Vísperas – Martes III de Pascua

VÍSPERAS
(Oración de la tarde)

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno: NOS REÚNE DE NUEVO EL MISTERIO

Nos reúne de nuevo el misterio
del Señor que resurge a la vida,
con su luz ilumina a la Iglesia,
como el sol al nacer cada día.

Resucita también nuestras almas,
que tu muerte libró del castigo
y vencieron contigo al pecado
en las aguas del santo bautismo.

Transfigura los cuerpos mortales
que contemplan tu rostro glorioso,
bella imagen del Dios invisible
que ha querido habitar con nosotros.

Cuando vengas, Señor, en tu gloria,
que podamos salir a tu encuentro,
y a tu lado vivamos por siempre
dando gracias al Padre en el reino. Amén.

SALMODIA

Ant 1. La paz sea con vosotros; soy yo, no tengáis miedo. Aleluya.

Salmo 124 – EL SEÑOR VELA POR SU PUEBLO.

Los que confían en el Señor son como el monte Sión:
no tiembla, está asentado para siempre.

Jerusalén está rodeada de montañas,
y el Señor rodea a su pueblo
ahora y por siempre.

No pesará el cetro de los malvados
sobre el lote de los justos,
no sea que los justos extiendan
su mano a la maldad.

Señor, concede bienes a los buenos,
a los sinceros de corazón;
y a los que se desvían por sendas tortuosas,
que los rechace el Señor con los malhechores.
¡Paz a Israel!

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. La paz sea con vosotros; soy yo, no tengáis miedo. Aleluya.

Ant 2. Espere Israel en el Señor. Aleluya.

Salmo 130 – COMO UN NIÑO, ISRAEL SE ABANDONÓ EN LOS BRAZOS DE DIOS

Señor, mi corazón no es ambicioso,
ni mis ojos altaneros;
no pretendo grandezas
que superan mi capacidad;
sino que acallo y modero mis deseos,
como un niño en brazos de su madre.

Espere Israel en el Señor
ahora y por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Espere Israel en el Señor. Aleluya.

Ant 3. Tema al Señor la tierra entera, porque él lo dijo y existió. Aleluya.

Cántico: HIMNO A DIOS CREADOR Ap 4, 11; 5, 9-10. 12

Eres digno, Señor Dios nuestro, de recibir la gloria,
el honor y el poder,
porque tú has creado el universo;
porque por tu voluntad lo que no existía fue creado.

Eres digno de tomar el libro y abrir sus sellos,
porque fuiste degollado
y por tu sangre compraste para Dios
hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación;
y has hecho de ellos para nuestro Dios
un reino de sacerdotes
y reinan sobre la tierra.

Digno es el Cordero degollado
de recibir el poder, la riqueza y la sabiduría,
la fuerza y el honor, la gloria y la alabanza.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Tema al Señor la tierra entera, porque él lo dijo y existió. Aleluya.

LECTURA BREVE   1Pe 2, 4-5

Acercándoos al Señor, la piedra viva, rechazada por los hombres, pero escogida y apreciada por Dios, también vosotros, como piedras vivas, entráis en la construcción del templo del Espíritu, formando un sacerdocio sagrado, para ofrecer sacrificios espirituales que Dios acepta por Jesucristo.

RESPONSORIO BREVE

V. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya. Aleluya.
R. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya. Aleluya.

V. Al ver al Señor.
R. Aleluya. Aleluya.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya. Aleluya.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. El pan de Dios es el que ha bajado del cielo y da vida al mundo. Aleluya.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El pan de Dios es el que ha bajado del cielo y da vida al mundo. Aleluya.

PRECES

Aclamemos alegres a Cristo, que después de ser sepultado en el seno de la tierra resucitó gloriosamente a vida nueva, y digámosle confiados:

Rey de la gloria, escúchanos.

Te rogamos, Señor, por los obispos, los presbíteros y los diáconos: que sirvan con celo a tu pueblo
y lo conduzcan por los caminos del bien.

Te rogamos, Señor, por los que sirven a tu Iglesia con el estudio de tu palabra:
que escudriñen tu doctrina con pureza de corazón y deseo de adoctrinar a tu pueblo.

Te rogamos, Señor, por todos los fieles de la Iglesia: que combatan bien el combate de la fe
y, habiendo corrido hasta la meta, alcancen la corona merecida.

Tú que en la cruz cancelaste la nota de cargo de nuestra deuda,
destruye también en nosotros toda clase de esclavitud y líbranos de toda tiniebla.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Tú que al bajar al lugar de los muertos abriste las puertas del abismo,
recibe a nuestros hermanos difuntos en tu reino.

