Vísperas. Jueves después de Ceniza

VÍSPERAS
(Oración de la tarde)

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Himno: SEÑOR, LA LUZ DEL DÍA YA SE APAGA.

Señor, la luz del día ya se apaga,
la noche va extendiendo sus tinieblas;
alumbra lo más hondo de las almas
en este santo tiempo de Cuaresma.

Conoces nuestra vida y nuestra historia
y sabes que también hemos pecado,
por eso hacia ti nos dirigimos
confiando que seremos perdonados.

Unidos con la Iglesia recorremos
la senda que nos lleva hasta el Calvario,
llevando en nuestro cuerpo tus dolores,
sufriendo lo que aún no has completado.

Escucha nuestra voz, amado Padre,
que, junto con tu Hijo Jesucristo,
enviaste tu Espíritu a los hombres,
sellando con tu gracia sus destinos. Amén.

SALMODIA

Ant 1. Tú eres, Señor, mi bienhechor, y mi refugio donde me pongo a salvo.

Salmo 143 I – ORACIÓN POR LA VICTORIA Y POR LA PAZ

Bendito el Señor, mi Roca,
que adiestra mis manos para el combate,
mis dedos para la pelea;

mi bienhechor, mi alcázar,
baluarte donde me pongo a salvo,
mi escudo y mi refugio,
que me somete los pueblos.

Señor, ¿qué es el hombre para que te fijes en él?
¿Qué los hijos de Adán para que pienses en ellos?
El hombre es igual que un soplo;
sus días, una sombra que pasa.

Señor, inclina tu cielo y desciende,
toca los montes, y echarán humo,
fulmina el rayo y dispérsalos,
dispara tus saetas y desbarátalos.

Extiende la mano desde arriba:
defiéndeme, líbrame de las aguas caudalosas,
de la mano de los extranjeros,
cuya boca dice falsedades,
cuya diestra jura en falso.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Tú eres, Señor, mi bienhechor, y mi refugio donde me pongo a salvo.

Ant 2. Dichoso el pueblo cuyo Dios es el Señor.

Salmo 143 II

Dios mío, te cantaré un cántico nuevo,
tocaré para ti el arpa de diez cuerdas:
para ti que das la victoria a los reyes,
y salvas a David, tu siervo.

Defiéndeme de la espada cruel,
sálvame de las manos de extranjeros,
cuya boca dice falsedades,
cuya diestra jura en falso.

Sean nuestros hijos un plantío,
crecidos desde su adolescencia;
nuestras hijas sean columnas talladas,
estructura de un templo.

Que nuestros silos estén repletos
de frutos de toda especie;
que nuestros rebaños a millares
se multipliquen en las praderas,
y nuestros bueyes vengan cargados;
que no haya brechas ni aberturas,
ni alarma en nuestras plazas.

Dichoso el pueblo que esto tiene,
dichoso el pueblo cuyo Dios es el Señor.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Dichoso el pueblo cuyo Dios es el Señor.

Ant 3. Ahora se estableció la salud y el reinado de nuestro Dios.

Cántico: EL JUICIO DE DIOS Ap 11, 17-18; 12, 10b-12a

Gracias te damos, Señor Dios omnipotente,
el que eres y el que eras,
porque has asumido el gran poder
y comenzaste a reinar.

Se encolerizaron las naciones,
llegó tu cólera,
y el tiempo de que sean juzgados los muertos,
y de dar el galardón a tus siervos los profetas,
y a los santos y a los que temen tu nombre,
y a los pequeños y a los grandes,
y de arruinar a los que arruinaron la tierra.

Ahora se estableció la salud y el poderío,
y el reinado de nuestro Dios,
y la potestad de su Cristo;
porque fue precipitado
el acusador de nuestros hermanos,
el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche.

Ellos le vencieron en virtud de la sangre del Cordero
y por la palabra del testimonio que dieron,
y no amaron tanto su vida que temieran la muerte.
Por esto, estad alegres, cielos,
y los que moráis en sus tiendas.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Ahora se estableció la salud y el reinado de nuestro Dios.

LECTURA BREVE   St 4, 7-8. 10

Vivid sometidos a Dios. Resistid al diablo y huirá de vosotros. Acercaos a Dios y él se acercará a vosotros. Pecadores, lavaos las manos; purificad vuestros corazones, gente que obráis con doblez. Humillaos en la presencia del Señor y él os ensalzará.

RESPONSORIO BREVE

V. Yo dije: «Señor, ten misericordia.»
R. Yo dije: «Señor, ten misericordia.»

V. Sáname, porque he pecado contra ti.
R. Señor, ten misericordia.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Yo dije: «Señor, ten misericordia.»

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. «Quien pierda su vida por amor a mí la salvará para siempre», dice el Señor.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. «Quien pierda su vida por amor a mí la salvará para siempre», dice el Señor.

PRECES

Celebremos la misericordia de Dios, que nos ilumina con la gracia del Espíritu Santo para que nuestra vida resplandezca con obras de fe y santidad, y supliquémosle, diciendo:

Renueva, Señor, al pueblo redimido por Cristo.

Señor, fuente y autor de toda santidad, haz que los obispos, sacerdotes y diáconos, al participar de la mesa eucarística, se unan más plenamente a Cristo,
para que vean renovada la gracia que les fue conferida por la imposición de manos.

Impulsa a tus fieles para que, con santidad de vida, participen activamente de la mesa de la palabra y del cuerpo de Cristo
y vivan lo que han recibido por la fe y los sacramentos.

Concédenos, Señor, que reconozcamos la dignidad de todo hombre redimido con la sangre de tu Hijo
y que respetemos su libertad y su conciencia

Haz que todos los hombres sepan moderar sus deseos de bienes temporales
y que atiendan a las necesidades de los demás.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Acuérdate, Señor, de todos los que has llamado hoy a la eternidad
y concédeles el don de la eterna bienaventuranza.

