I Vísperas – Domingo IV de Pascua

I VÍSPERAS
(Oración de la tarde)

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno: REVESTIDOS DE BLANCAS VESTIDURAS

Revestidos de blancas vestiduras,
vayamos al banquete del Cordero
y, terminado el cruce del mar Rojo
alcemos nuestro canto al rey eterno.

La caridad de Dios es quien nos brinda
y quien nos da a beber su sangre propia,
y el Amor sacerdote es quien se ofrece
y quien los miembros de su cuerpo inmola.

Las puertas salpicadas con tal sangre
hacen temblar al ángel vengativo,
y el mar deja pasar a los hebreos
y sumerge después a los egipcios.

Ya el Señor Jesucristo es nuestra pascua,
ya el Señor Jesucristo es nuestra víctima:
el ázimo purísimo y sincero
destinado a las almas sin mancilla.

Oh verdadera víctima del cielo,
que tiene a los infiernos sometidos,
ya rotas las cadenas de la muerte,
y el premio de la vida recibido.

Vencedor del averno subyugado,
el Redentor despliega sus trofeos
y, sujetando al rey de las tinieblas,
abre de par en par el alto cielo.

Para que seas, oh Jesús, la eterna
dicha pascual de nuestras almas limpias,
líbranos de la muerte del pecado
a los que renacimos a la vida.

Gloria sea a Dios Padre y a su Hijo,
que de los muertos ha resucitado,
así como también al sacratísimo
Paracleto, por tiempo ilimitado. Amén.

SALMODIA

Ant 1. La paz de Cristo reine en vuestros corazones. Aleluya.

Salmo 121 LA CIUDAD SANTA DE JERUSALÉN

¡Qué alegría cuando me dijeron:
«Vamos a la casa del Señor»!
Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén.

Jerusalén está fundada
como ciudad bien compacta.
Allá suben las tribus,
las tribus del Señor,

según la costumbre de Israel,
a celebrar el nombre del Señor;
en ella están los tribunales de justicia
en el palacio de David.

Desead la paz a Jerusalén:
«Vivan seguros los que te aman,
haya paz dentro de tus muros,
seguridad en tus palacios.»

Por mis hermanos y compañeros,
voy a decir: «La paz contigo.»
Por la casa del Señor, nuestro Dios,
te deseo todo bien.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. La paz de Cristo reine en vuestros corazones. Aleluya.

Ant 2. Por tu sangre nos compraste para Dios. Aleluya.

Salmo 129 – DESDE LO HONDO A TI GRITO, SEÑOR.

Desde lo hondo a ti grito, Señor;
Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos
a la voz de mi súplica.

Si llevas cuenta de los delitos, Señor,
¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón,
y así infundes respeto.

Mi alma espera en el Señor,
espera en su palabra;
mi alma aguarda al Señor,
más que el centinela la aurora.

Aguarde Israel al Señor,
como el centinela la aurora;
porque del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa;
y él redimirá a Israel
de todos sus delitos.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Por tu sangre nos compraste para Dios. Aleluya.

Ant 3. Era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria. Aleluya.

Cántico: CRISTO, SIERVO DE DIOS, EN SU MISTERIO PASCUAL – Flp 2, 6-11

Cristo, a pesar de su condición divina,
no hizo alarde de su categoría de Dios,
al contrario, se anonadó a sí mismo,
y tomó la condición de esclavo,
pasando por uno de tantos.

Y así, actuando como un hombre cualquiera,
se rebajó hasta someterse incluso a la muerte
y una muerte de cruz.

Por eso Dios lo levantó sobre todo
y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»;
de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble
en el cielo, en la tierra, en el abismo
y toda lengua proclame:
Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria. Aleluya.

LECTURA BREVE   1Pe 2, 9-10

Vosotros sois linaje escogido, sacerdocio regio, nación santa, pueblo adquirido por Dios para proclamar las hazañas del que os llamó a salir de la tiniebla y a entrar en su luz maravillosa. Vosotros, que en otro tiempo no erais pueblo, sois ahora pueblo de Dios; vosotros, que estabais excluidos de la misericordia, sois ahora objeto de la misericordia de Dios.

RESPONSORIO BREVE

V. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya. Aleluya.
R. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya. Aleluya.

V. Al ver al Señor.
R. Aleluya. Aleluya.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Los discípulos se llenaron de alegría. Aleluya. Aleluya.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. «Yo soy la puerta – dice el Señor-; el que entre por mì se salvará y encontrará pastos abundantes». Aleluya.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. «Yo soy la puerta – dice el Señor-; el que entre por mì se salvará y encontrará pastos abundantes». Aleluya.

PRECES

Oremos a Cristo, que resucitando de entre los muertos destruyó la muerte y nos dio nueva vida, y digámosle:

Tú que vives eternamente, escúchanos, Señor.

