Vísperas – Miércoles I de Cuaresma

VÍSPERAS
(Oración de la tarde)

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Himno: HEME, SEÑOR, A TUS DIVINAS PLANTAS

Heme, Señor, a tus divinas plantas,
baja la frente y de rubor cubierta,
porque mis culpas son tales y tantas,
que tengo miedo a tus miradas santas
y el pecho mío a respirar no acierta.

Mas ¡ay!, que renunciar la lumbre hermosa
de esos divinos regalados ojos
es condenarme a noche tenebrosa;
y esa noche es horrible, es espantosa
para el que gime ante tus pies de hinojos.

Dame licencia ya, Padre adorado,
para mirarte y moderar mi miedo;
mas no te muestres de esplendor cercado;
muéstrate, Padre mío, en cruz clavado,
porque sólo en la cruz mirarte puedo. Amén.

SALMODIA

Ant 1. El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?

Salmo 26 I – CONFIANZA ANTE EL PELIGRO

El Señor es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar?

Cuando me asaltan los malvados
para devorar mi carne,
ellos, enemigos y adversarios,
tropiezan y caen.

Si un ejército acampa contra mí,
mi corazón no tiembla;
si me declaran la guerra,
me siento tranquilo.

Una cosa pido al Señor,
eso buscaré:
habitar en la casa del Señor
por los días de mi vida;
gozar de la dulzura del Señor
contemplando su templo.

Él me protegerá en su tienda
el día del peligro;
me esconderá en lo escondido de su morada,
me alzará sobre la roca;

y así levantaré la cabeza
sobre el enemigo que me cerca;
en su tienda sacrificaré
sacrificios de aclamación:
cantaré y tocaré para el Señor.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?

Ant 2. Tu rostro buscaré Señor, no me escondas tu rostro.

Salmo 26 II

Escúchame, Señor, que te llamo;
ten piedad, respóndeme.

Oigo en mi corazón: «Buscad mi rostro.»
Tu rostro buscaré, Señor,
no me escondas tu rostro.

No rechaces con ira a tu siervo,
que tú eres mi auxilio;
no me deseches, no me abandones,
Dios de mi salvación.

Si mi padre y mi madre me abandonan,
el Señor me recogerá.

Señor, enséñame tu camino,
guíame por la senda llana,
porque tengo enemigos.

No me entregues a la saña de mi adversario,
porque se levantan contra mí testigos falsos,
que respiran violencia.

Espero gozar de la dicha del Señor
en el país de la vida.

Espera en el Señor, sé valiente,
ten ánimo, espera en el Señor.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Tu rostro buscaré Señor, no me escondas tu rostro.

Ant 3. Él es el primogénito de toda creatura, es el primero en todo.

Cántico: HIMNO A CRISTO, PRIMOGÉNITO DE TODA CREATURA Y PRIMER RESUCITADO DE ENTRE LOS MUERTOS. Cf. Col 1, 12-20

Damos gracias a Dios Padre,
que nos ha hecho capaces de compartir
la herencia del pueblo santo en la luz.

Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas,
y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido,
por cuya sangre hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.

Él es imagen de Dios invisible,
primogénito de toda creatura;
pues por medio de él fueron creadas todas las cosas:
celestes y terrestres, visibles e invisibles,
Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades;
todo fue creado por él y para él.

Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él.
Él es también la cabeza del cuerpo de la Iglesia.
Él es el principio, el primogénito de entre los muertos,
y así es el primero en todo.

Porque en él quiso Dios que residiera toda plenitud.
Y por él quiso reconciliar consigo todas las cosas:
haciendo la paz por la sangre de su cruz
con todos los seres, así del cielo como de la tierra.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Él es el primogénito de toda creatura, es el primero en todo.

LECTURA BREVE   Flp 2, 12b-15a

Trabajad por vuestra salvación con respeto y seriedad. Porque es Dios el que obra en vosotros haciendo que queráis y obréis movidos por lo que a él le agrada. Hacedlo todo sin murmuraciones ni discusiones, a fin de que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha.

RESPONSORIO BREVE

V. Yo dije: «Señor, ten misericordia.»
R. Yo dije: «Señor, ten misericordia.»

V. Sáname, porque he pecado contra ti.
R. Señor, ten misericordia.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Yo dije: «Señor, ten misericordia.»

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Como estuvo Jonás en el vientre del cetáceo tres días y tres noches, así estará el Hijo del hombre en el seno de la tierra.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Como estuvo Jonás en el vientre del cetáceo tres días y tres noches, así estará el Hijo del hombre en el seno de la tierra.

PRECES

Alabemos a Dios todopoderoso y providente, que conoce todas nuestras necesidades pero quiere ante todo que busquemos su reino; supliquémosle, pues, diciendo:

Venga, Señor, tu reino y su justicia.

Padre santo, que nos diste a Cristo como pastor de nuestras vidas, ayuda a los pastores y a los pueblos a ellos confiados, para que no falte nunca al rebaño la solicitud de sus pastores
ni falte a los pastores la obediencia de su rebaño.

Mueve a los cristianos para que con amor fraternal se interesen por los enfermos
y que en ellos socorran a tu Hijo.

Haz que entren a formar parte de tu Iglesia los que aún no creen en el Evangelio,
y que, con sus buenas obras, la hagan crecer en el amor.

A nosotros, pecadores, concédenos tu perdón
y la reconciliación con tu Iglesia.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

A los que murieron concédeles resucitar a la vida eterna
y morar eternamente contigo.