Terminemos nuestra oración con las palabras del Señor:

Padre nuestro…

ORACION

Señor, tú que abres las puertas del reino celestial a los que han renacido por el agua y por el Espíritu Santo, acrecienta en tus hijos la gracia que les has dado, para que no se vean privados de tus promesas los que han sido ya purificados de sus culpas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

 

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Lectio Divina – 17 de abril

Lectio: Martes, 17 Abril, 2018

1) ORACIÓN INICIAL

Señor, tú que abres las puertas de tu reino a los que han renacido del agua y del Espíritu, acrecienta la gracia que has dado a tus hijos, para que, purificados ya de sus pecados, alcancen todas tus promesas. Por nuestro Señor.

2) LECTURA

Del Evangelio según Juan 6,30-35

Ellos entonces le dijeron: «¿Qué signo haces para que viéndolo creamos en ti? ¿Qué obra realizas? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, según está escrito: Pan del cielo les dio a comer.» Jesús les respondió: «En verdad, en verdad os digo: No fue Moisés quien os dio el pan del cielo; es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo; porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da la vida al mundo.» Entonces le dijeron: «Señor, danos siempre de ese pan.» Les dijo Jesús: «Yo soy el pan de vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed.

3) REFLEXIÓN

• El Discurso del Pan de Vida no es un texto que hay que discutir o disecar, sino un texto que hay que meditar y rumiar. Por esto, si no se entiende todo, no hay porqué preocuparse. Este texto del Pan de Vida exige toda una vida para meditarlo y profundizarlo. Un testo así, la gente lo debe leer, meditar, rezar, pensar, leer de nuevo, repetir, rumiar, como se hace con un buen caramelo en la boca. Tenerlo en la boca, dándole vueltas, hasta que se acaba. Quien lee el Cuarto Evangelio superficialmente puede quedarse con la impresión de que Juan repite siempre la misma cosa. Leyendo con más atención, es posible percibir que no se trata de repeticiones. El autor del Cuarto Evangelio tiene su propia manera de repetir el mismo asunto, pero a un nivel cada vez más profundo. Parece como una escalera de caracol. Girando uno llega al mismo lugar pero a un nivel más profundo.

• Juan 6,30-33: ¿Qué señal realizas para que podamos creer? La gente había preguntado: ¿Qué debemos hacer para realizar la obra de Dios? Jesús responde “La obra de Dios es creer en aquel que le ha enviado”, esto es, creer en Jesús. Por esto la gente formula una nueva pregunta: “¿Qué señal realizas para que podamos ver y creer en ti? ¿Cuál es tu obra?” Esto significa que no entendieron la multiplicación de los panes como una señal de parte de Dios para legitimar la multiplicación de los panes como una señal de parte de Dios para legitimar a Jesús ante el pueblo como un enviado de Dios. Y siguen argumentando: En el pasado, nuestros padres comieron el maná que les fue dado por Moisés. Ellos lo llamaron “pan del cielo” (Sab 16,20), o sea, “pan de Dios”. Moisés sigue siendo un gran líder, en quien ellos creen. Si Jesús quiere que la gente crea en el, tiene que hacer una señal mayor que la de Moisés. “¿Cuál es tu obra?”

• Jesús responde que el pan dado por Moisés no era el verdadero pan del cielo. Venía de arriba, sí, pero no era el pan de Dios, pues no garantizó la vida para nadie. Todos murieron en el desierto. (Jn 6,49). El verdadero pan del cielo, el pan de Dios, es el pan que vence la muerte y trae vida. Es aquel que desciende del cielo y da la vida al mundo. ¡Es Jesús! Jesús trata de ayudar a la gente a liberarse de los esquemas del pasado. Para él, fidelidad al pasado no significa encerrarse en las cosas antiguas y no aceptar la renovación. Fidelidad al pasado es aceptar lo nuevo que llega como fruto de la semilla plantada en el pasado.

• Juan 6,34-35: Señor, ¡danos siempre de este pan! Jesús responde claramente: «¡Yo soy el pan de vida!» Comer el pan del cielo es lo mismo que creer en Jesús y aceptar el camino que él nos ha enseñado, a saber: «¡Mi alimento es hacer la voluntad del Padre que está en el cielo!» (Jn 4,34). Este es el alimento verdadero que sustenta a la persona, que da un rumbo a la vida, y que trae vida nueva. Este último versículo del evangelio de hoy (Jn 6,35) será retomado como primer versículo del evangelio de mañana (Jn 6,35-40).

4) PARA LA REFLEXIÓN PERSONAL

• Hambre de pan, hambre de Dios. ¿Cuál de las dos predomina en mí?

• Jesús dijo: “Yo soy el pan de vida”. El sacia el hambre y la sed. ¿Qué experiencia tengo de esto?

5) ORACIÓN FINAL

En ti, Yahvé, me cobijo,
¡nunca quede defraudado!
¡Líbrame conforme a tu justicia,
tiende a mí tu oído, date prisa!
Sé mi roca de refugio,
alcázar donde me salve. (Sal 31,2-3)

Masculino y el evangelio

Diego Irarrázaval

Un humor sapiencial: «¿por qué los árboles es- conden el esplendor de sus raíces?», y «¿qué aprendió el árbol de la tierra para conversar con el cielo?» (Pablo Neruda, Chile). Esto puede incentivar un ver cuestiones masculinas y un dejarse interpelar por el Evangelio.

