II Vísperas. Domingo I de Cuaresma

II VÍSPERAS
(Oración de la tarde)

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Himno: OH BONDADOSO CREADOR.

Oh bondadoso Creador, escucha
la voz de nuestras súplicas y el llanto
que, mientras dura el sacrosanto ayuno
de estos cuarenta días, derramamos.

A ti, que escrutas nuestros corazones
y que conoces todas sus flaquezas,
nos dirigimos para suplicarte
la gracia celestial de tu indulgencia.

Mucho ha sido, en verdad, lo que pecamos,
pero estamos, al fin, arrepentidos,
y te pedimos, por tu excelso nombre,
que nos cures los males que sufrimos.

Haz que, contigo ya reconciliados,
podamos dominar a nuestros cuerpos,
y, llenos de tu amor y de tu gracia,
no pequen más los corazones nuestros.

Oh Trinidad Santísima, concédenos,
oh simplicísima Unidad, otórganos
que los efectos de la penitencia
de estos días nos sean provechosos. Amén.

SALMODIA

Ant 1. Al Señor, tu Dios, adorarás y a él sólo darás culto.

Salmo 109, 1-5. 7 – EL MESÍAS, REY Y SACERDOTE.

Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies.»

Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.

«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora.»

El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno
según el rito de Melquisedec.»

El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.

En su camino beberá del torrente,
por eso levantará la cabeza.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Al Señor, tu Dios, adorarás y a él sólo darás culto.

Ant 2. Ahora es el tiempo propicio, ahora es el día de salvación.

Salmo 113 A – ISRAEL LIBRADO DE EGIPTO; LAS MARAVILLAS DEL ÉXODO.

Cuando Israel salió de Egipto,
los hijos de Jacob de un pueblo balbuciente,
Judá fue su santuario,
Israel fue su dominio.

El mar, al verlos, huyó,
el Jordán se echó atrás;
los montes saltaron como carneros;
las colinas, como corderos.

¿Qué te pasa, mar, que huyes,
y a ti, Jordán, que te echas atrás?
¿Y a vosotros, montes, que saltáis como carneros;
colinas, que saltáis como corderos?

En presencia del Señor se estremece la tierra,
en presencia del Dios de Jacob;
que transforma las peñas en estanques,
el pedernal en manantiales de agua.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Ahora es el tiempo propicio, ahora es el día de salvación.

Ant 3. Ya veis que subimos a Jerusalén, y todas las cosas que fueron escritas acerca del Hijo del hombre van a tener ya su cumplimiento.

Cántico: PASIÓN VOLUNTARIA DE CRISTO, SIERVO DE DIOS 1Pe 2, 21b-24

Cristo padeció por nosotros,
dejándonos un ejemplo
para que sigamos sus huellas.

El no cometió pecado
ni encontraron engaño en su boca;
cuando le insultaban,
no devolvía el insulto;
en su pasión no profería amenazas;
al contrario,
se ponía en manos del que juzga justamente.

Cargado con nuestros pecados subió al leño,
para que, muertos al pecado,
vivamos para la justicia.
Sus heridas nos han curado.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Ya veis que subimos a Jerusalén, y todas las cosas que fueron escritas acerca del Hijo del hombre van a tener ya su cumplimiento.

LECTURA BREVE   1Co 9, 24-25

Los atletas que corren en el estadio corren todos, pero uno sólo consigue el premio. Corred como él, para conseguirlo. Todo atleta se impone moderación en todas sus cosas. Ellos lo hacen para alcanzar una corona que se marchita; nosotros una que no se ha de marchitar jamás.

RESPONSORIO BREVE

V. Escúchanos, Señor, y ten piedad, porque hemos pecado contra ti.
R. Escúchanos, Señor, y ten piedad, porque hemos pecado contra ti.

V. Cristo, oye los ruegos de los que te suplicamos.
R. Porque hemos pecado contra ti.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Escúchanos, Señor, y ten piedad, porque hemos pecado contra ti.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Vela sobre nosotros, Salvador eterno; sé tú nuestro protector, que no nos sorprenda el tentador astuto.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Vela sobre nosotros, Salvador eterno; sé tú nuestro protector, que no nos sorprenda el tentador astuto.

PRECES

Demos gloria y alabanza a Dios Padre que, por medio de su Hijo, la Palabra encarnada, nos hace renacer de un germen incorruptible y eterno, y supliquémosle, diciendo:

Señor, ten piedad de tu pueblo.

Escucha, Dios de misericordia, la oración que te presentamos en favor de tu pueblo
y concede a tus fieles desear tu palabra más que el alimento del cuerpo.

Enséñanos a amar de verdad y sin discriminación a nuestros hermanos y a los hombres de todas las razas,
y a trabajar por su bien y por la concordia mutua.

Pon tus ojos en los catecúmenos que se preparan para el bautismo
y haz de ellos piedras vivas y templo espiritual en tu honor.

Tú que por la predicación de Jonás exhortaste a los ninivitas a la penitencia,
haz que tu palabra llame a los pecadores a la conversión.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Haz que los moribundos esperen confiadamente el encuentro con Cristo, su juez,
y gocen eternamente de tu presencia.

Unidos fraternalmente, dirijamos al Padre nuestra oración común:

Padre nuestro…

ORACION

Te pedimos, Señor todopoderoso, que las celebraciones y las penitencias de esta Cuaresma nos ayuden a progresar en el camino de nuestra conversión: así conoceremos mejor y viviremos con mayor plenitud las riquezas inagotables del misterio de Cristo. Él, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

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El retiro de Jesús

Hoy tú y yo nos vamos al desierto a acompañar a Jesús para aprender allí a orar y aprender a vencer las tentaciones que nos pueden ocurrir en la vida. Y para ver lo que le pasó a Jesús lo vamos a considerar a través del texto de Marcos, capítulo 1, versículo 12 al 15:

En seguida el Espíritu lo impulsó hacia el desierto. Y estuvo en el desierto durante cuarenta días. Era tentado por Satanás, vivía entre los animales y los ángeles le servían. Después de haber sido Juan apresado, marchó Jesús a Galilea predicando el Evangelio de Dios, y decía: “El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca, convertíos y creed en el Evangelio”.

