Vísperas – Jueves V de Cuaresma

VÍSPERAS
(Oración de la tarde)

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Himno: SEÑOR, LA LUZ DEL DÍA YA SE APAGA.

Señor, la luz del día ya se apaga,
la noche va extendiendo sus tinieblas;
alumbra lo más hondo de las almas
en este santo tiempo de Cuaresma.

Conoces nuestra vida y nuestra historia
y sabes que también hemos pecado,
por eso hacia ti nos dirigimos
confiando que seremos perdonados.

Unidos con la Iglesia recorremos
la senda que nos lleva hasta el Calvario,
llevando en nuestro cuerpo tus dolores,
sufriendo lo que aún no has completado.

Escucha nuestra voz, amado Padre,
que, junto con tu Hijo Jesucristo,
enviaste tu Espíritu a los hombres,
sellando con tu gracia sus destinos. Amén.

SALMODIA

Ant 1. Señor, Dios mío, a ti grité, y tú me sanaste; te daré gracias por siempre.

Salmo 29 – ACCIÓN DE GRACIAS POR LA CURACIÓN DE UN ENFERMO EN PELIGRO DE MUERTE

Te ensalzaré, Señor, porque me has librado
y no has dejado que mis enemigos se rían de mí.

Señor, Dios mío, a ti grité,
y tú me sanaste.
Señor, sacaste mi vida del abismo,
me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa.

Tañed para el Señor, fieles suyos,
dad gracias a su nombre santo;
su cólera dura un instante;
su bondad, de por vida;
al atardecer nos visita el llanto,
por la mañana, el júbilo.

Yo pensaba muy seguro:
«No vacilaré jamás.»
Tu bondad, Señor, me aseguraba
el honor y la fuerza;
pero escondiste tu rostro,
y quedé desconcertado.

A ti, Señor, llamé,
supliqué a mi Dios:
«¿Qué ganas con mi muerte,
con que yo baje a la fosa?

¿Te va a dar gracias el polvo,
o va a proclamar tu lealtad?
Escucha, Señor, y ten piedad de mí;
Señor, socórreme.»

Cambiaste mi luto en danzas,
me desataste el sayal y me has vestido de fiesta;
te cantará mi alma sin callarse.
Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Señor, Dios mío, a ti grité, y tú me sanaste; te daré gracias por siempre.

Ant 2. Dichoso el hombre a quien el Señor no le apunta el delito.

Salmo 31 – ACCIÓN DE GRACIAS DE UN PECADOR PERDONADO

Dichoso el que está absuelto de su culpa,
a quien le han sepultado su pecado;
dichoso el hombre a quien el Señor
no le apunta el delito.

Mientras callé se consumían mis huesos,
rugiendo todo el día,
porque día y noche tu mano
pesaba sobre mí;
mi savia se me había vuelto
un fruto seco.

Había pecado, lo reconocí,
no te encubrí mi delito;
propuse: «Confesaré al Señor mi culpa»,
y tú perdonaste mi culpa y mi pecado.

Por eso, que todo fiel te suplique
en el momento de la desgracia:
la crecida de las aguas caudalosas
no lo alcanzará.

Tú eres mi refugio, me libras del peligro,
me rodeas de cantos de liberación.

Te instruiré y te enseñaré el camino que has de seguir,
fijaré en ti mis ojos.

No seáis irracionales como caballos y mulos,
cuyo brío hay que domar con freno y brida;
si no, no puedes acercarte.

Los malvados sufren muchas penas;
al que confía en el Señor,
la misericordia lo rodea.

Alegraos, justos, y gozad con el Señor,
aclamadlo, los de corazón sincero.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Dichoso el hombre a quien el Señor no le apunta el delito.

Ant 3. El Señor le dio el poder, el honor y el reino, y todos los pueblos le servirán.

Cántico: EL JUICIO DE DIOS Ap 11, 17-18; 12, 10b-12a

Gracias te damos, Señor Dios omnipotente,
el que eres y el que eras,
porque has asumido el gran poder
y comenzaste a reinar.

Se encolerizaron las naciones,
llegó tu cólera,
y el tiempo de que sean juzgados los muertos,
y de dar el galardón a tus siervos los profetas,
y a los santos y a los que temen tu nombre,
y a los pequeños y a los grandes,
y de arruinar a los que arruinaron la tierra.

Ahora se estableció la salud y el poderío,
y el reinado de nuestro Dios,
y la potestad de su Cristo;
porque fue precipitado
el acusador de nuestros hermanos,
el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche.

Ellos le vencieron en virtud de la sangre del Cordero
y por la palabra del testimonio que dieron,
y no amaron tanto su vida que temieran la muerte.
Por esto, estad alegres, cielos,
y los que moráis en sus tiendas.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El Señor le dio el poder, el honor y el reino, y todos los pueblos le servirán.