En talleres de género (en los que colaboro desde hace años) primero es conversada la felicidad con rasgos masculinos y femeninos. Luego es examinado el cotidiano machismo (antes tan agresivo, y ahora tan camuflado). Nos preocupa el reconstruir vínculos justos y cariñosos. Es un proceso en que varones y mujeres gozamos la creación divina.

El Espíritu de Jesús convoca a un nuevo caminar. «Jesús nos ayuda a recrear valores asociados culturalmente a la masculinidad: poder, ley, dinero… y a construir un mundo más humano y humanizador» (Francisco Reyes, Guatemala). Esto implica abandonar el androcentrismo, que descalifica a la mujer y que envicia al varón.

Género y sexo

El mundo de ayer y de hoy no es naturalmente androcéntrico; esto más bien es un producto de desequilibrios históricos (Socorro Vivas, Colombia). Por otro lado, la diferencia sexual constituye a personas con potencialidades vitales (Marcela Lagarde, México). La sexualidad (que implica y es más que lo genital) considera experiencias e instituciones fundantes. La perspectiva de género (lo masculino y lo femenino) ayuda a entender relaciones sociales de poder y modos de encarar diferencias sexuales.

Con respecto al cuerpo masculino, es caricaturizado como fuerte, inteligente, dueño de otros cuerpos. Tantas veces uno presupone que piensa y organiza el mundo. Suele hablarse de «mi» mujer. Ante todo esto, hay que redescubrir vínculos de igualdad entre diferentes. El poder es fecundo cuando es amigable, relacional, sexual. Es forjado día a día, no es algo ilusorio. Cada persona siente cómo la reciprocidad masculina-femenina engrandece la vida.

Entre varones se suele hablar de trabajo, dinero, deportes, preocupaciones familiares y afectivas. Nos humanizamos, aunque también abunda la competencia discriminatoria. En cada vivencia nos envuelven estructuras machistas. Uno es o cómplice, o promotor de injusticias. Cabe pues la conversión, a fin de no aplastar (ni a la mujer ni a otro varón).

En medio de contrariedades uno encuentra luces bíblicas. El Evangelio no acepta la superioridad de unos contra otros. Es admirable la actitud de Jesús con respecto a gente minusvalorada de su tiempo. Por ejemplo, es elogiado el papá que abraza al irresponsable hijo pródigo, es exaltado un varón que cuida al samaritano asaltado. Por otra parte, el varón Jesús suplica agua a una mujer postergada; también lava los pies a otros varones. En general, «en el Evangelio hay un mensaje liberador específico para los varones»; «la masculinidad que personificó y enseñó Jesús estaba en abierta contradicción con los valores dominantes» (H. Cáceres, Jesús el Varón, 2011).

El mensaje de Jesús se preocupa de cuerpos con- cretos, y de cada entidad en la creación. Ésta gime con dolores de parto. Las bienaventuranzas de Jesús ofrecen felicidad en el día a día, y una transformación radical. El Evangelio, ni es doctrinal, ni legalista ni piadoso. No obstante, a lo largo de la historia, el cristianismo ha sido infiltrado y desvirtuado por pautas machistas y patriarcales. Estos problemas siguen predominando en América Latina.

Pauta androcéntrica

En el centro es ubicado el varón de grupos pudientes (=androcentrismo), que planifica y subordina a los demás. Por una parte, lo masculino es visto como fuerza corporal, éxito socio-político, pensamiento superior. Por otra parte, lo femenino es caricaturizado como emoción, delicadeza, sacrificio, resignación. Sin darnos cuenta, es desfigurado tanto lo femenino como lo masculino.

Hoy muchos varones intentamos combinar fragilidad y poder, sensibilidad y racionalidad, como la hay en cada persona. Cuando uno confronta el androcentrismo, empieza a ser más humano. Además, ante otras personas y ante Dios, lo masculino contribuye a una espiritualidad holística.

El Evangelio nos sorprende con el valor de la pequeñez y del servicio. Ante la prepotencia de su entorno, Jesús abraza a niños y niñas, y felicita a adultos que son pequeños, últimos, serviciales. Mientras los discípulos varones discuten quién es más importante, el Maestro de Nazaret es tajante: «el más pequeño de ustedes» es el mayor.

Vuelvo a la metáfora del árbol: está sostenido por raíces, por toda la creación. Lamentablemente, nuestros vicios androcéntricos esconden radicales conexiones con todo el universo. Desde abajo, desde raíces compartidas en la humanidad, se va desenvolviendo un mundo bello y justo.