Mc 1, 12-15

Bien, vemos cómo Jesús va a iniciar su vida pública y necesita, antes de comenzarla, retirarse al desierto. Le urge la necesidad de orar. Y le urge la necesidad de encomendar su misión al Padre. Y se retira. Y se retira con un impulso del Espíritu que le ha hecho ya fuerte y que ha descendido cuando ha estado en las aguas del bautismo. Y allí se retira a solas con Dios. ¿Dónde se retira? Al desierto; ese desierto que ya se conoce, el desierto de Gebel Qarantal, o Monte de la Cuarentena, que se eleva a unos 500 metros sobre el Valle de Jericó. Y allí se va y pasa cuarenta días, y los pasa en oración. El texto de hoy nos lo resume brevemente: nos dice que el Espíritu le empujó al desierto, allí estuvo y allí se dejó tentar por Satanás y vivía entre alimañas y los ángeles le servían.

Bien, tú y yo nos vamos allí con Él. Y allí le vemos orar y le vemos cómo es tentado. Y aprendemos también nosotros a orar ante cualquier dificultad, ante cualquier proyecto, ante cualquier cosa importante. Y aprendemos también a vencer las tentaciones; esas tentaciones que tantas veces no sabemos ni cómo llevar. Jesús fue tentado, Jesús se preparó para su vida activa. Hoy, en este encuentro, nos llama a volver a Él, a hacer un alto en nuestro camino para orar, reflexionar y reformar nuestra forma de vida, y prepararnos así mejor para la Pascua. Volver a Él, que es un proceso continuo y permanente, volver a retomar la historia de nuestra vocación cristiana, volver a sentirnos libres del mal, volver a no dejarnos vencer por el mal, a convertirnos, a ir a Él, a alejarnos de todo lo que no es Él. Esto es lo que nos quiere decir Jesús en este texto hoy. Estamos ahí con Él y… ¡aprendemos tantas cosas! Aprendemos a vivir mejor nuestra fe, a empeñarnos a reconstruir nuestra vida parar proclamar este Reino, aprendemos a orar, a darnos cuenta que nuestra vida, cuando empezamos un proyecto, cuando queremos ser mejores, no está exenta de tentaciones.

Y también le decimos al Señor que muchas veces vivimos en el desierto, en el desierto de nuestras cosas, y no sabemos, el mal está ahí, y nos tienta, y no sabemos qué hacer, y tenemos situaciones difíciles, y no tenemos fuerza, y no sabemos vencer el mal… Y esta tentación nos va a acompañar siempre. ¡Tantas, tantas voces se nos meten…, tanto resuena en nuestro interior todo lo que nos rodea: la publicidad, el poder, el dinero, todo! Necesitamos la ayuda del Señor. Aquí, junto a Él, le decimos: Señor, ayúdanos. Tú que fuiste llevado al desierto, que no sabías…, pero que allí fuiste conducido, ayúdanos a saber vencer todo, a saber vencer la vida fácil, a saber dominar esas tentaciones del poder, del orgullo, de la ansiedad, de la fama…, a buscar los valores reales tuyos, a no dejarnos invadir por la tentación. Hoy, Jesús, quiero repetirte una y mil veces “no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal”. No nos dejes caer en la tentación. Necesitamos librarnos de las tentaciones de hoy día que tengo. Necesitamos de todo. Por eso, Jesús, hoy queremos estar aquí, junto a ti, y aprender el dominio de nuestra vida, el poder dominar nuestras propias fuerzas, aprender a renovarnos interiormente y a cimentar nuestra vida para —como nos dice el texto— que nada más que Jesús terminó su vida y su estancia en el desierto, se fue rápidamente a Galilea a proclamar el Evangelio. Y nos dice a ti y a mí “convertíos y creed”. “¡Conviértete!” —oigo que me dice—, “¡conviértete y cree! ¡Cree de una vez!”. Que yo sepa creer, que sepa convertirme, que sepa rechazar todo lo que no es tuyo y todo lo que no es tu Palabra, que viva una vida coherente, tajante, y llena de vida y de amor, sabiendo que Tú estás ahí, y que Tú, que venciste las tentaciones, me ayudarás a mí a vencer cualquier tentación.

Hoy, terminamos este encuentro y no nos separamos de Jesús, ahí. Ahí nos quedamos un rato en silencio y le decimos a Jesús todo lo que nos preocupa: las tentaciones duras que tenemos, que nos ayude a vencerlas, que no nos deje caer en la tentación. Y una vez más necesitamos con urgencia volver al retiro del Corazón de Dios, volver al desierto, y ahí llenarnos de su amor, llenarnos de su Palabra, llenarnos de su fuerza para saber proclamar el Reino. Pero antes tenemos que convertirnos. Ayúdanos, Señor, y no me dejes caer en la tentación, y líbrame, Señor, de todo lo que no es tuyo.

Nuestra Madre, la Virgen, nuestra Auxiliadora en todos los momentos difíciles…, en los momentos difíciles de la vida, Madre, venid en mi socorro. Que hoy, con su ayuda, viva mi fe, mi cristianismo hasta las últimas consecuencias. Que cambie de una vez mis actitudes poco cristianas, quizás aburguesadas, poco limpias, y que aprenda realmente a orar como Tú.

Francisca Sierra Gómez

 

Domingo I de Cuaresma

Lo primero que se dice de Jesús, en cuanto fue bautizado por Juan, es que el Espíritu lo empujaba. Jesús fue un hombre llevado por el Espíritu, no por otros intereses o apetencias. ¿A dónde lo llevó el Espíritu? Al desierto. El desierto era, en aquel tiempo, ruptura con el sistema de vida y de sociedad en que se vivía. En el Egipto de los faraones, a eso se le llamaba Anachóresis, un fenómeno que se producía entre personas desarraigadas, deudores que no tenían resuelta su situación económica ante la Hacienda Pública, descontentos con el orden social imperante. Como leemos en Palladio o Rufino, los primeros monjes (s. III) eran en su gran mayoría personas ignorantes, esclavos o incluso individuos desarraigados, a los que bien podría llamárseles «cabezarrotas». Con tales gentes se asimiló Jesús, para empezar su ministerio público. El breve relato de Marcos da pie a pensar todo esto. Aunque lo más probable es que este relato no es histórico, sino que expresa simbólicamente lo que significa para nosotros Jesús de Nazaret.

Jesús ha sido decisivo en la historia de la humanidad. Lo ha sido, sobre todo, por su forma de entender la vida, las relaciones humanas, el poder, el valor del dinero, la extraordinaria importancia de los pobres, los últimos, los que sufren... Y también ha sido decisivo porque le dio un giro decisivo a la religión y a nuestra idea sobre Dios. Tales cambios, y tan asombrosos, empezaron a fraguarse en el «estado de ausencia ilegal» que inició Jesús en el desierto.