Invoquemos a Dios Padre con la oración que nos enseñó Jesús:

Padre nuestro…

ORACION

Tu gracia, Señor, inspire nuestras acciones, las sostenga y acompañe, para que todo nuestro trabajo cuaresmal brote de ti, como una fuente, y a ti tienda, como a su fin. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

Anuncio publicitario

Lectio Divina – 15 de febrero

Lectio: Jueves, 15 Febrero, 2018

Tiempo de Cuaresma

1) ORACIÓN INICIAL

Señor, que tu gracia inspire, sostenga y acompañe nuestras obras, para que nuestro trabajo comience en ti, como en su fuente, y tienda siempre a ti, como a su fin. Por nuestro Señor.

2) LECTURA

Del santo Evangelio según Lucas 9,22-25

Dijo: «El Hijo del hombre debe sufrir mucho y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar al tercer día.» Decía a todos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí, ése la salvará. Pues, ¿de qué le sirve al hombre haber ganado el mundo entero, si él mismo se pierde o se arruina?»

3) REFLEXIÓN

• Ayer hemos empezado la Cuaresma. Hasta ahora la liturgia diaria seguía el evangelio de Marcos, paso a paso. A partir de ayer y hasta el día de Pascua, la secuencia de las lecturas diarias será dada por la tradición antigua de la cuaresma con sus lecturas propias, ya fijas, que nos ayudarán a entrar en el espíritu de la cuaresma y en la preparación de la Pascua. Ya desde el primer día, la perspectiva es la Pasión, la Muerte y Resurrección y el significado de este misterio para nuestra vida. Es lo que nos propone el texto bien breve del evangelio de hoy. El texto habla de pasión, muerte y resurrección de Jesús y afirma que el seguimiento de Jesús implica cargar con la cruz detrás de Jesús.

• Poco antes en Lucas 9,18-21, Jesús había preguntado: “¿Quién dice la gente que soy?”. Ellos respondieron relatando las diversas opiniones: “Juan Bautista, Elías o uno de los antiguos profetas”. Después de oír las opiniones de los demás, Jesús pregunta: “Y vosotros ¿quién decís que soy?” Pedro respondió: “¡El Cristo de Dios!”, es decir, el señor es aquel que el pueblo ¡está esperando! Jesús concordó con Pedro, pero prohibió de hablar sobre esto a la gente. ¿Por que Jesús lo prohíbe? Es que en aquel tiempo todos esperaban al mesías, pero cada uno a su manera: algunos como rey, otros como sacerdote, doctor, guerrero, juez, o profeta. Jesús piensa de forma distinta. Se identifica como el mesías servidor y sufriente, anunciado por Isaías (Is 42,1-9; 52,13-53,12).

El primer anuncio de la pasión. Jesús comienza a enseñar que él es el Mesías Servidor y afirma que, como Mesías Servidoranunciado por Isaías, será preso y morirá en el ejercicio de su misión de justicia (Is 49,4-9; 53,1-12). Lucas acostumbra seguir el evangelio de Marcos, mas aquí omite la reacción de Pedro que desaconsejaba a Jesús pensar en el mesías sufriente y omite también la dura respuesta: “¡Lejos de mí, Satanás, porque no piensas las cosas de Dios, sino de los hombres!” Satanás es una palabra hebraica que significa acusador, aquel que aleja a los demás del camino de Dios. Jesús no permite que Pedro lo aleje de su misión.

Condiciones para seguir a Jesús. Jesús saca las conclusiones que valen hasta hoy: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y me siga. En aquel tiempo, la cruz era la pena de muerte que el imperio romano castiga a los criminales marginales. Tomar la cruz y cargarla en pos de Jesús era lo mismo que aceptar ser marginado por el sistema injusto que legitimaba la injusticia. Era lo mismo que romper con el sistema. Como decía Pablo en la carta a los Gálatas: “El mundo quedó crucificado para mí y yo para el mundo” (Gl 6,14). La Cruz no es fatalismo, ni es exigencia del Padre. La Cruz es la consecuencia del compromiso libremente asumido por Jesús de revelar la Buena Nueva de que Jesús es Padre y que, por tanto, todos y todas deben ser aceptados y tratados como hermanos y hermanas. Por causa de este anuncio revolucionario, fue perseguido y no tuvo miedo a dar su vida. No hay mayor amor que dar la vida por los hermanos.

4) PARA LA REFLEXIÓN PERSONAL

• Todos esperaban al mesías, cada uno a su manera. ¿Cuál es el mesías que yo espero o que la gente espera?

• La condición para seguir a Jesús es la cruz. ¿Cómo me sitúo ante las cruces de la vida?

5) ORACIÓN FINAL

Feliz quien no sigue consejos de malvados
ni anda mezclado con pecadores
ni en grupos de necios toma asiento,
sino que se recrea en la ley de Yahvé,
susurrando su ley día y noche. (Sal 1,1-2)

Introducción al Catecismo de la Iglesia Católica

10. “No es extraño por ello que en el dinamismo del Concilio Vaticano II que el Papa Pablo VI consideraba como el gran catecismo de los tiempos modernos la catequesis de la Iglesia haya traído de nuevo la atención, el Directorio General de la Catequesis, el año 1971, las sesiones del Sínodo de los Obispos consagradas a la Evangelización, 1974, a las catequesis, 1977, las Exhortaciones Apostólicas correspondientes “Evangelio nunciandi”, 1975, “Catechesi Tradendae”, 1979, dan testimonio de ello todas ellas. La sesión extraordinaria del Sínodo de los Obispos de 1985 pidió que sea redactado un catecismo o compendio de toda la doctrina católica, tanto sobre la fe como sobre la moral. El Santo Padre Juan Pablo II hizo suyo este deseo emitido por el Sínodo de los Obispos reconociendo que responde totalmente a una verdadera necesidad de la Iglesia Universal y de las iglesias particulares. El Papa dispuso todo lo necesario para que se realizara la petición de los padres sinodales.”