Bienestar masculino

El bienestar masculino y femenino tiene aspectos eco-sustentables, sexuales, económico-políticos místicos. Cuando las comunidades cristianas optan con y por el pobre, lo hacen a favor de la vida plena en formas concretas. ¿Por qué? En el día a día todos y todas somos corresponsables con el Padre y su Espíritu para favorecer la integridad de la creación. Se trata de un empoderamiento como varones (ya que la mayoría está marginada) y como mujeres (estructuralmente discriminadas). En general, la humanidad esta golpeada por una economía-cultura del mercado que nos hace objetos. Pero la solidaridad evangélica conlleva dignidad individual y liberación integral.

La propuesta de Jesús es paradójica: asumir la cruz y resucitar. Perder y ganar todo. Quienes están al final de la cola son los primeros beneficiados. Los hambrientos quedan satisfechos. El Evangelio impugna a hipócritas, corruptos, gobernantes, ricos. También confronta a varones autendiosados; y nos invita a la conversión. La amabilidad, el servicio mutuo, la alegría de varones y mujeres, son señales de la llegada del Reino de Dios.

Sin embargo, hoy como ayer abundan abusos de poder, se oprime a la mujer, y competimos y nos ponemos zancadillas entre varones. Entre los primeros seguidores del Maestro hubo pleitos y arribismos; se les advirtió sobre gobernantes y autoridades, y se les invitó a ser felices (pero no como los grandes del mundo): «el que manda como el que sirve». Porque son «felices los pobres de espíritu, de ellos es el Reino». El Hijo del Hombre es un servidor, y hasta da su vida para que vivamos bien.

Relacionalidad evangélica

Un mundo de machos impone normas a toda la gente. En muchos espacios creyentes, son principalmente varones (y mujeres que asumen pautas jerárquicas) quienes configuran la inequidad. Al respecto, vale revisar lo ocurrido entre Jesús y un varón piadoso. Éste pregunta: ¿qué tengo que hacer para conseguir la vida eterna?

Es una religión privada y normativa. El rico está auto-centrado y obsesionado por lo legal. La respuesta del Maestro es tajante: regala todo a los pobres; luego, ven y sígueme. Es decir, relaciones de justicia con el pobre, y el gozo de caminar con Jesús. Es la bella ética y espiritualidad evangélica de amar al prójimo, inseparable de amar a Dios. Es una rela- cionalidad justa, responsable, cordial. En términos evangélicos: la relación con la humanidad sufriente es condición para seguir a Cristo resucitado.

Espiritualidad terrenal

En muchos lugares del continente el varón casi no participa y está lejos de la institución religiosa. Dice que es cosa del pasado, y de mujeres. Sin embargo cada persona (y cada varón) siente mayor o menor responsabilidad hacia los demás, goza la vida, confía en Dios. Abunda la espiritualidad de carácter terrenal. La humanidad tiene hambre y sed de vida.

Jesús puede ser reconocido como varón que nos contagia con su sensibilidad, libertad, esperanza. Esto conlleva una buena mística masculina, con los pies en la tierra, y con fe en el día a día. Tanto varones como mujeres estamos convocados por el Maestro a ser luz en medio de la oscuridad. No vale ser individuos-objetos enjaulados en una economía y cultura injusta. Tampoco cabe ser manipulados de modo emocional y religioso. Más bien, el Evangelio llama a ser personas, con cualidades masculinas y femeninas. En el día a día con sus altos y bajos cabe abrir el corazón al misterio de Vivir.

Uno retoma la sabiduría de Neruda, que decía: «¿qué aprendió el árbol de la tierra para conversar con el cielo?». Es posible tomarlo como una metáfora del caminar masculino en el acontecer histórico.Estamos como los árboles, bien alimentados desde raíces terrenales. Las ramas van hacia algo diferente a uno, hacia el cielo, hacia el misterio de relaciones básicas. Se aprende de la tierra para abrazar el cielo.

Pan partido para un mundo nuevo

«Yo soy el pan de vida… Quien como mi carne y bebe mi sangre…». El discurso de Jesús que sigue al relato de la multiplicación de los panes, en Juan 6, remite inevitablemente a la última cena y a la eucaristía, aun cuando la exégesis señale diferentes momentos más o menos marcados por esta referencia.

«Les dio un pan venido del cielo». Este versículo del salmo 89 está en el centro mismo del discurso. Nos hallamos en el desierto, y la reflexión se remite espontáneamente al maná y al Éxodo. Jesús ha multiplicado el pan para la muchedumbre, y algunos se equivocan en torno al sentido de este signo; hay que elevar el tono del debate. Jesús no es un hacedor de milagros; no da el pan a los hombres sin que éstos tengan que «colaborar en las obras de Dios». La fe es el lugar del encuentro. Pero ¿quién es exactamente este Jesús? ¿El profeta? ¿El Rey? Toda interpretación excesivamente fácil es peligrosa; es preciso superar laboriosamente las etapas de la fe. Jesús, que se revela en la noche contra viento y marea, llama al hombre a comprometerse en su seguimiento. Por otra parte, el acontecimiento se sitúa poco antes de la Pascua, con lo cual se nos remite a la gran Pascua, donde la realeza del Hijo del Hombre será revelada a través del don que hará de sí mismo hasta la muerte.

