Vísperas – Martes I de Cuaresma

VÍSPERAS
(Oración de la tarde)

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Himno: NO ME PESA, SEÑOR, HABER FALTADO.

No me pesa, Señor, haber faltado
por el eterno mal que he merecido,
ni me pesa tampoco haber perdido
el cielo como pena a mi pecado.

Pésame haber tus voces despreciado
y tus justos mandatos infringido,
porque con mis errores he ofendido
tu corazón, Señor, por mí llagado.

Llorar quiero mis culpas humillado,
y buscar a mis males dulce olvido
en la herida de amor de tu costado.

Quiero tu amor pagar, agradecido,
amándote cual siempre me has amado
y viviendo contigo arrepentido. Amén.

SALMODIA

Ant 1. El Señor da la victoria a su Ungido.

Salmo 19 – ORACIÓN POR LA VICTORIA DEL REY.

Que te escuche el Señor el día del peligro,
que te sostenga el nombre del Dios de Jacob;
que te envíe auxilio desde el santuario,
que te apoye desde el monte Sión;

que se acuerde de todas tus ofrendas,
que le agraden tus sacrificios;
que cumpla el deseo de tu corazón,
que dé éxito a todos tus planes.

Que podamos celebrar tu victoria
y en el nombre de nuestro Dios alzar estandartes;
que el Señor te conceda todo lo que pides.

Ahora reconozco que el Señor
da la victoria a su Ungido,
que lo ha escuchado desde su santo cielo,
con los prodigios de su mano victoriosa.

Unos confían en sus carros,
otros en su caballería;
nosotros invocamos el nombre
del Señor, Dios nuestro.

Ellos cayeron derribados,
nosotros nos mantenemos en pie.

Señor, da la victoria al rey
y escúchanos cuando te invocamos.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El Señor da la victoria a su Ungido.

Ant 2. Al son de instrumentos cantaremos tu poder.

Salmo 20, 2-8. 14 – ACCIÓN DE GRACIAS POR LA VICTORIA DEL REY.

Señor, el rey se alegra por tu fuerza,
¡y cuánto goza con tu victoria!
Le has concedido el deseo de su corazón,
no le has negado lo que pedían sus labios.

Te adelantaste a bendecirlo con el éxito,
y has puesto en su cabeza una corona de oro fino.
Te pidió vida, y se la has concedido,
años que se prolongan sin término.

Tu victoria ha engrandecido su fama,
lo has vestido de honor y majestad.
Le concedes bendiciones incesantes,
lo colmas de gozo en tu presencia;
porque el rey confía en el Señor,
y con la gracia del Altísimo no fracasará.

Levántate, Señor, con tu fuerza,
y al son de instrumentos cantaremos tu poder.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Al son de instrumentos cantaremos tu poder.

Ant 3. Has hecho de nosotros, Señor, un reino de sacerdotes para nuestro Dios.

Cántico: HIMNO A DIOS CREADOR Ap 4, 11; 5, 9-10. 12

Eres digno, Señor Dios nuestro, de recibir la gloria,
el honor y el poder,
porque tú has creado el universo;
porque por tu voluntad lo que no existía fue creado.

Eres digno de tomar el libro y abrir sus sellos,
porque fuiste degollado
y por tu sangre compraste para Dios
hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación;
y has hecho de ellos para nuestro Dios
un reino de sacerdotes
y reinan sobre la tierra.

Digno es el Cordero degollado
de recibir el poder, la riqueza y la sabiduría,
la fuerza y el honor, la gloria y la alabanza.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Has hecho de nosotros, Señor, un reino de sacerdotes para nuestro Dios.

LECTURA BREVE   St 2, 14. 17. 18b

Hermanos, ¿qué provecho saca uno con decir: «Yo tengo fe», si no tiene obras? ¿Podrá acaso salvarlo la fe? La fe, si no va acompañada de las obras, está muerta en su soledad. Pruébame tu fe sin obras que yo por mis obras te probaré mi fe.

RESPONSORIO BREVE

V. Yo dije: «Señor, ten misericordia.»
R. Yo dije: «Señor, ten misericordia.»

V. Sáname, porque he pecado contra ti.
R. Señor, ten misericordia.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Yo dije: «Señor, ten misericordia.»

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Tú, cuando vayas a rezar, entra en tu aposento, cierra la puerta y ora a tu Padre.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Tú, cuando vayas a rezar, entra en tu aposento, cierra la puerta y ora a tu Padre.

PRECES

A Cristo, el Señor, que nos mandó velar y orar a fin de no sucumbir en la tentación, digámosle confiadamente:

Señor, escucha y ten piedad.

Señor, tú que prometiste estar presente cuando tus discípulos se reúnen en tu nombre para orar,
haz que oremos siempre unidos a ti en el Espíritu Santo, a fin de que tu reino llegue a todos los hombres.

Purifica de todo pecado a la Iglesia penitente
y haz que viva siempre en la esperanza y el gozo del Espíritu Santo.

