Vísperas – Miércoles II de Cuaresma

VÍSPERAS
(Oración de la tarde)

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Himno: HEME, SEÑOR, A TUS DIVINAS PLANTAS

Heme, Señor, a tus divinas plantas,
baja la frente y de rubor cubierta,
porque mis culpas son tales y tantas,
que tengo miedo a tus miradas santas
y el pecho mío a respirar no acierta.

Mas ¡ay!, que renunciar la lumbre hermosa
de esos divinos regalados ojos
es condenarme a noche tenebrosa;
y esa noche es horrible, es espantosa
para el que gime ante tus pies de hinojos.

Dame licencia ya, Padre adorado,
para mirarte y moderar mi miedo;
mas no te muestres de esplendor cercado;
muéstrate, Padre mío, en cruz clavado,
porque sólo en la cruz mirarte puedo. Amén.

SALMODIA

Ant 1. Aguardamos la alegre esperanza, la aparición gloriosa de nuestro salvador.

Salmo 61 – DIOS, ÚNICA ESPERANZA DEL JUSTO.

Sólo en Dios descansa mi alma,
porque de él viene mi salvación;
sólo él es mi roca y mi salvación,
mi alcázar: no vacilaré.

¿Hasta cuándo arremeteréis contra un hombre
todos juntos, para derribarlo
como a una pared que cede
o a una tapia ruinosa?

Sólo piensan en derribarme de mi altura,
y se complacen en la mentira:
con la boca bendicen,
con el corazón maldicen.

Descansa sólo en Dios, alma mía,
porque él es mi esperanza;
sólo él es mi roca y mi salvación,
mi alcázar: no vacilaré.

De Dios viene mi salvación y mi gloria,
él es mi roca firme,
Dios es mi refugio.

Pueblo suyo, confiad en él,
desahogad ante él vuestro corazón,
que Dios es nuestro refugio.

Los hombres no son más que un soplo,
los nobles son apariencia:
todos juntos en la balanza subirían
más leves que un soplo.

No confiéis en la opresión,
no pongáis ilusiones en el robo;
y aunque crezcan vuestras riquezas,
no les deis el corazón.

Dios ha dicho una cosa,
y dos cosas que he escuchado:

«Que Dios tiene el poder
y el Señor tiene la gracia;
que tú pagas a cada uno
según sus obras.»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Aguardamos la alegre esperanza, la aparición gloriosa de nuestro salvador.

Ant 2. Que Dios ilumine su rostro sobre nosotros y nos bendiga.

Salmo 66 – QUE TODOS LOS PUEBLOS ALABEN AL SEÑOR.

El Señor tenga piedad y nos bendiga,
ilumine su rostro sobre nosotros;
conozca la tierra tus caminos,
todos los pueblos tu salvación.

¡Oh Dios!, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

Que canten de alegría las naciones,
porque riges el mundo con justicia,
riges los pueblos con rectitud
y gobiernas las naciones de la tierra.

¡Oh Dios!, que te alaben los pueblos,
que todos los pueblos te alaben.

La tierra ha dado su fruto,
nos bendice el Señor, nuestro Dios.
Que Dios nos bendiga; que le teman
hasta los confines del orbe.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Que Dios ilumine su rostro sobre nosotros y nos bendiga.

Ant 3. Todo fue creado por él y para él.

Cántico: HIMNO A CRISTO, PRIMOGÉNITO DE TODA CREATURA Y PRIMER RESUCITADO DE ENTRE LOS MUERTOS. Cf. Col 1, 12-20

Damos gracias a Dios Padre,
que nos ha hecho capaces de compartir
la herencia del pueblo santo en la luz.

Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas,
y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido,
por cuya sangre hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.

Él es imagen de Dios invisible,
primogénito de toda creatura;
pues por medio de él fueron creadas todas las cosas:
celestes y terrestres, visibles e invisibles,
Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades;
todo fue creado por él y para él.

Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él.
Él es también la cabeza del cuerpo de la Iglesia.
Él es el principio, el primogénito de entre los muertos,
y así es el primero en todo.

Porque en él quiso Dios que residiera toda plenitud.
Y por él quiso reconciliar consigo todas las cosas:
haciendo la paz por la sangre de su cruz
con todos los seres, así del cielo como de la tierra.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Todo fue creado por él y para él.

LECTURA BREVE   Flp 2, 12b-15a

Trabajad por vuestra salvación con respeto y seriedad. Porque es Dios el que obra en vosotros haciendo que queráis y obréis movidos por lo que a él le agrada. Hacedlo todo sin murmuraciones ni discusiones, a fin de que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha.

RESPONSORIO BREVE

V. Yo dije: «Señor, ten misericordia.»
R. Yo dije: «Señor, ten misericordia.»

V. Sáname, porque he pecado contra ti.
R. Señor, ten misericordia.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Yo dije: «Señor, ten misericordia.»

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. El Hijo del hombre será entregado en manos de los gentiles, para que hagan burla de él, para que lo azoten y lo crucifiquen; pero al tercer día resucitará.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El Hijo del hombre será entregado en manos de los gentiles, para que hagan burla de él, para que lo azoten y lo crucifiquen; pero al tercer día resucitará.

PRECES

Demos gracias a Dios Padre, que estableció en la sangre de Cristo una alianza nueva y eterna con su pueblo y la renueva en el sacramento del altar, y supliquémosle, diciendo:

Bendice, Señor, a tu pueblo.

Dirige, Señor, el sentir de los pueblos y la mente de sus gobernantes por los caminos de tu voluntad,
para que procuren con empeño el bien común.

Aumenta el fervor de aquellos que, habiéndolo dejado todo, siguieron a Cristo,
para que su vida sea luz para los hombres y claro testimonio de la santidad de tu Iglesia.

Tú que creaste a todos los hombres a imagen tuya,
haz que sintamos horror de las injusticias y desigualdades entre los hombres.

Llama a tu amistad y a tu verdad a los que viven alejados de ti,
y a nosotros enséñanos cómo podemos ayudarlos.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Admite a los difuntos en tu gloria,
para que te alaben eternamente.