¡La muerte y la vida! «Vuestros padres comieron del maná en el desierto y murieron». ¿De qué serviría multiplicar el pan si no fuera pan de vida eterna? ¿Cómo vamos a tener siempre al alcance de la mano a un hombre que nos dé el alimento de la inmortalidad? ¡Pues lo tenemos! Pero el encontrarnos con él supone la fe y el sacramento.

Primero la fe. Jesús es el pan de vida. «Quien permanece en mí, permanece en Dios». Se trata de permanecer en él, no de frecuentarlo cuando la necesidad se hace sentir. Permanecer como los primeros discípulos, es decir, creer en él y seguir sus pasos en los suyos. La vida está en movimiento, en éxodo, en camino: siempre hay que ir más lejos, y hay que atravesar la muerte para alcanzar las orillas de la vida. ¿Arriesgar? Es verdad que el riesgo es grande: aparentemente, ¡Jesús no es más que el hijo de José! ¿Cómo podría conocer el camino?

Pero la fe transfigura las apariencias. Jesús reivindica su condición de Hijo del Padre, mayor que el propio Moisés. No sólo da un pan mejor que el maná, sino que él es ese Pan venido del cielo, el don del Padre. ¿Y cómo lo prueba? Ahí reside la tragedia del cuarto evangelio… ¡No hay más prueba sino que «nadie viene al Hijo si el Padre no le atrae!». La fe es remitida a su verdadero lugar: el corazón. Permanecer es acceder a un tipo de vida distinto que permite descubrir lo que estaba oculto, el misterio. Claro está que Jesús propone signos, comenzando por el de la multiplicación de los panes, pero ¿qué es un signo si falta la convivencia de quien tiene que descifrarlo? El discurso sobre el Pan de vida es, ante todo, una exposición casi exorbitante de la originalidad de la fe.

El alimento de vida eterna supone, pues, la fe. Pero la fe se expresa en el sacramento. ¡Hay que «comer» —en el sentido más radical— «la carne del Hijo del Hombre» y beber su sangre! «El pan que yo daré, dice Jesús, es mi carne para la vida del mundo»: las palabras de la última cena resuenan aquí como un eco. Pero ¿en qué consiste ese sacramento inaugurado en la última comida de Cristo?

¡Qué lejos estamos de la distribución gratuita de un alimento de inmortalidad! ¡No basta, verdaderamente, con tender la mano —o la lengua— para ser salvado! Jesús ha entregado su carne y su sangre, se ha entregado todo él… Comerlo, como lo hace la fe, es seguirle hasta ahí: hacerse uno con su carne entregada y su sangre derramada. Acceder a la resurrección es aceptar el mismo camino que el de la Pascua. Si a los judíos les costó tanto creer que hay que «comer la carne de ese hombre», no es porque les repugnase un acto tan extraño, sino, más bien, porque percibían implícitamente que esta invitación pone a Cristo en el centro de todo: ¿con qué derecho pretende él ser el Camino y la Vida, siendo así que al poco tiempo va a ser crucificado? Por lo demás, algunos discípulos van a comenzar a murmurar contra él por el mismo motivo: «¡Duras palabras son ésas! ¿Quién puede hacerle caso?». Sí, la palabra sacramental es dura ¡tan dura como el camino de la cruz! Pero no hay otra que pueda salvar al hombre y «resucitarlo»… ¿A quién iremos, Señor?

En la tradición evangélica, el relato de la multiplicación de los panes se inserta en un conjunto que culmina en el reconocimiento de Cristo por Pedro y por la Iglesia. También aquí va el apóstol a proclamar su fe: «Nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios». Pero la fe nunca será reposo absoluto. ¡Tampoco lo es en el sacramento! No se puede comer la carne del Hijo del Hombre sin sentarse con él a la mesa de la Cena y de la Pasión. De lo contrario, la vida no podrá surgir de la muerte, como tampoco fue posible la resurrección más que a través de la prueba del calvario. Por eso la misa es un «sacrificio». El pan partido para un mundo nuevo supera absolutamente todos los esfuerzos humanos por compartir mejor el pan: es el sacramento de la muerte necesaria para que florezca la vida. Y, en el Evangelio, el relato de la multiplicación de los panes es algo completamente distinto de una llamada a la generosidad, que siempre resulta decepcionante si no se inserta en la fe en Jesús, Pan de vida para quienes le siguen hasta el final.

