El camino de la transformación

Hoy estamos ante una espléndida teofanía de Jesús o transfiguración, momento fuerte en la vida de Jesús, que… nosotros vamos a ponernos muy cerca de Él… estar en todo lo que ocurrió… presentes a todo lo que ocurrió en esta escena. Y para ello vamos a escuchar el Evangelio, donde San Marcos nos habla y nos dice lo siguiente:

Seis días después Jesús toma consigo a Pedro, Santiago y Juan y los lleva a ellos solos aparte a un monte elevado, y se transfiguró ante ellos. Sus vestidos se volvieron resplandecientes y muy blancos, como ningún batanero de la tierra podría blanquearlos. Y se les aparecieron Elías y Moisés, que conversaban con Jesús. Tomó Pedro la palabra y dijo a Jesús: “Rabí, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”, pues no sabía qué decir porque estaban atemorizados. Se formó entonces una nube que los cubrió y desde la nube se oyó una voz: “Éste es mi Hijo amado, escuchadle”. Y echando en el acto una mirada a su alrededor, ya no vieron a nadie, sino a Jesús solo con ellos. Mientras bajaban del monte, les ordenó que no contasen a nadie lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. Y guardaron estas palabras discutiendo entre ellos qué era aquello de “resucitar de entre los muertos”.

Mc 9, 2-10 2o

Realmente es un texto profundo que nos lleva a estar muy centrados junto a Jesús. Vamos a revivir lo que pasó en aquel momento: Jesús ha estado varios días predicando por Cesarea de Filipo y hacía seis días que había hecho la promesa del primado a Pedro, y quiere hacerle comprender cuál va a ser su destino. Para ello van caminando, llegan al pie del monte, del Monte Tabor, y allí coge a sus discípulos más preferidos, a los que les había puesto el sobrenombre, a los tres, y los lleva aparte, solos, a este monte alto. Este monte —Monte Tabor—, que sabemos que está situado en Galilea y a unos 770 metros sobre el Mar de Galilea; allí ahora se ha construido una hermosa basílica de estilo bizantino.

Y mientras oraba, se transfigura. No cambia de figura, se transforma. Ellos se quedan dormidos, cansados, y cuando despiertan se dan cuenta de que Jesús resplandece como el sol, y su figura es como otra; sus vestidos, blanquísimos. Se asustan y ven que está hablando con Moisés y Elías, hablando de cómo iba a ser su muerte, de cómo iba a ser su resurrección. Y cuando estaban así, Pedro, lleno de alegría y de felicidad, se despierta y dice: “¡Qué bien se está aquí! Hagamos tres tiendas”. Pero de pronto, una nube les cubre y oyen una voz: “Éste es mi Hijo amado. Escuchadle”. Y al oírla sienten miedo, se asustan, pero Jesús les dice: “No temáis, levantaos y no temáis. Venga, vámonos, pero no digáis nada a nadie de lo que habéis visto y oído”.

¡Qué texto!… estoy ahí viendo… yo no soy digna, no somos dignos de entrar en esta escena… Pero con cariño, con calor, la vamos a ir profundizando, para encontrarnos y tener un momento profundo con Jesús… ¿Qué quería hacer Jesús con esta teofanía? Reafirmarles la fe, enseñarles el camino de la transformación. Pero fijaos, ¿cómo lo hace? Se retira a orar a un alto para contemplar a Dios. Bien, pues nunca podremos orar si no dejamos en la falda del monte todo lo que nos distrae y nos entorpece. Tenemos que subir, ponernos en contacto con lo sagrado, con el Dios de la gloria.

¿Y qué les enseña más? Que la verdadera transformación pasa por la cruz, por las dificultades, por las persecuciones, por los tormentos. Si yo me quiero transformar en ti, Jesús, sé que tengo que pasar por muchos momentos malos, por caminos arduos, por senderos difíciles, pero Tú me transformarás. ¿Y qué les dice más? Que la verdadera transformación sólo está en seguirle y escuchar su voz. ¡Escucharle! Cuando estos discípulos se vieron cubiertos por la nube… —la nube que significaba la presencia de Dios, la gloria de Dios—, cuando nos sentimos envueltos de la gloria de Dios, cuando nos sentimos muy cerca porque nos pegamos a Él, porque nos metemos en su corazón, sentimos: “Escucha, escucha y no tengas miedo”.

Y también ¿qué nos quiere decir Jesús con este encuentro tan precioso? Que no tenemos que temer. No temáis. A pesar de las pequeñeces que tengamos, a pesar de todo lo que nos rodea, a pesar de lo que nos cubre, siempre tenemos esa nube que nos envuelve y nos lleva a decir: “No temas, Yo estoy contigo”. Pero antes tengo que pasar por la cruz, antes tengo que pasar por todo lo difícil, por todo lo que más cueste. A los discípulos les costó rehacerse, recobrar las fuerzas, y tuvo el Señor que llevarles a ese camino de iluminación para darles aliento. Cuando yo me sienta mal, cuando me sienta sin fuerzas… ¡al Tabor!, al encuentro con el Señor. Allí sentiré la iluminación de Jesús. Pero tengo que escucharle, porque si no es así, resultará desconcertante mi vida, no coincidirá lo que pienso con lo que hago. Y mi escucha tiene que ser sincera y paciente.

Encontrarme con el Señor es descubrirle, es volverle a vivir, y no tener miedo, como el apóstol Pedro que tenía miedo. No. Cuando no entendemos la vida de Jesús, tenemos miedo. Pero ¿cuál es el camino? ¿Cuál es nuestra transformación? La fe, nuestra fe. Por eso hoy le vamos a pedir mucho al Señor que nos haga profundamente fieles en la fe, y que perdamos ya el disfraz de nuestra apariencia. Me recuerda mucho este texto, este encuentro con Jesús… —y le digo muchas veces: “Quítame el disfraz”—, me recuerda a esos típicos carnavales, que van disfrazados y transformados en el exterior; pero todo es apariencia, todo es engaño, todo es disfraz. No, pidamos al Señor que nos quite el disfraz de nuestra vida, que nos quite esa máscara que llevamos, y que vayamos perdiéndolo poco a poco cada vez que nos vayamos encontrando con Él. Y así podemos oír muchas veces con atención: “Éste es mi Hijo amado, escúchalo”. Ya sabemos el camino: escuchar al Señor, ser fuertes, no tener miedo, tenemos que sufrir… ¡Ánimo!, el Señor está con nosotros.

Bien, no nos desprendemos de este momento…, nos quedamos ahí…, escuchamos…, sentimos…, oímos… la voz de Jesús que nos habla y nos dice: “No tengas miedo. Soy Yo. Escúchame”. Pidamos a la Virgen que nos transforme, que nos quite ese disfraz, esa cara que tenemos falsa de la vida; que nos ayude a creer, para que consigamos la verdadera transformación. ¿Dónde? En el Tabor. ¿Con quién? Con Jesús. ¿Cómo? Escuchándolo.

Que así sea.