Tu que eres la piedra rechazada por los arquitectos, pero convertida en piedra angular,
conviértenos a nosotros en piedras vivas de tu Iglesia.

Tú que eres el testigo fiel y el primogénito de entre los muertos,
haz que tu Iglesia sea también siempre testimonio ante el mundo.

Tú que eres el único esposo de la Iglesia, nacida de tu costado,
haz que todos nosotros seamos signos de tus bodas con la Iglesia.

Tú que eres el primero y el último, el que estabas muerto y ahora vives por los siglos de los siglos,
concede a todos los bautizados perseverar fieles hasta la muerte, a fin de recibir la corona de la victoria.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Tu que eres la lámpara que ilumina la ciudad santa de Dios,
alumbra con tu claridad a nuestros hermanos difuntos.

Sintiéndonos verdaderos hijos de Dios, digamos a nuestro Padre:

Padre nuestro…

ORACION

Dios todopoderoso y eterno, que has dado a tu Iglesia el gozo inmenso de la resurrección de Jesucristo, te pedimos que nos lleves a gozar de las alegrías celestiales, para que así llegue también el humilde rebaño hasta donde penetró su victorioso Pastor. Él, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

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Lectio Divina – 21 de abril

Lectio: Sábado, 21 Abril, 2018

1) ORACIÓN INICIAL

¡Oh Dios!, que has renovado por las aguas del bautismo a los que creen en ti; concede tu ayuda a los que han renacido en Cristo, para que venzan las insidias del mal y permanezcan siempre fieles a los dones que de ti han recibido. Por nuestro Señor.

2) LECTURA

Del Evangelio según Juan 6,60-69

Muchos de sus discípulos, al oírle, dijeron: «Es duro este lenguaje. ¿Quién puede escucharlo?» Pero sabiendo Jesús en su interior que sus discípulos murmuraban por esto, les dijo: «¿Esto os escandaliza? ¿Y cuando veáis al Hijo del hombre subir adonde estaba antes?…«El espíritu es el que da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y son vida. «Pero hay entre vosotros algunos que no creen.» Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar. Y decía: «Por esto os he dicho que nadie puede venir a mí si no se lo concede el Padre.» Desde entonces muchos de sus discípulos se volvieron atrás y ya no andaban con él. Jesús dijo entonces a los Doce: «¿También vosotros queréis marcharos?» Le respondió Simón Pedro: «Señor, ¿a quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios.»

3) REFLEXIÓN

• El evangelio de hoy trae la parte final del Discurso del Pan de Vida. Se trata de la discusión de los discípulos entre sí y con Jesús (Jn 6,60-66) y de la conversación de Jesús con Simón Pedro (Jn 6,67-69). El objetivo es mostrar las exigencias de la fe y la necesidad de un compromiso firme con Jesús y con su propuesta. Hasta aquí todo se pasaba en la sinagoga de Cafarnaún. No se indica el lugar para esta parte final.

• Juan 6,60-63: Sin la luz del Espíritu no se entienden estas palabras. Muchos discípulos pensaban que Jesús se estaba yendo ¡demasiado lejos! Estaba acabando con la celebración de Pascua y se estaba colocando a sí mismo en el lugar más central de la Pascua. Por ello, mucha gente se desligó de la comunidad y no iba más con Jesús. Jesús reacciona diciendo: «Es el espíritu que da vida, la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida». No deben tomarse al pie de la letra las cosas que él dice. Sólo con la ayuda del Espíritu Santo es posible entender todo el significado de lo que Jesús dijo (Jn 14,25-26; 16,12-13). Pablo dirá en la carta a los Corintios: “¡La letra mata, mientras el Espíritu da vida!” (2Cor 3,6).

• Juan 6,64-66: Algunos de vosotros no creen En su discurso Jesús se había presentado como el alimento que sacia el hambre y la sed de todos aquellos y aquellas que buscan a Dios. En el primer Éxodo, muchos dudaron de que Dios estuviera con ellos: “¿Está o no está Yahvé en medio de nosotros?” (Es 17,7) y murmuraban contra Moisés (Cf. Es 17,2-3; 16,7-8). Querían romper y volver a Egipto. En esta misma tentación caen los discípulos, dudando de la presencia de Jesús en el partir el pan. Ante las palabras de Jesús sobre “comer mi carne y beber mi sangre”, muchos murmuraban como el pueblo en el desierto (Jn 6,60) y tomaron la decisión de romper con Jesús y con la comunidad “se volvieron atrás y no fueron con él” (Jn 6,66).