Ya que por Jesucristo somos hijos de Dios, digamos confiados a nuestro Padre:

Padre nuestro…

ORACION

Señor, haz que tu pueblo persevere siempre en el camino del bien que tú le has enseñado; protégelo en sus necesidades temporales, para que, sin angustia, pueda tender a los bienes eternos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

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Lectio Divina – 28 de febrero

Lectio: Miércoles, 28 Febrero, 2018
Tiempo de Cuaresma
 
1) Oración inicial
Señor, guarda a tu familia en el camino del bien que tú le señalaste; y haz que, protegida por tu mano, en sus necesidades temporales, tienda con mayor libertad hacia los bienes eternos. Por nuestro Señor.
 
2) Lectura
Del santo Evangelio según Mateo 20,17-28
Cuando iba subiendo Jesús a Jerusalén, tomó aparte a los Doce, y les dijo por el camino: «Mirad que subimos a Jerusalén, y el Hijo del hombre será entregado a los sumos sacerdotes y escribas; le condenarán a muerte y le entregarán a los gentiles, para burlarse de él, azotarle y crucificarle, y al tercer día resucitará.»
Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, y se postró como para pedirle algo. Él le dijo: «¿Qué quieres?» Dícele ella: «Manda que estos dos hijos míos se sienten, uno a tu derecha y otro a tu izquierda, en tu Reino.» Replicó Jesús: «No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber?» Dícenle: «Sí, podemos.» Díceles: «Mi copa, sí la beberéis; pero sentarse a mi derecha o mi izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es para quienes está preparado por mi Padre.»
Al oír esto los otros diez, se indignaron contra los dos hermanos. Mas Jesús los llamó y dijo: «Sabéis que los jefes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder. No ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo; de la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos.»
 
3) Reflexión
• El evangelio de hoy habla de tres puntos: el tercer anuncio de la pasión (Mt 20,17-19), la petición de la madre de los hijos de Zebedeo (Mt 20,20-23) y la discusión de los discípulos que quieren el primer puesto (Mt 20,24-28).
• Mateo 20,17-19: El tercero anuncio de la pasión. Están de camino hacia Jerusalén. Jesús los precede. Sabe que le matarán. El profeta Isaías lo había ya anunciado (Is 50,4-6; 53,1-10). Por esto, su muerte no es el fruto de un plan ya preestablecido, sino que es consecuencia de un compromiso asumido con la misión recibida del Padre junto con los excluidos de su tiempo. Por esto, Jesús alerta a los discípulos sobre la tortura y la muerte que encontrarán en Jerusalén. Pues el discípulo ha de seguir al maestro, aunque fuera para sufrir con él. Los discípulos están asustados y le acompañan con miedo. No entienden lo que está ocurriendo (cf. Lc 18,34). El sufrimiento no concuerda con la idea que ellos tienen del mesías (cf. Mt 16,21-23).
• Mateo 20,20-21: La petición de la madre que pide el primer puesto para los hijos. Los discípulos no sólo no entienden el alcance del mensaje de Jesús, sino que continúan con sus ambiciones personales. Jesús insistía en el servicio y en la entrega, y ellos seguían con sus ambiciones personales y pedían los primeros puestos en el Reino. La madre de Santiago y de Juan, llevando consigo los dos hijos, llega cerca de Jesús y pide un lugar en la gloria del Reino para sus hijos, uno a la derecha y el otro a la izquierda de Jesús. Los dos no entendieron la propuesta de Jesús. Estaban preocupados solamente con sus propios intereses. Señal de que la ideología dominante de la época había penetrado profundamente en la mentalidad de los discípulos. A pesar de la convivencia de varios años con Jesús, no habían renovado su manera de ver las cosas. Miraban hacia Jesús con una mirada antigua. Querían una recompensa por el hecho de seguir a Jesús. Las mismas tensiones existían en las comunidades en el tiempo de Mateo y existen hoy en nuestras comunidades.
• Mateo 20,22-23: La respuesta de Jesús. Jesús reacciona con firmeza: “¡Ustedes no saben lo que están pidiendo!” Y pregunta si son capaces de beber el cáliz que él, Jesús, va a beber, y se están dispuestos a recibir el bautismo que él va a recibir. Es el cáliz del sufrimiento, el bautismo de sangre. Jesús quiere saber si ellos, en vez del lugar de primer plano, aceptan entregar su vida hasta la muerte. Los dos contestan: “¡Podemos!” Parece una respuesta de boca hacia fuera, pues pocos días después, abandonarán a Jesús y lo dejarán sólo en la hora del sufrimiento (Mc 14,50). Ellos no tienen mucha conciencia crítica, ni perciben la realidad personal. Cuanto al lugar de primer plano en el Reino al lado de Jesús, aquel que lo da es el Padre. Lo que Jesús tiene que ofrecer es el cáliz y el bautismo, el sufrimiento y la cruz.
• Mateo 20,24-27: Entre ustedes no sea así. Jesús habla, de nuevo, sobre el ejercicio del poder (cf. Mc 9,33-35). En aquel tiempo, los que detenían el poder no prestaban atención a la gente. Actuaban conforme a lo que oían (cf. Mc 6,27-28). El imperio romano controlaba el mundo y lo mantenía sometido por la fuerza de las armas y así, a través tributos, impuestos y tasas, lograba concentrar la riqueza de la gente en manos de pocos allí en Roma. La sociedad estaba caracterizada por el ejercicio represivo y abusivo del poder. Jesús tiene otra propuesta. Dice: “¡Entre vosotros no debe ser así! Quien quiere ser el mayor, sea el servidor de todos.” Enseña en contra de los privilegios y las rivalidades. Quiere mudar el sistema e insiste en el servicio como remedio contra la ambición personal.
• Mateo 20,28: El resumen de la vida de Jesús. Jesús define su misión y su vida: “¡No he venido para ser servido, sino para servir!” Vino a dar su vida en rescate de muchos. El es el Mesías siervo, anunciado por el profeta Isaías (cf. Is 42,1-9; 49,1-6; 50,4-9; 52,13-53,12). Aprendió de su madre, que dijo: “¡He aquí la esclava del Señor!”(Lc 1,38). Propuesta totalmente nueva para la sociedad de aquel tiempo.
 