Y enseguida se puso a decir que ya estaba cerca el Reinado de Dios, el Reinado del Padre del Cielo. Es la Buena Noticia, porque es la noticia que anuncia una vida distinta, una sociedad distinta, una felicidad para todos, una esperanza para los pobres, los enfermos, los que sufren, los que ya han perdido toda esperanza. Y nos anuncia también —lo que es decisivo— cómo es el Dios que nos reveló Jesús al poner como centro de su mensaje «el Reino de Dios», es decir, cómo es Dios y dónde podemos encontrar a Dios: en la solidaridad con los últimos de este mundo.

José María Castillo

Estamos de reforma

Jesús acaba de llegar del desierto, donde ha ayunado durante cuarenta días y donde el demonio le ha tentado con tres despropósitos, y ha comenzado a predicar la buena noticia del reino de Dios. Lo ha hecho en Galilea. Y ha hablado en estos términos: «El tiempo ha llegado y el reino de Dios está cerca. Convertíos y creed en el mensaje de salvación»…Para mí, que el Mesías estaba obsesionado con la idea de que nos veía un poco descarriados. Y quiero interpretar que sus palabras son, una especie de acicate sugiriéndonos que debemos cambiar; que no podemos seguir buceando en la mediocridad.

La conversión consiste esencialmente en un «cambio de mentalidad» serio, profundo y sincero; no en algo accidental y transitorio, como podría ser un cambio de chaqueta, de caparazón, sino que se trata de una auténtica «operación quirúrgica» del corazón, que nos conduzca a pensar, sentir y actuar según el mensaje de Jesús.

Para llevar a cabo esta tarea resulta imprescindible recorrer tres pasos fundamentales:

En primer lugar, conocer el mensaje de salvación que predicó el Mesías. El evangelio, «libro de texto» del cristiano, no es un mero anecdotario de sucesos ni un entretenido álbum de fotografías que nos permite contemplar los paisajes y costumbres de Palestina. Es nada menos que la vida de un Dios hecho hombre para recuperarnos, hecho palabra para que la pongamos en práctica, y hecho cruz y muerte para que tengamos vida. En suma, el evangelio es, en toda regla, un mensaje de salvación… Es por lo que se nos pide que acudamos a él con sencillez, humildad, y un talante receptivo y disponible.

En segundo término, dejarnos seducir por la persona de Jesús y por sus enseñanzas y actitudes. Uno difícilmente se deja seducir por un slogan feliz, por un libro extraordinario o por cualquier tipo de ideología, si no vienen unidos a una persona concreta, a un líder auténticamente carismático. Y Jesús lo fue… ¿Cómo se explica, si no, que unos humildes pescadores, a la voz de «sígueme», no dudaron en hacerlo, dejando familia, redes y barca, su «modus vivendi», y se decidieron a irse tras él? ¿Qué vio la samaritana en Jesús para que se olvidara del cántaro y fuera gritando que había visto al Mesías y que ya sólo le importaba el «agua que quita la sed definitivamente?… La enseñanza de Jesús fue el amor… Y su más notoria actitud consistió el volcarse a los más necesitados y desheredados de la tierra.

Y por último, afrontar la «operación quirúrgica» en nuestras vidas, en nuestro comportamiento. Esta intervención de quirófano consiste en revolucionar nuestro interior, desprendiéndonos de lo que nos sobra e integrando lo que nos falta para que nuestra vida sea digna y coherente con nuestro líder.

Estamos de reforma. Y para ello, no basta con cambiar de sitio nuestras prendas y nuestro ajuar, sino que hemos de renovar nuestra mentalidad, nuestros hábitos, nuestra atmósfera, para que quienes nos vean y nos traten no queden defraudados con nuestro comportamiento y se sientan cómodos en nuestra casa…

Recuerdo que una vecina mía tenía la costumbre de, cada dos meses, mudar de ubicación todos los muebles de la casa, para impresionar a las visitas. Y las visitas no se impresionaban;únicamente se extrañaban de las peripecias que hacía la pobre mujer para que su casa pareciera «otra».

Amigos, estamos de reforma. Necesitamos urgentemente acudir al quirófano y someternos a una operación ineludible. No podemos contentarnos con trastocar el mueblaje y creer que con ello hemos logrado mejorar el aspecto de nuestra casa… Como mi vecina.

Pedro Mari Zalbide

Spe Salvi – Benedicto XVI

18. Al mismo tiempo, hay dos categorías que ocupan cada vez más el centro de la idea de progreso: razón y libertad. El progreso es sobre todo un progreso del dominio creciente de la razón, y esta razón es considerada obviamente un poder del bien y para el bien. El progreso es la superación de todas las dependencias, es progreso hacia la libertad perfecta. También la libertad es considerada sólo como promesa, en la cual el hombre llega a su plenitud. En ambos conceptos –libertad y razón– hay un aspecto político. En efecto, se espera el reino de la razón como la nueva condición de la humanidad que llega a ser totalmente libre. Sin embargo, las condiciones políticas de este reino de la razón y de la libertad, en un primer momento, aparecen poco definidas. La razón y la libertad parecen garantizar de por sí, en virtud de su bondad intrínseca, una nueva comunidad humana perfecta. Pero en ambos conceptos clave, « razón » y « libertad », el pensamiento está siempre, tácitamente, en contraste también con los vínculos de la fe y de la Iglesia, así como con los vínculos de los ordenamientos estatales de entonces. Ambos conceptos llevan en sí mismos, pues, un potencial revolucionario de enorme fuerza explosiva.

Lectio Divina – 18 de febrero

Lectio: Domingo, 18 Febrero, 2018

Vencida la tentación con la fuerza del Espíritu
Jesús comienza el anuncio de la Buena Nueva del Reino
Marcos, 1,12-15

1. Oración inicial

Señor Jesús, envía tu Espíritu, para que Él nos ayude a leer la Biblia en el mismo modo con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús. Con la luz de la Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de Dios en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz, que parecía ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y resurrección.
Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren. Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús, podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo pedimos a Tí, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu. Amén.

2. Lectura

a) Una clave de lectura:

El texto de la liturgia de este domingo nos presenta el comienzo de la vida pública de Jesús: los cuarenta días en el desierto, las tentaciones de Satanás, la prisión de Juan Bautista, el inicio del anuncio de la Buena Nueva de Dios y un breve resumen en cuatro puntos de lo que Jesús anunciaba al pueblo de su tierra. Durante la lectura pongamos atención a estos dos puntos: ¿Qué anuncia Jesús al pueblo? ¿Qué nos pide Jesús a todos?

b) División del texto para ayudar a su lectura:

Marcos, 1,12-15Marcos 1, 12-13: La buena noticia es sellada y probada en el desierto.
Marcos 1,14: Jesús comienza el anuncio de la buena nueva de Dios
Marcos 1, 15: El resumen de la buena noticia de Dios

c) El texto:

12 A continuación, el Espíritu le empuja al desierto, 13 y permaneció en el desierto cuarenta días, siendo tentado por Satanás. Estaba entre los animales del campo y los ángeles le servían.
14 Después que Juan fue entregado, marchó Jesús a Galilea; y proclamaba la Buena Nueva de Dios: 15 «El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva.»