• Juan 6,67-71: Confesión de Pedro. Al final quedan sólo los doce. Ante la crisis provocada por sus palabras y sus gestos, Jesús se vuelve hacia sus amigos más íntimos, aquí representados por los Doce, y les dice: “¿También vosotros queréis marcharos?» Jesús no hace cuestión de tener a mucha gente que le sigue. No cambia el discurso cuando el mensaje no agrada. El habla para revelar al Padre y no para agradar a quién sea. Prefiere permanecer solo, y no estar acompañado por personas que no se comprometen con el proyecto del Padre. La respuesta de Pedro es linda: “¿A quién iremos? ¡Tú sólo tienes palabras de vida eterna y nosotros reconocemos que tú eres el Santo de Dios!” Aún sin entender todo, Pedro acepta a Jesús como Mesías y cree en él. Profesa en nombre del grupo su fe en el pan compartido y en la palabra. Jesús es palabra y el pan que sacia al nuevo pueblo de Dios (Dt 8,3). A pesar de todos sus límites, Pedro no es como Nicodemo que quería ver todo bien claro según sus propias ideas. Y aún así, entre los doce había quien no aceptaba la propuesta de Jesús. En este círculo más íntimo existía un adversario (diablo) (Jn 6,70-71) “quien mi pan compartía, me trata con desprecio” (Sal 41,10; Jn 13,18).

4) PARA LA REFLEXIÓN PERSONAL

• Me pongo en el lugar de Pedro ante Jesús. ¿Qué respuesta doy a Jesús que me pregunta?: “¿También tú quieres irte?”

• Me pongo en el lugar de Jesús. Hoy. Mucha gente está dejando de ir con Jesús. ¿Es culpa de quién?

5) ORACIÓN FINAL

¡Ah, Yahvé, yo soy tu siervo,
tu siervo, hijo de tu esclava,
tú has soltado mis cadenas!
Te ofreceré sacrificio de acción de gracias
e invocaré el nombre de Yahvé. (Sal 116,16-17)

Domingo IV de Pascua

Palabra

La Pascua está constituida por el paso de la muerte a la vida, de la oscuridad a la luz.

El paso lo realiza Dios al resucitar a Jesús de entre los muertos, haciendo de Jesús la piedra angular del nuevo Pueblo de Dios. El desechado y despreciado es el Salvador (primera lectura).

Experimentamos el paso nosotros mismos, al recibir el Espíritu Santo, que nos libera del temor y nos hace entrar en el conocimiento íntimo de Dios, que nos permite llamar Padre a Dios y sentirnos hijos, que infunde en nosotros la certeza indefectible del amor de Dios y la esperanza de verle un día cara a cara (segunda lectura).

El paso lo ha vivido Jesús como vocación y destino de amor eterno. Vino a entregar su vida, y a entregarla libremente. Quiso amarnos hasta la muerte. Es su amor el que también a nosotros nos hace pasar de la muerte a la vida (Evangelio).

Reflexión

La Eucaristía, en cuanto acto social y religioso del Pueblo de Dios, refleja la realidad ambivalente de la Iglesia respecto a la autoridad y sus funciones. Por un lado, todo se concreta en los varones célibes, los clérigos, con una concepción patriarcal y jerárquica, que no manifiesta precisamente el espíritu de servicio, minoridad y fraternidad que Jesús inculcó a los suyos. Por otra parte, a la luz de la fe y de lo que se dice verbalmente, el centro de la celebración es Jesús, el Señor, única autoridad.

En la Eucaristía se realiza cumplidamente cómo Jesús ejerce su autoridad en la Iglesia: como Buen Pastor que entrega su vida por sus ovejas. No se afirma en poder; se da en alimento y bebida. No se distancia para proteger su autoridad, como hacemos los clérigos (sacralizamos nuestra autoridad reforzando nuestro rol de salvadores y mediadores, disponiendo de poderes espirituales exclusivos, teniendo la última palabra sobre las conciencias…), sino que nos da su espíritu, estableciendo una relación íntima de amor: «Ya no os llamo siervos, sino amigos» (Jn 15).

La madurez de la fe no está en hacer de la autoridad en la Iglesia algo intocable, justificado por el poder específico que tienen los. sacerdotes en la Eucaristía, sino en actualizar, unos y otros, las actitudes de Jesús, «que no se apropió su dignidad divina; por el contrario, se rebajó» (cf. Flp 2).

Vida

Cuaresma y Pascua nos enseñan el axioma cristiano: sólo da vida el que la entrega libremente.

Porque hay entregas que sólo son necesidades ocultas de posesión del otro, o una trampa para evitar conflictos, o expresión de un voluntarismo perfeccionista, que confunde el amor con la ascética del autosacrificio.

Pero hay libertades, igualmente, que se constituyen en barreras para no entregarse, cuando se confunde la libertad con la autoafirmación, o con el miedo inconsciente a perder el yo, o con la reserva, queriendo nadar y guardar la ropa, simultáneamente.