4) Para la reflexión personal
• Santiago y Juan piden favores, Jesús promete sufrimiento. Yo, ¿qué le pido al Señor en la oración? ¿Cómo acepto el sufrimiento y los dolores que acontecen en mi vida?
• Jesús dice: “¡Entre ustedes no sea así!” Mi forma de vivir en comunidad, ¿concuerda con este consejo de Jesús?
 
5) Oración final
Sácame de la red que me han tendido,
pues tú eres mi refugio;
en tus manos abandono mi vida
y me libras, Yahvé, Dios fiel. (Sal 31,5-6)

Lectura continuada del Evangelio de Marcos

Marcos 2, 13-21

13Y salió de nuevo a la orilla del mar y toda la muchedumbre iba a él, y les enseñaba.

14Y, pasando, vio a Leví, el hijo de Alfeo, que estaba sentado en el despacho de impuestos, y le dice: “Sígueme”.

Y, levantándose, le siguió.

15Y sucede que, estando él reclinado en su casa, muchos publicanos y pecadores estaban reclinados con Jesús y sus discípulos – porque eran muchos y le seguían– .

16Y los escribas de los fariseos, al ver que [Jesús] comía con pecadores y publicanos, decían a sus discípulos: “¿Por qué come con publicanos y pecadores?”.

17Y, oyéndolo, Jesús les dice: “No tienen necesidad de médico los fuertes, sino los que tienen mal. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores”.

Habiendo mostrado con la curación del paralítico que él tiene autoridad de perdonar pecados, Jesús despliega ahora esa autoridad llamando al discipulado a un hombre cuya profesión le sitúa automáticamente en la categoría de los «pecadores», comiendo con él y con sus compañeros pecadores. Mc 2, 13-17 es una unidad compuesta que consta de una historia de llamada (2, 13-14) y de una historia de controversia (2, 15-17).

Tal como ahora aparece, 2, 13-17 constituye un pequeño drama en cuatro escenas. 1) Jesús enseña a la multitud a la orilla del mar; 2) él llama a un publicano para que sea su discípulo; 3) come en la casa de Leví con un gran grupo de publicanos y otros pecadores; 4) Jesús responde a la objeción de los escribas sobre la comunión de mesa. Las escenas están vinculadas entre sí por las palabras «publicanos» (= recaudadores de impuestos) y «pecadores», que forman un esquema (como los pétalos de una margarita) así: A – AB – BA – AB – B. El esquema ofrece una hermosa combinación de repetición y movimiento y la visión se amplía desde la perspectiva de un individuo particular (Leví en su puesto de trabajo) a la de un grupo grande (los publicanos y pecadores que se juntan con él para comer) hasta llegar a una perspectiva universal (Jesús se abre a los pecadores en conjunto).

2, 13-14: El pasaje comienza llevándonos a la orilla del mar, quizá para que los lectores recuerden las llamadas de 1, 16-20. Este lugar, a la orilla del mar, ofrece también un buen contexto para un pasaje que terminará con una nota universalista, hablando del propósito salvífico de la misión de Jesús. aquí, como más tarde en Mc 4, 1-2, la orilla del mar viene a presentarse como un aula de clase, donde Jesús reasume la instrucción del pueblo que había comenzado en 2, 2. El esquema del texto, donde hay una enseñanza a la que sigue después la llamada, es semejante al de 1, 14-20 y pone de relieve el hecho de que cuando se predica el evangelio se consiguen personas para la comunidad cristiana.

Pasando a su lado, Jesús fija sus ojos en Leví, el recaudador de impuestos, y le llama para que siga sus pasos. La forma en que Jesús escoge a las personas resultaría sorprendente para los lectores del siglo I, especialmente en lugares remotos del Imperio donde los publicanos eran percibidos a menudo como un signo corrompido de la odiada presencia imperial. En el Nuevo Testamento y en las fuentes rabínicas, los publicanos aparecen como deshonestos por naturaleza, de manera que su misma presencia hace que una habitación se vuelva impura. Pues bien, Jesús llama precisamente a una persona así, una persona sin reputación, y ella le obedece inmediatamente, como hicieron antes Pedro y Andrés y los hijos de Zebedeo. El interés se centra aquí más bien en la naturaleza cuestionable de la persona llamada, en el hecho sorprendente de su llamada y en lo que tal llamada/elección revela sobre la persona del que llama, es decir, sobre Jesús.

2, 15-17: Estas implicaciones vienen a desarrollarse en la continuación de la historia, en la que Jesús discute con los escribas sobre la elección que él hace de personas como Leví, para que sean sus compañeros de mesa. La escena comienza con la descripción de esos compañeros, no solo de Leví, sino también de muchos otros publicanos y pecadores, así como los discípulos de Jesús, que no habían sido mencionados desde 1, 35-39. Hay también algunos huéspedes no deseados, los escribas de los fariseos, cuya presencia en casa de Leví resulta históricamente muy dudosa, pero que dicen en voz alta algo que constituía sin duda una objeción que los círculos rigoristas elevaron en contra de Jesús en el tiempo de su vida: «¿Por qué como con los publicanos y los pecadores?»

Conforme a Marcos, esta pregunta hostil surge de una ceguera espiritual: mientras Jesús «vio» a Leví como un discípulo potencial (2,1 4), los escribas le «ven» a él y a sus compañeros solo como pecadores. La pregunta que surge de esta percepción distorsionada no se dirige directamente a Jesús, sino a sus discípulos. Esta pregunta tiene sentido en un contexto antiguo, donde maestro y discípulos eran responsables los unos de la conducta de los otros. Probablemente, ella refleja también la manera en que la asociación de Jesús con los pecadores seguía siendo un problema para a Iglesia posterior.