3. Un momento de silencio orante

para que la Palabra de Dios pueda entrar en nosotros e iluminar nuestra vida.

4. Algunas preguntas

para ayudarnos en la meditación y en la oración.

a) ¿Qué punto del texto os ha gustado más o qué os ha impresionado más?
b) Cuarenta días en el desierto y, al final, las tentaciones. ¿Cuál es el significado de esta información para la comunidad del tiempo de Marcos? ¿Cuál es el significado para nosotros hoy?
c) ¿Fue la prisión de Juan Bautista lo que motivó a Jesús a regresar a Galilea y comenzar el anuncio de la Buena Nueva de Dios? ¿Cuál es el significado de esta información para la comunidad del tiempo de Marcos? ¿Y cuál es el significado para nosotros hoy?
d) ¿Qué mensaje nos da todo esto hoy?

5. Una clave de lectura

para aquéllos que quieran profundizar más en el tema.

a) El contexto en el cual aparece el texto en el Evangelio de Marcos:

* La Buena Nueva de Dios, preparada a través de la historia (Mc 1, 1-8), fue proclamada solemnemente por el Padre en el momento del Bautismo de Jesús (Mc 1, 9-11). Ahora aquí, en nuestro texto, viene probada en el desierto (Mc 1. 12-13) y, de pronto, aparece el resultado de la larga preparación. Jesús anuncia la Buena Nueva públicamente al pueblo (Mc 1,14-15).

* En los años setenta, época en la escribe Marcos, los cristianos, leyendo esta descripción del comienzo de la Buena Nueva, miraban en el espejo de la propia vida. Desierto, tentación, prisión no faltaban. Eran el pan de cada día. Y sin embargo, como Jesús, trataban de anunciar la Buena Nueva de Dios.

b) Comentario:

* Marcos 1, 12-13: La Buena Nueva es atestiguada y probada en el desierto
Después del Bautismo, el Espíritu de Dios toma posesión de Jesús y lo transporta al desierto, donde se prepara para la misión. (Mc 1, 12s). Marcos dice que Jesús estuvo en el desierto por espacio de cuarenta días y que fue tentado por Satanás. En Mateo 4, 1-11, se lee más explícitamente la tentación: tentación del pan, tentación del prestigio, tentación del poder. Fueron las tres tentaciones que encontró el pueblo israelita en el desierto, después de la salida de Egipto (Dt 8,3-; 6,13.16). Tentación es todo aquello que nos aleja del camino de Dios. La Carta a los Hebreos dice: «Jesús fue tentado en todo como nosotros, excepto en el pecado» (Heb 4, 15). Orientándose por la Palabra de Dios, Jesús afrontaba las tentaciones (Mt 4, 4.7.10). Metido en medio del pueblo y unido al Padre con la oración, fiel a entrambos, El resistió, y continuó en el camino del Mesías-Servidor, el camino del servicio a Dios y al pueblo (Mt 20,28).

* Marcos 1, 14: Jesús comienza el anuncio de la Buena Nueva.
Mientras Jesús se preparaba en el desierto, Juan Bautista fue arrestado por Herodes. Dice el texto: Después que Juan fue entregado, marchó Jesús a Galilea; y proclamaba la Buena Nueva de Dios. La prisión de Juan Bautista no asustó a Jesús: más bien al contrario. La experiencia del Bautismo le había abierto los ojos. El vio en el arresto de Juan la señal de la llegada del Reino. El encarcelamiento de Juan estaba ligado a la política del país. También hoy los hechos de la política influyen en el anuncio que nosotros hacemos de la Buena Nueva al pueblo.
Marcos dice que Jesús proclamaba el Evangelio de Dios. Jesús nos hace saber que Dios es una Buena Noticia para la vida humana. Dice San Agustín: «Nos has hecho para tí y nuestro corazón está inquieto hasta que no descanse en Tí». El anuncio de Jesús respondía a las ansias más profundas del corazón humano.

* Marcos 1, 15: El resumen de la Buena Noticia de Dios
El anuncio de la Buena Noticia de Dios tiene cuatro puntos: i) La espera ha terminado. ii) El Reino de Dios ha llegado. iii) Cambiar la vida. iv) Creer a la Buena Noticia.
i) ¡La espera ha terminado!: Para algunos judíos el tiempo para la llegada del Reino todavía no había terminado. Para los fariseos, por ejemplo, el reino llegaría cuando la observancia de la ley fuese ya perfecta. Para los esenios, cuando el país estuviera purificado. Para los herodianos cuando ellos hubieran poseído el dominio del mundo. Jesús piensa de forma diversa. El tiene una manera distinta de leer los hechos. Dice que la espera ha terminado.
ii) ¡El Reino de Dios ha llegado! Para los fariseos y los esenios, la llegada del reino dependía del propio esfuerzo de cada uno. Sólo llegaría cuando hubiesen realizado su parte, esto es, observar toda la ley, purificar todo el país. Jesús dice lo contrario: «El Reino de Dios ha llegado». Ya estaba allí, entre ellos. Independientemente del esfuerzo hecho. Cuando Jesús dice «El Reino ha llegado», no quiere decir que está por llegar solamente en aquel momento, sino que él ya está allí. Lo que todos esperaban estaba ya presente, en medio del pueblo, y ellos no lo sabían y menos aun lo percibían. (cfr Lc 17,21). Jesús lo percibió porque leía la realidad con otra mirada. Es esta presencia escondida del Reino en medio del pueblo, la que Jesús revela y anuncia a los pobres de su pueblo. Es esta semilla del reino la que recibirá la lluvia de su Palabra y el calor de su Amor.
iii) ¡Cambiar la vida! Algunos traducen: «haced penitencia»; otros: «convertíos» o «arrepentíos». El sentido exacto es cambiar el modo de pensar y de vivir. Para poder percibir esta presencia del Reino la persona debe comenzar a pensar, vivir y actuar de un modo diferente. Debe cambiar la vida y encontrar otro modo de convivencia. Debe dejar aparte el legalismo de la enseñanza de los fariseos y dejar que la nueva experiencia de Dios invada su vida y le dé ojos nuevos para leer y entender los hechos.
iv) ¡Creed la Buena Nueva! No es fácil aceptar el mensaje. No es fácil comenzar a pensar de un modo diferente del que se ha aprendido desde pequeño. Esto es posible a través de un acto de fe. Cuando uno llega con una noticia inesperada, difícil de aceptar, se acepta sólo si la persona que la anuncia es digna de crédito. Y así dirá a los otros: «¡Se puede aceptar! Yo conozco la persona, ella no engaña. Es de confianza, habla con verdad». ¡ Jesús es digno de confianza!