No pienses en un acto especial de entrega sino en la dinámica de lo cotidiano. Aprende a no calcular el amor, a no quedarte en tus derechos, a no comparar lo que tú haces y los demás dejan de hacer, a olvidar tus necesidades para salir al paso de las ajenas, a dejar que otros te desbaraten tus planes, a improvisar cada mañana el amor, aunque te levantes cansado…

Está claro que la vida surge de esa autodonación. Pero no pienses mucho en los frutos de tu entrega. ¿Te parece poco poder amar al estilo de Jesús?

Javier Garrido

Domingo IV de Pascua

Gozosos con la Resurrección de Jesús (Domingo de Resurrección), comprometidos con una fe razonada como la de Santo Tomás (domingo 2º de Pascua) tras revisar en profundidad las pruebas aportadas por los Apóstoles (domingo 3º de Pascua) la liturgia de este 4º domingo, tras insistir en la Resurrección de Jesús, (1ª Lec. Hch. 4, 8-12) nos muestra la interpretación que hace el propio Jesús de su muerte (3ª Lec. Jn. 10, 11-18) y la razón de aceptarla (2ª lec.1ªJn. 3, 1-2)

El Evangelio nos muestra a Jesús dueño de la situación de modo y manera que afirma rotundamente que nadie le quita la vida sino que Él la da porque quiere, porque, sabiendo que eso le costaría la vida, ha querido venir a salvar a sus ovejas (Jn. 10,11)

Es importantísima esta afirmación de Jesús porque nos manifiesta claramente que lo que le pasó, no le pasó porque la gente lo determinara así, ni como consecuencia de algún sanguinario decreto del Padre, sino por el extraordinario amor con el que nos amó. Nadie ni nada hubiera podido con Jesús, de no haberlo permitido Él.

Fue su amor quien le movió a ser uno como nosotros precisamente para ser nuestro referente, aún en las situaciones más extremas en las que nosotros pudiéramos encontrarnos.

San Juan supo ver esto con toda claridad y afirma en su Evangelios que “Jesús nos amó hasta el fin”. (Jn. 13,1) Gracias a su entrega nunca estaremos completamente solos en nuestra vida; Él con su ejemplo y palabra permanecerá junto a nosotros indicándonos cómo enfrentarnos con honradez, fortaleza y prudencia, con dignidad y grandeza de espíritu a cualquier situación en la que nos encontremos.

Dejándonos llevar por lo impresionante de su pasión, solemos fijarnos más en la brutalidad de quienes lo masacraron, que en lo que de grandeza tuvo su gesto. Lo más significativo en la muerte de Jesús fue el amor que derrocho en favor de la humanidad. Nos lo dijo aquella noche del primer Jueves-Santo, allá en el Cenáculo, para que no nos cupiera la menos duda: “Nadie tiene mayor amor por sus amigos que el que da su vida por ellos” (Jn. 15,14)

Los ejecutores de la muerte de Jesús fueron los pecados de unos hombres concretos: la soberbia de los Sumos sacerdotes, el desencanto de Judas, el hedonismo de Herodes, la irresponsabilidad de Pilatos, el borreguismo del pueblo, etc. pero solo pudieron hacerlo porque Él lo permitió así.

Lo dijo bien claro: “Yo doy mi vida. Nadie me la quita, sino que la doy yo por mí mismo. Tengo el poder de darla y el poder de recobrarla. Soy el buen pastor y el buen pastor da su vida por las ovejas porque le importan las ovejas”.

Le importamos porque todos somos hijos de Dios. Es lo que nos decía San Juan en la segunda lectura: “Mirad qué gran amor nos ha dado el Padre al hacer que nos llamemos hijos de Dios y lo seamos de verdad. Queridos míos, somos hijos de Dios, y un día le veremos tal y como es”.

Un amor así debe ser correspondido por nosotros de una manera eficaz, poniendo en práctica todo cuanto nos ha enseñado. La mejor forma de agradecerle su esfuerzo es aprovechándolo al máximo, convirtiéndolo en nuestro estilo de vida y en compromiso personal.

Su deseo de que “todo esto” se extendiera hasta el final de los tiempos y a todas las gentes debe despertar en nosotros un firme “empeño” en cooperar con el Espíritu a que todo eso llegue a nuestros contemporáneos y a los que nos sucederán.

Igualmente hemos de sentirnos fuertemente unidos a todos cuantos hemos conocido el cristianismo, no como simples socios de un mismo club, sino como miembros de una gran empresa cuya cabeza es Cristo.

Teológicamente somos mucho más que una sociedad. El ejemplo con el que Jesús quiso dárnoslo a entender fue el del sarmiento y la vid. Todos, por el Espíritu que ha sido derramado sobre nosotros, formamos una unidad espiritual que San Pablo ejemplariza con el cuerpo humano (1ª Cor. 12,12-14); aunque miembros diferentes, formamos el Cristo total, en acertada expresión de San Agustín.

