I Vísperas. Domingo I de Cuaresma

I VÍSPERAS
(Oración de la tarde)

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Himno: INSIGNE DEFENSOR DE NUESTRA CAUSA.

Insigne defensor de nuestra causa,
Señor y Salvador del pueblo humano,
acoge nuestras súplicas humildes,
perdona nuestras culpas y pecados.

El día con sus gozos y sus penas
pasó dejando huellas en el alma,
igual que nuestros pies en su camino
dejaron en el polvo sus pisadas.

No dejes de mirarnos en la noche,
dormida nuestra vida en su regazo;
vigila el campamento de los hombres,
camino de tu reino ya cercano.

Ahuyenta de tu pueblo la zozobra,
sé nube luminosa en el desierto,
sé fuerza recobrada en el descanso,
mañana y horizonte siempre abierto.

Bendice, Padre santo, la tarea
del pueblo caminante en la promesa;
llegados a Emaús, tu Hijo amado
nos parta el pan y el vino de la cena. Amén.

SALMODIA

Ant 1. Con espíritu humilde y corazón contrito te seamos aceptos; que este sea hoy nuestro sacrificio, y que sea agradable en tu presencia, Señor, Dios nuestro.

Salmo 140, 1-9 – ORACIÓN ANTE EL PELIGRO

Señor, te estoy llamando, ven de prisa,
escucha mi voz cuando te llamo.
Suba mi oración como incienso en tu presencia,
el alzar de mis manos como ofrenda de la tarde.

Coloca, Señor, una guardia en mi boca,
un centinela a la puerta de mis labios;
no dejes inclinarse mi corazón a la maldad,
a cometer crímenes y delitos;
ni que con los hombres malvados
participe en banquetes.

Que el justo me golpee, que el bueno me reprenda,
pero que el ungüento del impío no perfume mi cabeza;
yo opondré mi oración a su malicia.

Sus jefes cayeron despeñados,
aunque escucharon mis palabras amables;
como una piedra de molino, rota por tierra,
están esparcidos nuestros huesos a la boca de la tumba.

Señor, mis ojos están vueltos a ti,
en ti me refugio, no me dejes indefenso;
guárdame del lazo que me han tendido,
de la trampa de los malhechores.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Con espíritu humilde y corazón contrito te seamos aceptos; que este sea hoy nuestro sacrificio, y que sea agradable en tu presencia, Señor, Dios nuestro.

Ant 2. Entonces clamarás al Señor y él te responderá, gritarás y él te dirá: «Aquí estoy.»

Salmo 141 – ORACIÓN DEL HOMBRE ABANDONADO: TU ERES MI REFUGIO

A voz en grito clamo al Señor,
a voz en grito suplico al Señor;
desahogo ante él mis afanes,
expongo ante él mi angustia,
mientras me va faltando el aliento.

Pero tú conoces mis senderos,
y que en el camino por donde avanzo
me han escondido una trampa.

Me vuelvo a la derecha y miro:
nadie me hace caso;
no tengo adónde huir,
nadie mira por mi vida.

A ti grito, Señor;
te digo: «Tú eres mi refugio
y mi heredad en el país de la vida.»

Atiende a mis clamores,
que estoy agotado;
líbrame de mis perseguidores,
que son más fuertes que yo.

Sácame de la prisión,
y daré gracias a tu nombre:
me rodearán los justos
cuando me devuelvas tu favor.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Entonces clamarás al Señor y él te responderá, gritarás y él te dirá: «Aquí estoy.»

Ant 3. Cristo murió por nuestros pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios; muerto en la carne, pero vivificado en el espíritu.

Cántico: CRISTO, SIERVO DE DIOS, EN SU MISTERIO PASCUAL – Flp 2, 6-11

Cristo, a pesar de su condición divina,
no hizo alarde de su categoría de Dios,
al contrario, se anonadó a sí mismo,
y tomó la condición de esclavo,
pasando por uno de tantos.

Y así, actuando como un hombre cualquiera,
se rebajó hasta someterse incluso a la muerte
y una muerte de cruz.

Por eso Dios lo levantó sobre todo
y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»;
de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble
en el cielo, en la tierra, en el abismo
y toda lengua proclame:
Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Cristo murió por nuestros pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios; muerto en la carne, pero vivificado en el espíritu.

LECTURA BREVE   2Co 6, 1-4a

Os exhortamos a que deis pruebas de no haber recibido en vano la gracia de Dios, pues dice él en la Escritura: «En el tiempo propicio te escuché, y te ayudé en el día de salvación.» Ahora es el tiempo propicio, ahora es el día de salvación. A nadie queremos dar nunca motivo de escándalo, a fin de no hacer caer en descrédito nuestro ministerio, antes al contrario, queremos acreditarnos siempre en todo como verdaderos servidores de Dios.