Amigo del hombre, haz que estemos siempre atentos, como tú nos mandaste, al bien del prójimo,
para que la luz de tu amor brille a través de nosotros ante todos los hombres.

Rey pacífico, haz que tu paz reine en el mundo
y que nosotros trabajemos sin cesar para conseguirla.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Tú que has muerto para que nosotros tengamos vida,
da la vida eterna a los que han muerto.

Terminemos nuestra oración diciendo juntos las palabras del Señor y pidiendo al Padre que nos libre de todo mal:

Padre nuestro…

ORACION

Señor, mira con amor a tu pueblo, que trata de purificar su espíritu en estos días cuaresmales con la moderación en el uso de las cosas terrenas, y haz que esta sobriedad alimente en él el deseo de poseerte. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

Lectio Divina – 20 de febrero

Lectio: Martes, 20 Febrero, 2018

Tiempo de Cuaresma

1) ORACIÓN INICIAL

Señor, mira con amor a tu familia y a los que moderan su cuerpo con la penitencia, aviva en su espíritu el deseo de poseerte. Por nuestro Señor.

2) LECTURA

Del santo Evangelio según Mateo 6,7-15

Y, al orar, no charléis mucho, como los gentiles, que se figuran que por su palabrería van a ser escuchados. No seáis como ellos, porque vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de pedírselo.
Vosotros, pues, orad así:
Padre nuestro que estás en los cielos,
santificado sea tu Nombre;
venga tu Reino;
hágase tu Voluntad
así en la tierra como en el cielo.
Nuestro pan cotidiano dánosle hoy;
y perdónanos nuestras deudas,
así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores;
y no nos dejes caer en tentación,
mas líbranos del mal.
Que si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas.

3) REFLEXIÓN

• Las dos reacciones del Padre Nuestro: Lucas (Lc 11,1-4) y Mateo (Mt 6,7-13). En Lucas, el Padre Nuestro es más corto. Lucas escribe para las comunidades que vinieron del paganísimo. Trata de ayudar a las personas que están iniciando el camino de la oración. En Mateo, el Padre Nuestro está situado en el Sermón del Monte, en aquella parte donde Jesús orienta a los discípulos en la práctica de las tres obras de piedad: limosna (Mt 6,1-4), oración (Mt 6,5-15) y ayuno (Mt 6,16-18). El Padre Nuestro forma parte de una catequesis para los judíos convertidos. Ellos ya estaban acostumbrados a rezar, pero tenían ciertos vicios que Mateo trata de corregir.

• Mateo 6,7-8: Los vicios que hay que corregir. Jesús critica a las personas para quienes la oración es una repetición de fórmulas mágicas, de palabras fuertes, dirigidas a Dios para obligarle a atender a sus necesidades. La acogida de la oración por parte de Dios no depende de la repetición de palabras, sino de la bondad de Dios que es Amor y Misericordia. El quiere nuestro bien y conoce nuestras necesidades antes de que expresemos nuestras preces.

• Mateo 6,9a: Las primeras palabras: “Padre Nuestro” Abba, Padre, es el nombre que Jesús usa para dirigirse a Dios. Revela la nueva relación con Dios que debe caracterizar la vida de las comunidades (Gl 4,6; Rm 8,15). Decimos “Padre nuestro” y no “Padre mío”. El adjetivo “nuestro” acentúa la conciencia de que todos pertenecemos a la gran familia humana de todas las razas y credos. Rezar al Padre y entrar en la intimidad con él, es también colocarse en sintonía con los gritos de todos los hermanos y hermanas por el pan de cada día. Es buscar el Reino de Dios en primer lugar. La experiencia de Dios como nuestro Padre es el fundamento de la fraternidad universal.

• Mateo 6,9b-10: Tres pedidos por la causa de Dios: el Nombre, el Reino, la Voluntad. En la primera parte del Padre-nuestro, pedimos para que sea restaurada nuestra relación con Dios. Santificar el Nombre El nombre JAVÉ significa Estoy contigo. Dios con nosotros. En este NOMBRE Dios se dio a conocer (Ex 3,11-15). El Nombre de Dios es santificado cuando es usado con fe y no con magia; cuando es usado conforme con su verdadero objetivo, es decir no para la opresión, sino para la liberación del pueblo y para la construcción del Reino. La Venida del Reino: El único Dueño y Rey de la vida humana es Dios (Is 45,21; 46,9). La venida del Reino es la realización de todas las esperanzas y promesas. Es la vida plena, la superación de las frustraciones sufridas con los reyes y con los gobiernos humanos. Este Reino acontecerá, cuando la voluntad de Dios se realice plenamente. Hacer la Voluntad: La voluntad de Dios se expresa en su Ley. Hágase su voluntad, así en la tierra como en el cielo. En el cielo, el sol y las estrellas obedecen a las leyes de sus órbitas y crean el orden del universo (Is 48,12-13). La observancia de la ley de Dios será fuente de orden y de bienestar para la vida humana.