Eso quiere decir que nuestra forma de actuar debe ser conforme con la de nuestra cabeza. Él se entregó por todos nosotros. Nosotros debemos tener la misma actitud de entrega respecto de los demás. No podemos seguir mirándonos de reojo, a ver que sacamos de nuestras relaciones con ellos. Nuestra mirada debe ser franca, limpia, animosa como quien se ofrece a echar una mano. Como fue la de Jesús y como sigue siendo en la actualidad con nosotros y nuestros despistes.

También nuestros sentimientos deben ser como los de Él. Él sintió por nosotros misericordia, compasión, perdón. Son los sentimientos que también nosotros debemos manifestar a los demás. Él nos lo dejó como testamento: “Bienaventurados los misericordiosos”. (Mt. 5,7)

Las palabras de Jesús siempre aligeraron el alma, levantaron el espíritu, animaron a la lucha esperanzada. Son esos los efectos que también deben producir las nuestras a quienes nos oyen.

San Pablo decía que debíamos vivir como resucitados. Efectivamente. La resurrección de Jesús debe animarnos a resucitar también nosotros y a vivir de otra manera: a la manera de Jesús. Por eso quizás más exacto fuera decir que debemos vivir no como resucitados sino COMO EL RESUCITADO, como el mismo Jesús.

No perdamos el tiempo. No dejemos que se apaguen los entusiasmos de la Gran Pascua de la Resurrección de Jesús.

Es una formidable ocasión de darnos a luz a una nueva vida, como le recomendaba Jesús a Nicodemo. No podemos volver al seno materno pero si darnos a nosotros mismos una nueva vida en conformidad con la que nos consiguió Jesús con su Resurrección. No tengamos miedo al cambio porque no estamos solos.Jesús nos lo prometió: “estaré con vosotros hasta la consumación de los siglos” (Mt. 28,20) y en otra ocasión: “no os dejaré solos, enviaré al Espíritu que os aclarará todo cuanto yo os he dicho”. (Jn. 14,25)

Tampoco tengamos pena de que en el cambio vayamos a perder algo importante para nuestra vida. Dios nunca nos recortará cuanto nos haga grandes. Jamás nos orientará hacia algo que merme nuestra grandeza. Todo lo contrario Él, como el buen campesino, poda todo cuanto perjudica a la verdadera vida para que esta pueda brotar en toda su grandeza. Ha venido para que tengamos vida y vida abundante. (Jn. 10,10) No desaprovechemos su oferta. AMÉN

Pedro Sáez

Ecclesia in Medio Oriente – Benedicto XVI

30. La incertidumbre económica y política, la habilidad manipuladora de algunos y una deficiente comprensión de la religión, entre otros factores, son el caldo de cultivo del fundamentalismo religioso. Éste afecta a todas las comunidades religiosas y rechaza el vivir civilmente juntos. Quiere tomar, a veces con violencia, el poder sobre la conciencia de cada uno y sobre la religión por razones políticas. Hago un llamamiento apremiante a todos los líderes religiosos, judíos, cristianos y musulmanes de la región, para que traten de hacer todo lo posible, mediante su ejemplo y su enseñanza, por erradicar esta amenaza, que acecha de manera indiscriminada y mortal a los creyentes de todas las religiones. «Utilizar las palabras reveladas, las sagradas Escrituras o el nombre de Dios para justificar nuestros intereses, nuestras políticas tan fácilmente complacientes o nuestras violencias, es un delito muy grave»[23].


[23] Discurso en el Encuentro con los miembros del Gobierno, los representantes de las Instituciones de la República, el Cuerpo Diplomático y los representantes de las principales religiones (Cotonou, 19 noviembre 2011): AAS 103 (2011), 820.

El Buen Pastor

1. No es fácil ser responsable cuidadoso del pueblo. Nuestras gentes esperan siempre la llegada de gobernantes justos, y los cristianos deseamos tener responsables en la Iglesia que sean evangélicos. Pero en la Iglesia no hay simplemente dirigentes y dirigidos; todos somos hermanos, y a todos nos incumbe la responsabilidad. El domingo de hoy no es la fiesta del párroco o del obispo, sino el domingo del Buen Pastor, que es Jesús, y el Día del pueblo de Dios, en el que todos somos corresponsables, aunque de distinta manera.

2. Cristo es Buen Pastor por tres razones:

1) «Da la vida» por todos, es decir, no es un simple «asalariado» que se preocupa de su sueldo y que huye cuando llega la dificultad.

2) «Conoce» a aquellos a los que sirve con un conocimiento que proviene del compromiso.

3) «Reúne» en la unidad a los que están dispersos, a quienes atrae y reconcilia.