RESPONSORIO BREVE

V. Escúchanos, Señor, y ten piedad, porque hemos pecado contra ti.
R. Escúchanos, Señor, y ten piedad, porque hemos pecado contra ti.

V. Cristo, oye los ruegos de los que te suplicamos.
R. Porque hemos pecado contra ti.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Escúchanos, Señor, y ten piedad, porque hemos pecado contra ti.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.

PRECES

Glorifiquemos a Cristo, el Señor, que ha querido ser nuestro Maestro, nuestro ejemplo y nuestro hermano, y supliquémosle, diciendo:

Renueva, Señor, a tu pueblo.

Cristo, hecho en todo semejante a nosotros, excepto en el pecado, haz que nos alegremos con los que se alegran y sepamos llorar con los que están tristes,
para que nuestro amor crezca y sea verdadero.

Concédenos saciar tu hambre en los hambrientos
y tu sed en los sedientos.

Tú que resucitaste a Lázaro de la muerte,
haz que, por la fe y la penitencia, los pecadores vuelvan a la vida cristiana.

Haz que todos, según el ejemplo de la Virgen María y de los santos,
sigan con más diligencia y perfección tus enseñanzas.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Concédenos, Señor, que nuestros hermanos difuntos sean admitidos a la gloria de la resurrección
y gocen eternamente de tu amor.

Pidamos a nuestro Padre que nos dé la fuerza que necesitamos para no caer en la tentación:

Padre nuestro…

ORACION

Te pedimos, Señor todopoderoso, que las celebraciones y las penitencias de esta Cuaresma nos ayuden a progresar en el camino de nuestra conversión: así conoceremos mejor y viviremos con mayor plenitud las riquezas inagotables del misterio de Cristo. Él, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

Anuncio publicitario

Lectio Divina – 17 de febrero

Lectio: Sábado, 17 Febrero, 2018

Tiempo de Cuaresma

1) ORACIÓN INICIAL

Dios todopoderoso y eterno, mira compasivo nuestra debilidad y extiende sobre nosotros tu mano poderosa. Por nuestro Señor.

2) LECTURA

Del santo Evangelio según Lucas 5,27-32

Después de esto, salió y vio a un publicano llamado Leví, sentado en el despacho de impuestos, y le dijo: «Sígueme.» Él, dejándolo todo, se levantó y le siguió.

Leví le ofreció en su casa un gran banquete. Había un gran número de publicanos y de otros que estaban a la mesa con ellos. Los fariseos y sus escribas refunfuñaban diciendo a los discípulos: «¿Cómo es que coméis y bebéis con los publicanos y pecadores?» Les respondió Jesús: «No necesitan médico los que están sanos, sino los que están mal. No he venido a llamar a conversión a justos, sino a pecadores.» 

3) REFLEXIÓN

• El Evangelio de hoy trae el mismo asunto sobre el cual hemos reflexionado ya en enero en el evangelio de Marcos (Mc 2,13-17). Sólo que esta vez está sacado del Evangelio de Lucas y es bien abreviado, concentrando la atención en la cena principal que es el llamado y la conversión de Leví y la conversión que esto supone para nosotros que estamos entrando en la cuaresma.

• Jesús llama a un pecador para ser discípulo. Jesús llama a Leví, un publicano, e este, inmediatamente, lo deja todo, sigue a Jesús y empieza a hacer parte del grupo de los discípulos. Enseguida Lucas dice que Leví preparó un gran banquete en su casa. En Marcos, parecía que el banquete era en la casa de Jesús. Lo que importa es la insistencia en la comunión de mesa de Jesús con los pecadores, lo cual estaba prohibido.

• Jesús vino no para los justos, sino para los pecadores. El gesto de Jesús provocó la rabia de las autoridades religiosas. Estaba prohibido comer con publicanos y pecadores, pues sentarse a la mesa con alguien era lo mismo que tratarle como hermano. Con su gesto Jesús estaba acogiendo a los excluidos como hermanos de la misma familia de Dios. En vez de hablar directamente con Jesús, los escribas de los fariseos hablan con los discípulos: ¡Qué! ¿El come con los pecadores y publicanos? Jesús responde: No necesitan médico los que están, sino los que están mal. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores. Es la conciencia de su misión que ayuda a encontrar la respuesta y a indicar el rumbo para el anuncio de la Buena Nueva de Dios. El vino para reunir a la gente dispersa, para reintegrar a los que han sido excluidos, para revelar que Dios no es un juez severo que condena y expulsa, sino un Pare/Madre que acoge y abraza.

4) PARA LA REFLEXIÓN PERSONAL

• Jesús acoge e incluye a las personas. ¿Cuál es mi actitud?

• El gesto de Jesús revela la experiencia que tiene de Dios como Padre. ¿Cuál es la imagen de Dios que se irradia para los demás a través de mi comportamiento? 

