Miércoles de Ceniza

Hoy es 14 de febrero, Miércoles de Ceniza.

Recuerda que eres polvo y al polvo volverás, se dice en algunos lugares, al imponer la ceniza. Es escalofriante pensarlo. Un recordatorio quizá demasiado cruel. Sin embargo, expresa el tono de la celebración de hoy, somos humildes, es decir, somos del humus, de la tierra y del polvo. Y cuando más presente lo tengamos, más honestos y libres seremos. La Cuaresma que iniciamos, nos vuelve a nuestro lugar. Nos sitúa con humildad ante la vida. Somos menos poderosos y más dependientes. Me dispongo a comenzar la Cuaresma, poniéndome en presencia de Dios.

La lectura de hoy es del evangelio de Mateo (Mt 6, 1-6.16-18):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario, no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no vayas tocando la trompeta por delante, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo pagará. Cuando recéis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vea la gente. Os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, cuando vayas a rezar, entra en tu aposento, cierra la puerta y reza a tu Padre, que está en lo escondido, y tu Padre, que ve en lo escondido, te lo pagará. Cuando ayunéis, no andéis cabizbajos, como los hipócritas que desfiguran su cara para hacer ver a la gente que ayunan. Os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no la gente, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensara.»

Rezar es bueno, dar limosna, sin duda es bueno, ayunar por Dios, es realmente bueno. Sin embargo todo se puede pervertir. Tristemente lo bueno es susceptible de desviación y contaminación. Cuaresma es el tiempo para reconocer que todo, incluso lo mejor, lo más bueno, puede corromperse y perder su bondad. ¿Qué cosas buenas se han ido corrompiendo en mi vida? ¿Qué cosas empezaron como don para otros y hoy están exclusivamente satisfaciendo mis necesidades?

Jesús denuncia esta corrupción de lo bueno y saca a la luz la intención torcida e impura de lo que se ha pervertido. Y lo hace para ayudarme a volver a ordenar lo que se ha ido llenando de polilla, lo que se ha desviado de mi vida. Cuaresma es el tiempo para purificar nuestra vida y nuestro mundo. Señor, yo sé que tú quieres en este tiempo ordenar mi desorden. Entra en mí y purifícame con tu amor.

Hoy me acerco a Dios con un corazón humilde y le ofrezco mis deseos de honestidad y verdad. Deseo, Señor, hacer justicia, especialmente con el pobre y el que sufre marginación. Dame mística, Señor, para que no deje de orar con el corazón, para que no abandone la intimidad cotidiana contigo. Dame coraje, Jesús, para ayunar de tanto estímulo superficial y vano, que pueda renunciar a lo inmediato para alcanzar lo más profundo. Que te ame y te siga aún en la desolación, en el desagrado o el dolor.

Vuelve a leer el texto y deja que las palabras de Jesús te purifiquen. Que sean sus palabras como agua que te recorre por entero y te limpia, te libera de todo aquello que te entrampa y te encoje.

Jesús mío, quiero usar las palabras del Padre Pedro Arrupe y decirte: que yo pueda sentir con tus sentimientos, los sentimientos de tu corazón con que amabas al Padre y a los hombres. Jamás nadie ha tenido mayor caridad que tú, que diste la vida por tus amigos. Culminando con tu muerte en cruz el total abatimiento de tu encarnación. Quiero imitarte en esa interna y suprema disposición. Y también en tu vida de cada día, actuando, en lo posible, como tú procediste.

Gloria al Padre,
y al Hijo,
y al Espíritu Santo.
Como era en el principio,
ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.