 

El Concilio Vaticano II tenía un dinamismo y el dinamismo que tenía era el de salir al encuentro del mundo, ya que obviamente hay un cambio cultural muy grande en la segunda mitad del siglo XX en la que se encuadra el Concilio Vaticano II, además hemos de hacer ese acto de fe. Juan XXIII tuvo la inspiración de convocar el Concilio Vaticano II y estamos viviendo una gran crisis que sería muy superior si el Concilio Vaticano II no hubiera sido convocado, porque en él, se dio un diálogo entre la Iglesia y la sociedad que iba cambiando con el riesgo de romper con sus raíces cristianas y, gracias al Concilio Vaticano II, al esfuerzo de entrar en contacto, comunicación, diálogo, fe, cultura, a pesar de la gran crisis que hemos padecido, tenemos instrumentos muy válidos para continuar adelante. Hay algunos que han pensado equivocadamente que el Concilio Vaticano II ha sido la causa de la crisis en la Iglesia Católica, y esto no es así, sino que el Concilio se produjo en un momento de una inflexión muy grande cultural, nos fijamos en el famoso Mayo del 68 que supone una ruptura con la tradición de Europa y tiene lugar a los tres años de la clausura del Concilio Vaticano II y a pesar de que la Iglesia se había capacitado mucho para el diálogo, esa vorágine que se produce crea una gran crisis. Ha habido interpretaciones muy simplistas, muy reductoras del Concilio Vaticano II como si hubiese sido una ruptura con la tradición, pero hemos de decir que este catecismo que explicamos ha salido de una vocación de salir al encuentro, la Iglesia ha querido salir al encuentro de una cultura que tiene unas raíces cristianas pero que tiene la dificultad de cómo vivirlas en esta sociedad tan cambiante.

A los 20 años de la clausura del Concilio Vaticano II se convocó un Sínodo extraordinario de los Obispos, un Sínodo para evaluar cómo iban las cosas. Obviamente los padres sinodales fueron conscientes de que el Concilio Vaticano II estaba teniendo unas dificultades muy serias a la recepción porque había muchos que lo estaban interpretando en una clave rupturista, como si el Concilio Vaticano II hubiese venido a romper con la Iglesia preconciliar y como si todo lo preconciliar se ha llegado a convertir en una especie de insulto, todo lo anterior al concilio está totalmente caduco… y no, el Concilio Vaticano II viene a reformar “Eclesia sempre reformanda”, la Iglesia siempre está en reforma, pero no viene a romper, viene a reformar.

Como existía un riesgo muy grande de interpretar el Concilio Vaticano II en clave de ruptura, como si rompiésemos con la tradición, los padres sinodales vieron muy importante elaborar un catecismo en el que todo el mundo comprenda lo que el Concilio Vaticano II está encuadrado en toda la historia de la tradición, es como encuadrar el Concilio Vaticano II en toda la historia de la tradición. Eso se lleva a efecto, el Santo Padre pide que se pongan los medios para llevarlo a adelante y en pocos años, en unos 5 ó 6 años se pudo llegar a concluir esta obra tan importante. Los fieles tenemos derecho a saber cuál es la fe de la Iglesia. El Catecismo de la Iglesia Católica, es una forma objetiva de poder recoger cual es la fe de la Iglesia Católica. La Iglesia Católica tiene el deber de ofrecer a esos fieles que tienen derecho de saber cuál es la fe católica, esto es importante, porque ha podido ocurrir que muchos fieles se han visto supeditados, dependiendo del sacerdote que tuviesen en su parroquia, supeditados a esas mediaciones para saber cuál es la fe de la Iglesia Católica, y claro, no es correcto que un fiel dependa. Por ejemplo, cual es la fe católica del más allá de la muerte y para poder responder a tal pregunta que es legítima pues dependa si tiene un sacerdote que tiene una sensibilidad o tiene otra, eso no es de recibo.

Nosotros creemos en la Iglesia que es una, y habrá en ella pluriformidad, pero no puede haber división en la fe. Por eso era tan importante la elaboración del catecismo de la Iglesia Católica, porque la fe católica no puede estar supeditada al catequista que a ti te toque en suerte, o del párroco, se necesita una formulación objetiva de la fe.

Era muy importante también en ese momento, a los 20 años del Concilio Vaticano II, que había muchas personas en aquel momento sufriendo porque no terminaban de distinguir entre los cambios en las formas y la permanencia de la fe sustancial. Había muchas personas que estaban sufriendo por el hecho de que veían, por ejemplo, cambios litúrgicos, introduciendo las lenguas vernáculas, una actualización del rito de la misa anterior, etc. Pues sucedió que muchas personas al ver ese tipo de cambios, por ejemplo, la celebración de la misa mirando al altar… pues esa serie de cambios que se produjeron conllevaron que muchos fieles pudiesen llegar a pensar que se había cambiado la sustancia de la fe o muchas materias en la fe católica. Confundieron las formas con el contenido. Fácilmente se mezclaron ambas cosas sin saber distinguirlas. Así el catecismo recoge de nuevo la totalidad de la fe católica dentro de ese espíritu de explicación pedagógica y de diálogo fe-cultura que el Concilio Vaticano II imprime como ritmo en la vida de la Iglesia.

Un camino por el desierto

DOMINGO I DE CUARESMA

En esta etapa comenzaremos a andar desde nuestra propia vida y nos iremos adentrando en el camino del desierto. Es una etapa complicada durante la cual tendrás que liberarte de algunas cosas con las que empezaste a caminar. ¡¡Ánimo merece la pena!!

Señor, concédeme la gracia, en esta etapa, de confiar a cada paso en tu misericordia. Dame la fe y fortaleza que me ayude a enfrentarme con valen a a todas aquellas tentaciones que me inviten a vivir sin ti. Que nunca pierda la alegría.

La guía de la Palabra de Dios

Primera lectura: Gn 9, 8-15: “Yo hago un pacto con vosotros y con vuestros descendientes”.