5) ORACIÓN FINAL

Presta oído, Yahvé, respóndeme,
que soy desventurado y pobre;
guarda mi vida, que yo te amo,
salva a tu siervo, confío en ti. (Sal 86,1-2)

Domingo I de Cuaresma

1. Situación y contemplación

El miércoles de Ceniza, la Palabra ha llamado a nuestra conciencia con la fuerza del imperativo, de lo inaplazable: Creed, convertíos. Pero, ¿nos damos cuenta de qué fe y de qué conversión se trata?

La primera lectura de hoy nos recuerda la alianza de Dios con la vida, con los dones que llamamos «naturales» (familia, criaturas, animales, plantas, tierra y cielo). Hay culturas en que la naturaleza se siente como amenaza. La nuestra la trata con objeto de dominio. Quizá hemos de comenzar nuestra conversión por una mirada nueva a lo que somos y nos rodea. Respeto, admiración, agradecimiento… Nos creemos propietarios absolutos. Ahí está el pecado original: la apropiación arbitraria de las cosas (sin tener en cuenta a los demás), de las personas (a las que utilizamos), de nosotros mismos (negando nuestra finitud y nuestro origen).

El Evangelio nos presenta a Jesús como el nuevo Adán. No en el paraíso, sino en el desierto. Tentado por Satanás, pero movido por el Espíritu Santo. Amenazado por las alimañas y protegido por los ángeles, es decir, reconciliado con la obra de Dios y entregado a la voluntad del Padre. Pero es más que el hombre reconciliado; es el Mesías que anuncia y realiza la cercanía del Reino.

A la luz del Evangelio, la conversión consiste en creer en Jesús y su palabra como presencia del Reino. ¿Qué significa Jesús en tu vida? Los domingos previos a la Cuaresma (domingos 2-6 del Tiempo Ordinario) ha ido resonando esa pregunta. Es tan central, que la Cuaresma entera consiste en seguir a Jesús, en conocerle vivencialmente.

Ser cristiano no es sólo lograr una armonía con el entorno y nosotros mismos; sabiduría de la finitud aceptada. Te has encontrado con el Mesías, y El mismo te lleva al abismo insondable del Amor Absoluto de Dios. Lee ahora despacio la segunda lectura, 1 Pe 3, y date cuenta de lo que intentamos celebrar durante estos meses de Cuaresma y Pascua: la muerte y resurrección de Jesús, tu bautismo, la fe deslumbrada por la autodonación de Dios en Cristo.

3. Reflexión

Hay muchos creyentes que no distinguen la sabiduría religiosa de la finitud y la fe propiamente dicha en Jesús, el Mesías e Hijo de , Dios, muerto y resucitado. Para ellos, creer consiste en tener una respuesta clara al misterio de la existencia, de dónde venimos y adónde vamos, disponer de normas de conducta para poner orden en la convivencia humana, poder confiar en Alguien por encima de nosotros cuando estamos desvalidos.

La fe cristiana se fundamenta en la Palabra, es decir, en acontecimientos históricos que Dios mismo, libremente, ha realizado. No responde en primer lugar a cuestiones universales, sino a hechos inauditos, testimoniados por los que «han visto y oído».

¿Es lo mismo para mí creer en la vida que creer en Dios, en Alguien viviente que se te ofrece como fuente personal de vida? ¿Es lo mismo para ti aceptar con paz el ciclo de la vida y de la muerte que acoger que Dios ha entregado a su propio Hijo por ti hasta la muerte sin otra razón que su amor personal por ti? ¿Es lo mismo para ti prolongarte en tus hijos, la fama y tus obras que recibir la vida del Resucitado, nada menos que la vida eterna de Dios, y, además, como promesa para siempre?

Creer en Jesús, en efecto, es atreverse a soñar con el corazón de Dios amándonos infinitamente, esperando impaciente este momento de la historia para realizar sus designios maravillosos de Salvación.

¡Qué poco nos lo creemos!

4. Praxis

Tendremos que dejarle a Jesús que nos demuestre cómo es su Padre y cómo nos ama y qué ciegos estamos y cómo nos resistimos. Tendrá que convencernos con su sangre, llegando hasta el final. ¡Ojalá sepamos mantener la mirada en El y no retirarla!

Cuando nos duela tanto amor, entonces estaremos cerca de la fe, y nos habremos convertido al Evangelio del Reino.

Para que esto no se nos quede en mero sentimiento piadoso, el mejor medio es el prójimo. Cuando nos duela el sufrimiento del otro, es que ya no buscamos en Dios la armonía del mundo, nuestra tranquilidad; habremos entrado en la pasión de Dios por el mundo y comenzaremos a enterarnos de por qué lo sostiene a pesar del hombre (primera lectura) y por qué desea tan ardientemente bautizarnos en la muerte y resurrección de su Hijo.

Javier Garrido

Domingo I de Cuaresma

En el primer texto (Gen. 9, 8-15) Dios nos ofrece su perdón.

