Vísperas – Jueves IV de Cuaresma

VÍSPERAS
(Oración de la tarde)

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Himno: SEÑOR, LA LUZ DEL DÍA YA SE APAGA.

Señor, la luz del día ya se apaga,
la noche va extendiendo sus tinieblas;
alumbra lo más hondo de las almas
en este santo tiempo de Cuaresma.

Conoces nuestra vida y nuestra historia
y sabes que también hemos pecado,
por eso hacia ti nos dirigimos
confiando que seremos perdonados.

Unidos con la Iglesia recorremos
la senda que nos lleva hasta el Calvario,
llevando en nuestro cuerpo tus dolores,
sufriendo lo que aún no has completado.

Escucha nuestra voz, amado Padre,
que, junto con tu Hijo Jesucristo,
enviaste tu Espíritu a los hombres,
sellando con tu gracia sus destinos. Amén.

SALMODIA

Ant 1. Tú eres, Señor, mi bienhechor, y mi refugio donde me pongo a salvo.

Salmo 143 I – ORACIÓN POR LA VICTORIA Y POR LA PAZ

Bendito el Señor, mi Roca,
que adiestra mis manos para el combate,
mis dedos para la pelea;

mi bienhechor, mi alcázar,
baluarte donde me pongo a salvo,
mi escudo y mi refugio,
que me somete los pueblos.

Señor, ¿qué es el hombre para que te fijes en él?
¿Qué los hijos de Adán para que pienses en ellos?
El hombre es igual que un soplo;
sus días, una sombra que pasa.

Señor, inclina tu cielo y desciende,
toca los montes, y echarán humo,
fulmina el rayo y dispérsalos,
dispara tus saetas y desbarátalos.

Extiende la mano desde arriba:
defiéndeme, líbrame de las aguas caudalosas,
de la mano de los extranjeros,
cuya boca dice falsedades,
cuya diestra jura en falso.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Tú eres, Señor, mi bienhechor, y mi refugio donde me pongo a salvo.

Ant 2. Dichoso el pueblo cuyo Dios es el Señor.

Salmo 143 II

Dios mío, te cantaré un cántico nuevo,
tocaré para ti el arpa de diez cuerdas:
para ti que das la victoria a los reyes,
y salvas a David, tu siervo.

Defiéndeme de la espada cruel,
sálvame de las manos de extranjeros,
cuya boca dice falsedades,
cuya diestra jura en falso.

Sean nuestros hijos un plantío,
crecidos desde su adolescencia;
nuestras hijas sean columnas talladas,
estructura de un templo.

Que nuestros silos estén repletos
de frutos de toda especie;
que nuestros rebaños a millares
se multipliquen en las praderas,
y nuestros bueyes vengan cargados;
que no haya brechas ni aberturas,
ni alarma en nuestras plazas.

Dichoso el pueblo que esto tiene,
dichoso el pueblo cuyo Dios es el Señor.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Dichoso el pueblo cuyo Dios es el Señor.

Ant 3. Ahora se estableció la salud y el reinado de nuestro Dios.

Cántico: EL JUICIO DE DIOS Ap 11, 17-18; 12, 10b-12a

Gracias te damos, Señor Dios omnipotente,
el que eres y el que eras,
porque has asumido el gran poder
y comenzaste a reinar.

Se encolerizaron las naciones,
llegó tu cólera,
y el tiempo de que sean juzgados los muertos,
y de dar el galardón a tus siervos los profetas,
y a los santos y a los que temen tu nombre,
y a los pequeños y a los grandes,
y de arruinar a los que arruinaron la tierra.

Ahora se estableció la salud y el poderío,
y el reinado de nuestro Dios,
y la potestad de su Cristo;
porque fue precipitado
el acusador de nuestros hermanos,
el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche.

Ellos le vencieron en virtud de la sangre del Cordero
y por la palabra del testimonio que dieron,
y no amaron tanto su vida que temieran la muerte.
Por esto, estad alegres, cielos,
y los que moráis en sus tiendas.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Ahora se estableció la salud y el reinado de nuestro Dios.

LECTURA BREVE   St 4, 7-8. 10

Vivid sometidos a Dios. Resistid al diablo y huirá de vosotros. Acercaos a Dios y él se acercará a vosotros. Pecadores, lavaos las manos; purificad vuestros corazones, gente que obráis con doblez. Humillaos en la presencia del Señor y él os ensalzará.