LECTURA BREVE   Hb 13, 12-15

Jesús, para santificar con su propia sangre al pueblo, padeció la muerte fuera de la ciudad. Salgamos, pues, hacia él fuera del campamento, cargando con su oprobio. Porque no tenemos aquí ciudad permanente, sino que vamos buscando la futura. Por medio de él ofrezcamos continuamente a Dios un sacrificio de alabanza, es decir, el tributo de los labios que van bendiciendo su nombre.

RESPONSORIO BREVE

V. Yo dije: «Señor, ten misericordia.»
R. Yo dije: «Señor, ten misericordia.»

V. Sáname, porque he pecado contra ti.
R. Señor, ten misericordia.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Yo dije: «Señor, ten misericordia.»

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. «No tienes aún cincuenta años, y ¿has visto a Abraham?» «Os aseguro con toda verdad: antes que Abraham naciese, ya existía yo.»

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. «No tienes aún cincuenta años, y ¿has visto a Abraham?» «Os aseguro con toda verdad: antes que Abraham naciese, ya existía yo.»

PRECES

Oremos a Cristo, el Señor, que nos dio el mandamiento nuevo de amarnos unos a otros, y digámosle:

Acrecienta, Señor, la caridad de tu Iglesia.

Maestro bueno, enséñanos a amarte en nuestros hermanos
y a servirte en cada uno de ellos.

Tú que en la cruz pediste al Padre el perdón para tus verdugos,
concédenos amar a nuestros enemigos y orar por los que nos persiguen.

Señor, que la participación en el misterio de tu cuerpo y de tu sangre acreciente en nosotros el amor, la fortaleza y la confianza,
y dé vigor a los débiles, consuelo a los tristes y esperanza a los agonizantes.

Señor, luz del mundo, que, por el agua, concediste al ciego de nacimiento el poder ver la luz,
ilumina a nuestros catecúmenos por el sacramento del agua y de la palabra.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Concede la plenitud de tu amor a los difuntos
y haz que un día nos contemos entre tus elegidos.

Con el gozo de sabernos hijos de Dios, acudamos a nuestro Padre, diciendo:

Padre nuestro…

ORACION

Señor, atiende a nuestras súplicas y concédenos tu protección, ya que hemos puesto toda nuestra esperanza en tu misericordia; purifícanos de toda mancha de pecado y haz que nos mantengamos en una vida santa, para que lleguemos a recibir la herencia que nos tienes prometida. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

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Lectio Divina – 22 de marzo

Lectio: Jueves, 22 Marzo, 2018

Tiempo de Cuaresma

1) Oración inicial

Escucha nuestras súplicas, Señor, y mira con amor a los que han puesto su esperanza en tu misericordia; límpialos de todos sus pecados, para que perseveren en una vida santa y lleguen de este modo a heredar tus promesas. Por nuestro Señor.

2) Lectura del Evangelio

Del Evangelio según Juan: 8,51-59
En verdad, en verdad os digo: si alguno guarda mi palabra, no verá la muerte jamás.»
Le dijeron los judíos: «Ahora estamos seguros de que tienes un demonio. Abrahán murió, y también los profetas; y tú dices: ‘Si alguno guarda mi palabra, no probará la muerte jamás.’¿Eres tú acaso más grande que nuestro padre Abrahán, que murió? También los profetas murieron. ¿Por quién te tienes a ti mismo?» Jesús respondió:
«Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada; es mi Padre quien me glorifica, de quien vosotros decís: `Él es nuestro Dios’, y sin embargo no le conocéis, yo sí que le conozco, y si dijera que no le conozco, sería un mentiroso como vosotros.
Pero yo le conozco, y guardo su palabra. Vuestro padre Abrahán se regocijó
pensando en ver mi Día; lo vio y se alegró.»
Entonces los judíos le dijeron: «¿Aún no tienes cincuenta años y has visto a Abrahán?» Jesús les respondió: «En verdad, en verdad os digo: antes de que Abrahán existiera, Yo Soy.» Entonces tomaron piedras para tirárselas; pero Jesús se ocultó y salió del Templo.

3) Reflexión

• El capítulo 8 parece una exposición de obras de arte, en la que se pueden admirar y contemplar famosas pinturas, una al lado de otra. El evangelio de hoy trae otra pintura, un diálogo entre Jesús y los judíos. No hay mucho nexo entre una y otra pintura. Es el espectador o la espectadora que, en su observación atenta y orante, consigue descubrir el hilo invisible que enlaza entre sí las pinturas, los diálogos. De este modo vamos penetrando poco a poco en el misterio divino que envuelve a la persona de Jesús.

• Juan 8,51: ‘Si alguno guarda mi palabra, no probará la muerte jamás’. Jesús hace una solemne afirmación. Los profetas decían: ¡Oráculo del Señor! Jesús dice: “¡En verdad, en verdad os digo!” Y la afirmación solemne es ésta: “¡Si alguno guarda mi palabra, no probará la muerte jamás!” De muchas maneras este mismo tema aparece y reaparece en el evangelio de Juan. Son palabras de grande profundidad.