Segunda lectura: 1P 3, 18-22: “Cristo murió por los pecados una vez para siempre”

Evangelio: Mc 1, 12-15

En aquel tiempo, el Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás; vivía entre alimañas, y los ángeles le servían.

Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía:

-«Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.»

Salir al desierto

El Espíritu condujo a Jesús al desierto. Lo adentró en el y allí lo mantuvo sometido a toda clase de tentaciones. Pero en ningún momento lo abandonó, sino que supo hacerse presente en cada respuesta rme que Jesús daba ante las tentaciones. Fue un momento de encuentro, de fortalecimiento en su propia debilidad, pero sobre todo un momento de confianza, que le preparó para el camino que debía recorrer hacia Jerusalén.

El desierto, según la Sagrada Escritura, se nos presenta no solamente como un lugar geográfico, sino también con un marcado carácter espiritual. Si echamos una mirada a la imagen que podemos tener de un desierto lo descubrimos como un lugar inhóspito, aparentemente sin vida o donde la vida es extremadamente difícil. Es un paraje solitario y silencioso, donde pueden aflorar miedos, inseguridades y limitaciones.

Pero no es solamente esta imagen la que nos interesa vislumbrar del desierto, sino la imagen espiritual que podemos entender desde ella. Esta imagen sica que tenemos del desierto nos ayuda a entenderlo como un camino espiritual que se nos invita a recorrer, para volver a lo esencial: a Dios.

Este camino nos ofrecerá la necesidad del despojo de nuestro propio yo. La inmensa aridez que te rodeará hará desaparecer de todas aquellas cosas que no son imprescindibles en tu vida. Desnudará tu alma, y te despojará de todo lo que no te encamine hacia Dios.

Nos hará experimentar nuestra fragilidad y limitaciones, el lugar de la prueba y la purificación. Como Jesús, haremos cara a la seducción de la tentación, pero con la mirada puesta en la Pascua que nos infundirá la confianza en la victoria prometida. El desierto cuaresmal será el lugar donde aprendemos a mantenernos en la actitud de búsqueda que nos permita el encuentro personal con Cristo desde una oración más sincera, más cercana, más profunda, despojada de todo aquello que nos impida el diálogo directo con el Señor, donde nos encontremos a solas con Él, sin ocultarle nada de los que somos, y donde Él nos lleve para restituirnos, para encontrarnos de nuevo.

El profeta Oseas nos ayuda a entender este significado espiritual que el desierto puede tener en nosotros: “Por eso, yo voy a seducirla y la llevaré al desierto -dice el Señor- y le hablaré al corazón… y allí cantará como cantaba en los días de su juventud”. Oseas nos presenta la imagen de Dios que ante la in delidad del pueblo de Israel no lo abandona a su suerte, sino que lo conduce al desierto para restaurar con él su promesa de amor y delidad. Por tanto, el desierto es para todos nosotros ese lugar donde, quizá nos adentremos con angustia, con dolor, pero donde sin duda, si nos dejamos conducir por el Espíritu nos encontraremos con Dios.

Según el Papa Francisco:

«El desierto es el lugar en el cual se puede escuchar la Palabra de Dios y la voz del tentador. En el rumor, en la confusión, esto nos e puede hacer; se escuchan sólo las voces superficiales. En cambio, en el desierto, podemos bajar en profundidad, dónde se juega verdaderamente nuestro destino, la vida o la muerte. ¿Y cómo escuchamos la voz de Dios? La escupamos en su Palabra.  Por esto es importante conocer las Escrituras, porque de otra manera no sabemos responder a las insidias del Maligno. Y aquí quisiera volver a mi consejo de leer cada día el Evangelio: cada día leer el Evangelio, meditarlo un poquito, diez minutos; y llevarlo también siempre con nosotros: en el bolsillo, en la cartera…

Tener siempre el Evangelio a mano. El desierto cuaresmal nos ayuda a decir no a la mundanidad, a los ‘ídolos’, nos ayuda a hacer elecciones valientes conformes al Evangelio y a reforzar la solidaridad con los hermanos.

Entonces, entremos en el desierto sin miedo, porque no estamos solos: estamos con Jesús, con el Padre y con el Espíritu Santo. Es más, como fue para Jesús, es precisamente el Espíritu Santo que nos guía en el camino cuaresmal, aquel mismo Espíritu descendido sobre Jesús y que nos ha sido donado en el Bautismo. La Cuaresma, por lo tanto, es un tiempo propicio que debe conducirnos a tomar siempre más conciencia de cuánto el Espíritu Santo, recibido en el Bautismo, ha obrado y puede obrar en nosotros. Y al final del itinerario cuaresmal, en la Vigilia Pascual, podremos renovar con mayor conciencia la alianza bau smal y los compromisos que de ella derivan”. (Oración del ángelus, 22-02-2015)

No huyamos del desierto, no intentemos rechazarlo, sino que busquémoslo esta cuaresma, porque siempre desde el desierto el hombre vuelve más libre, más ágil, más sano, más purificado y disponible para la entrega.

Jesús es llevado al desierto por el Espíritu, allí es fortalecido y confirmado como Hijo de Dios. Allí acepta la voluntad del Padre sobre Él. Allí mira lo más humano de su corazón y se agarra al pozo amoroso de Dios.

Hagamos nosotros lo mismo, adentrémonos esta cuaresma en ese desierto que nos hace mirar nuestro pobre corazón, adentrémonos en ese desierto que nos hace ver nuestra soledad cuando no tenemos a Dios, que nos hace sentir una sed infinita y nos permite salir de nosotros mismos y correr para buscar esas aguas vivas que refrescan y llenan de vida nuestra alma.

Diario del peregrino

VER

El texto del Evangelio nos dice que el Espíritu “empujó a Jesús al desierto”, lo llevó hasta él, y Jesús se dejó conducir, no opuso resistencia porque sabía que el camino de la salvación pasa por asumir esta etapa de desierto.

En esta primera etapa de nuestra peregrinación cuaresmal:

¿Hay algo en mi vida que me impida caminar que me invite a no tomarme en serio esta jornada de desierto?