Este problema provenía, en parte, del hecho de que los publicanos eran ritualmente impuros y aquellos que comían con ellos corrían el riesgo de volverse ellos mismos impuros. Los fariseos (cuyo mismo nombre puede significar «aquellos que se han separado del pecado» y que había constituido comunidades de pureza ritual en las comidas, a fin de evitar un contagio ritual) habrían pensado que la forma en que Jesús se relacionaba con los impuros constituían un acto de atrevimiento muy peligroso. Pero, además, probablemente, la objeción de los fariseos iba mucho más allá de los temas de pureza, pues los «pecadores», a los que aquí se alude, no eran solo personas poco cuidadosas en cuestiones de pureza ritual, sino también personas que rompían las leyes divinas y humanas a través del fraude, la traición, la prostitución, etc. Algunos de esos traidores a la Alianza (de Israel con Dios), tales como los publicanos, eran también traidores en un sentido literal, pues colaboraban con los romanos, esquilmando a su propio pueblo. Por otra parte, en general, el estilo de vida de los «pecadores» reflejaba de un modo destructivo el derrumbamiento de la sociedad, causado por el impacto de los modos de vida extranjeros sobre los judíos en le período greco-romano. La asociación publica de Jesús con los «pecadores» habría sido, por tanto, una causa de anatema para los fariseos, pues esa actitud parecía recomendar el desdén hacia la Ley, acelerando así el proceso de desintegración social, mientras que los fariseos concibieron su misión como la de santificar el nombre de Dios y redimir a la sociedad por la observancia de la ley de Dios.

La relevancia del tema parece relacionada en parte con el hecho de que la comunidad de Marcos tiene un origen predominantemente gentil, pero se sitúa, al mismo tiempo, en la proximidad de la Palestina revolucionaria (de la guerra del 67 al 73 d.C.). Los rebeldes judíos, que luchaban en contra de Roma, habrían identificado a esos gentiles como pecadores y les habrían considerado como impuros. Según eso, a los ojos de los rebeldes judíos, los judeocristianos como Marcos, que compartían la comunión de mesa con los pecadores gentiles, aparecían como traidores, pues daban ayuda y seguridad a los enemigos.

En nuestro pasaje, Jesús responde a la censura de los fariseos, que critican su comunión de mesa con los publicanos y los pecadores, por medio de un proverbio que consta de dos partes: «No necesitan médico los fuertes, sino los que tienen mal» y «No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores». Esta respuesta cambia el marco de referencia: por encima de la ansiedad de los fariseos, que tienen miedo por el contagio de la impureza y el pecado de los otros, viene a presentarse la necesidad humana de los pecadores y la nueva situación creada por el advenimiento de Jesús (¡he venido!).

En esta nueva situación, lo que resulta contagioso es la santidad de Jesús, más que el pecado de aquellos con quienes le acusan de asociarse. Lo mismo que en Mc 1, 40-45 y 5, 25-3, Jesús no queda impuro por el contacto con la impureza, sino que, en lugar de eso, él supera y destruye la impureza a través del poder escatológico que está presente en él. Según eso, nuestro pasaje atribuye a Jesús el mismo tipo de autoridad divina que venía a expresarse en 2, 1-12, pues supone que Jesús no es uno que está sujeto a la infección del pecado, sino que es médico que cura el pecado.

Una vez que el problema ha sido «resituado» con la imagen del médico, la afirmación final puede responder de una forma más directa al resto de los fariseos. Porque la sentencia «no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores» constituye una sátira en contra del intento de los fariseos que pretenden haber alcanzado la justicia a través de la separación respecto del pecado. Estos fariseos, que aparecen constantemente como hostiles a Jesús en esta sección del evangelio y que iniciarán pronto una conspiración para acabar con la vida de Jesús, conforme a la visión de Marcos, no son ciertamente justos.

Ahora, en el tiempo del fin del mundo, la gracia del mundo superior está comenzando a introducirse en la esfera de las cosas de la tierra. Este convencimiento dominará el pasaje que sigue.

Cuaresma es convertirse a la verdad

Cuaresma es convertirse a la verdad, a la santidad y a la reconciliación. En definitiva, Cuaresma es comprometerse. Convertirse es comprometerse con Cristo con mi santidad, con mi dimensión social de evangelización. ¿Tengo esto? ¿Lo quiero tener? ¿Pongo los medios para tenerlo? Si es así, estoy bien; si no es así, estoy mal. Porque una persona que se llame a sí misma cristiana y que no esté auténticamente comprometida con Cristo en su santidad para evangelizar, no es cristiana.

Cipriano Sánchez

La dimensión interior del hombre debe ser buscada insistentemente en nuestra vida. En esta reflexión veremos algunos de los efectos que debe tener esta dimensión interior en nosotros. No olvidemos que todo viene de un esfuerzo de conversión; todo nace de nuestro esfuerzo personal por convertir el alma a Dios, por dirigir la mente y el corazón a nuestro Señor.

¿Qué consecuencias tiene esta conversión en nosotros? En una catequesis el Papa hablaba de tres dimensiones que tiene que tener la conversión: la conversión a la verdad, la conversión a la santidad y la conversión a la reconciliación.

¿Qué significa convertirme a la verdad? Evidentemente que a la primera verdad a la que tengo que convertirme es a la verdad de mí mismo; es decir, ¿quién soy yo?, ¿para qué estoy en este mundo? Pero, al mismo tiempo, la conversión a la verdad es también una apertura a esa verdad que es Dios nuestro Señor, a la verdad de Cristo.

Convertirme a Cristo no es solamente convertirme a una ideología o a una doctrina; la conversión cristiana tiene que pasar primero por la experiencia de Cristo. A veces podemos hacer del cristianismo una teoría más o menos convincente de forma de vida, y entonces se escuchan expresiones como: “el concepto cristiano”, “la doctrina cristiana”, “el programa cristiano”, “la ideología cristiana”, como si eso fuese realmente lo más importante, y como si todo eso no estuviese al servicio de algo mucho más profundo, que es la experiencia que cada hombre y cada mujer tienen que hacer de Cristo.