Invoquemos a Dios Padre con la oración que nos enseñó Jesús:

Padre nuestro…

ORACION

Señor, mira complacido a tu pueblo, que con fervor desea entregarse a una vida santa, y, ya que con sus privaciones se esfuerza por dominar el cuerpo, que la práctica de las buenas obras transforme su alma. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

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Lectio Divina – 21 de febrero

Lectio: Miércoles, 21 Febrero, 2018

Tiempo de Cuaresma

1) ORACIÓN INICIAL

Señor, mira complacido a tu pueblo que desees entregarse a ti con una vida santa; y a los que dominan su cuerpo con la penitencia trasfórmales interiormente mediante el fruto de las buenas obras. Por nuestro Señor.

2) LECTURA

Del santo Evangelio según Lucas 11,29-32

Habiéndose reunido la gente, comenzó a decir: «Esta generación es una generación malvada; pide un signo, pero no se le dará otro signo que el signo de Jonás. Porque así como Jonás fue signo para los ninivitas, así lo será el Hijo del hombre para esta generación. La reina del Mediodía se levantará en el Juicio con los hombres de esta generación y los condenará; porque ella vino de los confines de la tierra a oír la sabiduría de Salomón, y aquí hay algo más que Salomón. Los ninivitas se levantarán en el Juicio con esta generación y la condenarán; porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás, y aquí hay algo más que Jonás.»

3) REFLEXIÓN

• Estamos en tiempo de cuaresma. La liturgia privilegia los textos que pueden ayudarnos a convertirnos y a mudar vida. Aquello que más ayuda en la conversión son los hechos de la historia del pueblo de Dios. En el Evangelio de hoy, Jesús habla de dos episodios del pasado: el episodio de Jonás y el de la reina de Sabá, y los transforma en espejo para que la gente descubra en ellos el llamado de Dios a la conversión.

• Lucas 11,29: La generación mala que pide una señal. Jesús llama ‘mala’ la generación, porque no cree en Jesús y vive pidiendo señales que puedan legitimar a Jesús como enviado de Dios. Jesús no quiere dar una señal, pues, en el fondo, si ellos piden una señal, es porque no quieren creer. La única señal que se dará es la señal de Jonás.

• Lucas 11,30: La Señal de Jonás. La señal de Jonás tiene dos aspectos. El primero es lo que afirma el texto de Lucas en el evangelio de hoy. Jonás fue una señal para la gente de Nínive a través da su predicación. Al oír a Jonás, el pueblo se convirtió. Así, la predicación estaba siendo una señal para su gente, pero el pueblo no daba señales de conversión. El otro aspecto es lo que afirma el evangelio de Mateo, hablando del mismo episodio: “Porque si tres días y tres noches estuvo Jonás en el vientre de la ballena, también tres días y tres noches estará este Hombre en el seno de la tierra” (Mt 12,40). Cuando Jonás fue escupido sobre la playa, fue a anunciar la palabra de Dios a la gente de Nínive. Asimismo, después de la muerte y de la resurrección en el tercer día, la Buena Nueva será anunciada al pueblo de Judea.

• Lucas 11,31: La Reina de Sabá. Enseguida, Jesús evoca la historia de la Reina de Sabá que vino de lejos para ver a Salomón y aprender de su sabiduría (cf. 1Rs 10,1-10). Y por dos veces Jesús afirma: “Y aquí está alguien mayor que Salomón”. “Y aquí está aquel que es mayor que Jonás”.

• Un aspecto muy importante que está por detrás de esta discusión entre Jesús y los líderes de su gente es la manera diferente como él, Jesús, y sus adversarios se sitúan ante Dios. El libro de Jonás es una parábola que critica la mentalidad de aquellos que querían a Dios sólo para los judíos. En la historia de Jonás, los paganos se convirtieron ante la predicación de Jonás y Dios los acogió en su bondad y no destruyó la ciudad. Cuando vio que Dios acoge al pueblo de Nínive y no destruyó la ciudad, “Jonás sintió un disgusto enorme. Irritado, rezó al Señor en estos términos: «¡Ah! ¡Yahvé! ¡Ya me lo decía yo cuando estaba en mi tierra! Por algo me adelanté a huir a Tarsis; porque sé que eres un Dios compasivo y clemente, paciente y misericordioso, que te arrepientes de las amenazas. Pues, bien, Señor, quítame la vida; más vale morir que vivir» (Jonás 4,1-3). Por esto, Jonás, era una señal para los judíos del tiempo de Jesús y continúa siendo una señal también para nosotros, los cristianos. Pues, imperceptiblemente, como en Jonás aparece también en nosotros una mentalidad según la cual nosotros los cristianos tenemos una especie de monopolio de Dios y que todos los demás deben volverse cristianos. Esto sería proselitismo. Jesús no pide que todos sean cristianos. Pide que todos sean discípulos (Mt 28,19), esto es, sean personas que como él, irradien y anuncien la Buena Nueva del amor de Dios para todos los pueblos alrededor (Mc 16,15).

4) PARA LA REFLEXIÓN PERSONAL

• Cuaresma, tiempo de conversión. ¿Qué debe cambiar en la imagen que tengo de Dios? ¿Soy como Jonás o como Jesús?

• Mi fe ¿en qué está basada? ¿En señales o en la palabra de Jesús?

5) ORACIÓN FINAL

Crea en mí, oh Dios, un corazón puro,
renueva en mi interior un espíritu firme;
no me rechaces lejos de tu rostro,
no retires de mí tu santo espíritu. (Sal 51,12-13)

Lectura continuada del Evangelio de Marcos

Marcos 2, 1-12

1Y entrando de nuevo en Cafarnaún después de algunos días, se corrió la voz de que estaba en casa. 2Y se reunieron muchos, de manera que no había lugar ni delante de la puerta. Y les hablaba la palabra.