Presentada con un ocurrente ropaje literario -adaptado a la mentalidad de los pueblos primitivos a los que inicialmente iba destinada la Revelación- aparece la clara voluntad de Dios de ofrecernos su perdón, cuantas veces se lo pidamos con sincero corazón.

Ninguno podrá decir con verdad aquello de D. Juan Tenorio: “Llamé al cielo y no me oyó”. Dios, como Padre que es, siempre oye nuestras súplicas. Disposición divina que nos produce una grandiosa tranquilidad espiritual.

San Pedro (2ª lectura, 1ª Pe. 3, 18-22) alude también a la tabla de salvación que Dios ofrece a los humanos a través del sacramento del Bautismo. El agua bautismal que se derrama o cubre al bautizando, según los ritos, es la escenificación de la misericordia de Dios limpiando por dentro a quien lo recibe. El bautizado adulto comienza una nueva vida, la vida según el plan de Dios voluntariamente aceptado por el nuevo cristiano.

Jesús, (3ª lectura, Mc. 1, 12-15) nos ofrece los remedios para mantener “viva” esa nueva vida alcanzada mediante el Bautismo o, si ha habido algún fallo posterior, recuperada por medio del sacramento de la reconciliación.

La vida biológica es una buena maestra a la hora de enseñarnos sus recursos: la vida para subsistir necesita alimento y descanso.

La poca alimentación, la desnutrición, es causa de debilidad, de falta de fuerzas. Igualmente sucede con el descanso. Es imprescindible saber “parar” todos los díasalgunas horas para dedicarlas a él. Alimentarse y dormir son absolutamente imprescindibles. Cualquier ahorro de estos dos elementos es pernicioso, porque mina las fuerzas para enfrentar los demás asuntos de la vida.

Exactamente igual sucede con la vida espiritual. Si no la mantenemos fuerte, las preocupaciones mundanas irán calando más y más hondo en ella hasta convertirla en algo exclusivamente intra-mundano y, en más de una ocasión, por causa de los vicios, en perturbadora de la convivencia.

Jesús nos ofrece algunas importantes orientaciones al respecto.

En el texto que hemos leído aparece una. Se retira, esta vez al desierto, en otras lo hace al monte. Es decir, sabe sacar ratos de soledad para reflexionar sobre el gran asunto que trae entre manos: qué está Él haciendo en el mundo, a qué ha venido.

Estar sobre ello, hacernos también nosotros esas mismas preguntas, nos es imprescindible, si luego queremos tener una base sólida para enfrentar los obstáculos que aparecerán a lo largo de la vida, tratando de “engullirnos” en su mundana pegajosidad. Solo sabiendo para qué estoy yo en el mundo sabré actuar convenientemente en cada momento y situación. Seneca decía que no hay viento favorable para quien no sabe a dónde va.

El relato de la permanencia de Jesús en el desierto que nos hacen Marcos y Lucas es más amplio y en él aparecen otras dos grandes enseñanzas.

Una: señalarnos la universalidad de las tentaciones experimentadas por Jesús, otra, la correcta forma de enfrentarnos a ellas para vencerlas.

Dos enseñanzas de total aplicación a todos nosotros.

No olvidemos que Jesús quiso ser en todo semejante a nosotros precisamente para podernos orientar con su ejemplo. Sus respuestas son los “referentes” de nuestra actuación ante las mismas circunstancias. Veamos, pues.

El “enemigo” le ofreció pan para distraerle de la austeridad e introducirle en el egoísmo: tú llena el vientre y déjate de preocupaciones salvadoras.

El enemigo le ofreció convertirse en “espectáculo”. Nada de vida sencilla, satisface tu vanidad y que todo el mundo te admire.

El enemigo le ofreció poder. Nada de entregarte a los demás, domínalos y enséñales quien es el que manda.

Tras el primer recurso, que era buscar tiempos de soledad para reflexionar, el segundo sería, hacer frente a las tentaciones desde un primer momento. Nada de coquetear con ellas porque son muy seductoras. Como afectan a dimensiones muy profundas en la realidad humana, todavía muy poco evolucionada, afloran fácilmente; podría decirse que están muy a flor de piel. Enseguida surge la violencia, el egoísmo, las argucias, etc. involucionándonos hacia el animal que todavía hace muy poco éramos. Eso hace que sea muy peligroso darles la mínima ayuda. No retirarlas inmediatamente es echar leña al “fuego animal” todavía muy vivo dentro de nosotros.

No olvidemos que solo hace 3.000 años antes de Cristo cambia la edad de la nueva piedra, neolítico, por la de los metales. En la historia de la evolución este tiempo es insignificante. La evolución comenzó muy probablemente hace 13.700 millones de años. 6 o 7 mil años son nada en el proceso evolutivo, un par de lunas, que dirían los indios. Por eso el “animal” que también somos, nos es tan peligrosamente cercano con sus exigencias.