• Juan 8,52-53: Abrahán y los profetas murieron. La reacción de los judíos es inmediata: «Ahora estamos seguros de que tienes un demonio. Abrahán murió, y también los profetas. ;y tú dices: ‘Si alguno guarda mi palabra, no probará la muerte jamás.’¿Eres tú acaso más grande que nuestro padre Abrahán, que murió? También los profetas murieron. ¿Por quién te tienes a ti mismo?” Ellos no entendieron el alcance de la afirmación de Jesús. Diálogo de sordos..

• Juan 8,54-56: Quien me glorifica es mi Padre. Siempre y de nuevo Jesús toca la misma tecla: el está de tal modo unido al Padre que nada de lo que dice y hace es de él. Todo es del Padre. Y añadía: «Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada; es mi Padre quien me glorifica, de quien vosotros decís: `Él es nuestro Dios’, y sin embargo no le conocéis, yo sí que le conozco, y si dijera que no le conozco, sería un mentiroso como vosotros. Pero yo le conozco, y guardo su palabra. Vuestro padre Abrahán se regocijó pensando en ver mi Día; lo vio y se alegró”. Estas palabras de Jesús deben haber sido como una espada que hiere la auto-estima de los judíos. Decir a las autoridades religiosas: “¡No conocéis al Dios que decís conocer!» ¡Yo le conozco y vosotros no le conocéis!”, es lo mismo que acusarlos de total ignorancia en aquel asunto sobre el cual enseñaban ser doctores especializados. Y la palabra final aumenta la medida: “Vuestro padre Abrahán se regocijó pensando en ver mi Día; lo vio y se alegró”.

• Juan 8,57-59: “¿Aún no tienes cincuenta años y has visto a Abrahán?” Tomaron todo al pie de la letra mostrando así que no entendían nada de lo que Jesús estaba diciendo. Y Jesús hace una nueva afirmación solamente: “¡En verdad, en verdad os digo: antes de que Abrahán existiera, YO SOY!” Para los que creen en Jesús, es aquí que alcanzamos el corazón del misterio de la historia. De nuevo piedras para matar a Jesús. Ni siquiera esta vez lo conseguirán, ¡pues aún no ha llegado la hora! ¡Quien determina el tiempo y la hora es Jesús!

4) Para la reflexión personal

• Diálogo de sordos entre Jesús y los judíos. ¿Has tenido alguna vez la experiencia de conversar con alguien que piensa exactamente lo contrario y no se da cuenta de ello?
• ¿Cómo entender esta frase: “Vuestro padre Abrahán se regocijó pensando en ver mi día; lo vio y se alegró”?

5) Oración final

Recurrid al Señor y a su poder,
buscad continuamente su rostro.
Recordad las maravillas que hizo,
sus prodigios, las sentencias de su boca. (Sal 104)

Introducción al Catecismo de la Iglesia Católica

15.- La segunda parte del catecismo expone como la salvación de Dios realizada de una vez por todas por Cristo Jesús y por el Espíritu Santo se hace presente en las acciones sagradas de la Liturgia de la Iglesia (primera sección), particularmente en los siete sacramentos (segunda sección)”.

La segunda parte del catecismo son los sacramentos.

La segunda parte del catecismo tiene dos secciones, en la primera se hace una explicación de cómo ese Evangelio, el Evangelio de Jesucristo lo recibimos a través de las acciones sagradas de la Liturgia. Hoy en día existe un riesgo, percibimos que hay quien dice “yo creo en el Evangelio, pero eso de recibir los sacramentos… eso ya es otra cosa”, como si ese mensaje de salvación del Evangelio no estuviese después actualizado, no estuviese concretado, no se hiciese presente en las acciones sagradas de la liturgia. Hablando con ciertos ambientes secularizados se percibe “Sí el Evangelio sí…” pero si vamos a pasajes concretos fácilmente se dice “No, esto no es histórico, esto es un género literario…”, lo van vaciando de contenido. Y es que no se puede desconectar el Evangelio de la Liturgia, la tradición de la Iglesia ha entregado y ha conservado la Palabra de Dios a través de la Liturgia, de los Sacramentos.

Cuando uno celebra la Eucaristía está reviviendo la Palabra de Dios en ella “Esto es mi Cuerpo que se entrega por vosotros” como hizo Jesús en la última cena. Cuando se reza el Gloria en la Eucaristía, se está reviviendo el coro de los ángeles que en Belén aclamó el nacimiento del Señor. Cuando nos preparamos para la Eucaristía decimos “Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo…” recordamos como Juan Bautista reconoció a Jesucristo en el Rio Jordán. La Eucaristía no es una cosa distinta del Evangelio, sino que es una acción sagrada que hace presente el acontecimiento narrado en el Evangelio de la muerte y resurrección de Jesús.