3Y vienen portando a él un paralítico traído por cuatro. 4Y, no pudiendo llegar hasta él a causa de la muchedumbre, partieron la techumbre donde estaba y, abriendo un boquete, descolgaron la camilla donde yacía el paralítico.

5Y, viendo Jesús la fe de ellos, dice al paralítico: “Hijo, tus pecados te son perdonados”.

6Pero algunos de los escribas estaban allí sentados y pensando en sus corazones: “¿Por qué habla así este? ¡Blasfema! 7¿Quién puede perdonar pecados excepto Uno, que es Dios?”.

8Y, de inmediato, Jesús, percatándose en su espíritu eso que estaban pensando en sí mismos, les dice: “¿Por qué pensáis esas cosas en vuestros corazones? 9¿Qué es más fácil: decir al paralítico: ‘Tus pecados son perdonados’, o decirle: ‘Levántate, toma tu camilla y anda’? 10Pues para que veáis que el Hijo del hombre tiene autoridad para perdonar pecados en la tierra – dice al paralítico: 11‘A ti te digo: Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa’”. 12Y se levantó y de inmediato, tomando la camilla, salió delante de todos, quedando todos maravillados y glorificando a Dios, diciendo: “Nunca hemos visto cosa igual”».

Como el pasaje anterior, 2, 1-12 describe una curación notable. Sin embargo, en este caso entran en acción los líderes judíos, los escribas, y con ellos llegan la controversia y la polémica, que dominará toda la sección (2, 1-3, 6) y que seguirá a Jesús hasta el final del evangelio. Esta tensión aparece en el centro de nuestra historia (en 2, 6-10a). En 2, 6, los escribas aparecen de modo repentino e inesperado, y elevan su objeción frente a algo que Jesús ha dicho. Reciben luego la rápida respuesta de Jesús. por otra parte, la presencia de estos escribas hostiles hace que el final de la historia resulte problemático: ¿Se encuentran ellos entre «todos» los que alaban a Jesús? En ese caso, ellos habrían experimentado una notable conversión, una conversión de la que inmediatamente se habrían vuelto atrás. Es mucho más probable que la controversia de 2, 6-10a haya sido introducida en una historia de curación en la que, en principio, no había controversia. En su forma actual, nuestra historia tiene una estructura básicamente quiástica: A) introducción (2, 1-2); B) curación espiritual (2, 3-5); C) controversia (2, 6-10a); B’) curación física (2, 10b-12a); A’) conclusión (2, 12b).

En una estructura de este tipo, normalmente, el elemento central representa el lugar de mayor énfasis. Así, la disposición literaria refleja el carácter central de la temática de 2, 6-10a: la curación del paralítico tiene una finalidad, la de demostrar el poder de perdonar de Jesús, un poder que queda destacado en estos versículos.

2, 1-5: La historia comienza con una descripción física: Jesús vuelve a Cafarnaún, que es su base de operaciones para la primera parte de su ministerio, y está «en casa», predicando «la palabra», es decir, el evangelio de la cercanía del reino de Dios (cf. 1, 14-15). Su presencia atrae a él no solo a una multitud de gente que se encuentra ansiosa de escuchar su mensaje, sino también a un paralítico, cuya condición de desamparo queda destacada por el hecho de que tiene que ser llevado en andas por cuatro personas. La condición de este hombre enfermo no es el único problema. Como sucede otras veces en las historias de curaciones, hay un obstáculo que impide que este suplicante se aproxime a Jesús: la fama de Jesús y el poder de su predicación han atraído una muchedumbre tan grande que al paralítico y sus porteadores les resulta imposible acceder a Jesús. esta «barrera» para la curación sirve para aumentar literalmente la tensión y, de esa manera, mantener el interés de la narración. Esta barrera ofrece también a los suplicantes la oportunidad de desplegar una iniciativa extraordinaria, que en nuestro pasaje se llama «fe», una iniciativa cuya finalidad es superar el obstáculo. Según eso, la fe está vinculada a la «superación de fronteras» (G. Theissen).

En este caso, la frontera puede cruzarse a través de un arriesgado movimiento, que realizan los amigos del paralítico. Le suben a lo alto del tejado de la casa, probablemente a través de una escalera exterior de madera, que era típica para ese tipo de viviendas; después, ellos tienen que hacer un agujero a través del entramado de ramas y arcilla (tierra seca) que componen el tejado, y después le bajan en su camilla, sea por medio de cuerdas, sea pasando la camilla a la muchedumbre de abajo.

Jesús percibe esta acción como una expresión de fe. Aunque el motivo de la confianza en el poder del sanador constituye un elemento constante de las antiguas historias de curaciones milagrosas, usualmente, fuera del Nuevo Testamento, la gente «espera» en el poder del sanador en vez de creer en él. El hecho de que las historias del evangelio prefieran la palabra «fe» (pistis) y «creer en» (pisteuein) refleja probablemente la experiencia de la Iglesia, donde esas palabras han venido a convertir en términos técnicos para creer en Jesús y en el Dios que le ha resucitado de la muerte. Por otra parte la progresión que se expresa en nuestra historia, desde la «palabra» de Jesús (2, 2) hasta la «fe» en él (2, 5), recuerda el lenguaje de Rom 10, 17 y puede reflejar el hecho de que los antiguos cristianos tienden a contar historias sobre Jesús a la luz de las experiencias pospascuales. Y el hecho de que la fe de los amigos suscite y ponga en marcha la curación del paralítico y el que ellos le lleven físicamente a la presencia de Jesús puede relacionarse con la práctica cristiana de la oración de intercesión y con el imperativo de «llevar los unos las cargas de los otros» (Gal 6, 2).