RESPONSORIO BREVE

V. Yo dije: «Señor, ten misericordia.»
R. Yo dije: «Señor, ten misericordia.»

V. Sáname, porque he pecado contra ti.
R. Señor, ten misericordia.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Yo dije: «Señor, ten misericordia.»

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. «Las obras que hago testifican que el Padre me ha enviado», dice el Señor.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. «Las obras que hago testifican que el Padre me ha enviado», dice el Señor.

PRECES

Celebremos la misericordia de Dios, que nos ilumina con la gracia del Espíritu Santo para que nuestra vida resplandezca con obras de fe y santidad, y supliquémosle, diciendo:

Renueva, Señor, al pueblo redimido por Cristo.

Señor, fuente y autor de toda santidad, haz que los obispos, sacerdotes y diáconos, al participar de la mesa eucarística, se unan más plenamente a Cristo,
para que vean renovada la gracia que les fue conferida por la imposición de manos.

Impulsa a tus fieles para que, con santidad de vida, participen activamente de la mesa de la palabra y del cuerpo de Cristo
y vivan lo que han recibido por la fe y los sacramentos.

Concédenos, Señor, que reconozcamos la dignidad de todo hombre redimido con la sangre de tu Hijo
y que respetemos su libertad y su conciencia

Haz que todos los hombres sepan moderar sus deseos de bienes temporales
y que atiendan a las necesidades de los demás.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Acuérdate, Señor, de todos los que has llamado hoy a la eternidad
y concédeles el don de la eterna bienaventuranza.

Invoquemos a Dios Padre con la oración que nos enseñó Jesús:

Padre nuestro…

ORACION

Padre lleno de amor, concédenos que, purificados por la penitencia y santificados por la práctica de buenas obras, sepamos mantenernos siempre fieles a tus mandamientos y lleguemos libres de culpa a las fiestas de la Pascua. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

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Lectio Divina – 15 de marzo

Lectio: Jueves, 15 Marzo, 2018
Tiempo de Cuaresma
 
1) Oración inicial
Padre lleno de amor, te pedimos que, purificados por la penitencia y por la práctica de las buenas obras, nos mantengamos fieles a tus mandamientos, para llegar, bien dispuestos, a las fiestas de Pascua. Por nuestro Señor.
 
2) Lectura el Evangelio
Del Evangelio según Juan 5,31-47
Si yo diera testimonio de mí mismo, mi testimonio no sería válido. Otro es el que da testimonio de mí, y yo sé que es válido el testimonio que da de mí.
Vosotros mandasteis enviados a Juan, y él dio testimonio de la verdad. En cuanto a mí, no es de un hombre del que recibo testimonio; pero digo esto para que vosotros seáis salvos.
Él era la lámpara que arde y alumbra y vosotros quisisteis recrearos una hora con su luz.
Pero yo tengo un testimonio mayor que el de Juan; porque las obras que el Padre me ha encomendado llevar a cabo, las mismas obras que realizo, dan testimonio de mí, de que el Padre me ha enviado. Y el Padre, que me ha enviado, es el que ha dado testimonio de mí.
Vosotros no habéis oído nunca su voz, ni habéis visto nunca su rostro, ni habita su palabra en vosotros, porque no creéis al que él ha enviado. Vosotros investigáis las Escrituras,
ya que creéis tener en ellas vida eterna; ellas son las que dan testimonio de mí;
y vosotros no queréis venir a mí para tener vida. La gloria no la recibo de los hombres.
Pero yo os conozco: no tenéis en vosotros el amor de Dios. Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibís; si otro viene en su propio nombre,
a ése le recibiréis. ¿Cómo podéis creer vosotros, que aceptáis gloria unos de otros, y no buscáis la gloria que viene del único Dios?
No penséis que os voy a acusar yo delante del Padre.
Vuestro acusador es Moisés, en quién habéis puesto vuestra esperanza.
Porque, si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque él escribió de mí. Pero si no creéis en sus escritos,¿cómo vais a creer en mis palabras?»
 