El Espíritu nos ha conducido hasta el desierto para centrarnos en nosotros, para que queden lejos todas aquellas voces que nos impiden escuchar nuestro corazón, para ayunar, para hacer silencio, para orar, para abrir bien los ojos y enfrentarnos, con con anza, a todas las tentaciones que a cada momento llegan a nosotros.

¿Cuáles son mis tentaciones más grandes? ¿Cuáles son esos apegos que no me dejan crecer, ser adulto, que no me dejan ser?

¿Qué cosas mueven mi vida? ¿Me atrevería a identificarlo, a ponerle nombre?

JUZGAR

Jesús vivió el desierto desde la confianza plena en la voluntad de Dios. No dudó, y armado con la seguridad de la Palabra se enfrentó y derrotó al maligno seductor. También para nosotros la Palabra es la que nos hace arraigarnos en la confianza del amor del Padre. Sabernos acompañados por la Palabra nos ayuda a actualizar a cada momento (quizá cuando la tentación es más evidente) la promesa de Amor eterno que el Señor nos ha hecho, y por la que nos pide que no dejemos de caminar.

“Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud. Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado” (Jn 15, 9-12)

“En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó y nos envió a su Hijo como víctima de propiciación por nuestros pecados”. (1Jn 4, 10)

¿Vivo desde la novedad del encuentro con Cristo, desde la actitud de búsqueda de su voluntad en mi vida o, por el contrario, la rutina ha paralizado y esterilizado mi fe?

Con el eco, en nuestra vida, de la promesa de Amor que Dios nos hace ¿qué llamadas recibo en esta etapa de desierto?

ACTUAR

El Reino de Dios está cerca, nos dice el Evangelio de esta etapa, está dentro de ti.

¿A qué te comprometes para que realmente lo vivas así?

El lugar que pretendía ocupar la tentación es el lugar que en tu vida solo debe ocupar Dios:

¿Qué puedes hacer en esta cuaresma para mantenerlo así?

 

Recursos para el camino

Canto: Canción del desierto (Hillsong)

Mi oración en el desierto, cuando todo en mi seco esta
mi oración en la necesidad, mi Dios todo lo suplirá

Mi oración en el fuego, en debilidad o en dolor,
cuando en tormentas probada es mi fe,
en ti siempre confiaré.

Te alabaré
Te alabaré
Contra mi nada prevalecerá
me postraré, declararé
Dios es mi triunfo y Él está aquí.

Estrofa 2

Mi oración en la batalla, cuando el triunfo no puedo ver
soy coheredero y conquistador en cristo permaneceré. (Coro)

///En todo lugar, en todo empo, tú eres Dios.
Tengo mo vo al cantar, es mi deseo adorarte.///

Mi oración en la cosecha, abunda tu gracia y favor,
soy lleno para ser vaciado otra vez, lo que recibí sembraré.

Oración: Me tienta…
Ayúdame a hacer silencio, Señor, quiero escuchar tu voz. Toma mi mano, guíame al desierto. Que nos encontremos a solas, Tú y yo.

Necesito contemplar tu rostro, me hace falta el calor de tu voz, caminar juntos» callar, para que hables Tú.

Quiero revisar mi vida, descubrir en qué tengo que cambiar, afianzar lo que anda bien, sorprenderme con lo nuevo que me pides.

Me pongo en tus manos, ayúdame a dejar a un lado las prisas, las preocupaciones que llenan mi cabeza.

Barre mis dudas e inseguridades, quiero compartir mi vida y revisarla a tu lado. Ver dónde aprieta el zapato para urgir el cambio.

Me tienta el activismo. Me tienta la seguridad, hay que hacer, hacer y hacer. Y me olvido del silencio, dedico poco tiempo a la oración. ¿Leer tu Palabra en la Biblia?» para cuando haya tiempo.

Me tienta la incoherencia. Hablar mucho y hacer poco. Mostrar apariencia de buen cristiano, pero dentro, donde sólo Tú y yo nos conocemos, tenemos mucho que cambiar.

Me tienta ser el centro del mundo. Que los demás giren a mi alrededor. Que me sirvan en lugar de servir. Me tienta la idolatría. Fabricarme un ídolo con mis proyectos, mis convicciones, mis certezas y conveniencias, y ponerle tu nombre de Dios.

Me tienta la falta de compromiso. Es más fácil pasar de largo que bajarse del caballo y actuar como el buen samaritano. ¡Hay tantos caídos a mi lado, Señor, y yo me hago el distraído!

Me tienta la falta de sensibilidad, no tener compasión, acostumbrarme a que otros sufran y tener excusas, razones, explicaciones» que no enen nada de Evangelio pero que me conforman» un rato, Señor, porque en el fondo no puedo engañarte.

Me tienta separar la fe y la vida. Leer el diario, ver las noticias sin indignarme evangélicamente por la ausencia de jus cia y la falta de solidaridad.

Me tienta el mirar la realidad sin la mirada del Reino. Me tienta el alejarme de la política, la economía, la participación social» que se metan otros» yo, cristiano sólo el Domingo. Misa y gracias»

Me tienta el tener tiempo para todo menos para lo importante. La familia, los hijos, la oración al cuadragésimo lugar. Hay cosas más importantes. ¿Las hay?

Me tienta, Señor, el desaliento, lo di cil que a veces se presentan las cosas. Me tienta la desesperanza, la falta de utopía. Me tienta el dejarlo para mañana, cuando hay que empezar a cambiar hoy.

Me tienta creer que te escucho cuando escucho mi voz. ¡Enséñame a discernir! Dame luz para distinguir tu rostro.

Llévame al desierto de la oración, Señor, despójame de lo que me ata, sacude mis certezas y pon a prueba mi amor. Para empezar de nuevo, humilde, sencillo, con fuerza y Espíritu para vivir el a Ti. Amén.