El posible reflejo de la antigua vida cristiana continúa mostrándose en la respuesta de Jesús a la fe de los suplicantes. Jesús se vuelve al paralítico, y le dice: «Hijo, tus pecados son perdonados». Estas palabras son fáciles de imaginar en contextos eclesiales, como en la cena del Señor (cf. Mt 26, 28) y en el bautismo cristiano (cf. Hch 2, 38). Sin embargo, ellas responden también al contexto del milagro de curación, porque el pecado estaba asociado con la enfermedad y así podía entenderse como otro obstáculo para la curación. Así, por ejemplo, en el Antiguo Testamento la trasgresión podía llevar a la enfermedad (cf. Sal 103, 3; Is 38, 17). En ocasiones, los dos términos aparecen casi como intercambiables (cf. el uso de curar por perdonar en Sal 41, 3-4; Os 14, 4; Is 57, 18-19, etc.).

Esta vinculación resulta problemática para muchas personas actuales, que tienen dificultades en conectar de una forma tan directa la enfermedad con la trasgresión, como si las enfermedades surgieran siempre por culpa de los pacientes. En nuestro caso queda oscura la conexión exacta entre el aspecto espiritual y físico de la condición del enfermo. Quizá el mejor comentario sobre el tema lo ofrece el texto de Jn 9, 2-3, donde Jesús hace que los discípulos dejen de buscar la presumible responsabilidad que el ciego tiene por su enfermedad, pidiéndoles que dirijan su atención hacia el hecho de que su curación será un testimonio de la llegada de la gracia escatológica de Dios.

2, 6-10: Los escribas interpretan «tus pecados son perdonados» como una pretensión por la que Jesús mostraría su poder de perdonar los pecados, y ellos la rechazan: este perdón va en contra de una prerrogativa de Dios, quien, según varios pasajes del Antiguo Testamento, es el único que tiene el poder de perdonar pecados (cf. Ex 24, 6-7; Is 3, 25; 44, 22). Los escribas fundan su objeción aludiendo al Shemá, el famoso pasaje de Dt 6, 4 que, desde tiempos antiguos, ha constituido el centro de la liturgia de la sinagoga: «Escucha, Israel, el Señor nuestro Dios es Uno». Apoyándose en esta confesión, los escribas razonan dentro de sí mismos, diciendo que nadie puede perdonar pecados «excepto Uno, que es Dios». Jesús no se vuelve atrás. El hecho de que él pueda discernir y exponer los pensamientos más íntimos de los escribas va a favor de su estatus «más que humano», especialmente si tenemos en cuenta que el Antiguo Testamento describe a Dios como a alguien que conoce los corazones de los hombres (cf. 1Sm 17, 28; Sal 139, 23; Prov 24, 12). Jesús supone que la misma curación demostrará sus credenciales.

Pero la objeción de los escribas debe entenderse también en un nivel bíblico más hondo, y Jesús lo hace con la afirmación de «el Hijo del Hombre tiene poder sobre la tierra para perdonar pecados». La yuxtaposición de los términos (sobre la tierra, Hijo del Hombre, autoridad) remite a Dn 7, donde Dios transfiere el poder real a «uno que es como un Hijo de Hombre», es decir, una figura como de hombre, a la que se le concede autoridad para reinar en el tiempo final (eschaton) sobre las naciones de la tierra. Así, para Marcos, el Dios del cielo sigue siendo en el fondo aquel que perdona, pero, en el momento culminante de la historia, él ha delegado su poder de absolución a un «Hijo de Hombre», que realiza y cumple sobre la tierra su voluntad salvadora. Por tanto, «el Hijo del Hombre tiene sobre la tierra la autoridad de perdonar pecados». Entre los judíos levantados contra Roma, la venida del Hijo del Hombre no significaba perdón de los pecados, sino el establecimiento del reino de Dios sobre la tierra. En contra de eso, Jesús en Marcos extiende el reino de Dios desde el cielo sobre la tierra a través del perdón.

2, 10b-12: Cualquiera puede pretender que perdona pecados; lo que resulta más difícil es demostrar que alguien tiene el derecho de elevar semejante pretensión. Jesús lo hace curando al paralítico: la curación confirma la verdad del perdón. Como pasaba en 1, 31, el uso del verbo «levantar» muestra que el poder por el que Jesús cura al hombre es el mismo por el que Dios resucitará («levantará») a Jesús de la muerte. La estrecha correspondencia entre la orden de Jesús al paralítico en 2, 11 y su cumplimiento en 2, 12a sirve, una vez más, para poner de relieve su autoridad mesiánica. El pasivo «fue levantado» indica que el responsable de ello es el poder de Dios. Este dato queda apoyado por el hecho de que la multitud glorifica a Dios, no a Jesús, por lo que ha sucedido.

La conclusión nos lleva al motivo central de 2, 10, con su trasfondo en Dn 7: Jesús actúa con la fuerza del Rey celestial, realizando escatológicamente su voluntad en la tierra. Este matiz escatológico queda reforzado por la conclusión de la narración, que enfatiza la universidad de la respuesta («todos estaban admirados») y la novedad radical de lo ocurrido («nunca hemos visto cosa igual»).

Es significativo que la primera historia de controversia marcana (2, 1-12), que Marcos ha colocado deliberadamente al comienzo de 2, 1-3, 6, tiene un carácter abiertamente cristológico. Ella no se limita a plantear la cuestión de la conducta de Jesús, sino que plantea también el tema de su identidad. Habiendo enunciado el principio de que el Hijo del Hombre tiene en la tierra autoridad para perdonar pecados, en el siguiente pasaje, Jesús quiere demostrarlo de un modo muy «terreno»: comiendo con pecadores.