Un tercer recurso es conseguir una suficiente formación religiosa.

Jesús va rebatiendo con textos bíblicos las diferentes argumentaciones del mal. La tentación le sugiere: “Dice la Escritura”. Jesús SABE contestar rebatiendo la astucia del mal: también dice la escritura, y ofrece una respuesta sabia.

Es muy importante haber alimentado nuestra formación religiosa “desanclándola” de las cuatros historietas que nos contaron cuando, siendo niños, acudíamos a la catequesis. El contenido dogmático de la Revelación es mucho más sólido y profundo que aquello que conocimos entonces. Actualizarlo es imprescindible. Muchas consideradas dificultades o dudas de fe son en realidad, perdonadme, carencia de conocimientos sólidos.

El progresivo avance de este santo tiempo nos irá ofreciendo recursos para dominar las tentaciones de todo tipo, de modo y manera que quedemos sólidamente preparados y dispuestos para que la Pascua de Resurrección sea para nosotros, ya en este mundo, una realidad palpable.

Busquemos algunos espacios para la reflexión, seamos rápidos en el rechazo de la tentación, buceemos en la lectura de los Evangelios y vida de Jesús y en la Pascua podremos sentirnos resucitados con Cristo para iniciar una nueva vida con Él.

Con ello habremos convertido en realidad para nosotros aquello que decíamos en el Salmo: “Tus sendas Señor son misericordia y lealtad para los que guardan tu Alianza.AMÉN

Pedro Sáez

Spe Salvi – Benedicto XVI

17. Quien lee estas afirmaciones, y reflexiona con atención, reconoce en ellas un paso desconcertante: hasta aquel momento la recuperación de lo que el hombre había perdido al ser expulsado del paraíso terrenal se esperaba de la fe en Jesucristo, y en esto se veía la « redención ». Ahora, esta « redención », el restablecimiento del « paraíso » perdido, ya no se espera de la fe, sino de la correlación apenas descubierta entre ciencia y praxis. Con esto no es que se niegue la fe; pero queda desplazada a otro nivel –el de las realidades exclusivamente privadas y ultramundanas– al mismo tiempo que resulta en cierto modo irrelevante para el mundo. Esta visión programática ha determinado el proceso de los tiempos modernos e influye también en la crisis actual de la fe que, en sus aspectos concretos, es sobre todo una crisis de la esperanza cristiana. Por eso, en Bacon la esperanza recibe también una nueva forma. Ahora se llama: fe en el progreso. En efecto, para Bacon está claro que los descubrimientos y las invenciones apenas iniciadas son sólo un comienzo; que gracias a la sinergia entre ciencia y praxis se seguirán descubrimientos totalmente nuevos, surgirá un mundo totalmente nuevo, el reino del hombre[16]. Según esto, él mismo trazó un esbozo de las invenciones previsibles, incluyendo el aeroplano y el submarino. Durante el desarrollo ulterior de la ideología del progreso, la alegría por los visibles adelantos de las potencialidades humanas es una confirmación constante de la fe en el progreso como tal.


[16] Cf. New Atlantis.

Las pruebas de la misión

1. El relato de las tentaciones de Jesús, situado por los evangelistas en un momento crucial entre su bautismo y el comienzo de su ministerio público, es una página teológica admirable por su densidad. Es lógico que Jesús, después de su aparición pública en la escena bautismal, medite y considere el compromiso de su misión. Y es igualmente lógico que revele a sus discípulos y a todos los cristianos el nivel profundo de las decisiones básicas.

2. Las tentaciones de Jesús ocurren durante una cuarentena, imagen del tiempo de la vida humana, y en el desierto, tierra desolada y árida, sin seguridad, morada de Satanás (en hebreo) o del Diablo (en griego), que significa adversario, es decir, el que se opone al proyecto de Dios. Jesús es un hombre encarnado, situado en el corazón del mundo y de la historia, pero con la plenitud del Espíritu de Dios. Aparece más como vencedor que como tentado; la iniciativa es del Espíritu más que del tentador. La escena no tiene testigos, y las tentaciones van dirigidas al núcleo fundamental de la personalidad de Jesús. Se trata de la prueba mesiánica del Salvador, de su vocación liberadora. Tanto sus discípulos como los escribas se preguntan qué espíritu es el que posee Jesús. Se ventila en este episodio lo más genuino del misterio de Dios: su proyecto de amor.