Ecclesia in Medio Oriente – Benedicto XVI

26. La libertad religiosa es la cima de todas las libertades. Es un derecho sagrado e inalienable. Abarca tanto la libertad individual como colectiva de seguir la propia conciencia en materia religiosa como la libertad de culto. Incluye la libertad de elegir la religión que se estima verdadera y de manifestar públicamente la propia creencia[21]. Ha de ser posible profesar y manifestar libremente la propia religión y sus símbolos, sin poner en peligro la vida y la libertad personal. La libertad religiosa hunde sus raíces en la dignidad de la persona; garantiza la libertad moral y favorece el respeto mutuo. Los judíos, que han sufrido desde hace mucho tiempo hostilidades, con frecuencia mortales, no pueden olvidar los beneficios de la libertad religiosa. Los musulmanes, por su parte, comparten con los cristianos la convicción de que no está permitida coacción alguna en materia religiosa, y menos aún con la fuerza. Esta coacción, que puede adoptar formas múltiples e insidiosas en el plano personal y social, cultural, administrativo y político, es contraria a la voluntad de Dios. Es una fuente de instrumentalización político-religiosa, de discriminación y violencia, que puede conducir a la muerte. Dios quiere la vida, no la muerte. Prohíbe el homicidio, e incluso dar muerte al asesino (cf. Gn4,15-16; 9,5-6; Ex 20,13).


[21] Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Decl. Dignitatis humanae, sobre la libertad religiosa, 2-8; Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2011: AAS 103 (2011), 46-58; Discurso al Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede (10 enero 2011): AAS 103 (2011), 100-107.

Música – Domingo IV de Pascua

Entrada: LA ALEGRÍA DE VIVIR – M de Terry (4a. estrofa)
En la fiesta del Domingo – Carmelo Erdozáin (2a. estrofa)

Aspersión: AGUA VIVA – Alberto Taulé
Nueva Vida – Cesáreo Gabaráin

Gloria: GLORIA A DIOS EN EL CIELO (11) – Alberto Taulé

Del salmo 117: LA PIEDRA QUE DESECHARON LOS CONSTRUCTORES ES AHORA LA                                                      PIEDRA ANGULAR. ALELUYA – B. Carrillo

Aclamación: ALELUYA, ALELUYA (19) – J. Pedro Martins

Ofrendas: TE OFRECEMOS, PADRE NUESTRO – Orlando Ponce

Himno: SANTO, SANTO, SANTO (13) – Alberto Taulé

Paz: CORDERO DE DIOS – Francisco Fernández/Guisasola

Comunión: A LAS FUENTES DE AGUA VIVA – Carmelo Erdozáin
Danos de tu Pan – Pedro Joaquín Madurga

Meditación: ID Y ENSEÑAD – Cesáreo Gabaráin
El Señor es mi Pastor – Alejandro Mejía

Salida: GERARDI, EL PASTOR – Edgar López
La Pascua con María – Bernardo Velado/Antonio Alcalde

Letras y partituras de los cantos

Recursos – Domingo IV de Pascua

PRESENTACIÓN DE UN CAYADO O UN BASTÓN

(Esta ofrenda la puede hacer el mismo Presidente o quien dirige el Consejo Pastoral)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Señor, yo te traigo hoy este bastón. Es el símbolo de la autoridad. Con él te quiero ofrecer mi disponibilidad de servicio, porque, como discípulo del Buen Pastor, sé que la única autoridad existente en tu familia es la de la entrega y el servicio incondicional. Dame fuerzas para crecer en mi capacidad de solicitud. En nombre del resto de la comunidad, te ofrezco también su disponibilidad de servicio, pues bien sabemos que somos pastores unos de otros. Trenza entre todos nosotros y nosotras esa red del amor y la caridad.

PRESENTACIÓN DE UN MEDICAMENTO

(Con el envoltorio sería suficiente, para tener el valor de símbolo. Y lo puede presentar alguien relacionado con la sanidad)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Mira, Señor, yo te traigo un medicamento, porque pensamos que es un buen signo de la misericordia, una de las cualidades fundamentales del Buen Pastor. Queremos ser eso: medicina para los otros; bálsamo y aceite que curen las heridas de los demás. Mera capacidad de escucha, que alivie y aligere los problemas de los otros y de las otras. Y lo queremos hacer a imagen de tu Hijo Jesucristo, tal como Él lo hizo antes y lo hace ahora con nosotros y nosotras.

PRESENTACIÓN DE UN MINUSVÁLIDO EN SU SILLA DE RUEDAS

(Con sumo respeto y siempre que no le resulte hiriente. Lo puede hacer también un sanitario o una persona que se dedique a su cuidado o un familiar)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: El pastor se preocupa por las ovejas más débiles y necesitadas. Por eso, Señor, a tu imagen, te traemos hoy una de las realidades de vida de nuestra comunidad, para expresar nuestros deseos de comprometernos con los que más lo necesitan entre nosotros. Ese queremos que sea nuestro talante individual y comunitario.