Lo fundamental del cristianismo es la experiencia que el hombre y la mujer hacen de Jesucristo, el Hijo de Dios. ¿Qué experiencia tengo yo de Jesucristo? A lo mejor podría decir que ninguna, y qué tremendo sería que me supiese todo el catecismo pero que no tuviese experiencia de Jesucristo. Estrictamente hablando no existe una ideología cristiana, es como si dijésemos que existe una ideología de cada uno de nosotros. Existe la persona con sus ideas, pero no existe una ideología de una persona. Lo más que se puede hacer de cada uno de nosotros es una experiencia que, evidentemente como personas humanas, conlleva unas exigencias de tipo moral y humano que nacen de la experiencia. Si yo no parto de la reflexión sobre mi experiencia de una persona, es muy difícil que yo sea capaz de aplicar teorías sobre esa persona.

¿Es Cristo para mí una doctrina o es alguien vivo? ¿Es alguien vivo que me exige, o es simplemente una serie de preguntas de catecismo? La importancia que tiene para el hombre y la mujer la persona de Cristo no tiene límites. Cuando uno tuvo una experiencia con una persona, se da cuenta, de que constantemente se abren nuevos campos, nuevos terrenos que antes nadie había pisado, y cuando llega la muerte y dejamos de tener la experiencia cotidiana con esa persona, nos damos cuenta de que su presencia era lo que más llenaba mi vida.

Convertirme a Cristo significa hacer a Cristo alguien presente en mi existencia. Esa experiencia es algo muy importante, y tenemos que preguntarnos: ¿Está Cristo realmente presente en toda mi vida? ¿O Cristo está simplemente en algunas partes de mi vida? Cuando esto sucede, qué importante es que nos demos cuenta de que quizá yo no estoy siendo todo lo cristiano que debería ser. Convertirme a la verdad, convertirme a Cristo significa llevarle y hacerle presente en cada minuto.

Hay una segunda dimensión de esta conversión: la conversión a la santidad. Dice el Papa, “Toda la vida debe estar dedicada al perfeccionamiento espiritual. En Cuaresma, sin embargo, es más notable la exigencia de pasar de una situación de indiferencia y lejanía a una práctica religiosa más convencida; de una situación de mediocridad y tibieza a un fervor más sentido y profundo; de una manifestación tímida de la fe al testimonio abierto y valiente del propio credo.” ¡Qué interesante descripción del Santo Padre! En la primera frase habla a todos los cristianos, no a monjes ni a sacerdotes. ¿Soy realmente una persona que tiende hacia la perfección espiritual? ¿Cuál es mi intención hacia la visión cristiana de la virtud de la humildad, de la caridad, de la sencillez de corazón, o en la lucha contra la pereza y vanidad?

El Papa pinta unos trazos de lo que es un santo, dice: “El santo no es ni el indiferente, ni el lejano, ni el mediocre, ni el tibio, ni el tímido”. Si no eres lejano, mediocre, tímido, tibio, entonces tienes que ser santo. Elige: o eres esos adjetivos, o eres santo. Y no olvidemos que el santo es el hombre completo, la mujer completa; el hombre o la mujer que es convencido, profundo, abierto y valiente.

Evidentemente la dimensión fundamental es poner mi vida delante de Dios para ser convencido delante de Dios, para ser profundo delante de Dios, para ser abierto y valiente delante de Dios.

Podría ser que en mi vida este esfuerzo por la santidad no fuese un esfuerzo real, y esto sucede cuando queremos ser veleidosamente santos. Una persona veleidosa es aquella que tiene un grandísimo defecto de voluntad. El veleidoso es aquella persona que, queriendo el bien y viéndolo, no pone los medios. Veo el bien y me digo: ¡qué hermoso es ser santo!, pero como para ser santo hay que ser convencido, profundo, abierto y valiente, pues nos quedamos con los sueños, y como los sueños…, sueños son.

¿Realmente quiero ser santo, y por eso mi vida cristiana es una vida convencida, y por lo mismo procuro formarme para convencerme en mi formación cristiana a nivel moral, a nivel doctrinal? ¡Cuántas veces nuestra formación cristiana es una formación ciega, no formada, no convencida! ¿Nos damos cuenta de que muchos de los problemas que tenemos son por ignorancia? ¿Es mi cristianismo profundo, abierto y valiente en el testimonio?

Hay una tercera dimensión de esta conversión: la dimensión de la reconciliación. De aquí brota y se empapa la tercera conversión a la que nos invita la Cuaresma. El Papa dice que todos somos conscientes de la urgencia de esta invitación a considerar los acontecimientos dolorosos que está sufriendo la humanidad: “Reconciliarse con Dios es un compromiso que se impone a todos, porque constituye la condición necesaria para recuperar la serenidad personal, el gozo interior, el entendimiento fraterno con los demás y por consiguiente, la paz en la familia, en la sociedad y en el mundo. Queremos la paz, reconciliémonos con Dios”.

La primera injusticia que se comete no es la injusticia del hombre para con el hombre, sino la injusticia del hombre para con Dios. ¿Cuál es la primera injusticia que aparece en la Biblia? El pecado original. ¿Y del pecado de Adán y Eva qué pecado nace? El segundo pecado, el pecado de Caín contra Abel. Del pecado del hombre contra Dios nace el pecado del hombre contra el hombre. No existe ningún pecado del hombre contra el hombre que no provenga del pecado primero del hombre contra Dios. No hay ningún pecado de un hombre contra otro que no nazca de un corazón del cual Dios ya se ha ido hace tiempo. Si queremos transformar la sociedad, lo primero que tenemos que hacer es reconciliar nuestro corazón con Dios. Si queremos recristianizar al mundo, cambiar a la humanidad, lo primero que tenemos que hacer es transformar y recristianizar nuestro corazón. ¿Mis criterios son del Evangelio? ¿Mis comportamientos son del Evangelio? ¿Mi vida familiar, conyugal, social y apostólica se apega al Evangelio?

Ésta es la verdadera santidad, que sólo la consiguen las personas que realmente han hecho en su existencia la experiencia de Cristo. Personas que buscan y anhelan la experiencia de Cristo, y que no ponen excusas para no hacerla. No es excusa para no hacer la experiencia de Cristo el propio carácter, ni las propias obligaciones, ni la propia salud, porque si en estos aspectos de mi vida no sé hacer la experiencia de Cristo, no estoy siendo cristiano.