3. La cuarentena es para nosotros un tiempo de desierto, en el que se prueban o verifican la fe y la conversión. La desnudez desértica nos sitúa entre la esclavitud y la libertad, con una condición básica para elegir bien: oír la voz de Dios. Es necesario llegar al subsuelo de nuestros instintos o pulsiones para distinguir la llamada del Espíritu de la insinuación diabólica. De hecho, todo cristiano comprueba a lo largo de su vida distintos cambios; observa que precisamente en las horas cruciales de estos cambios es sometido a prueba. A veces no sabe si la tentación le viene del Espíritu de Dios o del espíritu diabólico. Parece que los dos espíritus, entremezclados, lo someten a tentación o lo ponen a prueba. En el fondo, se trata de elegir entre, por una parte, la gana, el orgullo y el dominio y, por otra, la palabra, la fe y el servicio. Es tensión entre dos opciones: la fácil y agradable según la carne, profundamente egoísta e individual (el endiosamiento propio), o la del esfuerzo y el servicio según el Espíritu, hondamente personal y social (la adoración de Dios). Vencida la tentación, Cristo opta por anunciar el reino de Dios y llevarlo a cabo. Cristiano es quien rechaza la tentación, se convierte al reino y cree en la buena noticia.
 

REFLEXIÓN CRISTIANA:

¿Qué espíritu es el que nos mueve a nosotros?

Casiano Floristán

Una alianza de vida

Estamos en el primer domingo de cuaresma, tiempo en el que nos preparamos a celebrar el corazón de nuestra fe: la muerte y la resurrección de Jesús. Tiempo de penitencia (más fácil de percibir tal vez en el hemisferio norte debido al frío invernal, que en medio del calor, de las vacaciones —y la playa— de los países al sur de la línea ecuatorial) y de esperanza.

El desierto, lugar de prueba y encuentro

El evangelio de Marcos nos trae la primera proclamación del Reino. Ella está precedida de dos versículos en los que con gran concisión el evangelista nos habla de los cuarenta días que Jesús pasó en el desierto. En nuestras memorias está el texto largo de Mateo al respecto. Marcos es parco como siempre. El Espíritu se hace presente al inicio del ministerio de Jesús; lo empuja al desierto, allí se prepara para su misión (v. 12-13).

En la Biblia el desierto es simultáneamente lugar de prueba y de encuentro con Dios. Allí las necesidades humanas apenas pueden satisfacerse, la dureza de la situación hace que se luche por la vida; la voluntad se debilita y se está pronto a ceder ante la posibilidad de un alivio. Los israelitas camino a la tierra prometida, ante las inclemencias del desierto, estuvieron tentados de regresar a la opresión de Egipto. Pero el desierto y su profundo silencio es también un lugar privilegiado de encuentro con Dios. Libres del barullo cotidiano estamos en mejores condiciones de escuchar su palabra; ella puede entonces echar en nosotros raíces firmes.

Toda tarea de anuncio y testimonio del Reino debe prepararse en el desierto, en el que la cercanía a la muerte aguijonea nuestra voluntad de vida y nos hace experimentar la soledad que crea en nosotros hambre de comunión. Siguiendo al Señor en los sinsabores, las dificultades y la hostilidad se está forjando hoy el temple de muchos testigos del Reino en nuestro continente, que saben que la muerte de Cristo les dio nueva vida (cf. 1 Pe 3, 18-19).

Comulgar con toda la vida

El texto del Génesis nos señala el sentido de la Alianza. Después de la destrucción provocada por el diluvio, Dios afirma su designio de vida. Incluso la vida animal (de los animales habla también el texto de Marcos); la Alianza se hace con todo ser viviente (cf. 9, 9). Vale la pena destacarlo porque una concepción excesivamente antropocéntrica no parece dar valor a otras formas de vida en el plan de Dios. Aquello del ser humano como «rey de la creación» nos ha hecho, paradójicamente, olvidar el significado de la creación y el respeto que le debemos. Lo que no es humano parece estar fuera de la historia salvífica. El asunto está cargado de consecuencias: del desprecio a la vida animal hemos pasado a la subvaloración religiosa de nuestra propia vida física, material, como se dice con frecuencia. Así el cuerpo humano resulta también extraño al plan de Dios. Reduciéndonos a un espiritualismo desencarnado nos desinteresamos fácilmente de las necesidades diarias de alimento, salud y techo de tantos hermanos nuestros. Ellas dejan de interpelarnos porque esas urgencias vienen precisamente de los aspectos que compartimos con la poco estimada vida animal. Mutilando la creación —por pretendidas razones religiosas— nos mutilamos nosotros mismos y nos quedamos sin comprender el sentido de la incorporación al cuerpo resucitado de Cristo por el bautismo (cf. 1 Pe 3, 21).

No es esa la perspectiva de nuestro texto. En el arca de Noé no sólo se salvaron los seres humanos; los animales fueron —por indicación divina— sus compañeros de supervivencia (cf. 9, 1012). Nos cuesta integrar esta perspectiva; sin embargo, nos hace ver la globalidad y la radicalidad de la voluntad de vida del Dios en quien creemos. En un célebre pasaje nos dice por eso Pablo que la creación espera también ser liberada (cf. Rom 8, 21-22).