c) Ampliando las informaciones:

El comienzo de la predicación de la Buena Nueva de Dios hecha por Jesús en Galilea:

La prisión de Juan hace regresar a Jesús y hace que comience el anuncio de la Buena Nueva. Fue un comienzo explosivo y creativo. Jesús recorre la Galilea entera: aldeas, pueblos, ciudades (Mc 1, 39). Visita las comunidades. Cambia incluso de residencia y va a habitar a Cafarnaún (Mc 1, 21; 2,1), ciudad que se encuentra en la encrucijada de caminos, lo que facilitaba la divulgación del mensaje. Casi no se para, se mueve siempre. Los discípulos ellos y ellas, van con Él, de todas partes. A lo largo de las playas, por los caminos, a la montaña, en el desierto, sobre la barca, en las sinagogas, en las casas. Con mucho entusiasmo.

Jesús ayuda al pueblo, ofreciendo diversas clases de servicio: arroja muchos espíritus (Mc 1, 39), cura a los enfermos y afligidos (Mc 1, 34), purifica a los marginados por la ley de la pureza (Mc 1, 40-45), acoge a los marginados y los trata con familiaridad (Mc 2, 15). Anuncia, llama, convoca, atrae, consuela, ayuda. Es una pasión que se revela. Pasión por el Padre y por el pueblo pobre y abandonado de su tierra. Donde encuentra gente que lo escucha, habla y transmite la Buena Noticia de Dios. Por cualquier parte.

En Jesús, todo es revelado de lo que lo anima por dentro. No sólo anuncia la Buena Noticia del Reino. El mismo es una figura, un testimonio del Reino. En él aparece lo que sucede cuando una persona humana deja que Dios reine, que tome posesión de su vida. Con su modo de vivir y obrar, Jesús revela lo que Dios tenía in mente cuando llamó al pueblo en el tiempo de Abrahán y de Moisés. Jesús disuelve una nostalgia y la convierte en esperanza. De repente aparece claro para el pueblo: «¡Esto era lo que Dios quería, cuando nos llamó a ser su pueblo!» El pueblo gozaba oyendo a Jesús.

Este fue el comienzo del anuncio de la Buena Noticia del Reino que se divulgaba rápidamente por las aldeas de Galilea. Comenzó como una pequeña semilla, pero siguió creciendo hasta convertirse en un gran árbol, donde el pueblo podía encontrar descanso (Mc 4, 31-32). El mismo pueblo se convertía en divulgador de la noticia.

El pueblo de la Galilea quedaba impresionado por la manera que Jesús tenía de enseñar: «Una doctrina nueva enseñada con autoridad, no como los escribas» (Mc 1, 22.27) . Enseñar era lo que más hacía Jesús (Mc 2, 13; 4,1-2; 6,34). Era su costumbre (Mc 10, 1). Más de quince veces el Evangelio de Marcos dice que Jesús enseñaba. Pero Marcos casi nunca dice qué enseñaba Jesús. ¿Quizás no interesaba el contenido?. Depende de lo que entendamos por contenido. Enseñar no es sólo cuestión de enseñar verdades al pueblo. El contenido que Jesús daba se transparentaba no sólo en sus palabras, sino en sus gestos y en el modo de relacionarse con las personas. El contenido nunca está desligado de la persona que lo comunica. Jesús era una persona acogedora (Mc 56, 34). Quería bien al pueblo. La bondad y el amor que envolvía sus palabras hacen parte del contenido. Contenido bueno sin bondad es como leche derramada.

Marcos define el contenido de la enseñanza de Jesús como «Buena Noticia de Dios» (Mc 1, 14). La Buena Noticia que Jesús proclama viene de Dios. Hace ver la experiencia que Jesús mismo tiene de Dios como Padre. Revelar a Dios como Padre es la fuente, el contenido y el destino de la Buena Noticia de Jesús.

6. Salmo 25 (24)

El Dios de Jesús nos llama a la conversión

A ti, Yahvé, dirijo mi anhelo.
A ti, Dios mío.
En ti confío, ¡no quede defraudado,
ni triunfen de mí mis enemigos!
El que espera en ti no queda defraudado,
queda defraudado el que traiciona sin motivo.

Muéstrame tus caminos, Yahvé,
enséñame tus sendas.
Guíame fielmente, enséñame,
pues tú eres el Dios que me salva.
En ti espero todo el día,
por tu bondad, Yahvé.
Acuérdate, Yahvé, de tu ternura
y de tu amor, que son eternos.
De mis faltas juveniles no te acuerdes,
acuérdate de mí según tu amor.

Bueno y recto es Yahvé:
muestra a los pecadores el camino,
conduce rectamente a los humildes
y a los pobres enseña su sendero.

Amor y verdad son las sendas de Yahvé
para quien guarda su alianza y sus preceptos.
Haz gala de tu nombre, Yahvé,
y perdona mi culpa, que es grande.

Cuando un hombre respeta a Yahvé,
él le indica el camino a seguir;
vivirá colmado de dicha,
su estirpe poseerá la tierra.

Yahvé se confía a sus adeptos,
los va instruyendo con su alianza.
Mis ojos están fijos en Yahvé,
que sacará mis pies de la trampa.

Vuélvete a mí, tenme piedad,
me siento solo y desdichado.
La angustia crece en mi corazón,
hazme salir de mis tormentos.

Mira mi aflicción y mi penar,
perdona todos mis pecados.
Mira cuántos son mis enemigos,
la violencia del odio que me tienen.

Guarda mi vida, ponme a salvo,
no me avergüence por confiar en ti.
Integridad y rectitud me ampararán,
porque espero en ti, Yahvé.
Redime, Dios, a Israel
de todas sus angustias.

7. Oración final

Señor Jesús, te damos gracia por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la voluntad del Padre. Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos comunique la fuerza para seguir lo que Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros como María, tu Madre, podamos no sólo escuchar, sino también poner en práctica la Palabra. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos. Amén.

La predicación coja

Lo inacabado del párroco

¿Cómo podría definirla? Repensándolo con calma, la predicación del inicio de la cuaresma ha sido una predicación coja. O de las amnesias (espero que involuntarias). O también en dirección única. Tantas cosas hermosas, justas, interesantes, y hasta profundas, pero al mismo tiempo algunos vacíos bastante llamativos.