Cuaresma es convertirse a la verdad, a la santidad y a la reconciliación. En definitiva, Cuaresma es comprometerse. Convertirse es comprometerse con Cristo con mi santidad, con mi dimensión social de evangelización. ¿Tengo esto? ¿Lo quiero tener? ¿Pongo los medios para tenerlo? Si es así, estoy bien; si no es así, estoy mal. Porque una persona que se llame a sí misma cristiana y que no esté auténticamente comprometida con Cristo en su santidad para evangelizar, no es cristiana.

Reflexionen sobre esto, saquen compromisos y busquen ardientemente esa experiencia, esa santidad y ese compromiso apostólico; nunca digan no a Cristo en su vida, nunca se pongan a sí mismos por encima de lo que Cristo les pide, porque el día en que lo hagan, estarán siendo personas lejanas, indiferentes, tibias, mediocres, tímidas. En definitiva no estarán siendo seres humanos auténticos, porque no estarán siendo cristianos.

Spe Salvi – Benedicto XVI

28. Pero ahora surge la pregunta: de este modo, ¿no hemos recaído quizás en el individualismo de la salvación? ¿En la esperanza sólo para mí que además, precisamente por eso, no es una esperanza verdadera porque olvida y descuida a los demás? No. La relación con Dios se establece a través de la comunión con Jesús, pues solos y únicamente con nuestras fuerzas no la podemos alcanzar. En cambio, la relación con Jesús es una relación con Aquel que se entregó a sí mismo en rescate por todos nosotros (cf. 1 Tm 2,6). Estar en comunión con Jesucristo nos hace participar en su ser « para todos », hace que éste sea nuestro modo de ser. Nos compromete en favor de los demás, pero sólo estando en comunión con Él podemos realmente llegar a ser para los demás, para todos. Quisiera citar en este contexto al gran doctor griego de la Iglesia, san Máximo el Confesor († 662), el cual exhorta primero a no anteponer nada al conocimiento y al amor de Dios, pero pasa enseguida a aplicaciones muy prácticas: « Quien ama a Dios no puede guardar para sí el dinero, sino que lo reparte ‘‘según Dios» […], a imitación de Dios, sin discriminación alguna »[19]. Del amor a Dios se deriva la participación en la justicia y en la bondad de Dios hacia los otros; amar a Dios requiere la libertad interior respecto a todo lo que se posee y todas las cosas materiales: el amor de Dios se manifiesta en la responsabilidad por el otro[20]. En la vida de san Agustín podemos observar de modo conmovedor la misma relación entre amor de Dios y responsabilidad para con los hombres. Tras su conversión a la fe cristiana quiso, junto con algunos amigos de ideas afines, llevar una vida que estuviera dedicada totalmente a la palabra de Dios y a las cosas eternas. Quiso realizar con valores cristianos el ideal de la vida contemplativa descrito en la gran filosofía griega, eligiendo de este modo « la mejor parte » (Lc10,42). Pero las cosas fueron de otra manera. Mientras participaba en la Misa dominical, en la ciudad portuaria de Hipona, fue llamado aparte por el Obispo, fuera de la muchedumbre, y obligado a dejarse ordenar para ejercer el ministerio sacerdotal en aquella ciudad. Fijándose retrospectivamente en aquel momento, escribe en sus Confesiones: « Aterrado por mis pecados y por el peso enorme de mis miserias, había meditado en mi corazón y decidido huir a la soledad. Mas tú me lo prohibiste y me tranquilizaste, diciendo: «Cristo murió por todos, para que los que viven ya no vivan para sí, sino para él que murió por ellos» (cf. 2 Co 5,15) »[21]. Cristo murió por todos. Vivir para Él significa dejarse moldear en su « ser-para ».


[20] Cf. ibíd.: PG 90, 962-966.

[21] Conf. X 43, 70: CSEL 33, 279.

Comentario Domingo III de Cuaresma

Oración

Señor Jesús:
Suscita en nuestros corazones una profunda sed del agua viva que eres Tú: calma y sacia nuestra sed. Haz que nos desengañemos de toda otra agua que no sacia el corazón humano.
Despierta en cada uno de nosotros lo mejor que anida en lo más hondo de nosotros, como en la samaritana.
Y concédenos adorarte a Ti y a tu Padre “en espíritu y en verdad” en todas las cosas.

 

Jn 2,13-25

A) «13Y estaba próxima la Pascua de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. 14Y encontró en el Templo (hieron) a los que vendían bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados.

15Y, haciendo un látigo de cuerdas, echó del Templo (hieron) a todos, con las ovejas y los bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; 16y a los que vendían palomas les dijo: “Quitad esto de aquí; no hagáis la casa de mi Padre casa de mercado”.

17Sus discípulos recordaron que está escrito: “El celo de tu casa me devora”.

B) 18Replicaron entonces los judíos y le dijeron: “¿Qué signo (semeion) nos muestras pues haces eso?”. 19Replicó Jesús y les dijo: “Destruid este templo (naos), y en tres días lo levantaré (egeiro)”. 20Entonces dijeron los judíos: “¿Cuarenta y seis años ha costado edificar este templo (naos) y tú en tres días lo vas a levantar (egeiro)?”.

21Pero él hablaba del templo (naos) de su cuerpo.

22Cuando fue levantado [resucitó] (egeiro) de entre los muertos, sus discípulos recordaron que había dicho esto, y creyeron en la Escritura y en la palabra que había dicho Jesús.

C) 23Mientras estaba en Jerusalén, en la fiesta de la Pascua, muchos creyeron en su nombre, al ver los signos (semeia) que hacía.

24Pero Jesús no les creía, porque los conocía a todos.

25Y no tenía necesidad de ningún testimonio sobre lo humano, porque él conocía lo que hay dentro de lo humano».

¡PALABRA DEL SEÑOR!