Francisca Sierra Gómez

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II Vísperas – Domingo II de Cuaresma

II VÍSPERAS
(Oración de la tarde)

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Himno: OH BONDADOSO CREADOR.

Oh bondadoso Creador, escucha
la voz de nuestras súplicas y el llanto
que, mientras dura el sacrosanto ayuno
de estos cuarenta días, derramamos.

A ti, que escrutas nuestros corazones
y que conoces todas sus flaquezas,
nos dirigimos para suplicarte
la gracia celestial de tu indulgencia.

Mucho ha sido, en verdad, lo que pecamos,
pero estamos, al fin, arrepentidos,
y te pedimos, por tu excelso nombre,
que nos cures los males que sufrimos.

Haz que, contigo ya reconciliados,
podamos dominar a nuestros cuerpos,
y, llenos de tu amor y de tu gracia,
no pequen más los corazones nuestros.

Oh Trinidad Santísima, concédenos,
oh simplicísima Unidad, otórganos
que los efectos de la penitencia
de estos días nos sean provechosos. Amén.

SALMODIA

Ant 1. Desde Sión extenderá el Señor el poder de tu cetro, entre esplendores sagrados.

Salmo 109, 1-5. 7 – EL MESÍAS, REY Y SACERDOTE.

Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies.»

Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.

«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora.»

El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno
según el rito de Melquisedec.»

El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.

En su camino beberá del torrente,
por eso levantará la cabeza.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Desde Sión extenderá el Señor el poder de tu cetro, entre esplendores sagrados.

Ant 2. Adoramos a un sólo Dios, que hizo el cielo y la tierra.

Salmo 113 B – HIMNO AL DIOS VERDADERO.

No a nosotros, Señor, no a nosotros,
sino a tu nombre da la gloria;
por tu bondad, por tu lealtad.
¿Por qué han de decir las naciones:
«Dónde está su Dios»?

Nuestro Dios está en el cielo,
lo que quiere lo hace.
Sus ídolos, en cambio, son plata y oro,
hechura de manos humanas:

tienen boca, y no hablan;
tienen ojos, y no ven;
tienen orejas, y no oyen;
tienen nariz, y no huelen;

tienen manos, y no tocan;
tienen pies, y no andan;
no tiene voz su garganta:
que sean igual los que los hacen,
cuantos confían en ellos.

Israel confía en el Señor:
él es su auxilio y su escudo.
La casa de Aarón confía en el Señor:
él es su auxilio y su escudo.
Los fieles del Señor confían en el Señor:
él es su auxilio y su escudo.

Que el Señor se acuerde de nosotros y nos bendiga,
bendiga a la casa de Israel,
bendiga a la casa de Aarón;
bendiga a los fieles del Señor,
pequeños y grandes.

Que el Señor os acreciente,
a vosotros y a vuestros hijos;
benditos seáis del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.
El cielo pertenece al Señor,
la tierra se la ha dado a los hombres.

Los muertos ya no alaban al Señor,
ni los que bajan al silencio.
Nosotros, sí, bendeciremos al Señor
ahora y por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Adoramos a un sólo Dios, que hizo el cielo y la tierra.

Ant 3. Dios no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó a la muerte por todos nosotros.

Cántico: PASIÓN VOLUNTARIA DE CRISTO, SIERVO DE DIOS 1Pe 2, 21b-24

Cristo padeció por nosotros,
dejándonos un ejemplo
para que sigamos sus huellas.

El no cometió pecado
ni encontraron engaño en su boca;
cuando le insultaban,
no devolvía el insulto;
en su pasión no profería amenazas;
al contrario,
se ponía en manos del que juzga justamente.

Cargado con nuestros pecados subió al leño,
para que, muertos al pecado,
vivamos para la justicia.
Sus heridas nos han curado.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Dios no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó a la muerte por todos nosotros.

LECTURA BREVE   1Co 9, 24-25

Los atletas que corren en el estadio corren todos, pero uno sólo consigue el premio. Corred como él, para conseguirlo. Todo atleta se impone moderación en todas sus cosas. Ellos lo hacen para alcanzar una corona que se marchita; nosotros una que no se ha de marchitar jamás.

RESPONSORIO BREVE

V. Escúchanos, Señor, y ten piedad, porque hemos pecado contra ti.
R. Escúchanos, Señor, y ten piedad, porque hemos pecado contra ti.

V. Cristo, oye los ruegos de los que te suplicamos.
R. Porque hemos pecado contra ti.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Escúchanos, Señor, y ten piedad, porque hemos pecado contra ti.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. A nadie deis a conocer esta visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. A nadie deis a conocer esta visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.

PRECES

Demos siempre gracias a Cristo, nuestra cabeza y nuestro maestro, que vino a servir y a hacer el bien a todos, y digámosle humilde y confiadamente:

Atiende, Señor, a tu Iglesia.

Asiste, Señor, a los obispos y presbíteros de la Iglesia y haz que cumplan bien su misión de ser instrumentos tuyos, cabeza y pastor de la Iglesia,
para que por medio de ti conduzcan a todos los hombres al Padre.

Que tus ángeles sean compañeros de camino de los que están de viaje,
para que se vean libres de todo peligro de cuerpo y de alma.

Enséñanos, Señor, a servir a todos los hombres,
imitándote a ti, que viniste a servir y no a ser servido.

Haz que en toda comunidad humana reine un espíritu fraternal,
para que, estando tú en medio de ella, sea como una plaza fuerte.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Sé misericordioso, Señor, con todos los difuntos y admítelos a contemplar la luz de tu rostro.

Unidos fraternalmente, dirijamos al Padre nuestra oración común:

Padre nuestro…

ORACION

Señor, Padre Santo, que nos has mandado escuchar a tu amado Hijo, aliméntanos con el gozo interior de tu palabra, para que, purificados por ella, podamos contemplar tu gloria con mirada limpia en la perfección de tus obras. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

Domingo II de Cuaresma

Las tres lecturas de hoy nos conducen a la cumbre de una montaña. En la primera lectura es la del país de Moriah lugar del sacrificio de Abraham, y en el Evangelio es el Tabor en el que se transfiguró Jesús en presencia de sus tres discípulos más próximos. La segunda lectura tomada de la Carta de San Pablo a los Romanos, nos remite al Calvario en el que Jesús ha sido entregado por nosotros.

Hay algo de fascinante en una montaña que nos permite elevarnos desde el llano y del común de los mortales, cumbres que provocan en estos mortales una cierta euforia. Todos sabemos el atractivo que estas cumbres ejercen sobre los gran des alpinistas, incluso cuando saben muy bien que ello puede suponer para ellos un riesgo para sus vidas. Ahora bien, en la Biblia la montaña es asimismo y sobre todo el lugar del encuentro con Dios, y ello tanto en las grandes teofanías como sencillamente en los momentos de oración silenciosa lejos de las muchedumbres En una montaña, en el corazón mismo de la nube se encuentra Moisés con Dios que le habla cara a cara como se habla a un amigo. En el mismo Sinaí hace Elías la experiencia de Dios, al término de un largo andar, más allá de sus miedos y del descubrimiento de su debilidad, no en el fragor del trueno o en los rayos o en los temblores de tierra, sino en la “brisa ligera” .