Claro que existe un riesgo de ritualismo, de mero sacramento desligado del Evangelio, pero también existe el riesgo contrario, el de un Evangelio leído fuera de la Tradición de la Iglesia y fuera del contexto de la liturgia en el que ha sido transmitido, que sería, para entendernos, una lectura según la tradición protestante y no según la tradición católica. Esto es muy importante, por esto, este punto 15 nos dice cómo en primer lugar la liturgia es una acción sagrada en la que se celebra en ella la Salvación de Dios. En el Evangelio se narra, pero en los sacramentos se celebra, se actualiza, se hace presente. Nos fijamos qué tipo de conexión, el Evangelio es una narración, pero es que la celebración de los sacramentos es una actualización, es hacerla vida, es traer a Cristo aquí. El otro día estuve hablando con una persona con la que tuve la gracia de hablar de corazón a corazón y me decía “Yo creo en Jesús de Nazaret, pero no en Jesucristo tal y como vosotros predicáis en la Iglesia, porque Jesús de Nazaret es el hombre histórico y Jesucristo son las construcciones de la Iglesia” Y yo le decía, “Estas equivocado no hay dos sujetos, Jesús de Nazaret es Jesucristo, es uno solo. Es más, la vida de la Iglesia consistió en que a ese Jesús de Nazaret le llegó a reconocer como Mesías, como el Cristo, el que tenía que venir”.

Decir que lo importante es Jesús de Nazaret y no Jesucristo es como volver a los tiempos anteriores a la confesión que Jesús el pidió hacer a los apóstoles “¿Y vosotros quien decís que soy yo?”, Esa pregunta no era para responder “Jesús de Nazaret”, eso ya lo sabíamos, no se refería a eso… Por el don de la fe somos capaces de decir “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir”. Así es un error decir es Jesús de Nazaret y no Jesucristo, porque parece entonces que hemos vuelto a los tiempos antes de Pentecostés y a antes de la confesión de fe que hicieron los apóstoles.

La Iglesia ha reconocido por el don del Espíritu Santo que Jesús de Nazaret es el enviado del Padre, el Cristo. Por eso, hay un avance entre decir Jesús de Nazaret y decir Jesucristo, y es que Jesucristo es el Jesús de Nazaret actual, el que está glorificado a la derecha del Padre, el que vendrá en gloria. Mientras que, si nos limitamos a decir, yo creo en Jesús de Nazaret, pero no en Jesucristo, entonces es como si fuese una historia del pasado, un personaje de entonces, pero lo importante no es que vivió entonces, sino que sigue viviendo ahora y que está glorificado a la derecha del Padre, y que desde allí es Rey del Universo y Señor de nuestra vida y con él yo tengo una relación personal.

Si Jesús de Nazaret no fuese Jesucristo no viviría ahora, no estaría resucitado y glorificado y no tendría yo con él una relación ahora, sería un personaje del pasado. Y tiene que haber una relación tan estrecha entre Evangelio y Liturgia porque en la Liturgia, en concreto, en la Eucaristía que es el sacramento de los sacramentos, es que ¡Cristo está!, no es que se cuenta lo que dijo, es que se encuentra presente, estamos con Él. Este pequeño discurso lo he hecho para responder a esa tendencia tan marcada que existe a disociar Evangelio con Sacramentos. Los sacramentos son acciones sagradas en las que Cristo mismo desde el cielo hace presente su vida entre nosotros.

Es el sacerdote liturgo, porque cuando la Iglesia celebra un sacramento, Cristo mismo, el Cristo glorioso, está presidiendo esa celebración, nuestra iglesia se une a la del cielo para hacer aquí presente el misterio del Señor.

Por último, termina explicando en la segunda sección uno por uno los sacramentos y será una ocasión muy importante de explicar y es un tesoro muy grande el que podemos tener en esta explicación.

Su cruz y mi cruz

Su Cruz y mi Cruz. La cruz de Cristo no era sólo el leño que llevó a cuestas y en el que murió. La cruz de Jesús fue, junto a ésa, el dolor de la soledad, las injusticias que sufrió, los insultos que recibió… Los de aquel momento y los de toda la historia. El dolor que siente por lo que yo he hecho mal hoy contra otra persona, o contra mí mismo o contra Él. Esa es su cruz. Por eso yo soy RESPONSABLE DE LA CRUZ DE JESÚS.

Y mi cruz de cada día, la que tengo que coger para seguirle, no es un leño de madera. Mi cruz es el dolor de la enfermedad, las injusticias que sufro, el cansancio en el trabajo, el dolor que me supone luchar contra la pereza, el esfuerzo por ser generoso -porque me cuesta dar mis cosas-. Mi Cruz es
trabajar bien cuando no me apetece. Y saber pisotearme y obedecer cuando no quiero, y…

Mi cruz es el DOLOR QUE SUPONE A VECES ACTUAR DE ACUERDO CON EL AMAR A DIOS, CON EL AMAR A LOS DEMÁS -más que a mí mismo- y CON EL AMARME BIEN A Mí MISMO ¿para perfeccionarme y no destruirme?.

