esperaba una vida miserable. Este hombre con fe no se resigna a su suerte y acude a Jesús.

• Jesús se compadece (41) de la persona oprimida por el mal. Algunos manuscritos del Evangelio de Mc lo traducen por “indignación” en vez de “lastima” o de “compadecido”; en este caso haría falta entender que Jesús se indigna ante la presencia del mal; su acción, por lo tanto, es fruto de una “compasión” que de verdad es lo que significa la palabra: sufrir con el que sufre… hasta rebelarse contra la injusticia.

• Así se nos habla del corazón compasi- vo de Jesús. El amor no margina a nadie, sino que sale al encuentro del otro.

• Jesús “tocó” (41) a aquel a quien nadie quiere tocar por miedo a contaminarse, tanto físicamente como espiritualmente, puesto que es pecador.

• Afronta la problemática implicándose del todo en ella, no a distancia. Pero, sobre todo, valora la persona por encima de cualquier consideración.

• La Acción –“extendió la mano y lo tocó”– y la Palabra –“le dijo”– (41) siempre van juntas en Jesús. Expresa, con su palabra, la voluntad que el leproso “quede puro” (41).

• Es la voluntad salvífica de Dios, el único que puede regenerarnos con su misericordia.

• Pero que nos regenera “tocándonos”, actuando con nosotros y haciéndonos actuar (43-45). Por esto podemos decir que su palabra es eficaz (Heb 4,12): hace lo que dice (42).

• Jesús ¿evita la publicidad? Jesús invita al hombre a hacer aquello que puede reincorporarlo a la sociedad según la Ley (44): cuando el sacerdote ratifique oficialmente que aquel hombre ya no tiene la lepra (Lv 14,2-32), podrá ser un ciudadano entre los demás.

• Según la Ley, es al sacerdote, al que le compete rehabilitarlo y readmitirlo en la comunidad.

• Lo que aquí se ha traducido diciendo “esto los servirá de prueba”, hay quien lo traduce diciéndolo como acusación contra ellos: “para que les sirva de condenación”.

• En todo caso tal declaración no sólo atestiguará la curación del leproso, sino también la autoridad y el poder salvador de Jesús (superior a la Ley mosaica).

• Si nos fijamos en “el leproso” (40), vemos que se acerca a Jesús con humildad: “de rodillas” (40). Su petición expresa la fe en el poder de Jesús: “si quieres puedes” (40). Y da testigo de Jesús, de lo que ha hecho con él (45). Su alegría y testimonio es señal viviente que la salvación de Dios ha llegado para todo el mundo.

Comentario al evangelio (8 de febrero)

En este pasaje encontramos que Jesús rompe las barreras impuestas por el judaísmo: misiona  en Tiro territorio no judío-; acoge y habla con una mujer cananea –pagana- que le pide  por su hija enferma; da una respuesta aparentemente despreciativa “no está bien quitar el pan de los hijos y dárselo a los perros” (los judíos llamaban perros a los paganos); y habla de migajas.

¡Cuántos prejuicios tenían los judíos! Creo que nosotros no tenemos menos. Y así como entonces los prejuicios enrarecían las relaciones personales y la vida social, hoy también tienen sus consecuencias. Los prejuicios nos hacen olvidar que todos somos iguales aunque seamos diferentes en el color de la piel, en el modo de hablar, en las creencias religiosas, en la forma de ver la vida, en el pensar y sentir… Estas cosas tan sencillas a veces crean murallas materiales y espirituales que nos separan en vez de acercarnos. Lo que es un bien y una riqueza se convierte en pobreza por los prejuicios que nos llevan a encerrarnos solo en lo nuestro y pensar que no hay otras cosas buenas fuera de las nuestras. Los prejuicios crean “guetos” y fomentan los fanatismos.

Los prejuicios pueden incluso hacernos pensar que está bien que haya “perros” y “migajas”, es decir personas  heridas, enfermas, desconcertadas, confusas, descartadas, recluidas…; que las fronteras son buenas para protegernos y defendernos. Sin embargo ¡qué diferente la actitud de Jesús! Para Él no existen las fronteras de pueblos ni de personas: a todos anuncia el Evangelio y hace el bien. Él se da a todos, pero en especial a los más necesitados. En este pasaje es a la hija endemoniada de la cananea, mañana será el sordo tartamudo….

Cristiano es aquel que tiene el espíritu de Cristo y vive hoy como Él vivió. Se trata de tener los mismos sentimientos de Jesús y actuar con los mismos valores que actuó Él.

José Luis Latorre, cmf