• Mateo 6,11-13: Cuatro pedidos para la causa de los hermanos: Pan, Perdón, Victoria, Libertad. En la segunda parte del Padre nuestro pedimos que sea restaurada la relación entre las personas. Los cuatro pedidos muestran como deben ser transformadas las estructuras de la comunidad y de la sociedad para que todos los hijos y las hijas de Dios vivan con igual dignidad. Pan de cada día: En el éxodo, cada día, la gente recibía el maná en el desierto (Ex 16,35). La Providencia Divina pasaba por la organización fraterna, por el compartir. Jesús nos convida para realizar un nuevo éxodo, una nueva convivencia fraterna que garantice el pan para todos (Mt 6,34-44; Jn 6,48-51). Perdón de las deudas: Cada 50 años, el Año Jubilar obligaba a todos al perdón de las deudas. Era un nuevo comienzo (Lv 25,8-55). Jesús anuncia un nuevo Año Jubilar, «un año de gracia de parte del Señor» (Lc 4,19). ¡El Evangelio quiere recomenzar todo de nuevo! No caer en la Tentación: En el éxodo, el pueblo fue tentado y cayó (Dt 9,6-12). Murmuró y quiso volverse atrás (Ex 16,3; 17,3). En el nuevo éxodo, la tentación será superada por la fuerza que el pueblo recibe de Dios (1Cor 10,12-13). Liberación del Maligno: El Maligno es Satanás, que aleja de Dios y es motivo de escándalo. Logró entrar en Pedro (Mt 16,23) y tentó a Jesús en el desierto. Jesús lo venció (Mt 4,1-11). Ele nos dice: «¡Animo! ¡Yo vencí el mundo!» (Jn 16,33).

• Mateo 6,14-15: Quien no perdona no será perdonado. Rezando el Padre nuestro, pronunciamos la frase que nos condena o absuelve. Rezamos: “Perdona nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores” (Mt 6,12). Ofrecemos a Dios la medida del perdón que queremos. Si perdonamos mucho, El nos perdonará mucho. Si perdonamos poco, él perdonará poco. Si no perdonamos, él tampoco no podrá perdonar.

4) PARA LA REFLEXIÓN PERSONAL

• Jesús dice «perdona nuestras deudas”. En algunos países se traduce «perdona nuestras ofensas». ¿Qué es más fácil: perdonar ofensas o perdonar deudas?

• Las naciones cristianas del hemisferio norte (Europa y USA) rezan todos los días: “Perdónanos nuestras deudas así como también nosotros perdonamos a nuestros deudores”. Pero ellas no perdonan la deuda externa de los países pobres del Tercer Mundo. ¿Cómo explicar esta terrible contradicción, fuente de empobrecimiento de millones de personas?

5) ORACIÓN FINAL

Ensalzad conmigo a Yahvé,
exaltemos juntos su nombre.
Consulté a Yahvé y me respondió:
me libró de todos mis temores. (Sal 34,4-5)

Hemos vivido mucho más tiempo con diosa que con Dios

Arqueología de la diosa y de la religiosidad

José María Vigil

 

Historia de la evolución de nuestra religiosidad

Hasta hace unos cien años los pueblos de Occidente hemos pensado que el mundo tenía unos 6 000 años, los que relata la Biblia. Lo han creído científicos tan grandes y recientes como Newton y Kepler. Hoy sabemos que son 13 730 millones de años.

En el campo de la historia solemos pensar que ésta comenzó con Sumer, Mesopotamia y Egipto, hace unos 5 500 años. Todo lo anterior quedaría en la noche de los tiempos, sin valor para nosotros…

Obviamente, el ‘testimonio’ de la Biblia se remonta sólo hasta esas fechas; no nos dice nada sobre lo anterior; lo más antiguo de la Biblia surge ya bastante después del cambio radical de mentalidad que la revolución agraria provocó en la humanidad, y que además borró la memoria anterior. Por eso, lo que la ciencia hoy nos descubre de antes de esa época nos resulta muy valioso, porque es un pasado humano que nos puede decir mucho de nuestras raíces espirituales.

En efecto, lo que la antropología cultural y la arqueología han descubierto respecto a la religiosidad humana del tiempo del Paleolítico (conocemos más o menos hasta hace 70 000 años) es también nuestra «historia sagrada», que, sin duda, no puede dejar de estar presente en lo más hondo de nuestro subconsciente colectivo, en nuestra psiqué humana.

Varios milenios antes de que aparezcan Sumer y Egipto descubrimos un ser humano paleolítico con una religiosidad muy diferente a la que conocemos de los pueblos posteriores. Se trata de una religiosidad presidida por la veneración de la naturaleza concebida vagamente como Gran Diosa Madre, fuente de fecundidad y de vida, a la que los humanos se sienten profundamente vinculados. No hay dioses tribales, identitarios, de cada pueblo, sino una ‘divinidad’ femenina, materna, providente, que es representada universalmente en estatuillas de una mujer, madre, incluso en el acto del dar a luz o del amamantar. Decenas de miles de estas estatuillas testimonian la universalidad de esta visión religiosa asentada sin duda como un arquetipo en el instinto religioso de aquellos grupos humanos.