Gustavo Gutiérrez

No nos dejes caer en la tentación

Posiblemente la tentación más famosa de la historia es la protagonizada por Adám y Eva en el Paraíso Terrenal. Como la mayoría de las tentaciones, no fue grosera, desagradable. La promesa era sorprendentemente atractiva: “¡Seréis como dioses!”. ¿Qué más se puede pedir?

Otra tentación conocida, que nos sirve de modelo, es la sentida por Jesús en el Huerto de los Olivos: “Padre, si es posible pase de mí este cáliz”.

También es conocida la encarnada en el pueblo judío, cuando sintió hambre en el desierto del Sinaí, de camino a la Tierra Prometida. Añoraba las cebollas y las ollas de carne de cuando estaba en Egipto. Quería volver atrás, renunciar a la meta: llegar a la Tierra Prometida.

Hoy el evangelio en un lenguaje sobrio, breve nos informa que el Espíritu empujó a Jesús al desierto, donde se quedó durante cuarenta días, dejándose tentar por Satanás.Según el diccionario, tentación se entiende como una tendencia, que nos impulsa a apartarnos, a separarnos del camino recto.

La persona humana no suele ser un campo pacífico, manso sino que en él se localiza una lucha, a veces dramática entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas. El ser humano está dividido en su interior. El pecado se da cuando una tentación es aceptada, consentida. La tentación es la antesala, el prólogo de caer en el pecado o de crecer en la virtud. Dependerá de las decisiones que se tomen. Lo explica gráficamente el siguiente dialogo entre el niño y el jefe de la tribu india.

Partimos de que en el interior de la persona se dilucida una batalla entre dos lobos: el vicio y la virtud. “¿Cuál de los dos lobos ganará?”. Pregunta el niño. “El que tú alimentas cada día”, responde el viejo cacique.

Para el teólogo Jon Sobrino, nuestro mundo se caracteriza por tres pecados: “el insulto a los pobres”, hay situaciones y comportamientos – nosotros llamamos obscenos- que entrañan un insulto a los pobres; “la ignorancia culpable o voluntaria”, “la tomadura de pelo” en cuánto que los defensores de la globalización nos quieren hacer creer que la Humanidad ha entrado en una etapa nueva, excelente. Es lo que ahora llamamos “pos-verdades”.

Ocurre que a la tentación, empezando por el nombre, se la toma como algo trasnochado, como algo cursi, propio de mentalidades un tanto infantiles. Pero no. Tentación no es una palabra moribunda: en Internet aparecen con casi ocho millones de llamadas. Ni es de inteligentes tomarla a broma.

El periodista-columnista, Francisco Umbral, escribió que Europa tiene que dominar sus tentaciones: el dinero y el sexo. Estas son tentaciones, pero no las únicas. En cuanto al dinero y al sexo basta abrir los ojos: sus consecuencias son claras. Ahí están también las hijas de la soberbia y de la avaricia. Razón tenía el escritor, Eugenio D-Ors “Lo que da valor a una vida son las tentaciones a las que no ha querido ceder”. En cambio, les espera un final oscuro a quienes compartan el comportamiento de Oscar Wilde, quien manifestaba: “puedo resistir cualquier cosa, excepto la tentación”. Pues para todos es una advertencia el que los ríos se tuercen por seguir el camino más fácil.

Siempre que Jesús iba a comenzar una tarea, importante acudía a la oración, al diálogo con Dios, su Padre. En ésta ocasión iba a emprender la tarea más importante de su existencia, la vida pública. El propósito del diablo era apartarle de su objetivo. Ésta es la finalidad de la tentación: distraernos, apartarnos de nuestro sendero, nuestro camino, es decir, de nuestra vocación. La tentación forma parte de la condición humana.

En la oración más perfecta, compuesta por el mismo Jesús, en la del Padre Nuestro, decimos: “no nos dejes caer en la tentación”. No pedimos que no tengamos tentaciones, sino, “no nos dejes caer”. El miércoles pasado, en el rito de la imposición de la ceniza se decía: “conviértete y cree en el evangelio”.Este es el lema para todo creyente cristiano para los cuarenta días que dura la cuaresma. “conviértete”. Verbo que implica algo más que rezar cinco avemarías, encierra avanzar en la transformación hacia el hombre nuevo. Así tendrá sentido el “Felices Pascuas” (feliz paso ) con el que nos saludaremos el Domingo de Resurrección .

Josetxu Canibe

No es fácil

Cuando me meto en la piel de un hombre o de una mujer que vive fuera de la Iglesia y quiere conocer a Cristo y su evangelio, me doy cuenta de que no lo tiene fácil. Si no tiene la suerte de encontrarse con un creyente que vive su fe de manera convencida y gozosa, le resultará difícil captar toda la fuerza, el vigor y la esperanza que Cristo puede aportar a la vida. ¿Por qué digo esto?