PRESENTACIÓN DE UN PÓSTER EN EL QUE VA ESCRITO: “SÍ”

(Hace la ofrenda uno de los jóvenes de la comunidad)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Señor, en nombre mío y de todos/as los/as jóvenes y niños/as de la comunidad, yo te traigo este «Sí», expresión de nuestra disponibilidad a escuchar tu voz y tu llamada. No permitas que nuestros oídos se cierren a causa de las muchas voces y ruidos que se producen en nuestro mundo. Que nadie nos impida oír tu llamada. Y danos a todos y a todas y cada uno/una de nosotros y de nosotras la fortaleza necesaria para seguir tus pasos en la vocación a la que nos llames.

PRESENTACIÓN DE UN/A RELIGIOSO/A O DE UN LIBRO DE LAS HORAS

(Esta ofrenda es opcional, dependiendo de si en esa comunidad alguno de sus miembros vive la vida religiosa consagrada. De no ser así, uno cualquiera de la comunidad, aunque preferentemente un o una joven, ofrece un Libro de las Horas, como signo de la vida consagrada)

ORACIÓN – EXPLICACIÓN: Muchos de vosotros y de vosotras me conocéis. Sabéis mi nombre y mi dedicación. Si me permitís, os cuento brevemente mi historia y mi vocación…

Nada de lo que os he dicho es mérito mío. Todo y sólo es pura gracia de Dios, a quien estoy profundamente agradecido/a. Ante vosotros, quiero ofrecerme a Dios, y me uno a la ofrenda de su Hijo Jesucristo, en quien mi entrega tiene sentido y mis debilidades se vuelven lucha por acercarme a su perfección.

(Por mi parte, Señor, te traigo este Libro de las Horas, como signo de la entrega en una vida consagrada a Ti de muchos hombres y mujeres en el seno de la Iglesia. Con este Libro recibe la vida de esos hombres y mujeres, gracias a los cuales tu Iglesia sabe de la existencia de tu Reino, ya presente en medio de nosotros y de nosotras. A la vez te pido que hagas surgir en nuestra comunidad vocaciones de especial consagración).

Oración de los fieles – Domingo IV de Pascua

Pastor bueno que has dado la vida por todos los hombres, a ti recurrimos en tantas necesidades como nos acechan. Sabemos que tú tienes poder para transformarlas por eso venimos a ponerlas en tus manos.

R.- GUÍA A TU IGLESIA, SEÑOR.

1. – Por el Papa Benedicto XVI, los obispos, los sacerdotes, pastores para el pueblo de Dios, para que el Señor les dé fuerza y valor para atraer con su testimonio a tantos como se van separando de la Iglesia. OREMOS

2. – Por todos los portadores del mensaje de Cristo, para que el Señor los ilumine al proclamar su Palabra, a fin de que los que la escuchan encuentren en ella confianza, consuelo, cercanía, seguridad, compañía… amor. OREMOS

3. – Por tantos como han huido desencantados para que reflexionen y vean que a Cristo no van a encontrarlo huyendo sino buscando y dejándose encontrar por Él. OREMOS

4. – Para que el Señor dueño del universo guíe a todos los que todavía no han encontrado un trabajo estable, una vida digna, un puesto en la sociedad y les dé fuerza para no abandonar y seguir adelante. OREMOS

5. – Por todos los que sufren: enfermos, solos, moribundos, afligidos, para que sepan que hay un Pastor que vela por ellos y nunca los va a abandonar. OREMOS

6. – Por los padres de familia guías de sus hijos, para que no olviden sus obligaciones: hablar, conducir, escuchar, conocer, guardar y sobre todo amar. OREMOS

7.- Y especialmente este domingo pidamos al Señor por las Vocaciones religiosas de todo tipo y por los progresos del Clero Nativo. OREMOS

8. – Por todos los que nos hemos reunido en esta celebración, para que el Señor nos bendiga, nos proteja y nos guarde, para que nosotros seamos su pueblo y Él nuestro único Pastor. OREMOS

Padre, Tú sabes cuántas necesidades tiene la vida de tus hijos. Te pedimos que escuches nuestras peticiones. Por Jesucristo Nuestro Señor.

Amén.

Comentario al evangelio – 17 de abril

SOMOS TESTARUDOS,

NOS RESISTIMOS AL ESPÍRITU SANTO


     Esteban no está simplemente cuestionando la Ley de Moisés, o algún aspecto concreto de la misma. Como Jesús, va al centro. Si el signo exterior de que se pertenecía al pueblo de Dios era la «circuncisión» (según la alianza con Abraham, Génesis 17, 10-14), Esteban les reprocha que el signo se ha quedado en algo puramente externo y falso. Porque lo que había que «circuncidarse» eran el oído y el corazón.

     Ya sabemos que en la cultura bíblica, el corazón representaba el centro de la persona, el yo, la propia identidad. Pero podemos andar con una «coraza» puesta, de modo que nos «protegemos» contra la voluntad de Dios, no permitimos que la Palabra de Dios afecte, transforme y se incorpore a lo que somos, pensamos, hacemos y sentimos. Por muchas palabras que digamos, o muchos signos exteriores que nos pongamos. La voluntad de Dios nos rebota. Es lo que Jesús y Esteban echan en cara al pueblo,  a los ancianos y escribas. Con palabras muy duras: «Siempre os resistís al Espíritu Santo».