Es la Tierra, la naturaleza, sentida y considerada como divina, femenina y materna, que tanto da la vida como nos acoge en su seno con la muerte, y que se revela como ‘transcendente’, pero no hacia afuera o hacia un más allá del mundo, de sí misma, sino hacia adentro, hacia el misterio interior mismo de la realidad cósmica.

<

p style=»text-align:justify;»>Esta religiosidad paleolítica pre-agraria no la descubrimos hoy como peculiaridad de algunos lugares concretos, sino como un (¿primer?) estadio
de la religiosidad humana que se ha dado en toda 
la extensión actualmente atribuida a la humanidad prehistórica: en las culturas indígenas, autóctonas, originarias, antes de ser afectadas por la revolución agraria y su consiguiente revolución urbana. Aún hoy, en todos los continentes se hallan todavía grupos humanos y pueblos indígenas que quedaron al margen de la revolución agraria y conservaron esa religiosidad humana originaria. Pues bien: en esa espiritualidad centrada en una naturaleza divina y materna hemos vivido mucho más tiempo que el que ha pasado desde que la abandonamos. Podríamos decir gráficamente que hemos pasado mucho más tiempo con diosa que con dios.

<

p style=»text-align:justify;»>Uno de los lugares actualmente más documentados a este respecto es la Antigua Europa, puesto 
al descubierto por la arqueóloga Marija Gimbutas.
 Su trabajo sacó a la luz innumerables yacimientos arqueológicos en esa área, que evidencian la línea matrilineal de las civilizaciones a las que pertenecen, la ausencia de vestigios militares, sin muros de defensa, sin guerras ni conflictos, con notable equidad entre las clases sociales, florecientes en el arte, y siempre con esa religiosidad centrada en la naturaleza divina e ‘inmanente’. Anatolia, Creta, Macedonia, el Este de Centroeuropa… dan testimonio de esa larga época civilizacional caracterizada por este tipo de religiosidad. Es una zona exhaustivamente estudiada, que no parece ser una singularidad o excepción, sino que, al contrario, parece mostrar una estructura común de la religiosidad humana, que se conservó en todos los lugares que han quedado lejos de la revolución agraria, tanto en América como en África y Asia.

¿Qué nos hizo cambiar? ¿Dónde nos equivocamos?

Son varios los factores que posiblemente influyeron en nuestra evolución y nos desviaron.

  • Tal vez el primero sea el descubrimiento del cultivo de la tierra. En vez de cazar los animales en sus migraciones, y de recolectar frutos de manera itinerante, aprendimos a cultivar las plantas y domesticar los animales para alimentarnos. Dejamos de ser nómadas y nos hicimos sedentarios, vinculándonos a la tierra que comenzamos a trabajar.
  • Ello conllevó otra profunda transformación: dejamos de vivir en manadas o bandas y nos asentamos en aldeas, que con el éxito de la acumulación de excedentes agrarios, pronto pasaron a ser ciudades, y luego ciudades-estado, muchas de las cuales se constituyeron en cabezas de pequeños y de grandes imperios. Fue la revolución urbana. Estábamos pasando a vivir en sociedad, lo que según los antropólogos fue probablemente el trauma más difícil que hemos afrontado como especie: hubimos de reinventarnos. Por primera vez, tuvimos que ordenar la convivencia para pasar a ser una sociedad, creando el derecho para regular la propiedad, la familia, la autoridad… Pues bien, toda esa compleja organización la hicimos de hecho con las religiones, que aparecieron entonces precisamente; la religiosidad de la gran diosa madre quizá se vio desbordada por la revolución urbana.
  • Un tercer factor, decisivo, y sin embargo muy poco tenido en cuenta, fue el fenómeno de las invasiones arias y semitas, que se dieron, procedentes del sudeste asiático y de los desiertos siro-árabes (llamadas «indo-europeas»), en tres oleadas, a partir del 4 500 a.C. Las invasiones de los arios de las estepas del Sur de Siberia habían adoptado la agricultura y la ganadería, y habían domesticado al caballo; en un momento determinado, se lanzaron a la conquista de nuevas tierras, animados por una espiritualidad guerrera y dominadora, avasallando, destruyendo
e imponiendo su nueva visión religiosa de un Dios transcendente, separado de la naturaleza y dominador de la misma, guerrero, y sobre todo masculino, servido por sacerdotes y autoridades masculinas.

<

p style=»text-align:justify;»>Tres fueron las oleadas de las invasiones a partir del 4 500 a.C., las de los kurgans y los arios por el norte del Cáucaso, y las de los semitas por el sur, por los desiertos siro-árabes. Los expertos antropólogos consideran que el testimonio de la espiritualidad guerrera que estos invasores impusieron a sangre y fuego nos ha llegado tanto por la literatura griega cuanto por el Antiguo Testamento. La Biblia judía –como las demás religiones de la época– surge dentro ya de esta nueva etapa espiritual humana de las religiones tribales, guerreras, de conquista, con dioses ahora masculinos, y «espirituales» (espíritus separados de la naturaleza), y con una visión de la naturaleza despojada de toda misteriosidad, como una naturaleza «fabricada» por Dios, meramente material, como un cúmulo de recursos a disposición de los humanos. Esta nueva comprensión de Dios propia de la revolución agraria y urbana, caló tan profundamente que borró de la memoria colectiva todo rastro de la anterior etapa espiritual, pasando a ser tenida como la primaria y original. Hoy sabemos bien que no lo es.