Tal como aparece hoy en la sociedad, lo religioso se le va a presentar muchas veces como algo «anacrónico» que, quizás tuvo sentido en otras épocas o culturas, pero que no pertenece a nuestros días. Las ceremonias religiosas que va a ver en la televisión o el lenguaje eclesiástico que habitualmente va a escuchar le pueden llevar a preguntarse: «¿A qué viene todo esto?, ¿hay que vestirse así, hacer estos ritos o hablar de esa manera para relacionarse con Dios o vivir el evangelio de Cristo?»

No es sólo esto. Lo religioso se le puede presentar también como algo «autoritario». Un mundo en el que se imponen verdades y dogmas que hay que aceptar aunque no se entiendan. Una institución que prohíbe y censura cosas que, en principio a uno le parecen sanas. Surgirá entonces la pregunta: «¿Cómo voy a aceptar algo que se me trata de imponer de forma autoritaria?»

Puede tener también la impresión de que en las instituciones religiosas hay «miedo» al avance de la ciencia, al progreso de las ideas y a los cambios sociales. Incluso puede llegar a sospechar que lo religioso, tal como a veces es presentado y vivido, está contra la vida. ¿Cómo percibir entonces a ese Cristo que vino para que los hombres «tengan vida y la tengan en abundancia» (Juan 10, 10)?

No es el momento de analizar lo que hay de injusto o verdadero en esta visión de lo religioso, lo que es deformación de la realidad o pecado de la Iglesia. Lo cierto es que a través de esta percepción de lo religioso, es casi imposible que una persona llegue a descubrir la luz y la fuerza que Cristo puede infundir a la existencia.

Según Marcos, Jesús «proclamaba la Buena Noticia de Dios» (Marcos 1, 14). Para muchos que sólo conocen lo religioso «desde fuera», la verdadera oportunidad de entrar en contacto con «lo cristiano» y descubrir a ese Dios es encontrarse con hombres y mujeres en cuya vida se pueda ver con claridad que creer en Dios hace bien, pues da fuerza para vivir y esperanza para morir.

José Antonio Pagola

Comentario al evangelio – 17 de febrero

Los publicanos constituían el sector más aborrecido en tiempos de Jesús. Y na faltaban razones objetivas para ello, pues Palestina había sido conquistada por Roma y los publicanos eran los representantes de ese poder de ocupación. Eran colaboracionistas, por tanto antipatriotas; y frecuentemente eran tramposos y aprovechados en el cobro de los impuestos supuestamente para Roma. Además eran religiosamente impuros: tenían contacto frecuente con los paganos (los “perros”), a quienes debían hacer entrega de lo recaudado.

El trato de Jesús con publicanos, sobre todo el hecho de comer alguna vez con ellos (un judío no puede juntarse con cualquiera, y menos a comer, cf. Hch 10,28), tuvo que desconcertar en extremo a quienes, por otra parte, le veían como un profeta, que solo sabía hablar de la vida en fidelidad al Dios de la alianza.

La llamada de Leví es un paso “fuerte” en el proceder de Jesús. Ya no será un juntársele eventualmente, sino un convivir. Los evangelistas han sabido describir la escena con simplicidad pero con un gran mensaje catequético: Jesús es el que pasa, mira y llama, eso sí, con autoridad irresistible. Leví es el que, ante la mirada y llamada de Jesús, deja todo y le sigue. Jesús es el gran valor, como el tesoro escondido en el campo por cuya adquisición uno se desprende de todo (cf. Mt 13,44).

Surge el seguimiento, concepto central en la vida de Jesús y la del discípulo. “Seguir” no es un mero compartir camino, sino sobre todo compartir sentimientos e ideales, compartir la vida. El seguidor se convierte en otro Jesús, se compromete como él, asume el camino hacia Jerusalén, expone su vida. Surge ese “ya no vivo yo, pues es Cristo quien vive en mí” (Gal 2,20).

Con la llamada de Leví a su seguimiento, Jesús crea comunidad y comunión de vida donde era impensable. Los marginados son acogidos; y “en gran número”. Y la escena constituye el contexto para que Jesús haga una de sus afirmaciones solemnes: “he venido a llamar a los pecadores”. En aquel ambiente social y religioso significa: “lo que teníais por irrecuperable no lo es”.  

Si unimos este mensaje al del profeta Isaías, surge una conclusión a la vez elemental y fascinante: las cosas pueden ser de otra manera. Es un adelanto del mundo futuro, aquel que se anuncia al final del Nuevo Testamento: “He aquí que hago nuevas todas las cosas”  (Apocalipsis 21,5).

En este tiempo fuerte, en esta cuaresma, Jesús nos llama a colaborar en la nueva creación, a que no seamos quienes murmuran de su proyecto y le buscan las vueltas, sino quienes encuentran en el Señor su delicia y en sus planes la pasión de su vida.

Severiano Blanco cmf