Conclusiones indiscutibles del tema desde el punto de vista lógico, pero decididamente unilaterales. Nada que decir acerca de la actualización, que siempre es la pista de aterrizaje del sermón, pero el campo elegido resultaba más bien reducido y excluía territorios que deberían haberse tocado.

En suma, la sensación de una construcción que se inclinaba hacia un lado. Sería exagerado y hasta banal sacar a relucir la torre de Pisa. Mas bien, he tenido la impresión de algo inacabado.

Así pues, el sacerdote, refiriéndose al final del diluvio, anunciado por el arco iris en un cielo hasta ahora tempestuoso, se ha sentido en el deber de amonestar gravemente: «…Pero no tenéis que pensar que, al final, con Dios todo se ajusta y, por tanto, no hay por qué preocuparse y se puede continuar tranquilamente haciendo el mal que se quiera». Sacrosanta advertencia. Pero que tendría que haber sido completada con esa estupenda expresión que aparece en la Carta de Pedro: «Cuando la paciencia de Dios aguardaba en tiempos de Noé…».

Y no sólo en tiempos de Noé. Tengo motivos para pensar que la paciencia de Dios aún no se ha agotado, a pesar del cúmulo de tonterías que nosotros podamos almacenar. La paciencia de Dios aguanta, aunque nosotros hagamos todo lo posible para ponerla a prueba.

Sí, no hay que abusar de ella. Pero tampoco es lícito dejar caer que la estación de la paciencia de Dios ya ha pasado. La paciencia de Dios, para ventaja nuestra, continúa… aguantando.

El arma colgada de un gancho

 Después el predicador, ateniéndose a su actualísima cultura bíblica (que, por lo que sospecho, no se remonta a los años oscuros del seminario, sino que representa una laudable conquista personal reciente), nos ha explicado que la palabra que se traduce habitualmente por arco iris, puede significar, según los estudiosos peritos en la materia, otra cosa: sería el arco de guerra. En ese caso la imagen que se deriva de ahí resultaría también muy bella: Dios ha colgado en una nube el arco y ha tirado las flechas. Ya no recurrirá a él para herir a los hombres culpables.

Y aquí me hubiera gustado hacer presente a nuestro párroco que no todos sus hermanos piensan lo mismo. Algunos de ellos añoran ese arco que quedó inutilizado, y en el fondo de su corazón desearían que «el buen Dios» (!), de vez en cuando, lo volviese a tomar en su mano, cargado de flechas afiladas, y que apuntase con precisión (cosa no difícil porque se trata, normalmente, de blancos voluminosos, fáciles de ver) y fulminase a un discreto número de pecadores impenitentes, sin dejarles escapatoria. Así, para hacerse respetar y llamar al orden.

Mi mujer, recientemente, ha oído por la radio a un predicador, muy popular en ciertos ambientes, amenazar a una mujer que había manifestado un propósito lamentable: «Si hace eso, Dios la castigará».

Evidentemente alguien ha rescatado la flechas que el Señor, en tiempos de Noé, había tirado, y agradecería mucho que el Dios de la paciencia sin límites y de la misericordia inagotable lo repensara, posiblemente poniendo al día su armería, ya «en desuso» (empleando ese vocablo tan querido a nuestro «joven coadjutor»). Esa que, en términos militares, me parece que se llama «estrategia de la disuasión».

Dense cuenta. Si precisamente el buen Dios sintiese nostalgia del arco y de las flechas, podría divertirse útilmente clavando la lengua (entiéndase bien, de manera indolora) de algún representante suyo desconsideradamente locuaz.

Aparte el fogoso y vulgar predicador radiofónico, hay que reconocer que muchos curas, también hoy, se sienten portadores (abusivos) de los castigos y de las amenazas terroríficas de Dios, más que de las promesas del Dios de la alianza eterna («Yo hago un pacto con vosotros…, recordaré mi pacto con vosotros…»). No dudan en recurrir al chantaje del miedo. Ejercitan una especie de terrorismo espiritual. Si pudiesen, pintarían de negro el arco iris.

El Señor ha asegurado que «el diluvio no volverá a destruir la vida». Pero algún dispensador de sus bienes piensa e incluso deja entender que a lo mejor sería el momento de reconsiderar el asunto, dado que se agrava la situación.

La nostalgia de Júpiter, divinidad tonante y asaeteadora, de vez en cuando aflora también en campo eclesial. Se diría que la tiznada fragua de Vulcano, con brasas, hierro candente y flechas afiladas, se ha establecido en las sacristías y alrededores.

Según ciertos «celosos», el Padre que manda la lluvia tanto sobre los campos de los buenos como de los malos (Mt 5, 44­45), debería corregir un poco el tiro y hacer intervenciones con mejor puntería (como las llamadas «bombas inteligentes»), golpeando con una bonita granizada las viñas de los incrédulos.

Un molesto prurito en la lengua

Pero sobre todo al comentar la página del evangelio es cuando el cura se ha inclinado de un lado, y he sentido en la lengua un prurito molesto.

Después de haber adelantado que Marcos no refiere los detalles de las tentaciones sufridas por Jesús, lo que sí hacen, Mateo y Lucas, ha dicho que aquel vacío podía llenarse útilmente, es más, quizás se había dejado aposta para que nosotros colocáramos dentro el contenido de nuestras tentaciones habituales, un ejercicio recomendable sobre todo en tiempo de cuaresma.

El presbítero de nuestra comunidad nos ha echado una mano en ese ejercicio, sugiriendo que quizás la tentación más frecuente y actual para muchos creyentes fuese la de la facilidad.

Ha precisado: «Hoy muchos de vosotros pretenden eso que un obispo llamaba `cristianismo a la carta’. Como en el restaurante: se eligen los platos más apetitosos para nuestro paladar, descartando lo que no nos gusta. Del mensaje cristiano se toma únicamente lo que no es demasiado incómodo. Se acoge la palabra de Dios, mientras sea tranquilizadora y consoladora, pero que no nos moleste, que no nos inquiete demasiado. Se acepta un Dios que está de acuerdo con nosotros, con nuestra mentalidad `moderna’ y nuestras opciones, pero se aparta la idea de un Dios que nos critica, que tiene algo que censurar en nuestra conducta. Al cura se le acepta cuando habla de las cosas del alma, pero que no se arriesgue a hablar de justicia, de honestidad en los negocios, y de otros asuntos personales.