Caridad y limosneo

CARIDAD Y LIMOSNEO

Tercer apunte de Cuaresma

Fuerza es reconocer que la limosna tradicional no tiene hoy, que digamos, una muy buena prensa. Recomendada siempre por la Iglesia en Cuaresma, junto con la oración y el ayuno, esta famosa trilogía del Sermón de la montaña ha de volver al taller del Evangelio para recobrar su belleza y su fuerza originaria. Ha de expresarse en categorías culturales y sociales de nuestro tiempo para calar en la sensibilidad y en el comportamiento de los hombres de hoy. Volver a las fuentes, abrirse a los signos de los tiempos.

No son ni uno ni dos los que atacan despiadadamente o ponen en solfa a la limosna, alegando que es un modo farisaico de ofrecer por caridad menos de lo que se debe por justicia. Y puestos ya a cuestionarla, se insinúa, con saña sutil, que quien da una limosna se coloca ipso facto por encima del que la recibe, con lo que a este último, que ya era pobre, se le convierte ahora en humillado. Tendría que pedirle perdón el primero. Toma! Pues, aún resta por decir otro piropo: que, para muchos, el limosneo indiscriminado sabe Dios si contribuye a incrementar el alcoholismo y la droga. Dios no lo sabrá, pero yo sí lo sé, decía el portugués.

Vamos, por justicia, a darle una oportunidad a la limosna, para que ella se defienda atacando. ¿No será que a ustedes les caen mal, si no los pobres como tales, lo cual resultaría gordísimo, sí, al menos la riada de mendigos callejeros, que estropean, dicen, el rostro de nuestra ciudad? Esos que nos acosan, cuando no nos crispan, por calles y plazas, en las terrazas de asueto, y, no digamos, a las puertas de las iglesias.

Limosneo, no, pero

Que levante la mano quien no haya experimentado, en alguna medida, un visible malestar y hasta un deseo inconfesado de «quitarse a los pobres de encima». Así las cosas, se impone, ante todo, establecer una clara distinción entre el pobre y el mendigo.

Empezando por este último, la primera limosna que hay que darles es la del respeto. Todo mendigo es pobre (salvo los granujas integrales, quizá por ello más indigentes aún) aunque no todo pobre sea mendigo. En el pobre contempla uno lo más humano del hombre, sin aditivos artificiales. En él te descubres a ti mismo, en tus carencias esenciales; y te imaginas tú en persona como mendigo potencial, que todo puede ocurrir.

¿Cómo darles limosna, sin ton ni son, inspirándonos en lo de «haz el bien y no mires a quién?» Siguen dándose casos de necesidades verdaderas e inmediatas, y, entonces, la limosna es un acierto. Por mi parte, ni ejerzo ni recomiendo esa práctica, sobre todo en ciudades donde hay centros asistenciales para dar comida y techo a los hoy llamados transeúntes, incluidos los mendigos profesionales.

En todo caso, yo me acuso de fruncir el ceño cuando me asaltan los mendigos, de negarles limosna con un silencio pétreo y con palabras no del todo amables; de sólo rascarme el bolsillo a la fuerza por salir del paso o por respeto humano, mezclado todo eso con una vaga compasión, que te deja hecho polvo, lo mismo si das que si niegas la limosna.

Y por eso, sin desdecirme de lo antedicho, me da paz haber contribuido, con algunas personas magníficas, a la creación de centros de acogida, donde pueden acudir día y noche los transeúntes, en busca de techo, alimento y otras oportunidades, a cargo de voluntarios sociales, movidos por el respeto y el amor.

Gracias a Dios y a ellos, nuestra sociedad va adquiriendo gradual y venturosamente un rostro más humano. Para seguir avanzando por el buen camino, hace falta un reequipamiento de valores y regar las raíces del corazón. Por ejemplo, acudiendo a la Biblia:

Isaías: «Parte tu pan con el hambriento, alberga al pobre sin abrigo, viste al desnudo y no vuelvas el rostro ante tu hermano. Entonces brillará tu luz como la aurora y se dejará ver pronto tu salud e irá delante de ti la justicia y detrás de ti la gloria de Yavé» (57, 7-8).

Jesús en el Sermón de la Montaña: «Cuando des limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha, para que la limosna sea oculta y el Padre, que ve lo oculto, te lo premiará» (Mt 6, 3-4)

Jesús en las Obras de misericordia: «Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te alimentamos, sediento y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos peregrino y te acogimos, desnudo y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte? Y el Rey les dirá: Cuantas veces hicisteis eso a uno de estos mis hermanos menores, conmigo lo hicisteis» (Mt 25, 37-40).

La limosna puede concebirse hoy como ayuda material y directa al prójimo necesitado y vergonzante, escondiendo la mano, como en el Sermón del Monte, casi pidiendo excusas al que la recibe. Pero, el camino más normal y extendido va siendo el de la ayuda asistencial a los indigentes en plural, ya sea con la atención primaria de alimento, techo y servicios sanitarios, que no admiten espera; ya, con otros horizontes, apoyando centros de acogida, comedores sociales y campañas pro damnificados. En ocasiones, esto último desencadena una explosión casi nuclear, como pudimos comprobar en las recientes inundaciones de Badajoz. Funciona el corazón, sacas la billetera, tiras del talonario y tacatá.

Se han impuesto, para bien, en este como en tantos otros campos, los agentes y los mediadores: Cáritas, Manos Unidas, Cruz Roja, ONGs innumerables, esparcidas por el mundo. Lo suyo es canalizar ayudas con efectividad, rapidez y conocimiento de causa. ¿Estamos practicando, entonces, una solidaridad sin rostro, una caridad anónima, sin los latidos cercanos de fraternidad? El peligro existe. Das tu número de cuenta, te anotan las transferencias mensuales y sigues en tus cosas. No es que eso esté mal; porque el bien ya se hace, sin que lo compruebe tan siquiera nuestra mano derecha.