3) Reflexión
• Juan, intérprete de Jesús. Juan es un buen intérprete de las palabras de Jesús. Un buen intérprete debe tener una doble fidelidad. Fidelidad a las palabras de aquel que habla, y fidelidad al lenguaje de aquel que escucha. En el Evangelio de Juan, las palabras de Jesús no son transmitidas materialmente al pie de la letra, sino que son traducidas y transpuestas al lenguaje de la gente de las comunidades cristianas del final del primer siglo en Asia Menor. Por este motivo, las reflexiones del Evangelio de Juan no son siempre fáciles de entender. Pues en ellas se juntan las palabras de Jesús y las palabras del evangelista que refleja el lenguaje de fe de las comunidades de Asia Menor. Por esto mismo, no basta el estudio erudito o científico de las palabras para poder captar el sentido pleno y profundo de las palabras de Jesús. Es necesario tener en nosotros también una vivencia comunitaria de la fe. El evangelio del día de hoy es un típico ejemplo de la profundidad espiritual y mística del discípulo amado.
• Iluminación mutua entre vida y fe. Aquí vale repetir lo que Juan Cassiano dijo respecto del descubrimiento del sentido pleno y profundo de los salmos: “Instruidos por aquello que sentimos, no percibimos el texto como algo que solamente oímos, sino como algo que experimentamos y tocamos con nuestras manos; no como una historia extraña e inaudita, sino como algo que damos a luz desde lo más profundo de nuestro corazón, como si fueran sentimientos que forman parte de nuestro ser. Repitámoslo: no es la lectura (estudio) lo que nos hace penetrar en el sentido de las palabras, sino la propia experiencia adquirida anteriormente en la vida de cada día” (Collationes X,11). La vida ilumina el texto, el texto ilumina la vida. Si, a veces, el texto no nos dice nada, no es por falta de estudio ni por falta de oración, sino sencillamente por falta de profundidad en nuestra vida.
• Juan 5,31-32: El valor del testimonio de Jesús. El testimonio de Jesús es verdadero, porque no se promueve a sí mismo, ni se exalta a sí mismo. “Otro es el que da testimonio de mí”, y es el Padre. Y su testimonio es verdadero y merece fe.
• Juan 5,33-36: El valor del testimonio de Juan Bautista y de las obras de Jesús. Juan Bautista también dio testimonio respecto de Jesús y lo presentó a la multitud como enviado de Dios que debía venir a este mundo (cf. Jn 1,29.33-34; 3,28-34). Por esto, por muy importante que sea el testimonio de Juan, Jesús no depende de él. El tiene un testimonio a su favor que es mayor que el testimonio de Juan, a saber, las obras que el Padre realiza por medio de él (Cf. Jn 14,10-11).
• Juan 5,37-38: El Padre da testimonio a favor de Jesús. Anteriormente, Jesús había dicho: “Quien es de Dios oye las palabras de Dios” (Jn 8,47). Los judíos que acusan a Jesús no tienen la mente abierta para Dios. Por ello, no consiguen percibir el testimonio del Padre que les llega a través de Jesús.
• Juan 5,39-41: La escritura da testimonio a favor de Jesús. Los judíos dicen tener fe en las escrituras, pero en realidad no entienden la Escritura, pues la propia Escritura habla de Jesús (cf. Jn 5,46; 12,16.41; 20,9).
• Juan 5,42-47: El Padre no juzga, pero confía el juicio al hijo. Los judíos se dicen fieles a la Escritura y a Moisés y, por ello, condenan a Jesús. En realidad, Moisés y la escritura hablan respecto de Jesús y piden creer en él.
 
4) Para la reflexión personal
• La vida ilumina el texto y el texto ilumina la vida. ¿Has experimentado esto alguna vez?
• Trata de profundizar en el valor del testimonio de Jesús.
 
5) Oración final
El Señor es fiel a sus palabras,
bondadoso en todas sus acciones.
El Señor sostiene a los que van a caer,
endereza a los que ya se doblan. (Sal 144)

Introducción al Catecismo de la Iglesia Católica

14. “Los que por la fe y el Bautismo pertenecen a Cristo deben confesar su fe bautismal delante de los hombres (cf. Mt 10, 32; Rm 10, 9). Para esto, el catecismo expone en primer lugar en qué consiste la Revelación por la que Dios se dirige y se da al hombre, y la fe, por la cual el hombre responde a Dios (primera sección). El Símbolo de la fe resume los dones que Dios hace al hombre como Autor de todo bien, como Redentor, como Santificador y los articula en torno a los «tres capítulos» de nuestro Bautismo — la fe en un solo Dios: el Padre Todopoderoso, el Creador; y Jesucristo, su Hijo, nuestro Señor y Salvador; y el Espíritu Santo, en la Santa Iglesia (segunda sección).”