(Oración tomada de: Web católico de Javier)

Spe Salvi – Benedicto XVI

15. Esta concepción de la « vida bienaventurada » orientada hacia la comunidad se refiere a algo que está ciertamente más allá del mundo presente, pero precisamente por eso tiene que ver también con la edificación del mundo, de maneras muy diferentes según el contexto histórico y las posibilidades que éste ofrece o excluye. En el tiempo de Agustín, cuando la irrupción de nuevos pueblos amenazaba la cohesión del mundo, en la cual había una cierta garantía de derecho y de vida en una comunidad jurídica, se trataba de fortalecer los fundamentos verdaderamente básicos de esta comunidad de vida y de paz para poder sobrevivir en aquel mundo cambiante. Pero intentemos fijarnos, por poner un caso, en un momento de la Edad Media, bajo ciertos aspectos emblemático. En la conciencia común, los monasterios aparecían como lugares para huir del mundo (« contemptus mundi ») y eludir así la responsabilidad con respecto al mundo buscando la salvación privada. Bernardo de Claraval, que con su Orden reformada llevó una multitud de jóvenes a los monasterios, tenía una visión muy diferente sobre esto. Para él, los monjes tienen una tarea con respecto a toda la Iglesia y, por consiguiente, también respecto al mundo. Y, con muchas imágenes, ilustra la responsabilidad de los monjes para con todo el organismo de la Iglesia, más aún, para con la humanidad; les aplica las palabras del Pseudo-Rufino: « El género humano subsiste gracias a unos pocos; si ellos desaparecieran, el mundo perecería »[12]. Los contemplativos –contemplantes– han de convertirse en trabajadores agrícolas –laborantes–, nos dice. La nobleza del trabajo, que el cristianismo ha heredado del judaísmo, había aparecido ya en las reglas monásticas de Agustín y Benito. Bernardo presenta de nuevo este concepto. Los jóvenes aristócratas que acudían a sus monasterios debían someterse al trabajo manual. A decir verdad, Bernardo dice explícitamente que tampoco el monasterio puede restablecer el Paraíso, pero sostiene que, como lugar de labranza práctica y espiritual, debe preparar el nuevo Paraíso. Una parcela de bosque silvestre se hace fértil precisamente cuando se talan los árboles de la soberbia, se extirpa lo que crece en el alma de modo silvestre y así se prepara el terreno en el que puede crecer pan para el cuerpo y para el alma[13]. ¿Acaso no hemos tenido la oportunidad de comprobar de nuevo, precisamente en el momento de la historia actual, que allí donde las almas se hacen salvajes no se puede lograr ninguna estructuración positiva del mundo?


[12] Sententiae, III, 118 : CCL 6/2, 215.

[13] Cf. ibíd., III, 71: CCL 6/2,107-108.

«Caminante no hay camino»

“Caminante no hay camino, se hace camino al andar”. Con este poema, con fondo y mucha filosofía de fondo, se expresó Machado (Extracto de Proverbios y cantares XXIX)

1.- Cristiano; no hay cuaresma que se sostenga en sí misma. Es el día a día el que, de verdad, te va hacer sentir si Dios es importante para ti. En tu camino, con tu esfuerzo y de la mano de Dios, comprobarás si ese camino es cierto o, tan sólo, un engaño. Si en ese camino va Dios contigo o, por el contrario, sólo quieres ir tú contigo mismo. ¿Hay camino para Dios?

La cuaresma, en sí misma, no es esencial. Es importante en cuanto que nos lleva a la Pascua. ¿Y qué nos aguarda en la Pascua? Ni más ni menos que, como en Belén, primero un Señor humillado pero, más tarde, un Señor glorificado.

Esto, amigo, no se vive de la noche a la mañana. Esto, amigos, no se prepara como quien va a una librería y sólo lee el índice de un libro pensando que, con eso, ya es suficiente.

El cristiano, en la cuaresma, se pone en camino. Y con los pasos de la oración, la conversión, la penitencia, la caridad o la eucaristía aprende a no dejar de lado a Cristo. ¿Seremos capaces de caminar con Cristo o, tal vez, preferimos otros corredores con más colores pero sin trascendencia alguna?

2.- Cristiano; la cuaresma será lo que tú quieras y lo que Dios esté dispuesto a regalarte. Ni el esfuerzo te va a garantizar tu encuentro con Jesús ni, tu tibieza o frialdad, te van hacer cambiar un ápice de aquello en lo que estás instalado: yo soy así. La cuaresma, en ese sentido, nos ofrece un abanico de posibilidades para llegar hasta la Pascua más llenos y, sobre todo, más conscientes de lo que se celebra. No hay peor cosa que, llegar al calvario, con el hombro débil y sin estar preparado para el peso de la cruz. Asomarnos al sepulcro y no ver nada porque, nuestros ojos, están llenos de telarañas superfluas.

La cuaresma, precisamente por eso y por mucho más, es como un “balneario” donde salen del cuerpo de nuestras almas (y también del corporal) aquello que estorba a la Gracia, aquello que nos impide reconocer lo mucho que Dios ha hecho por nosotros.

El Adviento nos llevó a la Navidad y, tal vez, no vimos ni el pesebre ni lo que habitaba dentro de él. La cuaresma nos empuja a Jerusalén. Malo será que, al llegar, nos quedemos en el bosque y no veamos la cruz. Nos subamos al monte y no bajemos al sepulcro vacío.

3.- El Papa Francisco insiste constantemente en la necesidad de salir a las periferias de los pobres. No es menos cierto que, tal vez la gran pobre (porque la alimentamos poco o nada) es precisamente el alma. Ese lugar donde Dios quiere reinar y hacernos todo para Él. ¿Estamos dispuestos? ¿Quieres convertirte? ¿De qué? ¿Por qué? En marcha: hay un camino por recorrer. Aunque, a veces, sea duro el golpe.

Que la escucha de la Palabra de Dios, las prácticas de piedad, la eucaristía diaria, la honestidad y sinceridad de nuestra vida, el ejercicio de la caridad, la oración personal y la abstinencia, nos ayuden a sentir que, el Señor, comienza su andadura camino del calvario. ¿O es que no le queremos acompañar desde la cruz y arrimando nuestros hombros a la cruz?