Cuestiones abiertas

En la actualidad la ciencia nos asegura que la vivencia espiritual primitiva que la Biblia recoge no es nuestra primera etapa religiosa humana, sino que antes hemos vivido otra anterior, muy diferente, y muy integrada con la Tierra; una religiosidad que, de haber perdurado, no nos hubiera traído al colapso ecológico actual. Esto cambia nuestros supuestos.

Y la constatación de que durante la mayor parte de aquel nuestro pasado remoto nos hemos relacionado con la dimensión transcendente de un modo encarnado en la naturaleza, percibiéndola femeninamente como Madre nutricia, providente y acogedora, no es una curiosidad científica, ni un dato irrelevante despreciable por haber sido ya olvidado de la memoria colectiva ancestral, sino que desafía nuestro axioma moderno de la masculinidad y la espiritualidad del Dios-theos, el «ente» en el que de hecho imaginamos depositada y personificada la dimensión divina de (toda) la realidad. Hasta en esta zona más honda de la religiosidad humana, las dimensiones masculina y femenina inciden decisivamente en la forma de entender, encarar y vivenciar tanto la realidad del mundo como a nosotros mismos.

¿Anticuado el ayuno?

¿ANTICUADO EL AYUNO?
Segundo apunte de Cuaresma

Entre gentes de poca formación y de escasas prácticas religiosas  está muy difundida la idea de que, para ser buenos, hay que pasarlo mal y de que una  conducta recta lleva siempre consigo multitud de sinsabores y sufrimientos. A más santidad,  más cruz; a peor conducta, más placer. Estas personas, bautizadas y creyentes a su  manera, se confiesan católicos sin dificultad, conservan también a su modo una fe de la  infancia, mantienen frecuentes contactos con la Iglesia (bautizos, bodas, comuniones,  funerales, fiestas religiosas) y han oído campanas sobre la cruz de Cristo y las penitencias  de los santos; sobre la vía estrecha que conduce al Reino de los cielos. Pero si les  aseguras que son bienaventurados, o sea, felices, los pobres y los que lloran, no terminan  de creérselo.

Ni tampoco nosotros, al menos del todo. En una u otra medida nos ocurre a todos lo que  a los Apóstoles cuando Jesús les hablaba de que el Hijo del Hombre tenía que sufrir en  Jerusalén una muerte de cruz. «No quiera Dios, reaccionó Pedro, que esto te suceda» Por lo  que Jesús le reprendió y le llamó Satanás diciéndole: «Tú no sientes las cosas de Dios, sino  las de los hombres» (Mt 16, 21-23). En efecto, para los hombres es duro de pelar eso del  sufrimiento y de la muerte. Por eso el Señor, en todos los anuncios de la Pasión, terminaba  diciendo «al tercer día resucitará».

El ayuno en la Biblia

La Cuaresma, bien lo sabemos, es un camino de penitencia y purificación hacia la  Pascua. Siempre con luz en el horizonte. Pero no cabe duda de que, desde los antiguos  profetas hasta el Bautista, y lo mismo Jesús y sus apóstoles, todos practicaron y  recomendaron el ayuno como camino de conversión y purificación, o de ofrenda a Dios sin  más, el caso de Jesús. El daba por descontado que los judíos de su tiempo practicaban el  ayuno, al decirles que, cuando lo hicieran, no se pusieran caritristes como los fariseos, sino  que se acicalaran y perfumaran (Mt 5,17). Cierto que sus discípulos ayunaban menos que  los de Juan Bautista (Lc 5,32), porque lo que más le iba a Jesús no era tanto la  materialidad de comer poco, cuanto otras renuncias más profundas y valiosas a las que se  referían también los profetas: «¿Sabéis qué ayuno quiero yo? Romper las ataduras de la  iniquidad etc…» (Is 58, 6-14).

Ayunar, para los israelitas, era un modo de prepararse a los acontecimientos santos, o  de propiciarse el favor de Dios, cuando el creyente humilde o el pueblo como tal se sentían,  por sus pecados, indignos de Él. El caso más señalado es el de Nínive, ciudad  prevaricadora, cuyos habitantes, al conjuro del profeta Jonás, desde el rey hasta los  animales, practicaron un ayuno integral arrepintiéndose de sus pecados, logrando así que  Dios también se arrepintiera de su propósito de exterminarlos (Cf. Jon 3).