Spe Salvi – Benedicto XVI

50. Así, pues, la invocamos: Santa María, tú fuiste una de aquellas almas humildes y grandes en Israel que, como Simeón, esperó « el consuelo de Israel » (Lc 2,25) y esperaron, como Ana, « la redención de Jerusalén » (Lc 2,38). Tú viviste en contacto íntimo con las Sagradas Escrituras de Israel, que hablaban de la esperanza, de la promesa hecha a Abrahán y a su descendencia (cf. Lc 1,55). Así comprendemos el santo temor que te sobrevino cuando el ángel de Dios entró en tu aposento y te dijo que darías a luz a Aquel que era la esperanza de Israel y la esperanza del mundo. Por ti, por tu « sí », la esperanza de milenios debía hacerse realidad, entrar en este mundo y su historia. Tú te has inclinado ante la grandeza de esta misión y has dicho « sí »: « Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra » (Lc 1,38). Cuando llena de santa alegría fuiste aprisa por los montes de Judea para visitar a tu pariente Isabel, te convertiste en la imagen de la futura Iglesia que, en su seno, lleva la esperanza del mundo por los montes de la historia. Pero junto con la alegría que, en tu Magnificat, con las palabras y el canto, has difundido en los siglos, conocías también las afirmaciones oscuras de los profetas sobre el sufrimiento del siervo de Dios en este mundo. Sobre su nacimiento en el establo de Belén brilló el resplandor de los ángeles que llevaron la buena nueva a los pastores, pero al mismo tiempo se hizo de sobra palpable la pobreza de Dios en este mundo. El anciano Simeón te habló de la espada que traspasaría tu corazón (cf. Lc 2,35), del signo de contradicción que tu Hijo sería en este mundo. Cuando comenzó después la actividad pública de Jesús, debiste quedarte a un lado para que pudiera crecer la nueva familia que Él había venido a instituir y que se desarrollaría con la aportación de los que hubieran escuchado y cumplido su palabra (cf. Lc 11,27s). No obstante toda la grandeza y la alegría de los primeros pasos de la actividad de Jesús, ya en la sinagoga de Nazaret experimentaste la verdad de aquella palabra sobre el « signo de contradicción » (cf. Lc 4,28ss). Así has visto el poder creciente de la hostilidad y el rechazo que progresivamente fue creándose en torno a Jesús hasta la hora de la cruz, en la que viste morir como un fracasado, expuesto al escarnio, entre los delincuentes, al Salvador del mundo, el heredero de David, el Hijo de Dios. Recibiste entonces la palabra: « Mujer, ahí tienes a tu hijo » (Jn 19,26). Desde la cruz recibiste una nueva misión. A partir de la cruz te convertiste en madre de una manera nueva: madre de todos los que quieren creer en tu Hijo Jesús y seguirlo. La espada del dolor traspasó tu corazón. ¿Había muerto la esperanza? ¿Se había quedado el mundo definitivamente sin luz, la vida sin meta? Probablemente habrás escuchado de nuevo en tu interior en aquella hora la palabra del ángel, con la cual respondió a tu temor en el momento de la anunciación: « No temas, María » (Lc 1,30). ¡Cuántas veces el Señor, tu Hijo, dijo lo mismo a sus discípulos: no temáis! En la noche del Gólgota, oíste una vez más estas palabras en tu corazón. A sus discípulos, antes de la hora de la traición, Él les dijo: « Tened valor: Yo he vencido al mundo » (Jn 16,33). « No tiemble vuestro corazón ni se acobarde » (Jn 14,27). « No temas, María ». En la hora de Nazaret el ángel también te dijo: « Su reino no tendrá fin » (Lc 1,33). ¿Acaso había terminado antes de empezar? No, junto a la cruz, según las palabras de Jesús mismo, te convertiste en madre de los creyentes. Con esta fe, que en la oscuridad del Sábado Santo fue también certeza de la esperanza, te has ido a encontrar con la mañana de Pascua. La alegría de la resurrección ha conmovido tu corazón y te ha unido de modo nuevo a los discípulos, destinados a convertirse en familia de Jesús mediante la fe. Así, estuviste en la comunidad de los creyentes que en los días después de la Ascensión oraban unánimes en espera del don del Espíritu Santo (cf. Hch 1,14), que recibieron el día de Pentecostés. El « reino » de Jesús era distinto de como lo habían podido imaginar los hombres. Este « reino » comenzó en aquella hora y ya nunca tendría fin. Por eso tú permaneces con los discípulos como madre suya, como Madre de la esperanza. Santa María, Madre de Dios, Madre nuestra, enséñanos a creer, esperar y amar contigo. Indícanos el camino hacia su reino. Estrella del mar, brilla sobre nosotros y guíanos en nuestro camino.

Dado en Roma, junto a San Pedro, el 30 de noviembre, fiesta del Apóstol san Andrés, del año 2007, tercero de mi pontificado.

Si esos callaran las piedras me aclamarían

1.- EL SIERVO DE YAHVEH.- «Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado para saber decir al abatido una palabra de aliento» (Is 50, 4). «El Señor, Yahveh, me ha abierto el oído, y yo no he resistido, no me he echado atrás». El profeta contempla absorto la figura del siervo paciente de Yahveh. Sus palabras le atraviesan de parte a parte, su figura extraña y grandiosa le emociona profundamente.