    Y en cuanto al oído: Israel se ha llamado el «pueblo de la escucha». Un texto fundamental, que es a la vez la plegaria más sagrada del judaísmo y que repiten diariamente, se encuentra en Deuteronomio  6, 4-9, empieza así: Escucha Israel…

    Pero es frecuente que, al escuchar, pongamos como unos filtros en las orejas, de modo que escuchamos selectivamente: lo que está de acuerdo con nuestras ideas, lo que no nos inquieta, lo que nos interesa, lo que nos da tranquilidad, lo que confirma nuestras ideas… Con respecto a los demás, ¡y con respecto a Dios y su Palabra! Tener circuncidado el oído significa dejarse juzgar, cuestionar, afectar, alterar, cambiar los criterios y la mente… conforme a lo que nos va «diciendo» Dios. 

    Es más: el pueblo, los ancianos y los escribas no habían sido capaces (o no les daba la gana) de reconocer la Palabra de Dios que venía por boca de sus profetas, así que los perseguían y eliminaban. Con tal de no cambiar la vida, los comportamientos erróneos, con tal de no dejarse cuestionar y exigir, se cerraba la boca de los mensajeros persiguiéndolos y eliminándolos. Esto es lo que hicieron con Jesús, y lo que Esteban sabe que van a hacer con él. Si persiguieron al Maestro, también perseguirán a sus discípulos. El propio Jesús ya lo había advertido. 

El Papa Francisco (17 de Abril de 2013), hablando del Concilio Vaticano II, se preguntaba:  ¿Hemos hecho todo lo que nos dijo el Espíritu Santo en el Concilio?». «No», fue su respuesta. 

«Festejamos este aniversario» casi levantando «un monumento» al Concilio, pero nos preocupamos sobre todo de «que no nos dé fastidio. No queremos cambiar». Y hay algo más: existen voces que quieren retroceder. Esto se llama “ser testarudos”, esto se llama querer “domesticar al Espíritu Santo”, esto se llama convertirse en necios y lentos de corazón».

También entre nosotros se manifiesta esa resistencia al Espíritu Santo. Para decirlo claramente: el Espíritu Santo nos da fastidio. Porque nos mueve, nos hace caminar, impulsa a la Iglesia a ir adelante. Y nosotros somos como Pedro en la Transfiguración: “Ah, que bueno es que estemos aquí, todos juntos”. Pero que no nos dé fastidio. Queremos que el Espíritu Santo se amodorre. Queremos domesticar al Espíritu Santo. Y esto no funciona. Porque Él es Dios y Él es ese viento que va y viene, y tú no sabes de dónde. Es la fuerza de Dios; es quien nos da la consolación y la fuerza para seguir adelante. ¡Pero sigamos adelante! Y esto incomoda. La comodidad es más bonita. 

«También en nuestra vida personal, en la vida privada sucede lo mismo: el Espíritu nos impulsa a seguir un camino más evangélico, y nosotros: “Pero no, es así, Señor…”». 

Pues sí: sigue habiendo quienes le echan la culpa a aquella «reunión» de casi todos los males de la Iglesia de hoy, y quisieran dar marcha atrás al tiempo, recuperar lo que «perdieron», reivindicar las sacrosantas tradiciones y modos de tiempos pretéritos, sin «creerse» que el Espíritu sigue hablando y guiándonos hoy.  

    En otro momento, decía el Papa: «el hombre debe tener el corazón siempre abierto. El «siempre se ha hecho así» es un corazón cerrado y Jesús nos ha dicho: ‘os enviaré el Espíritu Santo y Él os conducirá a la verdad plena’. Si tienes el corazón cerrado a la novedad del Espíritu Santo, ¡nunca llegarás a la verdad plena! Y tu vida será una vida mitad y mitad, una vida remendada con cosas nuevas, pero sobre una estructura que no está abierta a la voz del Señor. Un corazón cerrado, porque no eres capaz de cambiar los odres«. Cerrado o incircunciso.

Y atentos también a nuestra propia vida personal: por dónde nos empeñamos en ir, estar o hacer… y por dónde quisiera llevarnos el Espíritu Santo.

           Por eso, concluimos esta reflexión, con los deseos del Papa: «esta es la gracia que hoy quisiera que todos nosotros pidiéramos al Señor; la docilidad al Espíritu Santo, al Espíritu que viene a nosotros y nos hace seguir adelante por el camino de la santidad, esa santidad tan bella de la Iglesia. La gracia de la docilidad al Espíritu Santo».

(¿Qué más voy a añadir yo, si mejor que el Papa no soy capaz de decirlo? La cosa es… hacerlo, ponerlo en práctica).

Enrique Martínez de la Lama-Noriega, cmf