Sin meternos en demasiadas honduras, puede decirse que el ayuno bíblico, sobre todo  en el Antiguo Testamento, no revestía el carácter de práctica ordinaria para educar la  voluntad y santificarse diariamente. Sí, en cambio, en la Historia de la Iglesia, donde los  monjes y las órdenes mendicantes lo practicaban como mortificación de los sentidos y  reparación por los pecados propios y ajenos, como imitación y comunión con la pasión  redentora de Jesucristo. En esta clave están pensadas todas las prácticas penitenciales,  incluidos los cilicios y disciplinas establecidos en las Reglas tradicionales de las Órdenes  religiosas.

El recuerdo de algunos excesos y, de las procesiones de disciplinantes, en la Edad  Media, junto con algunas corrientes de la sicología y de la antropología modernas, han  reducido notablemente también en la Iglesia este tipo de penitencias corporales, sin que  eso signifique que han perdido totalmente su sentido, ni un menosprecio hacia los que  todavía las practican. Siguen conmoviéndonos y edificándonos los que peregrinan a  Santiago, a Guadalupe o a otros santuarios, ya sea con los pies descalzos, ya hinchados y  sangrantes bajo las sandalias, tras recorridos extenuantes. Valga lo mismo para los  anónimos penitentes encapuchados que forman filas silenciosas, con una cruz a cuestas,  en las procesiones de Semana Santa, tras de los Cristos y las Dolorosas.

La penitencia cristiana

No es éste un tema sencillo, de los que se despachan de un plumazo. Después de la  Pasión dolorosa de Cristo, de todas sus palabras y ejemplos sobre el misterio de la Cruz;  después de una tradición de veinte siglos de espíritu y práctica penitencial en la Iglesia,  sería frívolo pasarse con armas y bagajes a las huestes de la posmodernidad, dando por  definitivo que el sufrimiento físico o moral carece de sentido y sumándonos alegres a la  cultura, no del bien-ser, sino del bien-estar. No ignoro que la sicología, la antropología, y  mucho más una teología más positiva de lo humano, tengan alguna palabra que decir en  esta materia.

De hecho, el ayuno obligatorio en la Iglesia ha quedado hoy reducido a dos días al año,  el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo. La abstinencia de carne no es ni sombra de lo  que era y es sustituible por una obra buena todos los viernes no cuaresmales. Creo, no  obstante, que se mantienen por dos motivos, a mi juicio muy justificados, ambos con  carácter de signo: su sintonía con la gran tradición de la Iglesia y su denuncia simbólica de  que no sólo de pan vive el hombre. Bien; ¿y con esto queda abolida, arrumbada incluso, la dimensión penitencial de la vida cristiana? Contesto, en sentido contestatario, que  absolutamente no. Pienso más bien, que se nos dispensa de eso porque se nos exige  mucho más.

Ante todo, la Iglesia de hoy, con el profeta Joel y con Jesús, nos exige que rasguemos  nuestros corazones en lugar de nuestros vestidos; que ayunemos de nuestras malas obras,  en lugar de hacerlo de un pan que nos sobra y, para más inri, que nos engorda. El ayuno  no ha desaparecido del mundo. Lo que pasa es que se manifiesta con una de estas tres  fórmulas, tan actuales como inquietantes y extendidas: Una, el atroz ayuno involuntario de  una cuarta parte de la humanidad en la llamada geografía del hambre; dos, el ayuno  dietético de las y los que no quieren ganar peso, incluso hasta la anorexia; y tres, las  llamadas huelgas de hambre, con carácter de contestación y presión, ante acciones u  omisiones públicas que los abstinentes quieren modificar. Cada uno de estos tres ayunos  nos interpela a su manera: el hambre en el mundo para sacudir nuestra conciencia de  estómagos satisfechos; las dietas de adelgazamiento, en lo que tienen de legítimo y en lo  que encubren de obsesivo y egocéntrico; las huelgas de hambre, con sus motivaciones casi  siempre altruistas y sus excesos de autocastigo.

Austeridad solidaria

¿Saben qué modelos de ayuno pueden considerarse como más indicados para conjugar  la tradición judeocristiana con la sensibilidad de hoy o, mejor, con los signos de los  tiempos? Pues, considero acertados el Día del ayuno voluntario de «Manos Unidas»,  comiendo de ayuno y destinando el sobrante a la Campaña; o las cenas contra el hambre,  en las que se ofrece un menú frugal y se paga uno caro. Pero, lo más consistente y  significativo es adoptar la austeridad como estilo de vida, aunque se tengan medios para  más. Ayuno cristiano es la privación voluntaria, evangélica y solidaria, del consumo de  bienes materiales, a imitación del Maestro, en beneficio de los pobres y por vivencia  anticipada del Reino de Dios.