Cuando Jesús quería separarse de los discípulos que le seguían y de la muchedumbres que le perseguían, para un encuentro con su Padre en una oración silenciosa, subía a la montaña, a poder ser de noche. En cierta ocasión, hacia el fin de sus días, cuando comenzaba ya a preparar a sus discípulos a la perspectiva de su muerte violenta,, lleva consigo a la montaña a sus discípulos privilegiados: Pedro, Santiago y Juan – para asociarlos a su oración – a los tres mismos a los que asociará a su oración dolorosa y desgarradora en el huerto de Getsemaní.

De la misma manera que la cima de una montaña es el punto de contacto simbólico entre la tierra y el cielo, es la oración el momento del encuentro del tiempo y la eternidad. Verdad es que la oración no nos hace salir del tiempo, pero nos libera de los límites del tiempo y nos introduce en el presente eterno de Dios, ese presente eterno al que se refería Jesús cuando hablaba del “Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob”, que e el Dios de los vivos y de los muertos, para demostrar la resurrección de los muertos. La oración nos libera asimismo de los límites geográficos. Y así puede entenderse que la montaña a la que conduce Jesús a sus discípulos sea a un tiempo Tabor y Sinaí; allí se encuentran a un tiempo Jesús y sus discípulos, por una parte, y Moisés y Elías, por otra. Todos se reúnen en el presente eterno del Encuentro con Dios, en esa nube que cubre por el momento las diferencias de tiempo y lugar.

Tan colmado, tan transportado se halla Pedro, que desea quedarse allí, sin saber apenas lo que le está sucediendo y sin saber, por consiguiente, qué decir. Lo único que sabe es que es bueno, y que quisiera prolongar ese momento de profundo bienestar. La revelación que el Padre le hace es que Jesús, que los ha introducido en esta experiencia asociándolos a su oración es su Hijo: “Éste es mi hijo muy amado. Escuchadlo”. Lo que tiene que decirles, eso de lo que hablaba con Moisés y Elías, es la cercanía de su muerte. Por lo que a la experiencia que acaban de vivir se refiere, le pide que con nadie hablen de ella hasta tanto que “haya resucitado de entre los muertos” – expresión que no acaban aún de captar.

Esa bienaventuranza, esa bendición, que viven los discípulos en estos instantes privilegiados, es la misma que le fue prometida a Abraham y a su descendencia, como recompensa a su obediencia radical a lo que consideraba él ser la voluntad de Dios (véase la primera lectura).

A Isaac, el hijo de Abraham, le fue perdonada la vida y en lugar suyo fue inmolado un carnero (sucesos que celebraban los musulmanes en estos últimos días en la gran fiesta del Ain Kebir). Al haber dado por concluida la era de los sacrificios , ha muerto Jesús mismo por nosotros, como nos lo recuerda la Carta a los Romanos. En adelante se halla a la derecha del Padre, uniendo de manera definitiva tiempo y eternidad, y dándonos la opción de penetrar junto con Él en la eternidad cada vez que nos acerquemos a él en la oración, oración que nos d la posibilidad de entrar en contacto junto con él con el Padre, y con todos los que se hallan ya en la gloria, más allá de los límites del lugar y del tiempo, en que aún nos hallamos.

A. Veilleux

Claridad en el aula

Cualquiera que se dedique a la docencia ha de tener bien claro que el primer requisito para que los alumnos presten atención, se interesen por el tema y aprendan, consiste en motivarlos, en ofrecerles algo atractivo que los incentive y los sitúe en estado de alerta; de lo contrario, la lección se deslizará y se desvanecerá por las rendijas del aburrimiento… Y Jesús, el gran Maestro, esta lección la tenía bien aprendida.

Hace escasamente una semana, les había anunciado a los discípulos que el hijo del hombre habría de ser juzgado, condenado, torturado, muerto en una cruz, y que a los tres días resucitaría. Los apóstoles no comprendieron muy bien lo que era eso de «resucitar», pero sí presintieron la dureza de los acontecimientos que se avecinaban. Estaban abatidos, tristes. Sin alegría, sin esperanza, sin vida. Fue entonces cuando el Maestro decidió llevar a Pedro, Santiago y Juan a un monte alto y allí transfigurarse para deslumbrar y motivar al alumnado, al objeto de que recuperasen el camino de la alegría…Jesús pretendía ofrecer un anticipo de lo que sería el cielo, el reino prometido.

En el escenario del monte Tabor la circunstancia más impactante, que se convirtió en protagonista, fue la deslumbrante luminosidad que propició la exclamación asombrada del impulsivo Pedro: «¡Señor, qué bien se está aquí; hagamos tres chozas…». Y es que, al igual que los apóstoles, las personas, la sociedad y el mundo estamos necesitados de luz, hambrientos de claridad, de ganas de vivir.

En una ocasión escuché decir a un obispo amigo mío que en la vida, para ser feliz, no sólo se requieren medios sino también, y sobre todo, motivos… A mi me ponen muy triste las personas tristes. Hay algunos que parece que hubieran nacido con un gesto de sequedad congénita o que se les hubiesen atrofiado los músculos de la sonrisa; nunca están contentos, viven de espaldas a la alegría… Otros desearían ser felices, pero no encuentran algo, o alguien que los motive; su única compañera es la apatía, la indiferencia, el inmovilismo… En su interior anida la oscuridad, el desaliento, necesitan, como el paralítico, que alguien los introduzca en la piscina, o mejor en el océano de la alegría, del sosiego, de la paz. En definitiva, tienen hambre de luz, de claridad.

La escena del Tabor, embriagada de luz y claridad, constituye un auténtico derroche de felicidad, premonición de la otra que no se acabará nunca. En aquel local escueto y sencillo (la cima del monte), se estaba impartiendo la lección más brillante del Maestro de Nazaret, que contó con el refrendo de la voz del Padre: «Este es mi hijo amado; escuchadle a él». Aquella aula improvisada se llenó de claridad. Y la mejor prueba de la eficacia de la lección impartida la tenemos en sus resultados: en el comportamiento ulterior de aquellos discípulos… Yo me pregunto: «¿De qué hablarías los cuatro mientras descendían del monte?».

Pedro Mari Zalbide

Domingo II de Cuaresma

Está claro que este relato, en el segundo domingo de Cuaresma, apunta claramente a la resurrección de Jesús. El relato lo sugiere al presentar a Jesús transfigurado, deslumbrante. Y el mismo Jesús hace referencia expresa a su propia resurrección de entre los muertos. Estamos, por tanto, ante un evangelio de vida que trasciende la muerte y pretende mantener viva la esperanza. Además, la palabra del Padre dijo muy claro, desde la nube, que escucharan solo a Jesús. Lo que era dar las máximas garantías de credibilidad a lo que Jesús iba a decir a los discípulos.