 

CONTEXTO

Para este tercer domingo de Cuaresma, la liturgia de la Iglesia nos propone la Palabra del evangelio de Juan, una profunda reflexión teológica sobre Jesús. El episodio anterior es el de la boda de Caná (Jn 2,1-12), el primer signo (“milagro”) de los 7 que Juan cuenta de Jesús. Los signos (semeia) tienen una gran dimensión simbólica, y revelan la identidad de Jesús y su íntima relación con el Padre. Todo para buscar la fe del lector, como ocurrió con los discípulos: “Tal comienzo de los signos hizo Jesús en Caná de Galilea, y manifestó su gloria, y creyeron en él sus discípulos” (Jn 2,11.22). La fe significa primeramente confianza en Jesús y en su camino para llegar al Padre. Por eso, el episodio que sigue a nuestro evangelio es el del encuentro de Jesús con Nicodemo, un magistrado fariseo sincero al que Jesús invita a “nacer de nuevo”, es decir a vivir con fe-confianza en Jesús (Jn 3,1-21).

 

TEXTO

Aunque el evangelio está formado por dos unidades textuales o perícopas (el gesto profético en el Templo: 2,13-22, AB; y la estadía en Jerusalén: 2,23-25, C), todo el conjunto puede estructurarse en tres partes, con un centro bien caracterizado: la resurrección de Jesús, presentada con el equívoco (una técnica retórica típica de Juan, que consiste en utilizar la misma palabra con dos sentidos diferentes; aquí, el templo). Así, tenemos: A) Vv. 13-18: la llegada de Jesús a Jerusalén – la acción mesiánica- profética en el Templo – la reacción de los discípulos (centro de esta unidad: el gesto de Jesús); B) Vv. 18-22: diálogo de Jesús con los judíos (un personaje colectivo del evangelio) – clave de explicación del evangelista – reacción de los discípulos (centro de esta unidad: la clave de explicación); C) Vv. 23-25: falsa reacción de muchos – reacción de Jesús – explicación de la misma (centro de esta unidad: la reacción de Jesús frente a la fe por los signos). El incidente del Templo provoca la reacción de dos personajes: los discípulos y los judíos. Ambos creen, pero una fe (la de los signos, de los judíos) es rechazada por Jesús y otra fe (la de la memoria-recuerdo, de los discípulos) queda en pie.

 

ELEMENTOS A DESTACAR

• La referencia a la Pascua abre y cierra el evangelio. Los judíos celebraban la Pascua como memorial de la liberación de Egipto, hacían memoria de las grandes gestas a su favor del Dios liberador. De modo que la acción de Jesús en el Templo se presenta así como un paso (= pascua) de una forma de “gestionar” lo divino, basado en los “negocios”, a otra forma, basada en la persona de Jesús. ¿Nuestra experiencia de Dios es liberadora o más bien es una experiencia anquilosada en ritos?

• La imagen del Templo es decisiva: debería ser lugar de oración y de encuentro con Dios, pero Jesús encuentra a la gente ocupada en el comercio y en el cambio de dinero. En este tiempo de la “hegemonía de los mercados”, ¿cómo y en qué “purificar” nuestra militancia cristiana?

• La acción de Jesús, airada, es una muestra de amor y fidelidad a Dios y a la humanidad, puesto que lo sagrado, que debía servir al bien y a la vida de la gente, se ha utilizado para provecho propio y contra las necesidades de los pobres. ¿Estaría airado Jesús con nuestra forma de vivir la religión, con nuestro modo de presentarla a los demás? ¿Por qué?

• Las reacciones de los discípulos: recordar (v. 17), recordar y creer (v. 22); pero en la tercera escena no aparece su reacción. Es el espacio para nuestra reacción. ¿Cuál será?

• El misterioso relato de la tercera parte nos muestra que no toda Fe es auténtica: en ese contexto, los signos (las “pruebas”) se contraponen a la fe verdadera, que se basa en la confianza, en la entrega confiada a la persona de Jesús. ¿Necesitamos pruebas para nuestra fe, o nos fiamos plenamente de Jesús? ¿En qué se manifiesta?

 

Paso 1 Lectio: ¿Qué dice el texto? Atiende todos los detalles posibles. Imagina la escena. Destaca todos los elementos que llaman la atención o te son muy significativos. Disfruta de la lectura atenta. Toma nota de todo lo que adviertas.

Paso 2 Meditatio: ¿Qué me dice Dios a través del texto? Atiende a tu interior. A las mociones (movimientos) y emociones que sientes. ¿Algún aspecto te parece dirigido por Dios a tu persona, a tu situación, a alguna de tus dimensiones?

Paso 3 Oratio: ¿Qué le dices a Dios gracias a este texto? ¿Qué te mueve a decirle? ¿Peticiones, alabanza, acción de gracias, perdón, ayuda, entusiasmo, compromiso? Habla con Dios…

Paso 4 Actio: ¿A qué te compromete el texto? ¿Qué ha movido la oración en tu interior? ¿Qué enseñanza encuentras? ¿Cómo hacer efectiva esa enseñanza?

Para la catequesis: Domingo III de Cuaresma

III Domingo de Cuaresma
4 de Marzo, 2018

Éxodo 20:1-7; Salmo 18:8.9.10.11; 1Corintios 1:22-25; Juan 2:13-25

Jesús purifica el templo

Cuando se acercaba la pascua de los judíos, Jesús llegó a Jerusalén y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas con sus mesas. Entonces hizo un látigo de cordeles y los echó del templo, con todo y sus ovejas y bueyes; a los cambistas les volcó las mesas y le tiró al suelo las monedas; y a los que vendían palomas les dijo: “Quiten todo de aquí y no conviertan en un mercado la casa de mi Padre”. En ese momento, sus discípulos se acordaron de lo que estaba escrito: el celo de tu casa me devora. Después intervinieron los judíos para preguntarle: “¿Qué señal nos das de que tienes autoridad para actuar así?” Jesús les respondió: «Destruyan este templo y en tres días lo reconstruiré». Replicaron los judíos: “Cuarenta y seis años se ha llevado la construcción del templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días? “Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Por eso, cuando resucito Jesús de entre los muertos, se acordaron sus discípulos de que había dicho aquello y creyeron en la escritura y en las palabras que Jesús había dicho. Mientras estuvo en Jerusalén para las fiestas de Pascua, muchos creyeron en el, al ver los prodigios que hacía. Pero Jesús no se fiaba de ellos, porque los conocía a todos y no necesitaba que nadie le descubriera lo que es el hombre, porque él sabía lo que hay en el hombre.