«He aquí que mi siervo prosperará, se elevará, crecerá y será magnífico… a su vista los reyes cerrarán la boca, porque verán un suceso no contado jamás, y contemplarán algo inaudito». El siervo de Yahveh. Cristo Jesús cantado en poemas inolvidables por el profeta de los bellos decires… Este pimpollo que brota pujante de la vieja raíz de Jesé, nos asegura, ofrece su vida en expiación, carga con las iniquidades de los hombres y los redime.

«Por eso le daré multitudes por herencia, y gente innumerable recibirá como botín, por haberse entregado a sí mismo a la muerte, y haber sido contado entre los malhechores, él que llevaba los pecados de muchos e intercedía por los malhechores». Días de pasión, días de recuerdo hondo que han de llenar nuestros corazones de sentimiento y de pena ante este Cristo, Señor nuestro, que calla y sufre, que camina por nuestras calles con sus ojos tristes y su carne amoratada. Días para llorar nuestros pecados con dolor de amor herido. Porque somos nosotros los que le hemos puesto así: «Sin gracia ni belleza para atraer la mirada, sin aspecto digno de complacencia».

«Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los que mesaban mi barba » (Is 50, 6). El profeta sigue desgranando su largo lamento: «Despreciado, desecho de la humanidad, varón de dolores, avezado al sufrimiento, como uno ante el cual se oculta el rostro, era despreciado y desestimado. Con todo, eran nuestros sufrimientos los que llevaba, nuestros dolores los que le pesaban… Ha sido traspasado por nuestros pecados, deshecho por nuestras iniquidades; el castigo, el precio de nuestra paz, cae sobre él y a causa de sus llagas hemos sido curados».

¡Y que sigamos pecando, Señor! ¡Que sigamos obstinados en despreciar tu ley, en ofenderte, en devolver odio a cambio de amor…! «Todos nosotros, como ovejas, andábamos errantes, cada cual siguiendo su propio camino. Y Yahveh ha hecho recaer sobre él la iniquidad de todos nosotros». Así se explica que no nos castigues como merecen nuestras miserables vidas, tan egoístas y mezquinas…

«Era maltratado y se doblegaba, y no abría su boca; como cordero llevado al matadero, como ante sus esquiladores una oveja muda y sin abrir la boca…». Pero esto no es más que el primer paso hacia el triunfo final, es la batalla sangrienta que hará posible la victoria y la paz luminosa del futuro. Ante este final gozoso exclamaba de júbilo el profeta: «Oh, qué bellos son, por los montes, los pies del mensajero de albricias que anuncia la paz, que trae la dicha, que anuncia la salvación. Estallad a una en gritos de alegría, ruinas de Jerusalén, porque Yahveh se compadece de su pueblo y redime a Jerusalén. Yahveh desnuda su brazo santo a los ojos de todos los pueblos, y todos los confines de la tierra verán la salvación de nuestro Dios».

2.- EL CLAMOR DE LAS PIEDRAS.- «Se acercaban a Jerusalén, por Betfagé y Betania…» (Mc 11, 1). Jesús acompañado por sus discípulos, se acerca a Jerusalén. La emoción que siempre implica el caminar hacia la Ciudad Santa, tenía en esos momentos unos acentos más profundos. Aquella era la última vez que subirían al Templo en compañía del Maestro. En aquella Pascua el verdadero Cordero pascual sería inmolado como expiación suprema y definitiva por los pecados de todos los hombres.

El peligro era cada vez mayor para Jesús y para los suyos. La oposición de las autoridades judías contra ellos se hacía más intensa por momentos. Sin embargo, el Maestro camina decidido y los suyos le siguen dispuestos a lo que sea, confiados en el poder de Jesús, que se prepara a entrar en Jerusalén aclamado y no a escondidas como un reo.

Así se cumplió la profecía de Zacarías. La ciudad entera se conmovió ante aquel Rey que, sereno y majestuoso, avanzaba cabalgando sobre un borrico, al estilo de los antiguos reyes, aclamado con vítores mesiánicos, celebrado con palmas y ramos de olivo.

El camino que sube desde el Cedrón hasta la puerta de Bethesda presentaba un colorido y una animación nunca vista. Los niños daban gritos de júbilo ante el joven y entrañable Rabí de Nazaret que tanto cariño les había demostrado, la gente del pueblo le sale a su encuentro y echa sus mantos sobre el sendero, para que aquel Rey insólito avanzara sobre una vereda de alfombras.

En contraste los grandes, los escribas y los fariseos, se remuerden de envidia y de celos. Ellos, los dirigentes de Israel, los que estaban tramando la perdición de Jesús, tienen que contemplar su triunfo, oír los clamores de aquella gente inculta que confiesan sin pudor que aquel era el Hijo de David, el que venía en el nombre del Señor. Di que esos se callen, se atreven a decir. Si esos callaran -responde Jesús- las piedras me aclamarían.