Antonio MONTERO
Arzobispo de Mérida-Badajoz

Spe Salvi – Benedicto XVI

20. En el s. XVIII no faltó la fe en el progreso como nueva forma de la esperanza humana y siguió considerando la razón y la libertad como la estrella-guía que se debía seguir en el camino de la esperanza. Sin embargo, el avance cada vez más rápido del desarrollo técnico y la industrialización que comportaba crearon muy pronto una situación social completamente nueva: se formó la clase de los trabajadores de la industria y el así llamado « proletariado industrial », cuyas terribles condiciones de vida ilustró de manera sobrecogedora Friedrich Engels en 1845. Para el lector debía estar claro: esto no puede continuar, es necesario un cambio. Pero el cambio supondría la convulsión y el abatimiento de toda la estructura de la sociedad burguesa. Después de la revolución burguesa de 1789 había llegado la hora de una nueva revolución, la proletaria: el progreso no podía avanzar simplemente de modo lineal a pequeños pasos. Hacía falta el salto revolucionario. Karl Marx recogió esta llamada del momento y, con vigor de lenguaje y pensamiento, trató de encauzar este nuevo y, como él pensaba, definitivo gran paso de la historia hacia la salvación, hacia lo que Kant había calificado como el « reino de Dios ». Al haber desaparecido la verdad del más allá, se trataría ahora de establecer la verdad del más acá. La crítica del cielo se transforma en la crítica de la tierra, la crítica de la teología en la crítica de la política. El progreso hacia lo mejor, hacia el mundo definitivamente bueno, ya no viene simplemente de la ciencia, sino de la política; de una política pensada científicamente, que sabe reconocer la estructura de la historia y de la sociedad, y así indica el camino hacia la revolución, hacia el cambio de todas las cosas. Con precisión puntual, aunque de modo unilateral y parcial, Marx ha descrito la situación de su tiempo y ha ilustrado con gran capacidad analítica los caminos hacia la revolución, y no sólo teóricamente: con el partido comunista, nacido del manifiesto de 1848, dio inicio también concretamente a la revolución. Su promesa, gracias a la agudeza de sus análisis y a la clara indicación de los instrumentos para el cambio radical, fascinó y fascina todavía hoy de nuevo. Después, la revolución se implantó también, de manera más radical en Rusia.

Música – Domingo II de Cuaresma

Entrada: SUBE A LA MONTAÑA – Carmelo Erdozáin
                 Éxodo y liberación – Cesáreo Gabaráin

Penitencial: SEÑOR, TEN PIEDAD (26) – J. Pedro Martins

Del salmo 115: SIEMPRE CONFIARÉ EN EL SEÑOR – E. Estrella

Aclamación: HONOR Y GLORIA A TI, SEÑOR JESÚS (35) – B. Carrillo
                       Honor y gloria a ti, Señor Jesús 

Ofrendas: NUESTRAS VIDAS OFRENDA SE HARÁN – Dolores González

Himno: SANTO, SANTO, SANTO (24) – J. Pedro Martins

Paz: CORDERO DE DIOS (13) – Autor desconocido

Comunión: TRANSFIGÚRAME, SEÑOR – Carmelo Erdozáin
                      A los hombres amó Dios – Charles A. Tindley

Meditación: HOMBRES NUEVOS – Juan Antonio Espinosa
                       Tú alientas mi vida – Emilio Vicente Mateu

Salida: SANTA MARÍA DE LA ESPERANZA – Rafael de Andrés / Juan Antonio Espinosa
               Estabas junto a la cruz – Bernardo Velado / A. Alcalde

Letras y partituras de los cantos

Recursos Domingo II de Cuaresma

PRESENTACIÓN DE UN FAROL ENCENDIDO

(Hace esta ofrenda uno de los militantes de la comunidad o cualquiera de los adultos que está comprometido en alguna actividad política, sindical o cívica. Entrega el farol al Presidente, que lo deposita sobre la mesa del altar. Luego dice:)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Señor, yo te traigo hoy este farol encendido, en este domingo en el que estamos recordando la transfiguración de tu Hijo. Esta luz es el símbolo de Jesucristo. Es luz mortecina, porque tan sólo expresa una anticipación de su resurrección. Y te la ofrezco como expresión de mi lucha y de la lucha de tu Iglesia por la transformación del mundo. La queremos hacer según tu Hijo Jesucristo y a sabiendas de que la definitiva nos la regalarás Tú en tu Reino.

PRESENTACIÓN DE UNA CRUZ

(Puede hacer la ofrenda un enfermo o anciano de la comunidad)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Yo te traigo, Señor, esta pequeña cruz, que es el símbolo de mi enfermedad y de cuantos sufren por cualquier motivo en este mundo. Te la ofrezco en la esperanza de que Tú la unas a la de Jesucristo, tu Hijo, por la cual nos llegó la salvación al ser el único sacrificio que te ha sido agradable. Ayúdame, Señor, a tomar cada vez más clara conciencia de que sólo la cruz es el germen de la vida, que espero compartir con tu Hijo resucitado. A través del testimonio de alegría de todos los enfermos y enfermas, ayuda a los sanos a que valoren la cruz como necesaria para su total transfiguración.