Pero el relato termina diciendo que ellos no se enteraron de lo que Jesús les anunció. Por eso discutían qué quería decir aquello. No era la primera vez, ni la última, que los discípulos se atascaban ante el anuncio de la resurrección. Siempre que, según parece, Jesús les anunció este desenlace final (Mt 16, 21; Mc 14, 28; Lc 9, 22; Mc 8, 31; 9, 8-10; 9, 31) no se enteraron ni supieron de qué hablaba, ni aquello les sirvió de motivo para la esperanza. Prueba de ello es que, según los relatos de las apariciones del Resucitado, los discípulos se resistieron a creer que aquello era verdad.

La transfiguración es el anticipo de algo que a muchos no nos acaba de entrar en la cabeza: la vida de Jesús no es un recuerdo de la historia pasada, sino que sigue presente en la historia nuestra, en la historia de todos los tiempos. Porque Jesús es el Viviente, que trasciende el espacio y el tiempo. Por eso ahora y siempre podemos seguir «escuchando» su palabra. Y por eso no nos debe sorprender que nos resulte tan complicado entender lo que quiere decir.

José María Castillo

Spe Salvi – Benedicto XVI

25. Una consecuencia de lo dicho es que la búsqueda, siempre nueva y fatigosa, de rectos ordenamientos para las realidades humanas es una tarea de cada generación; nunca es una tarea que se pueda dar simplemente por concluida. No obstante, cada generación tiene que ofrecer también su propia aportación para establecer ordenamientos convincentes de libertad y de bien, que ayuden a la generación sucesiva, como orientación al recto uso de la libertad humana y den también así, siempre dentro de los límites humanos, una cierta garantía también para el futuro. Con otras palabras: las buenas estructuras ayudan, pero por sí solas no bastan. El hombre nunca puede ser redimido solamente desde el exterior. Francis Bacon y los seguidores de la corriente de pensamiento de la edad moderna inspirada en él, se equivocaban al considerar que el hombre sería redimido por medio de la ciencia. Con semejante expectativa se pide demasiado a la ciencia; esta especie de esperanza es falaz. La ciencia puede contribuir mucho a la humanización del mundo y de la humanidad. Pero también puede destruir al hombre y al mundo si no está orientada por fuerzas externas a ella misma. Por otra parte, debemos constatar también que el cristianismo moderno, ante los éxitos de la ciencia en la progresiva estructuración del mundo, se ha concentrado en gran parte sólo sobre el individuo y su salvación. Con esto ha reducido el horizonte de su esperanza y no ha reconocido tampoco suficientemente la grandeza de su cometido, si bien es importante lo que ha seguido haciendo para la formación del hombre y la atención de los débiles y de los que sufren.

Lectio Divina – 25 de febrero

Lectio: Domingo, 25 Febrero, 2018

La Transfiguración de Jesús: la cruz en el horizonte
La pasión que conduce a la gloria

Marco 9:2-10

1. Oración inicial

Señor Jesús, envía tu Espíritu, para que Él nos ayude a leer la Biblia en el mismo modo con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús. Con la luz de la Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de Dios en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz, que parecía ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y resurrección.

Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren. Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús, podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo pedimos a Ti, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu. Amén.

2. Lectura

a) Clave de lectura:

En este segundo domingo de cuaresma, la Iglesia medita sobre la Transfiguración de Jesús delante de tres de sus discípulos que con Él subieron a la montaña. La Transfiguración acontece después del primer anuncio de la Muerte de Jesús (Lc 9,21-22). Este anuncio había dejado confundidos a los dos discípulos y sobre todo a Pedro. Observemos de cerca, en sus mínimos detalles, el texto que nos describe la transfiguración de modo que nos demos cuenta cómo esta experiencia diversa de Jesús ha podido ayudar a los discípulos a vencer y superar la crisis en la que se hallaban. En el curso de la lectura tratemos de estar atentos a cuanto sigue:¿Cómo sucede la transfiguración y cuál es la reacción de los discípulos ante esta Marco 9:2-10experiencia?

b) Una división del texto para ayudarnos en su lectura:

Marcos 9,2-4: La Transfiguración de Jesús delante sus discípulos
Marcos 9,5-6: La reacción de Pedro ante la transfiguración
Marcos 9,7-8: La palabra del cielo que explica el sentido de la Transfiguración
Marcos 9,9-10: Mantener el secreto de lo que vieron

c) Texto:

2 Seis días después, toma Jesús consigo a Pedro, Santiago y Juan, y los lleva, a ellos solos, aparte, a un monte alto. Y se transfiguró delante de ellos, 3 y sus vestidos se volvieron resplandecientes, muy blancos, tanto que ningún batanero en la tierra sería capaz de blanquearlos de ese modo. 4 Se les aparecieron Elías y Moisés, y conversaban con Jesús. 5 Toma la palabra Pedro y dice a Jesús: «Rabbí, bueno es estarnos aquí. Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías»; 6 -pues no sabía qué responder ya que estaban atemorizados-. 7 Entonces se formó una nube que les cubrió con su sombra, y vino una voz desde la nube: «Este es mi Hijo amado, escuchadle.» 8 Y de pronto, mirando en derredor, ya no vieron a nadie más que a Jesús solo con ellos.
9 Y cuando bajaban del monte les ordenó que a nadie contasen lo que habían visto hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. 10 Ellos observaron esta recomendación, discutiendo entre sí qué era eso de «resucitar de entre los muertos.»

3. Un momento de silencio orante

para que la Palabra de Dios pueda entrar en nosotros e iluminar nuestra vida.

4. Algunas preguntas

para ayudarnos en la meditación y en la oración.

a) ¿Cuál es el punto de este texto que te ha gustado más y que ha llamado más tu atención?
b) ¿Cómo sucede la transfiguración y cuál es la reacción de los discípulos ante esta experiencia?
c) ¿Por qué el texto presenta a Jesús con vestidos resplandecientes mientras habla con Moisés y con Elías? ¿Qué significan para Jesús Moisés y Elías? ¿Y qué significan para los discípulos?
d) ¿Cuál es el mensaje de la voz del cielo para Jesús? ¿Y cuál es el mensaje para los discípulos?
e) ¿Cómo transfigurar hoy, la vida personal y familiar, y la vida comunitaria en nuestro barrio?

5. Para los que desean profundizar mayormente en el tema

a) Contexto de entonces y de hoy

El anuncio de la pasión sumergió a los discípulos en una profunda crisis. Ellos se encontraban en medio de los pobres, pero en sus cabezas todo era confusión, perdidos como estaban en la propaganda del gobierno y en la religión oficial de la época (Mc 8,15). La religión oficial enseñaba que el Mesías sería glorioso y victorioso. Y es por esto por lo que Pedro reacciona con mucha fuerza contra la cruz (Mc. 8-32) Un condenado a la muerte de cruz no podía ser el Mesías, al contrario, según la Ley de Dios, debía ser considerado como un “maldito de Dios” (Dt 21,22-23). Ante esto, la experiencia de la Transfiguración de Jesús podía ayudar a los discípulos a superar el trauma de la Cruz. En efecto, en la Transfiguración, Jesús aparece en la gloria, y habla con Moisés y con Elías de su Pasión y Muerte (Lc 9,31). El camino de la gloria pasa por tanto por la cruz.