Domingo de Ramos, Jesús vuelve a pasar ante nosotros con aires de humildad y pobreza, el Señor se nos hace presente en la Iglesia, tan humillada a veces… Ojalá descubramos tras la humanidad de Cristo, su grandeza majestuosa y le aclamemos, más que con palabras, con la vida misma.

Antonio García-Moreno

Llevaron a Jesús al Gólgota y lo crucificaron. Jesús dando un fuerte grito expiró

Al acercarse a Jerusalén, cerca de Betfagé y Betania, junto al monte de los Olivos, Jesús envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: «Id a la aldea de enfrente, y a la entrada encontraréis un pollino atado, que nadie ha montado aún; soltadlo y traedlo. Y si alguien os dice: ¿Por qué hacéis eso?, decidle: El Señor lo necesita, y en seguida os lo devolverá». Ellos fueron, encontraron el pollino atado a la puerta, afuera, en la calle, y lo desataron. Algunos de los que estaban allí les dijeron: «¿Porqué desatáis el pollino?». Ellos respondieron lo que les había dicho Jesús, y los dejaron. Llevaron el pollino a Jesús, pusieron encima sus mantos y Jesús se montó en él. Muchos alfombraban el camino con sus mantos, y otros con ramas que cortaban en los campos. Los que iban delante y detrás gritaban: ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Bendito el reino que llega, de nuestro padre David! ¡Viva Dios altísimo!

Marcos 14, 1-15,47

Comentario del Evangelio

Hoy es Domingo de Ramos. Suele ser habitual que hoy nos vistamos con nuestras mejores ropas y hasta que estrenemos algo. Es un día alegre, festivo, porque recordamos que muchas personas aclamaron a Jesús cuando entró en Jerusalén.

¡Bendito el que viene en nombre del Señor! Eso es lo que decían las personas. Jesús no fue una megaestrella, o un cantante de éxito, o un político… Jesús vino en nombre del Señor, el Hijo de Dios. Que nunca se nos olvide que esto es lo más importante y que si somos cristianos no es porque Jesús es majo, sino porque es el mismo Dios entre todos nosotros.

Para hacer vida el Evangelio

• ¿Qué es lo que más te gusta del día de Ramos?

• ¿Qué celebramos los cristianos el día de Ramos? ¿Qué supone para nosotros que Jesús viene en nombre del Señor?

• Escribe un compromiso para vivir con la alegría del día de Ramos.

Oración

Te aclamamos
queriendo unirnos a todos los que sufren. A tantos enfermos que no pueden con el dolor, a tantas familias deshechas por la droga, a todas las parejas rotas por el desamor y la soledad, a tantos niños llenos de cosas y necesitados de amor.
Te aclamamos, te felicitamos y te admiramos, por lo bien que nos explicaste la mejor manera de vivir, por cómo nos contaste quién es nuestro Dios padre y madre, porque nos abriste caminos nuevos y nos llenaste de ilusión, porque, aunque las cosas te fueron difíciles, llegaste hasta el fin, porque nos invitas a vivir a tu manera y a contar con tu presencia.
Y porque sentimos que caminas la vida a nuestro lado…
GRACIAS, JESÚS…
TU PASIÓN MERECIÓ LA PENA.

Con ramos de olivo te aclamamos

Te aclamamos
queriendo unirnos a todos los que sufren. A tantos enfermos
que no pueden con el dolor,
a tantas familias deshechas por la droga, a todas las parejas rotas por el desamor y la soledad, a tantos niños llenos de cosas y necesitados de amor.

Te aclamamos pidiéndote nos ayudes
a acompañar la vida
de tantos inmigrantes llenos de nostalgia e inseguridad,
de todos los deprimidos, desanimados
y sin ganas de vivir,
de los que no tienen valores
que merezcan la pena,
de los que tienen penas que nadie consuela, de los que cumplen penas en cárceles deshumanizadas…

Te aclamamos contentos
porque nos llenas de esperanza.
Por eso creemos que este mundo tiene remedio,
que se puede dar la vida como Tú, para crear vida,
que juntos contigo y con los otros, somos una familia,
que poco a poco vamos haciendo tu Reino y que nos juntaremos en tu abrazo
al final de los días.

Te aclamamos, te felicitamos y te admiramos, por lo bien que nos explicaste
la mejor manera de vivir,
por cómo nos contaste quién es nuestro Dios padre y madre,
porque nos abriste caminos nuevos
y nos llenaste de ilusión,
porque, aunque las cosas te fueron difíciles, llegaste hasta el fin,
porque nos invitas a vivir a tu manera
y a contar con tu presencia.
Y porque sentimos que caminas la vida
a nuestro lado…
GRACIAS, JESÚS…
TU PASIÓN MERECIÓ LA PENA.

Mari Patxi Ayerra

Notas para fijarnos en el evangelio del Domingo de Ramos

• «Betfagé» (1) se hallaba probablemente en la vertiente occidental del monte de los Olivos, delante de Jerusalén, la ciudad símbolo de la presencia de Dios en medio del pueblo. Betania (1) está en la vertiente oriental de dicho monte, a 3 km al este de la ciudad.