4.- ENTRÉNAME, SEÑOR

Quiero estar preparado, por Ti y contigo,
para que la dureza de la cruz no me sorprenda
y que lejos, de asustarme,
vea en ella un exponente y un altavoz de tu gloria.
Quiero mantenerme en forma,
para no perder el ritmo de la fe
y no se apague el brillo de mi esperanza.
Porque, temo que si Tú no vas conmigo,
el maligno aproveche cualquier fisura
y se adentre en lo más hondo de mis entrañas.

ENTRÉNAME, SEÑOR
Quiero jugar contigo el gran partido de la Pascua;
ahora, con el color morado de la penitencia,
pero pronto, en la alborada de Resurrección,
con el color blanco del triunfo de la VIDA
Sí; Señor, quiero que en estos 40 días
me enseñes a mirar hacia el cielo
me indiques como entregarme a mis hermanos
me recuerdes que,
en la sobriedad y no en la abundancia,
está la riqueza y la felicidad de mis años.

ENTRÉNAME, SEÑOR
Y que pueda volver de los caminos equivocados
y que, postrándome ante Ti,
pueda decir sin temor ni vergüenza alguna:
he pecado, no merezco ser de los tuyos,
“trátame como a uno de tus jornaleros”
Necesito correr, Señor,
recuperar el estilo de un auténtico creyente
y hablarte, con oraciones que nacen en el silencio.
Escuchar palabras que sanan y salvan
Corregir pautas y comportamientos,
actitudes y olvidos
que me alejaron de Ti hace tiempo.

ENTRÉNAME, SEÑOR
Y, haz que esta Santa Cuaresma,
sea una oportunidad para acercarme a todo ello.
Amén.

Javier Leoz

Se dejaba tentar por Satanás, y los ángeles le servían

Luego el Espíritu lo llevó al desierto. Y estuvo en él durante cuarenta días, siendo tentado por Satanás; y vivía entre las bestias salvajes, pero los ángeles le servían.

Después de ser Juan encarcelado, Jesús fue a Galilea a predicar el evangelio de Dios; y decía: «Se ha cumplido el tiempo y el reino de Dios está cerca. Convertíos y creed en el evangelio».

Marcos 1, 12-15

Comentario del Evangelio

Jesús fue tentado por el demonio. A veces nos cuesta hablar del demonio porque sabemos que es algo malo y no nos gusta hablar de cosas así.
Pero el mal existe y debemos darnos cuenta. A lo largo de la Historia los seres humanos hemos hecho cosas maravillosas, pero también hemos hecho y seguimos haciendo cosas muy malas, como matarnos entre nosotros.

De nosotros depende del lado que queremos estar, del lado de Dios o del lado del demonio. Es nuestra decisión; somos libres, como libre fue Jesús.

Para hacer vida el Evangelio

• A veces somos tentados como Jesús: sabemos que tenemos que hacer una cosa, pero hacemos la contraria. Escribe alguna situación de tu vida en la que te haya pasado esto.

• ¿Cómo sabemos cual es nuestro deber? ¿Qué podemos hacer para vencer nuestras tentaciones?

• Escribe un compromiso que te ayude a hacer lo que debes en los momentos importantes de la vida.

Oración

Tú nos invitas a ser los dueños
de nuestra vida,
a no dejarla en manos de cualquiera,
a no gastarla tontamente en lo que no llena,
a volcarnos del todo en el momento presente,
con toda nuestra capacidad de amar,

y toda nuestra posibilidad
de crear y de gozar.
Hemos sido tentado como Tú,
y nos hemos dejado seducir, hasta hoy…
pero estamos a tiempo de pedirte ayuda,
para seguir tu camino, y vivirlo contigo,
para elegir la Vida, el detalle, la sonrisa,
la oración el apoyo, la justicia y tu Amor.
Hoy comienzo contigo… no me dejes, Señor.

Queremos convertirnos y creer

Queremos convertirnos y creer

Señor, Tú conoces mejor que nadie
nuestras distracciones.
Tú sabes lo que nos seduce continuamente.
Tú estás bien informado
de lo que nos aparta de Ti,
de las luces de colores
que nos alejan de tu senda,
de las ofertas de felicidad, bienestar,
prestigio, reconocimiento, valoración,
eficacia e imagen.

Vivimos tentados por mil ofertas
que se cuelan en nuestro hogar,
por llamadas de teléfono, planes,
rebajas, viajes o tareas…
todo ello para entretener el tiempo,
para vivir sin sentido,
para agobiarnos y correr,
para quejarnos después del estrés
y de lo que hacemos,
en vez de disfrutar despaciosamente de la vida.

Hemos de ser los primeros en tener lo último,
queremos responder a todo
lo que se espera de nosotros,
tenemos en nuestra mente
una fantasía de omnipotencia,
de perfección como padres, hijos,
trabajadores o amigos.
Y todo ello hace que vivamos vacíos
de tanto correr,
de tanto llenar nuestra agenda
de cosas y prisas.

Tú nos invitas a ser los dueños
de nuestra vida,
a no dejarla en manos de cualquiera,
a no gastarla tontamente en lo que no llena,
a volcarnos del todo en el momento presente,
con toda nuestra capacidad de amar,
y toda nuestra posibilidad
de crear y de gozar.

Hemos sido tentado como Tú,
y nos hemos dejado seducir, hasta hoy…
pero estamos a tiempo de pedirte ayuda,
para seguir tu camino, y vivirlo contigo,
para elegir la Vida, el detalle, la sonrisa,
la oración el apoyo, la justicia y tu Amor.
Hoy comienzo contigo… no me dejes, Señor.