El catecismo tiene cuatro partes, éstas se dividen en secciones y las secciones en capítulos. Los capítulos en artículos y éstos en puntos. Los puntos son 2865.

<

p style=»text-align:justify;»>La primera parte es la profesión de fe. El punto 14 dice así:

Los que por la fe y el bautismo pertenecen a Cristo deben confesar su fe bautismal delante de los hombres.”

La fe no es solamente para ser creída en un cierto interiorismo. No podemos decir que la fe se refiere al punto interior del hombre pero no tiene que traducirse al exterior. La fe engloba la totalidad del hombre. Dios nos posee. No es que nosotros tengamos la fe, sino que la fe nos tiene a nosotros. Por tener fe no me considero poseedor de la verdad, sino que es Dios más bien el que te ha poseído a ti y quiere que seas instrumento de Dios para proclamar la fe delante de los demás, pero no porque yo me crea el dueño del mundo, Dios es el dueño y se sirve de nosotros como instrumentos suyos.

Hay dos textos que se nos sugieren Mt 10, 32:

“A quien se declare por mí ante los hombres yo también me declararé por El ante mi Padre que está en los cielos. Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre que está en los cielos” .

Cristo también confesará ante el Padre a quien le declare, a quien le confiese, y a quien le negare, Él también le negará. Es un tema muy serio en el que nos habla de la importancia de confesar con nuestras palabras, es verdad, que también nuestra confesión tiene que ser no solo con palabras, sino también con obras, sin oponer una cosa a la otra. ¿De qué me sirve confesar a Dios con mis palabras si luego mis obras están desdiciendo lo que mis palabras han afirmado? Pero ¡ojo!, tampoco es correcto lo contrario, es decir, a Dios quiero confesarlo con mis obras sin necesidad de confesarlo con mis labios, sino que mis obras sugieran, cuestionen o evoquen el amor de Dios a los demás. Esto es sugerente, pero el Evangelio nos enseña que hemos de confesar a Dios no solo con las obras sino también con nuestros labios, porque entre otras cosas, el hombre es ambiguo y es confuso en su capacidad de entender y comprender las cosas y es posible que alguien de testimonios de buenas obras y sea confusamente percibido. Así, hemos de confesar a Dios no solo con obras sino también con palabras.

La fe tiene que ser confesada, tiene que ser proclamada. Podrá haber situaciones, por ejemplo, de cristianos que están en determinados lugares en los que no se les permite hablar y podrán estar llamados a que su testimonio haya de ser con su vida y tengan que tener una profesión explicita de la fe hecha con cuidado porque no se les permita públicamente. Esto puede ocurrir, pero lo ordinario es que nosotros confesemos a Dios con nuestra vida y con nuestras palabras.

<

p style=»text-align:justify;»>El otro texto es Romanos 10, 9:
 “Porque si profesas con tus labios que Jesús es Señor y crees con tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos serás salvo”.

Esa profesión explícita de la fe que nos pide el catecismo nos hace entender que en el fondo para que la fe llene la totalidad de nuestra vida tiene que ser también expresada. Por ejemplo, cuando se le explica a un niño el catecismo u otro tipo de enseñanzas, cuando ha de confesar la fe para transmitirla, entonces eso hace que el que lo explica se identifica mucho más con la fe que si se quedase en el interior, entre otras cosas, porque cuando confesamos la fe con los labios, te mojas en público, se compromete, se expresa, se manifiesta como cristiano entonces eso es para ti también un compromiso, porque al manifestarte en público eso te pide que seas coherente y que vivas conforme a lo que has dicho, mientras que si por el contrario la fe no se la has manifestado a nadie es más fácil traicionarla. Es como si un sacerdote, aunque sea totalmente distinto, pero bueno, un ejemplo, se manifiesta ante todos como sacerdote por la forma de vestir o porque lo dice explícitamente, eso también lo compromete. Cuando uno profesa su fe está obrando de manera que Cristo ha de ser el que ordene su vida, mi vida está regida por Cristo, de alguna manera me estoy comprometiendo en este camino.