En una palabra, se pretenden facilidades, amplios descuentos sobre el precio original del compromiso cristiano…». Pero al llegar aquí, nuestro pastor ha indicado, entre los atajos de facilidad emprendidos por nuestra fe escasa, «la búsqueda exasperada de milagrismo y la carrera desenfrenada hacia lugares de presuntas apariciones».

Bien dicho, diagnóstico perfecto. Pero, a mi parecer, debería haber añadido que muchos colegas suyos favorecen este peligroso atajo, organizando peregrinaciones en serie, escribiendo libros de amplia difusión (y se sabe que hay un importante público de buena boca y goloso de sucedáneos), favoreciendo la difusión de «mensajes», cuyo contenido, si se compara con la palabra de Dios que se nos entrega en la sagrada Escritura, es de una banalidad desoladora.

Finalmente, me habría esperado que, después de habernos apuntado las tentaciones en las que nosotros fieles caemos más fácilmente, nuestro párroco hubiese confesado, no digo sus tentaciones personales, sino al menos aquellas que hieren a la Iglesia y a sus ministros.

Y entonces lo intento yo. Mira, tengo la impresión de que amplios sectores de la Iglesia de hoy ceden con gusto a la tentación del espectáculo (con el soporte de personajes famosos de fe dudosa y discutible ejemplaridad), de las manifestaciones masivas, con una evidente complacencia por lo colosal, las cifras, y el consenso superficial. Se les ve satisfechos con los aplausos, más que preocupados por la adhesión interior.

En cuanto a los curas, especialmente de la nueva generación (y no solamente), me parece que la tentación más frecuente de la que son víctimas consentidoras es la popularidad. Confunden la eficacia de su misión con el éxito, el entusiasmo epidérmico y la efervescencia ruidosa. No pierden ocasión para exhibirse, publicitar sus iniciativas, hacer ver a todos que son valientes, dinámicos, inteligentes y, naturalmente, «abiertos», no como los demás…

Se ha acuñado una palabra fea para definir su enfermedad: contentamiento. Que significa: manía de complacer a toda costa, con el peligro a lo mejor de devaluar el mensaje que se les ha confiado.

Ellos no corren el riesgo de ser empujados por el Espíritu al desierto para dejarse tentar por el diablo. En efecto, no saben lo que es el desierto, y cuando oyen el nombre de Satanás esbozan una sonrisa de indulgencia.

Sufren sus tentaciones públicamente, en las plazas. La plaza es su tentación.

Si me equivoco, o si he exagerado, mi pastor está autorizado a corregirme. Creo que no habrá necesidad de las célebres flechas oxidadas para clavarme la lengua. Proveeré yo personalmente, con medios propios. Si se demostrase mi error, me comprometo a callar durante todo el tiempo de cuaresma. Y esto es válido también para los pensamientos malignos. Como penitencia escucharé sin respirar incluso las predicaciones claudicantes, a pesar del prurito que notaré seguramente en la punta de la lengua.

A, Pronzato

Objetivo cuaresmal

La oración colecta de hoy comienza así: Al celebrar un año más la santa Cuaresma… y podemos pensar que, al igual que ocurre con otras celebraciones que se repiten todos los años, ahora vamos a comenzar “lo mismo de siempre” y que “ya sabemos de qué va”. Pero la oración continúa así: Concédenos, Dios todopoderoso, avanzar en la inteligencia del misterio de Cristo y vivirlo en su plenitud. Queda claro que la Cuaresma no es una mera repetición de “lo de siempre”: oraciones, ayunos, penitencias, Via Crucis… sino una invitación a acercarnos más y mejor al misterio de Cristo, al misterio que es Cristo. Porque aunque seamos cristianos “de toda la vida”, Cristo suscita en nosotros muchos interrogantes. Y si no es así, es que no estamos viviendo bien nuestra fe.

Por tanto, necesitamos marcarnos un objetivo para la Cuaresma: celebrarla “un año más”, pero que no sea “lo de todos los años”. Hoy comienza por tanto un tiempo privilegiado para centrarnos más en Cristo y ver qué nos cuestiona de Él, qué no entendemos. Es un tiempo para avanzar en la inteligencia del misterio de Cristo, para buscar respuestas, para aclarar dudas, para unirnos más a Él.

Y la Palabra de Dios nos ayuda a plantearnos algunos interrogantes. En la 1ª lectura hemos escuchado el relato de la primera alianza entre Dios y los hombres: Yo hago un pacto con vosotros y vuestros descendientes. Y podemos preguntarnos: ¿Por qué Dios, sin necesitarlo, ha querido tener esta relación con el ser humano? ¿Por qué, a pesar de que el ser humano ha roto una y otra vez ese pacto, esa alianza, Dios siguió permaneciendo fiel y renovó su alianza con Abraham, con Moisés…? ¿Por qué quiso hacer una alianza nueva y eterna por medio de su Hijo? ¿A qué nos compromete?

En la 2ª lectura hemos escuchado que Cristo murió por los pecados… el inocente por los culpables… Y podemos preguntarnos: ¿Por qué tuvo que morir Cristo, no podía haber hecho las cosas de otro modo? Y también: ¿Por qué quiso morir, por qué aceptó la muerte de cruz?

Y en el Evangelio hemos escuchado que Jesús se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás. ¿Por qué Jesús se dejó tentar? Y después se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. ¿Por qué anunció sin cesar el Evangelio, a pesar de que tras un entusiasmo inicial el interés fue decayendo hasta terminar crucificado?

Todos estos interrogantes, y más, hacen necesario que aprovechemos la Cuaresma para avanzar en la inteligencia del misterio de Cristo, para conocerle más, amarle mejor y seguirle con fidelidad.

Jesús nos suscita muchos interrogantes, pero no nos quedemos sólo mirándole a Él. Mirémonos también a nosotros y preguntémonos:

¿Cumplo yo el pacto, la alianza con Dios? ¿Soy fiel? ¿En qué ocasiones he roto la alianza con Dios?

Y si Cristo murió por los pecados, ¿soy consciente de mis pecados, o pienso que “como no robo ni mato” no tengo pecados? ¿Con qué frecuencia recibo el Sacramento de la Reconciliación?

Y si Jesús, como verdadero hombre, se dejó tentar, ¿tengo identificadas cuáles son mis tentaciones? ¿Lucho de verdad para no caer en ellas?

Y si Jesús proclamó el Evangelio: ¿Me siento llamado y enviado, a anunciar el Reino de Dios? ¿Cómo lo hago? ¿Sigo anunciando el Evangelio, aunque no me hagan caso?