Mari Patxi Ayerra

Notas para fijarnos en el evangelio del Domingo I de Cuaresma

• El “Espíritu” de Dios “bajaba hacia Jesús” en el bautismo del Jordán (Mc 1,10). Ahora, tras el bautismo, este mismo “Espíritu” es quien “empuja a Jesús al desierto” (12): Dios quiere rehacer la Alianza con su pueblo, como lo había intentado con Moisés y Elías.

• Aquí (12) se expresa, también, que toda la acción y predicación de Jesús es conducida e impulsada por el Espíritu. Es el Espíritu quien le envía “a anunciar la buena nueva de Dios” (14).

• El evangelista Marcos nos dice que Jesús es “tentado” por el diablo en el desierto (13), pero, a diferencia de Mateo y Lucas, Marcos no se extiende en ello. Da por entendido que Jesús supera todas las pruebas y muestra su fidelidad absoluta a Dios (Heb 4,15). Así la Creación (“alimañas, el paraíso) volverá al proyecto de Dios.

• El tema de la tentación, en Marcos, vuelve a aparecer en Getsemaní, cuando Jesús mismo exhorta a los discípulos a rogar por no caer en ella (Mc 14,32-42). (La Cuaresma apunta a la Pascua).

• Que Marcos no insista en las tentaciones de Jesús nos va bien para que no insistamos nosotros. No es que no sea un tema importante. Pero a menudo nos centramos en esto y en nosotros mismos en lugar de contemplar “Cristo, Hijo de Dios” (Mc 1,1), que viene “a anunciar –a proclamar- la buena nueva” (Mc 1,1.14).

• Lo mismo nos pasa con el tema de la “conversión” (15). La llamada de Jesús a la conversión, que Marcos transmite, no es una llamada a la penitencia –que no se excluye–. No es un esfuerzo por ser mejores. No es una cuestión ética o moral. No se trata de los “pecados” –aunque esta cuestión tan importante también entra–. Se trata de un cambio de vida. No porque viviésemos en el pecado. Sino porque no conocíamos el “Reino de Dios” que “está cerca” (15). Y vivíamos para otros “reinos”. Acoger el Reino exige un cambio, romper con cosas que nos determinan la vida y dejarnos marcar por Dios. Por tanto, no basta con dejar ‘de pecar’ pero continuar viviendo como siempre, acomodados a un sistema de vida injusto con la mayor parte de los hijos y hijas de Dios, acomodados a aquello que tenemos, a unos bienes que nos cierran y que nos alejan de los otros –y, por lo tanto, de Dios–.

• La Cuaresma, por tanto, antes que un examen de conciencia sobre los propios pecados con ánimo de dar pasos para mejorar –cosa buena de hacer y necesaria–, es un tiempo para dejarse conducir por “el Espíritu”. Y ello es muy arriesgado. Nos puede llevar a lugares insospechados, nos puede hacer cambiar muchas cosas.

Comentario al evangelio – 15 de febrero

Hoy se habla mucho de la “calidad de vida”. A veces, abusando de ese concepto, se le opone el de “muerte digna”, y se piensa en la eutanasia. En referencia a alguien que pasa por grandes dolores o tribulaciones, siempre hemos oído la expresión: “eso no es vivir”. Jesús distinguía entre los vivos vivos y los vivos muertos; al alguien que pretendió posponer su seguimiento por esperar a dar sepultura a su padre, Jesús le respondió: “deja a los muertos que entierren a sus muertos” (Lc 9,60). Los que no están con Jesús son designados como “los muertos”, aunque se muevan; solo en él está la vida.

El Deuteronomio nos habla hoy de una vida en harmonía con Dios y con la naturaleza, una vida sabiamente orientada, que hace al hombre comparable a un árbol lozano, permanentemente regado por un manso riachuelo, cuyas hojas, por lo mismo, no se amustian. Frente a esta posibilidad está la de la impiedad, la de tomar por Dios lo que no es Dios, la de divinizar lo banal e inconsistente: ese insensato idólatra, quizá idólatra de sí mismo, se convierte en paja que arrebata el viento.

El lenguaje de Jesús es muy cercano al Deuteronomio y al Salmo 1º. Con un estilo didáctico muy de su agrado, nos lleva Jesús a la paradoja: el que se entrega a Dios y a los demás, ese se conserva a sí mismo, vive de verdad, a fondo; su vida es una bendición. Pero el que, de forma egoísta, se cierra sobre sí mismo, o se concentra exclusivamente en sus intereses, termina experimentando la frustración y el vacío. No hace falta, para ello, esperar a la otra vida; esto es experiencia humana, siempre actual; y, por supuesto, experiencia cristiana. ¡Cuánta felicidad acumulan miles de misioneros que, dejando la opulenta Europa, han marchado a tierras lejanas, para vivir entre personas que carecen de lo más elemental! Su vida de entrega se ha convertido para ellos en una fuente de alegría, más profunda que todo lo que pudiera brindarles nuestra sociedad de consumo. Esto nos lo cuentan igualmente jóvenes que se han desplazado por un tiempo, en plan de voluntariado, a ayudar en países en vías de desarrollo.

Cuentan de Santa Teresa de Calcuta que, en cierta ocasión, alguien, admirando su servicio a los últimos, le dijo: “yo eso no lo haría por todo el dinero del mundo”, a lo cual ella respondió: “y yo tampoco”.

Las palabras de Jesús están llenas de sabiduría y responden a la más profunda experiencia humana: existe la posibilidad de entregarse y la de reservarse, que acaban traduciéndose respectivamente en autorrealización y autodestrucción. En el caso de Jesús, San Pablo nos recuerda que, gracias a ese su camino de entrega y abajamiento, el Padre “le elevó sobre todo y le concedió un título superior a cualquier título” (Flp 2,9); y a los seguidores que imitan su estilo los espera la conocida invitación: “venid, benditos de mi Padre, pues tuve hambre y me disteis…” (Mt 25, 34).

Los tres textos litúrgicos de hoy (Deuteronomio, Salmo, Evangelio) pertenecen al género llamado sapiencial. Pidamos al Padre que a todos nos conceda la auténtica sabiduría.

Severiano Blanco, cmf