Reflexión

En el templo judío se ofrecían sacrificios de animales y la gente tenía que ir a comprarlos allí mismo. Jesús se indigna por los abusos y la falta de devoción. Para Jesús lo más importante era que Dios recibiera el honor. Jesús denuncia los abusos porque tiene la autoridad del Padre. ¿Qué es lo más importante para ellos? ¿Es el dinero, la diversión, los amigos? ¿Y Dios? ¿Qué valores les está transmitiendo la sociedad? Actividad

Traer a la reunión del grupo monedas de distintos países. Mostrarles las imagines que tienen impresas, jefes de distintos lugares. Preparar con ellos billetes con la imagen de Jesús, donde vean su mensaje de amor. ¿Jesús es nuestro Rey? En la parte de atrás deben escribir como pueden seguir a Jesús.

Oración.

Señor, tu eres nuestro Rey. Ayúdanos a que todo lo que digamos y hagamos hoy sea para Tu gloria. Te amamos. Amen.

¿Qué me quiere decir hoy Jesús? – Domingo III de Cuaresma

Jesús que siempre busca la paz y que es el Amor mismo, en este relato de san Juan se muestra duro e inflexible con los mercaderes del templo. Y es que, Jesús podía leer en sus pensamientos que los mercaderes ya no iban al templo pensando en prestar sus servicios para que el pueblo pudiese adorar a Dios con sus ofrendas y sacrificios (según lo marcaba la ley de los judíos), sino que todo lo que les interesaba era el dinero y sus ganancias.

Lo que hoy Jesús quiere decirnos, es que Dios siempre debe ser nuestro fin, y no debemos convertirlo en un medio para lograr nuestras metas.

A veces nosotros también buscamos a Dios sólo para que nos cumpla nuestros caprichos, y no para demostrarle nuestro amor y gratitud. Todo lo que hagamos, debemos hacerlo pensando en Dios y en nuestros hermanos y no sólo en nuestros propios intereses.

Todo lo que hagamos debemos hacerlo con y por amor a Dios y los hombres.

Si Jesús ve avaricia, egoísmo y falta de amor en lo que hacemos, también nos reclamará un día con severidad. Porque el verdadero amor es exigente cuando se requiere, para buscar el bien del otro.

¿Busco a Diso sólo para que me vaya bien?

¿Voy a misa para alabar y agradecer a Dios, o sólo para quedar bien con mis papás?

¿He pensado cómo puedo amar a Dios y a los demás en lo que hago todos los días?

Comentario al evangelio – 28 de febrero

Había una reunión de familia con muchos invitados a la mesa. Como podéis imaginar trabajo no faltaba. Fue una oportunidad inesperada para conocer las maneras y forma de ser de los comensales, pues mientras unos apenas se movían de sus sillas otros apenas se sentaban, porque había mucho que preparar y servir. ¡Y eso que todos eran parientes!

Algo parecido nos cuenta el evangelio que sucedió entre los apóstoles. Jesús anunció la pasión y las humillaciones que tendría que sufrir, pero algunos discípulos no escuchaban. Estaban pensando en los puestos que conseguirían, en el poder que el Señor les daría en ese reino de felicidad que se acercaba. Creían que Jesús iba a tener un reinado glorioso en la tierra, y les interesaba asegurarse el puesto más destacado. Jesús rechaza esos deseos mundanos y pide a sus discípulos que no caigan en esa trampa. En la nueva comunidad que Él inicia en esta tierra la autoridad es servicio, no gloria.

¿Qué pasa hoy día en algunas comunidades cristianas? ¿No se convierten tal vez en escenario de ambiciones y rivalidad, buscando cómo sobresalir y conseguir ventajas?

La enseñanza de la Palabra de Dios es fuerte. Y nos puede molestar esta insistencia en el servicio. Pero esa es la verdadera palabra de Jesús; no lo que a nosotros nos gustaría. Es decir que lo importante en el reinado de Dios no es tener un puesto de honor, sino seguirle a Él, Jesús, en su camino de entrega y servicio a los más necesitados, a los “descartados”, como dice el Papa Francisco.

Os invito a meditar el “TESTIMONIO DE MASSIMILIANO”.

Sucedió en Roma el 19 de agosto del 2000 con ocasión de la XV Jornada Mundial de la Juventud ante dos millones de jóvenes reunidos en la Vigilia de oración en Tor Vergata con el Papa S. Juan Pablo II.

Massimiliano, nacido en Roma, explicó en su testimonio que había nacido en una sociedad «donde todo se puede comprar» y «en la que tengo de todo». “Tengo una familia unida, en casa no me falta de nada, tengo estudios en la Universidad, tengo asegurado mi puesto de trabajo. No he conocido la guerra ni las deportaciones ni el control de la libertad como muchos de los jóvenes que aquí están… Me considero un joven privilegiado. Pero un día leyendo el Evangelio de Jesús encontré estas palabras que me impresionaron muchísimo –las que Jesús dijo al joven rico- : “Una cosa te falta…”

Era cierto ME FALTABA EL AMOR A LOS POBRES… Y en ese momento he sentido el llamamiento a dar lo que tenía a los pobres y a seguir a Cristo. “Procuro hacerme amigo de ellos: ellos ya conocen mi nombre y yo conozco el nombre de algunos de ellos.  Y todo esto no lo hago yo sólo, pues estoy con un grupo de amigos que tienen los mismos  ideales que yo”.

Este es el camino de Jesús que este joven intenta seguir no para llamar la atención o recibir algún premio, sino por hacer realidad lo que Jesús nos enseñó a todos sus amigos.

Carlos Latorre, cmf