La Cuaresma es el tiempo que se nos ofrece para despejar incógnitas respecto a Cristo, de modo que no olvidemos nuestro objetivo: celebrarla “un año más”, pero que no sea “lo de todos los años”. Aprovechémosla, porque como escuchábamos en la 2ª lectura del Miércoles de Ceniza, ahora es el tiempo favorable, ahora es el día de la salvación. Que la Cuaresma sea para nosotros un tiempo favorable. Y tendremos la tentación de abandonar, de despistarnos pensando en las fiestas, en las vacaciones… pero entonces miremos a Jesús para vencer la tentación de no centrarnos en Él.

Y sobre todo vivamos con mayor profundidad la Eucaristía, porque como diremos en la última oración, alimenta la fe, consolida la esperanza y fortalece el amor. Alimentar, consolidar y fortalecer son tres verbos que resumen lo que necesitamos para vivir en plenitud el misterio de Cristo, que murió y resucitó por nuestra salvación.

Entre conflictos y tentaciones

Antes de comenzar a narrar la actividad profética de Jesús, Marcos escribe estos breves versículos: «El Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días dejándose tentar por Satanás; vivía entre alimañas, y los ángeles le servían». Estas breves líneas son un resumen de las experiencias básicas vividas por Jesús hasta su ejecución en la cruz.
Jesús no ha conocido una vida fácil y tranquila. Ha vivido impulsado por el Espíritu, pero ha sentido en su propia carne las fuerzas del mal. Su entrega apasionada al proyecto de Dios lo ha llevado a vivir una existencia desgarrada por conflictos y tensiones. De él hemos de aprender sus seguidores a vivir en tiempos de prueba.
«El Espíritu empuja a Jesús al desierto». No lo conduce a una vida cómoda. Lo lleva por caminos de pruebas, riesgos y tentaciones. Buscar el reino de Dios y su justicia, anunciar a Dios sin falsearlo, trabajar por un mundo más humano es siempre arriesgado. Lo fue para Jesús y lo será para sus seguidores.
«Se quedó en el desierto cuarenta días». El desierto será el escenario por el que transcurrirá la vida de Jesús. Este lugar inhóspito y nada acogedor es símbolo de prueba y purificación. El mejor lugar para aprender a vivir de lo esencial, pero también el más peligroso para quien queda abandonado a sus propias fuerzas.
«Tentado por Satanás». Satanás significa «el adversario«, la fuerza hostil a Dios y a quienes trabajan por su reinado. En la tentación se descubre qué hay en nosotros de verdad o de mentira, de luz o de tinieblas, de fidelidad a Dios o de complicidad con la injusticia.
A lo largo de su vida, Jesús se mantendrá vigilante para descubrir a «Satanás» en las circunstancias más inesperadas. Un día rechazará a Pedro con estas palabras: «Apártate de mí, Satanás, porque tus pensamiento no son los de Dios». Los tiempos de prueba hemos de vivirlos, como él, atentos a lo que nos puede desviar de Dios.
«Vivía entre alimañas, y los ángeles le servían». Las fieras, los seres más violentos de la tierra, evocan los peligros que amenazarán a Jesús. Los ángeles, los seres más buenos de la creación, sugieren la cercanía de Dios que lo bendice, cuida y sostiene. Así vivirá Jesús: defendiéndose de Antipas al que llama «zorra» y buscando en la oración de la noche la fuerza del Padre.
Hemos de vivir estos tiempos difíciles con los ojos fijos en Jesús. Es el Espíritu de Dios el que nos está empujando al desierto. De esta crisis saldrá un día una Iglesia más humilde y más fiel a su Señor.

José Antonio Pagola

Comentario al evangelio – 18 de febrero

Recordemos la Alianza

      El primer domingo de Cuaresma, la Iglesia nos invita desde hace muchos siglos a meditar en las tentaciones de Jesús. Y ahí esta el relato de las tentaciones en la versión de Marcos, la más breve de todos los evangelios. Pero lo más interesante es subrayar que la idea central de las lecturas de este día no son las tentaciones de Jesús y, en consecuencia, nuestras propias tentaciones. La idea central es más bien la de la Alianza de Dios con la humanidad. 

      La primera lectura nos recuerda la historia de Noé. Ya ha tenido lugar el diluvio. La historia del mundo está a punto de comenzar de nuevo. Y Dios quiere que el primer acto de esa nueva etapa sea la firma de una Alianza entre Dios y la humanidad en pleno. No se habla de ningún pueblo en concreto. Es la humanidad la que se encuentra directamente con Dios. No se hace distinción de razas ni de pueblos, no hay idiomas ni fronteras. Dios se acerca y hace la oferta de una Alianza definitiva y para siempre. Con los que están vivos en ese momento y con sus descendientes. Casi podríamos decir que es una Alianza con toda la creación, ya que la lectura dice expresamente que es una Alianza con todos los seres vivos. 

      La Alianza tiene un contenido claro: “ningún ser vivo volverá a ser exterminado por las aguas del diluvio”. Dicho en otras palabras, Dios se compromete con la vida y a favor de la vida. Habrá una señal de esa Alianza. Será el arco iris que podemos ver de vez en cuando en el cielo después de las tormentas. El arco iris no es más que un signo de la belleza de la creación. Toda la creación, toda la vida, se convierte ahora en signo de la Alianza, porque toda ella es creada, cuidada y amada por Dios. 

      La Alianza se renueva en el Evangelio. En él Jesús anuncia la presencia del Reino de Dios. Ya llega. Ya está cerca. El Reino es la nueva Alianza, la plenitud de aquella primera Alianza firmada por Moisés. La plenitud de todas las Alianzas. El nuevo signo será el mismo Jesús, el Hijo, el que murió por darnos la vida e inauguró con su resurrección la nueva vida para todos. Una vida en plenitud. 

      Al comenzar la Cuaresma, nos encontramos con Dios como el que hace una Alianza con nosotros. Nos invita a participar en la vida. Nos invita a abandonar los caminos de muerte. Nos invita a convertirnos, a creer en el Evangelio, porque sólo ahí encontraremos la felicidad, el bienestar, la libertad y la Vida a que tanto aspiramos. Ahora depende de cada uno de nosotros entrar en esa nueva Alianza. La mano de Dios está tendida hacia nosotros. Tenemos 50 días para pensar cuál será nuestra respuesta. 

Para la reflexión

      Acaba de comenzar la Cuaresma y es tiempo de convertirnos y firmar de nuevo la Alianza con nuestro Dios. ¿Realmente creo que la Alianza es mejor opción para mi vida, para nuestra vida? ¿Estoy dispuesto a renunciar a mis caminos de muerte para entrar en la Alianza? ¿En qué consisten concretamente en mi vida esos caminos de muerte?

Fernando Torres, cmf