En los años 70, cuando Marcos escribe su evangelio, la cruz constituía un gran impedimento para la aceptación de Jesús como Mesías por parte de los judíos. ¿Cómo podía ser que un crucificado, muerto como un marginado, pudiese ser el gran Mesías esperado por siglos de los pueblos? La cruz era un impedimento para creer en Jesús. “La cruz es un escándalo” decían (1Cor 1,23). Las comunidades no sabían cómo responder a las preguntas críticas de los judíos. Uno de los mayores esfuerzos de los primeros cristianos consistía en ayudar a las personas a comprender que la cruz no era un escándalo, ni locura, antes bien, era la expresión del poder y de la sabiduría de Dios (1Cor 1,22-31). El evangelio de Marcos contribuye a este esfuerzo. Se sirve de textos del Viejo Testamento para describir la escena de la Transfiguración. Ilumina los hechos de la vida de Jesús y muestra que en Jesús se ven realizadas las profecías y que la Cruz es el camino que conduce a la gloria. ¡Y no sólo la cruz de Jesús era un problema!. En los años 70 la cruz de la persecución formaba parte de la vida de los cristianos. En efecto, poco tiempo antes, Nerón había desencadenado la persecución y hubo muchos muertos. Hasta hoy, muchas personas sufren porque son cristianos y porque viven el evangelio. ¿Cómo afrontar la cruz? ¿Qué significado tiene? Con estas preguntas en la mente meditemos y comentemos el texto de la Transfiguración.

b) Comentario del texto

Marcos 9,2-4: Jesús cambia de aspecto
Jesús sube a un monte alto. Lucas agrega que allí se dirige para rezar (Lc 9,28). Allí, sobre la cima de la montaña, Jesús aparece en la gloria delante de Pedro. Santiago y Juan. Junto a Él aparecen también Moisés y Elías. El monte alto evoca al Monte Sinaí, donde, en el pasado, Dios había manifestado al pueblo su voluntad, consignando la ley a Moisés. Las vestiduras blancas de Jesús recuerdan a Moisés envuelto en la luz cuando habla con Dios en la Montaña y recibe de Dios la Ley (cf. Ex 24,29-35). Elías y Moisés, las dos más grandes autoridades del Viejo Testamento, hablan con Jesús. Moisés representa la Ley. Elías la Profecía. Lucas dice que la conversación se establece sobre la Muerte de Jesús en Jerusalén (Lc 9,31). Así quedaba claro que el Viejo Testamento, tanto la Ley como los Profetas, enseñaban ya que el camino de la gloria pasa por la cruz (Cf. Is 53).

Marcos 9,5-6) A Pedro le place lo que acontece, pero no entiende
A Pedro le agrada todo lo que sucede y quiere asegurarse el momento placentero sobre la Montaña. Propone construir tres tiendas. Marcos dice que Pedro tenía miedo, sin saber lo que estaba diciendo, y Lucas añade que los discípulos tenían sueño (Lc 9,32). Ellos son como nosotros, ¡para ellos es difícil entender la Cruz!
La descripción del episodio de la transfiguración comienza con una afirmación: “Seis días después”. ¿A qué se refieren estos seis días? Algunos estudiosos explican así la frase: Pedro quiere construir tiendas, porque era el sexto día de las fiestas de las tiendas. Era una fiesta muy popular de seis días que festejaba el don de la ley de Dios y los cuarenta años pasados en el desierto. Para recordar estos cuarenta años, el pueblo debía transcurrir una semana de la fiesta en tiendas improvisadas. Por esto se llamaba Fiesta de las Tiendas. Si no era posible la celebración de todos los seis días, por lo menos que se hiciese en el sexto día. La afirmación “ después de seis días” sería una alusión a la fiesta de las tiendas. Por esto Pedro recuerda la obligación de construir tiendas. Y se ofrece espontáneamente para construirlas. Así Jesús, Moisés y Elías habrían podido seguir conversando.

Marcos 9,7: La voz del cielo esclarece los hechos
Apenas Jesús queda envuelto en la gloria, una voz del cielo dice: ¡Este es mi Hijo predilecto! ¡Escuchadlo! La expresión “Hijo predilecto” evoca la figura del Mesías Siervo, anunciado por el profeta Isaías (cf. Is 42,1). La expresión “Escuchadlo” evoca la profecía que prometía la llegada de un nuevo Moisés (cf. Dt 18,15). En Jesús, se están realizando las profecías del Viejo Testamento. Los discípulos no podían dudarlo. Los cristianos de los años 70 no podían dudarlo. Jesús es verdaderamente el Mesías glorioso, pero el camino de la gloria pasa por la cruz, según el anuncio dado en la profecía del Siervo (Is 53,3-9). La gloria de la Transfiguración es la prueba. Moisés y Elías lo confirman. El Padre es el garante. Jesús la acepta.

Marcos 9,8: ¡Sólo Jesús y nadie más!
Marcos dice que, después de la visión, los discípulos sólo ven a Jesús y a nadie más. La insistencia en afirmar que sólo ven a Jesús, sugiere que desde ahora en adelante Jesús es la única revelación de Dios para nosotros. Para nosotros los cristianos, Jesús, y solamente Él, es la llave para comprender todo el sentido del Viejo Testamento.

Marcos 9,9-10: Saber quedar en silencio
Jesús pide a sus discípulos que no digan a nadie nada, hasta que no hubiera resucitado de entre los muertos, pero los discípulos no lo entendieron. En efecto, no entiende el significado de la Cruz, quien no une el sufrimiento a la resurrección. La Resurrección de Jesús es la prueba de que la vida es más fuerte que la muerte.

Marcos 9, 11-13: El regreso de Elías
El profeta Malaquías había anunciado que Elías debía volver para preparar el camino del Mesías (Ml 3,23-24). Este mismo anuncio se encuentra en el libro del Eclesiástico (Eclo 48,10)
Entonces ¿cómo podía ser Jesús el Mesías, si Elías todavía no había vuelto? Por esto, los discípulos preguntaban: “¿Por qué los escribas dicen que primero debe venir Elías?” (9,11). La repuesta de Jesús es clara: “Yo os digo que Elías ya ha venido, pero han hecho de él lo que han querido, como está escrito de él ( 9,13). Jesús estaba hablando de Juan el Bautista, asesinado por Herodes (Mt 17,13).