Continua el punto diciendo “Por esto, el catecismo expone en primer lugar en qué consiste la Revelación por la que Dios se dirige y se da al hombre y la fe por la cual el hombre responde a Dios”. Esta es la primera sección que tiene dos partes, Dios se revela y el hombre responde a Dios por la fe. Lo primero es una iniciativa de Dios, que no se queda con los brazos cruzados cuando ve que el hombre se pierde y le da la espalda, sino que se ha revelado, ha salido a nuestro encuentro y la única respuesta proporcionada es la acogida por parte del hombre, le agradece su revelación, se adhiere a ella que es una respuesta, esa es la fe, es responder a la llamada de Dios.

Continua “El símbolo de la fe resume los dones que Dios hace al hombre como autor de todo bien, como Redentor, como Santificador y los articula en tres capítulos: la fe en un solo Dios, el Padre Todopoderoso, el Creador y Jesucristo su Hijo nuestro Salvador, y el Espíritu Santo y la Santa Iglesia.”.

Nosotros tenemos fe en el Dios autor de todos los dones. El primer don es el de la creación, el segundo la redención y el tercero la santificación. Esto serán tres capítulos, el primero será “Creo en Dios Padre Creador de todas las cosas” y ahí se habla especialmente del tema de la creación. El segundo “Creo en Jesucristo su único Hijo nuestro Redentor” y ahí se habla de la Redención de Jesucristo. El tercero “Creo en el Espíritu Santo, dador de vida, santificador” y ahí se habla del Espíritu Santo. Son los tres capítulos de esta segunda sección del credo para hablar de los tres dones, la creación, la redención y la santificación.

Spe Salvi – Benedicto XVI

43. También el cristiano puede y debe aprender siempre de nuevo de la rigurosa renuncia a toda imagen, que es parte del primer mandamiento de Dios (cf. Ex 20,4). La verdad de la teología negativa fue resaltada por el IV Concilio de Letrán, el cual declaró explícitamente que, por grande que sea la semejanza que aparece entre el Creador y la criatura, siempre es más grande la desemejanza entre ellos[32]. Para el creyente, no obstante, la renuncia a toda imagen no puede llegar hasta el extremo de tener que detenerse, como querrían Horkheimer y Adorno, en el « no » a ambas tesis, el teísmo y el ateísmo. Dios mismo se ha dado una « imagen »: en el Cristo que se ha hecho hombre. En Él, el Crucificado, se lleva al extremo la negación de las falsas imágenes de Dios. Ahora Dios revela su rostro precisamente en la figura del que sufre y comparte la condición del hombre abandonado por Dios, tomándola consigo. Este inocente que sufre se ha convertido en esperanza-certeza: Dios existe, y Dios sabe crear la justicia de un modo que nosotros no somos capaces de concebir y que, sin embargo, podemos intuir en la fe. Sí, existe la resurrección de la carne[33]. Existe una justicia[34]. Existe la « revocación » del sufrimiento pasado, la reparación que restablece el derecho. Por eso la fe en el Juicio final es ante todo y sobre todo esperanza, esa esperanza cuya necesidad se ha hecho evidente precisamente en las convulsiones de los últimos siglos. Estoy convencido de que la cuestión de la justicia es el argumento esencial o, en todo caso, el argumento más fuerte en favor de la fe en la vida eterna. La necesidad meramente individual de una satisfacción plena que se nos niega en esta vida, de la inmortalidad del amor que esperamos, es ciertamente un motivo importante para creer que el hombre esté hecho para la eternidad; pero sólo en relación con el reconocimiento de que la injusticia de la historia no puede ser la última palabra en absoluto, llega a ser plenamente convincente la necesidad del retorno de Cristo y de la vida nueva.


[32] Cf. DS, 806.

[33] Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 988-1004.

¿Alma agitada o marchita?

Así reza una sentencia espiritual: “Más vale un alma agitada (que busca o se resiste) a un alma marchita (derrotada y muerta).

1.- Se acercan los días de la pasión, muerte y resurrección de Cristo. ¿Cuál es el resumen de nuestra vida? ¿Servimos o nos servimos? ¿Amamos o nos dejamos amar? ¿Salimos al encuentro o preferimos que sean los demás los que nos rescaten?