3. El juicio de Jesús es duro para con los responsables que no ejercen su ministerio o servicio o que se creen dueños de determinadas personas. En realidad, en la Iglesia los responsables son «intendentes» que deben imitar a Jesús en la donación de su vida.

REFLEXIÓN CRISTIANA:

¿Somos corresponsables en la Iglesia y en la sociedad?

Casiano Floristán

Jesús, un hombre libre

El evangelio de este domingo ha dejado una impronta indeleble en la imaginación de la comunidad cristiana. La representación de Jesús como el buen pastor es una de las más antiguas del arte cristiano.

Un conocimiento mutuo

Como siempre Jesús en esta parábola parte de la vida cotidiana. Sus oyentes tienen familiaridad con el mundo rural, conocen por experiencia cercana el lazo que une al pastor con sus ovejas. El pastor conoce a sus ovejas, las llama incluso por su nombre. Conocer en la Biblia significa amar. El pastor ama a sus ovejas y éstas lo aman a él. La expresión usada en Jn 10, 14 es casi la de la alianza: «Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo». Un amor mutuo une al Señor con su pueblo; amor, no temor. El modelo de esta unión es la relación que como Hijo tiene con el Padre, la profundidad de ese lazo hace que el Señor entregue su vida por los que ama.

Muy distinta es la conducta del asalariado. Está con las ovejas por interés, no por una motivación de amor. Por ello ante el peligro huye, «no le importan las ovejas» (v. 13). El salario puede ser dinero, honores, sentirse el centró de un pequeño mundo. Hay quienes sólo fingiéndose pastores pueden alcanzar sin esfuerzo una consideración social que les costaría mucho obtener por otros medios. Pero esas razones no crean lazos firmes, son pastores de ellos mismos, no de las ovejas; cuidan sus intereses y prestigio y no al pueblo a cuyo servicio dicen estar. El Señor es duro con ellos: «no le (s) importan las ovejas», v. 13, y con todo lo que en cada uno de nosotros haya de complicidad con esa actitud. Nos invita por eso a imitarlo en la solidaridad sin fronteras con sus hermanos, en particular con los más explotados y débiles. Sólo así nos podremos llamar «hijos de Dios», personas que conocen, aman, a Jesús (1 Jn 3, 1).

Dar la vida

Esa solidaridad puede ir hasta la entrega de la propia vida (cf. v. 15). Ofrenda hecha voluntariamente, con plena libertad. Compromiso por amor gratuito, no por obligación formal. Nadie le quita la vida al Señor. El la da. Su muerte, su ejecución en la cruz, no es el resultado de una fatalidad, sino de una decisión libre (cf. v. 18). Día a día optó por anunciar el Reino de amor, paz y justicia; lo hizo privilegiando a los últimos, a los oprimidos y despreciados. Por eso lo mataron. Vino a cumplir la voluntad del Padre (cf. v. 18), pero aquellos que no querían perder sus prerrogativas lo rechazaron.

En eso consiste la imitación de Jesús. Ser pastor no es una profesión, es una opción de vida. Todos somos pastores de nuestros hermanos, tenemos una responsabilidad frente a ellos que debemos asumir libremente. Comprometernos con los pobres del país, con sus sufrimientos y esperanzas, sus límites y combates, implica una decisión diaria y un riesgo permanente de incomprensión y de hostilidad. No podemos, sin embargo, si no somos asalariados, «dejar de hablar de lo que hemos visto y oído» (Hech 4, 20).

Gustavo Gutiérrez

El Papa, pastor

Si hoy un conferenciante se presentara ante su público con estas palabras “Yo soy el Buen Pastor”, seguro que nos dejaría descolocados.Probablemente no sabríamos qué nos quiere decir. Descubriríamos por ejemplo que hay dos clases de pastores: pastores servidores y otros que no lo son. Un inconveniente: El pastor pertenece a la cultura rural y nosotros estamos invadidos por la cultura urbana.

Primera anotación: Los textos que el evangelio aplica a los apóstoles y al mismo Jesús, están dirigidos a los sacerdotes, a los obispos y al Papa. Pero Jesús añade algo más: “Tengo otras ovejas que no son de este redil; también a éstas las tengo que atraer y escucharán mi voz y habrá un solo rebaño y un solo pastor“. Juan Pablo II declaró en una ocasión que en el primer milenio se evangelizó a Europa, en el segundo África y América y en el tercero será el de África. A lo largo de la historia se han registrado cambios, en cuanto al papel de los sacerdotes de los obispos y del Papa.

Han alternado épocas en las que los pastores han sido más aplaudidos, más queridos, más respetados. Su presencia no ha sido indiferente en ningún momento y otras en las que han sido más rechazados. En los últimos meses las críticas han abundado provocando en determinados ambientes auténticos seísmos.