Un ejército del bien

Vivimos en un mundo absolutamente otro y las muchedumbres famélicas del planeta asoman cada día las cuencas de sus ojos hundidos y la hiriente anatomía de sus vértebras, a la pequeña pantalla de nuestros comedores bien surtidos. Los vemos y bajamos los ojos, se aceleran los latidos del corazón. Ojos que ven, aunque sea por la tele, corazón que sí siente. ¿Y qué quedará de nuestros contactos, personales y cercanos, con los pobres-pobres? Pregúntenlo a las religiosas consagradas día y noche, aquí y en todo el mundo, a los ancianos, los enfermos, los contagiados de sida, los atendidos en centros de marginación; escuchen a los cientos de millares de voluntarios, cuidadores de inválidos, acompañantes de enfermos domésticos, encargados de niños minusválidos, de gentes abandonadas. Creo firmemente que una vastísima ola de solidaridad y de cercanía fraterna, empapada de savia cristiana y abierta a valores universales, está humedeciendo el alma de nuestra sociedad, la tierra del planeta. Hay más limosna que antes, y mejor que antes. No está prohibido irse monja. Ni apuntarse de voluntario.

– Oiga, no pensará usted que con eso se arregla la sociedad, se corrigen las injusticias, se cambian las estructuras de opresión.

– Claro que no! Tranquilo. Pero, sin solidaridad humana, sin caridad fraterna, sin apoyo mutuo, esos cambios nos llevarían a un mundo de robots. Cierto que hay que cambiar. Para eso sostenemos al Estado con sus presupuestos billonarios, con su inmensa maquinaria para el cambio social. La limosna, en sus mejores versiones, no sustituye a los gobiernos, los parlamentos, o los sindicatos. Pero las minorías más sensibles han mejorado siempre la sociedad y, con ella, a los gobernantes y sus leyes.

Antonio MONTERO
Arzobispo de Mérida-Badajoz

Spe Salvi – Benedicto XVI

21. Pero con su victoria se puso de manifiesto también el error fundamental de Marx. Él indicó con exactitud cómo lograr el cambio total de la situación. Pero no nos dijo cómo se debería proceder después. Suponía simplemente que, con la expropiación de la clase dominante, con la caída del poder político y con la socialización de los medios de producción, se establecería la Nueva Jerusalén. En efecto, entonces se anularían todas las contradicciones, por fin el hombre y el mundo habrían visto claramente en sí mismos. Entonces todo podría proceder por sí mismo por el recto camino, porque todo pertenecería a todos y todos querrían lo mejor unos para otros. Así, tras el éxito de la revolución, Lenin pudo percatarse de que en los escritos del maestro no había ninguna indicación sobre cómo proceder. Había hablado ciertamente de la fase intermedia de la dictadura del proletariado como de una necesidad que, sin embargo, en un segundo momento se habría demostrado caduca por sí misma. Esta « fase intermedia » la conocemos muy bien y también sabemos cuál ha sido su desarrollo posterior: en lugar de alumbrar un mundo sano, ha dejado tras de sí una destrucción desoladora. El error de Marx no consiste sólo en no haber ideado los ordenamientos necesarios para el nuevo mundo; en éste, en efecto, ya no habría necesidad de ellos. Que no diga nada de eso es una consecuencia lógica de su planteamiento. Su error está más al fondo. Ha olvidado que el hombre es siempre hombre. Ha olvidado al hombre y ha olvidado su libertad. Ha olvidado que la libertad es siempre libertad, incluso para el mal. Creyó que, una vez solucionada la economía, todo quedaría solucionado. Su verdadero error es el materialismo: en efecto, el hombre no es sólo el producto de condiciones económicas y no es posible curarlo sólo desde fuera, creando condiciones económicas favorables.

Comentario Domingo II de Cuaresma

Oración

Oh Dios Padre: con tu Hijo Jesús subimos al monte, subimos a ti a orar, escuchar tu Palabra sobre Él, conocer tu camino sobre cada uno de nosotros. Concédenos:

  • ver, como los tres discípulos, que Jesús es único por tu resplandor divino que lo transfigura;
  • descubrir a Jesús como camino hacia Ti y hacia los demás a través de la Palabra de Moisés, de los profetas y de los evangelios;
  • fiarnos de Él cuando “bajamos del monte”, de estar Contigo, y nos pide que le sigamos en los gozos y dificultades de la vida diaria.

 

Mc 9, 2-10

A) «2Seis días después, toma Jesús consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, y los lleva a ellos solos aparte a un monte alto. Y se transfiguró delante de ellos, 3y sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo.

B) 4Y se les aparecieron Elías y Moisés, y conversaban con Jesús. 5Toma la palabra Pedro y dice a Jesús: “Rabbí, ¡qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”. 6Porque no sabía lo que decía ya que estaban atemorizados.

C)7Y se formó una nube que los cubrió con su sombra, y salió una voz desde la nube: “Éste es mi hijo amado; escuchadle”.

B’)8Y de pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos.

A’)9Y cuando bajaban del monte, Jesús les ordenó que a nadie contasen lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. 10Esto se les quedó grabado, y discutían que querría decir aquello de ‘resucitar de entre los muertos’».

¡PALABRA DEL SEÑOR!