Es hora, en estas últimas jornadas cuaresmales, de solicitar al Señor que renueve nuestros corazones. Es un momento propicio para volver nuestros ojos a un lado y a otro y ver dónde nos tenemos que emplear más a fondo. La cruz del Señor merece, por nuestra parte, un último esfuerzo: hay que atraer al Señor el corazón de la humanidad. ¿Cómo? Sirviendo y, además, haciéndolo con ternura, con cariño, y con fidelidad. Entre otras cosas porque, en esa entrega y constancia reside nuestra propia renuncia para estar al lado del Señor.

El Señor quiere que, dejando el YO que tanto nos invade y nos limita, mudemos a los OTROS. Es decir; que nos neguemos a nosotros mismos; que busquemos la felicidad no tanto en la propia satisfacción, cuanto en la utilización de todos nuestros dones y talentos al servicio del Evangelio y de los demás.

Desertar en algo, de nuestros caprichos, comodidades e individualismos, implica el volcarnos un poco más en aquellas direcciones que nos resultan incómodas. Hacia aquellas personas que necesitan nuestra ayuda, nuestra estima o, simplemente, nuestro cariño.

2.- Cristo, al morir, nos enseña el lado bueno de la cruz: la alianza nueva que Dios quiere y desea definitivamente para el hombre y que viene sellada por su sangre.

A nosotros no se nos pide tanto; no desea el Señor que seamos clavados en una cruz (aunque sería bueno que sacrificáramos aquello que nos impide llegarnos hasta Él); no nos exige que seamos lapidados públicamente (aunque sería muy positivo que defendiésemos nuestras convicciones religiosas y morales allá donde estemos presentes); no pretende vernos coronados por espinas o traspasados por lanzas (aunque, qué bueno sería, que fuésemos conscientes de que la fe conlleva riesgos, incomprensiones, soledades).

3.- El Evangelio de este domingo V de cuaresma nos acerca la verdadera figura de Jesucristo: no es un supermán; no es un superhéroe. Siendo Hijo de Dios, le aguarda la cruz, el sufrimiento, la muerte. Como cualquier alma, también la suya, se siente agitada, preocupada, turbada por los próximos acontecimientos de la Pascua.

Va tocando a su fin la vida pública de Jesús. Ahora le aguardan sus consecuencias. La fidelidad a Dios no siempre es entendida ni aplaudida por los poderosos del mundo. Pero, como siempre, nos quedará la seguridad y la esperanza de que, todo esto, sea preciso para que Dios selle una Alianza Nueva que nada ni nadie podrá ya quebrar.

¿Somos conscientes de que también nosotros hemos de saber renunciar a algo para que la obra de Dios toque a su fin?

4.- MI ALMA SE AGITA, SEÑOR

Cuando llega la hora de la verdad,
y siento que no tengo tantas fuerzas
para defender tú Reino.
Porque me cuesta renunciar a mi “YO”
y decirte que soy todo tuyo, Señor.
MI ALMA SE AGITA, SEÑOR

Porque, lejos de ser trigo que muere,
pretendo ser flor que nunca se marchita
que no quiere perder ninguno de sus pétalos
que, lejos de renunciar a su hermosura,
la quiere salvar a toda costa.
MI ALMA ESTÁ AGITADA, SEÑOR

Porque para dar fruto,
me dices que, primero, hay que desaparecer
Porque para darte gloria,
me recuerdas que he de sucumbir
Porque para, ser de los tuyos,
he de alejarme de muchos de los míos.
MI ALMA ESTÁ AGITADA, SEÑOR

¿Qué te diré? ¿A quién clamaré?
¿A dónde iré? ¿Merece la pena, Señor?
Como Tú, Señor, también yo digo:
Líbrame de aquellas horas
que me producen pena y llanto
Evítame las cruces excesivamente pesadas
Condúceme por los caminos
no inhumanamente estrechos.

Pero, eso sí, Señor;
No se haga mi voluntad
Porque, sé mi Señor,
que todo lo que me pides y me das
que todo lo que pones bajo mis pies
es porque, previamente, Señor
sabes que lo puedo soportar
y por Ti entregar.
MI ALMA ESTÁ AGITADA, SEÑOR