Basta que enfoquemos por breve tiempo nuestra atención sobre la literatura, el cine y los entretenimientos, para convencernos de cómo Jesús es mirado con afecto. Recordemos la película:“Jesucristo Super Star”. Ha habido tiempos en los que ha existido el diálogo. Ha habido tiempos en los que la relación entre el mundo religioso y el mundo del cine ha sido amable. Personajes como Miguel de Unamuno, Gregory Peck, Spencer Tracey, El padrecito (Cantinflas), El Pájaro Espino, el popular Camilo, “San Manuel Bueno Mártir”… nos hablan en situaciones distintas.

En la época de Cristo hubo personas entregadas y también en nuestro tiempo nos encontramos con ejemplos actuales. Recuerdo cómo tuve la oportunidad de escribir la vida de un misionero de Pasaia (Gipuzkoa), al cual le arrebataron la vida con un tiro en el rostro. Esto sucedía en Rwanda en el año 2000. Saltan las diferencias entre unas vidas y otras. Ciertamente ha habido épocas en las que la corrupción se ha hecho más presente hoy es más visible, trasladándose a los medios de comunicación.

Destaca como Pastor el Papa. Concretamente nos ha abierto horizontes esplendidos. Desea una Iglesia en actitud de salida. Esto es, entusiasta, misionera, en acción, cercana al débil siguiendo los pasos de Jesús del que es su Vida y Camino.

Josetxu Canibe

Creer en el Dios de la vida

En estos tiempos de profunda crisis religiosa no basta creer en cualquier Dios; necesitamos discernir cuál es el verdadero. No es suficiente afirmar que Jesús es Dios; es decisivo saber qué Dios se encarna y se revela en Jesús. Me parece muy importante reivindicar hoy, dentro de la Iglesia y en la sociedad contemporánea, el auténtico Dios de Jesús, sin confundirlo con cualquier «dios» elaborado por nosotros desde miedos, ambiciones y fantasmas que tienen poco que ver con la experiencia de Dios que vivió y comunicó Jesús. ¿No ha llegado la hora de promover esa tarea apasionante de «aprender», a partir de Jesús, quién es Dios, cómo es, cómo nos siente, cómo nos busca, qué quiere para los humanos?

Qué alegría se despertaría en muchos si pudieran intuir en Jesús los rasgos del verdadero Dios. Cómo se encendería su fe si captaran con ojos nuevos el rostro de Dios encarnado en Jesús. Si Dios existe, se parece a Jesús. Su manera de ser, sus palabras, sus gestos y reacciones son detalles de la revelación de Dios. En más de una ocasión, al estudiar cómo era Jesús, me he sorprendido a mí mismo con este pensamiento: así se preocupa Dios de las personas, así mira a los que sufren, así busca a los perdidos, así bendice a los pequeños, así acoge, así comprende, así perdona, así ama.

Me resulta difícil imaginar otro camino más seguro para acercarnos a ese misterio que llamamos Dios. Se me ha grabado muy dentro cómo le vive Jesús. Se ve enseguida que, para él, Dios no es un concepto, sino una presencia amistosa y cercana que hace vivir y amar la vida de manera diferente. Jesús le vive como el mejor amigo del ser humano: el «Amigo de la vida». No es alguien extraño que, desde lejos, controla el mundo y presiona nuestras pobres vidas; es el Amigo que, desde dentro, comparte nuestra existencia y se convierte en la luz más clara y la fuerza más segura para enfrentarnos a la dureza de la vida y al misterio de la muerte.

Lo que más le interesa a Dios no es la religión, sino un mundo más humano y amable. Lo que busca es una vida más digna, sana y dichosa para todos, empezando por los últimos. Lo dijo Jesús de muchas maneras: una religión que va contra la vida, o es falsa, o ha sido entendida de manera errónea. Lo que hace feliz a Dios es vernos felices, desde ahora y para siempre. Esta es la Buena Noticia que se nos revela en Jesucristo: Dios se nos da a sí mismo como lo que es: Amor.

José Antonio Pagola

Comentario al evangelio – 21 abril

¿A QUIÉN IREMOS?


  ♦ La Iglesia gozaba de paz en toda Palestina. Era la paz que les había dejado el Resucitado. Una paz que no estaba exenta de conflictos, como hemos venido viendo en días anteriores. Y si no, que se lo pregunten a Esteban, o a Felipe, y al mismo Saulo. 

     Pero esa dificultades no les hacían perder el don de la paz recibida. Y la Iglesia iba creciendo, se iba construyendo, y progresaba en la fidelidad al Señor, se multiplicaba… Le viene a la cabeza a uno aquello  que Lucas había dicho también de Jesús, en su infancia: Crecía en sabiduría y gracia delante de Dios y de los hombres. 