 

CONTEXTO

El episodio de la Transfiguración se sitúa entre los dos primeros anuncios de la Pasión, que Jesús hace a los discípulos (Mc 8,31 y 9,31). Tras el primer anuncio, Pedro reacciona de forma negativa, porque no entiende que Jesús, Mesías, tenga que sufrir y morir. Jesús le reprende severamente y después da para todos los discípulos una lección de verdadero discipulado. Después del episodio de hoy viene el largo episodio de la curación del endemoniado epiléptico, al que los discípulos no pueden curar por su falta de fe y de oración, y, de inmediato, el segundo anuncio de la Pasión, con otra reacción negativa del grupo de discípulos. La Transfiguración, pues, es un acontecimiento que adelanta la resurrección de Jesús a un momento de especial dificultad en el discipulado: aceptar la pasión como una etapa más del seguimiento de Jesús.

 

TEXTO

El relato evangélico se estructura en 5 partes, con un centro destacado, la voz de Dios. La primera parte (vv. 2-3: A) se relaciona con la última (vv. 9-10: A’). El escenario es el monte, donde al principio ocurre la experiencia teofánica de Jesús (su “transfiguración”) y al final la mención a la resurrección de lo muertos, haciendo equivalencia entre ambas. La segunda parte (vv. 4-6: B) se relaciona por contraste con la cuarta (v. 8: B’): la presencia de Moisés y Elías en B contrasta con su ausencia en B’; “la Ley y los Profetas” desaparecen, mientras Jesús permanece. En B hay destaca también la reacción equivocada de Pedro, en línea con su reacción después del primer anuncio de la Pasión (cf. Mc 8,32). La parte central (v. 7: C) es el corazón del texto: la voz de Dios declara la identidad de Jesús y su autoridad. ¿Cómo compaginar ser Hijo de Dios y sufrir pasión y muerte?

 

ELEMENTOS A DESTACAR

• Toda la primera parte del texto resalta el “ambiente divino” que rodea a Jesús: el monte (al que sube Jesús para llamar a los Doce: cf. Mc 3,13; al que se retira para orar: cf. Mc 6,46), es símbolo de la esfera de Dios en contacto con los seres humanos; el blanco deslumbrador (resaltado por Marcos como algo que no se consigue por medios humanos) simboliza la gloria de Dios. El texto presenta a Jesús como alguien de condición divina, pero esa condición no le evita “pagar determinados precios”. ¿Qué nos sugiere esto?

• La presencia de Moisés y Elías es muy sugestiva: Moisés puede representar la Ley (dada en otro monte) y Elías, los profetas: ambos elementos eran la base de la religión judía, pero ambos están subordinados a Jesús. Ellos desaparecen de la escena, Jesús permanece. Jesús es más que Moisés y que Elías, más que la Ley y los Profetas. ¿Qué aspectos de nuestra religiosidad o nuestra fe tienen que “desaparecer”? ¿Cuáles deben “permanecer”?

• Pedro reincide en el error. Ni ser discípulo, ni ser el primero de entre ellos, le evita un comportamiento errado. En Marcos, el discipulado es un proceso, no un estatus. Nunca se acaba de ser discípulo, nunca se llega a ser “discípulo acabado”. ¿Consideramos nuestro seguimiento como algo vivo y dinámico, o estamos “quietos y parados”?

• La intervención de Dios desde la nube (símbolo de la presencia divina: cf. Ex 24,15-18) revela la identidad de Jesús: es el Hijo amado. La voz se dirige a los discípulos (a Jesús, en el bautismo) y da una orden: Escuchadle. Esta orden, en el contexto evangélico, tiene un sentido muy concreto: las palabras de Jesús acerca de su destino, difíciles de comprender, también deben ser atendidas. Es una llamada a no rechazar la cruz de Jesús y a seguir el camino de Jesús. La mirada al transfigurado es una invitación a creer en el crucificado, a asumir su proyecto completo, a mantenernos fuertes y fieles en las penalidades, en la persecución, en el sufrimiento, en el fracaso, en la muerte. ¿Qué desafíos nos plantea esto a nuestra fe?

 

Paso 1 Lectio: ¿Qué dice el texto? Atiende todos los detalles posibles. Imagina la escena. Destaca todos los elementos que llaman la atención o te son muy significativos. Disfruta de la lectura atenta. Toma nota de todo lo que adviertas.

Paso 2 Meditatio: ¿Qué me dice Dios a través del texto? Atiende a tu interior. A las mociones (movimientos) y emociones que sientes. ¿Algún aspecto te parece dirigido por Dios a tu persona, a tu situación, a alguna de tus dimensiones?

Paso 3 Oratio: ¿Qué le dices a Dios gracias a este texto? ¿Qué te mueve a decirle? ¿Peticiones, alabanza, acción de gracias, perdón, ayuda, entusiasmo, compromiso? Habla con Dios…

Paso 4 Actio: ¿A qué te compromete el texto? ¿Qué ha movido la oración en tu interior? ¿Qué enseñanza encuentras? ¿Cómo hacer efectiva esa enseñanza?

¿Qué me quiere decir hoy Jesús? – Domingo II de Cuaresma

En este pasaje, Jesús les da una «probadita» del Cielo a tres de sus apóstoles. Y aunque el texto no nos dice por qué, probablemente Cristo lo hizo porque sabía que les esperaban momentos de prueba ante el sufrimiento y la persecución, en los que su fe tendría que estar fortalecida para salir adelante «La Transfiguración» duró muy pocos segundos, pero fue suficiente para que los tres apóstoles, se dieran una idea de lo que les esperaba en el Cielo si perseveraban en su fidelidad a Dios y a su Palabra. Tan hermosa fue la experiencia, que Pedro ya no se quería ir de ahí y sin duda, les ayudó a crecer en su fe.