c) Ampliando conocimientos:

i) La Transfiguración: el cambio que se da en la práctica de Jesús

En medio de los conflictos con los fariseos y los herodianos (Mc 8,11-21), Jesús deja la Galilea y se dirige a la región de Cesárea de Filipo (Mc 8,27), donde comienza a preparar a sus discípulos. Por el camino, lanza una pregunta: “¿Quién dice la gente que soy yo?” (Mc 8,27). Después de haber escuchado la respuesta que lo consideraban el Mesías, Jesús empieza a hablar de su Pasión y Muerte (Mc 8,31). Pedro reacciona: “¡No quiera Dios, Señor, que esto suceda!” (Mt 16,22). Jesús replica: “¡Lejos de mi Satanás” Tú me sirves de escándalo, porque no piensas según Dios, sino según los hombres!” (Mc 8,33). Fue un momento de crisis. Los discípulos presos por la idea de un mesías glorioso (Mc 8, 32-33; 9,32), no comprenden la propuesta de Jesús y tratan de conducirla por otro camino. Estaba cercana la fiesta de las Tiendas, (cf. Lc 9,33), en la que la expectativa mesiánica popular por lo general acostumbraba a aumentar y mucho. Jesús sube a la montaña a orar (Lc 9,28). Vence la tentación por medio de la oración. La manifestación del Reino sería muy diferente de lo que la gente se imaginaba. La victoria del Siervo llegaría a través de la condena a muerte (Is 50,4-9; 53,1-12). La cruz aparece en el horizonte, no ya como una posibilidad, sino más bien como una certeza. A partir de este momento, comienza una mutación en la práctica de Jesús. He aquí algunos puntos significativos de esta mutación:

Pocos milagros. Asistíamos antes a muchos milagros. Ahora, a partir de Mc 8,27; Mt 16,13 y Lc 9,18, los milagros constituyen casi una excepción en la actividad de Jesús.

Anuncio de la Pasión. Antes se hablaba de la pasión, como de una posibilidad remota (Mc 3,6) Ahora se habla constantemente (Mc 8,31; 9,9.31; 10,33.38).

Tomar la Cruz . Antes, Jesús anunciaba a llegada inminente del Reino. Ahora insiste en la vigilancia, en las exigencias del seguimiento y en la necesidad de tomar la cruz. (Mt 16,24-26; 19,27-30; 24,42-51; 25,1-13: Mc 8,34; 10,28-31: Lc 9,23-26.57-62; 12,8-9.35-48; 14,25-33; 17,33; 18,28-30).

Enseña a los discípulos. Primero enseñaba a la gente. Ahora se preocupa mayormente de la formación de los discípulos. Les pide escoger de nuevo (Jn 6,67) y comienza a prepararlos para la misión que vendrá pronto. Sale de la ciudad para poder estar con ellos y ocuparse de su formación (Mc 8,27; 9,28.30-35; 10.10.23.28-32; 11,11).

Parábolas diversas. Antes, las parábolas revelaban los misterios del Reino presente en la actividad de Jesús. Ahora las parábolas orientan hacia el juicio futuro, hacia el final de los tiempos: los viñadores homicidas (Mt 21, 33-46); el siervo despiadado (Mt 18,23-35); los trabajadores de la hora undécima (Mt 20,1-16); los dos hijos (Mt 21,28-32); el banquete de bodas (Mt 22,1-14); los diez talentos (Mt 25, 14-30). Jesús asume la voluntad del Padre que se revela en la nueva situación, y decide andar a Jerusalén (Lc 9,51). Asume esta decisión de tal modo que asusta a los discípulos , que no consiguen entender estas cosas (Mc 10,32; Lc 18,31-34): En aquella sociedad, el anuncio del Reino tal como era anunciado por Jesús no era tolerado. Y por tanto o cambiaba o ¡sería muerto! Jesús no cambió el anuncio. Continuó siendo fiel al Padre y a los pobres. ¡Por esto fue condenado a muerte!

ii) La transfiguración y la vuelta del Profeta Elías

En el Evangelio de Marcos, el episodio de la Transfiguración (Mc 9,2-8) va unido a la cuestión de la vuelta del profeta Elías (Mc 9,9-13). En aquel tiempo, la gente esperaba el regreso del profeta Elías y no se daba cuenta que Elías ya había vuelto en la persona de Juan Bautista (Mc 9,13). Hoy sucede la misma cosa. Muchas personas viven esperando el retorno de Jesús y escriben incluso en los muros de las ciudades: ¡Jesús volverá!.Ellos no se dan cuenta que Jesús está ya presente en nuestra vida. De vez en cuando, como un relámpago improvisado, esta presencia de Jesús irrumpe y se ilumina, transformando nuestra vida. Una pregunta que cada uno debe hacerse: ¿Mi fe en Jesús, me ha regalado ya algún momento de transfiguración y de intensa alegría? ¿Cómo me han dado fuerza estos momentos de alegría en los momentos de dificultad?

6. Oración de un Salmo: Salmo 27 (26)

El Señor es mi luz

Yahvé es mi luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
Yahvé, el refugio de mi vida,
¿ante quién temblaré?
Cuando me asaltan los malhechores
ávidos de mi carne,
ellos, adversarios y enemigos,
tropiezan y sucumben.

Aunque acampe un ejército contra mí,
mi corazón no teme;
aunque estalle una guerra contra mí,
sigo confiando.

Una cosa pido a Yahvé,
es lo que ando buscando:
morar en la Casa de Yahvé
todos los días de mi vida,
admirar la belleza de Yahvé
contemplando su templo.

Me dará cobijo en su cabaña
el día de la desgracia;
me ocultará en lo oculto de su tienda,
me encumbrará en una roca.
Entonces levantará mi cabeza
ante el enemigo que me hostiga;
y yo ofreceré en su tienda
sacrificios de victoria.
Cantaré, tocaré para Yahvé.

Escucha, Yahvé, el clamor de mi voz,
¡ten piedad de mí, respóndeme!
Digo para mis adentros:
«Busca su rostro».

Sí, Yahvé, tu rostro busco:
no meocultes tu rostro.
No rechaces con ira a tu siervo,
que tú eres mi auxilio.
No me abandones, no me dejes,
Dios de mi salvación.
Si mi padre y mi madre me abandonan,
Yahvé me acogerá.

Señálame, Yahvé, tu camino,
guíame por senda llana,
pues tengo enemigos.

No me entregues al ardor de mis rivales,
pues se alzan contra mí testigos falsos,
testigos violentos además.
Creo que gozaré
de la bondad de Yahvé
en el país de la vida.
Espera en Yahvé, sé fuerte,
ten ánimo, espera en Yahvé.

7. Oración final

Señor Jesús, te damos gracia por tu Palabra que nos ha hecho ver mejor la voluntad del Padre. Haz que tu Espíritu ilumine nuestras acciones y nos comunique la fuerza para seguir lo que Tu Palabra nos ha hecho ver. Haz que nosotros como María, tu Madre, podamos no sólo escuchar, sino también poner en práctica la Palabra. Tú que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos. Amén.

Una verdadera gozada

El Dios tentador

Me ha impresionado inmediatamente la primera frase: «Dios puso a prueba a Abrahán». Con otras palabras: lo tentó. Se nos ha explicado oportunamente que esta tentación-prueba no constituye una incitación al mal, como pasa con la diabólica, sino que tiene tres finalidades bien precisas.