Pero sé que, hoy siempre,
la esperanza que tengo en Ti
no me defraudará.
Amén

Javier Leoz

Si el grano de trigo cae en tierra y muere, da mucho fruto

Entre los que habían ido a Jerusalén para dar culto a Dios en la fiesta había algunos griegos. Éstos se acercaron a Felipe, el de Betsaida de Galilea, y le dijeron: «Señor, queremos ver a Jesús». Felipe se lo fue a decir a Andrés; Andrés y Felipe se lo dijeron a Jesús. Jesús les respondió: «Ha llegado la hora en que va a ser glorificado el hijo del hombre. Os aseguro que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda infecundo; pero si muere, produce mucho fruto. El que ama su vida la perderá; y el que odia su vida en este mundo la conservará para la vida eterna. El que quiera ponerse a mi servicio, que me siga, y donde esté yo allí estará también mi servidor. A quien me sirva, mi Padre lo honrará. Ahora estoy profundamente angustiado. ¿Y qué voy a decir? ¿Pediré al Padre que me libre de esta hora? No, pues para esto precisamente he llegado a esta hora. Padre, glorifica tu nombre». Entonces dijo una voz del cielo: «Lo he glorificado y lo glorificaré de nuevo».

La gente que estaba allí y lo oyó, dijeron que había sido un trueno. Otros decían que le había hablado un ángel. Jesús replicó: «Esta voz no ha venido por mí, sino por vosotros. Ahora es cuando va a ser juzgado este mundo; ahora el príncipe de este mundo va a ser echado fuera. Y yo, cuando sea levantado de la tierra, a todos los atraeré hacia mí». Decía esto indicando de qué muerte iba a morir.

Juan 3, 14-21

Comentario del Evangelio

Jesús les habla a los discípulos de que pronto va a morir, va a sacrificarse por todos nosotros. Pero Jesús les habla con claridad, sin tener miedo a la muerte, sin esconderla… No les dice: “No va a pasar nada, todo va a ir bien”, sino que les dice claramente las cosas.

En el mundo en el que vivimos no se suele hablar de estas cosas. Solemos hablar solo de las cosas buenas. Si hay muerte es porque hay vida. Cuando se muere una persona a la que quere- mos, apreciamos o admiramos, nos preguntamos por qué muere, pero nunca nos preguntamos por qué vivimos. ¿Qué sentido tiene nuestra vida? ¿Por qué he nacido? Si encontramos el sentido a nuestra vida, seguro que veremos la muerte de otra manera…

Para hacer vida el Evangelio

• Escribe tres cosas que te gustaría hacer al menos una vez en tu vida.

• ¿Cómo debemos ver la vida los cristianos? ¿Y cómo debemos vivir la muerte de personas que queremos mucho?

• Escribe un compromiso para vivir con la alegría de Jesús en tu vida.

Oración

Quiero seguirte, Señor,
quiero perder la vida, el poder, el prestigio,
la imagen, las mil cosas que acaparo.
Quiero renacer a la sencillez,

a la escucha atenta a la vida del otro,
a que me importe tanto lo suyo como lo mío,
a que me duela todo dolor de mis hermanos,
a mostrarme pequeño y frágil, como soy,

a compartir mis dudas,
mis miedos y fracasos,
a triunfar todos juntos,
a lograr en común,
a regalarme hasta el último rincón de mi ser.
Ayúdame, Señor, a dar mi vida,
mi tiempo, mis cosas y mi yo.
En tus manos me pongo,
haz de mí lo que quieras…
Contigo a mi lado… ya no necesito ganar.

Cuesta morir y perder

Sólo queremos triunfar, Señor,
para eso se nos ha educado.
Hemos de ganar al otro, competir sin parar,
medimos constantemente.
Y Tú nos recomiendas que perdamos la vida,
mientras todo nos dice que aprovechemos,
que no seamos pringados,
que hay que ser un lince
en este mundo loco que tenemos montado.
No te rindas, no te dejes, no te achantes, no te compadezcas,
no mires hacia el otro,
para que no te brote el amor
que llevas dentro
y se acabe el juego de la competición, del desencuentro,
de la comparación, del aparentar,
del vivir pomposamente, creando envidias alrededor.
Quiero seguirte, Señor,
quiero perder la vida, el poder, el prestigio, la imagen,
las mil cosas que acaparo.
Quiero renacer a la sencillez,
a la escucha atenta a la vida del otro,
a que me importe tanto lo suyo como lo mío,
a que me duela todo dolor de mis hermanos,
a mostrarme pequeño y frágil, como soy,
a compartir mis dudas,
mis miedos y fracasos,
a triunfar todos juntos,
a lograr en común,
a regalarme hasta el último rincón de mi ser.
Ayúdame, Señor, a dar mi vida,
mi tiempo, mis cosas y mi yo.
En tus manos me pongo,
haz de mí lo que quieras…
Contigo a mi lado… ya no necesito ganar.