• «El borrico» (2-7) es considerado un animal característico del Mesías-Rey de paz. El caballo, en cambio, se asocia al príncipe guerrero. Es una alusión a Za 9, 9, donde el profeta anuncia que su rey entrará en la ciudad montado en un borrico.

• «El Señor» (3): en el AT, el título «el Señor» se reservaba a Dios. El NT lo aplica a menudo a Jesús, sobre todo después de su Resurrección. Pero aquí, de modo excepcional en el evangelio según Marcos, Jesús se aplica este título a sí mismo.

• Haciendo que Jesús se monte en «el borrico» (7), lo reconocen como Rey, un Rey que trae la paz, según la simbología bíblica.

• También es signo de aclamación al rey el que «alfombren el camino con sus mantos» (8): 2Re 9, 13.

• La palabra «Hosanna» originariamente era una petición de ayuda: «¡Sálvanos!” (Salmo 118[117], 25). Más tarde se convirtió en una aclamación mesiánica, que es el sentido que tiene aquí.

• «Nuestro padre David» (10): es una exclamación mesiánica y real. Toda la escena recuerda la entronización de un rey de Israel (1 Re 1, 38-40).

• «Hosanna en el cielo» (10); expresión que nos conduce a salmo 118[117], 25-26 y al salmo 148, 1. Ocasión para orar con estos dos salmos, enteros “El Evangelio en medio de la vida”

 

EL Evangelio de la Misa es la PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO SEGÚN SAN MARCOS (14, 1-15,47)

• Tras recordar la entrada de Jesús en Jerusalén, la celebración de la Eucaristía nos hace entrar ya de lleno en su camino de entrega hasta la muerte, como nos recuerda la segunda lectura de este día (Fl 2, 6-11).

• Dada la extensión del texto de la Pasión –el propio de la Misa de este domingo–, para hacer el Estudio del Evangelio hará falta coger directamente la Biblia (o el Nuevo Testamento). Ya veis que se trata de dos capítulos enteros de Marcos.

• Si tenéis a mano una Biblia con notas, puede ser interesante que acompañéis la lectura del texto siguiendo las notas correspondientes, buscando los textos citados (paralelos o referencias), etc. Esto requiere disponer de tiempo: es una buena inversión.

• En cualquier caso, hacer una lectura tranquila y meditada del texto de la Pasión según San Marcos cuando conmemoramos el día en que Jesús entró en Jerusalén, nos ayudará a entrar a nuestra Jerusalén “celebrada”: la Semana Santa-Pascua. Y, bien seguro, nos ha de ayudar a vivir nuestra Jerusalén del compromiso cotidiano.

Comentario al evangelio – 22 de marzo

La controversia con los judíos sube de tono; Jesús les da a conocer la Nueva Alianza mostrándoles su identidad más profunda: «os aseguro, quien guarda mi palabra no sabrá lo que es morir para siempre» (Evangelio) ahora le devuelven a Jesús la acusación que Él acaba de hacerles: » vemos claro que estás endemoniado».

Jesús aduce a su favor el testimonio del Padre y del mismo Abraham que se alegró de su venida como pleno cumplimiento de la promesa que Dios le hizo (1ª lectura). Jesús manifiesta abiertamente su condición divina con la misma expresión con la que Dios se reveló a su pueblo en el Sinaí: «yo soy». Los judíos no sólo no quieren ser discípulos de Jesús sino que se disponen a matarlo. «Jesús se escondió y salió del Templo».

Jesús es el Hijo   de Dios que existe desde siempre; en este momento del camino hacia la Pascua es bueno que nos preguntemos qué lugar ocupa  en nuestra vida…¿es el Señor al que sigo?; ¿es el Maestro a quien escucho y del que aprendo el sentido de la historia personal y ´del conjunto de las personas?…¿o le considero un personaje del pasado?.

Conocerle es posible si hablo con Él, si le dejo decirme su Palabra en el sosiego de la oración «porque necesito guardar tu Palabra para no saber lo que es morir para siempre. Necesito, Señor, que seas mi confidente, mi amigo, mi compañero de camino; cuando medito tu Palabra me ofreces tu Verdad que me hace libre porque iluminas mis encrucijadas y mi destino; gracias porque me alimentas con tu Palabra y con tu Pan de Vida.

Es cierto que vivo aturdido y acelerado muchos días; pero cuando bajo a la verdad honda de mí mismo, ahí te encuentro. Te confío el pasado, contigo vivo lo que merece la pena en el presente y de Ti, Señor, recibo la Luz que ilumina mi futuro. Tu experiencia Pascual ahuyenta mi angustia por el paso del tiempo y por la certeza de la muerte, en día y hora desconocidos. Si vivo contigo, moriré y resucitaré contigo; es la Misión que te ha encomendado el Padre para que salves a todos los que nos alegramos de tu venida, como Abraham. Ayúdanos a vivir cada día con tus motivaciones…que mi oración personal concuerde con la oración comunitaria que Tú has iniciado: venga a nosotros tu Reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo, amén».

Jaime Aceña Cuadrado cmf