Primera: se trata de probar la fuerza, la solidez de la fe, la fidelidad del creyente. Para ayudar a entender esto, pueden ayudarnos dos imágenes: la de una tela que se intenta comprobar su consistencia, su resistencia; y después la de un puente, que hay que probarlo mediante grandes pesos, para cerciorarse de que aguanta el paso incluso de cargas pesadas, y de que es seguro para todos.

Segunda: otra finalidad es la de manifestar, hacer salir lo que uno lleva dentro. El libro del Deuteronomio (en casa lo he controlado con la ayuda de la hija teóloga) sintetiza así la experiencia del desierto: «Acuérdate del camino que el Señor tu Dios te ha hecho recorrer durante estos cuarenta años a través del desierto, con el fin de humillarte y probarte, para ver si observas de corazón sus mandatos o no» (8, 2).

Tercera: finalmente hay que subrayar el aspecto «purificación» inserto en la prueba. Y he ahí un pasaje significativo a este respecto en el libro de la Sabiduría (una vez más preciosa la aportación al respecto de la teóloga de la familia): «Porque Dios los puso a prueba y los halló dignos de él. Los probó como oro en el crisol» (3, 5-6).

La tentación-prueba puede asumir formas diversas: sufrimientos, contrariedades, lutos, persecuciones, ausencia o retrasos de Dios, aparente triunfo de las fuerzas del mal, el dolor inocente, los escándalos también dentro del pueblo de Dios (comprendidos niveles muy elevados y marcados por el color rojo púrpura).

Para ilustrar todo esto ahí está el ejemplo de Abrahán (para muchos indigesto, pero me hubiera gustado que todos hubieran podido escuchar las aclaraciones de nuestro cura «preparado»), quien aceptó la gran prueba, humanamente absurda y cruel: el sacrificio del hijo único, Isaac, querido más que ninguna otra cosa en el mundo, y concedido por el Señor como don, en la vejez.

Con tal de que…

Pensaba que muchos de nosotros resultamos decididamente alérgicos al hecho de que Dios nos ponga a prueba.

Fieles, con tal de que no se trate de demostrar, en circunstancias críticas, nuestra fidelidad. También le pasó a Pedro. Sin miedo, con tal de que no se nos exija demasiado en momentos difíciles, cuando soplan malos vientos.

Siempre dispuestos a perdonar, con tal de que nadie se atreva a ofendernos, y con tal de que no se pretenda que olvidemos las injurias sufridas.

Tolerantes con todos, con tal de que los otros compartan nuestras ideas.

Generosos, con el corazón en la mano, con tal de que no se le ocurra a un desgraciado contar con nuestra ayuda. Dispuestos a comprometernos, incluso en el ámbito de la comunidad parroquial, con tal de que no tengamos otra cosa que hacer.

Desprendidos del dinero, con tal de que no haya necesidad de demostrarlo concretamente.

Artífices de paz, con tal de que nos dejen en paz. Colocados indefectiblemente de parte de las víctimas de la injusticia, con tal de que no haya nada que arriesgar y no sea necesario comprometerse.

Nos fiamos de Dios y de su providencia, con tal de que no nos encontremos con el agua al cuello y privados de cualquier otro agarradero.

Pacientes, con tal de que no nos vengan a provocar. Pertrechados de esperanza, con tal de que a un desesperado no se le ocurra venir a pedirnos razón de la esperanza que hay en nosotros.

Sensibles a las necesidades del prójimo, con tal de que los buenos sentimientos no nos obliguen a abrir la cartera.

Creyentes, con tal de que no sea indispensable manifestar nuestra fe con hechos concretos.

Obedientes, con tal de que no haya que doblar la espalda.

Capaces de sacrificios y renuncias (como Abrahán), con tal de que podamos retener todo.

Preparados para las grandes empresas, con tal de que no haya que dedicarse modestamente a las pequeñas cosas de cada día.

Familiares con el servicio (una palabra muy de moda, casi como solidaridad), con tal de que sean los otros quienes carguen con los servicios más desagradables.

En una palabra, aceptamos la prueba. Con tal de que sea una eventualidad absolutamente remota, una especie de «realidad virtual» como dice mi hijo a un paso del doctorado y del paro.

Por un cristianismo serio

Y, sin embargo, sin pruebas no hay cristianismo serio. Si faltasen las tentaciones, no habría el necesario control de las raíces y la verificación de la solidez de nuestra construcción. Sin pruebas no existe maduración ni humana ni cristiana.

El peligro más insidioso que nos amenaza es la ilusión. Cuando llega la tentación, se barren sin piedad las falsas seguridades, los entusiasmos triviales, los fervores emotivos. La prueba desilusiona al creyente iluso. Lo lleva al terreno áspero de la concreción y del realismo.

Me viene a la cabeza otra imagen: esa de una pasarela sutil, oscilante de una manera temible, suspendida precariamente sobre ciertos torrentes de montaña, con las aguas impetuosas, con las ráfagas de viento helado que la envisten provocando una danza no precisamente divertida… He ahí la función que ejerce la prueba en referencia a nuestra fe.

Sueño con una predicación que no acabe nunca…

Se me ha concedido poco papel para entregaros las reflexiones relativas a las otras lecturas. Me limito a apuntar alguna cosa.

Primero. Pablo plantea un pregunta precisa: «Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?». Personalmente he respondido con otra pregunta: cuando todo parece que se pone en contra mía (dentro y fuera), ¿me basta saber que Dios está «conmigo», o busco otras formas de seguridad?

Segundo. El cura, bien preparado en exégesis, respecto de la transfiguración ha explicado que el centro del relato no hay que buscarlo en la visión de la gloria, sino más bien en la voz: «Este es mi Hijo amado; escuchadlo». Como diciendo que lo que cuenta es la escucha, no el ver. Por lo que nuestro monte de la transfiguración es el lugar y el momento de la escucha de la palabra.

Pero aquí surgen algunas preguntas fastidiosas. Por ejemplo, el anuncio de la palabra, como se hace en nuestras asambleas dominicales, además de ser una cosa buena, ¿representa también algo hermoso? ¿o tiene razón el título de aquel libruco que he visto circular por la casa: La predicación, tormento de los fieles?

¿Sucede alguna vez que un oyente sea tocado por la misma idea de Pedro, que proyecta la construcción de tres chozas? O sea: ¿sucede alguna vez que un fiel cualquiera piense en su intimidad: «Me gustaría que la predicación no terminase nunca …?». En una palabra: «una verdadera gozada», como le gustaba decir a la señorita Margarita.

Finalmente, Jesús ha ordenado a los tres «no contéis a nadie lo que habéis visto». Una prohibición inútil para nosotros. La mayor parte, cuando sale de la iglesia, se cuida bien de no abrir la boca acerca de lo que ha escuchado.

Pero a mí me viene la duda de que Jesús intentaba decir que, en vez de contar, bastaba «mostrar».

…Todavía más difícil.