Mari Patxi Ayerra

Notas para fijarnos en el evangelio del Domingo V de Cuaresma

• Los «gentiles» (20) representan a todos los pueblos que se abren al Evangelio.

• Quieren ver a Jesús (21). «Ver» es la mirada de la fe: creer.

• Los Apóstoles (Felipe, Andrés… los de entonces y los de hoy) (21- 22) tienen esta misión: son «enviados» a los pueblos para que puedan «ver» (creer) a Jesús. El Jesús a quien podrán «ver» es el Jesús de la Pascua, muerto y resucitado -«cae en tierra y muere» para dar «mucho fruto» (24)-. No podemos creer («ver») si no es en el misterio de la cruz, donde se manifiesta la gloria de Dios -«elevado» (32)-.

• La venida a Jesús de los «gentiles» (20), es decir, de los otros pueblos, es presentada aquí como un objetivo importante de la misión de Jesús: marca su «hora» (23). La muerte y la resurrección «da mucho fruto» (24), «atrae a todos» (32). Este «atrae a todos» se opone al «queda infe- cundo». El fruto de la Pascua de Jesús es éste: la reunión de «todos» en la unidad.

• Lo que se dice de Jesús con la parábola del grano de trigo (24) se aplica del mismo modo al creyente (25): el desprendimiento de sí mismo, el dar la vida, fructificará en vida eterna. Seguir a Jesús para «ver» (26) es seguirlo hasta la cruz-glorificación (25). Sólo desde ahí podemos creer: Dichosos los que crean sin haber visto (Jn 20,29).

Comentario al evangelio – 15 de marzo

En la primera lectura de hoy aparece el tema de infidelidad del hombre y la misericordia de Dios: dado que Moisés había desaparecido y Dios parecía encerrado en su silencio, Aarón decidió adoptar una medida “pastoral”, es decir, empleó los medios más adaptados a la mentalidad del pueblo que acababa de huir de Egipto con el fin de mantener su experiencia religiosa a través del culto al becerro de oro (Ex 32). En otras palabras, el pueblo recurrió a la idolatría, a un hecho extraño a la Alianza y destituyó al Dios que les había sacado de Egipto de su puesto. La fe verdadera no admite rebajas, tampoco adaptaciones que causan ilusiones y satisfacen nuestros deseos inmediatos, pero sin más. Dios, que se desborda de amor por nosotros nos quiere totalmente para Él.

Por eso, ante el desvío del pueblo hebreo en sus andanzas por el desierto hacia la tierra prometida, sobresale la misericordia de Dios que oye la petición de Moisés y se compadece de su pueblo, aunque sea un pueblo de dura cerviz. Él sabe de nuestras infidelidades, de nuestras debilidades, de nuestras incoherencias, pero no desiste de nosotros. En la travesía por el desierto, el pueblo sintió carencias, incluso religiosas. En este momento, cuando Moisés está ausente y Dios en aparente silencio, es que la tentación en buscar otros dioses, ídolos que pudieran responder a las necesidades inmediatas, aparecen con más fuerza.

Esto también puede pasar con nosotros: ¿Cuántos hermanos se desvían del camino de la fe y pasan a adorar otros dioses simplemente porque en sus oraciones no fueron satisfechas sus necesidades o porque consideraron que Dios no quiso hacer su voluntad? Pero esto también puede pasar con nosotros. En cierta medida, todos llevamos en nosotros, aunque escondido, nuestros “becerros de oro”. El becerro de oro puede ser cualquier cosa o persona que nos hace prescindir de Dios, nos aleja de Él y nos impide de ser agraciados por su misericordia: el poder, el honor, la riqueza, el consumo… Ídolo es todo lo que esclaviza en nombre de la libertad y nos aleja de Dios.

El camino cuaresmal es propicio para que volvamos nuestra mirada detenida en nuestra vida y reconozcamos los “becerros de oro” que hemos construido en nuestra vida a lo largo del último año. Reconocerlos y destruirlos es una actitud difícil, pero necesaria para que volvamos nuestros ojos al único que puede darnos la libertad y la vida: Jesucristo.

Eguione Nogueira, cmf