El Cielo también se experimenta en la tierra aunque de forma limitada: cuando logramos crear en nuestra familia, en la escuela, entre nuestros amigos… ambientes de respeto, de armonía, de ayuda mutua, en pocas palabras, de amor, estamos experimentando parte de lo que será el Cielo. Cuando en la oración sentimos el consuelo de Dino ante el sufrimiento, cuando con la confesión y la Eucaristía sentimos su perdón y el calor de su amor en nuestros corazones arrepentidos…

Y como Pedro, quisiéramos que esos momentos duraran para siempre y rehuirle a los ratos desagradables o difíciles de soportar. Pero aún estamos en la Tierra y hemos de ganarnos el Cielo eterno en nuestro diario vivir. Esos bellos momentos recargan nuestras baterías llenándonos de fe y del Espíritu Santo que nos dará la fuerza para los momentos de prueba que también forman parte de la vida.

Estamos ganando el Cielo eterno cuando nos toca perdonar al que nos ofende; tolerar al que no nos cae muy bien; ayudar al que lo necesita, aun a costa de nuestro sacrificio; callar cuando nos dan ganas de rezongar; trabajar cuando lo que queremos es descansar; compartir cuando apenas tenemos para nosotros… Si afrontamos momentos como estos, llenos de fe, pensando en lo que Dios quiere de nosotros, descubriremos que también en ellos, está Cristo «transfigurado», junto a nosotros.

¿Sé descubrir a Cristo en los momentos difíciles o desagradables?

Para la catequesis: Domingo I de Cuaresma

II Domingo de Cuaresma
Febrero 25, 2018

Gén. 22: 1-2, 9a, 10-13, 15-18; Sal. 116: 10, 15, 16-17, 18-19; Rom. 8:31B-34; Mar. 9:2-10

La Transfiguración

En aquel tiempo, Jesús tomó aparte a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos a un monte alto y se transfiguró en su presencia. Sus vestiduras se pusieron esplendorosamente blancas, con una blancura que nadie puede lograr sobre la tierra. Después se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. Entonces Pedro le dijo a Jesús: “Maestro, ¡que a gusto estamos aquí! Hagamos tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”. En realidad, no sabía lo que decía, porque estaban asustados. Se formó entonces una nube, que los cubrió con su sombra, y de esta nube salió una voz que decía: “Este es mi Hijo amado; escúchenlo.” En este momento miraron alrededor y no vieron a nadie sino a Jesús que estaba solo con ellos. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó que no contaran a nadie lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. Ellos guardaron esto en secreto, pero discutían entre sí que querría decir eso de resucitar de entre los muertos.

Reflexión

La experiencia de la Transfiguración nos da la promesa de un mundo mucho más allá de nuestra propia imaginación y sueños. Jesús invita a los amigos que están con El a conocerle bien y a saber que es el Hijo de Dios verdadero. Converse con los niños sobre los momentos más felices de su vida, ¿Desearían que nunca se hubiese terminado? Jesús nos promete la vida eterna. ¿Como ven a la vida eterna? ¿Que desean hacer con sus vidas? ¿Le piden consejo a Dios en oración?

Actividad

Dibujar tres tiendas de campaña. En una escriban, “Mi momento más feliz.” En otra, “Aquí me encuentro Hoy.” En la tercera, “Esto deseo ser en el futuro,” Que dibujen lo que expresen con palabras. Orar por las almas del purgatorio. (Obra de Misericordia Espiritual)

Oración

Jesús, estos son mis sueños. Yo quiero escucharte; sé que siempre estarás conmigo, pase lo que pase. Jesús, tenemos muchos sueños y esperanzas para nosotros y nuestras familias. Tú prometes escucharnos. Ayúdanos a fijarnos siempre en la vida eterna y a tener confianza en Ti. Rezamos por las almas del purgatorio, especialmente los que no tienen quien recen por ellos. Gracias por amarnos. Amen.

Comentario al evangelio – 21 de febrero

La Cuaresma es el tiempo de una vuelta decidida a Dios, o sea, a sus enseñanzas, a sus caminos, los que nos va mostrando cada día en su Palabra. Palabra que hay que acoger en su totalidad, sin seleccionar sólo aquello que nos gusta, porque todos tenemos partes del Evangelio que nos resultan áridas y a las que nos cuesta convertirnos, como los habitantes de Nínive a los que Jonás insistió una y otra vez hasta que lo consiguió.

Cuaresma es tiempo de obras, de cambio de vida. Nosotros escuchamos con frecuencia la Palabra de Dios. Cada día nos miramos a su espejo para ver si nos vamos configurando con lo que Dios nos pide. Cada día volvemos a la escuela, en la que el Maestro nos va ayudando. Es una de las consignas de la Cuaresma: poner más atención a esa Palabra para contrarrestar otras muchas palabras que luego escuchamos en este mundo, y que generalmente no coinciden con lo que nos ha dicho Dios.

En esto consiste la conversión, mucho más profundo e integrador que las actitudes piadosas que se conforman con exteriorizar lo que toca hacer. Convertirse es aceptar aquella Palabra de Dios que todavía no hemos hecho nuestra. Ese es el signo de que estamos en el camino. Muy distinto al signo que piden a Jesús en el Evangelio de hoy, porque el signo que le piden es exterior y superficial; quieren espectáculo y Jesús se niega. El signo que Jesús quiere es interno, real, que se ve sólo en sus efectos a largo plazo.

Hoy es un buen día para preguntarse:  ¿Señor qué Palabra tuya todavía no he hecho mía? Ayúdame a descubrir mis resistencias, mis frenos, mi negativa a llevar la vida aquellas Palabras del Evangelio que me cuesta creer y vivir. Quiero hacerlas mías, amarlas porque vienen de ti y por ello son para mi “palabras” de vida plena, de vida eterna. Esta es la actitud, este es el signo, esta es la conversión.

Juan Lozano, cmf