    La tarea del crecimiento personal y comunitario -animada por el Espíritu Santo- nunca termina, porque la fidelidad hay que construirla todos los días. Una fidelidad que encuentra un significativo y necesario apoyo en los propios hermanos. La fidelidad de mis hermanos es una garantía y un impulso para la mía. Y viceversa. Aquella primera comunidad no estaba tan marcada como la nuestra por eso que llamamos individualismo, y que les «autoriza» a no pocos a mantener una relación con Dios, al margen de los hermanos, de la comunidad, como una especie de asunto privado. Mi oración por mí y por mis cosas, mis necesidades, mi manera de apañármelas con Dios, «mi» misa, y hasta el banco donde me siento… procurando que nadie me roce ni me distraiga…

    Pero los comienzos nos muestran algo que a mí me parece que tenemos que recuperar con urgencia en nuestra cristianismo de hoy. Las personas de la comunidad tienen nombre propio, conocen mutuamente sus circunstancias personales, su lugar de residencia, y los hermanos procuran que Pedro -como representante de la comunidad- se acerque y ore y actúe en la medida de sus posibilidades. A pesar, incluso, de que estas comunidades que va visitando probablemente no habían sido fundadas por él.

   Algo tenía aquel grupo de creyentes que resultaba atractivo: un ambiente de cercanía, de fraternidad, de confianza en el Resucitado, a quien sentían muy presente. Cada uno era atendido «según sus necesidades». Algo que resultaba desconocido en los ambientes religiosos de la época, y que resultaba admirable y contagioso. Algo que Jesús había procurado enseñarles: a ser uno, a amarse, a ser enviados juntos, a compartir juntos la mesa: con él… pero también entre sí. Y todo ello «para que el mundo crea que el Padre le ha enviado» y para que se sepa que somos discípulos suyos por el amor que nos tenemos unos a otros.  

    Y es algo que hoy debiéramos revisar y tener mucho más en cuenta en nuestras actividades y estructuras pastorales, en nuestras relaciones intra-comunitarias. Algo que nos debiera empujar a poner la dimensión apostólica mucho más en clave comunitaria (que no es lo mismo que distribuir y repartir responsabilidades).  Hay demasiado individualismo entre nosotros, demasiado pastor «por libre», y demasiadas ovejas «a su aire». Como también grupos con alergia a la «pastoral de conjunto». No es casualidad que la «reacción» principal de Pablo después de encontrarse con ese Jesús al que perseguía (al Jesús presente en las comunidades) fuera… fundar él  mismo pequeñas comunidades misioneras, y cuidarlas como tarea principal.

      ♦ En el Evangelio nos encontramos con los discípulos en aprietos:  también a ellos les cuesta aceptar las palabras de Jesús, hasta el punto de que «muchos» le critican y se retiran: «son palabras duras, ¿quién puede hacerles caso?».  Por una parte despiertan mi admiración porque escuchan las palabras de Jesús muy en serio, y deben optar: o le hacemos caso… o no. O le seguimos, o nos vamos. Algunos quieren pero no pueden. Y cuando ven que otros «muchos» se retiran, no es esta la mejor motivación para seguir ellos adelante. 

    Es una tentación que afecta a cualquier discípulo de cualquier momento de la historia. También hoy: ¿Para qué complicarse la vida, para qué autoexigirse? Hay muchos a los que les va muy bien sin  calentarse la cabeza con las llamadas del Evangelio. No hace falta estar con Jesucristo para ser buena persona. Muchas exigencias de Jesús echan para atrás…. Y si encima ser creyente hoy proporciona no pocos rechazos, burlas, desprecio social, y en algunos lugares incluso persecuciones… 

   Quizá nosotros no demos el paso como aquellos discípulos que se retiraron; nos quedamos… pero lo hacemos «a medio gas», con tibieza, eligiendo lo que mejor nos viene… e ignorando otras cosas.

     ¿A quién iremos entonces? Las suyas son «palabras de vida eterna», pero la vida eterna no parece preocupar demasiado hoy, ¡el presente es lo que importa!… Incluso Pedro, que aparentemente lo tenía tan claro, y que hablaba en nombre de todos… ya sabemos que después no fue tan coherente ni tan valiente. Sus compañeros tampoco.

     Para nosotros puede resultar duro y hasta escandaloso el mensaje del Evangelio… Pero como «es el Espíritu quien da la vida»…. Es el Espíritu el único que puede ayudarnos a no quedarnos «en la carne, a no ser tibios, cobardes, cómodos… Ésta es la clave. Y por eso, ésta debiera ser nuestra constante oración: «Ven Espíritu Santo y transforma los corazones de tus fieles». Necesitamos orar «para no caer en la tentación» de renunciar al único que puede salvarnos, al único que tiene palabras de vida eterna, al Santo de Dios (= consagrado por Dios) para hacernos santos a nosotros. Que así sea.

Enrique Martínez de la Lama-Noriega, cmf