A. Pronzato

Dios se revela

Con el auge de las redes sociales, son muchas las personas que exponen prácticamente toda su vida en las mismas: dónde están o han estado, con quién, qué han hecho… todo ello acompañado de muchas fotografías. Como reacción a esta extremada exposición pública, hay quienes no utilizan las redes sociales porque son personas reservadas, reacias a manifestar sus gustos y actividades. Sin embargo, esta actitud, buena en principio, puede llevar al otro extremo, haciendo que la persona se encierre en sí misma, negándose a darse a conocer y haciéndose inaccesible a casi todo el mundo.

El domingo pasando decíamos que necesitábamos marcarnos un objetivo para la Cuaresma: celebrarla “un año más”, pero que no sea “lo de todos los años”. Es un tiempo privilegiado para centrarnos más en Cristo y ver qué nos cuestiona de Él, qué no entendemos. Es un tiempo para buscar respuestas, para aclarar dudas, para unirnos más a Él.

Y también este domingo la Palabra de Dios nos ayuda a plantearnos algunos interrogantes. Al escuchar la 1ª lectura, podemos preguntarnos: ¿Por qué Abrahán accedió a la petición de sacrificar a su hijo? ¿Por qué Isaac no se resistió? ¿Qué pretendía Dios con esta prueba?

Al escuchar el Evangelio, también podemos preguntarnos: ¿Por qué Jesús manifestó su gloria a Pedro, Santiago y Juan? ¿Qué pretendía, puesto que luego les prohíbe hablar de ello?

Si Dios fuera “reservado”, cerrado en sí mismo, inaccesible, estas preguntas quedarían sin respuesta. Pero en la Biblia descubrimos que Dios ha utilizado la historia humana como una “red social”, para ir manifestándose progresivamente al ser humano, en la medida en que éste ha sido capaz de comprender esta revelación. Una manifestación realizada a base de palabras y de obras.

Y así se entiende el porqué del episodio de la 1ª lectura. En aquella época los sacrificios humanos eran corrientes y no resultaba extraño que se pidieran; y si además se sacrificaba al propio hijo, se creía que la ofrenda era más valiosa y agradaba más a la divinidad. Por eso Abrahán accede a sacrificar a su hijo, y éste acepta su destino. Pero Dios, por medio de esta práctica habitual en aquel tiempo, va a manifestar que no es como los otros dioses, que Él no quiere sacrificios humanos.

Dios siguió dándose a conocer a lo largo de la historia de Israel, y su revelación máxima, su “fotografía”, la tenemos en Jesús. Y desde ahí se entiende el porqué de la Transfiguración, para que creyeran que Él era verdaderamente el Hijo de Dios, aunque tuviese que pasar por la Pasión y la Cruz. Por eso, después de anunciar su muerte a los discípulos, les mostró en el monte santo el esplendor de su gloria (Prefacio) Dios se manifiesta plenamente en Jesús, por eso dice: Éste es mi Hijo amado; escuchadlo. Jesús es la Palabra de Dios hecha carne. Escuchándole descubrimos que Dios no se reserva nada para sí, que se hace totalmente accesible para todo el que se acerque a Él.

Y desde esta revelación plena de Dios en Jesús y su cercanía total al ser humano cobran sentido las preguntas que san Pablo plantea en la 2ª lectura: Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que entregó a su propio Hijo a la muerte por nosotros, ¿cómo no nos dará todo con Él? ¿Quién condenará? ¿Será acaso Cristo, que murió, más aún, resucitó e intercede por nosotros? Son preguntas que deberíamos meditar en la oración de este tiempo de Cuaresma, para darnos cuenta que sólo escuchando a Cristo, el Hijo amado de Dios, muerto y resucitado por nosotros, encontraremos respuesta a las mismas.

¿Utilizo las redes sociales? ¿Soy una persona reservada? ¿Me encierro en mí mismo, resulto inaccesible para casi todo el mundo? ¿Aprovecho que Dios ha querido revelarse, darse a conocer? ¿Qué hago para ponerme a la escucha de Jesús? ¿Qué repercusión tiene su Palabra en mi vida? ¿Me ayuda a afrontar mis etapas de pasión y de cruz?

Como estamos diciendo, la Cuaresma es el tiempo que se nos ofrece para despejar incógnitas respecto a Cristo, de modo que no olvidemos nuestro objetivo: celebrarla “un año más”, pero que no sea “lo de todos los años”. Para encontrar respuestas, escuchemos a Jesús en la oración, en la Eucaristía, en los Equipos de Vida, en la vida diaria, porque todo eso conforma la gran “red social” que es nuestra historia personal, en la que Dios sigue revelándose para nuestra salvación.

Liberar la fuerza del evangelio

El relato de la «Transfiguración de Jesús» fue desde el comienzo muy popular entre sus seguidores. No es un episodio más. La escena, recreada con diversos recursos de carácter simbólico, es grandiosa. Los evangelistas presentan a Jesús con el rostro resplandeciente mientras conversa con Moisés y Elías.

Los tres discípulos que lo han acompañado hasta la cumbre de la montaña quedan sobrecogidos. No saben qué pensar de todo aquello. El misterio que envuelve a Jesús es demasiado grande. Marcos dice que estaban asustados.

La escena culmina de forma extraña: «Se formó una nube que los cubrió y salió de la nube una voz: Este es mi Hijo amado. Escuchadlo». El movimiento de Jesús nació escuchando su llamada. Su Palabra, recogida más tarde en cuatro pequeños escritos, fue engendrando nuevos seguidores. La Iglesia vive escuchando su Evangelio.

Este mensaje de Jesús, encuentra hoy muchos obstáculos para llegar hasta los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Al abandonar la práctica religiosa, muchos han dejado de escucharlo para siempre. Ya no oirán hablar de Jesús si no es de forma casual o distraída.

Tampoco quienes se acercan a las comunidades cristianas pueden apreciar fácilmente la Palabra de Jesús. Su mensaje se pierde entre otras prácticas, costumbres y doctrinas. Es difícil captar su importancia decisiva. La fuerza liberadora de su Evangelio queda a veces bloqueada por lenguajes y comentarios ajenos a su espíritu.

Sin embargo, también hoy, lo único decisivo que podemos ofrecer los cristianos a la sociedad moderna es la Buena Noticia proclamada por Jesús, y su proyecto de una vida más sana y digna. No podemos seguir reteniendo la fuerza humanizadora de su Evangelio.

Hemos de hacer que corra limpia, viva y abundante por nuestras comunidades. Que llegue hasta los hogares, que la puedan conocer quienes buscan un sentido nuevo a sus vidas, que la puedan escuchar quienes viven sin esperanza.

Hemos de aprender a leer juntos el Evangelio. Familiarizarnos con los relatos evangélicos. Ponernos en contacto directo e inmediato con la Buena Noticia de Jesús. En esto hemos de gastar las energías. De aquí empezará la renovación que necesita hoy la Iglesia.

Cuando la institución eclesiástica va perdiendo el poder de atracción que ha tenido durante siglos, hemos de descubrir la atracción que tiene Jesús, el Hijo amado de Dios, para quienes buscan verdad y vida.

Dentro de pocos años, nos daremos cuenta de que todo nos está empujando a poner con más fidelidad su Buena Noticia en el centro del cristianismo.

José Antonio de Pagola