PRESENTACIÓN DE UN TRANSISTOR

(Lo puede hacer cualquier miembro de la comunidad. Tras entregárselo al Presidente, dice:)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Señor, yo te traigo este transistor, que me sirve para ponerme en contacto con uno de los medios de comunicación más populares y que utiliza el oído, como el sentido fundamental de la persona. Con él quiero expresar que todos nosotros y nosotras somos oyentes de tu Palabra, que queremos vivir a tu escucha en todo momento y así acoger a tu Hijo amado. Ayúdanos.

PRESENTACIÓN DE UNA ROCA

(Lo realiza una persona adulta de la Comunidad)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Yo te traigo, Señor, esta roca, como signo de que te reconocemos como nuestro refugio y fortaleza. Es más, no queremos tener otro. Te pedimos que, si somos víctimas de la tentación y los cantos de sirena de este mundo, Tú nos abras los ojos y los oídos del corazón para no dejarnos enredar por ellos.

MATERIAL de un RETIRO COMUNITARIO o de un CURSO DE BIBLIA

(Algún miembro activo de la Comunidad Parroquial presenta la Carpeta del material del Retiro, o del Curso de Biblia)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Señor y Padre nuestro, Tú nos has invitado a mirar a tu Hijo amado y a escucharle atentamente. Lo queremos hacer, Señor. De ahí que te presentamos el material de trabajo del último RETIRO realizado en Comunidad (o el último Curso de Biblia). Nos sirvió para conocerle más, pero necesitamos seguir en el camino iniciado. Nos comprometemos a realizarlo también en esta Cuaresma.

Oración de los fieles – Domingo II de Cuaresma

Elevemos, hermanos, a nuestro Padre Común nuestras preces en este día que Jesús se transfigura ante nosotros para que su cuerpo luminoso sea lámpara para nuestros pasos. Y respondemos:

QUE TU LUZ NOS MUESTRE EL CAMINO

1.- Por el Papa Francisco, por los nuevos cardenales, por los obispos, presbíteros, diáconos y por todo el pueblo de Dios, para que sepamos ver que Jesús, con su luz, su palabra y su pan nos conforta siempre. OREMOS

2.- Por los responsables de todas las naciones y en especial por los encargados de la economía y los administradores de todos los recursos, para que a nadie le falte el pan, la casa y la libertad. OREMOS

3.- Por los profesores y alumnos de todo el mundo y de todas las religiones para que sepan enseñar y aprender que el amor es el mejor medio para la paz y el bienestar. OREMOS

4.- Por los pobres, los huérfanos, las viudas sin recursos, los ancianos, los inmigrantes y los perseguidos, para que reciban el apoyo moral y económico de todos nosotros. OREMOS

5.- Por los niños y adolescentes que completan los diferentes ciclos de catequesis cristiana, para que el Espíritu les muestre el bello camino de seguir a Dios Padre y a su Hijo Único. OREMOS

6.- Por todos los presentes en la Eucaristía –y por los que no pudieron o no quisieron venir—, para que la mesa del Pan y la Palabra nos sirva, especialmente, en la subida de la Cuaresma hacia la Pascua. OREMOS

Recibe, Dios Nuestro, estas oraciones que te presentamos con fe y humildad. Por Jesucristo Nuestro Señor.

Comentario al evangelio – 20 de febrero

¡Qué mala es la apariencia! Sobre todo cuando uno se acostumbra a ella, pues te engaña a tí mismo antes que a los demás. No hay nada más falso que la apariencia ni nada que provoque más pena que ver a una persona esclavizada por este engaño de mostrar lo que no se es. ¡Cuidado! porque no estamos libres del todo. La tentación del quedar bien, de decir pero no hacer, siempre estará al acecho. Que duro sería si Jesús dijera de nosotros lo que critica hoy de los gentiles, que por hablar mucho…

Jesús nos llama a la autenticidad y a la sencillez en uno de los ejercicios esenciales en la vida cristiana y que en este tiempo somos llamados a intensificar: la oración. Para orar no son necesarias palabras bonitas ni muchas palabras; precisamente de lo que estamos necesitados en un mundo tan ruidoso y con tantos estímulos, es de silencio. Sobretodo del corazón, que es el más difícil de conseguir; acallar la cantidad de ruidos afectivos que nos impiden escuchar el susurro de Dios: rencores, afectos desordenados, heridas del pasado… Son los primeros fantasmas que acuden a la oración y que intentan desanimar nuestra práctica. Hay que dejarlos salir a escena, que fluyan, que se manifiesten aunque sean incómodos, porque aún siendo los primeros en aparecer cuando uno se pone a orar, no tienen la última palabra, y tras ellos surgen las mociones del Espíritu, la consolación de Dios.

Orar nunca ha sido fácil, pero es necesario. Para ello hay que sentarse y silenciar una y otra vez, las que hagan falta, sin desanimarse. “Velad y orar para no caer”, dice Jesús a sus discípulos la noche de Getsemaní. Sólo el ejercicio constante, paciente, abierto y sin ansiedad, nos lleva a saborear y gozar de la oración. Sin prisa, con paz, en confianza, diciendo: “Padre nuestro…”

Juan Lozano, cmf